La Epístola del Apóstol San Pablo a los ROMANOS
INTRODUCCIÓN
1. Título.
Cuando Pablo escribió esta epístola probablemente no le puso ningún título. Sencillamente era una carta que escribía a los creyentes de Roma; pero posteriormente la epístola llegó a ser rconocida como "A los Romanos", Gr. pros romáious, que es el título que se le da en los manuscritos más antiguos. En manuscritos Posteriores este título fue ampliado a "La Epístola de Pablo el apóstol a los Romanos", título que con algunas ligeras diferencias es el que se usa en las versiones castellanas.
2. Paternidad literaria.
Nunca se ha puesto seriamente en duda que el apóstol Pablo sea el autor de esta epístola. Algunos eruditos han sugerido que el cap. 16 quizá no formaba parte de la epístola original enviada a Roma, sino que fue una carta separada enviada a Efeso, donde Pablo había trabajado durante algún tiempo (Hech. 19). Esta teoría se basa principalmente en la extensa lista de nombres que hay en dicho capítulo, y en la suposición de que difícilmente Pablo podría haber conocido a tantos amigos en una ciudad que aún no había visitado. Sin embargo, como la gente afluía a Roma desde todas partes del imperio, es muy posible que el apóstol hubiera tenido muchos amigos en la ciudad capital. Además, todos los manuscritos más antiguos incluyen el cap. 16 como una parte de la epístola. Por lo tanto, los eruditos conservadores modernos dejan la epístola tal como se encuentra ahora.
3. Marco histórico.
Parece evidente que la Epístola a los Romanos fue escrita desde Corinto, en su tercer viaje misionero, durante la permanencia de Pablo de tres meses en esta ciudad (Hech. 20: 1-3). Muchos eruditos ubican esta visita a fines del año 57 y comienzos del 58; pero algunos prefieren una fecha más antigua.
Que la epístola fue escrita desde Corinto es claro por sus referencias a Gayo (Rom. 16: 23; cf. 1 Cor. 1: 14) y a Erasto (Rom. 16: 23; cf. 2 Tim. 4: 20), y por su encomio a Febe, a quien Pablo describe como una creyente que había prestado servicios especiales a la iglesia de Cencrea, el puerto marítimo oriental de Corinto (Rom. 16: 1). 464 Cuando Pablo escribió la epístola estaba por regresar a Palestina, pues llevaba una contribución de las iglesias de Macedonia y Acaya para los pobres que había entre los cristianos de Jerusalén (Rom. 15: 25-26; cf. Hech. 19: 21; 20: 3; 24: 17; 1 Cor. 16: 1-5; 2 Cor. 8: 1-4; 9: 1-2). Después de terminar esa misión, se proponía visitar a Roma, y desde allí continuar con su viaje a España (Hech. 19: 21; Rom. 15: 24, 28). Hasta ese momento no había podido visitar a la iglesia cristiana de la ciudad capital del Imperio Romano, aunque con frecuencia había deseado hacerlo (Rom. 1: 13; 15: 22). Pero ahora creía que había completado sus labores misioneras en Asia y Grecia (cap. 15: 19, 23), y anhelaba proseguir rumbo al oeste para fortalecer la obra en Italia e introducir el cristianismo en España (ver HAp 299-300). Para poder llevar a cabo este último propósito, Pablo deseaba estar seguro del apoyo y la cooperación de los creyentes de Roma; por lo tanto, antes de su visita les escribió esta epístola en la que bosqueja con términos vigorosos y claros los grandes principios de su Evangelio (cap. 1: 15; 2: 16). Ver pp. 107-108.
4. Tema.

El tema de la epístola es la pecaminosidad universal de los hombres y la gracia universal de Dios, la cual proporciona un camino por el cual los pecadores pueden ser perdonados y también restaurados a la perfección y la santidad. Este "camino" es la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, que murió, resucitó y vive eternamente para reconciliarnos y restaurarnos.
Cuando Pablo escribe esta epístola, su mente está llena de los problemas que han surgido en sus conflictos con los judaizantes. Se ocupa de las cuestiones básicas, y les da respuesta mediante una presentación amplia de todo el problema del pecado y del plan de Dios para hacer frente a esa emergencia. Pablo muestra en primer lugar que todos los hombres -judíos y gentiles- han pecado y continúan alejados del glorioso ideal de Dios (cap. 3: 23). No hay excusa para este alejamiento, pues todos -judíos y gentiles, sin excepción- han recibido algún grado de revelación de la voluntad de Dios (cap. 1: 20). Por lo tanto, todos están, con justicia, bajo condenación. Además, los pecadores son completamente impotentes para liberarse por sí mismos de esa situación, pues en su condición depravada les es absolutamente imposible obedecer la voluntad de Dios (cap. 8: 7). Los intentos legalistas de obedecer la ley divina no sólo están condenados al fracaso, sino que también pueden ser evidencia externa de un arrogante rechazo generado por ajusticia propia de no reconocer la debilidad del hombre y su necesidad de un Salvador. Sólo Dios mismo puede proporcionar remedio, y esto lo ha hecho mediante el sacrificio de su Hijo. Todo lo que se pide del hombre caído es que ejerza fe: fe para aceptar las condiciones necesarias para perdonar su pasado pecaminoso, y fe para aceptar el poder que se ofrece para llevarlo a una vida de rectitud.
Este es el Evangelio de Pablo tal como se desarrolla en la primera parte de la epístola. Los capítulos restantes se ocupan de la aplicación práctica del El evangelio ante ciertos problemas que tienen que ver con el pueblo escogido y con los miembros de la iglesia cristiana.

5. Bosquejo.
I. Introducción, 1: 1-15.

A. Saludo, 1: 1-7.
B. Explicaciones personales, 1: 8-15.

II. Exposición doctrinal, l: 16 a 11: 36.

A. La doctrina de la justificación por la fe, 1: 16 a 5: 21.
1. Justificación alcanzada por la fe, 1: 16-17.
2. La necesidad universal de justificación, 1: 18 a 3: 20. 465
a. El fracaso de los gentiles, 1: 18-32.
b. El fracaso de los judíos, 2: 1 a 3: 20.
3. La justificación otorgada en Cristo, 3: 21-31.
4. La justificación por la fe: doctrina del Antiguo Testamento, 4: 1-25.
5. Los benditos efectos de la justificación, 5: 1-11.
6. Los efectos de la justificación en contraste con los resultados de la caída de Adán, 5: 12-21.
B. La doctrina de la santificación por la fe, 6: 1 a 8: 39.
1. La muerte al pecado y resurrección a una nueva
2. La liberación del yugo de la ley y del pecado, 6: 12-23.
3. La relación de la ley con el pecado, 7: 1-13.
4. El conflicto entre la carne y el espíritu, 7: 14-25.
5. La vida llena del Espíritu, 8: 1-39.
C. La elección de Israel, 9: 1 a 11: 36.
1. El pesar de Pablo por el rechazo de Israel, 9: 1-5.
2. La justicia del rechazo, 9: 6-13.
3. La voluntad de Dios no debe ser puesta en duda, 9: 14-29.
4. La causa del rechazo fue la falta de fe de Israel, 9: 30 a 10: 21.
5. La restauración final de Israel, 11: 1-36.

III. Aplicación práctica de la doctrina de la justificación por la fe, 12: 1 a 15: 13.

A. El sacrificio que hace el cristiano de sí mismo, 12: 1-2.
B. El cristiano como miembro de la iglesia, 12: 3-8.
C. La relación del cristiano con otros, 12: 9-21.
D. La relación del cristiano con el Estado, 13: 1-7.
E. La única deuda que tiene el cristiano: amor, 13: 8-10.
F. La proximidad de la segunda venida, 13: 11-14.
G. La necesidad de tolerancia mutua entre los cristianos, 14: 1 a 15: 13.

IV. Conclusión, 15: 14 a 16: 27.

A. Explicaciones personales, 15: 14-33.
B. Saludos a varias personas, 16: 1-16.
C. Advertencia contra los falsos maestros, 16: 17-20.
D. Saludos de parte de los compañeros de Pablo y de su amanuense, 16: 21-23.
E. Bendición final y doxología, 16: 24-27.


ROMANOS CAPÍTULO 1          AUDIO      
1 Pablo presenta a los romanos la dignidad de su llamado 9 y su anhelo de Visitarlos 16 explica que es el Evangelio y la justicia que manifiesta. 18 La ira de Dios contra toda clase de pecado. 21 Cuáles son los pecados de los gentiles.

1 PABLO, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,
2 que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras,
3 acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne,
4 que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,
5 y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre;
6 entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo;
7 a todos los que estáis en Roma, amados 466 de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo.
9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones,
10 rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
11 Porque deseo veros, para comunicaras algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados;
12 esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.
13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.
14 A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor.
15 Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciamos el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
16 Porque no me avergüenzo de¡ evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el por la fe vivirá.
18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso por el que es contra naturaleza,
27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;
29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;
30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,
31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;
32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.


1.
Pablo.
Antes se llamaba Saulo. En cuanto al significado de los nombres, ver la Nota Adicional de Hech. 7. Pablo seguía una antigua costumbre cuando puso su nombre como el autor en los saludos introductorios. Otros ejemplos de esto se pueden ver en Josefo, Antigüedades xvi. 6. 3-4; Hech. 23: 26; 1 Mac. 11: 30, 32.
Siervo.
Gr. dóulos, literalmente ,esclavo". Pablo usa con frecuencia este término para 467 expresar su relación con Cristo como creyente en él (Gál. 1: 10; Fil. 1: 1; Tito 1: 1). La palabra contiene la idea de pertenecer a un amo y de servirle como esclavo. Pablo reconocía que los cristianos pertenecen a Cristo por haber sido comprados (1 Cor. 6: 20; 7: 23; Efe. 1: 7; 1 Ped 1: 18-19), y con frecuencia aplicaba el sustantivo dóulos a los creyentes (Rom. 6: 22; 1 Cor. 7: 22; Efe. 6: 6; cf. 1 Ped. 2: 16; Apoc. 19: 2, 5).
No es un nombre del cual debemos avergonzarnos. Debiéramos reconocer con gozo que somos la posesión comprada de Cristo y entregarnos a su voluntad. Esa clase de servicio absoluto es verdadera libertad (1 Cor. 7: 22; Gál. 4: 7), porque cuanto más sujetos estamos a la autoridad de Cristo tanto más libres estamos del yugo de los hombres (1 Cor. 7: 23).
Jesucristo.
En cuanto al significado de este nombre, ver com. Mat. 1: 1.
Apóstol.
Gr. apóstoles, literalmente "enviado", por lo tanto, "mensajero", "enviado en una misión especial". En el NT este título generalmente se da sólo a los hombres que fueron personalmente elegidos e instruidos por Cristo, es decir a los Doce (Luc. 6: 13), y también a Pablo, quien fue llamado directamente por el Señor (Hech. 9: 15; 22: 14-15; 26: 16-17; Gál. 1: 1) e instruido por él (Gál. 1: 11-12).
Apartado.
Gr. aforízÇ, "separar de otros mediante un límite". AforízÇ se usa para describir al pueblo de Dios separado del mundo (Lev. 20: 26, LXX), para la separación final de los justos y los impíos (Mat. 13: 49; 25: 32), y para la separación de los apóstoles para el cumplimiento de deberes especiales (Hech. 13: 2). Es una explicación adicional de la vocación apostólica de Pablo, e implica que fue elegido sacándolo del mundo y de entre sus compañeros para ser consagrado al ministerio evangélico.
Evangelio.
Gr. euaggJlion, palabra compuesta: "bueno" y "mensaje" o "noticias" (ver com. Mar. 1: 1). La palabra "evangelizar" deriva de esta misma raíz. El evangelista es el que presenta las buenas nuevas. En la carta a los Romanos, Pablo cumple su misión de hacer conocer las buenas nuevas de Dios. Tyndale (1525) entendía que las palabras "para el Evangelio" significaban "para predicar el Evangelio". Su interpretación ha sido imitada por una cantidad de traductores modernos. Otros prefieren dejar la frase en forma ambigua. El contexto parece indicar que Pablo está afirmando el propósito de su vocación y separación: que ha sido llamado para ser apóstol y apartado para proclamar las buenas nuevas de Dios acerca de su Hijo (ver com. Rom. 1: 3).
2.
Prometido antes.
Esta promesa fue hecha específicamente en los pasajes del AT que predecían la venida del Mesías, pero también estaba implícita en el significado de todo el AT. El Evangelio no fue una idea tardía de Dios, ni un súbito cambio en su firme y constante propósito para el hombre: fue el cumplimiento de su promesa hecha a nuestros primeros padres (ver com. Gén. 3: 15) y para cada generación sucesiva.
Por sus profetas.
No sólo los escritores de los libros proféticos del AT profetizaron acerca del Evangelio (cf. Heb. 1: 1) sino otros como Moisés (Deut. 18: 18), Samuel (Hech. 3: 24) y el salmista (Sal. 40: 7).
Santas Escrituras.
A través de toda la epístola Pablo se refiere con frecuencia a pasajes del AT para mostrar que el Evangelio concordaba plenamente con las enseñanzas de los oráculos de Dios que ya eran reconocidos (ver Hech. 26: 22-23). Especialmente anhelaba demostrar a sus compatriotas que el cristianismo estaba basado sobre el fundamento de sus propios profetas y sus escritos sagrados.
3.
Acerca de su Hijo.
Estas palabras podrían relacionarse con "el evangelio de Dios" de la última parte del vers. l; pero también podrían referirse a "las santas Escrituras" con que termina el vers. 2. Ambas posibilidades concuerdan con el contexto de la epístola.
Nuestro Señor Jesucristo.
En el texto griego estas palabras no están en el vers. 3, sino al fin del vers. 4 (ver el comentario respectivo).
Era.
Gr. gínomai, "llegar a ser", "nacer", o simplemente "ser". La palabra puede tener aquí el significado de "nacer" (ver Gál. 4: 4; com. Juan 8: 58).
Linaje de David.
Los judíos esperaban que el Mesías procediera del linaje real (Mat. 22: 42; Juan 7: 42) como había sido predicho (Isa. 11: 1; Jer. 23: 5). Ver com. Mat. 1: 1.
La carne.
Es decir, su naturaleza humana (ver cap. 9: 5).
4.
Declarado.
Gr. horízÇ, "delimitar", "separar", "determinar", "definir". La palabra se traduce como "puesto" en Hech. 10: 42 ("constituido", BC, BJ); "establecido" en cap. 17: 31. HorízÇ es la raíz de la palabra compuesta 468 griega que se traduce "apartado" en Rom. 1: 1.
Con poder.
O "en poder". Esta frase puede tener función de adverbio junto a "declarado", o de adjetivo, con "Hijo de Dios". Si se usa como adverbio, la frase significaría que Jesús fue declarado poderosa o milagrosamente como el Hijo de Dios mediante la resurrección, si se usa como adjetivo, se referiría a la suprema condición de Cristo como el poderoso "Hijo de Dios" en su resurrección o desde la resurrección. Ambas interpretaciones concuerdan con otros pasajes (ver Efe. 1: 19-21). Ninguna de estas interpretaciones apoya la idea de que a Jesús le faltó poder divino o la condición de Ser divino antes de su resurrección.
Espíritu de santidad.
Algunos entienden que esta frase se refiere al Espíritu Santo, y citan el cap. 8: 11 en apoyo de esta interpretación; sin embargo, el Espíritu Santo no es llamado "Espíritu de santidad" en ningún otro pasaje bíblico. Otros consideran que esta frase complementa la expresión "según la carne" (cap. 1: 3), haciendo notar que según la carne Jesús descendía de David, pero que de acuerdo con el espíritu de santidad también era el Hijo de Dios.
Las consecuencias teológicas de este pasaje han sido ampliamente discutidas por muchos intérpretes. Sin embargo, no parece que Pablo se preocupe aquí principalmente con el contraste entre la humanidad y la divinidad de Cristo, sino más bien por aclarar que en Jesús se conjugan al mismo tiempo el Mesías judío prometido y el divino Hijo de Dios.
De entre los muertos.
Pablo está presentando la resurrección de Jesús como una prueba de que era Hijo de Dios. Jesús siempre había afirmado que era el Hijo de Dios (Mat. 27: 43; Juan 5: 17-30; 10: 36), y había predicho que resucitaría al tercer día (Mat. 12: 40; Juan 2: 19, 21). Ahora Pablo está afirmando que Jesús había demostrado concluyentemente que era el Hijo de Dios mediante el milagroso cumplimiento de su predicha resurrección.
En el texto griego las palabras "nuestro Señor Jesucristo" (vers. 3) están al final del vers. 4. Finalmente Pablo identifica al Hijo de David y al Hijo de Dios con el Jesús de Nazaret ya reconocido como Cristo y Señor por los cristianos.
Estos nombres estaban llenos de significado para un judío. Ç"Jesús", transliteración de la forma griega de la palabra aramea YeshuB, "Josué", significa "Jehová es salvación" (ver com. Mat. 1: 1). "Cristo" es la transliteración del equivalente griego del Heb. Mashiaj, "Mesías", el "ungido" (ver com. Mat. 1: 1). "Señor", como título para un rey y amo divino, ya era familiar por su uso en la LXX (ver com. Juan 20: 28).
5.
Por quien.
O "mediante quien". Pablo afirma que su comisión apostólica derivaba sólo de Cristo, no de los hombres.
Recibimos.
Quizá este plural represente al singular, como suelen usarlo las personas de autoridad; sin embargo, también es posible que Pablo esté incluyendo a los otros apóstoles.
La gracia y el apostolado.
Muchos intérpretes unen estos dos términos como el equivalente de la gracia o favor del apostolado. Pablo habla frecuentemente de "la gracia que de Dios me es dada" (Rom. 15: 15-16, Gál. 2: 7-9; Efe. 3: 7-9); sin embargo, otros prefieren entender que "gracia" se refiere especialmente a la gracia personal de la salvación que Pablo aceptó por primera vez en el camino a Damasco (Hech. 9: 1-16; cf. 1 Cor. 15: 10). En cuanto a los significados del término "gracia", ver com. Rom. 3: 24.
Para Pablo su conversión y llamamiento al apostolado, que ocurrieron casi simultáneamente, deben haberle parecido como un mismo suceso. Después de haber sido "blasfemo, perseguidor e injuriador" (1 Tim. 1: 13), fue llamado inmediatamente a predicar "la fe que en otro tiempo asolaba" (Gál. 1: 23). No es de admirarse que Pablo pudiera exclamar: "por la gracia de Dios soy lo que soy" (1 Cor. 15: 10). No solamente era un cristiano convertido, sino también un apóstol enviado.
Obediente a la fe.
El texto griego dice: "obediencia de fe". No se habla aquí de "fe" como conjunto de doctrinas que deben ser recibidas y creídas (ver Hech. 6: 7; Jud. 3). Fe más bien significa ese hábito y actitud de la mente mediante los cuales el cristiano muestra su lealtad y dedicación a Cristo y su dependencia de él. Una fe tal produce obediencia.
La "obediencia de fe" puede entenderse como producida por la fe o una obediencia dirigida hacia la fe o caracterizada por la fe. Sea como fuere, el hecho significativo es que Pablo asocia la fe con la obediencia. El gran mensaje de la Epístola a los Romanos es que la justificación proviene de la fe (cap. 3: 22; etc.). 469 Esta es la buena nueva a la que Pablo ha sido llamado para que la dé a conocer. Considera su apostolado como una misión entre todas las naciones para que se produzca la obediencia que brota de la fe.
Todas las naciones.
Por lo general esta frase se refiere a los gentiles y los distingue de los judíos. Podría también destacar el apostolado especial de Pablo en favor de los paganos (Hech. 22: 21; Gál. 1: 16; 2: 7-9; Efe. 3: 1, 8). Sin embargo, la frase podría reflejar aquí la misión original que Jesús dio a sus discípulos (Mat. 28: 19-20; Mar. 16: 15-16) y la comisión que recibió Pablo en ocasión de su conversión (Hech. 9: 15): llevar el Evangelio a todo el mundo.
Por amor de su nombre.
Probablemente signifique "por causa de su nombre" (VM). El propósito final de la misión de Pablo era promover el conocimiento de Cristo y su gloria. Especialmente anhelaba que el nombre de Cristo fuera magnificado por la obediencia que deriva de la fe en él. Pablo estaba dispuesto a arriesgar su vida por esa causa (Hech. 15: 26; 21: 13; cf. Hech. 9: 16).
6.
Entre las cuales.
Es decir, entre todas las naciones o "gentiles" entre los cuales había recibido la misión de trabajar. Pablo de esta manera quizá está expresando su autoridad para dirigirse a los creyentes de Roma.
Llamados a ser de Jesucristo.
Podría significar "los llamados que pertenecen a Jesucristo", "llamados por Jesucristo", o "llamados a pertenecer a Jesucristo".
7.
Todos los que estáis en Roma.
Es evidente que con esta frase Pablo se refiere a todos los cristianos de Roma (vers. 8).
Amados de Dios.
Dios ama a todos los hombres (Juan 3: 16; Efe. 2: 4-5), pero para los cristianos que han sido reconciliados con Dios por medio de la muerte de Cristo, ha sido quitada la barrera que una vez los separó del amor de Dios (Rom. 5: 10; ver com. Juan 16: 27).
Santos.
Este término es común en el NT para describir a los cristianos (Hech. 9: 32, 41; 26: 10; Efe. 1: 1; etc.). No denota necesariamente personas ya perfeccionadas en la santidad (1 Cor. 1: 2; cf. 1 Cor. 1: 11), sino a aquellos que por su profesión de fe y bautismo pueden considerarse como separados del mundo y consagrados a Dios.
La idea básica de hágios (santo) es "separado del uso común para el sagrado". En este sentido se usaba y aplicaba en el AT el término hebreo equivalente qódesh o qadesh para referirse, por ejemplo, al tabernáculo y sus muebles (Exo. 40: 9). Se usaba para el pueblo judío como nación (Exo. 19: 5-6; Deut. 7: 6), no porque individualmente fueran perfectos y santos, sino para que se mantuvieran separados de las otras naciones y apartados para el servicio del Dios verdadero, pues las otras naciones se dedicaban al culto de sus ídolos. Hágios se usa aquí para referirse a los cristianos de Roma que habían sido llamados a separarse de los otros hombres y de las otras formas de vida, y a consagrarse al servicio de Dios.
Gracia.
Gr. járis, "buena voluntad", "favor" o "gracia", no la palabra común para saludarse usada en las cartas escritas en griego. El saludo común era jáirein, una expresión de deseo de salud y prosperidad. Jáirein aparece en el NT en la carta de Lisias al gobernador romano Félix (Hech. 23: 26) y en la Epístola de Santiago (Sant. 1: 1). En ambos casos a veces se ha traducido "salud" (BC, RVR). Jáirein, como se traduce en 2 Juan 10, "bienvenido", "salud" (BC), indica que los cristianos estaban acostumbrados a saludarse mutuamente en esta forma (ver Mat. 26: 49; 27: 29; 28: 9; Mar. 15: 18; Luc. 1: 28; Juan 19: 3, donde jáire y jáirete se traducen como "salve").
Pero en vez de jáírein, "saludos", con la idea prevaleciente de prosperidad temporal, Pablo usa aquí járis, "gracia", palabra que comenzaba a adquirir un significado cristiano peculiar (ver Rom. 3: 24).
Paz.
La forma usual hebrea para saludar era shalom, "paz", o shalom leka, "paz a ti" (Gén. 29: 6; 43: 23; Dan. 10: 19; Luc. 10: 5-6; etc.). Jesús saludó en esta forma a sus discípulos reunidos después de la resurrección (Juan 20: 19, 26).
La vida, muerte y resurrección de Cristo habían dado un nuevo significado a estos dos antiguos términos familiares. "Gracia" ahora se entendía como el amor redentor de Dios en Cristo (2 Tim. 1: 9). "Paz" era ahora la paz con Dios mediante la redención (Rom. 5: l). "Gracia" y "paz" se convirtieron con este significado cristiano en el saludo habitual de Pablo en todas sus epístolas (1 Cor. 1: 3; 2 Cor. 1: 2; Gál. 1: 3; Efe. 1: 2; Fil. 1: 2; Col. 1: 2; 1 Tes. 1: 1-2; 2 Tes. 1: 2; File. 3; cf. 1 Tim. 1: 2; 2 Tim. 1: 2; Tito 1: 4). Pedro y Juan también usaban saludos similares (1 Ped. 1: 2; 2 Ped. 2; 2 Juan 3; Apoc. 1: 4).
Dios nuestro Padre.
Dios, como Creador, 470 es el Padre de todos los hombres (Hech. 17: 28-29), pero especialmente de los cristianos que han nacido de nuevo de él (Juan 1: 12-13; 1 Juan 5: 1; cf. 1 Juan 3: 1-2), que han sido adoptados en la familia celestial (Rom. 8: 15), y que se están transformando a la semejanza de él (Mat. 5: 43-48).
El saludo de Pablo es en realidad una oración para que Dios conceda gracia y paz a los creyentes de Roma. Sus saludos en todas sus epístolas son de este modo más que una simple cortesía: por el amor cristiano se han transformado en una oración que implora la bendición celestial.
Señor Jesucristo.
Jesús y el Padre son colocados juntos, pues ambos son considerados como la fuente de gracia y de paz. Esta es una evidencia de que Pablo reconocía la divinidad de Cristo (ver Fil. 2: 6). En el NT con frecuencia se hace referencia a Jesús como a Aquel que ha traído la paz al hombre (Juan 14: 27; 16: 33; Hech. 10: 36; Rom. 5: 1; Efe. 2: 17).
8.
Doy gracias.
Pablo comienza algunas de sus cartas agradeciendo a Dios en nombre de sus lectores (1 Cor. 1: 4; Fil. 1: 3; Col. 1: 3; 1 Tes. 1: 2; 2 Tes. 1: 3; 2 Tim. 1: 3-5; File. 4), y a veces expresa su deseo de verlos (Fil. 1: 8; 2 Tim. 1: 4). Reconocía los progresos que ya habían hecho otros en el camino cristiano, y estaba agradecido por ese
avance, aun cuando en cierto sentido pudieran merecer una censura
(1 Cor. 1: 4-5, 11). De esta manera animaba a los creyentes y conquistaba su atención para la instrucción que luego vendría.
Mi Dios.
Una frase que destaca la naturaleza personal de la relación de Pablo con Dios como cristiano y como apóstol (cf. 1 Cor. 1: 4; Fil. 1: 3; 4: 19; File. 4).
Mediante Jesucristo.
Tanto en el agradecimiento como en la oración podemos aproximarnos a Dios mediante Cristo (Efe. 5: 20; Heb. 13: 15).
Vuestra fe.
Es decir vuestra lealtad y consagración a Cristo, vuestro cristianismo. Un informe igualmente bueno se menciona en otro pasaje: "Vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos" (cap. 16: 19).
Todo el mundo.
Este podría ser el equivalente de la expresión "en todas partes" (ver com. Juan 12: 19; cf. Hech. 17: 6, Col. 1: 6), o podría representar al Imperio Romano. Roma era la ciudad capital y los viajeros constantemente pasaban por ella en sus viajes a diversas partes del imperio, por lo tanto, es fácil comprender cómo los informes de la nueva religión de los cristianos romanos pudieron divulgarse por "todo el mundo". Estas noticias podrían ser llevadas y recibidas con interés especialmente por los miembros de las otras iglesias cristianas en todo el imperio. Pablo puede haber estado pensando especialmente en aquellos que proclamaban la fe y la obediencia de sus hermanos en Roma.
9.
Testigo me es Dios.
Sólo Dios podía conocer la veracidad de una declaración como ésta, y el apóstol lo pone como testigo (cf. 2 Cor. 1: 23; 11: 31; Gál. 1: 20; Fil. 1: 8; 1 Tes. 2: 5, 10). Pablo está escribiendo su carta desde Corinto, en donde su sinceridad poco antes había sido seriamente puesta en duda, principalmente porque había pospuesto una visita ya prometida (2 Cor. 1: 15-24). Ahora está por viajar a Jerusalén, dando evidentemente la espalda a la iglesia de Roma. Es posible que su sinceridad otra vez sea puesta en duda. Aun podrían haber sospechado que se avergonzaba de ir a predicar el Evangelio en Roma. En este momento a Pablo no le era posible demostrar lo contrario; sólo podía expresar su amor, sus muchas oraciones, su ferviente deseo de verlos, y poner a Dios -que todo lo sabe- como testigo de que decía la verdad (Rom. 1: 9-16).
En mi espíritu.
El servicio de Pablo no era una acción ceremonial, sino espiritual, una consagración al servicio de Dios para propagar el Evangelio de Cristo.
Sin cesar.
Pablo demostraba una preocupación similar por otras iglesias (Efe. 1: 15-16; Fil. 1: 3-4; Col. 1: 3-4; 1 Tes. 1: 2-3; 2: 13). El progreso del Evangelio por dondequiera era su interés absorbente.
Hago mención.
Pablo nunca había visto a la comunidad cristiana de Roma; pero tampoco dejaba de recordar a esos fieles en sus oraciones.
Siempre.
Hay quienes prefieren poner una coma después de "vosotros", con lo que relacionan "siempre en mis oraciones" con el vers. 10. "Rogándole siempre en mis oraciones. . . de llegarme hasta vosotros" (vers. 10, BJ); "suplicándole siempre en mis oraciones. . . se me allane el camino para ir hacia vosotros" (vers. 10, NC).
10.
Al fin.
Hacía mucho que Pablo deseaba visitar a Roma (vers. 13).
La voluntad de Dios.
Dios conoce el fin 471 desde el principio, y siempre conviene que nos sometamos a su voluntad y a su dirección. Esta era siempre la práctica de Pablo en su ministerio (Hech. 16: 7, 9-10), y se nos instruye que hagamos lo mismo (Sant. 4: 15). El pedido de Pablo de visitar a Roma le fue concedido posteriormente mediante la voluntad de Dios, pero no en la forma en que el apóstol lo esperaba: llegó a Roma prisionero, encadenado (Hech. 28: 14-16, 20).
Un próspero viaje.
El significado literal de la palabra griega es "tener un buen viaje", pero en los días del NT se usaba comúnmente para denotar "ser prosperado" en términos generales (ver 1 Cor. 16: 2; 3 Juan 2): "si por ventura algún día tuviere yo la fortuna" (BC); "encuentre por fin algún día ocasión favorable" (BJ); "se me allane el camino" (NC).
11.
Don.
Gr. járisma, "don dado por favor o gracia", de la palabra járis, "gracia". Este don espiritual que Pablo anhelaba compartir personalmente con los creyentes de Roma sin duda era la bendición del fervor y el crecimiento en la fe cristiana, como lo explica posteriormente en el vers. 12.
Seáis confirmados.
"Corroborados" (BC); o "fortalecidos". Pablo no dice: "Para que yo pueda fortaleceros", pues sabe que no es sino un instrumento mediante el cual Dios mismo fortalecerá y vigorizará la vida espiritual de los cristianos de Roma (ver Rom. 16: 25; 2 Tes. 2: 17).
12.
Esto es.
Pablo se apresura con toda humildad cristiana y cortesía a corregir cualquier impresión que pueda haber dejado con su afirmación del vers. 11, de que sólo a él le correspondía impartir y a ellos recibir. No tenía el intento de "enseñorearse" de la fe de ellos (2 Cor. 1: 24). Reconocía que sus lectores también eran cristianos, y él también esperaba beneficiarse compartiendo "la fe que nos es común".
Confortados.
O "reanimados". El ver. 12 parece ser más que una mera expresión de tacto y cortesía. El experimentado apóstol se une con los creyentes de Roma como quien tiene tanta necesidad de ser reanimado por la fe de ellos como ellos por la de él. La perfección cristiana no se encontrará apartándose o aislándose de los demás. Se desarrolla cuando la fe es reanimada y estimulada por la de los que participan de la misma fe.
13.
No quiero, hermanos, que ignoréis.
Una expresión favorita de Pablo cuando desea llamar especialmente la atención a algún punto importante (Rom. 11: 25; 1 Cor. 10: 1; 12: 1; 2 Cor. 1: 8; 1 Tes. 4: 13).
Estorbado.
Pablo destaca más la sinceridad de su deseo de visitar a la iglesia de Roma. No sólo había sido ése su deseo, sino que con frecuencia había abrigado el firme propósito de verlos (Hech. 19: 21). Pero en una forma u otra había sido impedido de hacer ese viaje (Rom. 15: 22; cf. 1 Tes. 2: 18; Hech. 16: 6-7).
Tener. . . algún fruto.
Pablo esperaba obtener entre ellos una cosecha de personas llevadas al conocimiento de Cristo, o al aumento de la fe y las buenas obras. Jesús había instruido a sus discípulos para que llevaran "fruto" en su vida y en la de otros (Juan 15: 16; cf. Juan 4: 36). "Fruto" es una figura de lenguaje común en el NT. Pablo la emplea para representar tanto los buenos como los malos resultados (Rom. 6: 21-22; 7: 4-5; Gál. 5: 22; Fil. 1: 22; 4: 17; Col. 1: 6).
Gentiles.
O "naciones " (vers. 5). La frase "entre vosotros... como entre los demás gentiles" sugiere que en sus orígenes la iglesia de Roma había sido principalmente gentil.
14.
A griegos.
Los griegos dividían a toda la humanidad en griegos y no griegos. Pablo utiliza esta misma división. Los griegos consideraban como "bárbaros" a todos los que no hablaban el idioma griego. El término "bárbaro" no era necesariamente despectivo. Se lo usaba principalmente para señalar diferencia de raza y de idioma (ver 1 Cor. 14: 11 ). En la gran metrópoli de Roma había representantes de todas las naciones y de todos los niveles de cultura y conocimiento. Pablo declara que era deudor de predicar el Evangelio a todo el mundo gentil, sin tener en cuenta raza o cultura.
A sabios.
El Evangelio tiene un mensaje para todos. Los filósofos tenían la tendencia de despreciar a la multitud ignorante, y los escribas judíos consideraban malditos a quienes no conocían la ley (Juan 7: 49); pero el Evangelio es para todos los hombres. En realidad, parece que fue recibido más fácilmente al principio por la gente común (1 Cor. 1: 26-29). Tampoco debían ser pasados por alto los "sabios". Los griegos se enorgullecían de su sabiduría y la buscaban ávidamente (1 Cor 1: 22); sin embargo, el Evangelio también era para ellos. Pablo era un hombre muy culto. Puede haber diferencia de idioma, cultura e inteligencia en la gente, pero el 472 Evangelio es para todos. La relación que los hombres mantienen con Cristo es más significativa que cualquier distinción nacional o personal.
Deudor.
Pablo sentía la profunda "necesidad" de predicar el Evangelio (1 Cor. 9: 16). Este sentimiento de obligación de hacer conocer el Evangelio hasta donde le fuera posible a todas las naciones de la tierra, quizá se debía en parte a su misión especial para los gentiles (Hech. 9: 15; Rom. 11: 13). Pero una obligación similar descansa sobre todos los cristianos, sobre los que han recibido las bendiciones del conocimiento de la salvación (ver DMJ 114).
15.
En cuanto a mí.
Expresión idiomática griega de difícil interpretación. Muchos intérpretes entienden que la primera parte de este versículo quiere decir: "en lo que a mí respecta y hasta donde pueda tener oportunidad, estoy listo a predicar el Evangelio también a vosotros".
En Roma.
Pablo ya había predicado en las grandes ciudades de Efeso, Atenas y Corinto. Ahora sentía deseos de proclamar el Evangelio en Roma, la capital del mundo de esa época.
16.
No me avergüenzo.
Los judíos consideraban a Pablo como apóstata. Había sido despreciado y perseguido entre los gentiles, expulsado de una y otra ciudad y considerado como "la escoria del mundo" y "el desecho de todos" (1 Cor. 4: 13). Comprendía claramente que la predicación de la cruz era "la locura" para los griegos y "tropezadero" para los judíos (1 Cor. 1: 23). Pero como estaba tan completamente convencido de la verdad del Evangelio y él mismo había experimentado tan plenamente su bendición y poder, no sólo no estaba avergonzado en nada del Evangelio sitio que aun se gloriaba en lo que era lo más desagradable para muchos: la cruz de Cristo (Gál. 6: 14).
Poder de Dios.
El Evangelio es la forma como Dios ejerce su poder para la salvación de los hombres. Dondequiera que el Evangelio encuentra corazones creyentes, es un Poder divino por medio del cual desaparecen todos los obstáculos para la redención del hombre. Pablo está afirmando un trecho que sabe que es verdadero por su propia experiencia. Ha sentido este "poder de Dios" en su propia vida y ha sido testigo de sus efectos en otros (1 Cor. 1: 18, 24; 2: 1-5).
Que cree.
El Evangelio es para todos los hombres (1 Tim. 2: 4), pero es "poder de Dios para salvación" sólo para los que están dispuestos a aceptarlo. Esa aceptación voluntaria es la fe (ver Juan 3: 16-17).
Al judío primeramente.
Pablo siempre coloca a los judíos primero en privilegios y en responsabilidades (cap. 2: 9-10). A ellos se les había confiado la Palabra de Dios (cap. 3: 12); a ellos les habían pertenecido la ley y los servicios simbólicos del templo. El Mesías había descendido de ellos (cap. 9: 5). Entonces lo más natural era que el Evangelio les fuera predicado primero. Este fue sin duda el orden en que el Evangelio se comenzó a proclamar al mundo (Hech. 13: 46; cf. Mat. 10: 56; 21: 43; Luc. 24: 47; Hech. 18: 6). Pablo acostumbraba en su ministerio comenzar su obra en las sinagogas (Hech. 17: 1-2; 18: 4, 6; 19: 8). Una de las primeras cosas que hizo al llegar preso a Roma fue presentar el Evangelio a los dirigentes judíos de esa ciudad (Hech. 28: 17, 23).
Griego.
Gr. héll'n, "heleno", equivalente aquí a "gentil", como en Rom. 2: 9-10; 3: 9; ver com. Juan 7: 35. "Judío y griego" era la forma judaica, de acuerdo con la religión, de referirse a toda la humanidad (ver Hech. 14: 1; 1 Cor. 10: 32). "Griegos y bárbaros" era la división griega de acuerdo con la nacionalidad y la cultura (ver com. Rom. 1: 14).
17.
La justicia de Dios.
Puede entenderse que esta frase se refiere a la justicia propia de Dios, o a la justicia que deriva de Dios, o a la justicia que es aceptable para Dios, o al método de Dios para restaurar al hombre a la justicia. Parece que en esta declaración resumida del gran tema de la epístola, Pablo usa la frase "la justicia de Dios" en un sentido general y abarcante. El Evangelio revela Injusticia y la perfección de Dios (cap. 3: 26); manifiesta la clase de justicia que deriva de Dios y cómo puede ser recibida por el hombre (Mat. 5: 20; Fil. 3: 9; ver com. Rom. 4: 3-5).
Se revela.
O "es revelada". El tiempo presente del verbo indica una acción continua. La justicia de Dios estaba siendo revelada especialmente en la muerte de Cristo (cap. 3: 21-26), pero la revelación se repite en la proclamación continua del Evangelio y en la experiencia espiritual de cada persona que oye y cree en el Evangelio (Gál. 1: 16). El hombre nunca podrá concebir o alcanzar sin ayuda esta justicia divina mediante su propia razón y filosofía. La justicia de Dios es una revelación de Dios. 473
Por fe y para fe.
Literalmente "de fe para fe". Compárese con "de gloria en gloria" (2 Cor. 3: 18) y "de poder en poder" (Sal. 84: 7). La justicia de Dios es recibida por la fe, y cuando se recibe, produce una fe siempre creciente. A medida que se utiliza la fe, podemos recibir más y más de Injusticia de Dios, hasta que la fe se convierte en una actitud permanente hacia él.
Como está escrito.
Aquí, como en el vers. 2 y en muchos otros pasajes de la epístola, Pablo procura probar que el mensaje evangélico concuerda con las enseñanzas del AT.
El justo por la fe vivirá.
O "aquel que por fe es justo, vivirá". La frase "por fe" podría relacionarse con "el justo" o con "vivirá". La cita está tomada de Hab. 2: 4. Durante la invasión de los caldeos el profeta Habacuc fue consolado con la seguridad de que el justo es amparado por su fe y confianza en Dios (ver com. Hab. 2: 4). Un significado similar se puede ver en el uso que hace Pablo de esta cita en Rom. 1: 17. El justo no vivirá por confiar en sus propias obras y en sus méritos, sino por su confianza y fe en Dios.
Otros prefieren relacionar "por fe" con "el justo" para expresar más exactamente el tema de la epístola: la justificación por la fe. Pablo está tratando de demostrar que el hombre puede ser justo delante de Dios únicamente por la fe. Sólo vivirá la persona que es justa por la fe. En todo caso el significado es esencialmente el mismo; sea como fuere, el énfasis se pone sobre la fe.
18.
Porque.
Aquí comienza el principal argumento de la epístola. Pablo primero procura demostrar que todos, gentiles y judíos por igual, necesitan la justificación que se revela en el Evangelio. Esto se debe a que todos los hombres son pecadores y por lo tanto están expuestos a la ira de Dios, ya sean gentiles (cap. 1: 13-32) o judíos (cap. 2: 1 a 3: 20).
La ira de Dios.
Es decir, el desagrado divino contra el pecado, que termina finalmente con la entrega del hombre al castigo de la Muerte (ver Rom. 6: 23; Juan 3: 36). La ira del Dios infinito no puede ser comparada con la pasión humana. Dios es amor (1 Juan 4: 8), y aunque odia el pecado, ama al pecador (CC 53-55). Sin embargo, Dios no impone su amor a los que no están dispuestos a recibir su misericordia (ver DTG 13, 431, 707). La ira de Dios contra el pecado se manifiesta cuando él retira su presencia y su poder vivificador de los que eligen permanecer en el pecado, y de esa manera participan de sus inevitables consecuencias (ver Gén. 6: 3; cf. DTG 82, 711-713; CC 17 - 18).
La terrible suerte que corrieron los judíos después de que rechazaron a Cristo ilustra lo que estamos comentando. Como finalmente persistieron en su obstinada impenitencia y rechazaron los últimos ofrecimientos de misericordia, "Dios les retiró entonces su protección y dio rienda suelta a Satanás y a sus ángeles, y la nación cayó bajo el dominio del caudillo que ella misma había elegido" (CS 31).
Cuando la ira de Dios contra el pecado cayó sobre Cristo como nuestro sustituto, la separación de su Padre le causó una enorme angustia. "No debía ejercer su poder divino para escapar de la agonía. Como hombre debía sufrir las consecuencias del pecado del hombre. Como hombre debía soportar la ira de Dios contra la transgresión" (DTG 637). Finalmente en la cruz, "la ira de Dios contra el pecado, la terrible manifestación de su desagrado por causa de la iniquidad, llenó de consternación el alma de su Hijo. . . Al sentir el Salvador que de él se apartaba el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre" (DTG 701).
Por lo tanto, como Pablo lo explica en Rom. 1: 24, 26, 28, Dios revela su ira entregando a los pecadores impenitentes a los resultados finales de su rebelión. Esta resistencia persistente contra el amor de Dios y su misericordia culminará en la revelación final de la ira de Dios en aquel día cuando el Espíritu de Dios sea finalmente retirado. Los impíos no tienen ninguna protección contra el mal sin el amparo de la gracia divina. Cuando "los ángeles de Dios dejen ya de contener los vientos violentos de las pasiones humanas, todos los elementos de contención se desencadenarán" (CS 672). Finalmente descenderá el fuego de Dios que procede del cielo, y el pecado y los pecadores serán destruidos para siempre (Apoc. 20: 9; cf. Mal. 4: 1; 2 Ped. 3: 10).
Pero aun esta revelación final de la ira de Dios en la destrucción de los impíos no es ti acto de poder arbitrario. "Dios es la fuente de la vida; y cuando uno elige el servicio del pecado, se separa de Dios, y se separa así de la vida" (DTG 712). Mientras Dios da la existencia a los hombres por un tiempo, ellos eligen 474 a quién han de servir. Finalmente recibirán los resultados de su propia elección. "Por una vida de rebelión, Satanás y todos los que se unen con él se colocan de tal manera en desarmonía con Dios, que la misma presencia de él es para ellos un fuego consumidor" (DTG 712-713; cf. CS 598).
Se revela.
O "está siendo revelada" (cf. vers. 17). La plena manifestación de la ira de Dios será vista al fin del mundo (Rom. 2: 5; 1 Tes. 1: 10; 2 Tes. 1: 7-9; Apoc. 6: 16-17). Pero el desagrado de Dios contra el pecado también está siendo revelado en la condición de la humanidad. Los vicios degradantes y la impiedad deliberada a la cual se entregan los pecadores (Rom. 1: 24-32), dan lugar a la condenación de Dios y al castigo del pecado. La predicación de Pablo acerca de la justicia de Dios revelada en el Evangelio (vers. 17) también sirve para demostrar la ira de Dios más claramente que nunca antes.
Desde el cielo.
La revelación de la ira de Dios viene como un mensaje de amonestación desde el trono de Dios.
Impiedad.
Gr. asébeia, "falta de reverencia a Dios", "irreligión" (vers. 21).
Injusticia.
Gr. adikía, "falta de conducta recta", "injusticia" (vers. 29).
Detienen.
Gr. katéjÇ, "poseer", "retener con firmeza", "detener", "impedir", "suprimir". Aquí mejor "detener" o "suprimir".
Con injusticia.
Por su impiedad los hombres estaban deteniendo y suprimiendo la verdad acerca de Dios. Afianzados en su determinación de practicar la iniquidad, no estaban dispuestos a atesorar el conocimiento de un Dios puro y santo que sabían que se oponía a esos hechos, y que los castigaría. Al hacerlo no sólo estaban suprimiendo la verdad de su propio corazón, sino también ocultándola de otros.
Verdad.
Se refiere especialmente al conocimiento acerca de Dios (ver Rom. 1: 19, 25; com. Juan 8: 32).
19.
Se conoce.
O "es conocido".
Les es manifiesto.
Es decir, en sus corazones y conciencias (ver cap. 2: 15).
Dios se lo manifestó.
Dios se revela al hombre en tres formas: (a) mediante una revelación interna a la razón y a la conciencia de cada uno (Rom. 2: 15: cf. Juan 1: 9); (b) mediante una revelación externa en las obras de la creación (Rom. 1: 20); y (c) mediante una revelación especial en las Escrituras y en la persona y obra de Cristo, que confirma y completa las otras revelaciones. Pablo se está refiriendo aquí a las primeras dos. Dios ha dotado a los hombres de razón y conciencia; los ha hecho capaces de ver e investigar las obras de Dios; ha desplegado ante ellos las evidencias de la bondad divina, de su sabiduría y poder; por lo tanto, ha hecho que sea posible que los gentiles y los judíos aprendan de él.
20.
Las cosas invisibles.
Es decir, "su eterno poder y piedad", como se menciona después. Los hombres, inducidos por su ceguera, habían sustituido esos invisibles atributos de Dios por imágenes visibles.
Deidad.
Gr. theiót's, "naturaleza divina", "divinidad". Esta es la única vez que aparece theiót's en el NT. El apóstol habla aquí de la esencia divina y de la manifestación de los atributos divinos. Compárese con la palabra theót's en Col. 2: 9, que significa "deidad".
Claramente visibles.
Las cosas invisibles de Dios pueden ser percibidas con claridad por la mente con la ayuda de las obras creadas de la naturaleza. Aunque marchitadas por el pecado, "las cosas hechas" testifican del poder infinito de Aquel que creó esta tierra. Alrededor de nosotros vemos abundantes pruebas de la bondad y del amor de Dios, hasta el punto que es posible que aun los paganos reconozcan y admitan el poder del Creador.
Desde la creación.
Es decir, siempre, a partir de la creación.
No tienen excusa.
La revelación de Dios mediante la conciencia y la naturaleza es suficiente para que los hombres conozcan los requerimientos divinos. Ante esa revelación quedan sin excusa por el incumplimiento del deber, es decir, por su idolatría y por estorbar la verdad.
21.
Habiendo conocido a Dios.
O "aunque conocían a Dios", es decir, mediante la revelación de la conciencia y la naturaleza (ver com. vers. 20). Además, los hombres temerosos de Dios, como Noé y sus hijos, conocían a Dios y transmitieron ese conocimiento a sus descendientes; pero debido a un descuido pecaminoso, la mente de la mayoría de sus descendientes pronto se entenebreció, y el conocimiento de Dios en gran medida se perdió entre los gentiles.
No le glorificaron.
El no querer honrar a Dios como el Creador divino fue la verdadera causa de que hubiera mentes entenebrecidas y prácticas abominables entre los gentiles. 475 Glorificar a Dios significa reverenciarlo, amarlo y obedecerle.
Ni le dieron gracias.
El negarse a dar gracias a Dios por su amor y bondad hacia los hombres es una de las causas de corrupción e idolatría. La ingratitud endurece el corazón e induce a los hombres a olvidar al Ser a quien no quieren expresar gratitud.
Se envanecieron.
Gr. mataióÇ, "hacerse necio", o "llegar a ser vano". Los gentiles se habían hecho vanos y necios ideando vanidades. La mente humana que adora ídolos mudos de oro, madera o piedra se hace seme ante a los objetos de su culto (Sal. 115: 8). Compárese con kenós, palabra que se traduce "vano" (1 Cor. 15: 10), y que significa "vacío" o "hueco".
Razonamientos.
Gr. dialogismós, "razonamiento" "pensamiento", "especulación". Pablo está usando este término para referirse a las vanas ideas y especulaciones a que habían llegado los gentiles acerca de Dios, en oposición a la verdad que una vez habían conocido y que todavía les era presentada en las obras creadas por Dios (vers. 20).
Necio.
Gr. asúnetos, literalmente "sin entendimiento" (ver Mat. 15: 16), por lo tanto, "sin inteligencia", "insensato".
Corazón.
Término que se usa para referirse a todas las facultades humanas del pensamiento (Rom. 10: 6), la voluntad (1 Cor. 4: 5), o el sentimiento (Rom. 9: 2). Los judíos consideraban que el corazón era la sede de la vida íntima del hombre. Allí podría albergarse o el Espíritu Santo (cap. 5: 5) o los malos deseos (Rom. 1: 24; cf. Mar. 7: 21-23).
Fue entenebrecido.
Los hombres se habían hundido tan profundamente en la ignorancia y el pecado, que su mente se había entenebrecido y era insensible; ya no percibían ni entendían la verdad. El propósito de Satanás en el gran conflicto ha sido producir siempre tal entenebrecimiento. Dios ha dado a cada hombre "individualidad, la facultad de pensar y hacer" (Ed 15). La salvación depende del recto ejercicio y del desarrollo de esta facultad al elegir tener fe en Dios y obedecer su voluntad. Por lo tanto, durante como seis mil años el propósito deliberado de Satanás ha sido debilitar y destruir esta facultad que tiene su origen en Dios, para que los hombres lleguen a ser completamente incapaces de reconocer, recibir y practicar la verdad.
Por esta razón, una de las primeras promesas del Evangelio y la más necesaria, es que Dios dará al hombre un corazón nuevo, o sea una mente nueva (Eze. 36: 26; cf. Juan 3: 3). "Las palabras 'os daré corazón nuevo' (Eze. 36: 26) significan, os daré una mente nueva" (CM 436). El mensaje de Pablo en la Epístola a los Romanos es que esta maravillosa transformación del corazón y de la mente ha sido hecha posible para todo el que tiene fe en Cristo.
22.
Ser sabios.
Pablo no se está refiriendo simplemente a las pretensiones de la filosofía griega, aunque él colocó en un nivel inferior ese tipo de sabiduría (1 Cor. 1: 18-25). Está describiendo la infatuación de aquellos cuya sabiduría se relaciona con cualquier tipo de separación voluntaria de la verdad divina, y de la cual originalmente debe haber surgido la idolatría en sus muchas y fantásticas formas. Los hombres se apartaron del verdadero conocimiento de Dios por su supuesta sabiduría, y el paganismo fue el resultado inevitable.
Se hicieron necios.
La idolatría fue el extremo de su necedad (ver Jer. 10: 14-15), ¿pues qué necedad podría haber sido mayor que adorar a un animal en lugar de Dios?
23.
Cambiaron.
Los hombres dominados por su necedad, habían cambiado el culto de Dios por el de imágenes. En vez de elevar la mirada a un Ser revestido de majestad y poder, se inclinaban ante reptiles y bestias. Cambiaron un glorioso objeto de culto por lo que degrada y humilla (ver Sal. 106: 20; Jer. 2: 11). El hombre fue colocado como el señor de los seres irracionales (Sal. 8: 6-8), pero se degradó a sí mismo rindiendo culto a las criaturas que Dios hizo para que le sirvieran (cf. Ose. 8: 6).
Incorruptible.
Es decir, no sujeto a la muerte, por lo tanto, no sometido a la descomposición como todas las criaturas. Pablo contrasta la "incorruptibilidad" de Dios con la "corruptibilidad" del hombre. Sólo Dios es inmutable, indestructible, inmortal y, por lo tanto, digno de adoración (1 Tim. 1: 17).
Imagen.
Los hombres no estaban satisfechos con adorar a Dios "en espíritu" (Juan 4: 23-24); no se sentían contentos con la revelación que hace Dios de sí mismo en la naturaleza (Rom. 1: 20). Prefirieron representarlo mediante imágenes a semejanza de hombres, aves, cuadrúpedos o reptiles. Pablo parece estar señalando las etapas sucesivas de la degradación moral e intelectual de los 476 paganos, que termina en la representación del Dios viviente con reptiles inmundos y otros seres que se arrastran sobre la tierra.
En la religión griega y romana eran comunes los dioses en forma humana. El culto de toda clase de seres como toros, cocodrilos, serpientes y aves prevalecía en Egipto. Los israelitas, imitando la idolatría de Egipto, hicieron un becerro de oro (Exo. 32: 4). Posteriormente Jeroboam erigió dos becerros de oro, uno en Dan, y otro en Bet-el, y les ofreció sacrificios (1 Rey 12: 28-32).
Algunos de los paganos más cultos quizá consideraban las imágenes sólo como representaciones simbólicas, pero muchos del pueblo veían en los ídolos a los mismos dioses. La Biblia no hace una distinción tal, sino que sencillamente condena como idólatras a todos los adoradores de imágenes (Exo. 20: 4-5; Lev. 26: 1; Miq. 5: 13; Hab. 2: 18-19).
24.
Los entregó.
Cuando los paganos voluntariamente se apartaron de Dios y lo eliminaron de su mente y corazón, el Señor los dejó que caminaran en sus propias sendas de autodestrucción (Sal. 81: 12; Hech. 7: 42; 14: 16). Esto es parte del precio de nuestra libertad moral. Si los hombres insisten en seguir en sus malos caminos, Dios permitirá que lo hagan retirando su bondadosa ayuda y restricción. En ese caso son dejados para que cosechen los resultados de su rebelión, siendo esclavizados cada vez más profundamente bajo el poder del pecado (ver Rom. 1: 26, 28; cf. CS 484).
Inmundicia.
Es decir, impureza, contaminación moral, como la que se especifica en los vers. 26 y 27. La idolatría generalmente va acompañada de una cruda inmoralidad, y ésta era considerada antiguamente como una parte de la religión.
En las concupiscencias.
Se refiere a la condición moral en la que ya estaban cuando Dios los dejó entregados a las consecuencias de sus inclinaciones y deseos depravados.
Deshonraron entre sí sus propios cuerpos.
Nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, pero con la inmoralidad pierde esa dignidad (1 Cor. 6: 15-19; 1 Tes. 4: 3-4). El paganismo deja sus huellas en el cuerpo, así como también en el alma de los seres humanos.
25.
Cambiaron la verdad.
Cambiaron la verdad divina por lo falso.
La mentira.
Cf. Jer. 10: 14. Los ídolos son mentiras personificadas. El hombre los hace, y sin embargo los ve como una representación de Aquel que hizo al hombre (Isa. 40: 18-20). Tienen ojos, pero no pueden ver; tienen boca, pero no pueden hablar (Sal. 115: 5-7; 135: 15-17).
Honrando y dando culto.
"Honrando" podría referirse a rendir culto en forma general; "dando culto", a una adoración mediante ritos y sacrificios especiales.
Las criaturas.
Cualquier cosa o ser creado.
Antes que.
Mejor "en vez de", "primero que". Rechazaron al Creador para adorar a las cosas creadas.
Bendito.
Gr. eulog'tós; no es la misma palabra que se usa en las bienaventuranzas (ver com. Mat. 5: 3), sino una expresión de alabanza y gloria que, como aquí, se atribuye con frecuencia a Dios (ver Sal. 89: 52, LXX; Rom. 9: 5; 2 Cor. 1: 3; 11: 31). Esta alabanza es especialmente apropiada aquí, pues muestra la lealtad de Pablo a Dios en contraste con la apostasía de los paganos, a los cuales está describiendo el apóstol.
26.
Los entregó.
Ver com. vers. 24.
Pasiones vergonzosas.
Literalmente "pasiones de deshonra". La historia confirma la práctica de estos vicios antinaturales en la sociedad pagana; pero, en contraste con la libertad de los escritores paganos de sus días, Pablo describe con mucha reserva la inmoralidad que prevalecía entonces. Considera que hasta era una vergüenza hablar de tales cosas (Efe. 5: 12).
27.
Hombres. . . unos con otros.
Pablo se refiere eufemísticamente a las depravadas aberraciones de la sodomía y la homosexualidad.
Retribución debida.
El castigo de sus errores, fruto de la idolatría, fue una degradación física, mental y espiritual: la consecuencia inevitable de lo que habían hecho.
28.
No aprobaron.
Esto implica que rechazaron a Dios conscientemente. Se negaron a reconocerlo. En vez de aumentar su conocimiento de Dios (vers. 21), suprimieron la verdad (vers. 18), y se convirtieron en "los gentiles que no conocen a Dios" (1 Tes. 4: 5).
Tener en cuenta.
Gr. epígnÇsis, "completo conocimiento".
Los entregó.
Ver com. vers. 24.
Reprobada.
Gr. adókimos, "desaprobado". Una palabra de la misma raíz, dokimázÇ "aprobar", se usó en la primera parte del versículo ("aprobaron"). Como no" aprobaron" recibir el conocimiento de Dios, el Eterno los 477 entregó a una mente "reprobada"; y como consecuencia de su determinación de olvidarse de Dios, él los abandonó al malvado estado mental que habían elegido y que él no podía aprobar.
No conviene.
Es decir, impropio, indecente.
29.
Injusticia.
Un término general ya usado para describir la condición que merece la ira de Dios (vers. 18). Compárese con la lista de pecados en Gál. 5: 19-21; 1 Tim. 1: 9-10; 2 Tim. 3: 2-4.
Fornicación.
La evidencia textual (cf. p, se inclina por la omisión de esta palabra.
Perversidad.
Gr. pon'ría , término general para expresar bajeza, malignidad, vileza, maldad.
Avaricia.
Gr. pleonexía, "el deseo de tener más". Pablo también describe este pecado como idolatría (Col. 3: 5).
Maldad.
Gr. kakía, cuyo significado es algo similar al de pon'ría (ver com. "perversidad"). Algunos sugieren que pon'ría representa una impiedad activa, en contraste con kakía, que destaca un estado interior de impiedad.
Envidia.
Gr. fthónos. La envidia también está en la lista de las obras de la carne (Gál. 5: 19-21).
Contiendas.
Gr. éris, "contienda". Pablo no se refiere a discusiones en el sentido moderno del término. La palabra griega destaca principalmente los elementos de lucha, disputa e ira (cf. Rom. 13: 13; 1 Cor. 1: 11; 3: 3; 2 Cor. 12: 20; Gál. 5: 20; Fil. 1: 15; 1 Tim. 6: 4; Tito 3: 9. En todos esos pasajes se ha traducido "contiendas" en la RVA, excepto en el último donde se tradujo "contenciones").
Engaños.
Gr. dólos, "astucia", "engaño". Esta palabra está en Mat. 26: 4; Juan 1: 47; Hech. 13: 10; 1 Tes. 2: 3, etc., en donde se ha traducido "engaños".
Malignidades.
Gr. kako'theia, "malicia". "encono", "malevolencia", "astucia".
30.
Murmuradores.
Gr. psithurist's, "chismoso", "propagador de escándalos".
Detractores. Es decir, "difamadores".
Aborrecedores de Dios.
Gr. theostug's, que también podría traducirse "aborrecibles para Dios". En el griego clásico esta palabra generalmente se emplea en un sentido pasivo: aborrecidos por Dios"; sin embargo, muchos intérpretes consideran que en esta lista de pecados corresponde mejor el sentido activo: "aborrecedores de Dios".
Injuriosos.
Es decir, insolentes. Pablo emplea este término para describir su propio comportamiento antes de su conversión ("injuriador", 1 Tim. 1: 13).
Soberbios.
Gr. huper'fanos,"que se autodestaca por sobre otros", "arrogante", "altivo".
Altivos.
Gr. alazÇn, "jactancioso", "persona vanidosa".
Inventores de males.
Es decir, inventores de nuevas formas de vicios y complacencia propia, de los cuales Nerón era un vivo ejemplo (ver pp. 83-86; DTG 28).
Desobedientes a los padres.
La inclusión de este pecado en esta lista demuestra la forma en que Pablo consideraba la desobediencia a los padres (cf. Mal. 4: 6; Luc. 1: 17).
31.
Necios.
Gr. asúnetos, cuya forma singular se ha traducido "necio" en el vers. 21.
Desleales.
Es decir, que no cumplen lo que prometen.
Sin afecto natural.
El infanticidio y el divorcio eran comunes en los días de Pablo. Cuando, debido a su persistente rebelión contra Dios, los hombres alejan al Espíritu Santo, contristándolo (Efe. 4: 30), sus vidas revelan la falta de amor y afecto natural. Dios no impone su Espíritu de amor sobre los hombres. Cuando persisten en oponerse a su voluntad, el Señor los entrega a sus propias inclinaciones antinaturales y egoístas (Rom. 1: 24, 26, 28).
Implacables.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece la omisión de esta palabra; sin embargo, el mismo vocablo griego aparece en la lista de pecados de 2 Tim. 3: 3.
Sin misericordia.
Es decir, sin piedad ni compasión. La morbosa satisfacción de los espectadores que contemplaban la matanza de gladiadores y de mártires en Roma, indica cuán poca piedad y compasión había en el corazón de los hombres de esa época. Jesús enseñó que ser inmisericorde es una evidencia de un carácter corrupto, que no es apto para el cielo (Mat. 25: 41-43).
32.
Habiendo entendido.
En el texto griego estas palabras implican "conocimiento pleno" (cf. com. vers. 28).
Juicio.
Gr. dikaíÇma, "ordenanza", "decreto". Pablo se está refiriendo a la recta sentencia de Dios que define qué es bueno y qué es malo y relaciona la muerte con el pecado y la vida con la rectitud. Este decreto no sólo se revela en el AT sino también en la conciencia de cada hombre (cap. 2: 14-16). 478
Pablo ha destacado claramente en este primer capítulo, que los pecados de los paganos se cometían a pesar de tener un gran conocimiento acerca de Dios (vers. 19-21, 25, 28).
Practican.
El griego insinúa una acción repetida y continuada.
Dignos de muerte.
No se refiere al fallo de la justicia civil sino más bien a las fatales consecuencias del pecado (cap. 6: 23).
Se complacen.
O "aprueban cordialmente", "aplauden". Esta palabra describe algo más que una aprobación pasiva ante el mal; sugiere un consentimiento y tina aprobación activos (ver Hech. 8: 1; 22: 20). El punto culminante de esta enumeración de pecados que hace Pablo es la depravada impiedad de hallar satisfacción en las malas prácticas de otros. El hombre se degenera hasta este punto cuando se niega a conocer y honrar al verdadero Dios.
El sombrío cuadro que pinta Pablo de la corrupción de los paganos puede verificarse leyendo a los escritores seculares del siglo I. Una de las descripciones que se cita con más frecuencia en cuanto a la iniquidad que prevalecía en los días de Pablo, es la del filósofo Séneca, contemporáneo del apóstol: "Todo lugar está lleno de crímenes y vicio; se cometen demasiados crímenes para que puedan ser curados mediante restricción alguna. Los hombres compiten en una grandiosa rivalidad de impiedad. Cada día es mayor el deseo de hacer el mal, y es menor el temor de hacerlo. Se ha desvanecido toda consideración por lo que es mejor y más justo; la concupiscencia impera por dondequiera, y los crímenes no se encubren más. Se lucen delante de nuestros mismos ojos, y la impiedad se ha hecho tan pública, ha ganado tal poder sobre los corazones de todos, que la inocencia ya no sólo es rara: no existe" (De Ira ii. 9.1). Ver también la Sabiduría de Salomón 14: 22-30. Cf. DTG 27-28.
Desde que cayeron nuestros primeros padres se había llevado a cabo el experimento en cuanto a si el hombre podía salvarse a sí mismo por sus propias obras. "El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras. . . es [el] fundamento de toda religión pagana" (DTG 26). Se había hecho evidente que se necesitaba otro plan de salvación. "Satanás se estaba regocijando de que había logrado degradar la imagen de Dios en la humanidad. Entonces vino Jesús a restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor" (DTG 28; ver Gál. 4: 4-5). Las buenas nuevas de que la condición del hombre no es desesperada sino que la justificación está al alcance de todos los que tienen fe en Cristo, era el mensaje de esperanza que Pablo presentaba ante el mundo pagano. Este es el "Evangelio de Cristo", el tema de esta epístola para los creyentes de Roma.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
4 DTG 551
14 CMC 224; DMJ 114; DTG 407; Ed 62, 135, 256; Ev 163; HAp 200, 305; 2JT 327; 4T 52
16 CM 194; FE 200; MC 165; MeM 62, 231; OE 17; 7T 12
16-17 HAp 305
17 CS 134; SR 341
18-32 CN 412
20 CM 145; DTG 248; Ed 130; MC 319; MM 103; PP 109; PVGM 8, 12, 78; 8T 255
21 FE 331; HAp 12; 2JT 335; PP 68; PVGM 9
21-22 CM 324
22 PVGM 157; 2T 42
25 CS 13; FE 329; 1JT 591; PP 79; PR 211; PVGM 9
28 PP 68, 79
29-32 Ed 231 479


ROMANOS CAPÍTULO 2         AUDIO    
1 Los que pecan no pueden excusarse a sí mismos aunque condenen a los demás; 6 y mucho menos escaparán de los juicios de Dios, 9 ya sean judíos o gentiles. 14 Los gentiles no escaparán 17 ni tampoco los judíos, 25 a quienes la circuncisión de nada servirá, si no guardan la ley.

1 POR la cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.
2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.
3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?
4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?
5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,
8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia;
9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego,
10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego;
11 porque no hay acepción de personas para con Dios.
12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que ha ' ¡o la ley han pecado, por la ley serán juzgados;
13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.
14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,
16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
17 He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorias en Dios,
18 y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor,
19 y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,
20 instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad.
21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas?
22 Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
23 Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?
24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
25 Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión.
26 Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión?
27 Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley.
28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios. 480


1.
Por lo cual.
O "debido a esto". Puede referirse al castigo presentado para "los que practican tales cosas", que "son dignos de muerte" (cap. 1: 32), o al pensamiento fundamental de todo el pasaje (vers. 18-32). Pablo continúa su tema de que hay una necesidad universal del poder salvador contenido en la revelación de la justificación de Dios por la fe (vers. 16-17). Ya ha trazado el curso descendente del hombre desde el primer rechazo voluntario del conocimiento de Dios, a través de todas las etapas de idolatría y vicio. Finalmente en el vers. 32 ha descrito aquella última etapa de degradación humana en la que los hombres no sólo han perdido todas las virtudes mismas, sino que han llegado al punto de aprobar los vicios ajenos. Sólo retienen la certidumbre de su culpabilidad y desgracia, pues conocen la justa sentencia de Dios que es pronunciada contra los que hacen tales cosas.
Pablo ahora continúa explicando que los judíos no son menos culpables que los gentiles, y que también necesitan de las estipulaciones del mismo plan de salvación. Muestra que los judíos han disfrutado de mayor luz que los paganos, y sin embargo han cometido las mismas faltas. Una gran parte de lo que ha sido dicho acerca de los gentiles (cap. 1: 18-32) también se aplica a los judíos, pues éstos también han pecado contra lo que conocen y contra su conciencia.
Eres inexcusable.
Los judíos eran rápidos en condenar a los gentiles, pero puesto que habían sido tan favorecidos durante siglos al disfrutar de una luz mayor que los gentiles, no tenían la más mínima excusa para cometer los mismos pecados. Ver t. IV, pp. 32-36.
Quienquiera que seas.
Pablo comienza su explicación del fracaso de los judíos en lograr la justificación de Dios, con una declaración general aplicable a todos los hombres. Empezó su explicación del fracaso de los gentiles con una declaración igualmente general (cap. 1: 18). Quizá sea esto una evidencia de la habilidad del apóstol para desarrollar su argumento pues habría despertado la oposición inmediata de los indios si los hubiera nombrado en la primera frase. El apóstol prefirió comenzar el tema gradualmente y en términos generales. Posteriormente, después de haber presentado la prueba, hace la aplicación específica a los judíos (cap. 2: 17).
Juzgas.
Gr. krínÇ. Esta palabra no significa en sí misma "condenar", sino más bien "separar", "distinguir", "elegir", "mostrar preferencia por", "determinar", "aprobar", "pronunciar un juicio"; pero cuando el contexto así lo requiere, "condenar". En este caso, el contexto de los vers. 1-3 indica el sentido de "condenar".
Te condenas.
Gr. katakrínÇ, una forma del verbo "juzgar", que claramente se refiere a un juicio adverso o condenatorio. El argumento de Pablo es similar al del profeta Natán cuando habló al rey David (2 Sam. 12: 57). Pablo dijo a los judíos que por el mismo acto de juzgar a sus prójimos estaban pronunciando sentencia sobre sí mismos. Conceptuaban como crímenes aquellos mismos actos de los cuales eran ellos culpables.
Haces.
Gr. prássÇ, "hacer", "practicar".
Un ejemplo de la forma en que los judíos vituperaban la inmoralidad de los paganos y ensalzaban su propia pureza, se encuentra en la Carta de Aristeas (152): "Pues la mayoría de los otros hombres se contaminan a sí mismos mediante un trato sexual promiscuo, con lo que practican gran iniquidad, Y países enteros y ciudades se enorgullecen de tales vicios. Pues no sólo tienen trato sexual con hombres, sino que profanan a sus propias madres y aun a sus hijas. Pero nosotros nos hemos mantenido aparte de tales pecados". Que la condición moral de los judíos no se aproximaba al ideal que aquí se indica, es evidente por referencias incidentales, en los escritos rabínicos, a los vicios antinaturales practicados entre los judíos, como también se ve por las medidas represivas que hay en las leyes rabínicas en cuanto a esos vicios. La verdadera situación quizá se refleje con razonable exactitud en la siguiente cita tomada de Los testamentos de los doce patriarcas, obra seudoepigráfica judía aproximadamente de comienzos del siglo II a. C.: "Y en la séptima semana llegarán a ser sacerdotes idólatras, adúlteros, amantes del dinero, orgullosos, licenciosos, lascivos, ultrajadores de niños y que se echan con bestias" (El testamento de Leví 17: 11). "Estas cosas digo a vosotros, mis hijos, porque he leído en los escritos de Enoc que vosotros mismos también os apartaréis del Señor, y caminaréis de acuerdo con toda la impiedad de los gentiles, y practicaréis según toda la impiedad de Sodoma" (El testamento de Neftalí 4: 1).
La experiencia demuestra que los que están listos para acusar y criticar a otros, con 481frecuencia son culpables de las mismas faltas. A veces hay quienes son particularmente celosos en reprender aquellas faltas que ellos mismos practican secretamente. El ejemplo clásico de esto es la vil hipocresía revelada por los aparentemente piadosos acusadores de la mujer hallada en adulterio. "Aquellos hombres que se daban por guardianes de la justicia habían inducido ellos mismos a su víctima al pecado" (DTG 425). David condenó inmediatamente la supuesta injusticia de lo que le informó Natán (2 Sam. 12: 1-6).
2.
Sabemos.
Pablo da por sentado que la verdad del juicio de Dios es admitida, y que por lo tanto puede basar en ella su tema.
Juicio
Gr. kríma, que implica una decisión a la que se ha llegado, ya sea positiva o negativa, en este caso de condenación.
Según verdad.
Se destaca la verdadera norma de guía para el juicio de Dios. Dios no juzga a los hombres según las apariencias (Juan 7: 24), sino que su juicio se basa en no cabal conocimiento de los motivos de ellos y de la verdadera naturaleza de su conducta; además es imparcial (Rom. 2: 11). Los pecados más secretos son escudriñados por él (Ecl. 12: 14).
3.
¿Piensas esto?
Porque tienes un conocimiento mayor de la verdad, o porque desciendes de antepasados piadosos, o del pueblo escogido, ¿supones que quedarás libre del juicio? Esta vana esperanza de una excepción personal que libra del juicio, es una forma común de autoengaño que está en contraste con la verdad del juicio imparcial de Dios para todos los pecadores. Sin embargo, parece que era popular entre los judíos la opinión de que mientras observaran los ritos y las ceremonias de su religión, Dios no los juzgaría tan severamente como lo haría con los idólatras gentiles hundidos en los vicios. Creían que su nacionalidad les aseguraba una consideración especial en el juicio. Este falso concepto fue reprochado por Juan el Bautista: "Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre" (Mat. 3: 8-9; cf. Juan 8: 33; Gál. 2: 15). El pecado es pecado, no importa dónde se lo cometa y quién lo cometa. Ni es menos pecaminoso porque sea cometido en medio de privilegios religiosos. No hay una licencia especial para que el pueblo de Dios peque, como si el Señor no hubiera de ser tan estricto no tomar nota de las faltas de los que profesan servirle. Por el contrario, la Biblia siempre enseña que los pecados más graves son los que cometen los que afirman que son el pueblo de Dios (ver Isa. 1: 11-17; 65: 2-5; Mat. 21: 31-32).
Tú escaparás.
El pronombre "tú" es enfático en el texto griego.
4.
¿Menosprecias?
El amor de Dios y su paciencia sólo causan un desdeñoso sentimiento de seguridad en el corazón de una persona endurecida en el pecado. "Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal" (Ecl. 8: 11; cf. Sal. 10: 11, 13). Los judíos estaban acostumbrados a usar el argumento de que como Dios aún los bendecía, por lo tanto no los consideraba como pecadores (Luc. 13: 1-5; Juan 9: 2). Cuán fácilmente caemos hoy en el mismo engaño. Dios bondadosamente continúa concediéndonos tiempo y oportunidades para que aceptemos su ofrecida salvación, y por eso ciegamente abusamos de su misericordia y paciencia al continuar complaciéndonos en nuestros caminos de pecado. No reconocemos el propósito de la longanimidad de Dios y su paciencia.
Riquezas.
Palabra favorita de Pablo para describir la cualidad de las dádivas de Dios y de sus atributos (Rom. 11: 33; Efe. 1: 7, 18; 2: 7; 3: 8, 16; Fil. 4: 19; Col. 1: 27; etc.).
Benignidad.
Gr. jr'stot's, "excelencia", "bondad", "suavidad", "gentileza".
Paciencia.
Gr. anoj', "aguante", "retención", "demora". En el griego clásico este término se usaba para una tregua militar. Implicaba algo transitorio, que podría desaparecer por un cambio de condiciones. De ese modo se usa para describir la "paciencia" de Dios cuando pasa "por alto" los pecados (cap. 3: 25). Dios por su paciencia ha retenido, aguantado su ira, como si hubiera acordado una tregua con el pecador. Esto no significa que su ira no será finalmente ejercida; por el contrario, implica que lo hará con seguridad, a menos que el pecador aproveche ese tiempo de tregua para arrepentirse.
Longanimidad.
Aunque Dios odia el pecado, sin embargo en su longanimidad no procede inmediatamente a castigar al pecador en el momento en que peca, sino que retiene el castigo día tras día para dar a los hombres la oportunidad de que se arrepientan y sean salvos (2 Ped. 3: 9). Los hombres "menosprecian" la longanimidad de Dios porque llegan 482 a la conclusión de que él nunca castigará el pecado y que, por lo tanto, pueden persistir pecando impunemente.
Ignorando.
Es una ignorancia voluntaria (cf. Ose. 2: 8).
Te guía.
El verbo griego indica una acción que está en proceso: "te está guiando".
Arrepentimiento.
Gr. metánoia. Como en otros pasajes del NT, esta palabra implica una media vuelta, un cambio de la mente, de los propósitos y de la vida. Significa más que simplemente experimentar pesar por el pecado (ver com. Sal. 32: 1).
5.
Por.
Gr. katá, "de acuerdo con", "debido a".
Dureza.
"Obstinación", "terquedad". La condición mental de los judíos era tal, que la bondad y la paciencia de Dios ya no tenían efecto alguno.
Corazón no arrepentido.
Es decir, un corazón que no quiere arrepentirse. No ha habido un cambio de actitud en el corazón. La dureza continuaba voluntariamente y aumentaba a pesar de la dirección de Dios.
Para ti mismo ira.
Un contraste con la bondad de Dios (vers. 4) y el tesoro celestial (Mat. 6: 20). El rechazo de las riquezas de la bondad trae como consecuencia un atesoramiento de ira. El que rechaza el amor de Dios no está en la misma condición del que nunca ha conocido la gracia divina. Cada bendición y cada privilegio que se han concedido traen como consecuencia una responsabilidad correspondiente. El resistir persistentemente el amor de Dios gradualmente acumula ira para el día de la retribución (ver Deut. 32: 34-35). La ira es el desagrado divino contra el pecado como se ve en Rom. 1: 18 (ver com. respectivo), lo cual resulta en la entrega del hombre al castigo de la muerte.
Pablo no dice: "Dios está atesorando ira", sino "te estás atesorando ira para ti mismo".
Justo juicio.
El "día de la ira" revelará a los hombres y a los ángeles -tanto buenos como malos- que Dios es un juez justo. Esta revelación consistirá en retribuir a cada uno de acuerdo con sus obras (ver DTG 711-712; CS 726).
Esta revelación final, que ocurrirá en la consumación de todas las cosas, contrastará con la revelación de la ira y del justo juicio de Dios que se observan en la depravada condición de la humanidad (cap. 1: 18).
6.
Pagará.
Pablo está citando Prov. 24: 12 o Sal. 62: 12. La enseñanza uniforme de las Escrituras es que los hombres serán juzgados de acuerdo con lo que han hecho (Jer. 17: 10; Mat. 16: 27; 2 Cor. 5: 10; Apoc. 2: 23; 20: 12; 22: 12). Todos, incluso los privilegiados judíos, serán recompensados o condenados de acuerdo con las decisiones y las actitudes de su vida.
Algunos han encontrado que hay oposición entre este pasaje y la doctrina de que "el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley" (Rom. 3: 28). Pablo no está trazando aquí un contraste entre la fe y las obras, sino entre lo que el hombre es en realidad y lo que podría ser. Sostiene que Dios juzga al hombre de acuerdo con hechos reales, ya sean justos o injustos. Pablo explica posteriormente en la epístola que las obras de la ley -en contraste con las obras de la fe y aparte de éstas (ver 1 Tes. 1: 3; 2 Tes. 1: 11)- no son en realidad obras de justicia (Rom. 9: 31-32). Las obras serán reconocidas en el juicio como una evidencia o fruto de la fe. La fe en la gracia de Dios no es un sustituto para una conducta recta y una vida santa, pues sólo mediante una evidencia tal la fe puede demostrar su realidad y sinceridad (Sant. 2: 18). Dios considerará el caso de cada hombre de acuerdo con esa evidencia.
7.
Vida eterna.
Como el texto griego lo indica claramente, estas palabras se relacionan gramaticalmente con la frase "el cual pagará" (vers. 6). Este pasaje enseña que Dios premiará con vida eterna a los que la buscan en la manera ya descrita.
Perseverando.
Gr. hupomon', "paciencia", "perseverancia". Pablo no está hablando de una resignación pasiva, sino de una paciencia activa.
En bien hacer.
Literalmente "de buena obra". Toda la frase podría traducirse "perseverancia en buena obra". La Biblia no enseña que Dios dará vida eterna a los que hacen buenas obras de vez en cuando. El la dará a los que continúen y perseveren en el bien hacer, de tal manera que resulte evidente que en su vida es algo habitual obedecer a Dios (ver Mat. 10: 22; Apoc. 2: 10).
Buscan.
Gr. Z't'ó, que podría significar un esfuerzo ferviente como en "buscad primeramente el reino de Dios" (Mat. 6: 33). Compárese con "procuramos partir para Macedonia" (Hech. 16: 10). En estos pasajes se usa el mismo verbo. No es suficiente desear la vida eterna. "No es posible que vayamos al garete y lleguemos al cielo. Ningún holgazán puede entrar allí. Si no nos esforzamos para 483 obtener la entrada en el reino, si no procurarnos fervientemente aprender lo que constituyen las leyes de ese reino, no estamos preparados para tener una parte en él" (PVGM 223).
Gloria y honra e inmortalidad.
Estas se darán en el momento de la resurrección (1 Cor. 15: 42-43; cf. 1 Ped. 1: 4-7). El hombre en su estado original, sin pecado, estaba coronado "de gloria y de honra" (Heb. 2: 7). Todo esto le será restaurado a los que lo "busquen" con perseverancia.
8.
Ira y enojo.
Estas palabras no están relacionadas gramaticalmente con la frase "el cual pagará", como lo están las palabras "vida eterna" (ver com. vers. 7). En griego dice que a los que perseveran en el bien hacer, Dios les da vida eterna; para los que no obedecen "habrá" ira y enojo. Mediante esta construcción gramatical Pablo quizá tuvo el propósito de expresar la delicada distinción de que Dios es la fuente de la vida eterna y su dador, pero no es, estrictamente hablando, el autor del castigo eterno. La destrucción es el resultado infalible de la conducta del pecador (ver com. cap. 1: 18). Una distinción similar puede haberse tenido en cuenta con el cambio de la voz pasiva "preparados para destrucción", por la voz activa "él preparó de antemano para gloria" (cap. 9: 22-23). Dios preparó los "vasos de misericordia" para la gloria, pero los "vasos de ira" están preparados, o se han preparado a sí mismos para la destrucción (ver CS 598).
La palabra griega traducida "ira" (org') expresa un sentimiento firme, una disposición perdurable. Compárese con "la ira de Dios está sobre él" (Juan 3: 36). Thumós, "enojo", expresa el impulso transitorio o estallido del sentimiento de ira, como será en el día de la destrucción final (Apoc. 14: 10). En cuanto al significado de la ira divina, ver com. Rom. 1: 18.
Contenciosos.
Gr. erithéia, "egoísmo"; "ambición egoísta", "intriga", "rivalidad". En otros pasajes del NT se usa para referirse a intrigas y partidarismos (2 Cor. 12: 20; Gál. 5: 20; Fil. 1: 16; 2: 3; Sant. 3: 14, 16). Erithéia se ha traducido en la RVR "contienda" y "contención", evidentemente basándose en que esta palabra deriva de otra raíz de un sonido algo similar, éris, que significa "contención", querella" (ver com. Rom. 1: 29).
En contraste con el justo que persevera en el bien hacer, se describe a los injustos como egoístas y sediciosos en su actitud para con Dios y la verdad. Un espíritu similar fue el que indujo a muchos judíos a oponerse al Evangelio (ver Hech. 13: 45; etc.). Su actitud legalista y mercenaria para con la religión y sus conceptos egocéntricos de la salvación, los indujeron a rechazar la justificación por la fe en Cristo ofrecida por Dios, y de ese modo rechazaron también a Dios.
Obedecen a la verdad.
Compárese con el caso de los que "detienen con injusticia la verdad" (cap. 1: 18). Los que son sediciosos y egoístas no procuran ser leales a la verdad. Como son "amadores de sí mismos" (2 Tim. 3: 2) no han recibido "el amor de la verdad para ser salvos" (2 Tes. 2: 10). Prefieren complacerse "en la injusticia" (2 Tes. 2: 10, 12).
9.
Tribulación.
Gr. thlípsis, que denota la presión de una carga aplastante -como de pruebas y calamidades-; en este caso el castigo por los pecados.
Angustia.
Gr. stenojÇría, literalmente "estrechez de lugar". Da la idea de constreñir o apretar. En Deut. 28: 53, 57, traducción de la LXX, la palabra describe la presión de un asedio. Aquí indica la ansiedad y angustia que experimenta una persona cuando es oprimida por todos lados por aflicciones y pruebas, o por castigos, y no sabe adónde dirigirse en busca de alivio. Adviértase el contraste de esta angustia con las frecuentes descripciones del AT en cuanto a un estado de gozo que se compara con la llegada a un lugar "espacioso" (2 Sam. 22: 20; Sal. 118: 5).
Sobre todo ser humano.
Literalmente "sobre toda alma de hombre". Sin entender claramente el griego algunos han pensado que el alma, no el cuerpo, es la que sufre el castigo, que se trago. Sin embargo, la palabra psuj'- que se traduce "alma", con frecuencia significa toda la persona (ver Rom. 13: 1; cf. com. Sal. 16: 10; Mat. 10: 28). "Sobre todo el que hace el mal" (NC).
El judío primeramente.
Así como el judío es primero en privilegios y oportunidades, también es el primero en responsabilidades y culpabilidad (ver com. Rom. 1: 16; cf. Luc. 12: 47-48).
10.
Gloria y honra y paz.
Un contraste con la "tribulación y angustia" que sufrirán los que practican el mal.
Hace lo bueno.
Estas palabras contrastan con "hace lo malo" (vers. 9). En cuanto a la relación de las buenas obras con la salvación, ver com. cap. 3: 28. 484
11.
Acepción de personas.
Gr. prosÇpol'mpsía, literalmente "aceptación de cara", con el significado de "parcialidad". Esta palabra se repite en el NT sólo en Col. 3: 25; Efe. 6: 9; Sant. 2: 1. ProsÇpol'mpteÇ, "uno que muestra parcialidad", se encuentra en Hech. 10: 34, y prosopolemptéo, "juzgar con parcialidad", en Sant. 2-9. Ninguna de estas tres formas se halla en la LXX ni en los escritos no cristianos, por lo que se cree que esta palabra es de origen cristiano. La frase hebrea equivalente del AT significa a veces recibir con bondad a un suplicante o demandante (Gén. 19: 21; Job 42: 8), o también mostrar parcialidad (Lev. 19: 15; 2 Crón. 19: 7). En el NT tiene siempre el mal sentido de parcialidad. En el carácter de Dios, el juez justo, no hay parcialidad (Deut. 10: 17; 2 Crón. 19: 7; Job 34: 19).
12.
Porque.
Los judíos, debido a sus privilegios, habían puesto en duda que el principio de que "no hay acepción de personas para con Dios" (vers. 11) se les pudiera aplicar a ellos. Habían abusado de tal manera de su posición favorecida, que llegaron hasta el punto de creer que podían condenar los crímenes de otros mientras ellos cometían idénticos pecados (vers. 1-3). Pablo explica ahora cómo Dios será imparcial al juzgar a los judíos privilegiados y a los gentiles no tan privilegiados. Cada uno sería juzgado debidamente según su caso: los judíos mediante la ley escrita, contra la cual habían pecado; y los gentiles mediante la ley no escrita de su conciencia, contra la cual habían pecado.
Sin ley.
Es evidente que esta expresión significa sin una ley específicamente revelada o escrita, pues los gentiles tienen la ley de su conciencia, aunque no esté escrita en letras (vers. 14-15). Los gentiles no serán juzgados por una ley que no poseen; pero si violan la ley de su conciencia, que no está escrita, se perderán lo mismo que los que han pecado contra una luz mayor. Pablo ya ha explicado que son inexcusables los pecados de los gentiles, pues han rechazado la revelación que Dios les da en la naturaleza y en la conciencia (cap. 1: 19-20, 32). La falta de una luz mayor no le da a uno el derecho de pecar contra una luz menor. Los paganos que pecan se perderán aunque no tengan la ley escrita de Dios. Han pecado contra la ley que poseen, y el castigo es una consecuencia inevitable.
Bajo la ley.
Literalmente "en ley", es decir dentro de la esfera de ley, de la autoridad de ley. En esta declaración general del principio del juicio de Dios, Pablo usa el término "ley" sin el artículo definido "la". En la Epístola a los Romanos "ley" aparece unas 35 veces con el artículo y unas 40 veces sin él. El problema de identificar a qué ley en particular se hace referencia en cada pasaje, ha sido el tema de muchos debates durante largos años. Para pisar sobre terreno firme, digamos que ninguna decisión final debiera basarse meramente teniendo en cuenta la presencia o la ausencia del artículo para saber si se hace referencia a los Diez Mandamientos, a la ley ceremonial o a algo diferente. Sin embargo, parece que generalmente se concuerda en que la ausencia del artículo determina que el énfasis se ha colocado principalmente sobre "ley" como un principio abstracto y universal. Cuando está presente el artículo, el énfasis recae sobre "la ley" como sobre un código especial y concreto.
Como no hay una regla precisa y sencilla para determinar la identidad de "ley" mediante la presencia o la ausencia del artículo definido, lo más prudente quizá sea depender mayormente del contexto para saber cuál es la conclusión a que debe llegarse. En cada pasaje importante donde figure "ley" o "la ley" se mencionará si el artículo está presente o ausente en el texto griego. Después se considerará el contexto para que ayude a determinar si se hace referencia a la ley moral, o a la ley ceremonial, o ley como un principio, o a otros aspectos de la ley
En el versículo que comentamos no está el artículo, por lo tanto el pasaje podría entenderse como una declaración del principio de que los que han pecado contra una ley serán juzgados por ley, y que los que han pecado sin ley, perecerán sin ley Sin embargo, por el contexto es evidente que Pablo también alude al código de conducta moral revelado o escrito, contra el cual han pecado los judíos. Fundamentalmente ésta es la ley moral, los Diez Mandamientos; pero Pablo también pudo haber tenido en cuenta todo el sistema del AT que consistía en instrucciones, reglas y normas de conducta moral que se basaban en los Diez Mandamientos (ver PP 496-497). Los que han tenido el privilegio de conocer esta ley y sin embargo han pecado contra una expresión tan clara de la voluntad de Dios, deben recibir un castigo mayor que los que han tenido menos instrucción. La severidad del castigo corresponde con la medida de la 485 culpabilidad, y la medida de la culpabilidad depende de la magnitud de las oportunidades. En la Biblia se enseña claramente que hay diferentes grados de castigo (Mat. 11: 21-24; 12: 41-42; Luc. 12: 47-48).
Por la ley serán juzgados.
El pensamiento paralelo "también perecerán" sugiere que se trata de en juicio de condenación. La palabra "juzgados" puede tener este significado cuando el contexto así lo indica (ver Juan 3: 18; 2 Tes. 2: 12; Heb. 13: 4, donde en la RVR se ha traducido "condenado", "condenados" y "juzgará", respectivamente). Ambas clases de pecadores serán condenados; ambas clases perecerán. Pero el juicio "por la ley" sólo se menciona para los que tienen ley.
13.
No son los oidores.
Los judíos tenían la oportunidad de escuchar la ley que se les leía regularmente en las sinagogas (Hech. 15: 21); pero habían llegado a suponer que un conocimiento teórico de la ley constituía en sí mismo la justificación. Concebían a la ley como el centro de la vida religiosa. Jesús reprochó a los judíos por esa actitud hacia la Palabra de Dios. "Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna. . . Y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5: 39-40, Versión Hispanoamericana; cf. DTG 181). "Los judíos poseían las Escrituras, y suponían que en el mero conocimiento externo de la palabra tenían vida eterna" (DTG 182). No faltan hoy quienes se conforman con el conocimiento de la Palabra de Dios, sin sentir la necesidad de ponerla por obra. Que la voluntad de Dios no sólo debe ser conocida sino obedecida, se enseña también en Mat. 7: 21, 24; Luc. 6: 47-49; Sant. 1: 22.
De la ley.
Literalmente "de ley". En este pasaje no está el artículo en el griego. Los que tienen una ley que pueden escuchar y por la cual pueden ser guiados, debieran ser obedientes a ella si quieren ser "justificados" en el juicio. El contexto indica que Pablo, en lo que atañía a los judíos, todavía estaba aludiendo a la norma de conducta moral de que disponían éstos: la norma revelada en el AT, especialmente en los Diez Mandamientos.
Justificados.
O "considerados justos", "declarados justos". Pablo sigue contrastando la posición en el juicio de los que conocen la voluntad de Dios, pero no están dispuestos a obedecerla, con la posición de los que no sólo conocen la voluntad de Dios sino también le rinden buena obediencia tal sólo pueda derivar de la fe ya ha sido mencionado en esta epístola (cap. 1: 5, 17; cf. cap. 3: 20). Este versículo destaca más el hecho de que los hombres son juzgados no por lo que pretenden conocer o profesan ser, sino por lo que realmente hacen (cap. 2: 6).
14.
Cuando los gentiles.
O "cuando quiera gentiles". La ausencia del artículo llama la atención a que no son judíos. Su ausencia destaca la descripción o característica y no la identidad. 'Otan, "cuando", o "cuando que", "siempre que".
Que no tienen ley.
O que no tienen un código de conducta moral específicamente revelado como el que poseían los judíos. Pablo está por explicar que los gentiles ciertamente tienen una ley, pero de otra clase.
Hacen por naturaleza.
Es decir, hacen espontáneamente, no conscientemente o siguiendo los requisitos de una ley externa, sino de acuerdo con los impulsos de la conciencia (vers. 15). "Así como por Cristo tiene vida todo ser humano, así por su medio toda alma recibe algún rayo de luz divina. En todo corazón existe no sólo poder intelectual, sino también espiritual, una facultad de discernir lo justo, un deseo de ser bueno" (Ed 26). Los gentiles que han reconocido la revelación de Dios en las obras de la creación (cap. 1: 19-20) y han respondido al impulso divinamente implantado de hacer lo bueno, han hecho "por naturaleza" las cosas contenidas en la ley (ver PVGM 317-318).
De la ley.
La traducción literal es "la ley". En griego está el artículo (ver com. vers. 12). Es muy claro que Pablo se refiere a los principios de la ley moral tal como se revelan específicamente en los Diez Mandamientos. No era posible que los gentiles pudieran cumplir "por naturaleza" los muchos actos y ceremonias que se prescriben en toda la ley mosaica, pero podían cumplir "por naturaleza" los requerimientos de la ley moral. Posteriormente Pablo explica que "el cumplimiento de la ley es el amor" (cap. 13: 10; ver DTG 593).
Todo esto se explica en com. vers. 13; allí dice que sólo "los hacedores de la ley" serán considerados justos. Los gentiles ignorantes que han demostrado por su espíritu de amor que son verdaderos "hacedores de la ley", son "los justos ante Dios", mientras que los privilegiados e informados judíos y cristianos que muestran por su falta de amor que son sólo "oidores de la ley" no serán justificados.
Son ley para sí mismos.
La necesidad el 486 impulso de hacer lo bueno que existen en la razón y en la conciencia son, en cierto sentido, una norma y una ley para cada hombre, como se explicará en el vers. 15 (cf. Sant. 4: 17).
15.
La obra de la ley.
Es decir, la obra que exige la ley, la conducta que demanda la ley También se ha entendido que esta frase significa el efecto práctico de la obra de la ley, para establecer la distinción entre lo correcto y lo incorrecto.
Escrita en sus corazones.
Aunque los gentiles no conocen la ley escrita, siempre que revelan amor a Dios y a sus prójimos muestran que lo que requiere la ley está escrito en sus corazones (ver Jer. 31: 33; Heb. 10: 16). En cuanto al significado de "corazón", ver com. Rom. 1: 21. "Siempre que haya un impulso de amor y simpatía. . . se revela la obra del Espíritu Santo de Dios" (PVGM 317; cf. Gál. 5: 22). De ninguna manera el Espíritu Santo está restringido a los judíos y a los cristianos, sino que obra en la mente y en el corazón de todos los hombres. Este pasaje tuvo que haber sido una doctrina difícil de aceptar para los judíos. También la necesitan ahora los cristianos que están tentados a tener un concepto demasiado estrecho y egoísta de la salvación (ver Juan 3: 16; 1 Tim. 2: 4).
Dando testimonio.
Pablo indica la función de la conciencia entre los gentiles como una nueva evidencia de que éstos aún tenían algún conocimiento de la voluntad de Dios, a pesar de que no conocían la ley escrita.
Conciencia.
Gr. sunéid'sis, "conocimiento conjunto o compartido" un segundo conocimiento que tiene el hombre de la calidad de sus actos, junto con el conocimiento de los actos en sí.Pablo usa sunéid'sis más de 20 veces en sus epístolas. Los hombres tienen la facultad que los capacita para juzgar sus pensamientos, palabras y acciones. La conciencia puede ser demasiado escrupulosa (1 Cor. 10: 25), o puede estar "cauterizada" por haberse abusado de ella (1 Tim. 4: 2); puede estar iluminada por un conocimiento amplio de la verdad (1 Cor. 8: 7), y actúa de acuerdo con la luz que tiene.
Dando testimonio su conciencia.
Pablo señala que el funcionamiento de la conciencia de los gentiles era otra evidencia de que aún tenían algún concepto de la voluntad de Dios, a pesar de que desconocían la ley escrita.
Acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos.
Esta traducción de la RVR es un tanto escueta, por lo cual no hace plena justicia a la expresión metaxú all'lÇn ("unos con otros") que en el original se aplica a "razonamientos". Esto no quiere decir que algunos gentiles tuvieran conciencias o razonamientos que los defendieran, en tanto que otros gentiles tuvieran razonamientos que los condenaran. Pablo se está refiriendo aquí a la lucha de motivos, pensamientos, razonamientos y conclusiones que en una conciencia pugnan entre sí. Esta idea se puede apreciar mejor en otras versiones: "su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza" (BJ); "sus razonamientos, uno con otro, ora acusando o excusándolos" (VM); "su conciencia y las sentencias con que entre sí unos y otros se acusan o se excusan" (NC). Sin embargo, hay quienes han explicado el pasaje como que se refiere a las acusaciones o defensas que expresaban los gentiles entre sí mismos.
Además, según el texto griego de este pasaje, tres son las cosas que dan testimonio: "la obra de la ley" escrita en el corazón; la "conciencia" (summartóurbusa, es decir, "coatestiguante" o que "atestigua juntamente" según este versículo), y los "razonamientos". Estos tres testigos concuerdan para demostrar que los gentiles no tenían excusa cuando obraban mal.
Por lo tanto, en medio de las diversas explicaciones, es claro que según Pablo los gentiles podían apreciar, por lo menos hasta cierto punto, lo correcto y lo erróneo, y serían juzgados de acuerdo con la forma en que respondieran a los dictados de su conciencia.
16.
En el día.
Es decir, en el tiempo del juicio final (Hech. 17: 31). El vers. 16 puede considerarse un resumen de todo el pasaje precedente (vers. 12-15).
Secretos.
O "cosas ocultas". Esos hechos son los que realmente revelan el carácter (ver com. Prov. 7: 19). Dios tiene un registro exacto de cada acto secreto de nuestra vida (Ecl. 12: 14; cf. Mat. 10: 26; Luc. 8: 17; 1 Cor. 4: 5); por lo tanto él puede juzgar sin hacer "acepción de personas" (Rom. 2: 6, 11; cf. CS 540). "Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta" (Ecl. 12: 14). Este versículo explica en forma más amplia el tema principal de Pablo en Rom. 2. El judío favorecido con todo el conocimiento de la ley se sentía inclinado a menospreciar al gentil 487 ignorante y a juzgarlo como completamente indigno de la salvación; pero sólo Dios, que puede leer lo íntimo de la vida, ocupa un puesto desde el que puede llegar a decisiones tales. La disposición movida por el amor, la prontitud para obedecer la ley de la conciencia, son cosas que sólo Dios puede conocer plenamente. Sin embargo, son las cosas esenciales que realmente constituyen la observancia de la ley de Dios; son las cualidades de carácter que Dios espera de judíos y gentiles, y en el juicio final no habrá ninguna cantidad de piedad externa que pueda suplir su falta.
Por Jesucristo.
La Biblia enseña claramente que Jesús no sólo es nuestro Salvador sino también nuestro juez (Mat. 25: 31-46; Juan 5: 22, 27; Hech. 10: 42; 17: 31; 2 Tim. 4: 1).
Conforme a mi evangelio.
Algunos han entendido por estas palabras que Pablo tenía tanta confianza en la verdad de su mensaje, que pudo afirmar que "su evangelio" sería la norma del juicio final (ver 1 Cor. 15: 1; Gál. 1: 6-9); sin embargo, Pablo tal vez quiso sencillamente decir que el hecho ya anotado -que no sólo los hombres serán juzgados sino que serán juzgados por Jesucristo- se presenta en el Evangelio. El juicio venidero se enseña claramente en el AT (Dan. 7: 9-12, 26-27). Pero una de las claras enseñanzas del Evangelio es que Aquel que vivió y murió para salvar a los hombres también los juzgará (2 Cor. 5: 10).
17.
He aquí.
"Pero si" (BJ, NC). La evidencia textual (cf. p. 10) establece la variante eidé, "pero si", que se parece a íde, "he aquí". La variante "pero si" da más fuerza a la relación entre los vers. 17-20 y 21-24.
Hasta aquí Pablo ha demostrado en su epístola que los gentiles han pecado; ha explicado que judíos y gentiles están sometidos al juicio imparcial de Dios. Ahora procede a mostrar que los judíos son culpables de los mismos pecados y vicios de los cuales estaban tan listos para condenar a los gentiles. De esa manera Pablo está probando que todos los hombres están bajo condenación y necesitan de la justificación y salvación reveladas en el Evangelio.
Tienes el sobrenombre.
O "te apellidas" (BC); "Presumes de llamarte" (NC); "te dices" (BJ). Tomando en cuenta el comentario anterior, es correcta la traducción de la BJ: "Pero si tú, que te dices judío"; es decir, pretendes ser judío.
Judío.
El título "judío" aparece por primera vez en 2 Rey. 16: 6 (ver comentario). Después del cautiverio babilónico se convirtió el nombre nacional del pueblo hebreo. Evidentemente los judíos se enorgullecían mucho de su nombre y nacionalidad (Gál. 2: 15; Apoc. 2: 9; 3: 9). Ser judío significaba ser distinto de los paganos y disfrutar de privilegios especiales (Rom. 9: 4; Gál. 2: 15). Cuando Pablo se ocupa de la culpabilidad de los judíos, admite momentáneamente ese privilegio del que ellos se jactaban (Rom. 2: 17-18) y su supuesta superioridad sobre otros (vers. 19-20). Posteriormente destaca la flagrante inconsecuencia entre esa elevada responsabilidad y sus verdaderas prácticas.
Te apoyas en la ley.
Literalmente "descansas en la ley". Los judíos habían llegado hasta el punto de confiar sólo en la posesión de la ley como en una seguridad del favor de Dios. Se apoyaban en el hecho de que tenían la ley y que así se distinguían de los demás, en vez de usar la ley como una norma para su vida y una luz para su conciencia. La misma palabra griega que aquí se traduce como "te apoyas" (o "descansas") se encuentra en la LXX en Miq. 3: 11: "Se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre vosotros? No vendrá mal sobre nosotros".
Te glorías en Dios.
Los judíos proclamaban que tenían una relación especial con Dios, pero esa presunta relación no se manifestaba en humilde dependencia y leal obediencia, sino en presunción y arrogancia hacia otras naciones. Era una perversión de la forma de gloriarse que Dios aprueba: "Alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra" (Jer. 9: 24). Es cierto que los judíos habían sido grandemente privilegiados por su conocimiento de Dios (Deut. 4: 7). Esto debería haber sido un motivo de gratitud antes que de necia jactancia. Desafortunadamente es mucho más común jactarse de privilegios que estar agradecido por ellos. La persona que se jacta de su conocimiento de Dios no demuestra piedad. La demostración de verdadera piedad en la vida del cristiano es el humilde agradecimiento porque tiene ese conocimiento, y la gratitud que lo induce a desear que otros tengan el mismo privilegio.
18.
Su voluntad.
La voluntad de Dios.
Instruido.
Gr. kat'jéÇ. Este verbo aparece en los papiros con el significado de instrucción legal. Compárese con el uso en Luc. 1: 4; 488 Hech. 18: 25; 1 Cor. 14: 19; Gál. 6: 6. De kat'jéÇ deriva "catequizar". Los judíos eran cuidadosamente instruidos en las enseñanzas de la ley desde su juventud, y durante el resto de su vida escuchaban regularmente las lecturas y exposiciones del AT.
Apruebas.
Gr. dokintázÇ , "probar", "comprobar", "discernir" (ver Rom. 12: 2; 1 Cor. 3: 13; 11: 28; 2 Cor. 8: 8), o "aprobar" como resultado de poner a prueba (ver Rom. 14: 22; 1 Cor. 16: 3; 1 Tes. 2: 4).
Lo mejor.
Literalmente "lo que difiere"; por lo tanto, "lo superior", lo excelente desde el punto de vista del que lo aprueba. Este pasaje se refiere a la capacidad de los judíos para discriminar, por medio de la ley, entre lo bueno y lo malo, o al hecho de que en realidad aprobaban, por lo menos en teoría, las cosas excelentes. Estaban orgullosos del refinamiento de su sensibilidad moral, como si la rectitud hubiera consistido en una simple aprobación sin obediencia. Es evidente que se trata de un preámbulo de Pablo para contrastar la luz espiritual de los judíos con su fracaso espiritual (vers. 21-24).
19.
Confías.
El propósito de Dios era que los judíos fueran testigos y maestros de la verdad ante el mundo. Su pecado radicaba sencillamente en que se jactaban de su privilegio, pero sin cumplir su responsabilidad correspondiente.
Guía de los ciegos.
Cf. Mat. 15: 14; ver com. cap. 23: 16.
20.
Instructor.
O "corrector". El griego combina los significados de enseñanza y disciplina.
Indoctos.
O ignorantes. Así consideraban los judíos a los gentiles incorporados al judaísmo como prosélitos. Jesús usó este término para referirse al pueblo que lo escuchaba gozosamente (Mat. 11: 25). Pablo describe en la misma manera a los nuevos conversos corintios (1 Cor. 3: l).
En la ley.
Quizá sea una referencia general a las enseñanzas del AT en conjunto (ver com. vers. 12).
Forma.
Gr. mórfosis, "forma", "bosquejo", "semejanza". Pablo se está refiriendo al contorno, sin la sustancia. Este vocablo sólo aparece una vez más en el NT, donde la "apariencia de piedad" contrasta con "la eficacia de ella" (2 Tim. 3: 5). Pablo está hablando ahora del bosquejo, de la armazón, de la personificación, del conocimiento y de la verdad de que disponían los judíos en la ley. El propósito de Dios era que esa "forma" no sólo fuera una guía para los judíos, sino que también la usaran para enseñar las verdades del Evangelio a los gentiles.
21.
Tú, pues.
Puesto que los judíos se jactaban tanto de practicar la piedad y de tener una superioridad tan encumbrada, era justo que se esperara mucho de ellos. Pero Pablo describe la inconsecuencia entre sus pretensiones y la realidad de su conducta. "Dicen, y no hacen" (Mat. 23: 3).
¿Hurtas?
Una inconsecuencia tal no era algo que había surgido recientemente entre los judíos. Mucho antes el salmista había condenado la decadencia moral de su pueblo (Sal. 50: 16). Al presentar la acusación de robo, sin duda Pablo tenía en cuenta, entre otras cosas, los métodos fraudulentos de practicar los negocios como se hacían en el atrio del templo con la aprobación y cooperación de los sacerdotes y gobernantes (ver com. Mat. 21: 12; DTG 128).
22.
¿Adulteras?
La acusación de adulterio puede haber incluido una referencia especial a la práctica del divorcio fácil (ver com. Mat. 5: 31-32). En cuanto a la condición moral entre los judíos, ver com. vers. 1.
Abominas.
Gr. bdelússomai, "detestar", "aborrecer".
¿Cometes sacrilegio?
O "¿saqueas templos?" Generalmente se ha explicado que esta expresión significa el saqueo de los templos paganos, en el sentido de que Pablo se refiere a la inconsecuencia de saquear dichos templos en contradicción a la enseñanza de la contaminación que producía el contacto con la idolatría. Que los judíos tenían fama de cometer esa falta, puede deducirse por Hech. 19: 37-41, donde el escribano de Efeso acusa a Pablo y a sus compañeros de sacrilegio o robo contra el templo. Este pecado estaba prohibido por los judíos en armonía con Deut. 7: 25. Josefo presenta una paráfrasis de esa prohibición de esta manera: "'Nadie blasfeme a los dioses que veneran otras ciudades, ni saquee templo; extranjeros, ni tome tesoros que han sido dedicados en el nombre de dios alguno" (Antigüedades iv. 8. 10).
Sin embargo, es posible que Pablo se refiera a la profanación judaica del templo y de sus servicios. La esencia de la idolatría es la profanación de Dios, y en esto los judíos eran sumamente culpables. Habían hecho de la casa de Dios una "cueva de ladrones" (Mat. 489 21: 13; Mar. 11: 17; Luc. 19: 46).
23.
Te jactas de la ley.
Un resumen de los vers. 17-20. Con infracción de la ley. Un resumen del pensamiento presentado en los vers. 21-22.
Deshonras.
Ver com. vers. 24.
24.
Como está escrito.
La referencia quizá sea a Isa. 52: 5, aunque Pablo también tenía tal vez en cuenta a 2 Sam. 12: 14; Eze. 36: 21-24. Pablo aplica el pasaje en un nuevo sentido. Isaías estaba hablando del desprecio con que consideraban los enemigos el nombre de Dios debido a que había permitido que Israel cayera en sus manos. Pero Pablo está declarando que el motivo de la deshonra es la vida inconsecuente de los judíos.
Es blasfemado.
O "se habla profanamente de", "es profanado". Los gentiles juzgaban la religión de los judíos por las vidas inconsecuentes de éstos, y por lo tanto eran inducidos a blasfemar al Dios y Autor de la religión. Los judíos se jactaban de la ley, pero con su desobediencia atraían ignominia sobre el Dador de la ley. La mata conducta e hipocresía de los judíos hacía que los gentiles despreciaran una religión que parecía no tener poder para purificar y refrenar a los que profesaban seguirla. Los judíos eran tan celosos del nombre de Dios, que ni aun pronunciaban el nombre sacratísimo que corresponde a Dios (ver t. I, pp. 179-181); pero vivían en tal forma que los gentiles eran inducidos a blasfemar ese nombre.
25.
Circuncisión.
Los judíos daban mucha importancia al rito de la circuncisión, como si la ceremonia exterior garantizara por sí misma un favor divino especial. Dios instituyó ese rito como una señal de su pacto con Abrahán y sus descendientes (Gén. 17: 9-14; Hech. 7: 8). Como marca y recordativo de esa relación, la circuncisión podría haber sido una bendición para los judíos; pero como en gran medida habían fracasado en vivir a la altura de los requisitos del pacto, la circuncisión había llegado a ser nada más que un rito vacío.
La ley.
En el texto griego no está el artículo "la" (ver com. vers. 12); por lo tanto, la frase "si guardas la ley" quizá sea el equivalente de "si tú eres un observador de ley". En la frase siguiente se destaca el contraste entre el que guarda la ley y el que la quebranta. El griego pone énfasis en la práctica habitual de la obediencia. Una sincera disposición para obedecer la le de Dios es la condición que él siempre puso para cumplir sus bondadosas promesas a los judíos (Exo. 19: 5-6; Deut. 26: 16-19; Jer. 4: 4).
Transgresor de la ley.
O "transgresor de ley", pues el artículo "la" no acompaña a "ley" en este pasaje (ver com. vers. 12). "Transgresor" deriva de una antigua palabra griega, parabát's, que significa "uno que traspasa un límite", y por lo tanto "transgresor" (ver esta palabra en Gál. 2: 18; Sant. 2: 11; etc.). Hay muchas palabras diferentes en el griego del NT que expresan los diversos aspectos del pecado. Parabát's contiene la idea de uno que transgrede un mandamiento claramente dado.
26.
El incircunciso.
Es decir, el gentil.
Ordenanzas.
Gr. dikáiÇma, "requerimiento" o "precepto" (ver com. cap. 8: 4). Pablo ya ha explicado que era posible que los gentiles cumplieran lo que exigía la ley (ver com. cap. 2: 14-15).
Será tenida.
O "computada". Si un gentil cumple los requerimientos de la ley, su incircuncisión no hace que su obediencia sea menos aceptable. La circuncisión era un rito simbólico con el cual Dios tenía el propósito de ayudar a los hijos de Israel en la prosecución de una forma de vida completamente en armonía con la ley de Dios. Si los gentiles, sin el beneficio de ese rito simbólico, hacían las cosas contenidas en la ley, también compartirían las promesas hechas a los judíos (ver Mat. 8: 11). Cf. 1 Cor. 7: 19; Gál. 5: 6; ver t. IV, pp. 29-32.
27.
Físicamente.
"El que físicamente es incircunciso" puede considerarse como la contraparte de la frase "judíos de nacimiento" (Gál. 2: 15). Las palabras significarían "en su estado natural de incircuncisión". Esto corresponde con el tema de Rom. 2: 28 -29, Según el cual la verdadera circuncisión no es externa y física sino algo que tiene que ver con el corazón y el espíritu, que no es literal.
Te condenará.
la idea puede ser la de avergonzar debido al contraste (cf. Mat. 12: 41-42).
La letra.
Gr. grámma. Esta palabra se usaba para referirse a la escritura de documentos de diversas clases (ver Luc. 16: 6-7; Hech. 28: 21). En este contexto evidentemente se refiere a la ley escrita en general. El énfasis radica en el hecho de que los judíos poseían la ley en forma escrita, en contraste con los gentiles que no eran tan favorecidos (Rom. 2: 14. Los judíos transgredían la voluntad de 490 Dios aunque tenían las ventajas de la ley escrita y estaban circuncidados, de modo que los condenaba la obediencia de los que cumplían la ley en condiciones menos favorables.
28.
No es judío.
La mera conformidad externa con la ley no hace que una persona sea verdaderamente judía, de acuerdo con la definición de la Biblia, aunque descendiera de Abrahán y fuera circuncidado.
29.
En lo interior.
Literalmente "en secreto" (cf. Mat. 6: 4). Los que son verdaderamente judíos poseen el espíritu y el carácter que cumple el propósito de Dios al llamarlos para que sean su pueblo escogido. Dios los ha apartado no para que cumplan únicamente con ciertos ritos externos, sino para que sean un pueblo santo de corazón y en su vida (Deut. 6: 5; 10: 12; 30: 14; Sal. 51: 16-17; Isa. 1: 11-20; Miq. 6: 8).
Del corazón.
El fondo espiritual de la circuncisión, sin el cual no tenía valor la ceremonia externa, se enseñaba claramente en el AT (Deut. 10: 16; 30: 6; Jer. 4: 4; 9: 26; Eze. 44: 9; cf. Hech. 7: 51; Fil. 3: 3; Col. 2: 11). El propósito de la circuncisión era ser una señal de separación del mundo pagano y de consagración al verdadero Dios. El rito implicaba renunciar a todo pecado y abandonarlo, la separación de todo lo que fuera ofensivo a Dios. Una obra tal era manifiestamente "del corazón".
En espíritu.
Es decir, en la vida íntima y espiritual.
No en letra.
Compárese la misma figura en Rom. 7: 6; 2 Cor. 3: 6-8. La verdadera circuncisión exige una obra interna y espiritual de sumisión a Dios, y es más que un simple cumplimiento externo con los requerimientos de un ritual.
Alabanza.
Podría considerarse como un juego de palabras. El nombre "judío" deriva de "Judá", que en hebreo deriva de una raíz verbal que significa "alabanza" (ver com. Gén. 29: 35). En Rom. 2: 17 Pablo comienza su análisis de la condición espiritual de los judíos refiriéndose al nombre del cual estaban tan orgullosos, y en el vers. 29 describe la clase de persona que es digna de ese nombre. Es apropiado que Pablo añada que el verdadero judío es la persona cuya alabanza no procede de los hombres sino de Dios. Cf. 1 Sam. 16: 7.
Mucho de lo que en este capítulo se ha dicho acerca de los judíos podría aplicarse a los que se llaman cristianos. Es sumamente privilegiado el que tiene la Palabra de Dios y en tiende su deber. Ese conocimiento puede conducir a la santidad y la felicidad en esta vida y a la vida eterna en el más allá. Pero es algo terrible que los cristianos descuiden los privilegios de que disfrutan. Serán juzgados de acuerdo con la luz que han recibido. Practicar externamente la religión no puede salvarlos, no importa cuán conservadoras puedan ser sus creencias. El aprecio que los hombres tengan por su aparente piedad no es la verdadera medida de su carácter real y de la forma en que Dios los considera. Los ritos externos y las ceremonias son mucho menos importantes que la condición de la mente y del corazón. El hecho de que uno se haya bautizado no lo salvará; que nuestros nombres estén en la lista de los miembros de la iglesia, o que nuestros padres sean piadosos, no nos garantiza la salvación. El verdadero cristiano es el que lo es interiormente; la verdadera religión tiene que ver directa e íntimamente con el corazón.
El cristiano debe hacer de la alabanza de Dios el propósito de sus esfuerzos. No debemos hacer nuestra obra como quien sirve "al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios" (Efe. 6: 6; cf. Col. 3: 22). Cristo es nuestro ejemplo. "Yo hago siempre lo que le agrada [al Padre]" (Juan 8: 29). Pablo no agradaba a los hombres sino a Dios (1 Tes. 2: 4).
COMENTARIOS ELENA G. DE WHITE
1 DMJ 106; MC 386
1-3 3JT 230
4 CC 25; CM 279; PVGM 159; 8T 64
5 Ev 25; TM 143; 5TS 45
5-6 CS 596
6 CMC 24; CS 731; DTG 654; PE 52; 4T 646; 7T 180
7 CMC 155; CS 588; MeM 172; NB 54; PE 114; IT 39; 2T 102, 229; 7T 235
9 CS 596
10 MJ 52
11 CMC 168; FE 315, 336; HAp 305; PR 274; 5T 677; TM 192; 3TS 267
12-13 CS 489
14-16 CS 489; DTG 206, 593; PVGM 317
29 FE 399; HAp 166 491



ROMANOS CAPÍTULO 3         AUDIO   
1 Prerrogativas de los judíos, 3 que aún no han perdido; 9 pero de todas maneras la ley los convence de pecado. 20 Por lo tanto, nadie se justificará por la ley, 28 sino únicamente -y sin diferencias- por medio de la fe; 31 pero a pesar de todo, la ley no ha sido abolida.

1 ¿QUE ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión?
2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios.
3 ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios?
4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado.
5 Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto? ¿Justo Dios que da castigo? (Hablo como hombre.)
6 En ninguna manera; de otro modo. ¿cómo juzgaría Dios al mundo?
7 Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?
8 ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?
9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.
10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda.
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 Su boca está llena de maldición y de amargura.
15 Sus pies se apresuran para derramar sangre;
16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
17 Y no conocieron camino de paz.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado lajusticia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.
30 Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.
31 ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.


1.
¿Qué ventaja?
"¿Qué demasía o excedente?" ¿Qué privilegio especial o ventaja tiene el judío sobre el gentil? Ya que un verdadero judío lo es interiormente, ¿cuál es la ventaja de pertenecer a la raza escogida? Si un gentil incircunciso que cumple con los requisitos de la ley es considerado como si fuera en realidad circuncidado (cap. 2: 26), ¿de qué vale ser circuncidado? Un cristiano también podría preguntar: Si el bautismo y el pertenecer a la feligresía de la iglesia no proporcionan por sí mismos ninguna ventaja especial (ver com. cap. 2: 29), ¿de qué vale ser bautizado y unirse a la iglesia?
2.
Primero.
O "antes que todo", "primeramente". Pablo sólo menciona una ventaja en este pasaje, y no prosigue enumerando otras. Responde después más plenamente a la pregunta (cap. 9: 4-5).
Les ha sido confiada.
O "les fueron confiados los oráculos". Ver el comentario siguiente.
Palabra.
Gr. lógia, literalmente "dichos breves"; "oráculos" (BC, BJ). Esta palabra sólo aparece cuatro veces en el NT (Hech. 7: 38; Heb. 5: 12; 1 Ped. 4: 11). Es evidente que en este contexto Pablo la usa para referirse a las Escrituras del AT, aunque puede estarse refiriendo en forma particular a las promesas y órdenes de Dios para su pueblo Israel. La primera ventaja de que disfrutaban los judíos consistía en que se les había confiado la revelación directa de Dios acerca de la voluntad divina para el hombre. Este era un gran honor y privilegio, pero imponía la correspondiente obligación de compartir esa revelación divina con el mundo (ver Deut. 4: 6-8). Si los judíos hubiesen reconocido y apreciado el privilegio y la responsabilidad que se les había confiado, Dios hubiera podido salvar al mundo mediante ellos (ver t.IV, pp. 28-29).
3.
Han sido incrédulos.
O "fueron infieles" (BJ). El verbo griego pistéuÇ significa tanto "creer" como "confiar" o "ser fiel". El sustantivo pístis se traduce "fe", "creencia" y "confianza". El verbo opistéo es lo contrario de pistéuÇ: significa tanto "no creer" como "ser infiel".
Sin duda la referencia es a la falta de creencia y de fe en la revelación de Dios, y especialmente a la falta de fe en Jesús, el Salvador prometido. Quizá haya una referencia a la infidelidad generalizada entre los judíos, a su fracaso por no vivir a la altura del conocimiento y de la instrucción que se les había confiado. Pablo no dice que todos los judíos eran incrédulos o infieles. "Algunas de las ramas fueron desgajadas" (ver com. cap. 11: 17); pero "algunas" (tines) podría representar la gran mayoría (cf. Heb. 3: 16).
Incredulidad.
O "falta de fe".
Habrá hecho nula.
Gr. katargéÇ, "anular", "invalidar". Esta palabra aparece frecuentemente en las epístolas de Pablo, y se la ha traducido de diversas maneras en la RVR: "invalidamos" (Rom. 3: 31), "deshacer" (1 Cor. 1: 28), "dejé" (1 Cor. 13: 11), "aboliendo" (Efe. 2: 15), "quitado" (Gál. 5: 11), etc. El significado básico es "hacer inútil" o "innecesario". Los fracasos de los judíos no implican que Dios dejó de cumplir las promesas que les hizo. Continúa en vigencia la promesa de la salvación, pero siempre y únicamente para los que tienen fe (Rom. 1: 16). En nuestros días algunos pueden sentirse tentados a considerar que la larga demora del regreso de Cristo es un fracaso de Dios en el cumplimiento de las promesas hechas a los suyos; pero recordemos esto: las promesas de Dios son condicionales (ver com. Eze. 12: 27). Nuestros pecados y nuestra falta de fe han hecho que Dios no pudiera cumplir su promesa de un pronto regreso. Los mismos pecados que cerraron la tierra de Canaán para el antiguo Israel han demorado la entrada del moderno Israel en la Canaán celestial. "En ninguno de los dos casos fallaron las promesas de Dios. La incredulidad, la mundanalidad, la falta de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años" (Ev 505). Ver t. IV, pp. 32-36.
La fidelidad de Dios.
Es decir, la fidelidad de Dios en cumplir sus promesas. En cuanto a la fidelidad de Dios, ver 2 Tim. 2: 13; Heb. 10: 23; 11: 11; 1 Juan 1: 9.
4.
De ninguna manera.
Gr. m' génoito, literalmente "no acontezca". Pablo usa esta expresión 14 veces, y siempre para expresar un sentimiento de profunda repugnancia. La expresión hebrea correspondiente es jalilah, literalmente "cosa profana, abominable, impensable" (ver com. 1 Sam. 20: 2).
Sea Dios veraz.
O "continúe Dios siendo veraz" o "sea hallado Dios veraz", o "quede demostrado que Dios es veraz". Aunque los hombres han demostrado que son desleales a su cometido, véase y reconózcase que Dios es 493 veraz (cf. 2 Tim. 2: 13).
Todo hombre mentiroso.
Palabras de Sal. 116: 11 según la LXX.
Como está escrito.
Una cita de Sal. 51: 4 según LXX David expresó en este salmo la profundidad de su arrepentimiento por su pecado con Betsabé, y reconoció que Dios era justo en la condenación y el castigo del pecado. Pablo presenta estas palabras de David para apoyar su argumento del vers. 3: que la infidelidad de los hombres en nada ha anulado la fidelidad de Dios, sino que sólo ha servido para establecer su justicia.
Justificado.
O "reconocido justo", o "declarado justo". Este es el único significado de la palabra que podría aplicarse al Dios de toda justicia.
Venzas.
O "prevalezcas". Esta palabra griega a veces se usaba para referirse a los juicios en los tribunales.
Fueres juzgado.
O "vayas a la ley", "entres en juicio" (ver 1 Cor. 6: 1, 6, donde se traduce igual el mismo término griego). Pablo quizá se refiera aquí al motivo central del gran conflicto entre el bien y el mal. El carácter de Dios y su justicia han sido juzgados, por así decirlo, ante los hombres y ante todo el universo (ver Rom. 3: 25-26).
5.
Hace resaltar.
Gr. suníst'mi. Esta palabra y sus afines se usan en el NT con tres matices de significado: (1) "alabar" (2 Cor. 12: 11) o "recomendar" (Rom. 16: 1); (2) "existir" (Col. 1: 17); y (3) "mostrar" (Rom. 5: 8; 2 Cor. 7: 11). Este último sentido ("realzar", BJ) es el que posiblemente deba aplicarse en este pasaje. Pablo está preparándose para hacer frente a la objeción de que si el pecado del hombre sólo tiende a destacar y establecer la justicia de Dios, ¿por qué entonces tiene que castigarse ese pecado?
Justicia de Dios.
Ver com. cap. 1: 17. Parece que en este contexto Pablo está realzando en primer lugar la perfección del carácter divino.
¿Qué diremos?
Una expresión común en los escritos de Pablo (cap. 4: 1; 6: 1; etc.).
¿Será injusto Dios?
La manera en que se hace esta pregunta en griego, exige que la respuesta sea negativa.
Que da castigo.
Literalmente "descargar la ira". Es decir, quien descarga el desagrado divino contra el pecado (ver com. cap. 1: 18).
Hablo como hombre.
Cf. Rom. 6: 19; Gál. 3: 17. El sentimiento de reverencia de Pablo Parece imponerle la necesidad de disculparse por haber recurrido a una analogía entre lo humano y lo divino.
6.
En ninguna manera.
Ver com. vers. 4.
¿Cómo juzgaría Dios?
Se da por sentado, sin necesidad de prueba alguna, que Dios juzgará al mundo. Pablo no habría necesitado de ninguna manera persuadir a los judíos de esta verdad fundamental (por ejemplo, ver Ecl. 12: 14). Por lo tanto, como generalmente se acepta que Dios será el juez del mundo, debe rechazarse la conclusión insinuada en el vers. 5: que es injusto al castigar el pecado. Pues si es injusto que Dios condene y castigue el pecado porque el pecado indirectamente ha servido para establecer la justicia divina, ¿de qué manera podría él juzgar?
7.
Mi mentira.
Es decir, mi falsedad, mi infidelidad ante las demandas de Dios y de mi conciencia; mi virtual negación de la realidad de las promesas de Dios, especialmente mi rechazo de su ofrecimiento de salvación por medio de Cristo. Pablo repite el contraste del vers. 4, pero esta vez -quizá para seguir la lógica de su argumento- habla como si él mismo estuviera presentando la objeción (cf. 1 Cor. 4: 6).
La verdad de Dios.
Es decir, la confiabilidad de Dios, su veracidad; su fidelidad frente a sus promesas.
Abundó.
La veracidad de Dios no podría ser aumentada, pero sí podría abundar más para su gloria manifestándose más plenamente.
Juzgado.
O "condenado" (ver com. cap. 2: 1). Si mi incredulidad y falsedad sirven para revelar la verdad de Dios, ¿por qué todavía estoy siendo condenado como pecador? Un acto que tiende a promover la gloria de Dios, ¿cómo puede ser considerado como un mal; Y si esta objeción es válida, ¿por qué no debiéramos continuar en pecado de modo que resultara un bien mayor? Pablo no se detiene para explicar la evidente falacia de semejante razonamiento, tan destructivo de toda moralidad. Es evidente que el pecador no merece ninguna alabanza por el bien que, en contra de sus intenciones, se origina en su pecado.
8.
Como se nos calumnia.
Literalmente "somos blasfemados". El falso informe era una manifiesta tergiversación de la fe y doctrina de Pablo, y sin embargo se "afirmaba" que el apóstol había dicho cosas tales. La acusación de que Pablo, y los cristianos en general, 494 eran culpables de enseñar un error tal, evidentemente era una conclusión sacada de enseñanzas como la de que el hombre es jusificado por la fe y no por las obras de la ley (cap. 3: 20, 28) y que "cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia" (cap. 5: 20). En el cap. 6 se presenta la refutación plena de esta acusación.
Condenación.
Es decir, juicio. No es claro si la última frase se refiere a los calumniadores que acaban de ser mencionados, o a aquellos que se atrevían a decir: "hagamos males para que vengan bienes", o a aquellos que hablaban y procedían de acuerdo con un principio tan pernicioso. La última interpretación parece cuadrar mejor dentro del contexto, pues la alusión de Pablo a los calumniadores es sólo incidental para su propósito principal de los vers. 5-8: eliminar de los judíos cualquier posible pretensión de quedar exceptuados del juicio de Dios.
9.
¿Qué, pues?
La pregunta expresa una transición en el argumento de Pablo. Aquí se refiere retrospectivamente a los vers. 1 y 2.
¿Somos nosotros mejores que ellos?
Gr. proéjÇ, que en voz activa significa "tener ventaja", pero que aquí aparece en forma media o pasiva, por única vez en el NT. Se ha pensado que podría significar (como la voz media fuera del NT) "poner algo delante para protegerse". Pablo estaría preguntando: ¿Nos defendemos?" o "¿estamos protegiéndonos con excusas?" Si se toma con el sentido pasivo, preguntaría: "¿Somos aventajados por otros?" El contexto no favorece este sentido. La ambigüedad de esta forma verbal parece haber llevado a algunos copistas a usar otro verbo: prokatéjÇ, "tener ventaja desde antes". Sin embargo, la evidencia textual favorece el verbo proéjÇ. Pablo ha declarado en el vers. 2 que los judíos tenían importantes ventajas sobre los gentiles. Sin embargo, un privilegio mayor implica una responsabilidad mayor, y en ese sentido los judíos, con la luz que tenían, merecían un castigo más severo que los entenebrecidos gentiles (Luc. 12: 47-48). El resto del versículo aclara que -sin tener en cuenta ventajas o desventajas- los judíos y gentiles están todos bajo pecado y necesitan justificación.
En ninguna manera.
Es decir, ni en lo más mínimo.
Ya hemos acusado.
La acusación fue hecha contra los gentiles (cap. 1: 18-32) y contra los judíos (cap. 2: 1-29).
Gentiles.
Literalmente "griegos", que, sin embargo, significa gentiles (ver com. cap. 1: 16).
Bajo pecado.
Es decir, bajo el poder o dominio del pecado. La expresión denota sujeción al pecado como un poder que rige en la vida de todos los hombres en su estado natural, cuando no han sido renovados por la gracia de Dios (ver Rom. 7: 14; Gál. 3: 22).
10.
Como está escrito.
Pablo ahora recurre a las Escrituras para dar validez a su acusación de pecaminosidad universal, que ya ha presentado con otros fundamentos. Esta comprobación bíblica destaca particularmente que aun el pueblo escogido comparte la necesidad universal de rectitud. La siguiente serie de citas procede de Sal. 14: 1-3 ó 53: 1-3; 5: 9; 140: 3; 10: 7; Isa. 59: 7; Sal. 36: 1. El texto corresponde mayormente con la LXX, aunque con algunas variaciones. Pablo no especifica dónde se pueden encontrar esos pasajes. Es evidente que daba por sentado que sus lectores judíos estaban bien versados en las Escrituras del AT. También usa citas múltiples en Rom. 9: 25-28; 11: 26-27, 34-35; 12: 19-20; 2 Cor. 6: 16-18.
No hay justo, ni aun uno.
Cita de Sal. 14: 1 ó 53: 1. En vez de "haga bien" Pablo usa el término "justo", dando así el mismo sentido, pero en una forma que coincide mejor con todo su razonamiento en cuanto a la justificación por la fe. Esta sentencia es un resumen de todo lo siguiente.
11.
No hay quien entienda.
De Sal. 14: 2. Al abreviar el pasaje, Pablo expresa adecuadamente el sentido negativo implicado en el original. La falta generalizada de entendimiento se debe al oscurecimiento y a la perversión del intelecto debido al pecado (Rom. 1: 31). Las cosas
de Dios se han convertido en necedad para el inconverso (1 Cor. 2: 14; cf. Efe. 4: 18). El salmo del cual está citando Pablo, comienza con la declaración: "Dijo el necio en su corazón: No hay Dios" (Sal. 14: 1).
Quien busque.
No hay deseo espiritual ni esfuerzo por conocer a Dios (cf. cap. 1: 28).
12.
Se desviaron.
Una cita del Sal. 14: 3 que concuerda exactamente con la LXX (donde aparece como Sal. 13: 3; ver t. III, p. 632).
Se hicieron inútiles.
La expresión hebrea equivalente, en el salmo citado, significa "corromperse" (ver com. Sal. 14: 3). En griego significa "hacerse inservible".
Lo bueno.
Gr. Jr'stól's. En el NT esta palabra 495 sólo aparece en los escritos de Pablo; en la RVR se ha traducido "bondad" en Efe. 2: 7, y "benignidad" en Gál. 5: 22 (donde está en la lista de los frutos del Espíritu) y en Col. 3: 12. La palabra puede definirse como una disposición bondadosa hacia el prójimo. Cuando los hombres no tienen el deseo de conocer a Dios y se ha entenebrecido su entendimiento, no sienten esa bondadosa disposición (cf. Rom. 1: 28-31).
No hay ni siquiera uno.
Podría objetarse que la Biblia y la historia registran las vidas de muchos hombres y mujeres nobles que vivieron rectamente en el temor del Señor. Después de esta declaración el salmista mismo se refiere a "la generación de los justos" (Sal. 14: 5). Lucas, discípulo y compañero de Pablo (ver com. Hech. 16: 10), no vacila en decir que Zacarías y Elisabet "ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor" (Luc. 1: 6). Pero "la generación de los justos" estaría pronta en convenir con Pablo que "todos pecaron" (Rom. 3: 23) y que ellos no constituyen una excepción de la descripción que hace el apóstol de la pecaminosidad general; serían los primeros en reconocer que una vez estuvieron bajo el dominio del pecado y que la justicia de la cual disfrutaron, provino de Dios por medio de la fe.
13.
Sepulcro abierto.
Así como una tumba abierta pronto quedará llena de muerte y corrupción, en la misma forma la garganta de los impíos, abierta para hablar vanidades, se llena de corrupción y falsedad mortífera. Cf. Jer. 5: 16, donde la alejaba de los caldeos también es llamada "sepulcro abierto". Algunos explican la figura de lenguaje diciendo que significa que sus palabras son como la hediondez nauseabunda de un sepulcro recién abierto (cf. Juan 11: 39).
Engañan.
Mejor "engañaban". El tiempo imperfecto indica perseverancia en la práctica del engaño. En el texto hebreo de Sal. 5: 9 dice literalmente "hacen sus lenguas suaves"; es decir, usaban palabras suaves y halagüeñas.
Veneno de áspides.
Esta parte del versículo corresponde exactamente con Sal. 140: 3 según la LXX. El veneno de la falsedad es tan mortífero como el de una serpiente.
14.
Su boca.
Cf. Sal. 10: 7. "Garganta", "lengua", "labios" (Rom. 3: 13) pueden considerarse como etapas sucesivas por las cuales se produce el habla. "Boca" las resume todas en una.
15.
Sus pies.
Los vers. 15-17 son una cita abreviada de Isa. 59: 7-8, donde el profeta está describiendo el carácter de la nación judía de su tiempo.
18.
No hay temor de Dios.
Cita de Sal. 6: 1. Pablo comenzó esta serie de citas con una declaración general en cuanto a la pecaminosidad de todos los hombres; después se refirió a algunas de las diversas manifestaciones del pecado; y Finalmente citó una declaración en cuanto al origen del pecado. La impiedad se origina en la falta de reverencia a Dios. Donde faltan el respeto o reverencia por el carácter, la autoridad y el honor de Dios, el mal no tiene restricciones (ver también Rom. 1: 32).
Estas citas del NT han servido para apoyar la afirmación de Pablo de que los judíos están muy lejos de ser excluidos de la pecaminosidad universal de los hombres. Ante esta descripción de la condición del pueblo judío, es evidente que un judío no podría haber esperado salvarse sencillamente por ser judío. Y si tal era el carácter del pueblo escogido, con todos sus privilegios y ventajas, ¿cuál debe haber sido la condición de los paganos que tenían menos conocimiento? No resulta, pues, difícil creer en la exactitud de la terrible descripción que hay del mundo pagano en el cap. 1. El mundo entero está sumido, sin duda alguna, en pecado, y todos sus habitantes contaminados, arruinados e indefensos. Esta situación calamitosa bien podría inducirnos a un abatimiento sin esperanza, si no fuera porque el Dios de misericordia se ha compadecido de nosotros en nuestra condición degradada y ha ideado un plan por el cual el hombre caído y perdido puede ser ensalzado hasta alcanzar "gloria y honra e inmortalidad" (cap. 2: 7).
19.
Sabemos.
Expresión usual de Pablo para referirse a algo generalmente aceptado (ver com. cap. 2: 2; cf. cap. 7: 14; 8: 22; etc.).
La ley.
El artículo también está en el griego (ver com. cap. 2: 12). Por lo general se entiende que la referencia es a las Escrituras del AT, de las cuales Pablo ha extraído las citas previas. El AT estaba dividido en tres colecciones de libros: la Ley, los Profetas y los Salmos o Escritos (ver t. I, pp. 40-41). Pero el título completo, tal como aparece en Luc. 24: 44, rara vez se usaba, y podría estarse refiriendo a las tres divisiones con la expresión 496 "la ley" y "los profetas" (Rom. 3: 21; cf. Mat. 5: 17; 22: 40; etc.), o sencillamente "la ley" (ver com. Juan 10: 34). Para que los judíos vieran más clara y directamente la evidencia de las Escrituras, y para impedir cualquier intento de ellos para eludir la referencia y aplicarla a los gentiles, Pablo llama la atención al hecho de que el AT -el cual ha estado citando- habla especialmente a aquellos a quienes fue dado. Los judíos reconocían la inspiración divina del AT, que denunciaba tan específicamente los pecados de la nación judía. Por lo tanto, era muy difícil que eludieran la conclusión de Pablo de que con justicia fueran considerados participantes, junto con los gentiles, en la culpabilidad universal de todos los hombres.
Dice, lo dice.
Literalmente "lo que la ley dice, lo habla". El primer "dice" es la traducción del Gr. légÇ, que aquí destaca el tema de que se habla, y el segundo "dice", es la traducción del Gr. laléÇ, que se refiere a la forma de expresarse. La primera palabra es aplicable particularmente al contenido de la ley, en tanto que la segunda se refiere especialmente a la proclamación de ella. Esta distinción entre las dos palabras se aclara con la siguiente traducción: "Todo lo que la ley dice está dirigido a los que están sometidos a la ley".
Bajo la ley.
Literalmente "en la ley". Es decir, sometidos a la autoridad de la ley (cf. cap. 2: 12).
Se cierre.
En vista de la evidencia presentada, los hombres no tienen ninguna excusa que presentar (Rom. 2: 1; cf. Sal. 63: 11).
Todo el mundo.
Judíos y gentiles. Pablo ya ha declarado la culpabilidad de los paganos (cap. 1: 20, 32).
Juicio.
La palabra "juicio" es traducción del Gr. hupódikos, vocablo que sólo aparece aquí en el NT y que no se halla en la LXX. En el griego clásico significa "sujeto a procesamiento", y a continuación del cual puede haber una referencia a la ley violada, o a la parte perjudicada, o al demandante que está en su derecho. De ahí estas traducciones: "se reconozca reo ante Injusticia de Dios" (BC); "se reconozca reo ante Dios" (11); "se confiese reo ante Dios" (NC). Se presenta a Dios como teniendo un pleito con los pecadores (ver Jer. 25: 3 l). Pablo puede estar hablando aquí de Dios no sólo como la parte perjudicada, sino también como el juez (Rom. 2: 5-6, 16).
20.
Ya que.
Mejor "porque". Lo que sigue presenta la razón por la cual toda boca debe cerrarse y todo el mundo debe ser tenido como culpable delante de Dios (vers. 19).
Por las obras de la ley.
Literalmente "de obras de ley"; indicando origen o procedencia; es decir, "en base a obras de ley", o sea obras ordenadas por la ley En el texto griego "ley, no está precedida por el artículo (ver com. cap. 2: 12). Pablo está declarando tina verdad general que es aplicable a gentiles y indios. La justificación mediante "obras de ley" (requeridas por ley) ha sido la base de todo sistema religioso falso, y también se había convertido en el principio aun de la religión judía (DTG 26 -27). Pero las obras que se hagan para obedecer cualquier ley, ya sea que ésta se conozca por la razón, la conciencia o la revelación, no pueden justificar al pecador delante de Dios (Gál. 3: 21). Pablo ya ha demostrado que los gentiles han violado la ley que les fue revelada en la naturaleza y en la conciencia (Rom. 1), y también ha comprobado que los judíos han violado la ley revelada a ellos en el AT, especialmente en los Diez Mandamientos (cap. 2). Judíos y gentiles necesitan justificación. Pero la ley no tiene poder para justificar; sólo puede mostrar la pecaminosidad del pecado en su exacta realidad. La justificación se puede alcanzar en una sola forma.
No hay contradicción entre la afirmación "los hacedores de la ley serán justificados" (cap. 2: 13) y este pasaje: "por las obras de la ley ningún ser humano será justificado". En el primer caso se destaca que sólo serán justificados los que se entregan completamente a Dios y están dispuestos a hacer cualquier cosa que él ordene, por cuanto no son simples "oidores de la ley"; en el segundo caso se enfatiza el hecho igualmente cierto de que las buenas obras de obediencia nunca pueden comprar la salvación, pues en el mejor de los casos pueden ser únicamente la evidencia de la fe por medio de la cual se recibe la justificación.
Ningún ser humano.
Sin duda Pablo está aludiendo a Sal. 143: 2.
Será justificado.
Gr. dikaiÇÇ, "considerar como justo", "declarar justo", "hacer "justo", o "justificar", siempre que no se entienda en el sentido de presentar un justificativo, sino en el sentido de poner en situación, justa o relación correcta. La palabra aparece 39 veces en el NT, 27 de ellas en los escritos de Pablo. DikaiÇÇ, "justificar", díkaios, "justo", dikaiosú497n', "justicia" derivan de la misma raíz, y se ve claramente la relación entre las tres palabras.
Tal como se usa en el NT con referencia a los seres humanos, la justificación indica el acto por el cual una persona es colocada en relación correcta con Dios. Por medio de ese acto Dios absuelve a un hombre que es culpable de faltas, o trata como justo al que ha sido injusto. Justificación significa la cancelación de las acusaciones presentadas contra el creyente en el tribunal celestial. "Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis contados entre los justos, por consideración a él" (CC 62; ver com. cap. 3: 28; 4: 25; 5: 1)
Por medio de la ley.
Literalmente "mediante ley". En el texto griego no está el artículo (ver com. cap. 2: 12).
Conocimiento.
Gr. epígnÇsis, término que significa un conocimiento claro y exacto (Rom. 1: 28; 10: 2; Efe. 4: 13), no la palabra usual para conocimiento (gnósis). La ley es la norma de justicia, y todo lo que no esté a la altura de las demandas de la ley, es pecado, pues el pecado es anarquía, desobediencia a la ley (1 Juan 3: 4). Cuanto más se familiariza una persona con la gran norma tanto más aumentan su conocimiento y sentimiento de pecado. Por eso nadie puede ser justificado por las obras de la ley. En lo que tiene que ver con la justificación, la ley ha hecho todo lo que te incumbe cuando el pecador ha sido inducido a exclamar: "¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (ver com. Rom. 7: 24). La ley es un espejo :hace ver la mancha, la culpa, pero no puede quitarla.
Este versículo, más la afirmación de Pablo de que la ley tiene el propósito de llevarnos a Cristo (Gál. 3: 24), muestra claramente la relación entre la ley y el Evangelio. El Evangelio no ha puesto a un lado la función necesaria de la ley. La doctrina de la justificación por la fe "presenta la ley y el Evangelio, vinculando ambas cosas en un conjunto perfecto" (TM 94).
21.
Pero ahora.
Puede entenderse o en su sentido temporal -"en el momento presente"-, o en su sentido lógico -"en esta situación"-. Para su uso con el segundo significado, cf. Rom. 7: 17; 1 Cor. 13: 13. Pablo ha presentado la necesidad universal que hay de justificación (Rom. 1: 18 a 3: 20), y ahora pasa del lado negativo al positivo del tema propuesto en el cap. 1: 17.
Aparte de la ley.
En el texto griego no está el artículo (ver com. cap. 2: 12). Estas palabras contrastan con "las obras de la ley" (cap. 3: 20). Destacan que la justicia de Dios se ha manifestado sin ninguna referencia con la ley; es decir, que Injusticia de Dios se ha manifestado sin tener necesidad de ningún principio de ley, ni de ninguna idea de obediencia legal como un medio de obtener justicia, ni con ninguna relación con el sistema legalista que los judíos presentaban como la base de la justificación.
Se ha manifestado.
Estas palabras podrían implicar que lo que ahora se ha manifestado, anteriormente había estado oculto (cf. Rom. 16: 25-26; Col. 1: 26). Aunque la justicia de Dios se había revelado hasta cierto punto en el AT, la manifestación plena de la justicia divina ha venido con la persona de Cristo (ver PP 390).
La justicia de Dios.
Ver com. cap. 1: 17. En contraste con la pecaminosidad generalizada entre los hombres y sus inútiles esfuerzos de ganar la justificación por las obras de la ley, Pablo procede a describir Injusticia de Dios, una, justicia que el Señor está listo a dar a todos los que tienen fe en Jesucristo.
Testificada.
"Atestiguada"; es decir, confirmada.
Por la ley y por los profetas.
Las Escrituras del AT (ver com. vers. 19). En el griego "ley" está precedida por el artículo (ver com. cap. 2: 12). No hay contradicción entre el AT y el NT. Aunque esta manifestación de la justicia de Dios es aparte de la ley, no se opone en forma alguna a la ley y a los profetas; por el contrario, fue anticipada por ellos (cf. Juan 5: 39). El AT es esencialmente una profecía de Injusticia que se revelaría en Cristo y sería recibida por fe, según se registra en el NT (ver Hech. 10: 43; 1 Ped. 1: 10-11). Pablo ya ha citado a Hab. 2: 4: "El justo por la fe vivirá" (Rom. 1: 17). A través de toda la epístola constantemente recurre al AT para confirmar su tesis de que la justificación es por fe (cap. 4; 10: 6, 11). El propósito central de la ley de ceremonias y sacrificios era enseñar que un hombre podía ser justificado no por su obediencia a la ley moral, sino por la fe en el Redentor venidero (ver PP 383).
22.
Por medio de la fe en Jesucristo.
Gr. día písteÇs I'sóu Jristóu, "por fe de Jesucristo", lo que podría entenderse también como "por fe en Jesús". En Mar. 11: 22 el texto griego 498 dice literalmente: "tened fe de Dios", y la RVR traduce correctamente: "Tened fe en Dios". Así también la "fe de [literalmente] su nombre" de Hech. 3: 16 se ha traducido "fe en su nombre". Los santos son "los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús" (ver Apoc. 14: 12); interpretado en TM 54 como "fe en Jesús".
Algunos han preferido entender que "fe de Jesús" significa aquí la fe que Jesús mismo albergó, su fidelidad, la santa vida que vivió y el carácter perfecto que alcanzó, que es dado gratuitamente a todos los que lo reciben (ver DTG 710). Compárese con "la fidelidad de Dios" (ver com. Rom. 3: 3). Además, la "fe" de Jesús incluía su fidelidad expresada en su muerte vicaria voluntaria (ver Rom. 3: 25-26; cf. Fil. 2: 8).
En cualquier forma en que se aplique la justificación, ambos aspectos son válidos. La "fe de Jesús" es la que hace posible que Dios "sea justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (Rom. 3: 26). La "fe en Jesús" es el instrumento a través del cual el individuo entra en posesión de las bendiciones de la justificación (ver Material Suplementario de EGW, com. cap. 4: 3-5).
Sin embargo, la justificación no se recibe como una recompensa por nuestra fe en Cristo, sino que la fe es el medio de apropiarse de la justificación. Cuando el creyente en Jesús, con amor y gratitud, se entrega sin reservas a la misericordia y a la voluntad de Dios, la rectitud de la justificación le es imputada. Y a medida que continúa diariamente experimentando esta confianza, entrega y comunión, aumenta su fe, capacitándolo para recibir más y más de la justicia impartida o la santificación.
La fe es, por así decirlo, la mano que el pecador extiende para recibir el "don [gratuito]" de la misericordia de Dios (cap. 5: 15). Dios siempre está dispuesto a darnos este don, no como una recompensa por algo que hayamos hecho, sino sencillamente por su infinito amor. De nosotros depende que recibamos el don, y es recibido "por fe".
Para todos.
La evidencia textual (cf. p. 10) favorece la inclusión de esta frase; sin embargo su omisión no afecta esencialmente el sentido.
Creen.
O "tienen fe" (ver com. vers. 3).
No hay diferencia.
O "no hay distinción". Tanto gentiles como judíos están incluidos en el mismo método de salvación. La razón para que no se haga diferencia es porque no hay diferencia en la necesidad de ambos (vers. 23).
23.
Todos pecaron.
El pecado de Adán desfiguró la imagen divina en el ser humano (ver com. cap. 5: 12; cf. OE 83), y siempre, a partir de la caída del hombre, todos los descendientes de Adán han continuado siendo deficientes y han quedado destituidos de la imagen y de la gloria de Dios (ver comentario de "gloria"). Pablo insta a judíos y a gentiles a reconocer el hecho vital de que todas las evidencias emanadas de la experiencia y de la historia claramente demuestran que el hombre caído, con su naturaleza depravada, es completamente incapaz de cumplir con los requerimientos de la ley de Dios y de establecer su propia justicia. La única forma posible de lograr la justificación es por la fe en Jesucristo. Así, mediante la aceptación del sacrificio de Cristo, los seres humanos son debidamente reconciliados con Dios (cap. 3: 24), se crea un nuevo corazón dentro de ellos, y son capacitados por la fe para vivir una vez más obedeciendo la ley de Dios (ver com. cap. 5: 1).
Están destituidos.
Gr. huteréÇ, que se usa con el significado de "padecer necesidad" (Fil. 4: 12), "ser pobres" (Heb. 11: 37), "faltar" (Luc. 15: 14). En el relato de la fiesta de las bodas de Caná se usa husteréó al hablar del vino que faltó (Juan 2: 3). El verbo griego indica que los pecadores todavía continúan en su deficiencia. Más aún: la significación particular del verbo puede expresar el hecho de que hay una carencia y, además, que se siente esa falta. Si tal es el caso ahora, el verbo podría traducirse: "se dan cuenta de que continúan estando destituidos". La comprensión de esta carencia ha inducido a muchos a tratar de establecer su propia justicia por medio de las obras de la ley.
Gloria.
Gr. dóxa. En la Biblia dóxa se usa en dos formas principales, pero algo diferentes, aunque ambas se basan en el significado original del griego clásico: "opinión", "noción", "reputación". Con frecuencia se la usa para significar "honor", "fama", "reconocimiento" (Juan 5: 44; 7: 18; etc.). En este sentido se opone a "deshonra" (1 Cor. 11: 14-15; 15: 43; 2 Cor. 6: 8), y por ello se la busca (Juan 5: 44; 7: 18; 1 Tes. 2: 6), se la recibe (Juan 5: 41, 44), se la da (Luc. 17: 18; Juan 9: 24), se la atribuye a Dios (Luc. 2: 14; Apoc. 1: 6).
Si éste es el sentido que Pablo le da aquí, entonces "la gloria de Dios" significa el honor, 499 la alabanza o aprobación que Dios imparte, y de la cual están destituidos los hombres. Como Pablo está tratando en este pasaje con la forma en que el hombre es visto delante de Dios, y se refiere en el versículo siguiente a la justificación -el único medio por el cual el hombre puede recuperar la aprobación de Dios-, el sentido de "gloria" podría ser apropiado en este contexto.
Por otro lado, "gloria" también se usa en la Biblia para indicar "brillo", "apariencia gloriosa" (Mat. 4: 8; Luc. 12: 27; Hech. 22: 11). A veces se usa en un sentido paralelo con "imagen", "parecido", "forma", "apariencia" (ver Rom. 1: 23; cf. Núm. 12: 8, LXX, donde doxa se usa con el sentido de "apariencia"). La gloria revelada a Moisés (Exo. 33: 18, 22) era el carácter de Dios: bondad, misericordia, perdón (ver OE 431). Esa gloria también se puede reflejar en aquellos hijos de Dios que son capaces de conocer, amar y parecerse cada vez más a su Hacedor. Por eso Pablo habla del hombre como "imagen y gloria de Dios" (1 Cor. 11:7), sin duda porque puede recibir y reflejar la gloria divina. La revelación completa de la gloria y perfección de Dios es "la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2 Cor. 4: 6).
A medida que esta gloria de Dios, revelada en Cristo, refulge desde el Evangelio y penetra en el corazón y en la mente del creyente, lo transforma en "luz en el Señor" (Efe. 5: 8). De esa manera "nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen" (2 Cor. 3: 18). La esperanza y aspiración del cristiano es la de participar más y más plenamente en la gloria de Dios (ver Rom. 5: 2; 1 Tes. 2: 12; 2 Tes. 2: 14).
Si "la gloria de Dios" se entiende más bien en este último sentido, estar "destituidos de la gloria de Dios" significaría no haber alcanzado la perfección de Dios, haber perdido su imagen y estar destituidos de su semejanza.
Estas dos interpretaciones quizá no se excluyan entre sí y cuadren dentro de este versículo.
24.
Siendo justificados.
Los hombres no tienen nada por lo cual puedan presentarse como justos delante de Dios, por lo tanto la justificación tiene que ser algo gratuito. El hombre estará capacitado para aceptar por fe la justificación como un don gratuito únicamente cuando, con toda humildad, esté preparado para reconocer que se halla destituido de la gloria de Dios, y que no tiene en sí mismo nada que lo haga aceptable delante de Dios.
Gratuitamente.
Gr. dÇreán, "gratuitamente, como regalo". Compárese con el uso de esta palabra en Mat. 10: 8; 2 Cor. 11: 7; Apoc. 21: 6; 22: 17.
Gracia.
Gr..járis, que aparece unas 150 veces en el NT. Pablo usa esta significativa palabra más que cualquiera de los otros escritores del NT: la utiliza unas 100 veces en sus epístolas; y Lucas, su íntimo colaborador, la usa unas 25 veces en Lucas y en Hechos. O sea que entre los dos la emplean más del 80 por ciento de todas las veces que aparece en el NT. "Gracia" de ninguna manera fue una palabra inventada por los apóstoles. Este término se usa mucho con una variedad de matices en la LXX, en la literatura griega clásica y posterior; sin embargo, el NT parece dar con frecuencia un significado especial a "gracia", que no se encuentra plenamente en otras partes.
"Gracia" también significa "atractivo que tienen ciertas personas", lo que da la idea de belleza, donosura, donaire, algo que deleita al que contempla. Compárese con "la gracia se derramó en tus labios" (Sal. 45: 2, LXX; cf. Prov. 1: 9; 3: 22). La misma idea se le da algunas veces cuando aparece en el NT Cuando Jesús habló en Nazaret, sus oyentes "estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca" (Luc. 4: 22). Pablo aconsejó a los creyentes de Colosas que sus palabras siempre debían ser "con gracia" (Col. 4: 6).
"Gracia" también da la idea de un sentimiento bello o agradable experimentado o expresado hacia otros, como bondad, favor, buena voluntad. José halló "gracia" ante Faraón (Hech. 7: 10; cf. vers. 46). Mientras los discípulos predicaban, despertaban "favor" -literalmente "gracia"- en toda la gente (Hech. 2: 47); y cuando Jesús era joven "la gracia de Dios era sobre él" (Luc. 2: 40). Este mismo sentido se observa en Luc. 2: 52, "en gracia para con Dios y los hombres". Evidentemente, en estos textos de Lucas no cuadra la acepción "favor inmerecido".
La palabra "gracia" también se usaba como la manifestación de un sentimiento de buena voluntad al expresar agradecimiento. "¿Acaso da gracias al siervo?" (Luc. 17: 9). Con frecuencia se usa en el sentido de expresar gratitud a Dios: "Gracias sean dadas a Dios" 500 (1 Cor. 15: 57; 2 Cor. 8: 16; cf. Rom. 6: 17; 2 Cor. 2: 14; 9: 15). Es, pues, claro que no es un "favor inmerecido" el que los mortales expresan ante Dios.
"Gracia" se usaba además como una expresión concreta de buena voluntad, para referirse a un regalo, un favor, una merced. Los judíos que comparecieron ante Festo le pidieron "como gracia" una medida contra Pablo (Hech. 25: 3); a su vez el apóstol habla del "donativo" (RVR), "generosidad" (BC), "liberalidad" (BJ), "obsequio" (NC), "beneficencia" (VM) que las iglesias habían reunido para los pobres de Jerusalén como "gracia" (1 Cor. 16: 3; cf. 2 Cor. 8: 4, 6-7, 19).
Ninguna de las formas mencionadas difiere de las maneras en que se usa esa palabra en otros pasajes de la literatura griega. El significado peculiar añadido al término "gracia" en el NT -y especialmente en los escritos de Pablo- se refiere al abundante amor salvador de Dios para los pecadores según se revela en Jesucristo. Como "todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3: 23), es obvio que los hombres pecadores no merecen en lo más mínimo una gracia tal ni la amante bondad de Dios. Los hombres han vivido odiando a Dios y en rebelión contra él (cap. 1: 21, 30, 32), han pervertido su verdad (vers. 18, 25), han preferido adorar a cuadrúpedos y a reptiles (vers. 23); han deshonrado la imagen divina en sus propios cuerpos (vers. 24-27), han blasfemado el nombre de Dios (cap. 2: 24) y hasta lo han despreciado debido a su paciencia y longanimidad (vers. 4). Finalmente dieron muerte a su Hijo enviado para salvarlos (Hech. 7: 52). Pero a pesar de todo, a través de ese proceso Dios a continuado considerando al hombre con amor y bondad, para que la revelación de su misericordia pudiera inducir a los hombres al arrepentimiento (Rom. 2: 4).
Esta es la gracia de Dios de acuerdo al significado peculiar que tiene en el NT. No es únicamente el favor de Dios para los que podrían merecer su aprobación; es su amor transformador, ilimitado y que todo lo abarca, para los pecadores -hombres y mujeres- y la buena nueva de que esta gracia, tal como se revela en Jesucristo, es "poder de Dios para salvación" (cap. 1: 16). No comprende sólo la misericordia y buena voluntad de Dios para perdonar, sino que es también un poder activo, vigorizante y transformador para salvar. Por eso puede llenar a una persona (Juan 1: 14) y ser dada (Rom. 12: 3), todo lo abarca (2 Cor. 12: 9; cf. Rom. 5: 20), reina (Rom. 5: 21), enseña (Tito 2: 11-12), afirma el corazón (Heb. 13: 9). En algunos casos, "gracia" parece casi equivaler a "Evangelio" (Col. 1: 6) y, en general, a la obra que Dios ejerce(Hech. 11: 23; 1 Ped. 5: 12). "La gracia divina es el gran elemento de poder salvador" (OE. 72). "Cristo dio su vida para ser posible que el hombre fuese restaurado a la imagen de Dios. Es el poder de su gracia el que une a los hombres en obediencia a la verdad." (CM. 236).
Redención.
Gr. apolútÇsis, "rescate", "liberación mediante un rescate". Es una palabra griega compuesta de apó, "procedente de", y lútrÇsis, afín de lútron, "rescate". Lútron es un término común en los papiros para describir el precio de compra de los esclavos libertados. Se usaba para referirse a la liberación de la esclavitud o cautiverio, o de un mal de cualquier naturaleza, y generalmente implicaba la idea del pago de un precio o rescate. "Redimir" deriva de un verbo latino que significa "comprar de vuelta", "rescatar".
En el AT el gran acto simbólico que representaba la redención fue la liberación de los israelitas de Egipto. Jehová, como el redentor o libertador, prometió: "Os redimiré con brazo extendido" (Exo. 6: 6; cf. cap. 15: 13). El propósito de la redención era la consagración de Israel al servicio de Dios (Exo. 6: 7); y para que los israelitas disfrutaran de la redención debían, como un acto de fe, asperjar en sus umbrales la sangre del cordero pascual y comer su carne (Exo. 12).
Esos símbolos se cumplen en la redención del hombre, rescatado del pecado y de la muerte. Jesús es "el Cordero que fue inmolado" (Apoc. 5: 12; cf. Juan 1: 29; 1 Cor. 5: 7; 1 Ped. 1: 18-19). El NT enseña con claridad que se pagó un rescate o precio por nuestra redención. Jesús declaró que el Hijo del hombre vino "para dar su vida en rescate por muchos" (Mar. 10: 45). Pablo habla de Cristo como de Aquel "que se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Tim. 2:6). Se habla de los cristianos como "rescatados" (2 Ped. 2: 1; o "adquiridos", BJ), o "comprados por precio" (1 Cor. 6:20). "Cristo nos redimió de la maldición de la ley hecho por nosotros maldición" (Gál. 3: 13). De modo que, en un sentido, la justificación no es gratuita, pues se ha pagado un grandísimo precio por ella: los 501 sufrirnientos y la muerte de Cristo. Pero es gratuita para nosotros, pues no tenemos que pagar su costo, pues ya fue pagado por el Hijo de Dios.
Esta redención nos rescata del pecado (Efe, 1: 7; Col. 1: 14; Tito 2: 14; Heb. 9: 15; 1 Ped. 1: 18-19), de la corrupción y de la muerte (Rom. 8: 23), y finalmente nos liberará de nuestra mala condición actual y nos llevará a un estado de gloria y bienaventuranza (Luc. 21: 28; Efe. 4: 30). Cristo nos redime del castigo del pecado por medio de la justificación; nos salva del poder del pecado mediante la santificación; y nos redimirá de la presencia del pecado con su segunda venida y la resurrección de los suyos.
Nuestra aceptación ahora del plan divino de la redención que libera del pecado requiere, como en el caso de los israelitas cuando fueron liberados de Egipto, que ejercitemos fe, que reconozcamos y aceptemos personalmente a Jesús como nuestro Redentor, con todo lo que implica tal decisión.
En Cristo Jesús.
Jesús "nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Cor. 1: 30). Es esencialmente y al mismo tiempo el Redentor (Tito 2: 14) y el precio del rescate (1 Tim. 2: 6). No es entonces de admirarse que Pablo exclamara: "Cristo es el todo, y en todos" (Col. 3: 11). El apóstol no se estaba colocando dentro de una estrecha limitación cuando declaró que estaba dispuesto a "no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado" (1 Cor. 2: 2), pues conocer bien a Cristo es conocer todo el plan y programa de Dios para la restauración del hombre. No hay sabiduría mayor que ésta.
25.
Puso.
"Exhibió" (BC, BJ). Gr. protíth'mi, verbo griego que puede tener dos significados relacionados entre sí. El primero es "exhibir para que se vea". Compárese con "los panes de la proposición", literalmente "los panes de la presentación" (ver Mar. 2: 26). El segundo, derivado de la idea de presentar algo delante, es "determinar un propósito", "decretar", "proponer". La misma palabra se traduce "propuesto" en Rom. 1: 13. Este último significado concuerda con la enseñanza de Pablo en otros pasajes (Efe. 3: 11; 2 Tim. 1: 9); pero el contexto parece indicar que lo que se destaca en este versículo es la exhibición pública del sacrificio de Cristo. Compárese con "ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente [o públicamente retratado] entre vosotros como crucificado" (Gál. 3: 1) y con "como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado" (Juan 3:14).
El propósito de Dios en la exhibición pública del sacrificio de Cristo fue "manifestar su justicia". Y esta manifestación o exhibición pública de la justicia de Dios no sólo fue para beneficio de la humanidad sino para todo el universo, a fin de que lo que estaba en juego en el gran conflicto pudiera ser entendido más claramente por todos los que pudieran haber sido tentados a dudar de la perfección del carácter de Dios (ver DTG 578, 706-707).
Propiciación.
Gr. hilastérion. Esta importante palabra ha sido ampliamente discutida por muchos comentadores e interpretada de diferentes maneras. La dificultad parece hallarse no sólo en descubrir el significado exacto del término griego, sino también en encontrar una palabra o frase castellana que represente este significado.
Hilastérion sólo aparece aquí y en Heb. 9: 5, donde claramente se refiere a esa parte del arca del pacto generalmente conocida como "propiciatorio". Este uso de la palabra es común en la LXX para traducir el Heb. kappóreth, que se refiere a la tapa del arca. Sobre ese artefacto que era de oro puro, se esparcía la sangre en el día de la expiación (Ley. 16: 14-15) y desde allí, "en virtud de la expiación, se otorgaba el perdón al pecador arrepentido" (PP 36 l). Esta era la más sagrada de todas las ceremonias hebreas, y como era un símbolo de la obra expiatorio de Cristo, una comprensión del significado del sustantivo kapporeth, que era el centro de la ceremonia simbólica de la expiación, puede aclarar algo el uso que hace de él Pablo al referirse al sacrificio de Cristo.
Esta palabra hebrea empleada para denominar al "propiciatorio" deriva de kafar, vocablo que significa básicamente "cubrir"; sin embargo, en el AT, kafar se emplea sólo una vez en su forma más sencilla con el significado corriente de cubrir (Gén. 6: 14). Lo más frecuente es que aparezca en otra forma y se use en forma figurada con el sentido de "cubrir pecado", y por lo tanto con el significado de "perdonar", "ser misericordioso", "expiar". Lutero tradujo kapporeth con la palabra alemana Gnadenstuhl: "asiento de misericordia" (lo que en castellano se ha traducido como "propiciatorio"). Posteriormente 502 Tyndale tradujo el vocablo de Lutero al inglés como mercy seat ("centro o sede de la misericordia"), y de allí ha pasado a las principales versiones inglesas de la Biblia. Algunos han sugerido la traducción "lugar de expiación"* para representar más claramente la obra de redención y reconciliación que allí se efectuaba.
Los traductores de la LXX sin duda comprendían muy bien el significado del nombre cuando lo tradujeron con el vocablo griego hilast'rion. El significado de hilast'rion se aclara más comparándolo con otras palabras de la misma raíz que aparecen en el NT. Hiláskomai se usa en la oración: "Dios, sé propicio a mí pecador" (Luc. 18: 13) y en la descripción de la obra de Jesús de "expiar los pecados del pueblo" (Heb. 2: 17). Otra palabra de la misma raíz, hilasmós, parece dos veces en la descripción de Cristo como "la propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 2: 2; 4: 10).
Tal como se usa en Rom. 3: 25, y en este contexto que describe el ofrecimiento de justificación y redención mediante Cristo, hilast'rion, "propiciación", parece representar el cumplimiento de todo lo que estaba simbolizado por el hilast'rion, el "propiciatorio" del santuario del AT. Jesús ha sido presentado mediante su muerte expiatorio como el medio de expiación (ver DTG 434), el sacrificio expiatorio, la propiciación (ver CC 12) y la reconciliación. En castellano quizá no haya una palabra que describa adecuadamente todo este significado. Los teólogos han dado definiciones a algunos de los términos que hemos mencionado, pero que de ninguna manera coinciden con la verdadera naturaleza de la expiación. Hay que tener mucho cuidado en el uso de estos términos para no atribuirles matices incorrectos de significado.
Cualquiera que sea la palabra que se use, es evidente que la muerte expiatorio de Jesús ha pagado el precio del castigo del pecado y ha hecho posible el perdón y la reconciliación de todos los que tienen fe en él. Por supuesto, esto no debe entenderse que significa que el sacrificio de Cristo se ofreció, como los sacrificios paganos, para aplacar a un dios ofendido y para persuadirlo a que considerara con más benignidad a los pecadores. "La expiación de Cristo no se hizo para inducir a Dios a que amara a los que de otro modo hubiera aborrecido; no se hizo para crear un amor que no existía, sino que se llevó a cabo como una manifestación del amor que ya había en el corazón de Dios" (EGW ST 30-5-1895; cf. CC 12). En realidad, Dios se sacrificó a sí mismo en Cristo para la redención del hombre. "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Cor. 5: 19; cf. DTG 710).
Por medio de la fe en su sangre.
La relación de este pasaje con el resto del versículo puede entenderse en varias formas. Como lo han traducido en la RVR significa que el sacrificio de Jesús proporciona perdón y reconciliación a los que tienen fe en su sangre; pero también es posible entender el griego de esta parte tal como lo traduce la BJ: "A quien Dios exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe". Ambas traducciones son posibles gramaticalmente. En este contexto podría preferirse la última, pues indica más claramente el sacrificio de Cristo como el medio por el cual se puede lograr la propiciación. El sacrificio expiatorio se hace eficaz mediante la fe que lo acepta. A menos que por medio de la fe se acepte el perdón ofrecido, la expiación no tiene valor para reconciliar la mente y el corazón de aquellos por quienes se hizo el sacrificio.
El NT pone mucho énfasis en la sangre de Cristo en relación con la obra de la redención. Jesús dijo que su sangre "por muchos es derramada" (Mar. 14: 24); somos "justificados en su sangre" (Rom. 5: 9); "tenemos redención por su sangre" (Efe. 1: 7); Cristo hizo "la paz mediante la sangre de su cruz" (Col. 1: 20). Los que estaban "lejos" han sido "hechos cercanos por la sangre de Cristo" (Efe. 2: 13). La iglesia de Dios ha sido comprado "por su propia sangre" (Hech. 20: 28). Somos lavados "de nuestros pecados con su sangre" (Apoc. 1: 5).
En el AT se considera que la sangre representa la vida (ver com. Lev. 17: 11). Dios prohibió comer "carne con su vida, que es su sangre" (Gén. 9: 4; Lev. 17: 10-14). El derramamiento y el esparcimiento de la sangre en los servicios del santuario del AT significaban quitar la vida de los animales sacrificados 503 para ofrendarla. De modo que el derramamiento de la sangre de Jesús -simbolizada en el AT- significa el ofrecimiento de su vida como un sacrificio. La sangre de Cristo representa su vida ofrendada como sacrificio expiatorio por los pecados del mundo.
La sangre de Cristo, que representa la perfecta vida de Jesús dada por el hombre, es eficaz como "propiciación" (Rom. 3: 25), justificación (Rom. 5: 9) y reconciliación (Efe. 2:13). "Es recibiendo la vida derramada por nosotros en la cruz del Calvario como podemos vivir la vida santa" (DTG 615).
Para manifestar su justicia.
Literalmente "para demostración de su justicia", es decir, para exhibir su propia justicia. Era necesaria esa exhibición debido a la obra de Cristo para absolver los pecados que ahora están en el pasado. Su propósito se explica más en el vers. 26.
A causa de.
Gr. diá, "debido a", "teniendo en cuenta". Así comienza la razón por la cual fue necesaria la manifestación de la justicia de Dios.
Haber pasado por alto.
Gr. páresis, palabra que sólo aparece aquí en el NT. Difiere de áfesis, palabra que se traduce "remisión" en varios pasajes (Mat. 26: 28; etc.). El significado principal de páresis no es perdonar, sino pasar por alto. En los papiros se usa páresis con el sentido de remisión de un castigo o de una deuda.
Paciencia.
Gr. anoj', "aguante", "retención". En el NT sólo aparece aquí y en el cap. 2: 4 (ver el comentario respectivo). Dios, en su amor por los pecadores y de acuerdo con su plan de revelar más plenamente su amor a todas las inteligencias creadas del universo, había protegido paciente y misericordiosamente a los hombres del resultado pleno de su pecado (ver DTG 712). Esta aparente condonación del pecado había inducido a una Peligrosa tergiversación del concepto del carácter de Dios (ver Sal. 50: 21; Ecl. 8: 11). Es cierto que había prevalecido la muerte y que había habido alguna revelación del desagrado divino contra el pecado (Rom. 1: 18-32). También es cierto que se había instituido el sistema de ceremonias para simbolizar, mediante sus sacrificios, la forma como Dios considera el horror del pecado y el precio infinito que habría que pagarse para redimir al hombre del castigo del pecado y de su poder. Pero la gran demostración de la justicia de Dios y de su odio se expresó en la vida y la muerte de Jesús. Nunca más la paciencia de Dios podría confundirse con indiferencia ante el pecado.
La forma misericordiosa como Dios trata a los pecadores culpables no significa que ame la culpa y el pecado, porque él expresó por medio del sacrificio expiatorio de su Hijo que aborrece esa contaminación. Cuando él recibe como amigos a los que una vez fueron pecadores rebeldes, y permite que entren en el cielo, no significa que aprueba su conducta pasada y su carácter, pues ha demostrado cuánto odiaba los pecados de ellos dando a su Hijo para que muriera vergonzosamente por ellos.
Pecados.
Gr. hamárt'ma. No es la palabra en sentido abstracto: hamartía (cf. com. Mat. 18: 15), es decir, el pecado como pecaminosidad (1 Juan 3:4). Hamárt'ma se refiere a los actos individuales de pecado y desobediencia. Esta palabra aparece en otros pasajes (Mar. 3: 28; 4: 12; 1 Cor. 6: 18).
Pasados.
Es decir, hechos antes, previamente cometidos. En este contexto parece que Pablo no está hablando principalmente de los pecados de los individuos antes de la conversión, sino de los pecados del mundo antes de la muerte expiatorio de Cristo. Dios había permitido que los gentiles anduvieran "en sus propios caminos" (Hech. 14: 16); había pasado por alto o "había tolerado" los tiempos de esa ignorancia (Hech. 17: 30); y debido a eso la rectitud y la justicia de Dios se habían oscurecido algo, y de ahí la necesidad de una manifestación pública o demostración. Ahora, al fin "en este tiempo" (Rom. 3: 26) el sacrificio de Cristo había proporcionado una manifestación tal. Cf. com. Juan 15: 22; Hech. 17: 30; Sant. 4: 17.
26.
En este tiempo.
O "en el tiempo de ahora". En el griego se emplea la palabra kairós tiene la idea de "momento oportuno". Durante siglos Dios había "tolerado" los pecados de los hombres (Hech. 17: 30), pero ahora, al fin, en "el cumplimiento del tiempo" (Gál. 4: 4; Efe. 1: 10) se había manifestado su justicia al enviar a su Hijo.
Justo.
Gr. díkaios, "recto". "Justo" y "recto" en el NT son traducciones de la misma palabra griega. El significado de la frase es "que se pueda ver que Dios es justo".
Y el que justifica.
O "y justificador" (BJ). La relación con la justicia de Dios sería más clara si esta parte del versículo se tradujera "para que él sea justo y justifique (o declare 504 justos)". Estos versículos reflejan el punto esencial del gran conflicto, el tema central en el plan de redención (ver com. vers. 4). Satanás había declarado que injusticia era incompatible con la misericordia, y que si la ley era quebrantada sería imposible que el pecador fuera perdonado (DTG 709). Cuando se produjo la rebelión del hombre y apareció el pecado, esto dio una nueva oportunidad a Satanás para que presentara sus arrogantes acusaciones contra el carácter de Dios y su gobierno. "Insistía en que Dios no podía ser justo y, al mismo tiempo, mostrar misericordia al pecador" (DTG 710).
Durante varios miles de años Dios toleró las acusaciones de Satanás y la rebelión del hombre. Durante todo ese tiempo el Señor fue desarrollando gradualmente su maravilloso plan, un plan que no sólo haría posible el perdón y la restauración de los pecadores, sino que también demostraría en los siglos venideros la absoluta perfección del carácter divino y la completa unión de la justicia y el amor en el gobierno divino.
Todo esto fue anticipado mediante emblemas, símbolos y profecías del AT. La demostración suprema se cumplió en la encarnación, la vida, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Entonces Dios quedó completamente vindicado ante el universo por haber pasado por alto, generosamente, los pecados anteriores de los hombres y por haber justificado a los que tenían fe. La vida y la muerte de Jesús demostraron para siempre cómo consideraba Dios el pecado (2 Cor. 5: 19; cf. DTG 711). Quedó demostrado eternamente el insondable amor de Dios por todas sus criaturas, un amor que no sólo podía perdonar, sino también hacer que los pecadores caídos se sintieran compungidos, tuvieran fe y prestaran perfecta obediencia. De ese modo fueron refutadas las acusaciones de Satanás y se aseguró eternamente la paz del universo. El carácter de Dios había sido vindicado ante el universo (ver PP 54-55).
Al que es de la fe de Jesús.
Es decir justifica al que tiene fe en Jesús (ver com. vers. 22). La justificación sólo es para la persona que acepta la revelación en Jesús de la justicia y del amor de Dios, para el que reconoce que es un ser perdido y condenado que necesita de un Redentor, y que después de encontrarlo, lo reconoce con confianza y le entrega todo su corazón.
27.
¿Dónde, pues, está la jactancia?
Como todos han pecado y no han podido establecer su propia justicia por las obras de la ley, y todos, sin excepción, dependen de la gracia de Dios para la justificación, es obvio que haya sido eliminada toda razón de jactancia en el ser humano. Probablemente se refiera en particular a las pretensiones de los judíos, que se enorgullecían de sus privilegios especiales (cap. 2: 17, 23).
Queda excluida.
O "eliminada" (BJ).
¿Por cuál ley?
Literalmente "¿por qué clase de ley?" En el texto griego "ley" no está precedida por el artículo (ver com. cap. 2: 12). Pablo usa "ley" en el sentido de un principio.
De las obras.
Es decir, la ley o principio de que la justificación proviene de hacer obras como manda una ley. Un principio tal no excluiría la jactancia, pues si un hombre pudiera alcanzar justificación y rectitud debido a que ha cumplido con las exigencias de una ley, podría tener algún derecho a enorgullecerse y jactarse (Rom. 4: 2; Efe. 2: 9); pero entonces no habría lugar para la gracia.
Por la ley de la fe.
Literalmente "por ley de fe", sin artículo (ver com. cap. 2: 12). Pablo se refiere al principio del Evangelio de que la justificación y la justicia provienen de la fe. La fe recibe con humildad y gratitud lo que Dios ha preparado, y esto no puede dejar lugar para la jactancia. "Qué es la justificación por la fe? Es la obra de Dios que abate en el polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que él no tiene la capacidad de hacer por sí mismo" (TM 456).
28.
Concluimos.
Gr. logízomai, palabra que se usa con el significado de "pensar" (cap. 2: 3), "contar" (cap. 4: 3), "computarse" (cap. 4: 4), "tener por cierto" (cap. 8: 18), "atribuir" (cap. 4: 6), o "pensar que" (cap. 14: 14). El sentido aquí parece ser "considerar", "sostener que".
Pues.
El orden de la frase griega sugiere que en este versículo se expresa la conclusión lógica de lo que ya se ha presentado en el vers. 27.
El hombre.
Gr. ánthrÇpos, término general usado para referirse al ser humano.
Justificado por fe.
El hecho de que la justificación sea por fe implica con claridad que ésta no es simplemente un reajuste impersonal de la condición legal en que el hombre se encuentra a la vista de Dios. La fe en Cristo implica una relación personal con el Redentor; significa amor y gratitud para con el 505 Salvador en respuesta a su amor por nosotros, los pecadores. Se basa en una profunda admiración por Jesús debido a todo lo que él es, con un sincero deseo de conocerlo mejor y llegar a ser como él es. Significa que confiamos enteramente y sin reservas en Cristo, hasta el punto en que nos sentimos dispuestos a aceptar plenamente lo que él nos dice y a seguir su conducción cualquiera que sea.
Sin una fe tal no puede haber justificación. El propósito de Dios no es sólo perdonar pecados pasados; su principal ideal es la restauración del hombre, y ésta sólo se puede experimentar por medió de una fe incondicional en Jesucristo. Por lo tanto, la justificación no puede ser separada de sus frutos: las experiencias transformadoras de la conversión, el nuevo nacimiento y el consiguiente crecimiento en la santificación. La fe que gozosamente acepta cada fase del programa divino para nuestra restauración y voluntariamente participa de ellas, es la que ha aceptado plenamente la justicia que Cristo imparte inmerecidamente en la justificación (ver com. vers. 22; cap. 4: 25; 5: 1).
Sin las obras de la ley.
Literalmente "sin obras de ley"; en el griego, "ley" está sin el artículo "la" (ver com. cap. 2: 12). El significa de esta frase es claro en el contexto de todo el capítulo. La base de todo sistema religioso falso ha sido la idea errónea de que la justificación se puede obtener mediante la obediencia a una ley; pero, ya lo hemos dicho, las obras realizadas para cumplir con una ley no pueden expiar los pecados pasados. No se puede ganar la justificación; ésta sólo puede recibirse por fe en el sacrificio expiatorio de Cristo. Por lo tanto, en este sentido las obras de la ley no tienen ninguna relación con la justificación. Ser justificados sin obras significa ser justificados sin que haya en nosotros mismos nada que merezca la justificación.
Pero esto no debe interpretarse como que la persona justificada por fe queda libre de las exigencias de la ley o de hacer buenas obras. La fe que justifica también produce la obediencia. Pablo destaca repetidas veces el lugar de las buenas obras en la vida del cristiano (1 Tim. 5: 10; 6: 18; 2 Tim. 3: 17; Tito 2: 7, 14; 3: 8; etc.); pero también aclara que esas buenas obras no ganan la justificación (Rom. 4: 2, 6; 9: 32; 11: 6; Gál. 2: 16; 3: 2, 5, 10; Efe. 2: 9; 2 Tim. 1: 9).
29.
¿Solamente Dios de los judíos?
Si la justificación es por la fe y no por las obras de la ley, está, sin excepción, a disposición de los gentiles, que no poseen la ley escrita, y de los judíos, que han sido más privilegiados. La salvación se ofrece con las mismas condiciones a los gentiles y a los judíos. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo" (Juan 3: 16); no lo dio sólo para los judíos. Él quiere "que todos los hombres sean salvos" (1 Tim. 2: 4). No era fácil que algunos dirigentes de la primitiva iglesia cristiana de origen judío, captaran este concepto del amor de Dios que abarca a todos (Hech. 10: 28, 34; 11: 1-3, 17-18; 15: 1, 8-11). Dios es imparcial (Rom. 2:11).
30.
Porque Dios es uno.
Pablo sabía que la idea de un Dios único era tan familiar para sus lectores como para él mismo, pero se expresa en esta forma para hacer más eficaz la lógica de su argumento. La más fundamental de todas las creencias judías era que Jehová es Dios único y el Dios de todos los reinos de la tierra (Deut. 6: 4; 2 Rey. 19: 15; Isa. 44: 6; 1 Cor. 8: 4-6; 1 Tim. 2: 4-6). Él "de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres. . ., [y] en él vivimos, y nos movemos, y somos" (Hech. 17: 26, 28). Este mismo y único Dios ofrece la justificación a todos los hombres por doquiera sobre la base de la fe, sin hacer "acepción de personas".
La circuncisión.
Es decir, los circuncidados, los judíos (Gál. 2: 9).
Por medio de la fe.
La fe a la cual ya se ha hecho referencia antes en este versículo. No es seguro que deba darse importancia a la diferencia de palabras entre esta frase y "por la fe". Algunos han considerado que su significado es, en esencia, el mismo. El énfasis se pone en la fe; ésta, y no la circuncisión, proporcionará justificación a los judíos. Y los gentiles, aunque no estuvieron circuncidados, también serían justificados por la misma fe que se exigía de los judíos.
31.
¿Por la fe invalidamos la ley?
En el texto griego "ley" no está precedida del artículo "la" (ver com. cap. 2: 12). Pablo ya ha dicho que la justicia de Dios se ha manifestado "aparte de la ley" (cap. 3: 21) y que el hombre es justificado por la fe "sin las obras de la ley" (vers. 28). Es evidente que comprende que estas afirmaciones suyas podrían hacer creer falsamente que la fe anula el principio de que haya una ley, y por eso el apóstol hace esta pregunta retórica, y se apresura a darle respuesta con una negativa inmediata y 506 categórica. Es cierto que Pablo "invalidó" la idea judaica de que la ley era un medio para obtener la justificación, y la insistencia, también judaica, de que los gentiles debían someterse al mismo método (Hech. 15: 1; Gál. 2: 16-19). Pero la ley, antes que ser abrogada, es confirmada en su verdadera función mediante el método dispuesto por Dios para justificar a los pecadores (ver com. Rom. 3: 28).
Invalidamos.
Gr. katargéÇ, "anular", "invalidar".
En ninguna manera.
Ver com. vers. 4.
Sino.
O "por el contrario". "Más bien" (BJ); "antes bien" (BC).
Confirmamos la ley.
Pablo destaca el lugar de la ley como un principio y, especialmente, en el contexto de este capítulo, tal como está incluido en la ley revelada del AT. Ya ha hablado del testimonio del AT en cuanto a las enseñanzas que pronto serían conocidas como el NT (vers. 21). Ahora afirma que la ley, vista como una revelación de la santa voluntad de Dios y de los eternos principios de moral, está plenamente respaldada y establecida por el Evangelio de la justificación por la fe en Jesucristo. Jesús vino a esta tierra para magnificar la ley (Isa. 42: 21; cf. Mat. 5: 17) y para revelar por su vida de obediencia perfecta que los cristianos pueden, mediante la gracia de Dios que suministra poder, obedecer la ley divina. El plan de la justificación por la fe revela cómo respetó Dios su ley, cuando fijó y proveyó el sacrificio expiatorio. Si la justificación por la fe invalidase la ley, entonces no habría habido necesidad de la muerte expiatorio de Cristo para liberar al pecador de sus pecados y restablecer su paz con Dios.
Además, la fe genuina implica en sí misma una disposición sin reservas de cumplir con la voluntad de Dios mediante una vida de obediencia a su ley (ver com. Rom. 3: 28). La fe verdadera, basada en amor pleno por el Salvador, sólo puede inducir a la obediencia. El hecho de que Cristo soportara un sufrimiento tal debido a nuestra transgresión de la ley de Dios, es uno de los motivos más poderosos que hay para la obediencia. Es muy difícil que estemos dispuestos a repetir errores que abrumen a nuestros amigos terrenales sumiéndoles en la desgracia. Por analogía, sólo podemos odiar los pecados que tanto afligieron a Cristo, el mejor Amigo de todos. Una de las grandes maravillas del plan de salvación es que hace posible la justificación del pecador por la fe y, además, le da el poder suficiente para producir en él el deseo y la capacidad de obedecer.
El plan de la justificación por la fe coloca a la ley en su debido lugar. El propósito de la ley es dar a conocer el pecado (vers. 20) y revelar la gran norma de justicia. El pecador que se mira en la ley ve sus pecados, y también su falta de cualidades positivas. De ese modo la ley lo conduce a Cristo y al Evangelio (Gál. 3: 24). Entonces la fe y el amor producen una nueva obediencia a la ley de Dios: la obediencia que emana de la fe (Rom. 1: 5; 16: 26), la obediencia del amor (cap. 13: 8, 10).
El conflicto final de la larga lucha entre Cristo y Satanás girará en torno de esta cuestión de la autoridad de la ley de Dios y de su función. El último gran engaño que Satanás presentará al mundo es que ya no se necesita obedecer completamente cada mandamiento de la ley de Dios (Apoc. 12: 17; 14: 12; cf. DTG 711-712).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
2 HAp 305; 2JT 205
4 1JT 171
11-12 PVGM 148
18 CN 426; 1JT 255; 2T 292, 630
20 CS 521; 1JT 262; 2T 449, 512
25 CS 514, 521
26 DTG 711; 2JT 336; 3JT 390; MJ 67; PVGM 127, 132; 4T 418
27-28 CC, 59
31 CS 521, 641; DMJ 47; PP 390, PVGM
99, 254. 507


ROMANOS CAPÍTULO 4         AUDIO   
1 La fe de Abrahán se le contó como justicia 10 antes de ser circuncidado. 13 El y sus descendientes recibieron la promesa sólo por la fe 16 Abrahán es el padre de todos los que creen. 24 Nuestra fe en Dios también se nos cuenta o atribuye como justicia.

1 ¿QUE, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
diciendo:
7 Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
11Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia;
12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.
14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.
15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros
17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.
19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.
20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;
22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,
24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,
25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.


1.
¿Qué, pues, diremos?
Expresión típica de Pablo, que sirve de nexo entre el pasaje precedente y lo que viene a continuación 508 (cf. cap. 6: 1; 7: 7; 9: 14, 30). Si el plan de la justificación por la fe excluye toda jactancia (cap. 3: 27) y no hace distinción entre judíos y gentiles (vers. 22-23), ¿qué pues diremos en cuanto al caso de Abrahán? Los judíos podían afirmar, sin duda, que el padre del pueblo escogido fue aceptado por Dios debido a sus grandes méritos. Pero Pablo continúa explicando, basado en la autoridad de las Sagradas Escrituras, que aun Abrahán fue justificado bajo las mismas condiciones en que se ofrece la justificación a los paganos. Aún más: Abrahán disfrutó de esta experiencia antes de ser circuncidado (cap. 4: 10). De modo que difícilmente podría acusarse a Pablo de que exponía una extraña y nueva doctrina cuando sostenía que la justificación sólo se alcanza por la fe. Y con justicia podía argumentar que estaba en completa armonía con el espíritu de la religión del AT cuando enseñaba que el mundo gentil, aunque estaba compuesto de incircuncisos, también podía ser justificado por la fe. La fe de Abrahán (Gén. 15: 6) es un ejemplo de justificación "aparte de la ley", y sin embargo "testificada por la ley" (Rom. 3: 21).
Que halló.
Aunque en algunos MSS faltan estas palabras, la evidencia textual favorece (cf. p. 10) la inclusión; pero ya sea que se las retenga o no, el propósito de Pablo es claro. La pregunta general: "¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión?" (cap. 3: 1) es contestada por medio de lo que le sucedió al gran patriarca. ¿En qué consistió realmente la innegable superioridad de Abrahán?
Abraham, nuestro padre.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la variante "Abraham nuestro antepasado". Los judíos se sentían muy orgullosos de que Abrahán fuese su progenitor, y un ejemplo tomado de su vida y conducta tendría mucha fuerza (ver com. Mat. 3: 9; Juan 8: 39-40, 53).
Según la carne.
Se ha vacilado un poco entre si esta frase debe relacionarse con "que halló" o con "nuestro padre". Con la primera relación leeríamos: "¿Qué, pues, diremos que Abraham nuestro padre ha hallado respecto a la carne?"; es decir, ¿fue justificado Abrahán por alguna cosa que tuviera que ver con la carne? La otra posible relación coincide con el texto tal como está en la RVR, y en este caso la referencia es a Abrahán como antepasado natural de los judíos. Ambas variantes son lógicas dentro del contexto. Otros ven una tercera relación posible: "¿Qué, pues, diremos? ¿Que hemos hallado que Abrahán [es] nuestro antepasado [sólo] según la carne?" (Lenski).
2.
Fue justificado.
Si Abrahán fue justificado como recompensa por sus obras de obediencia, ciertamente tendría algo por lo cual estar orgulloso. Pero en realidad Abrahán no tenía nada de qué jactarse delante de Dios. Pablo explica esto en los vers. 3-5. La verdad es que Abrahán no recibió su justificación como recompensa por sus obras, sino en la misma forma en que la reciben todos los otros creyentes.
3.
La Escritura.
Es una cita de Gén. 15: 6 (LXX). Este versículo es un comentario sobre la fe de Abrahán, cuando se le prometió que sus descendientes serían tan innumerables como las estrellas.
Creyó.
Gr. pisteúÇ, que se relaciona con el sustantivo pístis, "fe" (ver com. cap. 3: 3). Por lo tanto, la cita podría traducirse: "Abrahán tuvo fe en Dios", o "Abrahán puso su fe en Dios". La fe de Abrahán no fue simplemente una creencia en algo impersonal, sitio una confianza personal en Dios (ver com. cap. 3: 22).
Contado.
Gr. logízomai. La misma palabra se traduce como "atribuye", "imputa" (vers. 6, NC). En el griego clásico y en los papiros este término se usaba en asuntos de contabilidad. La fe de Abrahán fue acreditada a su haber para justificación. La palabra hebrea que se usa en Gén. 15: 6 (jashab) significa "pensar", "reputar", "considerar", "computar". "Elí la tuvo por ebria" (1 Sam. 1: 13). Ver cómo se usa jashab en Gén. 38: 15; 2 Sam. 19: 19; Sal. 32: 2; Isa. 10: 7; Jer. 36: 3; Ose. 8: 12.
Por justicia.
Las implicaciones legales de contar la fe de Abrahán como justicia han sido motivo de agitadas discusiones entre muchos estudiantes de la Biblia. Pero conviene advertir que es posible tratar el plan de la justificación por la fe en términos tan legalistas, que deja de ser justificación por la fe. Los judíos recibieron los principios de la justificación por la fe en el monte Sinaí, pero cono dieron un enfoque legalista a este plan para su restauración, pronto lo convirtieron en justificación por las obras.
El hecho de que la fe de Abrahán le fuera contada como justicia, no significa que su fe poseyera en sí misma algún mérito que pudiera ganar la justificación (ver Material Suplementario 509 de EGW com. cap. 4: 3-5). Fue la fe de Abrahán en Dios lo que se le contó como justicia. Esta fe es una relación, un modo de ver, una disposición del hombre hacia Dios. Implica estar dispuesto a recibir con gozo cualquier cosa que Dios pueda revelar, y hacer con gozo cualquier cosa que Dios pueda ordenar. Abrahán amó a Dios, confió en él y le obedeció, porque lo conocía y era su amigo (Sant. 2: 21-23). Su fe fue una relación genuina de amor, confianza y sumisión. Más aún: Abrahán conocía el Evangelio de salvación, y sabía que su justificación dependía del sacrificio expiatorio de Aquel que vendría (Gál. 3: 8; cf. Juan 8: 56). Cuando se estableció el pacto, a Abrahán "le fue revelado el plan de redención, en la muerte de Cristo, el gran sacrificio, y su venida en gloria" (PP 131). Abrahán creyó en la promesa referente al Mesías, y "la fe del patriarca se fijó en el Redentor que había de ver" (PP 150). Abrahán aceptó con agradecimiento y confianza la expiación hecha por Cristo y la justicia de Cristo en lugar de la suya. Esto le permitió que se le contara o acreditara la justicia de Cristo. Esta es la justificación por la fe de la cual disfruta todo creyente cristiano.
4.
Al que obra.
Es decir, que espera merecer así la justificación. Pablo toma su ilustración de la vida cotidiana. Este verbo comúnmente se usaba para describir el trabajo en un oficio para ganarse la vida (Hech. 18: 3; 1 Cor. 9: 6; 2 Tes. 3: 12).
Cuenta.
Gr. logízomai (ver com. vers. 3), palabra que podía usarse para referirse a algo que se acreditaba a una persona, ya le correspondiera o no. En este versículo, el salario del obrero se le "cuenta" o "acredita" como algo que le corresponde legalmente. En el vers. 8 Pablo habla de que no se "inculpa", o "imputa" (BJ), o "toma a cuenta" (BC) el pecado al pecador.
Salario.
Gr. misthós, "paga", "salario", "retribución" (ver Mat. 20: 8; Sant. 5: 4).
Como gracia.
Es decir, como un regalo (ver com. cap. 3: 24).
Como deuda.
"El obrero es digno de su salario" (Luc. 10: 7). Si es necesario puede reclamarlo ante un tribunal. Esto representa el método legalista de buscar la salvación. Si la justificación es una recompensa por las obras, Dios es nuestro deudor. No hay gracia.
5.
Al que no obra.
Es decir, a la persona que no intenta comprar la justificación por medio de sus obras. Pero esto no niega la necesidad de las buenas obras (ver com. cap. 3: 28). Pablo realza nuevamente la verdad fundamental de que el hombre no es justificado por obras, sino por la fe que lo hace participante de la vida y de la justicia de Dios, y de este modo genera e inspira buenas obras.
Cree en aquel.
O "tiene fe en aquel", "confía en aquel" (ver com. cap. 3: 3). Esta fe no es una simple creencia en la bondad de Dios, sino plena confianza en que él justifica a aquellos que no podrían ser justificados si se ejerciera justicia sin misericordia. No sólo implica confianza en las promesas de Dios, sino también una completa entrega del corazón y de la vida a Aquel en quien el creyente ha aprendido a confiar. Creer en Dios significa mucho más que considerar su Palabra como verdadera: equivale a una relación personal (ver com. cap. 4: 3).
Impío.
Gr. aseb's, una palabra más expresiva que "injusto". Describe al que no adora al verdadero Dios, como en el caso de un pagano, y en un sentido más general se refiere a una persona irreligioso e impía. Quizá Pablo escogió esta palabra para destacar el contraste entre la indignidad del hombre y la misericordia de Dios al justificarlo.
Su fe le es contada.
Es decir la fe de quien reconoce que es "impío", indigno e incapaz de justificarse a sí mismo por sus propias obras, pero confía plenamente en la misericordia de Dios para justificarlo. En contraste con la suficiencia propia del hombre que pretende que tiene derecho a la justificación como recompensa por sus buenas obras, la fe que es contada por justicia implica esencialmente que ha renunciado a todo mérito. Mediante la fe el pecador arrepentido presenta delante de Dios los méritos de Cristo, y el Señor le abona a su favor la obediencia del Hijo de Dios (ver Material Suplementario de EGW com. cap. 4: 3-5).
Como lo hemos expresado antes, la palabra "fe" no implica únicamente una transacción legal, sino la aceptación gozosa de una nueva vida de amor, obediencia y transformación. La justicia de Cristo revelada en su vida perfecta y en su muerte expiatorio ha hecho posible que Dios sea justo ante los ojos del universo, y el que justifica a todo aquel que tiene fe en Jesús (ver com. cap. 3: 26). La aceptación de la justicia de Cristo por la fe hace posible que el pasado pecaminoso del 510 pecador sea cubierto y que su yo dominado por el pecado sea transformado.
6.
Como también David.
Una cita de Sal. 32: 1-2, que concuerda con la LXX y no con el texto masorético. Pablo cita la declaración de David para confirmar y explicar más ampliamente su interpretación del caso de Abrahán, el cual resume en Rom. 4: 9. En esta forma se añade una prueba más de que la doctrina de la justificación por la fe, sin tomar en cuenta obras, tiene un sólido apoyo en el AT y así era comprendida por los más eminentes judíos.
Habla de la bienaventuranza.
Literalmente "habla la bienaventuranza", que es la traducción preferida por muchos intérpretes. Sin embargo, otros prefieren dejar con Dios el pronunciamiento de la bienaventuranza. Esto corresponde con la traducción de la RVR: "David habla de la bienaventuranza", pero ni la concede ni la proclama.
Atribuye.
Gr. logízomai (ver com. vers. 3). Reconocer justicia es esencialmente lo mismo que justificar. El propósito del Sal. 32, del cual está citando Pablo, es mostrar la bienaventuranza del hombre que es perdonado, cuyos pecados no le son atribuidos y que, por lo tanto, es tratado como una persona justa. Ya no se le considera más como un pecador rebelde, sino como un amigo de Dios.
Sin obras.
David no usa estas palabras, pero la idea está implícita en el salmo. Las obras no tienen absolutamente ningún valor para expiar las iniquidades pasadas (ver com. cap. 3: 28).
7.
Bienaventurados.
Gr. makários, que también puede traducirse "feliz". Se usa la misma palabra en las bienaventuranzas (ver com. Mat. 5: 3).
Iniquidades.
Gr. anomía, literalmente "ilegalidad", "violación de la ley".
Pecados.
Gr. hamártema, "fracaso", "falta", pecado y desviación de toda clase.
Cubiertos.
Gr. epikalúptÇ, literalmente "cubiertos como con mortaja", "velados". En el NT esta palabra sólo aparece aquí.
8.
A quien.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) la variante "de quien", "cuyo". Así es posible la traducción: "Bienaventurado es el varón cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta".
No inculpa de pecado.
Es decir, el Señor no debitará o computará su pecado contra él. Este es el lado negativo de la justificación, el perdón de los pecados pasados. El lado positivo, como se expresa en los vers. 3, 5-6, 9, 11, 22, es la imputación de justicia. Ambos aspectos son inseparables. Destacar lo primero -pensar en la justificación únicamente como perdón y remisión- puede despojar a esta experiencia de una parte de su poder reconciliador y vivificador. La comprensión positiva de que Dios no sólo me ha perdonado sino que también me ha imputado la justicia de Cristo, no sólo me llena de gratitud sino también de esperanza y anhelo para el futuro. Dios anhela no sólo perdonarme sino también restaurar mi comunión con él. Pensar en la justificación sencillamente como un perdón es quizá ocuparse demasiado del pasado. Dios desea que yo sepa que no sólo me ha perdonado sino que también está preparado para tratarme como si yo nunca hubiera pecado (ver CC 62). Mi pasado no será presentado más contra mí. De hoy en adelante seré tratado como un amigo, aun como un hijo (1 Juan 3: 1-2). De ese modo Cristo me proporciona un nuevo comienzo revitalizador. Él ha hecho todo lo posible para mi reconciliación completa. Y la comprensión por la fe del significado de la experiencia de la justificación, me infunde valor y determinación para el futuro. Sé que el perfecto carácter de Cristo, que me ha sido imputado en la justificación, desde ahora en adelante puede serme impartido en la santificación, para transformar mi carácter a semejanza del suyo. Por lo tanto, aunque la justificación tiene que ver primeramente con el pasado, no sólo representa el fin de una vida de descarrío y rebelión, sino también -y esto es lo más importante- el comienzo de una nueva vida de amor y obediencia.
El Catecismo evangélico de Heidelberg (evangélico), publicado por primera vez en 1563, explica la justificación con estas palabras: "¿Cómo eres justo delante de Dios? Respuesta. Sólo mediante fe verdadera en Jesucristo; es decir, aunque mi conciencia me acusa de que he pecado gravemente contra todos los mandamientos de Dios y nunca he guardado ninguno de ellos, y aunque todavía sigo teniendo inclinación a todo mal, sin embargo Dios, sin mérito alguno mío y por pura gracia, y si sólo acepto un beneficio tal con corazón creyente, me concede e imputa la perfecta reparación, justicia y santidad de Cristo, como si yo nunca hubiera cometido o tenido pecado alguno, y hubiera cumplido toda la obediencia que Cristo ha cumplido por mí". Compárese 511 con el Material Suplementario de EGW com. Rom. 4: 3-5.
9.
¿Es, pues, esta bienaventuranza?
O "¿es esta declaración de bienaventuranza?" En este pasaje no hay verbo en el griego. Pablo ahora se prepara para dar respuesta a la posible objeción de que si bien es cierto que evidentemente se debe admitir que la justificación es por la fe y no por las obras, sin embargo, el hecho de que David y Abrahán hubieran obedecido la ley de la circuncisión debe ciertamente haber tenido alguna relación con la justificación de ellos. Si se acepta esto, entonces no hay duda de que los que están circuncidados deben tener alguna ventaja en este plan de justificación. Pablo da respuesta a este argumento destacando que Abrahán fue justificado antes de ser circuncidado. La verdad es que Abrahán no fue circuncidado sino hasta los 99 años de edad, cuando su hijo Ismael tenía 13 (Gén. 17: 1, 10-11, 24-25). La expresión de fe de Abrahán en la promesa de Dios ocurrió antes de que naciera Ismael (Gén. 15: 6).
La circuncisión.
Es decir, los judíos, que están circuncidados.
10.
¿Cómo, pues, le fue contada?
O ¿en qué circunstancias estaba Abrahán cuando fue justificado? ¿Experimentó esto antes o después de que fue circuncidado? El AT dice con claridad que su justificación fue mucho antes de su circuncisión (Gén. 15: 6; cf. cap. 17: 24).
11.
Circuncisión como señal.
Cuando Dios instituyó la circuncisión, dijo: "Será por señal del pacto entre mí y vosotros" (Gén. 17: 11).
Como sello.
Gr. sfragís. Esta palabra se aplicaba a ciertas marcas mediante las cuales se confirmaban o autenticaban los contratos y convenios, o se aplicaba al instrumento mediante el cual se hacían las marcas (1 Cor. 9: 2; 2 Tim. 2: 19; Apoc. 5: 1; 7: 2). La circuncisión tuvo el propósito de ser una marca externa que significaba la ratificación del pacto hecho con Abrahán y la confirmación de su experiencia previa de justificación por la fe. Por lo tanto, la circuncisión no podía ser considerada como la razón para que un hombre fuera aceptado por Dios y recibiera el favor divino, pues sólo fue una señal y un sello para Abrahán y sus descendientes, de la justificación que proviene de la fe. La circuncisión no confería justificación; sólo era una evidencia externa de ella. Algo similar ocurre con los cristianos: el rito del bautismo no proporciona justificación, sino que sólo puede ser considerado como señal y sello de la fe y de la justificación que se experimenta antes del bautismo.
La justicia de la fe.
O "la justicia por la fe". Compárese con la frase "obedezcan a la fe" (cap. 16: 26); "obediencia de la fe" (BC, BJ).
Padre.
Es decir, el padre espiritual. Abrahán es el antepasado de los que tienen fe, y como tal, modelo y ejemplo. Los que siguen en sus pisadas son considerados como sus hijos espirituales (Luc. 19: 9; Juan 8: 39; Gál. 3: 7, 29).
Creyentes.
El don de la salvación se ofrece en los mismos términos a todos los hombres por doquiera, estén circuncidados o no (cap. 3: 29-30). Abrahán y todos sus verdaderos hijos han cumplido con esas condiciones. La fe es el vínculo de unión en esa familia espiritual. Algunos miembros de ella poseen la señal externa de esta fe; otros no. El pertenecer a ella no depende de tener la señal sino más bien de poseer lo que esa señal tenía el propósito de representar.
Si no se hubiese perdido el significado original de la circuncisión, los judíos siempre habrían recordado los alcances universales del plan de salvación mediante el cual se ofrece a todos los creyentes la imputación de la justicia. De esa manera habrían estado más dispuestos a cooperar con Dios en el cumplimiento del significado espiritual de sus promesas para Abrahán, de que él sería el padre de "muchedumbre de gentes" o naciones (Gén. 17: 4), y de que en él serían benditas todas las familias de la tierra (cap. 12: 3).
12.
Padre de la circuncisión.
O padre de los circuncidados, lo cual debe relacionarse con las palabras "para que fuese" (vers. 11). El propósito de Dios era que Abrahán transmitiera el rito de la circuncisión a todos sus descendientes carnales, para que fuera una señal de la fe que debían compartir con él. Si se entiende correctamente se verá que Pablo no disminuyó el significado de la circuncisión (ver cap. 3: 1-2). Era un privilegio ser miembro de la raza elegida y llevar el sello de la justificación por la fe.
Para los que no solamente son de la circuncisión.
Abrahán era el antepasado literal de todos los judíos circuncidados, y también el padre, según se usa el término en este contexto, de sólo los que recibieron la circuncisión con el mismo espíritu y fe de él. La circuncisión 512 no tenía valor en sí misma, pero sí lo tenía cuando estaba unida a una fe semejante a la de Abrahán. Era una marca o sello de sus verdaderos descendientes (cap. 2: 28-29; 9: 6-7).
Siguen.
Gr. stoijéÇ, "seguir a una persona [o cosa]", "estar en línea con", "concordar con", "someterse a". Como término militar significa "alinearse". Compárese con el uso de stoijéÇ en Gál. 5: 25; Fil. 3: 16. Abrahán es el padre de aquellos que no sólo están circuncidados sino que también "siguen las pisadas" y el ejemplo de la fe que él tuvo antes de ser circuncidado. El ejemplo de la fe de Abrahán proyecta una luz adicional al significado de la fe genuina. Su fe no fue una experiencia transitoria, sino el hábito de toda una vida que se manifestó en una obediencia continua y en buenas obras. Dios mismo testificó que "oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes" (Gén. 26: 5).
13.
No por la ley.
Gr. "no por ley", sin el artículo (ver com. cap. 2: 12). Esta frase se halla al comienzo de la oración, quizá para darle énfasis: "Porque no mediante ley la promesa a Abraham". Este razonamiento de Pablo se parece mucho al que presenta en Gál. 3: 18. Allí "ley", sin el artículo (ver com. Rom. 2: 12), es un principio opuesto a "promesa". La herencia no puede depender de la ley, porque Dios la ha concedido a Abrahán mediante una promesa. En este caso (cap. 4: 13), ambas, "ley" y "justicia de fe", están sin artículo y son dos principios que contrastan. Pablo afirma que debe comprenderse la promesa y tino debe apropiarse de ella "no por la ley" (cf. vers. 14-15), sino "por la justicia de la fe" (cf. vers. 16-17).
Heredero del mundo.
Esta expresión no está exactamente así en ninguna de las promesas hechas a Abrahán. Pablo quizá resuma todas las promesas en esta expresión abarcante, o tal vez se refiere en forma especial a la más amplia de todas las promesas: "En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gén. 22: 18). Esta fue "la bendición de Abraham" que habría de extenderse también a los gentiles por medio de Jesucristo (Gál. 3: 14). Todos los que son de Cristo ciertamente son "linaje de Abraham" y "herederos según la promesa" (Gál. 3: 29). Puesto que el reino de Cristo llenará toda la tierra, sin duda Abrahán y su linaje serán herederos del mundo. La promesa se cumplirá literalmente cuando los reinos de este mundo sean dados al "pueblo de los santos del Altísimo" y Cristo reine con ellos para siempre jamás (Dan. 7: 27).
14.
De la ley.
Literalmente "de ley", sin el artículo (ver com. cap. 2: 12). Los que aquí se describen son los que dependen de su propia obediencia para lograr la justificación; es decir, son legalistas.
Vana.
Si los legalistas heredan el reino, entonces la fe queda vacía de todo significado, y no hay razón para que Dios alabe a Abrahán.
Anulada.
Gr. katargéÇ, "anular", "invalidar" (ver com. cap. 3: 3). Si el cumplimiento de la promesa dependiera de nuestra obediencia legalista, de ninguna manera podría cumplirse. Pablo explica el porqué (cap. 4: 15; cf. Gál. 3: 17-19).
15.
La ley produce ira.
Los legalistas que dependen de la obediencia a la ley para la justificación de los pecados, basan su esperanza en una falsa suposición. La función de la ley es revelar el pecado (cap. 3: 20) y mostrar que es transgresión de la voluntad de Dios. Pero lejos de justificar al pecador o de proporcionarle paz, lo condena y atrae sobre él la ira de Dios. Como Pablo ya ha demostrado que todos los hombres han pecado (cap. 1-3), se deduce que cualquiera que intente justificarse por la ley sólo se verá rodeado de ira y condenación. De manera que la ley puede reducir el efecto contrario del que se propone la promesa.
Pablo no está negando con este versículo la necesidad de que haya ley. Sólo está aclarando la función de la ley dentro del plan de salvación (ver com. Rom. 3: 20, 31; cf. Gál. 3: 21).
Tampoco hay transgresión.
O sea que no hay desobediencia a un mandamiento conocido. Pablo parece estar usando este argumento negativo para sostener la verdad de su afirmación positiva: donde existe una ley hay transgresión, y la ira amenaza. Está tratando de aclarar a los legalistas que si la justificación no es por la fe sino por la ley, no hay esperanza de salvación. En el caso concreto de los judíos: tienen una ley y todos han transgredido sus principios, por lo tanto, todos están ahora expuestos al castigo de la transgresión; y si no se extiende a ellos la promesa de la justificación sin las obras de la ley, están completamente sin esperanza.
16.
Por tanto, es por fe.
El texto griego dice "por esto de fe". Puede entenderse que 513 la promesa de la fe "depende" (BJ), o viene por fe, o que se recibe por fe. Lo que depende de la fe es la promesa (vers. 13), o la herencia (vers. 14), o hablando en términos generales, se dice que la fe es la forma de obtener la salvación. Puesto que la ley tan sólo produce condenación, la justificación y la salvación deben provenir de la fe, como fue en el caso de Abrahán (Gál. 3: 11-12).
Por gracia.
Ver com. cap. 3: 24. En este capítulo Pablo está contrastando la ley, las obras y los méritos con la promesa, la fe y la gracia. El legalismo trata de obtener la salvación por medio de los tres primeros; pero este sistema está condenado al fracaso por las razones ya expuestas. La salvación sólo puede producirse por medio de la gracia, la promesa y la fe, pues Dios debe suplir la completa impotencia del hombre. Más aún: la gracia y el amor de Dios son los que hacen que el pecador obtenga la reconciliación y vuelva a una vida de fe.
A fin de que.
O "con el propósito".
Firme.
Gr. bébaios, "establecida", lo opuesto de "anulada" (vers. 14). Si la promesa dependiera de la perfecta conformidad del hombre con la ley, no sería firme, pues sólo la obediencia de Cristo ha sido perfecta. Pero la promesa es firme para toda la descendencia de Abrahán, tanto judíos como gentiles, pues su única condición es la respuesta de la fe ante la gracia de Dios.
Toda su descendencia.
Es decir, todos los creyentes (Gál. 3: 29). Pablo los divide en dos clases.
De la ley.
Es decir, para los creyentes judíos, que poseían la ley. El artículo se usa aquí en el griego (ver com. cap. 2: 12).
De la fe.
O sea los gentiles creyentes.
Padre de todos nosotros.
Judíos y gentiles creyentes constituyen la familia de la cual Abrahán es el padre espiritual (ver com. vers. 11).
17.
Está escrito.
Una cita de Gén. 17: 5. Cuando se le hizo la promesa, el nombre de Abram fue cambiado a Abraham (o Abrahán en su forma más castiza). Ver com. Gén. 17: 5. Pablo interpreta esta promesa como una referencia a la paternidad espiritual de Abrahán.
Te he puesto.
Gr. títh'mi, "nombrar", constituir". El verbo hebreo usado en Gén. 17: 5 también puede traducirse de esa manera. En Mat. 24: 51; Juan 15: 16 y Hech. 13: 47 el mismo verbo griego se ha traducido con alguna forma de "poner". La traducción de la RVR correspondiente a 1 Tim. 2: 7 es "fui constituido".
Delante.
O mejor "en la presencia de". Esta frase podría relacionarse con las palabras que están inmediatamente antes del paréntesis que contiene la cita de Gén. 17: 5. Entonces el pasaje diría así: "El cual es padre de todos nosotros en la presencia de Dios, a quien creyó". O la frase podría también relacionarse con la primera parte del versículo previo, para destacar la seguridad de la garantía de la promesa de Dios.
Quizá Pablo esté recordando el momento cuando Abrahán conversó con Dios y aceptó por fe, en la presencia del Señor, la promesa divina de que sería el padre de muchas naciones (Gén. 17: 1-4). Para los hombres era imposible que se cumpliera esa promesa; pero Abrahán, como amigo de Dios, se mantuvo en la presencia del Creador omnipotente que podía predecir el futuro y hacer que se cumplieran las órdenes divinas. Y mientras Abrahán permanecía allí fue constituido como el padre de muchas naciones.
El caso de Abrahán es un símbolo del de todos los creyentes. Dios promete la restauración perfecta para el pecador, y humanamente hablando no parece posible que alguna vez pueda cumplirse la promesa. Pero la promesa es segura, pues nos es dada por Aquel que nos ve y nos conoce a todos, el Dios que posee el poder creador para transformarnos de nuevo a su imagen. Todo lo que se nos pide es que lo aceptemos por fe como lo hizo Abrahán.
Da vida a los muertos.
El poder de Dios que obra milagros con frecuencia es presentado en la Biblia como el poder que puede dar vida a los muertos (Deut. 32: 39; 1 Sam. 2: 6; Isa. 26: 19; Juan 5: 21; 2 Cor. 1: 9).
No es del todo clara la razón por la cual Pablo se refiere en este versículo al poder de Dios para resucitar. Parece que por lo general se concuerda en que Pablo está pensando, en primer lugar, en las circunstancias del nacimiento de Isaac (Rom. 4: 19) y, luego, en la resurrección de Cristo (vers. 24; cf. Heb. 11: 19).
Llama las cosas.
La parte final de este versículo dice literalmente: "Llama lo no existente como existente", lo cual podría entenderse que Dios llama a la existencia lo que no existe, o que Dios habla de cosas que no existen como si existieran. También podría 514 haber aquí una remota referencia a la invitación hecha a los gentiles, quienes aunque aún no eran pueblo de Dios estaban incluidos en la promesa, como si lo fueran. "Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada" (Rom. 9: 25; cf. Ose. 1: 9-10).
Todas estas interpretaciones en realidad podrían implicar el mismo pensamiento. Dios le promete a Abrahán que será el padre de muchas naciones que aún no existían en el tiempo cuando tampoco tenía un heredero, e incluso había pasado de la edad en que en forma natural podría esperar tenerlo (Rom. 4: 19); pero Abrahán tuvo fe para creer que Dios podía dar vida a su cuerpo muerto y llamar a la existencia las cosas prometidas, de las cuales Dios habla en su presciencia como si ya existieran. La fe cristiana no debe ser menor, y en los versículos siguientes Pablo presenta la fe de Abrahán como un ejemplo.
18.
Contra esperanza.
A pesar de las circunstancias aparentemente desesperadas, Abrahán continuó ejerciendo fe y esperanza. "Contra esperanza" se refiere al hecho de que la edad hacía imposible el cumplimiento de la promesa en su forma natural. La segunda "esperanza" era la inspirada por la palabra de la promesa de Dios.
Para llegar a ser.
O "para que así llegara a ser". Puede entenderse que se refiere al relatado de la fe de Abrahán: "y así llegó a ser el padre de muchas naciones". O podría referirse al propósito de Dios para Abrahán: "él creyó para que, de acuerdo con el propósito de Dios, pudiera llegar a ser el padre de muchas naciones"; o a la esperanza de Abrahán y a su aspiración de que pudiera llegar a ser todo lo que fue prometido. Creyó con la plena intención de llegar a ser lo que Dios le había prometido: el "padre de muchas gentes".
Lo que se le había dicho.
Es decir, la promesa de Gén. 15: 5, que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas.
19.
No se debilitó en la fe.
"No vaciló en su fe" (BJ); "y sin desmayar en la fe" (BC); "y no flaqueó en la fe" (NC).
Al considerar su cuerpo.
La evidencia textual se inclina por (cf. p. 10) el texto que sirve de base a la RVR; sin embargo, algunos MSS tienen una negación que permitiría traducir "No desfalleció en su fe ni tuvo en cuenta su cuerpo ya muerto" (BJ, nota). En este caso puede entenderse que Pablo se refiere al relato de Gén. 15: 1-6. En aquella ocasión Abrahán no pensó en las dificultades que se oponían a la promesa, sino que la aceptó inmediatamente. Si se sigue el texto omitiendo la negación, como está en la RVR, podría entenderse que la referencia es a lo registrado en Gén. 17: 17, de donde evidentemente Pablo toma algunas de sus expresiones. En esa ocasión Abrahán tuvo en cuenta las circunstancias desfavorables -que Sara y él habían pasado hacía muchos años la edad normal para tener hijos-, pero su fe no se debilitó. Una fe que persiste ante dificultades plenamente reconocidas es, en realidad, mayor que una fe que simplemente las ignora.
Muerto.
Es decir, incapaz de procrear (cf. Heb. 11: 12). La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la inclusión de "ya". La primera promesa de un hijo le fue hecha a Abrahán antes del nacimiento de Ismael (Gén. 15: 3-4), y ya tenía 86 años cuando nació Ismael (cap. 16: 16). La segunda promesa ocurrió cuando tenía 99 años (Gén. 17: 1), aunque él dijo que tenía "cien", y Sara probablemente tenía 89 (vers. 17).
Esterilidad.
Cf. Gén. 18: 11.
20.
Tampoco dudó.
O "no vaciló". El verbo griego implica una lucha mental; él no la tuvo.
Se fortaleció en fe.
O "fue fortalecido en [o por] la fe". Su fe crecía a medida que la ejercía. O podría significar que Abrahán mismo recibió poder por medio de su fe. No vaciló debido a incredulidad, sino que, por el contrario, su fe le dio fuerza. En otro pasaje Pablo afirma que "Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir" (Heb. 11: 11); lo cual parecería confirmar la segunda interpretación, aunque la primera indudablemente corresponde con lo que experimentó Abrahán.
Dando gloria a Dios.
Esto no implica necesariamente una expresión de alabanza con palabras, sino que podría referirse a cualquier cosa que tienda a glorificar a Dios, y sea en pensamientos, palabras o hechos (cf. Jos. 7: 19; Jer. 13: 16; Luc. 17: 18; Juan 9: 24 Hech. 12: 23). Abrahán dio gloria a Dios mediante su firme confianza en las promesas de Dios, y de esa manera reconoció su omnipotencia. Todos los que creen en las promesa divinas honran a Dios en forma semejante dan testimonio de que Dios es digno de confianza. Abrahán también dio gloria a Dios en sus hechos y pensamientos por medio de su pronta obediencia (Gén. 17: 22-23). 515
21.
Plenamente convencido.
Gr. pl'roforéÇ, "llenar plenamente". En la voz pasiva que aquí se usa significa estar lleno, completo o convencido de algo. Pablo usa el mismo verbo para exhortar a Timoteo (2 Tim. 4: 5) al cumplimiento de su tarea: "desempeña a la perfección tu ministerio" (BJ). Pablo usa además este verbo para expresar el propósito de Dios de que por su medio "se proclamará plenamente el mensaje" (2 Tim. 4: 17, BJ). En este caso tampoco es muy expresiva la traducción de la RVR: "Fuese cumplida la predicación". En Luc. 1: 1 equivale a la frase: "han sido ciertísimas" o "del todo certificadas" (VM).
La verdadera fe significa convicción. La vida de fe es una vida de confianza y seguridad. Por eso Pablo podía decir: "Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (2 Tim. 1: 12). Es un error suponer que la falta de una convicción tal es una evidencia de humildad; por el contrario, poner en duda las promesas de Dios o su amor es deshonrar al Señor, porque dudar es cuestionar su carácter y su palabra (ver TM 518-519). A muchos les parece más difícil creer que Dios pueda amarlos y perdonarlos, a pesar de su pecaminosidad, que lo que le costó al anciano patriarca creer que sería el padre de "muchas gentes"; pero en ambos casos es necesaria la completa confianza en que Dios puede hacer lo que para nosotros es imposible. El pecador honra tanto a Dios cuando confía en su gracia como cuando Abrahán lo honró confiando en su poder.
Poderoso.
Gr. dunatós. Este expresivo vocablo griego también aparece en Luc. 24: 19; Hech. 18: 24; 2 Cor. 10: 4. Cuando Abrahán aceptó la promesa no fue la única ocasión en que demostró confianza en el poder de Dios. Su fe fue igualmente implícita y vigorosa cuando se le pidió que sacrificara al hijo de la promesa (Heb. 11: 19).
El propósito del discurso en cuanto a Abrahán es mostrar, basándose en Gén. 17: 15-22; 18: 9-15, cómo la fe de Abrahán en la promesa de un descendiente por medio de Sara corresponde, en esencia, con nuestra fe "en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro" (Rom. 4: 24). Abrahán tuvo fe en un poder divino, sobrenatural, en Aquel que puede infundir vida a lo que humanamente está muerto. Y así como la fe de Abrahán en la promesa del nacimiento de Isaac implicaba fe adicional en el cumplimiento de todas las promesas mediante Isaac, así también la fe del cristiano en la resurrección de Cristo implica tener fe en todo lo que significa y nos asegura ese acontecimiento. No sólo en el caso que aquí se presenta, sino en toda su vida como se registra en Génesis, Abrahán se destaca como un ejemplo de fe continua en una orden divina, fe que va más allá de lo que alcanza a ver la vista humana.
Lo que había prometido.
Dios era el que había hecho la promesa, y por lo tanto Abrahán creyó sin preguntar. La fe en Dios es esencialmente una relación entre dos personas. El conocimiento que Abrahán tenía de Dios y su confianza en el Eterno eran de tal naturaleza, que el patriarca estuvo dispuesto a aceptar todo lo que Dios decía y a obedecer todo lo que él le ordenaba.
22.
Por lo cual.
Se refiere al contexto precedente (vers. 18-21). Fue la fe firme de Abrahán de que Dios podía cumplir todo lo que había prometido, y que lo haría, lo que se le contó como justicia. El análisis que hace Pablo del caso de Abrahán es una evidencia adicional en cuanto a la clase de fe que puede computarse de esa manera. La fe que animaba a Abrahán no era una simple creencia en que Dios estaba diciendo la verdad. Su vida de confianza consecuente y firme obediencia, a pesar de la evidencia natural que pudiera haberlo tentado a pensar y a proceder de otra manera, revela que su fe era una genuina relación personal con Dios. Abrahán creyó a Dios (vers. 3, 17); es decir, depositó su fe en Dios, no en algo impersonal. Su fe no se afianzó en una doctrina o en un credo, sino en una Persona. Por eso fue posible que Abrahán aceptara y obedeciera todo lo que el Señor le prometía o le ordenaba, aun cuando, humanamente hablando, parecía irrazonable suponer que tales promesas y órdenes jamás pudieran ser cumplidas.
La fe del cristiano no debe ser menor ahora que aquella fe de Abrahán (PVGM 254). Nuestras vidas revelarán claramente si estamos disfrutando de esa experiencia o no.
En ninguno de estos versículos que hablan de computar la justicia, o de atribuir (o imputar) la fe como justicia, se afirma explícitamente que la justicia de Cristo es imputada al creyente; sin embargo, eso está implícito en el significado pleno de la experiencia de la justificación por la fe, tal como se entiende a la luz de todo el gran plan de Dios para la 516 restauración del hombre (ver com. vers. 3, 5, 8; cf. com. cap. 3: 25-26, 28). La ley demanda justicia, la cual el hombre es incapaz de poseer. Pero mientras Jesús estuvo en la tierra vivió una vida de rectitud y manifestó un carácter perfecto, y ambos los ofrece como dádiva a los que los pidan de él. Su vida ocupa el lugar de la del hombre (ver DTG 710; Material Suplementario de EGW com. cap. 4: 35). Debido a la vida perfecta de Cristo que culminó con su muerte expiatoria, es posible que yo sea tratado como si hubiera cumplido los requerimientos de la ley. Así es como se me imputa o atribuye la justicia de Cristo.
23.
No solamente con respecto a él.
Pablo no sólo se ocupa de la interpretación histórica de las Escrituras, sino también de su aplicación práctica a la vida del cristiano.
24.
También con respecto a nosotros.
Para que la experiencia de Abrahán no fuera sólo un hecho histórico, un ejemplo (ver com. Rom. 4: 21: cf. cap. 15: 4; 1 Cor. 10: 11), sino especialmente para asegurarnos que la justicia nos será imputada lo mismo que a él.
A los que creemos.
Literalmente "a los creyentes", es decir, aquellos a quienes la fe les será contada por justicia.
En el que.
Pablo pone de relieve que la fe que es contada por justicia debe ser depositada en Dios como Persona. De esta manera la fe no es simplemente una convicción de la verdad de un hecho histórico, sino una relación entre dos personas. La misma Persona en quien Abrahán confió para el cumplimiento de la promesa, es Aquel cuyo poder y fidelidad se han manifestado en una era posterior mediante la resurrección de Cristo, y en quien, por lo tanto, los creyentes cristianos tienen toda razón para confiar.
Levantó de los muertos a Jesús.
La fe del cristiano es similar a la de Abrahán no sólo en que es una fe personal en Dios, sino también en que es una fe en Dios como quien tiene el poder de resucitar a los muertos. Así como Abrahán puso su fe en una promesa divina que sólo podía cumplir el poder vivificador y creador de Dios (vers. 17), de la misma manera confían los cristianos para la justificación y redención en Aquel que ya resucitó a Jesús de los muertos con ese mismo propósito.
Sólo mediante la acción del poder creador de Dios es posible que el hombre caído sea restaurado a la imagen de Dios en la cual fue creado. La resurrección de Jesús es la seguridad suprema para nosotros de que el poder vivificador de Dios puede triunfar sobre la muerte y de que, por medio de la fe, ese mismo poder creador está a nuestra disposición para restaurar la imagen de Dios en nosotros. La resurrección de Cristo fue un triunfo del omnímodo poder de Dios, similar -aunque mucho mayor- a la procreación de Isaac mediante el cuerpo "muerto" de Abrahán. Por la fe en el milagro de la resurrección, con todo lo que esto implica, se repite espiritualmente en nosotros la resurrección cuando nos convertimos en nuevas criaturas en Cristo y caminamos con él en una vida nueva (Rom. 6: 4; Efe. 1: 19-20; Col. 3: 1).
25.
Fue entregado.
Gr. paradídÇmi. Este verbo significa básicamente "entregar algo a otro". Se usa en los Evangelios para señalar la forma como Cristo fue traicionado (Mat. 10: 4; 17: 22; Juan 6: 64, 71).
Por.
O "debido a". Se sobreentiende que Jesús fue entregado debido a nuestras transgresiones, es decir, como resultado de ellas o a fin de expiarlas. En realidad, ambos elementos están implicados, pues la muerte de Cristo fue el resultado de nuestras transgresiones, y el propósito de Dios era que mediante esa muerte se hiciera expiación por nuestros pecados.
Transgresiones.
Gr. paráptÇma, "paso en falso", "equivocación". Esta palabra se ha traducido como "ofensas" en Mat. 6: 14 y "falta" en Gál. 6: 1.
Para nuestra justificación.
O "a causa de nuestra justificación", con el significado de "teniendo en cuenta nuestra justificación". La afirmación de Pablo de que nuestra justificación no sólo depende de la muerte de Cristo sino también de su resurrección, aclara el significado de la experiencia de ser contado como justo por Dios (ver com. cap. 3: 20, 28). Lo que más le interesa a Dios no es el pasado pecaminoso del hombre, sino su restauración futura. La justificación no es solamente perdón, también es reconciliación, el restablecimiento de una nueva relación, la experiencia de ser puesto en armonía con Dios. Esta vida nueva sólo es posible mediante la fe en el Cristo que vive "siempre para interceder por" nosotros (Heb. 7: 25). La justificación sólo se concede a los que aceptan todo el plan de Dios de justificación por la fe en Cristo y se entregan a él. Esto significa amar al Cristo viviente y depender de él para 517 la intercesión y el poder transformador. Nuestro Señor se dio a sí mismo por nosotros en la cruz y se da a nosotros mediante su resurrección.
Además, la resurrección de Cristo nos asegura que lo que fue hecho para nuestra redención ha sido aprobado por el Padre (Hech. 2: 36; 3: 13-15; 1 Cor. 15: 15, 17-18) y que se está cumpliendo el propósito de Dios mediante Cristo (Hech. 17: 31). La resurrección prueba que era verdad lo que Cristo afirmaba de sí mismo (ver com. Rom. 1: 4) y confirma la certidumbre de sus promesas de salvación para el pecador (Juan 5: 40; 6: 33, 63; 10: 10; 11: 25-26; 1 Cor. 15: 20, 22; 2 Cor. 4: 14).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-5 PVGM 331
3 MC 14; PP 131; 5T 526
11 PP 132
13 PP 167
15 1JT 441
17 Ed 248
25 5T 221


ROMANOS CAPÍTULO 5        AUDIO   
1 Justificados por la fe tenemos paz con Dios 2 y gozo en nuestra esperanza, 8 pues si fuimos reconciliados con su sangre siendo aún pecadores, 10 mucho más seremos salvados estando reconciliados. 12 El pecado y la muerte entraron por Adán; 17 pero sobreabundó justicia y la vida mediante Jesucristo. 20 Donde abundó el pecado, mucho más sobreabundó la gracia.

1 JUSTIFICADOS, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
10 Vorque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.
15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.
16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. 518
17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y de la justicia.
18 Así que, como la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.
19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.
20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.
21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.


1.
Justificados.
O "habiendo sido justificados". Ver com. cap. 3: 20, 28; 4: 8, 25.
Pues.
Es decir, en vista de la afirmación del versículo procedente y de todo el razonamiento y la comprobación de los cap. 1-4. Pablo ha mostrado claramente que todos los hombres, judíos y gentiles, son pecadores que están bajo condenación y que necesitan justificación. Ha demostrado que esa necesidad de justificación no puede alcanzarse en forma legalista por medio de obras de obediencia (cap. 3: 20); pero, tal como se revela en las buenas nuevas del Evangelio, Dios ha hecho todo lo necesario para cubrir la necesidad del hombre. Como un don gratuito de su gracia, Dios ofrece a todos perdón completo y reconciliación mediante la fe de Jesucristo, quien ha vivido, muerto y resucitado para la redención del hombre caído. Luego de establecer la doctrina de la justificación, Pablo procede ahora a explicar algunos de los beneficios que reciben los que han compartido esa experiencia salvadora.
Tenemos paz.
La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por el texto de la RVR, aunque en algunos MSS aparece con subjuntivo, "tengamos paz". No se trata tanto de que los que han sido justificados deban buscar la paz, sino que pueden estar seguros de que al haber sido justificados han recibido la paz, y ya la poseen.
Sin embargo, hay una forma de traducir esta frase para que sea posible aceptar la variante "tengamos paz", dándole una interpretación apropiada con el contexto. La flexión verbal que se traduce "tengamos paz" permite la traducción "prosigamos teniendo paz", con el significado de "disfrutemos de la paz que tenemos" o "disfrutemos de paz"; "mantengamos la paz" (BC). Si Pablo hubiese querido decir "alcancemos paz", la flexión del verbo griego sería diferente. Aparece en esa forma diferente en Mat. 21: 38, en donde se traduce "apoderémonos de su heredad". Como la justificación en su sentido más pleno implica reconciliación y paz, Pablo dice aquí: "Puesto que hemos sido justificados por la fe, retengamos [o "disfrutemos de"] la paz que ahora poseemos".
Pero si se prefiere la variante "tenemos paz", el significado no es en esencia diferente. El énfasis recae en la bendición de la paz que se deriva de la experiencia de ser perdonado y puesto en armonía con Dios por medio de la fe en Jesucristo.
La verdadera religión con frecuencia es presentada en la Biblia como un estado de paz (Isa. 32: 17; Hech. 10: 36; Rom. 8: 6; 14: 17; Gál. 5: 22). Con frecuencia Pablo llama a Dios "Dios de paz" (Rom. 15: 33; 1 Tes. 5: 23; Heb. 13: 20; cf. 2 Cor. 13: 11; 2 Tes. 3: 16). Se describe a los pecadores como enemigos de Dios (Rom. 5: 10; cf. cap. 8: 7; Juan 15: 18, 24; 17: 14; Sant. 4: 4), y para éstos no hay paz, tranquilidad ni seguridad (Isa. 57: 20). Pero el efecto de haber recibido la justificación por la fe es proporcionar paz al alma del pecador antes atormentada y enajenada. Antes de la justificación, el pecador vive en un estado de enemistad contra Dios, como lo demuestra su rebelión contra la autoridad de Dios y la transgresión a sus leyes. Pero después de que se ha reconciliado, está en paz con Dios. Antes, mientras se sentía culpable por causa de sus pecados, en su conciencia sólo había temor y desasosiego; pero después de que sus pecados son perdonados alberga paz en el corazón, pues comprende que ha sido eliminada toda su culpabilidad.
Cuando Pablo relaciona la paz con la justificación 519 por la fe, hace aún más claro que la justificación no es sólo un ajuste legal de cuentas del pecador con Dios (ver com. Rom. 3: 20, 28; 4: 25). Recibir únicamente el perdón no necesariamente proporciona paz. El que ha sido perdonado por un crimen quizá sienta gratitud hacia su benefactor, pero al mismo tiempo tal vez esté tan lleno de vergüenza y turbación que no desea la compañía del que lo ha perdonado. Está perdonado, pero quizá le sea difícil sentirse mejor que un criminal que ha cumplido su condena; se ha desvanecido su respeto propio y tiene muy poca motivación para vivir una vida de rectitud.
Si la justificación no significara más que perdón, estaría, sin duda, contra el plan de Dios para nuestra restauración. La única forma como la imagen divina puede ser restaurada en el hombre caído, es por medio de una confiada y amante comunión con Cristo por la fe. Por lo tanto, Dios no sólo perdona, también reconcilia; nos pone en armonía con él. Cuando nos imputa o atribuye la justicia de su Hijo que cubre nuestro pasado pecaminoso, nos trata como si nunca hubiésemos pecado (ver com. cap. 4: 8). Nos invita a disfrutar de una comunión con Jesús que nos inspira valor para el futuro y nos proporciona un ejemplo para que lo imitemos en nuestra vida.
Esta comprensión de la justificación por la fe muestra qué son la conversión y el nuevo nacimiento en la vida del pecador arrepentido. No sería posible que el hombre caído disfrutara de una nueva relación de paz espiritual, a la cual le da derecho y entrada la justificación, si no fuera por el cambio milagroso efectuado por el renacimiento espiritual (Juan 3: 3; 1 Cor. 2: 14). De modo que cuando Dios justifica al pecador que se ha convertido, también crea un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de él (Sal. 51: 10). En cuanto a la relación entre la conversión, el nuevo nacimiento y la justificación, ver PVGM 127; CS 523-524; CC 52-53.
2.
Por quien.
O "mediante quien".
Tenemos.
Literalmente, "hemos tenido". En griego no sólo se indica haber obtenido acceso a ese privilegio, sino además una continua posesión de él. Hemos tenido acceso desde la primera vez que nos hicimos cristianos, y lo tendremos mientras permanezcamos siendo cristianos.
Entrada.
Gr. prosagÇg'. Sólo Pablo usa esta palabra en el NT, y únicamente aparece en este pasaje y en Efe. 2: 18; 3: 12. Aquí puede entenderse en el sentido de poder entrar, no como nuestro acto de llegar hasta Dios sino como el hecho de que Cristo nos ha llevado hasta él. El mismo pensamiento se expresa en forma similar en 1 Ped. 3: 18: "También Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos[proságÇ] a Dios". La idea que se insinúa es la de la cámara de audiencias de un rey a la cual no pueden entrar los súbditos solos, sino que deben ser acompañados por alguien con autoridad. En este caso, Jesús es Aquel que nos acompaña. Nosotros solos no podemos entrar en la cámara de audiencias de Dios, pues nuestros pecados se han interpuesto entre nosotros y él, y nos separan de Dios (Isa. 59: 2). Pero Cristo, en virtud de su sacrificio, puede llevarnos de nuevo hasta Dios e introducirnos en el glorioso estado de la gracia y del favor en que ahora estamos (ver Heb. 10: 19).
Por medio de Cristo nos allegamos por primera vez a Dios, y este privilegio se hace permanente mediante Cristo. Este acceso a Dios, este poder llegar hasta su divina presencia, debe ser considerado como un privilegio eterno. No somos llevados hasta Dios sólo para tener una entrevista con él, sino para permanecer con él.
Por la fe.
La evidencia textual se inclina por (cf. p. 10) la inclusión de estas palabras, sin embargo faltan en varios MSS. Pero ya fuera que Pablo mencionara la fe en este versículo o no, es obvio que podemos tener acceso a la gracia sólo por la fe en Aquel mediante el cual es posible la gracia.
Esta gracia.
Es decir, esta condición de reconciliación con Dios y de haber sido aceptados por él (ver com. cap. 3: 24).
Estamos firmes.
Cf. 1 Ped. 5: 12. El estado de justificación implica seguridad y confianza.
Nos gloriamos.
Gr. kaujáomai, que se traduce como "glorias" (cap. 2: 17) y "gloriamos" (cap. 5: 3). En contraste con toda falsa jactancia, el creyente se regocija en la esperanza de la gloria de Dios. Los judíos se jactaban de sus propias obras (cap. 2: 17); pero el cristiano se goza en lo que Dios está haciendo. La verdadera religión con frecuencia se describe en la Biblia como la fuente de ese gozo y esa satisfacción (Isa. 12: 3; 52: 9; 61: 3, 7; 65: 14, 18; Juan 16: 22, 24; Hech. 13: 52; 520 Rom. 14: 17; Gál. 5: 22; 1 Ped. 1: 8).
En griego también podría traducirse como "nos regocijamos" o "regocijémonos". Compárese con "tenemos" o "tengamos" (com. Rom. 5: 1). Aquí, como en el vers. 1, "tengamos" significa "continuemos teniendo"; de modo que "regocijémonos" significaría aquí "continuemos regocijándonos". De acuerdo con esta variante, Pablo exhortaba a los creyentes justificados a que siguieran disfrutando de paz con Dios y continuaran regocijándose en la esperanza de la gloria de Dios.
La gozosa y triunfante confianza de la fe de Pablo contrasta con la doctrina de aquellos que creen que la "fe" equivale necesariamente a estar siempre en un estado de angustiosa expectativa e incertidumbre acerca de la justificación. Dios desea que sepamos si hemos sido aceptados, de modo que de verdad tengamos la paz que proviene de una experiencia tal (vers. 1; cap. 8: 1). Juan también nos dice que podemos saber que hemos pasado de muerte a vida (1 Juan 3: 14). La fe no significa simplemente creer que Dios puede perdonarnos y restaurarnos; significa creer que, mediante Cristo, Dios nos ha perdonado y ha creado un nuevo corazón dentro de nosotros.
Por supuesto, esto no significa que una vez que hemos sido justificados queda garantizada nuestra salvación futura, y que no hay necesidad de que experimentemos continuamente la fe y la obediencia. Es importante que se distinga entre la seguridad de un estado presente de la gracia y la seguridad de la redención futura (ver PVGM 119-120). Lo primero está implícito en el significado de la fe verdadera la aceptación personal de Cristo y todos sus beneficios; lo segundo es algo propio de la esperanza, y debe estar acompañado de una constante vigilancia. Aunque tengamos el gozo y la paz de la justificación, es necesario que con diligencia asegurarnos nuestra vocación y elección (2 Ped. 1: 10). La posibilidad de un fracaso era un poderoso estímulo a la fidelidad y a la santidad aun en la vida del apóstol Pablo. El practicaba una estricta disciplina propia, no fuera que habiendo predicado a otros, él mismo fuera rechazado (1 Cor. 9: 27). Cada cristiano que ahora está firme en la gracia y que se goza en la esperanza de la gloria de Dios, debe también estar alerta para no caer (1 Cor. 10: 12).
En la esperanza.
O "en razón de la esperanza".
La gloria de Dios.
Ver com. cap. 3: 23.
3.
No sólo esto.
Pablo explica ahora como el plan divino de la justificación por la fe proporciona paz y gozo no sólo en tiempos de prosperidad sino también en tiempos de angustias y pruebas. La esperanza de la gloria futura y el paciente sufrimiento de las dificultades actuales van juntos. Jesús lo destacó cuando dijo: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16: 33).
Gloriamos.
Ver com. vers. 2: "nos gloriamos".
En las tribulaciones.
El Gr. thlípsis significa "presión", "aplastamiento", "opresión", y se ha traducido de diversas formas, como "congojas", "aflicciones". A los cristianos primitivos se los instaba a que soportaran diferentes formas de persecuciones y sufrimientos. El apóstol no podía prometer a los creyentes que estarían exentos de sufrimientos; pero les explicó cómo la fe cristiana puede aprovechar las tribulaciones para la perfección del carácter.
Pablo informó a los discípulos de Listra "que a través de muchas tribulaciones" entrarían "en el reino de Dios" (Hech. 14: 22). Los apóstoles se regocijaban "de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta" (Hech. 5: 41). Pedro escribió que los cristianos no debían sorprenderse "del fuego de prueba", sino regocijarse (1 Ped. 4: 12-13). Y Jesús dijo: "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia" (Mat. 5: 10; cf. Rom. 8: 17, 28, 35; 2 Tim. 2: 12). Sin embargo, los cristianos no deben convertirse en fanáticos que se gloríen en el sufrimiento por el sufrimiento mismo; pero sí regocijarse en las aflicciones porque consideran que es un honor sufrir por Cristo, porque comprenden que es una ocasión para testificar del poder de Jesús que los sostiene y los libera, porque saben que el sufrimiento debidamente soportado (ver Heb. 12: 11) se convierte en un medio de su propia santificación y preparación, y también para ser útiles aquí y en el más allá. La última de estas razones es la que Pablo destaca especialmente en este contexto. Ver 3T 416.
Sabiendo.
Pablo podía decirlo con certeza, pues quizá ningún otro cristiano ha sufrido más que él por divulgar el Evangelio (ver 2 Cor. 11: 23-27). Sabía por experiencia personal que "la tribulación produce paciencia". 521
Produce.
Gr. katergázomai, "lograr", "realizar", "producir". Este verbo se traduce como "ocupaos" en Fil. 2: 12.
Paciencia.
Gr. hupomon'. "Paciencia" puede sugerir sólo una resistencia pasiva ante el mal, la tranquila sumisión del alma que se resigna a sufrir. Pero hupomon' significa más que esto; equivale también a una virtud activa, una valiente perseverancia y persistencia que no puede ser conmovida por temor al mal o al peligro. Una traducción más apropiada sería "perseverancia" o "resistencia". El verbo del cual se deriva este sustantivo aparece con frecuencia en el NT, y por lo general se traduce como "perseverar", "soportar" (Mat. 10: 22; 24: 13; Mar. 13: 13; 1 Cor. 13: 7; 2 Tim. 2: 10; Heb. 10: 32; 12: 2, 7; Sant. 1: 12; 5: 11).
En el hombre natural o que no ha nacido de nuevo del Espíritu Santo, la tribulación, la demora y la oposición producen con frecuencia sólo impaciencia, e inclusive el abandono de la buena causa que ha abrazado (Mat. 13: 21); pero en los que son espirituales y por lo tanto están bajo la influencia del Espíritu de amor, la aflicción y la prueba producen una paciencia más perfecta y una resistencia a toda prueba (1 Cor. 13: 7).
El ejemplo supremo de fortaleza cristiana en las aflicciones fue dado por Jesús durante las últimas horas antes de su muerte. En medio de toda la terrible crueldad y los maltratos, se comportó con majestuoso dominio propio (ver DTG 657, 679, 682-685, 693). El cristiano que anhela ser como Cristo se regocijará en las pruebas y los sufrimientos que Dios permita que le sobrevengan, cualesquiera sean, porque sabe que a través de esas vicisitudes puede adquirir más de la paciencia divina de Cristo para poder soportar hasta el fin.
4.
Prueba.
Gr. dokim', que deriva de un verbo que significa "probar" o "aprobar". En el NT sólo Pablo usa esta palabra. En otros pasajes se ha traducido como "prueba" (2 Cor. 2: 9; 8: 2; 13: 3), "méritos" (Fil. 2: 22), "experiencia" (2 Cor. 9: 13). Puede referirse al proceso de ser "probado" o al resultado de la prueba, "la condición del que es aprobado". Este último significado parece ser el más apropiado en este contexto, pues el método de la prueba ya ha sido mencionado en las tribulaciones". La traducción más literal sería "virtud probada" o "virtud aprobada". Las pruebas y las aflicciones que son soportadas pacientemente demuestran que la religión y el carácter de una persona son genuinos.
Esperanza.
Cuando las pruebas de la tribulación se soportan con paciencia, la fe del cristiano se confirma y purifica, y se engendra una esperanza cada vez más confiada. Lo que en primer lugar fortalece al creyente para soportar las pruebas es su esperanza inicial de compartir la gloria de Dios (vers. 2); y a medida que continúa soportando, va obteniendo una seguridad firme y tranquila. La esperanza y la fe crecen a medida que son probadas y ejercitadas. Por ejemplo, la fe en Cristo que ya existía en los discípulos fue confirmada y aumentada por el milagro que Jesús hizo en Caná (Juan 2: 11). La experiencia de Job ilustra la forma en que una severa disciplina del carácter puede fortalecer la fe y la esperanza de un creyente sincero (ver com. Job 40; 42).
5.
No avergüenza.
Gr. kataisjúnÇ, "causar oprobio", "deshonrar", "avergonzar". Compárese con el uso que se le da en 2 Cor. 7: 14; 9: 4. La esperanza cristiana nunca causa oprobio ni deshonra. Pablo puede haber tenido en cuenta el pasaje de Sal. 22: 5: "Confiaron en ti, y no fueron avergonzados". Esta no es una esperanza común y corriente, que con frecuencia es frustrada, sino la esperanza que se basa en la seguridad de la justificación y es sostenida por la presencia del Espíritu Santo en el corazón (Rom. 8: 16). Esta esperanza nunca defrauda ni avergüenza.
El amor de Dios.
Puede entenderse o como el amor de Dios por nosotros, o nuestro amor por Dios. Los versículos siguientes parecen indicar que es el amor de Dios por nosotros, el cual Dios ha revelado en Cristo. La esperanza del cristiano no se basa en nada que haya en el creyente, sino en la seguridad del inmutable amor de Dios para él. Esta certidumbre del amor de Dios nos induce a su vez a amar al Señor (1 Juan 4: 19) y a nuestros prójimos (vers. 7), y esta experiencia de amor fortalece la confianza y la esperanza para el futuro. El amor de Dios para nosotros es la base de nuestra seguridad de que la esperanza no nos causará la vergüenza de ser defraudados.
Ha sido derramado.
La dádiva de las bendiciones espirituales con frecuencia se describe como un "derramamiento". "Mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos" (Isa. 44:3; cf. Joel 2:28-29; 522 Juan 7:38-39; Hech. 2:17-18, 33; 10:45; Tito 3:5-6). Esta figura era especialmente significativa en los países del Cercano Oriente debido al calor y a la frecuente escasez de agua. "Derramado" también puede sugerir la riqueza y la abundancia del amor de Dios y de sus bendiciones.
Corazones.
Ver com. cap. 1: 21.
El Espíritu Santo.
Esta es la primera vez que Pablo menciona en esta epístola al Espíritu Santo, de cuya presencia y actividad en la vida cristiana tiene más que decir posteriormente (ver especialmente el cap. 8). El Espíritu Santo derrama amor en nuestro corazón testificando de Jesús (Juan 15: 26; 16: 14), y cuando contemplamos la gloria, la perfección y el amor de Jesús, somos transformados a su imagen bajo la influencia del Espíritu (2 Cor. 3: 18).
Que nos fue dado.
O "quien fue dado". Pablo puede estarse refiriendo especialmente al don concedido en Pentecostés (Hech. 2: 1-4, 16-17), pero además también al caso especial de cada creyente (ver Hech. 8: 15; 19: 2; 2 Cor. 1: 22; 5: 5; Gál. 4: 6; Efe. 1: 13; 4: 30). El Espíritu Santo es presentado como viviendo en nosotros (1 Cor. 3: 16; 6: 19).
6.
Porque Cristo, cuando.
Pablo prosigue con su demostración de que la esperanza del cristiano, basada en el amor de Dios, no puede fallar. Describe la inmensa grandeza de ese amor, tal como se reveló en el hecho de que Cristo murió por nosotros cuando aún estábamos desvalidos y éramos impíos.
Débiles.
"Sin fuerzas" (BJ). Pablo está hablando de la condición de impotencia explicada en los capítulos precedentes. La palabra que aquí se usa con frecuencia se aplica en griego a los que están enfermos y débiles (Mat. 25: 39; Luc. 10: 9; Hech. 5: 15). En Hech. 4: 9 se ha traducido como "enfermo", descripción muy adecuada de la condición del pecador antes de aceptar la gracia salvadora y el poder de Dios. La referencia de Pablo a la impotencia y a la debilidad del pecador no regenerado contrasta con su descripción del creyente justificado, que ahora se regocija mientras se fortalece en esperanza, en paciencia, en carácter y en la seguridad del amor de Dios.
A su tiempo.
O "a su debido tiempo". En esencia, esta frase es semejante a "el cumplimiento del tiempo" (Gál. 4: 4; cf. Mar. 1: 15). Durante miles de años se había permitido que el intento de lograr la justificación por medio de las obras siguiera su curso. Pero los más fanáticos legalistas judíos y los más destacados intelectuales griegos y romanos no habían podido idear ninguna fórmula que pudiera curar los males del mundo, salvando a los hombres del pecado y de la muerte. Por el contrario, el pecado y la degradación habían llevado a los hombres hasta su máxima profundidad cuando Jesús vino a esta tierra. En muchos casos los hombres y las mujeres se habían entregado completamente al dominio de Satanás, y el mismo sello de los demonios estaba impreso en sus semblantes. De esa manera se había demostrado ante el universo que la humanidad apartada de Dios nunca podría ser restaurada. Y a menos que el Creador impartiera algún nuevo elemento de vida y de poder, no había esperanza para la salvación del hombre (ver DTG 26-28). Este momento decisivo fue cuando Cristo vino a morir por los impíos.
Este también fue el "tiempo señalado", porque era el tiempo predicho por el profeta Daniel en que moriría el Mesías (Dan. 9: 24-27; cf. Juan 13: 1; 17: 1).
También era el tiempo "debido" porque las condiciones del mundo habían preparado el corazón de muchos para que recibieran con alegría las buenas nuevas del Evangelio. Por todo el mundo había hombres y mujeres que se habían cansado del ritual interminable y vacío de la religión legalista, y anhelaban ser liberados del pecado y de su poder. Además, por voluntad de la divina providencia el mundo estaba unido bajo un solo gobierno, predominaba un idioma: el griego, y el pueblo judío se había esparcido entre las naciones, lo que hacía posible una rápida difusión de las nuevas de la salvación.
Cristo vino y murió cuando el mundo tenía la mayor necesidad de él, en el tiempo predicho y cuando su sacrificio podía cumplir mejor su propósito de revelar la justicia y el amor de Dios para la salvación del hombre caído. Ver com. Gál. 4: 4.
Por los impíos.
"Por" o "en favor de" o "para provecho de impíos". En cuanto al significado del término "impíos", ver com. cap. 4: 5. Pablo no sugiere que Cristo murió por "los impíos" como una clase diferente de "los piadosos", sino por todos como impíos. En el texto griego no se usa el artículo. Cristo murió por nosotros, los impíos. Si pretendemos que no nos contamos entre los impíos, nos excluimos de los beneficios de la expiación 523 de Cristo, como lo hicieron los judíos (ver Luc. 5: 31; 1 Juan 1: 10).
7.
Apenas.
Gr. mólis, "con dificultad", "difícilmente", "apenas". El propósito de los vers. 7 y 8 es ilustrar la grandeza del amor de Dios comparándolo con lo máximo que los hombres podrían estar dispuestos a hacer. Es muy difícil, diríamos casi imposible, que entre los hombres haya uno que esté dispuesto a dar su vida aun por una persona justa; pero lo maravilloso del amor de Cristo por nosotros fue que estuvo dispuesto a morir por los impíos pecadores.
El bueno.
Según algunos comentadores, Pablo establece aquí una distinción entre "justo" y "bueno", aunque tal distinción no es nítida. Según parece, generalmente se acepta que el "justo" es aquel que es estrictamente recto e inocente, y fiel en cumplir todos los deberes que se le piden; y que el "bueno" no es solamente recto, sino además amable y generoso, y siempre bien dispuesto a hacer favores a otros. Por lo tanto, Pablo está diciendo que aunque uno difícilmente estaría dispuesto a morir por una persona correcta y estrictamente justa, y que por lo mismo impone respeto, sí podría posiblemente estar dispuesto a dar la vida por una persona noble y generosa -aunque no estrictamente justa- que inspira amor y afecto.
"Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15: 13). Pero Pablo destaca que esto es lo máximo que se puede esperar del amor humano. Es remotamente posible que alguien estuviera dispuesto a sacrificarse por un amigo a quien ama de verdad, que es muy bueno y muy bondadoso. Pero el amor de Dios por sus hijos descarriados es tan grande, que Jesús murió por nosotros cuando éramos impíos y enemigos rebeldes.
8.
Muestra.
Gr. suníst'mi, que también podría traducirse como "establecer", "probar" (ver com. cap. 3: 5). "Dios probó su amor hacia nosotros" (NC). De modo que el pasaje podría traducirse: "Dios da una prueba de su amor para con nosotros". Este verbo también tiene el significado de "recomendar" (ver Rom. 16: 1; 2 Cor. 4: 2). La muerte de Cristo por los pecadores no sólo demuestra o prueba que el amor de Dios es una realidad, sino que también coloca ese amor ante nosotros en toda su grandeza y perfección.
La flexión del verbo indica que Dios continúa probando y realzando su amor por nosotros. El sacrificio de Cristo permanece como la demostración máxima de ese amor. Jesús murió una vez por todos, pero en los resultados permanentes de su muerte tenemos una prueba constante del amor de Dios por cada uno de nosotros.
Su amor.
Literalmente "su propio amor". El amor del Padre fue manifestado en la muerte de Cristo. Este hecho vital debe ser reconocido para poder comprender correctamente la expiación (ver com. cap. 3: 25). Cristo no murió para apaciguar a su Padre o para inducirlo a que nos ame. El amor divino fue el que concibió en el principio el plan de la expiación y de la salvación, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han colaborado en perfecta armonía para efectuarlo (Juan 3: 16; 10: 30; 14: 16, 26; 15: 26; 17: 11, 22-23; Rom. 3: 24; 8: 32; Efe. 2: 4-7; 2 Tes. 2: 16; 1 Juan 4: 10).
A algunos les resulta difícil conciliar este concepto del eterno amor de Dios con la ira divina que se menciona frecuentemente. Pero la ira divina es el antagonismo de Dios contra el pecado, lo que finalmente resultará en su erradicación completa del universo. Mientras los hombres elijan permanecer bajo el dominio del pecado, estarán bajo la ira de Dios (ver com. Rom. 1: 18). Su amor por los pecadores fue lo que indujo a Dios a dar a su Hijo para que muriera, y él se dio a sí mismo en ese sacrificio expiatorio (2 Cor. 5: 19).
Aún pecadores.
En el hombre no había nada que mereciera el amor de Dios. El hipotético hombre "bueno" del vers. 7 era benévolo, amable e inspiraba afecto. Pero el amor de Dios para con nosotros no fue una respuesta a amor alguno que hubiéramos tenido por él, pues éramos sus enemigos. "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros" (1 Juan 4: 10).
Por.
Gr. hupér, que puede entenderse "a causa de", "en lugar de". Pablo no dice únicamente que Cristo murió "en lugar de nosotros", como "propiciación" (cap. 3: 25), "ofrenda y sacrificio" por nosotros (Efe. 5: 2) y "rescate por todos" (1 Tim. 2: 6). Si la muerte de Cristo hubiera sido involuntario habría sido suficiente para decir que murió "en lugar de nosotros"; pero Pablo también afirma que Cristo murió "por nosotros" a causa de nosotros. Como nuestro Paladín, Amigo y Hermano, deliberada y voluntariamente dio su vida por causa de nosotros, porque nos amaba (Efe. 5: 2). Mediante este sacrificio se convirtió 524 en nuestro Representante, pues cuando "uno murió por todos, luego todos murieron" (2 Cor. 5: 14). De modo que es correcto decir que Cristo murió "en lugar de nosotros" y "a causa de nosotros", y la sencilla preposición "por" resulta adecuada para enlazar ambas ideas.
9.
Pues mucho más.
Si Cristo murió por nosotros siendo aún pecadores, es seguro que nos salvará ahora que estamos justificados. Si su amor fue tan grande que dio su vida por sus enemigos, ciertamente salvará a sus amigos de la ira (vers. 10).
En su sangre.
Es decir, por su muerte, la dádiva de su vida perfecta en el sacrificio expiatorio (ver com. cap. 3: 25). Pablo habla aquí de la justificación como efectuada "por su sangre" en vez de ser "por la fe", debido a que está considerando la justificación desde el punto de vista de Dios. Nuestra fe no añade nada a la dádiva de Dios, sólo la acepta. El precio infinito que fue pagado por nuestra redención no sólo revela el maravilloso amor de Dios, sino también cómo valora Dios al ser humano. El razonamiento de Pablo es que si Dios nos ama tanto que estuvo dispuesto a pagar un precio infinito por nuestra justificación, con seguridad guardará lo que ha sido comprado a tan elevado precio.
De la ira.
Es decir, de la ira venidera de Dios (ver 1 Tes. 1: 10; com. Rom. 1: 18; 2: 5).
10.
Enemigos.
Pablo repite y magnifica el argumento del vers. 9.
Reconciliados.
Gr. katallássÇ. Esta palabra significa primeramente "intercambiar", y por lo tanto se refiere a un cambio en la relación de dos partes hostiles que conciertan un arreglo pacífico. Podría indicar tanto el fin de una enemistad mutua como el de una enemistad unilateral, y el contexto debe determinar a qué se refiere. El pecado ha separado al hombre de Dios, y el corazón humano está en guerra con los principios de la ley de Dios (cap. 1: 18 a 3: 20; 8: 7); sin embargo, Dios dio a su Hijo para que el hombre de tendencias pecaminosas y rebelde pudiera ser reconciliado (Juan 3: 16).
En ningún lugar de la Biblia se presenta a Dios como reconciliándose con el hombre por estar enemistado con él. Más bien tomó la iniciativa para reconciliar al mundo consigo (2 Cor. 5: 18 -19). La muerte de Cristo hizo posible que Dios hiciera por el hombre lo que no podría haber hecho de otra manera (ver com. Rom. 3: 25-26). Al llevar el castigo de las transgresiones, Cristo abrió un camino por el cual el hombre pudiera ser restaurado al labor de Dios y volver a su hogar edénico (ver PP 55). Si no hubiera sido por el sacrificio de Cristo, todos los hombres habrían cosechado los resultados inevitables del pecado y de la rebelión al ser finalmente destruirlos por la ira de Dios (Rom. 2: 5; 3: 5; 5: 9; 1 Tes. 1: 10).
Esto no significa que Dios necesitaba ser reconciliado; era el hombre quien se había alejado de su Hacedor y enemistado con él (Col. 1: 21). Dios es quien en su gran amor inicia la reconciliación. "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo" (2 Cor. 5: 19; cf. Efe. 2: 16; Col. 1: 20). Aunque Dios odia profundamente el pecado, su amor por los pecadores es aún más profundo. No escatimó nada, por costoso que fuera, para que se efectuara la reconciliación (ver DTG 39). Cristo no murió para ganar el amor de Dios para el hombre, sino para que el hombre pudiera volver a Dios (ver com. Rom. 5: 8). El plan de Dios y los medios que ha provisto para la reconciliación del hombre en realidad fueron concebidos en la eternidad pasada, antes de que el hombre pecara (Apoc. 13: 8; cf. PP 48; DTG 773-774). De este modo, anticipando el sacrificio expiatorio, fue posible que la fe de Abrahán le fuera contada por justicia (Rom. 4: 3), y que el patriarca fuera considerado amigo de Dios (Sant. 2: 23) mucho antes de que en realidad Cristo muriera en la cruz.
El argumento de Pablo en esta primera parte de Rom. 5 es que como tenemos una evidencia tan abrumadora del ilimitado amor de Dios, aun para los pecadores separados de él, es completamente seguro el fundamento que tenemos sobre el cual basar nuestra paz, nuestro gozo y nuestra esperanza en la salvación final.
La referencia en este versículo a la reconciliación, paralela con la justificación del vers. 9, confirma nuevamente la idea de que la justificación no es sólo perdón sino también la renovación de una relación de amor (ver com. cap. 3: 20, 28; 4: 25; 5: 1).
Muerte.
Lo mismo que la "sangre" del vers. 9, por la cual fue alcanzada la justificación.
Por su vida.
Literalmente "en su vida". Podía entenderse como una referencia a que somos salvados por una unión personal con el Salvador viviente, quien vive siempre para interceder por nosotros (Heb. 7: 25; cf. Rom. 4: 25). Jesús dijo: "Porque yo vivo, vosotros 525 también viviréis" (Juan 14: 19; cf. Rom. 8: 11; Gál. 2: 20). Si la muerte de Cristo tenía tanto poder salvífico como para efectuar nuestra reconciliación, cuánto más poder tendrá su vida de resucitado para hacer que nuestra salvación llegue a su gozoso cumplimiento.
11.
No sólo esto.
Pablo menciona otro de los resultados de la justificación por la fe. Ya ha dicho que nos regocijamos en las tribulaciones y en la esperanza de la gloria de Dios (vers. 2-3). Ahora añade que "también nos gloriamos en Dios".
Gloriamos.
Gr. kaujáomai (ver com. vers. 23).
En Dios.
No tenemos en nosotros mismos nada de qué gloriarnos (cap. 3: 27; 4: 2), pero sí una gran razón para que nos gloriemos en Dios, especialmente en vista de su amor salvador (Jer. 9: 23-24; Rom. 5: 5-10; 1 Cor. 1: 31; 2 Cor. 10: 17).
El cristiano se regocija en la bondad de Dios y en el hecho de que el universo está bajo el dominio de Dios. El pecador se opone a Dios y no halla placer en él. O le tiene miedo a Dios, o lo odia. Una evidencia de que estamos verdaderamente convertidos y reconciliados con Dios, es que nos regocijamos en él y hallamos placer en contemplar sus perfecciones como se revelan en la Biblia.
Por el Señor nuestro.
Los escritores del NT destacan continuamente la mediación de Cristo en todos los actos y experiencias de la vida cristiana. Nos regocijamos en Dios por Jesucristo, quien nos ha revelado el verdadero carácter de su Padre y nos ha reconciliado con él.
Reconciliación.
Pablo no se está refiriendo al medio por el cual se efectúa la reconciliación (Rom. 3: 25), sino al hecho de la reconciliación (cap. 5: 10).
12.
Por tanto.
El pasaje que aquí comienza ha sido considerado por muchos como el más difícil del NT, o acaso de toda la Biblia; pero la dificultad parece consistir principalmente en que se ha tratado de usarlo para propósitos que no son los de Pablo. La principal meta del apóstol parece haber sido destacar los abarcantes resultados de la obra de Cristo, comparando y contrastando las consecuencias de su acto de justificación con el efecto del pecado de Adán.
"Por tanto" quizá sea una referencia retrospectiva a la descripción de los vers. 1-11, de la obra salvadora de Cristo que reconcilia y justifica al pecador extendiéndole la esperanza de la salvación final.
Pecado.
Pablo comienza una personificación del pecado: "entró en el mundo", "reinó para muerte" (vers. 21), produce la muerte (cap. 7: 13), tiene dominio sobre nosotros (cap. 6: 14), genera toda suerte de concupiscencias (cap. 7: 8), engaña y da muerte al pecador (cap. 7: 11).
Compárese cap. 5: 12-13, 20-21 con vers. 15-18. Debido a la "desobediencia" de Adán el principio del "pecado" entró en el mundo. El "pecado" a su vez se convirtió en la fructífera raíz de innumerables "desobediencias". En toda esta sección se hace una distinción entre "pecado" como el principio y esencia de la impiedad (ver com. 1 Juan 3: 4), y el acto concreto del pecado, o sea la "desobediencia". Pablo usa en Rom. cap. 5 tres diferentes palabras para describir el mal que se opone a la voluntad de Dios: hamártema (vers. 12-13, 20-2l); paráptoma (15-18, 20); y parakoé (vers. 19). La primera siempre se traduce "pecado" en la RVR; la segunda, "transgresión", y la tercera, "desobediencia"; pero la BJ la traduce "delito" (vers. 19). En otros cap. Pablo utiliza también hamártema, que significa un pecado específico, y no el pecado en general (Rom. 3: 25). También usa el sustantivo anomía, "lo que está fuera de la ley" o "ilegalidad", que se traduce "iniquidad" (Rom. 4: 7; 6: 19; 2 Tes. 2: 7), pero que la BJ traduce "impiedad" y "maldad". En 2 Cor. 6: 14 anomía ha sido traducida en la RVR como "injusticia".
Entró en el mundo.
Pablo representa al pecado como un intruso que viene de afuera y entra en el ámbito de la humanidad. El término "mundo" se usa con frecuencia para referirse a la raza humana (Rom. 3: 19; 11: 15; cf. Juan 3: 16-17). Pablo no se ocupa del origen del mal. El primer hombre violó la ley de Dios y en esa forma se introdujo el pecado entre los hombres.
Por un hombre.
Con estas palabras Pablo continúa la comparación entre los efectos de pecado de Adán y los de la redención de Cristo, pero presenta sólo la primera parte de la comparación. Después de exponerlo e su manera característica, se detiene para tratar algunos problemas implicados en lo que ya ha dicho. Esta digresión corresponde con los vers. 13 a 17; sin embargo, Pablo parece retomar su argumento principal en el vers 15.
Si Pablo hubiese completado la comparación, 526 hubiera sido más o menos así: "Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron; así también por un hombre, Jesucristo, la justificación entró en el mundo, y la vida por medio de la justificación, de modo que, siendo todos justificados por la fe, pudieran ser salvos". Philip Schaff ha observado acertadamente: "El apóstol podría haber evitado a los comentadores muchísimas dificultades si, de acuerdo con las reglas usuales de la composición, primero hubiera presentado la comparación en pleno, y después hubiera expuesto las explicaciones y las distinciones. Pero en las Escrituras esas dificultades gramaticales por lo general son superadas por una investigación más profunda y una aclaración del sentido" (Nota editorial en el Commentary de Lange, com. Rom. 5: 12).
Los puntos principales de comparación que Pablo destaca en este pasaje son: que así como el pecado y la muerte -como un principio y un poder- derivaron de Adán y pasaron a toda la raza humana, así también la justificación y la vida -como un principio y un poder que contrarresta y vence al pecado y al mal- derivaron de Cristo para toda la humanidad; y que así como la muerte había pasado a todos los hombres que participaron del pecado de Adán, así también la vida ha pasado a todos los que participan de la justicia de Cristo. Sin embargo, este paralelismo no es perfecto, pues la participación en el pecado de Adán es general, mientras que la participación en la justicia de Cristo se limita a los creyentes. Todos los hombres son pecadores, y aunque la justicia de Cristo es igualmente universal en poder y propósito, no todos son creyentes. Además, lo que Cristo ha ganado supera a lo que perdió Adán (ver DTG 16).
Por el pecado la muerte.
Antes de que entrara el pecado, Dios había advertido a Adán que la muerte sería el resultado del pecado (Gén. 2: 17); y después de que entró el pecado, Dios pronunció la sentencia: "Polvo eres, y al polvo volverás" (Gén. 3: 19).
La Biblia habla de tres muertes: (1) La muerte espiritual (Efe. 2: 1; 1 Juan 3: 14); (2) la muerte transitoria, o sea la "primera muerte" que Jesús describe como un "sueño" (Juan 11: 11-14; Apoc. 2: 10; 12: 11); y (3) la muerte eterna, o sea "la segunda muerte" (Mat. 10: 28; Sant. 5: 20; Apoc. 2:11; 20: 6, 14; 21: 8). Se ha discutido mucho en cuanto a la clase de muerte que sobrevino por el pecado de Adán, y especialmente en cuanto a la clase de muerte que ha pasado a su posteridad (ver el com. de "la muerte pasó"). Gran parte de esta dificultad se debe a que por lo general se ha tergiversado el concepto que se tiene de la naturaleza de la muerte. Sin embargo, Pablo no parece preocuparse de esos problemas en este contexto, sino que sólo destaca el hecho histórico de que "el pecado entró en el mundo" por medio de Adán, y la muerte fue su consecuencia. Antes de la transgresión de Adán no había pecado ni muerte en este mundo; ambos se presentaron después. Por lo tanto, la transgresión de Adán fue la causa del pecado y de la muerte. El contraste importante radica entre la muerte como resultado del pecado de Adán, y la vida como resultado de la justicia de Cristo. El argumento de Pablo es que la dádiva de la vida y los beneficios que logró Cristo, son mucho mayores que los efectos del pecado de Adán. La nota tónica de este pasaje es: "sobreabundó la gracia" (Rom. 5: 20).
La muerte pasó.
Gr. diérjomai, "atravesar", "recorrer", "penetrar". La oración podría traducirse: "La muerte se extendió a todos los hombres". El verbo sugiere que la muerte se abrió paso hasta cada miembro de la familia humana.
A todos los hombres.
Equivale a la frase previa "en el mundo", pero difiere de ella, ya que las partes concretas son diferentes de un todo abstracto. "Pasó" (ver com. "la muerte pasó") tiene un matiz diferente del término "entró", así como ir de casa en casa es diferente de entrar en una ciudad.
Esta declaración de que la pena de muerte pronunciada sobre Adán ha pasado a todos los hombres, demuestra que la sentencia contra Adán (Gén. 2: 17) no se refería a la "segunda muerte" (ver com. "por el pecado la muerte"; CS 599). La segunda muerte no puede transmitiese a otros, pues sobrevendrá como resultado del juicio final, acerca del cual se afirma claramente: "Fueron juzgados cada uno según sus obras" (Apoc. 20: 12-13). El juicio final de Dios y la sentencia final de muerte eterna se basan en la responsabilidad personal e individual (Rom. 2: 6). Todos los hombres descienden, sin excepción, a la sepultura, y en este respecto todos comparten el castigo de la transgresión de Adán. El derecho a la vida se perdió debido 527 a la transgresión. Adán no podía transmitir a su posteridad lo que ya no poseía (ver CS 588). En este sentido "en Adán todos mueren" (1 Cor. 15: 22).
Si no hubiera sido por el plan de salvación, el resultado del pecado de Adán habría sido la muerte eterna; pero mediante las estipulaciones de este plan, todos los miembros de la familia de Adán sean buenos o malos serán sacados de sus tumbas (Hech. 24: 15; cf. 1 Cor. 15: 22). En ese tiempo todos verán y reconocerán claramente que los que se pierdan eternamente sufrirán sólo por causa de sus propios pecados. No podrán culpar a Adán por su destino. Los que "hicieron lo bueno", que por fe aceptaron la justicia de Cristo y la hicieron suya, saldrán "a resurrección de vida" (Juan 5: 29). "La segunda muerte no tiene potestad sobre éstos" (Apoc. 20: 6). Pero "los que hicieron lo malo", los que han rechazado la justificación en Cristo y no han alcanzado el perdón por medio del arrepentimiento y la fe, saldrán para "resurrección de condenación" (Juan 5: 29). Recibirán el castigo de la transgresión, "la paga" final "del pecado" (Rom. 6: 23): "la muerte segunda" (ver CS 599).
Por cuanto.
Gr. ef´ ho. Estas palabras, que se han traducido de diferentes maneras, han dado motivo a muchas controversias teológicas; sin embargo, parece claro que su significado es sencillamente "por lo cual", "pues que" (RVA). En el griego clásico esta expresión por lo general significaba "con la condición de que", pero no coincide con la forma en que se la usa en el NT Compárese su empleo en 2 Cor. 5: 4; Fil. 3: 12; 4: 10.
Todos pecaron.
La flexión del verbo es la misma del cap. 3: 23. El principal propósito de Pablo no es destacar el hecho de que todos los hombres individualmente "pecaron" y que por esa razón la muerte es la suerte de todos (ver com. cap. 5: 13). Una interpretación tal no corresponde con el contexto, pues en el vers. 14 Pablo añade que hasta los días de Moisés los hombres "no pecaron a la manera de la transgresión de Adán".
Cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios, no sólo perdieron su derecho al árbol de la vida -lo que resultó inevitablemente en su muerte y en la transmisión de ésta a sus descendientes-, sino que por causa del pecado también se depravó su naturaleza, con lo cual disminuyó su resistencia al mal (ver PP 45). De esa manera Adán y Eva transmitieron a su posteridad la tendencia al pecado y el sometimiento a su castigo: la muerte. Por su transgresión el pecado se introdujo como un poder infeccioso en la naturaleza humana antagónica a Dios, y esa infección ha continuado desde entonces. Debido a esa infección de la naturaleza humana, que se remonta al pecado de Adán, los hombres deben nacer nuevamente (ver com. cap. 3: 23; 5: 1).
En cuanto a la transmisión de una naturaleza pecaminosa de padre a hijo, debiera tenerse en cuenta lo siguiente: "Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres a menos que participen de los pecados de ellos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos hasta la tercera y cuarta generación" (PP 313-314).
13.
Antes de la ley.
Literalmente "hasta ley", "hasta la ley" (BJ) (ver com. cap. 2: 12); es decir, durante el período entre Adán y Moisés (cap. 5: 14). Aunque en este contexto "ley" claramente se refiere a la ley que Dios dio en el tiempo de Moisés, se omite el artículo. Todos están igualmente sometidos a la muerte. Pablo trata de demostrar que además de la culpabilidad individual por los pecados personales, hay algo más en acción: el resultado y el efecto de la caída de Adán. Todos sus descendientes comparten los efectos de esa caída, porque la muerte y la tendencia al pecado son males que se heredan.
Había pecado en el mundo.
Pablo enuncia una verdad que sus lectores no refutarán.
Inculpa.
Gr. ellogéo, palabra diferente de la que se tradujo como "cuenta", "imputa", "atribuye" (ver com. cap. 4: 4-6; etc.). En el NT sólo aparece aquí y en File. 18, y significa "poner a la cuenta de uno". Su significado se puede ver en los papiros, cuando dos mujeres escriben a su mayordomo: "Carga a nuestra cuenta todo lo que gastes en el cultivo de la propiedad".
Pablo no quiere decir que los gentiles, que no tenían la ley escrita, estaban sin pecado. Ya ha advertido que todos, judíos y gentiles, "pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Rom. 3: 23) porque "todos pecaron" 528 (cap. 5: 12). De modo que los gentiles no estaban sin pecado. Estaban obligados a obedecer la ley hasta donde les había sido revelada (ver com. cap. 1: 20; 2: 14-15). El pecado, que había estado en el mundo desde la transgresión original de Adán, puede definirse como una falta de conformidad con la voluntad de Dios, ya sea en hechos, inclinaciones o naturaleza.
El pensamiento de Pablo en este pasaje es que ya sea que los hombres hayan tenido o no un conocimiento explícito de la voluntad de Dios (cap. 5: 14), "todos pecaron" y están sometidos a la herencia de muerte (cf. vers. 12). La transgresión de Adán, aunque fue sólo un acto, ocasionó que el pecado como un principio y un poder entrara en el mundo. Aun cuando no haya transgresiones personales, como en el caso de los niñitos, los seres humanos están sujetos a la muerte. Pablo pone de relieve la universalidad del pecado y de la muerte, de modo que, por contraste, pueda realzar la universalidad de la gracia.
14.
Reinó la muerte.
Pablo personifica a la muerte así como antes personificó al pecado (ver com. vers. 12). Destaca el reinado universal de la muerte como evidencia del arrollador efecto del pecado de Adán. Y esa tiranía de la muerte habría sido eterna si no hubiera sido por el Evangelio.
A la manera de la transgresión.
Es decir, en la misma forma en que pecó Adán: en contra de una orden expresa. Aunque los hombres sólo tenían un imperfecto conocimiento de la voluntad de Dios, tal como les era revelado por la naturaleza y la conciencia (cap. 1: 20; ver com. cap. 2: 15), en cierta medida eran culpables (Mat. 10: 15); pero descontando los posibles grados de culpabilidad individual, la muerte reinaba igualmente sobre todos. Hasta los niñitos estaban bajo su dominio.
Figura.
Gr. túpos, "tipo", palabra que aparece varias veces en el NT, pero ha sido traducida de diferentes maneras: "forma" (Rom. 6: 17), "señal" (Juan 20: 25), "modelo" (Hech. 7: 44), "términos" (Hech. 23: 25), "ejemplo" (Fil. 3: 17), "figura" (Heb. 8: 5). Básicamente significa la impresión hecha mediante un molde. Por eso ha llegado a significar "copia", "figura", también "modelo", "ejemplo".
Pablo no se ocupa de todas las posibles implicaciones de lo que ha dicho, sino que sencillamente enfoca su atención en lo principal, a saber, que los efectos del pecado de Adán se han transmitido a todos los hombres. El principio y el poder del pecado y de la muerte se han propagado a todos los descendientes de Adán. Debido a que lo que éste hizo afectó a toda la raza humana, es un símbolo de Aquel cuya vida justa ha dado como resultado la transmisión del principio y el poder de la justificación y la vida para todos los que nacen nuevamente y se incorporan a su familia (Juan 1: 12-13).
Había de venir.
Compárese con "el que había de venir" de Mat. 11: 3; Luc. 7: 19. Adán era un símbolo de Cristo porque ambos eran representantes de toda la familia humana. Adán era el representante y el autor de la humanidad caída; Cristo el representante y autor de la humanidad restaurada. Por eso Cristo es llamado "el postrer Adán" (1 Cor. 15: 45), "el segundo hombre" (vers. 47; cf. CS 705). Sin embargo, no sólo hay un parecido sino también una gran diferencia entre la obra de los dos Adanes, como Pablo sigue explicando.

El don.
Gr. járisma, vocablo derivado de járis, "gracia" (ver com. cap. 3: 24), que significa "acto de gracia", "don de gracia". Járisma se usa para los dones sobrenaturales que son dados por el Espíritu Santo (1 Cor. 12: 4, 31). Pablo está estableciendo su primer contraste entre el efecto del pecado de Adán y el de la obra de Cristo. No hay comparación entre la caída que aparta de la justicia y el don de la gracia.
Transgresión.
Gr. paráptÇma. Literalmente, "resbalón", "paso en falso", "desatino". Es una palabra apropiada para describir la forma en que Adán se apartó de la rectitud.
De aquel uno.
Literalmente "del uno", es decir de Adán.
Los muchos.
Equivale a "todos", como se ve por la frase "todos los hombres" del vers. 18.
Abundaron.
Gr. perisséuÇ, "sobrar", "abundar". Ver el uso de este verbo en Rom. 3: 7; 1 Cor. 14: 12; 2 Cor. 1: 5; etc.
Para los muchos.
Cristo murió por toda la raza humana (2 Cor. 5: 14-15; Heb. 2: 9; 1 Juan 2: 2). El ofrecimiento de la salvación es para todos los hombres (Mat. 11: 28-29; Mar. 16: 15; Juan 7: 37; Apoc. 22: 17). Así se ha dispuesto lo necesario para hacer frente a todos los males causados por la caída de Adán. Esta salvación es tan abarcante en su aplicación, 529 como lo fue la desgracia ocasionada por el pecado.
Sin embargo, este don de la justificación no tiene validez a menos que sea aceptado por la fe (Juan 3: 16), y no todos los hombres eligen creer. Aunque es amplísimo lo que se ha dispuesto para la salvación de todos, son comparativamente pocos los que aceptan la gracia ofrecida (Mat. 22: 14). No hay límites para el don en sí, pero de la voluntad humana depende el aceptarlo.
La gracia.
Ver com. cap. 3: 24. Para Pablo la gracia de Dios no sólo es su favor inmerecido, sino también el poder salvador de su amor mediante Jesucristo.
Don.
Se define en el vers. 17 como "don de la justicia".
De un hombre.
Gr. "del un hombre", es decir, de Cristo.
16.
De aquel uno que pecó.
Literalmente "y no como por uno que pecó". Pablo dice que no hay comparación entre "el don" de Cristo y los resultados del pecado de Adán.
Juicio.
Gr. kríma, "decisión", "sentencia". El pecado de Adán resultó en una sentencia condenatoria.
A causa de un solo pecado.
"La sentencia partiendo de uno solo" (BJ). El griego permite entender "de un hombre solo", refiriéndose a "aquel uno que pecó"; o podría referirse a "un solo pecado", en vista del paralelismo con "muchas transgresiones". En ambos casos es claro el pensamiento de Pablo.
Condenación.
Adán había recibido una orden específica: "No comerás"; y junto con la orden había un castigo: "El día que de él comieres, ciertamente morirás" (Gén. 2: 17). Por lo tanto, su pecado fue una clara transgresión de una ley, y fue inmediatamente "inculpado" o tenido en cuenta su pecado (ver com. Rom. 5: 13). Sobre él recayó la sentencia condenatoria con toda justicia. Pero la sentencia pronunciada sobre el primer hombre se ha extendido en sus efectos sobre todos sus descendientes.
El don.
"Don gratuito" (VM). "Obra de la gracia" (BJ). Gr. járisma, "don, o dádiva que se concede como un favor o por gracia". Deriva de jaris, "gracia" (ver com. cap. 3: 24). Este don gratuito es definido como "el don de la justicia" (cap. 5: 17). En la RVR aparece dos veces la palabra "don" en este versículo. En el primer caso corresponde con el vocablo drama (traducido como "don" tanto en la BJ como en la VM); en el segundo caso, se trata de járisma ("don gratuito" en la VM y "obra de la gracia" en la BJ).
De muchas transgresiones.
La transgresión de Adán fue seguida por muchas otras suyas y de sus descendientes, y cada una merece condenación; pero cada una dio motivo para que se revelara la gracia inmerecida de Dios y su perdón, y de ese modo el don gratuito "vino a causa de muchas transgresiones para justificación", para los que aceptan esa dádiva.
Justificación.
Gr. dikáiÇma, generalmente "acto de justicia", "requerimiento", "decreto" (ver com. cap. 2: 26); sin embargo, Pablo parece emplear aquí dikáiÇma por dikáiÇsis, "justificación" (ver com. cap. 4: 25). La prosodia del idioma griego podría ser una razón para que aquí se emplee dikáiÇma. Las palabras griegas traducidas "don", "juicio", "condenación", "don gratuito" (VM), "transgresiones", terminan todas en ma. Sería razonable que Pablo hubiera usado dikáiÇma como un recurso literario.

Reinó la muerte.
Ver com. vers. 14.
Mucho más.
El contraste en este versículo está entre transgresión y gracia, muerte y vida, Adán y Cristo.
Reinarán.
Pablo menciona dos veces el reinado de la muerte, y ahora lo contrasta con el reinado de la vida. La Biblia presenta con frecuencia a los santos reinando en el más allá: "Si sufrimos, también reinaremos con él" (2 Tim. 2: 12; cf. Luc. 22: 30; Apoc. 3: 21; 20: 6; 22: 5). El plan de redención restaura todo lo que se perdió por el pecado. Cuando la tierra sea renovada y se convierta en el hogar eterno de los redimidos, se cumplirá plenamente el propósito original de Dios para la creación del mundo (ver CS 732); se recuperará el dominio que perdió el hombre (ve PR 502, 503). "Los justos heredarán la tierra y vivirán para siempre sobre ella" (Sal 37: 29).
En vida por uno solo.
Estas palabras está can la posición que ocupa Cristo como el mediador en la obra de la redención del hombre. Mediante su muerte es justificado el creyente, y mediante su unión con él, el cristiano recibe, a partir de este momento ese poder vitalizador y santificador que transforma su vida y le asegura la vida eterna venidera.
Reciben.
La justicia es una dádiva de Dios y ya sea imputada en la justificación o impartida en la santificación, debe ser recibida por 530 medio de la fe en Jesucristo. Sólo los que estén dispuestos a reconocer su propia impotencia y necesidad, y que con toda humildad y gratitud acepten la justificación como una dádiva, reinarán en vida.

Así que.
Gr. ára oun, "así pues" (BJ), "así, pues" (BC), "por consiguiente" (NC), lo que indica la conclusión del razonamiento. Las mismas palabras griegas se repiten en los cap. 7: 3, 25; 8: 12. Pablo resume las comparaciones y los contrastes de los versículos precedentes.
La transgresión de uno.
O "por uno, transgresión". Igualmente: "por uno, justicia".
Vino la condenación.
El texto griego no tiene verbo aquí. Se ha suplido el verbo "vino" dos veces en este versículo. La construcción griega de este versículo es extremadamente concisa para destacar paralelismo y contraste. Podría traducirse: "Como por uno, transgresión a todos los hombres para condenación, así también por uno, justicia a todos los hombres para justificación".
Justicia.
Gr. dikáiÇma, la misma palabra que se traduce como "justificación" en el vers. 16 (ver comentario respectivo). Sin embargo, aquí probablemente tiene el significado de "obra de justicia" (BJ) y tal vez equivalga a la "obediencia" mencionada en el vers. 19. La vida perfecta de Jesús, su obediencia hasta la muerte (Fil. 2: 8), proporcionó la justificación de todos los que recurren a Jesús con fe (ver com. Rom. 4: 8).
Justificación de vida.
Quizá con el significado de justificación que como resultado da vida. Compárese con "así también la gracia reine por la justicia para vida eterna" (vers. 21).
19.
Desobediencia.
Gr. parako', literalmente "oír mal". Aparece sólo tres veces en el NT (2 Cor. 10: 6; Heb. 2: 2). El verbo "desobedecer" (parakóuÇ) está en Mat. 18: 17, y se ha traducido como "si no oyere". El descuido implícito en esta palabra podría referirse al primer paso en la caída de Adán.
Fueron constituidos.
Gr. kathíst'mi. En Tito 1: 5 kathíst'mi se usa en el sentido de "establecer", es decir, poner en un cargo u oficio. Este es el sentido en que generalmente se emplea en el NT (Mat. 24: 45; Hech. 6: 3; 7: 10; Heb. 5: 1). El sentido básico es el de oponer" o "colocar", y se usa en el griego clásico con el significado de "traer a", como en el caso de un barco que es traído a tierra, o una persona que conduce a otra a algún lugar. Este es su significado en Hech. 17: 15. También se traduce como "establecer", "imponer", o "formar".
El paralelismo sugiere que los hombres fueron constituidos pecadores por la transgresión de Adán, en una forma similar a aquella por la cual son constituidos justos por la obediencia de Cristo. Puesto que el énfasis en este contexto es la justificación y no la santificación (Rom. 5: 16, 18), el objetivo principal de Pablo parece ser el de enseñar que los hombres son constituidos justos mediante los resultados del acto redentor de Cristo, sin tener en cuenta sus esfuerzos personales (ver com. cap. 3: 28). Así también, como resultado de la desobediencia de Adán se constituyeron en pecadores (ver com. cap. 5: 12-14).
Sin embargo, este pensamiento no puede ser separado del hecho de que así como la desobediencia de Adán dio como resultado que sus descendientes vivieran vidas de transgresión (vers. 16), así también la obediencia a Cristo produce vidas de obediencia en todos los que viven unidos con él por la fe. Este es el énfasis de Pablo en el cap. 6.
Obediencia.
Gr. hupako'. La idea de esta palabra es "sumisión a lo que se oye". Hay un contraste entre este vocablo y parakoé, que corresponde a "desobediencia", "oír mal", o "rehusar oír" (ver el comentario de "desobediencia"). En cuanto a la obediencia de Cristo, ver com. vers. 18.

La ley.
Ley, sin artículo (ver com. cap. 2: 12; 5: 13). Es claro que Pablo está pensando en el tiempo de Moisés como la ocasión cuando entró "ley" (cf. cap. 5: 13-14). Las leyes de Dios para la conducción de su pueblo fueron dadas formalmente en el Sinaí, aunque la ley moral -los Diez Mandamientos-, fue escrita en el corazón de Adán en la creación.
Se introdujo.
Gr. pareisérjomai, "entrar al lado". En el NT esta palabra sólo reaparece en Gál. 2: 4, en donde se ha traducido como "introducidos a escondidas" (RVR), "solapadamente se infiltraron" (BJ).
Abundase.
Este no era el propósito principal de la ley, la que debía revelar la norma de justicia; pero debido a las tendencias humanas al mal, heredadas y cultivadas, lo que hizo la ley fue en realidad, multiplicar la transgresión. La ley tuvo este efecto porque prohibió ciertos actos pecaminosos que hasta ese tiempo no habían sido reconocidos como delito. Pero cuando la ley fue promulgada, el 531 continuar en esos actos se convirtió en transgresión premeditada. Como la ley es espiritual y santa, y prohibe complacencias pecaminosas, inevitablemente despierta oposición en los corazones rebeldes, y se convierte en un instrumento que aguijonea el pecado al multiplicar o hacer conocer las transgresiones. Si el corazón del hombre fuera santo y estuviera dispuesto a hacer lo correcto, la ley no tendría este resultado.
Sobreabundó.
Gr. huperperisseúÇ, palabra con la que corresponde muy exactamente el verbo "sobreabundar". Este verbo aparece sólo aquí y en 2 Cor. 7: 4. "Abundase" y "abundó", que están antes en el vers. 20, son traducciones del Gr. pleonázÇ, "ser muchos", "multiplicar". Dios permitió el pecado, y también que abundara y entonces predominó sobre esa situación con un supermaravilloso despliegue de la gloria divina y de su gracia, para que los beneficios de la redención superaran infinitamente a los males de la rebelión.
21.
Para muerte.
Gr. "en la muerte" (BJ), pues la muerte es, a no dudarlo, la esfera o dominio dentro del cual el pecado ejerce su soberanía (cf. vers. 14, 17). El pecado reina sobre un reino de muerte.
La gracia reine.
La gracia (ver com. cap. 3: 24) es personificada como ya lo fueron el pecado (ver com. cap. 5: 12) y la muerte (ver com. vers. 14).
Justicia.
Es decir, la justicia de Cristo que se imputa o atribuye en la justificación y se imparte en la santificación (ver com. cap. 3: 31; 4: 8).
Mediante Jesucristo.
Pablo comenzó este capítulo describiendo el gozo y la seguridad que se posesionan del creyente que ha aceptado la justificación por la fe en Jesucristo. Este lo indujo a hablar de la grandeza del amor y de la gracia de Dios que hacen posible un plan tan generoso para salvar a indignos pecadores. Después, para magnificar el amor hacia Dios como la base de la esperanza del cristiano y de su confianza, Pablo prosigue contrastando la sobreabundancia y el poder de la gracia salvadora de Dios mediante Jesucristo, con la pecaminosidad y la degeneración del hombre, resultados de la gran apostacía del hombre.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-21 TM 91
1 DMJ 27; DTG 304; HAp 380; 1JT 522; P 389
1-2 2T 509
3-4 3T 416
3-5 2T 510, 514
5 1JT 481; 2JT 437; MeM 190; 8T 139
8 DMJ 66-67; MC 43, 119; TM 249
9-10 DMJ 22
12 CS 588; MJ 67
19 MeM 333
20 DTG 18; OE 165


ROMANOS CAPÍTULO 6        AUDIO  
1 No podemos vivir en pecado, 2 pues estamos muertos a él, 3 como lo simboliza nuestro bautismo. 12 El pecado no debe reinar en nosotros, 18 pues somos siervos de la justicia, 23 y porque, la paga del pecado es muerte.

1 QUE, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?
2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así 532 también lo seremos en la de su resurrección;
6 sabiendo esto, que nuevo viejo hombre fue sacrificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaros vosotros mismos a Dios como vivos entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, si no bajo la gracia? En ninguna manera.
16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obecederle, sois esclavo de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;
18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.
20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.
21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Por que al fin de ellas es muerte.
22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.


1.
¿Qué, pues, diremos?
En cuanto al uso de esta expresión, ver com. cap. 4: 1. En el capítulo 5 Pablo ha hablado de la degeneración universal del hombre como resultado de la caída de Adán; pero le ha asegurado al creyente que, a pesar de sus tendencias al mal, heredadas y cultivadas, la gracia de Dios es más que suficiente para salvarlo de sus pecados, llevarlo de las transgresiones a la justificación y de la muerte a la vida eterna. Cuanto más abundó el pecado tanto más sobreabundó la gracia de Dios. ¿Significa esto -pregunta Pablo- que los hombres pueden continuar pecando para que la gracia sobreabunde hasta lo máximo?
¿Perseveraremos?
Gr. epiménÇ, que básicamente significa "permanecer", "quedar", (cf. 1 Cor. 16: 8; Fil. 1: 24); también significa "perseverar" (cf. Rom. 11: 23; Col. 1: 23). La pregunta de Pablo es: "¿Debemos persistir en el pecado?"
Ya Pablo ha aludido al hecho de que la doctrina de la justificación por la fe sin las obras de la ley estaba siendo tergiversada por algunos enemigos, como que era una incitación al mal "para que vengan bienes" (ver com. Rom. 3: 8). También había el peligro de que los mismos creyentes pudieran abusar de la libertad que acababan de hallar (Gál. 5: 13). Por lo tanto, como una tergiversación tan completa de la justificación por la fe implicaba un fracaso radical en la realización del propósito de Dios en su plan para la restauración del hombre, Pablo -cuidadosa y enfáticamente- explica la regla de vida que debe seguir a una experiencia genuina de justificación, a saber: la santificación.
2.
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4.
Los que hemos muerto al pecado.
El tiempo del verbo griego indica un momento o un acontecimiento específico, en este caso la entrega del creyente a Cristo y su consiguiente 533 renacimiento y justificación. El argumento de Pablo es que vivir en pecado no armoniza con haber muerto una vez a él.
¿Cómo viviremos aún en él?
Debido a la debilidad de la carne, una cosa es cometer ocasionalmente un pecado, y otra, muy diferente, vivir en el pecado. Vivir en pecado significa que el pecado es el ambiente en el cual vivimos, la atmósfera moral que respira nuestra alma. Una vida tal es absolutamente incompatible con la fe. La fe en Cristo que hace posible la justificación del pecador implica una disposición sin reservas para cumplir con la voluntad divina y un odio a todo lo que ocasionó tanto sufrimiento al Salvador (ver com. cap. 3: 28, 31). La fe que pretende tener derecho a la justificación, pero que al mismo tiempo permite persistir en las formas antiguas de pecado, de ninguna manera es fe. La evidencia de que un hombre está justificado, que ha nacido de nuevo y que ha pasado de muerte a vida, es que ahora se deleita en obedecer la ley de Dios (1 Juan 2: 1-6; cf. Rom. 13: 8). "En el nuevo nacimiento el corazón viene a quedar en armonía con Dios, al estarlo con su ley. Cuando se ha efectuado este gran cambio en el pecador, entonces ha pasado de la muerte a la vida" (CS 521). Es cierto que el creyente quizá alguna vez caiga en un pecado (ver 1 Juan 2: 1), pero la evidencia de que un hombre realmente ha renacido de Dios es que no continúa practicando el pecado (1 Juan 3: 9) o, como lo describe Pablo, no vive más en pecado.
3.
¿No sabéis?
"¿O es que ignoráis?" (BJ). En otras palabras, "¿admitís la verdad de lo que estoy diciendo es posible que no comprendáis todo lo que implica vuestro bautismo?"
Bautizados en.
Esta frase aparece también en 1 Cor. 10: 2, refiriéndose a lo que le sucedió a los israelitas con Moisés. Como resultado de haber estado bajo la nube y de haber cruzado las aguas del mar Rojo, los israelitas fueron colocados en una relación íntima con su dirigente. "Creyeron a Jehová y a Moisés su siervo" (Exo. 14: 31), y desde allí en adelante tuvieron más confianza en Moisés. Confiaron en él como en su libertador y lo siguieron como su comandante. Por supuesto, la unión del creyente cristiano con su Salvador divino es de un orden más elevado que éste. Implica una relación tal de amor y de confianza implícita, que el creyente en realidad es transformado a la misma semejanza de bondad y misericordia como su Redentor (ver 2 Cor. 3: 18; cf. CM 236).
La frase "en Cristo Jesús" significa en unión con Jesucristo. Esto no significa que la ceremonia por inmersión en realidad efectúe esta unión. El bautismo es una demostración pública de una relación espiritual con Cristo, de la que se ha participado antes de que se realice la ceremonia externa. El bautismo representa la unión de la vida del creyente en un vínculo tan estrecho con la vida de Cristo, que ambas vidas, por así decirlo, llegan a ser una sola unidad espiritual (ver 1 Cor. 12: 12-13, 27; Gál. 3: 27).
El concepto de Pablo de la unión con Cristo revela que su conversión era más que un cambio intelectual. Su aceptación personal de Cristo como su Redentor y Señor lo condujo a un compañerismo espiritual tan estrecho y absorbente, que llegó a significar poco menos que una verdadera identificación de la voluntad de ambos (Gál. 2: 20). En las amistades humanas es frecuente que dos personas compartan una unidad tal de propósitos, que parecen pensar y proceder como si fueran casi una sola. La amistad con Cristo está en un nivel mucho más elevado aún y depende de fuerzas que no sólo son humanas sino divinas.
En su muerte.
El significado de esta frase se presenta en los versículos que siguen, especialmente en los vers. 10 y 11, donde Pablo explica que así como Cristo murió al pecado también el cristiano debe considerarse como muerto al pecado. Y si mediante el bautismo el creyente ha demostrado su participación en la muerte de Cristo al pecado (vers. 10) en lugar de él, entonces no puede seguramente continuar viviendo en el pecado que hizo necesaria esa muerte (vers. 2).
Para que el sacrificio de Cristo logre la salvación del pecador, cada creyente debe participar a sabiendas del significado y de la experiencia representados por la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo en lugar de él. Como una confesión pública de esta experiencia, el creyente se somete a la ceremonia de inmersión en armonía con la orden de Jesús (Mat. 28: 19).
4.
Somos sepultados.
Mejor "fuimos. . . sepultados" (BJ). Gr. suntháptomai, "ser sepultado junto con". La comparación que hace Pablo del acto del bautismo con el de la sepultura demuestra que los primeros cristianos bautizaban por inmersión (ver com. Mat. 3: 6). 534 Si Pablo se hubiera estado refiriendo a alguna de las otras formas de bautismo que se popularizaron en siglos posteriores, su simbolismo en este versículo habría sido más bien forzado y hasta inútil.
Para muerte.
Estas palabras pueden relacionarse con "sepultados" o con "bautismo" (cf vers. 3). La diferencia no tiene importancia. Lo que quiere decir Pablo es que la inmersión representa que la muerte del creyente al pecado es tan real y completa como fue la muerte de Cristo cuando yacía en la tumba. Y si es tan completa, ciertamente entonces debiera señalar el fin de la vieja manera de vivir y el comienzo de la nueva. Si después del bautismo se continúa en la antigua vida de pecado, se niega el significado y el propósito del bautismo. Así como después de haber sido sepultado (sumergido totalmente) en el agua bautismal la persona sale completamente del agua, así también la muerte con Cristo al pecado -que simboliza esa inmersión total- debe ser seguida por una resurrección con él a una nueva forma de vida.
Bautismo.
Gr. baptismós, de baptízo, que significa "meter dentro", "sumergir" (ver com. Mat. 3: 6).
Resucitó.
Es importante reconocer que el bautismo simboliza no sólo la muerte y el entierro, sino también la resurrección. El rito señala hacia dos direcciones: hacia atrás, a nuestra muerte al pecado; y hacia adelante, a nuestra vida nueva en Cristo. Así como en la muerte de Cristo estaba anticipada la resurrección (cf. cap. 4: 25), así también la obra de la gracia no termina cuando el creyente muere al pecado. Esta muerte al pecado más bien se proyecta hacia una vida mucho más elevada, más santa y más luminosa. La justificación anticipa la completa santificación del cristiano.
Gloria.
La gloria de Dios representa toda la perfección divina y su excelencia (ver com. cap. 3: 23). Este fue el atributo de poder que especialmente se manifestó en la resurrección de Cristo (ver Rom. 1: 4; 1 Cor. 6: 14; 2 Cor 13: 4; Efe. 1: 19-20). En cuanto a la resurrección de Lázaro, Jesús declaró: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?" (Juan 11: 40).
Andemos.
El vocablo griego se refiere a la forma de vivir y de conducirse. La BJ traduce "vivamos" (ver Rom. 8: 4; 2 Cor. 5: 7; 10: 3; Efe. 2: 10; 4: 1);
Vida.
Gr. zÇé. Nótese que Pablo no usa la palabra bíos, que significa manera de vivir o medios de vida, y se traduce como "sustento" (Mar. 12: 44); "vida" (Luc. 8: 14; 2 Tim. 2: 4; 1 Juan 2: 16; etc.). Zoé denota el principio de vida y es la palabra que se emplea en Mat. 19: 16; Luc. 1: 75; 12: 15; Juan 1: 4; 3: 16; 5: 26; Rom. 11: 15; Apoc. 22: 1; etc. Con la palabra "andemos" ya se ha hecho referencia a la conducta en el diario vivir. Cuando el creyente ha nacido de nuevo del Espíritu Santo, desde allí en adelante está animado por un nuevo elemento vital (ver Rom. 8: 9-11). De modo que andar "en vida nueva" es andar "conforme al Espíritu" (vers. 4). Por eso la conducta diaria del cristiano revelará la presencia y el efecto del Espíritu de vida (ver Col. 3: 1-3; 2JT 396- 397).
5.
Plantados juntamente.
Gr. súmfrutos, "unidos"; dícese de árboles que crecen juntos, llegando a confundirse el uno con el otro. "Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él" (BJ). La idea es la de compartir, de tener una relación íntima. Es la descripción de la unión vital que existe entre Cristo y los que participan de una comunión íntima de fe con él. Compárese con la parábola de la vid y los pámpanos (Juan 15: 1-8). A menos que el creyente participe primero por fe de esa relación vital con Cristo, es imposible que ande en vida nueva, no importa cuánto desee hacerlo.
También lo seremos.
La forma en que termina este versículo en griego es muy breve. Sólo dice: "sino también de la resurrección seremos". Algunos han aplicado este pasaje, en primer lugar, a la resurrección futura, pero esta interpretación no está indicada por el contexto. Pablo destaca que así como el creyente participa de la semejanza de la muerte de Cristo muriendo él mismo al pecado, así también debe participar en la semejanza de la resurrección de Cristo resucitando a una nueva vida de justicia. En ambos casos está demostrando su unión vital con el Salvador.
No hay ninguna duda de que el renacimiento espiritual y la vida en el Espíritu conducen a la resurrección final y a la vida eterna, pues, en realidad, los que andan "en vida nueva", ya han comenzado, en un sentido, la vida eterna (ver com. Juan 8: 51).
6.
Sabiendo esto.
Contrástese con "¿o no sabéis?" (vers. 3). El reconocimiento de la unión vital a que se ha hecho referencia, proviene de una comprensión del significado y 535 del propósito de la muerte de Cristo y de su resurrección, como Pablo lo explica después.
Nuestro viejo hombre.
Es decir, nuestro ser anterior en la antigua condición corrupta y pecaminosa. El uso que hace Pablo de esta expresión en otros pasajes aclara aquí su significado (ver Efe. 4: 22-23; Col. 3: 9).
Fue crucificado.
La referencia es a la experiencia del creyente cuando aceptó a Cristo, renunció a su pasado pecaminoso y murió al pecado. Contrastando su condición anterior con la presente, Pablo sentía que era como si hubiera sido otra persona y que había experimentado un cambio tan completo como el de la muerte. Su naturaleza anterior se había esquinado. Ahora era un hombre nuevo en Cristo, y Cristo vivía en él (ver 2 Cor. 5: 17; Gál. 2: 20).
Este pasaje destaca que la conversión y el nuevo nacimiento significan más que un simple cambio de profesión de fe y de hábitos de vida. Implican un cambio radical del hombre interior, que sólo puede ser efectuado por el Espíritu de Dios que regenera. El plan para la salvación del hombre no sólo libera de la condenación mediante la aceptación de los méritos del sacrificio de Cristo, sino que también produce el nacimiento o la creación de una nueva persona, libre de la esclavitud del pecado.
El profundo significado del rito del bautismo, como se ha explicado aquí, es una clara evidencia de que el bautismo de las criaturas de ninguna manera cumple con el propósito de Dios al ordenar ese rito. La participación inteligente en el significado del simbolismo es lo que proporciona al creyente la bendición prometida. El bautizado analiza cada una de las etapas del proceso y se dice a sí mismo: "Ahora estoy comenzando a tener comunión con Cristo en su muerte. Cuando fui sumergido me sepulté con Cristo, pero al salir del agua resucité a una nueva vida en Cristo". De este modo la ceremonia no es un rito vacío y externo, sino una experiencia que confirma y transforma, y que será siempre recordada como un símbolo del fin de la vida antigua de pecado y el comienzo de una nueva vida de rectitud en unión con Cristo.
El cuerpo del pecado.
Es decir, el cuerpo como sede del pecado; el cuerpo que pertenece al pecado y es regido por el poder del pecado, y cuyos miembros son instrumentos de iniquidad (vers. 13). En otros pasajes hay expresiones similares, tales como "este cuerpo de muerte" (cap. 7: 24), que significa "el cuerpo que está condenado a morir"; "el cuerpo pecaminoso carnal" (Col. 2: 11), o sea "el cuerpo con tendencia a servir a sus propios impulsos carnales". De modo que "el cuerpo del pecado" equivale a "nuestro viejo hombre", representa al cuerpo en el sentido de que es la sede y el instrumento del pecado y el esclavo del pecado. Debe ser crucificado y "destruido" para que el pecado no pueda usarlo más como su esclavo.
Destruido.
Gr. katargéÇ, la misma palabra que es usada en cap. 3: 3, donde se ha traducido: "Hecho nula". Compárese también con el uso de esta palabra en otros pasajes (cap. 3: 31; 4: 14). KatargéÇ implica reducir el cuerpo de pecado a una condición de invalidez e impotencia. Por supuesto, esto no significa que el cuerpo físico debe ser destruido, sino que el cuerpo en su relación con el pecado debe quedar tan completamente inerte e inmóvil como si estuviera muerto.
No sirvamos más al pecado.
O "cesáramos de ser esclavos del pecado" (BJ). Vivir en pecado (vers. 2) es estar sometidos al yugo de su poder. Jesús enseñó que "todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado" (Juan 8: 34), pero que la verdad puede liberar a los hombres de ese yugo (vers. 32). Mediante los impulsos de la carne, el pecado ejerce su dominio y mantiene al hombre bajo su poder. Por lo tanto, el hombre viejo debe ser "crucificado" con Cristo (Gál. 2: 20) para que el creyente sea liberado del maligno dominio del pecado.
7.
El que ha muerto.
En el vers. 6. (ver comentario respectivo) el pecador es comparado con un esclavo. Sólo la muerte con Cristo puede liberarlo de ese yugo del pecado. Pablo ahora lo ilustra destacando la evidente verdad de que cuando muere un esclavo deja de estar sometido al dominio de su amo. El cristiano cuando muere al pecado también queda libre del dominio del pecado (cf. 1 Ped. 4: 1).
8.
Si morimos.
Mejor "si hemos muerto" (BJ). Cf. vers. 7.
Creemos.
Así como Abrahán creyó que lo que Dios había prometido "era también poderoso para hacer" (Rom. 4: 21; cf. 1 Tes. 5: 24; 2 Tes. 3: 3; 2 Tim. 2: 11).
También viviremos.
No se refiere en primer lugar a la vida futura en gloria, aunque esté implicado (ver com. vers. 5). Pablo está destacando que la muerte que libera del 536 yugo del pecado es seguida por una vida nueva de libertad (vers. 8-11) que ya no está más bajo el dominio del pecado sino dedicada al servicio de un nuevo amo (vers. 12-14). Pablo se refiere particularmente a la "vida nueva" (vers. 4), de la que debe disfrutar el cristiano aquí en la tierra: la vida de Cristo en el creyente (Gál. 2: 20) y la vida del creyente en Cristo (Col. 3: 3).
9.
Sabiendo.
Nuestra creencia de que viviremos con Cristo está basada en nuestro conocimiento de que él vive para siempre (Heb. 7: 25).
Ya no muere.
Compárese con Apoc. 1: 18.
No se enseñorea más.
O "no es más amo". El pecado fue el que sometió a Cristo al dominio de la muerte, no el pecado suyo sino los nuestros. El se sometió voluntariamente por causa de nosotros (ver Juan 10: 17-18). Desde que terminó su experiencia de humillación permanece para siempre como vencedor y señor de la muerte.
10.
En cuanto murió.
Literalmente "lo que murió", que podría traducirse "la muerte que murió". Compárese con "lo que ahora vivo" (Gál. 2: 20). "Su muerte fue un morir al pecado" (BJ).
Al pecado murió.
"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado" (2 Cor. 5:21). Los pecados que llevó no eran los suyos, sino los nuestros (ver 1 Ped. 2:22, 24). Pero cuando Cristo se humilló y se hizo obediente hasta la muerte (Fil. 2: 8), quedó pagada la deuda que recaía sobre él porque llevaba nuestros pecados. De una vez y para siempre se había cumplido el propósito por el cual se sometió voluntariamente (ver Rom. 3: 25-26).
Una vez.
Gr. efápax, "una vez para siempre" (NC). No hay necesidad de que se repita el sacrificio (ver Heb. 7: 27; 9: 12, 26, 28; 10: 10).
En cuanto vive.
Literalmente "lo que él vive", que podría traducirse "la vida que él vive". ("Su vida, es un vivir para Dios", BJ.) En las palabras "él vive" tenemos el testimonio de uno que había visto al Señor. En la deslumbradora luz que brilló en torno de Pablo en el camino a Damasco, reconoció una presencia divina y preguntó: "¿Quién eres, Señor?" Luego ocurrió el asombroso descubrimiento de que estaba vivo el Jesús a cuyos seguidores él perseguía (Hech. 9: 3-9).
Para Dios.
Por supuesto, la vida de Cristo vivida en la tierra también fue "para Dios". Pero Pablo parece trazar una distinción entre la vida de Cristo en la tierra -una vida de conflicto con el pecado y de sujeción a la muerte- y su vida glorificada, ensalzado a la diestra del Padre (Juan 17: 5; Hech. 7: 55). Debido a que "por nosotros" Dios "lo hizo pecado" (2 Cor. 5: 21), Jesús sintió "la ira del Padre sobre él como sustituto del hombre" (DTG 701). Pero ahora, habiendo triunfado sobre el pecado y la muerte, otra vez disfruta de una continua comunión con el Padre y vive "para Dios".
11.
Consideraos.
Con el propósito de explicar la vida cristiana, Pablo habla del creyente como si en él hubiera dos naturalezas. La vieja naturaleza ahora está muerta pues ha sido crucificada con Cristo (vers. 6); la nueva naturaleza está viva, ha renacido del Espíritu Santo (vers. 4). De esa manera Pablo puede afirmar que un hombre al mismo tiempo puede estar muerto en relación con el pecado y vivo en relación con Dios. Pablo parece también separar la conciencia del hombre tanto de su antigua naturaleza como de la nueva, de modo que el creyente puede decidir conscientemente en cuanto a mantener muerta la primera y viva la segunda.
Muertos.
Esto sugiere un estado continuo de muerte. Así como Cristo murió una vez para siempre "al pecado" (ver com. vers. 10), así también el creyente -unido con Cristo una vez y para siempre- debe considerarse muerto definitivamente al dominio del pecado.
Vivos para Dios.
La nueva vida del creyente pertenece completamente a Dios y debe ser consagrada por entero al servicio divino. Así como Cristo "Para Dios vive" (vers. 10), así también el cristiano vive "para Dios" una vida que comienza en santidad en la tierra y continuará en el cielo, en gloria, honor e inmortalidad.
En Cristo Jesús.
La conformidad del creyente a la semejanza de la muerte de Cristo al pecado y su vida para Dios, no se obtienen solamente "por" Cristo Jesús sino "en" él. Esta experiencia ha sido posible para el cristiano "por" Cristo, pero sólo puede participar de ella el creyente que está "en" Cristo.
Señor nuestro.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras. Esta omisión no afecta el significado.
12.
No reine.
Mejor "no continúe reinando" como reinó en lo pasado. Al usar este verbo, "reine", Pablo no implica una comparación 537 entre reinar y existir, sino entre reinar y estar completamente destronado. Los creyentes mueren con Cristo de modo que el pecado no tenga más dominio sobre ellos.
Lo obedezcáis en sus concupiscencias.
La evidencia textual se inclina por el texto "obedezcáis a sus [del cuerpo] concupiscencias". "De modo que obedezcáis a sus apetencias" (BJ). Aunque se describe a nuestro "viejo hombre" como crucificado con Cristo (vers. 6), estamos todavía en nuestro "cuerpo mortal" con sus deseos terrenales y concupiscencias. El pecado todavía tiene poder; si se lo permitimos todavía puede dominarnos. El haber renacido del Espíritu Santo no elimina los deseos carnales; sin embargo, esa experiencia nos coloca en relación con un poder superior mediante el cual siempre somos capaces de resistir con éxito los intentos del pecado por dominarnos. Pero sigue dependiendo de nosotros que decidamos si estaremos continuamente de parte del pecado o de Cristo.
Por esta razón "cada mañana" debemos experimentar una renovada conversión (ver 3JT 93; JT 699). Nuestra experiencia de ayer no es suficiente para hoy. Aunque hayamos muerto ayer al pecado, nuestro "viejo hombre" puede hoy reaparecer. Podemos vivir diariamente para Dios únicamente si mantenemos nuestra antigua naturaleza continua y completamente muerta al pecado, de acuerdo con el símbolo de nuestro bautismo. Y esta experiencia sólo es posible mediante la unión con Jesucristo, por medio de una fe en él que sea tan real y tan constante como para que, a semejanza de él, odiemos el pecado y amemos la rectitud. Ver PVGM 266-267. En cuanto a la experiencia de Pablo de una consagración diaria, ver 1 Cor. 15: 31; MC 358-359; cf. 1 Cor. 9: 27.
13.
Presentéis.
El verbo "presentar" está dos veces en este versículo, pero las flexiones en griego son diferentes. La primera implica una acción continua: "no prosigáis presentando"; la segunda equivale a "presentaos vosotros mismos una vez para siempre" (cf. cap. 12: 1).
Miembros.
Es decir, los órganos y facultades del cuerpo (cf. Rom. 7: 5, 23; 1Cor. 6: 15; 12: 12, 18, 20).
Instrumentos.
Gr. hóplon. Esta palabra también se ha traducido como "armas" en Juan 18: 3; Rom. 13: 12; 2 Cor. 6: 7; 10: 4. En el NT parece que se usa especialmente para indicar armas de guerra. Algunos comentadores han visto en este versículo una representación de la guerra entre el pecado y la justicia, y a ambos alistando reclutas en su ejército. Cuando el pecado lucha por el predominio convoca al ejército de las concupiscencias de la carne, y procura usar los órganos y las facultades del cuerpo como armas mediante las cuales las concupiscencias puedan restablecer la tiranía de la impiedad. Sin embargo, otros prefieren entender que Pablo sencillamente declara que nuestros miembros nunca debieran someterse al predominio de los deseos pecaminosos para realizar alguna impiedad o injusticia. Ver 2T 454.
Presentaos.
Es decir, una vez para siempre. (Ver el com. de "presentéis".)
Como vivos.
O sea como quienes han resucitado a una vida nueva en Cristo (vers. 11).
Instrumentos de justicia.
Cuando el cristiano entrega sus miembros a Dios se dedica a luchar, con la fuerza del Espíritu de Dios, para alcanzar la máxima perfección posible de cada órgano del cuerpo y de cada facultad de la mente, a fin de que pueda conocer, amar y servir a su Redentor de una manera aceptable (ver PVGM 266-267).
14.
No se enseñoreará.
O "no será amo". Es cierto que el pecado nos tentará y acosará; sin embargo, no tendrá dominio sobre el verdadero cristiano. Por lo tanto, el creyente debiera entregarse con valor al servicio de Dios, pues se le promete la victoria sobre el pecado.
No estáis bajo la ley.
Literalmente "no estáis bajo ley", sin el artículo definido, ni precediendo a "ley" ni a "gracia" (ver com. cap. 2: 12). Pablo no se refiere aquí en primer lugar a una ley en particular, sino a ley como un principio general. Lo que quiere decir es que los cristianos no están bajo ley como un camino de salvación, sino bajo gracia. La ley no puede salvar a un pecador, ni puede poner fin al pecado o a su dominio. La ley revela el pecado (cap. 3: 20), y debido a la pecaminosidad del hombre, la ley agranda, por así decirlo, la transgresión (cap. 5: 20). La ley no puede perdonar los pecados ni suministra poder alguno para vencerlos. El pecador que procura salvarse ha o la ley sólo encontrará condenación y estará más fuertemente atado a su pecado. Dondequiera que se mantenga el principio de que el hombre puede salvarse a sí mismo por sus propias obras, no habrá 538 ninguna barrera eficaz contra el pecado (DTG 26-27).
El cristiano no busca la salvación en forma legalista, como si pudiera ser salvado por sus propias obras de obediencia (cap. 3: 20, 28). Reconoce que es transgresor de la ley divina, que por su propia fuerza es completamente incapaz de cumplir con los requerimientos de ella, que con justicia merece estar bajo su condenación, pero por fe en Cristo se entrega a la gracia y a la misericordia de Dios. Entonces, por la gracia de Dios (ver com. vers. 24), es perdonado su pasado pecaminoso y recibe poder divino para caminar "en vida nueva". Cuando alguien está "bajo la ley" el pecado continúa dominándolo a pesar de sus mejores esfuerzos, porque la ley no puede liberarlo del poder del pecado. Sin embargo, cuando está "bajo la gracia" la lucha contra el pecado no es una esperanza que se ha desvanecido sino un triunfo cierto.
El ofrecimiento de estar bajo la gracia para obtener la victoria sobre el pecado y el poder que capacita para lograr cada virtud, han sido brindados a cada uno de los descendientes de Adán (Juan 3: 16); pero muchos ciega o neciamente han preferido permanecer bajo la ley. Aun muchos que pretenden tener un deseo ferviente de ser salvos prefieren permanecer bajo la ley como si pudieran tener méritos propios ante Dios y ganar la salvación por su propia obediencia a la ley. Tal fue el caso de los judíos, y es también ahora el de muchos llamados cristianos orgullosos de su propia justicia, que por esto mismo no están dispuestos a reconocer su impotencia para someterse plenamente a la misericordia de Dios y a su gracia transformadora.
Pablo afirma que mientras una persona esté bajo la ley, permanece también bajo el dominio del pecado, pues la ley no puede salvarlo ni de la condenación del pecado ni de su poder. Pero los que están bajo la gracia no sólo reciben la liberación de la condenación (Rom. 8: 1) sino también el poder para vencer (cap. 6: 4). En esta forma el pecado ya no tiene poder sobre ellos.
15.
¿Pecaremos?
Ver com. vers. 1. La forma del verbo griego podría sugerir el caer en pecado de vez en cuando en comparación con una vida continua de pecado (vers. 1). ¿Podríamos complacernos en el pecado de vez en cuando ahora que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? La respuesta de Pablo es que cualquier complacencia en el pecado es volver al yugo de éste, del cual la gracia ha liberado al pecador.
La suposición de que estar bajo la gracia significa que el creyente está ahora en libertad para desobedecer la ley moral de Dios con impunidad, es tergiversar completamente todo el propósito de Dios en el plan de salvación. En primer lugar, Dios en su amor ofreció su gracia al pecador porque éste violó la ley divina. El hombre es liberado del dominio del pecado por la gracia de Dios. Por lo tanto, ¿cómo puede alguien concebir que es justo o razonable colocarse deliberadamente de nuevo bajo la antigua servidumbre? Desobedecer la ley de Dios es convertirse nuevamente en siervo del pecado, pues la desobediencia a la ley divina es pecado (1 Juan 3: 4), y cualquiera que persevera en el pecado es siervo del pecado (Juan 8: 34). Continuar cometiendo pecados después de haber aceptado la gracia de Dios que perdona y transforma, es negar el propósito básico de esa gracia. Cualquiera que se niega a permitir que la gracia de Dios lo lleve a una obediencia cada vez más perfecta a la ley divina, está rechazando esa misma gracia y, por lo tanto, desprecia la liberación y la salvación.
Bajo la ley.
Literalmente "bajo ley" como en el vers. 14 (ver comentario respectivo).
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4.
16.
¿No sabéis?
Pablo ilustra su respuesta a la pregunta hecha en el vers. 15, refiriéndose a costumbres características de la esclavitud con las que estaban familiarizados sus lectores.
Esclavos.
Entre los griegos y los romanos un esclavo era considerado como propiedad de su amo, y éste podía disponer de él a su antojo. La condición de un esclavo sometido a un amo cruel era sumamente penosa, y a veces era tratado peor que una bestia. Esta es la condición de todo miserable pecador: es esclavo de Satanás, y sus propios malos deseos y apetitos son sus implacables capataces (vers. 12).
Pablo usa la palabra "esclavo" (Gr. dóulos) para describir también a los siervos de Cristo (ver com. cap. 1: 1), con lo cual deja en claro que ciertamente son propiedad de su Maestro; pero como Cristo es infinitamente bueno y bondadoso, el servicio que pide es en realidad perfecta libertad, pues no exige una obediencia que él no encauce para el bien eterno de sus siervos.
Sois esclavos de aquel.
Con nuestra conducta 539 demostramos cuál es el amo al que servimos. Nadie puede servir al mismo tiempo a dos señores (Mat. 6: 24; Luc. 16: 13; cf. Juan 8: 34).
Para muerte.
Es decir, que lleva a la muerte.
Obediencia.
Por supuesto, obediencia a Dios, como lo indica el contexto. Esta es la obediencia de la fe (ver com. cap. 1: 5; cf. cap. 16: 26).
Justicia.
Quizá aquí signifique un carácter recto. Los actos de obediencia producen hábitos de obediencia, y tales hábitos constituyen un carácter recto.
17.
Gracias a Dios.
Cf. cap. 7: 25 donde la frase griega es la misma.
Erais esclavos.
En el texto griego no se encuentra la conjunción adversativa "aunque". Podría parecer que Pablo agradece a Dios porque los cristianos habían sido esclavos del pecado, pero el sentido correcto es el que le da la RVR. El apóstol estaba agradeciendo porque aunque una vez habían sido esclavos del pecado, ahora obedecían. Debe ser causa de gozo y gratitud cuando los pecadores se transforman en seres obedientes (ver Luc. 15: 7, 23-24). Si atribuyéramos al alma humana el alto valor que el cielo le da, habría más regocijo entre nosotros cuando los perdidos son encontrados y llevados a Cristo.
Habéis obedecido.
U "os tornasteis obedientes", "os habéis convertido en obedientes".
De corazón.
Esta es la clase de obediencia que emana de la fe en Cristo; es la respuesta del amor y de la confianza; es obediencia bajo la gracia, opuesta a la obediencia legalista. No es forzada, sino voluntaria y sincera.
Forma de doctrina.
Literalmente "modelo de enseñanza". Una definición de "forma" o "modelo" (túpos) aparece en com. cap. 5: 14. El significado que parece más adecuado en este contexto es el de "modelo" o "ejemplo" (cf. Fil. 3: 17, 1 Tes. 1: 7; 2 Tes. 3: 9; 1 Tim. 4: 12; Tito 2: 7). Pablo está hablando de la norma o del modelo de la fe y del deber cristiano en que habían sido instruidos los creyentes.
A la cual fuisteis entregados.
Sería más normal hablar de una forma de doctrina que fue entregada a los creyentes (ver 2 Ped. 2: 21; Jud. 3). Pero Pablo puede estar continuando con su ilustración de la transferencia del pecador a un nuevo amo. Los creyentes, que una vez fueron esclavos del pecado, ahora se han convertido en obedientes de corazón a la norma de enseñanza a la cual fueron entregados.
18.
Libertados.
Es decir, libertados del dominio del pecado.
Vinisteis a ser siervos.
O "fuisteis esclavizados". La conversión significa un cambio de amos. El creyente es liberado de la esclavitud de la tiranía del pecado y se convierte en esclavo de la justicia. Pero la esclavitud de la justicia es en realidad verdadera libertad. Los que sirven al pecado y a Satanás son esclavos de sus propios impulsos y pasiones, que a su vez están bajo el dominio del maligno. Cuando Dios invita a los hombres a que sirvan a la justicia les está ofreciendo libertad. "Obedecer a Dios es quedar libre de la servidumbre del pecado y de las pasiones e impulsos humanos" (MC 93).
19.
Como humano.
Es decir, en términos humanos familiares. Compárese con Rom. 3: 5; Gál. 3: 15. Evidentemente, Pablo creía que los símbolos de la esclavitud y de la servidumbre eran indignos para describir la relación de un cristiano con su Maestro, pues podrían sugerir un servicio forzado y mecánico.
Humana debilidad.
Es decir, la naturaleza humana en su debilidad física, mental y espiritual. Pablo parece estar explicando que tomó su ilustración de la vida común por consideración a una falta de discernimiento espiritual de los creyentes (cf. Heb. 5: 11-14). Tal vez habría preferido describir la relación del cristiano con Cristo en una forma más abstracta y estrictamente espiritual, pero como un consumado maestro usó la ilustración que se adaptaba mejor al ambiente del que procedían los alumnos y a su capacidad intelectual.
Iniquidad.
Gr. anomía, "impiedad". Esta es la definición que da Juan del pecado (ver com. 1 Juan 3: 4). "Impureza" e "impiedad" describen adecuadamente los rasgos característicos del paganismo (ver Rom. 1: 24-32; 1 Ped. 4: 3-4).
Servir a la inmundicia.
Es decir, ser esclavos de la impureza. El placer aparentemente sin restricciones que el pecado ofrecía era en realidad un duro yugo.
A la iniquidad.
El someter los miembros del cuerpo a la "impureza" y a la "impiedad" conduce a la práctica habitual de la "impiedad". La práctica del pecado es castigada con el abandono en las garras del pecado (ver cap. 1: 24, 26, 28). Pero a diferencia de esto, 540 el efecto de la justicia resulta en la santificación.
Santificación.
"Santidad" (BJ). Gr. hagiamós, palabra que se usa en 1 Cor. 1: 30; 1 Tes. 4: 3-4; 2 Tes. 2: 13; 1 Ped. 1: 2. Hagiamós se usa tanto para describir el proceso por el cual se obtiene la santidad (santificación) como el estado resultante, la santidad. Esta última condición también se enuncia con el Gr. Hagiosúne, que se usa en Rom. 1: 42; 2 Cor. 7: 1;1 Tes. 3: 13. Ambos términos se derivan del Gr. hágios, "santo". Hagiasmós posiblemente denota aquí la obra progresiva de la santificación.
La santificación es un proceso continuo de consagración (ver Efe. 4: 12-15; 2 Ped. 1: 5-10); es el desarrollo armonioso, día tras día, de las facultades físicas, mentales y espirituales hasta que restaure en nosotros la imagen de Dios a cuya semejanza fuimos creados originalmente (ver Ed. 13-14, CS 523; CRA 67). El propósito de Dios en el plan de salvación no sólo es nuestro perdón o justificación, sino nuestra restauración o santificación. El propósito de Dios es poblar la tierra nueva con seres transformados en santos. Y el apóstol Pablo insta a los creyentes a que consagren cuerpo, mente y alma a esta experiencia y proceso de transformación.
20.
Esclavos del pecado.
Ver. com. vers. 6; cf. com. vers. 17-19.
Libres acerca de la justicia.
Es decir "libres respecto de la justicia" (BJ). Esto no significa que estaban liberados de las demandas de la justicia, sino que estaban enteramente dedicados al pecado como lo estuvieron los antediluvianos (Gén. 6: 5).
21.
¿Pero qué fruto. . .?
En cuanto el significado de fruto, ver com. cap. 1: 13.
En el griego, este versículo comienza con la palabra oun, "por tanto" o "así pues", la cual relaciona la pregunta con el estado anterior de esclavitud. La RVR usa la conjunción "pero" que no tiene el mismo sentido.
En el griego junto con el verbo "teníais" aparece el adverbio de tiempo tóte, "entonces", omitido por la RVR. Se especifica así el tiempo de la esclavitud al pecado.
En la forma como aparece en la RVR, esta pregunta parece no tener respuesta, pero es evidente que no tenía ningún fruto bueno. Si se considera que la pregunta es: "Por lo tanto, ¿qué fruto teníais entonces?", la respuesta sería: "Aquellas cosas de las cuales os avergonzáis". En ambos casos es obvio que la esclavitud al pecado no había producido ningún fruto provechoso.
Muerte.
Ver com. vers. 23.
22.
Libertados del pecado.
Es decir, de la servidumbre del pecado (ver com. vers. 18).
Hechos siervos.
O "fuisteis hechos esclavos". Es la misma palabra griega que se usa en el vers. 18 (ver comentario respectivo). Pablo no se avergonzaba de llamarse esclavo de Cristo (ver com. cap. 1: 1). Sin embargo, en nuestro servicio para Dios no le obedecemos porque estamos bajo servidumbre sino porque lo amamos (Juan 14: 15), y Dios, a su vez, no nos trata en realidad como a esclavos sino como a hijos (Gál. 4: 7).
La santificación.
"La santidad" (BJ, BC). Ver com. vers. 19. El que es "esclavo" de Dios produce un fruto permanente y sumamente deseable, a saber, el fruto del Espíritu (Gál. 5: 22). Un servicio tal significa el desarrollo de todas las facultades de la mente, el cuerpo y el alma (Rom. 12: 1-2), y remata en la vida eterna (ver cap. 2: 7, 5: 21).
Vida eterna.
Ver com. Rom. 6: 23; cf. Mat. 25: 46.
23.
Paga.
Gr. opsÇnion. Esta no es la palabra común del NT para "paga", "salario", "recompensa", la cual es misthós (ver Luc. 10: 7; Juan 4: 36; Rom. 4: 4; etc., donde se usa misthós). OpsÇnion deriva de una palabra que significa "alimento cocido", especialmente carne o pescado, más otra palabra que significa comprar "; por lo tanto, vino a significar "provisiones", "asignación", "viático", como en el caso de las "raciones" que se daban a los soldados (ver Luc. 3: 14; 1 Cor. 9: 7; 2 Cor. 11: 8). Más tarde se usó para pago, o salario en general. Es posible, aunque no seguro, que Pablo hiciera alusión al símbolo del servicio militar (ver com. Rom. 6: 13).
Muerte.
El pecado paga a sus esclavos exactamente lo que ellos han ganado. "El alma que pecare, ésa morirá" (Eze. 18: 4). La muerte contrasta aquí con la vida eterna, por lo tanto Pablo se está refiriendo particularmente a la muerte eterna, o "segunda muerte" (Apoc. 20: 6, 14-15; cf. CS 599; PE 51). Los pecadores serán tratados en la destrucción final como ellos lo merecen. Han rechazado el ofrecimiento de la gracia de Dios y de la vida eterna, y recibirán los resultados de su propia elección deliberada (ver com. Rom 2: 6; DTG 711-713).
Dádiva.
Gr. járisma, la palabra que previamente 541 se tradujo como "don" (ver com. cap. 5: 15). "Dádiva" contrasta visiblemente con "paga". Lo que el cristiano recibe se presenta como una dádiva de la gracia gratuita de Dios. Aun el servicio y la obediencia que el creyente justificado y renacido pueda prestar a Dios, no se deben a su propia virtud sino que son el fruto del Espíritu Santo a quien Dios ha enviado para que viva en el creyente. Ninguno de nosotros puede ganar la salvación. Ninguno de nosotros merece la redención. Somos salvados por gracia por medio de la fe, y esto es "don de Dios" (Efe. 2: 8). Ver com. Mat. 20: 15.
Vida eterna.
El don de la vida eterna, que Adán y Eva perdieron por su transgresión (ver com. cap. 5: 12), será restaurado a todos los que estén dispuestos a recibirlo y se preparen para él dedicando su vida al servicio de Dios (Rom. 2: 7; 6: 22; cf. Apoc. 21: 4, 22: 2-3).
En Cristo Jesús.
Ver com. Rom. 6: 11; cf. 2 Tim. 1: 1. Cristo es la "resurrección y la vida" (Juan 11: 25); es el autor de la vida, el que da vida eterna a todos los que tienen fe en él (Juan 6: 40). La dádiva de Dios de vida eterna no sólo se concede mediante Cristo, sino está en Cristo -su fuente permanente-, y sólo se puede recibir por medio de la unión con Aquel que es nuestra "vida" (Col. 3: 4; cf. DTG 730-731).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
2 CS 521
4 CS 514; CM 197; Ev 226, 273; 1JT 350; 3JT 289; PE 216; 1T 20
5 2JT 396
11 5T 436; TM 145
12 MJ 460; 4T 33; Te 163
12-13 2T 454
13 HAd 112; MJ 53; 5T 116
15 4T 295
16 ECFP 121; 1JT 155, 524; MJ 112; 2T 442; 4T 105, 607
16-18 3T 82
22 CM 250; 1T 289; 2T 239, 488, 551; 3T 538
23 CS 558, 595, 599; FE 234, 376; HAp 414; 1JT 226, 349, 402, 439; 2JT 327; MM 180; PE 220; PP 45, 57, 354, 802; 1T 543; 2T 286, 289; 4T 31, 363


ROMANOS CAPÍTULO 7       AUDIO 
1 Ninguna ley tiene poder sobre el hombre por más tiempo que su vida. 4 Nosotros estamos muertos a la ley; 7 pero ésta no es una ley de pecado, 12 sino santa, justa y buena, 16 lo reconozco, pues siento pesar porque no puedo guardarla.

1 ¿ACASO ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?
2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley del marido mientras ésta vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.
3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.
4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera 542 la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.
8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.
9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;
11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.
15 Porque lo que hago, no lo entiendo pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.
18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.
22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.


1.
¿Acaso ignoráis?
"¿O es que ignoráis?" (BJ). Ver com. cap. 6: 3. "O" sugiere una alternativa. En realidad Pablo plantea un dilema: "O bien admitís la verdad de mi afirmación de que vuestra muerte al pecado [cap. 6: 11] significa que no estáis más bajo ley [cap. 6: 14], o de lo contrario debéis ignorar la naturaleza de la ley con la que yo daba por sentado que estabais familiarizados". Presenta otra ilustración para mostrar cómo se ha efectuado la transición de la ley a la gracia y cuáles debieran ser los resultados de este cambio. El cap. 7 se basa sobre una afirmación fundamental de Pablo: "No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (cap. 6: 14). Para explicarlo ya se ha referido al bautismo y a la relación entre los esclavos y sus amos. Ahora recurre a una ilustración de la ley del matrimonio.
Conocen la ley.
Literalmente "conocen ley". La ausencia del artículo delante de "ley" sugiere que Pablo se está refiriendo al principio de ley en general (ver com. cap. 2: 12). Dice sencillamente que la ley no puede acusar o castigar a un hombre después que ha muerto; sin embargo, en el contexto de este capítulo después resulta evidente que Pablo piensa especialmente en la ley del AT (ver cap. 7: 7).
Se enseñorea.
Anteriormente Pablo ha personificado a la "muerte" y al "pecado" como si hubieran "tenido dominio" o "reinado" sobre el pecador (cap. 5: 14-17; 6: 12). Para Pablo, estar bajo el dominio de la ley equivale a estar bajo el dominio del pecado (ver com. cap. 6: 14). La razón para esto es que la ley sólo revela la norma de rectitud, pero no puede quitar la culpabilidad ni el dominio del pecado. La ley exige completa obediencia a sus preceptos, pero no ofrece al pecador el poder que lo capacita para la obediencia. Por otro lado, la gracia hace lo que la ley es incapaz de realizar. Elimina la culpa del pecado y también imparte poder para vencerlo. De modo que para Pablo estar bajo la ley es estar bajo el pecado, y morir a la ley equivale a morir al pecado. Su propósito en este capítulo es destacar que, debido al pecado y a la debilidad de la carne pecaminosa (cap. 8: 3), la ley es completamente incapaz de proporcionar salvación al pecador.
Hombre.
Gr. ánthrÇ,pos, "hombre" en sentido genérico (ver Mat. 8: 20; Mar. 2: 27; etc.), varón o mujer (ver Mat. 15: 11; Juan 3: 4; 16:21; etc.). En cambio la palabra an'r se refiere 543 exclusivamente al "varón" (Mar. 10: 2; Luc. 1: 27; etc.).
Entre tanto que éste vive.
En griego dice: "tanto tiempo como viva", permitiendo que se entienda de dos formas; el tiempo que dura la ley y el tiempo que vive el hombre. La segunda interpretación es más natural y está más de acuerdo con el contexto, porque Pablo se está preparando para aplicar a la ley el principio de que la ley puede presentar sus demandas contra un hombre sólo mientras éste vive.
2.
La mujer casada.
Gr. húpandros, literalmente, "bajo marido", es decir sujeta a un marido. Esta palabra sólo aparece aquí en el NT Se encuentra en la LXX en Núm. 5: 20, 29; Prov. 6: 24, 29. La traducción "mujer casada" es muy exacta.
Está sujeta por la ley.
Literalmente "ha sido sujeta por ley".
Mientras éste vive.
La frase dice literalmente "al marido viviente". Compárese con 1 Cor. 7: 39.
Libre.
Gr. katargéÇ (ver com. cap. 3: 3). La definición "liberar de" es apropiada aquí. Al morir su esposo queda anulada y abolida la condición de la mujer como su esposa.
La ley del marido.
Es decir, la ley acerca del marido, las reglas de la ley que tratan del matrimonio. Compárese con la frase "ley para el leproso" (Lev. 14: 2). Cuando el marido muere, la mujer queda liberada de "la ley del marido", la cual define su relación legal con él, pero prohibe que se case con otro mientras viva su marido.
3.
Llamada.
Gr. jer'matízÇ, que puede sugerir que la mujer formalmente es llamada o considerada adúltera, y en este caso estaría sometida a los más severos castigos bajo la ley del AT (ver Lev. 20: 10).
Esa ley.
Es decir, la ley del marido (ver com. vers. 2).
4.
Así también.
Pablo ahora aplica la ilustración de la ley del matrimonio a la vida del cristiano. Su mayor argumento es que la muerte disuelve la obligación legal. Por lo tanto, así como la muerte libera a la esposa de las obligaciones que impone la ley del casamiento, o sea que pueda casarse legalmente con otro, así también la crucifixión (o muerte) del cristiano con Cristo lo libera del dominio del pecado y de la ley. Entonces puede comenzar una nueva unión espiritual con el Salvador resucitado.
Habéis muerto.
O "fuisteis muertos", que se refiere a la crucifixión del "viejo hombre" con Cristo (cap. 6: 6). En la ilustración, la muerte del marido fue la que liberó a la esposa de la ley; en la aplicación, la muerte de la vieja naturaleza pecaminosa es la que libera al creyente de la condenación y del dominio de la ley, para que se una a Cristo. Aquí, como en el cap. 6, Pablo ve al cristiano como si tuviera una vida doble: la antigua vida condenada por el pecado, de la que se despoja con Cristo, y la nueva vida de aceptación y santidad a la cual resucita con Cristo (ver com. vers. 11).
A la ley.
La muerte del viejo hombre resulta en la liberación del yugo impuesto por uno mismo, el de tratar de ganar la salvación por las obras de la ley (ver com. cap. 6: 14).
Mediante el cuerpo de Cristo.
Es decir, mediante la muerte expiatorio de Cristo (ver Efe. 2: 15; Col. 1: 22; 1 Ped. 2: 24). El creyente es bautizado en esa muerte (Rom. 6: 4), y al participar así de la muerte de Cristo al pecado y a la ley, como se explica en el cap. 6, el creyente puede considerar que su vieja naturaleza está muerta a las cosas que una vez la cautivaban. El que acepta a Cristo ocupa su lugar con él en la cruz y allí hace que sea crucificada su vieja naturaleza.
Para que seáis de otro.
Pablo acostumbra en sus escritos comparar a la unión de Cristo y los creyentes con un matrimonio (2 Cor. 11: 2; Efe. 5: 25, 28-29; cf. Jer. 3: 14).
De otro.
Es decir, de Cristo.
Llevemos fruto.
El simbolismo de este capítulo se asemeja mucho al del cap. 6. El "viejo hombre" es el primer marido. La crucifixión del "viejo hombre" (cap. 6: 6) es la muerte del marido. La resurrección a una nueva vida (cap. 6: 5, 11) es el nuevo casamiento. En cada caso el resultado final es llevar fruto para Dios, el fruto de una vida reformada (cap. 6: 22).
5.
En la carne.
Es decir, la unión con la vieja naturaleza, en el cuerpo de pecado (cap. 6: 6), la obediencia a los impulsos más viles. Esta frase describe una vida que no ha sido regenerada, cuyo principal propósito es la complacencia de los apetitos y de los sentidos. Debe contrastar con la vida "según el Espíritu" (cap. 8: 9).
Por la ley.
O "mediante la ley"; "excitadas por la ley" (BJ); "atizadas por la ley" (BC). Pablo explica en los versículos siguientes lo que quiere decir con estas palabras. No afirma que la ley es la raíz u origen de esas pasiones 544 pecaminosas, sino que la ley revela (vers. 7) dichas pasiones que identifica como pecados, los cuales son propios de la naturaleza rebelde y pecaminosa del hombre. Esta obra preliminar de la ley es vital para la salvación de los pecadores, y es un gran error culpar o condenar a la ley porque cumple este propósito tan necesario.
Pablo no disminuye en nada la necesidad o la importancia de la ley moral; por el contrario, su evangelio en realidad sirve para ensalzar la ley. Una de sus principales preocupaciones es que los hombres comprendan la relación correcta que existe entre la ley y el Evangelio, y su gran mensaje es que los pecadores no deben depender de ley, ni siquiera de la ley de Dios (ver com. cap. 2: 12; 6: 14), para que haga por ellos lo que sólo puede alcanzarse mediante la gracia de Dios que justifica y santifica por medio de Jesucristo. La comprensión de esta verdad fundamental para la salvación no disminuye el respeto por la ley de Dios; por el contrario, produce un efecto precisamente opuesto en los que tienen fe (ver com. cap. 3: 31).
Obraban.
O "estaban activas". Ve el contraste con su inactividad en el cristiano que ha renacido (cap. 6: 6).
En nuestros miembros.
Es decir, en los órganos y facultades de nuestros cuerpos (ver com. cap. 6: 13).
Llevando fruto.
Cf. Sant. 1: 15.
6.
Libres.
Gr. katargéÇ (ver com. cap. 3: 3); "emancipados" (BJ), "desligados" (NG). La palabra se usa en cap. 7: 2 para describir que la esposa queda liberada de la "ley del marido". "Libres de la ley" es el equivalente a no estar "bajo la ley". Para su significado, ver com. cap. 6: 14.
Por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos.
O: "Por haber muerto a aquello que nos tenía aprisionados" (BJ). Es decir, una vez que hemos muerto a la ley, que nos tenía sujetos. Pablo se refiere aquí al medio por el cual quedamos liberados de la ley: la muerte del viejo hombre pecaminoso (vers. 4). Esa muerte nos da libertad, así como la muerte del marido dejaba libre a la mujer (vers. 2). Cuando nuestro viejo hombre es crucificado con Cristo (cap. 6: 6), nosotros, como la mujer en la ilustración, morimos a la ley (cap. 7: 4) que anteriormente había ejercido sobre nosotros el dominio opresivo, por causa de nuestra desventurada unión con la vieja naturaleza pecaminosa ver com. cap. 6: 14).
De modo que sirvamos.
O "de modo que servimos". La frase puede entenderse como una expresión de propósito (cf. vers. 4) o de resultado (cf. cap. 6: 22).
Bajo el régimen nuevo del Espíritu.
Los creyentes que han muerto al pecado y resucitado a la vida nueva (cap. 6: 2, 4), ahora prestan un servicio que es nuevo y espiritual. Su obediencia a la ley de Dios ya no es legalista y mecánica, como si la justificación consistiera simplemente en cumplir con un código de reglamentos externos de conducta que no tiene nada que ver con la condición del corazón. Mediante su unión con el Salvador resucitado, los creyentes han aprendido un camino nuevo de verdadera obediencia cordial y espiritual. Tal servicio y tal culto sólo son posibles para los que han renacido del Espíritu Santo y viven bajo su influencia. Pablo amplía su explicación en el cap. 8.
Bajo el régimen viejo de la letra.
Literalmente "en antigüedad de letra". Una descripción de la obediencia legalista de los que tratan de alcanzar la salvación por las obras de la ley. Así procedían los fariseos que eran cuidadosos en diezmar "la menta y el eneldo y el comino" pero al mismo tiempo omitían "lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe" (ver com. Mat. 23: 23). "Lo más importante" era lo que tenía que ver con el corazón y el espíritu. Servir "en antigüedad de letra" sólo puede conducir al pecado y a la muerte (Rom. 7: 5); pero el Evangelio es portador del ofrecimiento de Dios de capacitar al hombre para el servicio espiritual que emana del corazón. Haber renacido del Espíritu Santo significa la creación de un corazón limpio y la renovación de un espíritu recto (cf. Sal. 51: 10), de modo que desde allí en adelante el creyente ya no sirve a Dios movido por el sentimiento de un yugo legal y por temor, sino en un nuevo espíritu de libertad y de amor (ver Juan 4: 23; 6: 63; 2 Cor. 3: 6).
7.
¿Qué diremos, pues?
Una frase típica de Pablo (ver com. cap. 4: 1). El apóstol se prepara ahora para hacer frente a otra posible comprensión equivocada de lo que ha dicho en cuanto a la relación entre la ley y el pecado.
¿La ley es pecado?
Pablo ha afirmado (vers. 5) que el pecado se vale de la ley para causar la destrucción del pecador. ¿Significa esto que la ley es algo pecaminoso, cuyo único propósito es hacer que los hombres sean 545 peores de lo que eran antes? Pablo responde explicando que el mal no está en la ley sino en el hombre, y que aunque es cierto que la ley es la "ocasión" del pecado (vers. 8), sin embargo" la ley es santa, justa y buena" (vers. 12).
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4.
Pero.
Gr. allá, que generalmente se traduce "Pero", aunque puede significar "por el contrario" (ver 1 Cor 12: 22); es decir, por el contrario, lejos de que la ley sea pecado, pone de manifiesto el pecado. Allá también puede entenderse como "no obstante", "sin embargo" (ver Rom. 5: 14). Es decir, aunque se niegue enfáticamente que la ley es pecado, a pesar de todo si no fuera por la ley yo no tendría conocimiento del pecado. Cualquiera de estas interpretaciones corresponde con el argumento de Pablo.
Yo no conocí el pecado.
Puesto que el pecado es "impiedad" o "infracción de la ley" (ver com. 1 Juan 3: 4), es lógico que el efecto de la ley en la vida de un hombre es revelarle el pecado en su verdadera naturaleza. El proceder lógico frente a la ley es considerarla como un enemigo por haber pronunciado este veredicto justo. El espejo no es enemigo de una persona fea porque le revela su fealdad, ni tampoco un médico es enemigo de un enfermo porque le dice que está enfermo. Ni el médico es el causante de la enfermedad, ni el espejo de la fealdad. Tampoco Dios es la causa de la enfermedad y de la fealdad de nuestro pecado porque nos lo muestra en el espejo de su santa ley. Por el contrario, Dios es el autor del plan divino mediante el cual Jesús vino al mundo a curar nuestra enfermedad.
Por la ley.
Literalmente "por medio de ley" (ver com. cap. 2: 12).
Codicia.
Gr. epithumía, "deseo" "anhelo" a veces de cosas lícitas (Luc. 22: 15; Fil. 1: 23), pero generalmente de cosas prohibidas (Rom. 13: 14 Sant. 1: 14-15; etc.). La palabra que se traduce "codiciarás" en el mismo versículo es epithuméÇ, verbo afín de epithumía.
Si la ley no dijera.
Una referencia al décimo mandamiento (Exo. 20: 17).
No codiciarás.
Es significativo que Pablo escogiera el décimo mandamiento, pues no es simplemente un ejemplo del resto sino que contiene el principio que está en la raíz de todo pecado (ver PP 318). El uso que hace Pablo de este mandamiento en un contexto tal revela un significado más profundo que el que expresan literalmente estas palabras. En la prohibición no sólo vio el deseo de ciertas cosas específicamente mencionadas en el mandamiento, sino también el deseo de cualquier cosa prohibida por Dios. En otras palabras, la ley prohibe cualquier clase de deseo egoísta y pecaminoso, y esto es lo que Pablo no hubiera sabido "si la ley no" lo "dijera". Descubrió que la verdadera obediencia a los mandamientos de Dios no era una simple conformidad externa con la letra de la ley, sino que tiene que ver con la mente, el corazón y el espíritu (vers. 14; cf. cap. 2: 29). El pecado no es simplemente una brecha externa abierta en la letra de la ley, sino una condición interior y profunda de la mente, la disposición, los hábitos y el carácter, de donde proceden todos los actos pecaminosos (Mat. 5: 28; 1 Juan 3: 15). Sin embargo, el efecto inicial que tuvo este profundo descubrimiento en el corazón de Pablo cuando aún no estaba regenerado, fue despertar su naturaleza corrupta provocando una oposición pecaminosa (Rom. 7: 8).
8.
Pecado.
Pablo personifica al pecado como el principio y poder antagónico a la ley de Dios (ver com. cap. 5: 12). El pecado es representado en el NT como un enemigo que siempre está procurando causar nuestra ruina, y que aprovecha cada ocasión para lograrlo. Se lo describe como rodeándonos y asediándonos (Heb. 12: 1), sometiéndonos a servidumbre (Rom. 6: 12), seduciéndonos, y así causando nuestra muerte (Sant. 1: 14-15). En otras palabras, se presenta al pecado como haciendo todo lo que Satanás -el máximo enemigo de la humanidad- está tratando de lograr al tentarnos a pecar. En cuanto a la forma en que Satanás usa la ley como una ocasión para tentar y atraer a la humanidad a la desobediencia, de modo que los seres humanos queden sometidos a la condenación y a la muerte, ver com. Rom. 7: 11.
Ocasión.
Gr. aform', "oportunidad", "ocasión". Sólo Pablo usa esta palabra en el NT (Rom. 7: 11; 2 Cor. 5: 12; 11: 12; Gál. 5: 13; 1 Tim. 5: 14).
Mandamiento.
Un solo precepto, en este caso el décimo mandamiento, en contraste con "ley" que se refiere a todo el código. Las palabras "por el mandamiento" pueden relacionarse con "tomando ocasión", lo que significa que el pecado se aprovechó del mandamiento (RVR); o podrían relacionarse 546 con "produjo en mí", lo que significaría que el pecado obró en mí con la ayuda del mandamiento. La segunda posibilidad podría compararse con "produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno" (vers. 13). En ambos casos, el significado es prácticamente el mismo.
Produjo.
Gr. katergázomai, "llevar a cabo", "completar", "conseguir" (cf. Rom. 2: 9; 1 Cor 5: 3; 2 Cor. 7: 10). Se usa para referirse a lograr algo ya bueno o malo (Rom. 7: 15, 17-18, 20).
Codicia.
"Concupiscencias" (BJ), "deseos desordenados" (VM). Gr. epithumía (ver com. vers. 7). Pablo está diciendo que el mandamiento que ordena no codiciar hizo que codiciara más. El corazón no regenerado reacciona así ante la expresa voluntad de Dios. Algo que ha sido prohibido con frecuencia parece ser más deseable, y excita los malos deseos del corazón rebelde (cf. Prov. 9: 17).
Un pecador puede parecer como sosegado y tranquilo, en paz consigo mismo y con el mundo, pero cuando la ley de Dios llega hasta su conciencia no es raro que se irrite y se enoje. Desprecia la autoridad de la ley, y sin embargo su conciencia le dice que la ley tiene razón. Trata de ponerla a un lado, pero tiembla ante su poder. Y para mostrar su independencia y determinación de pecar, se sumerge en la iniquidad y se convierte en un pecador más impío y obstinado. Esta situación se convierte en lucha, y en el conflicto con Dios el pecador resuelve no dejarse vencer. Por eso es frecuente que un hombre sea más irreverente, blasfemo e impío cuando siente la convicción de su pecado, que en otras ocasiones. De modo que cuando una persona se torna especialmente violenta e insultante en su oposición a Dios, podría a veces ser una clara indicación de que está empeñada en esta lucha contra su conciencia.
Compárese esta conducta con el caso de Pablo que se oponía a la voluntad de Dios que le era revelada. Pablo se sentía disgustado después del martirio de Esteban porque tenía la íntima convicción de que el mártir estaba en lo correcto, y para aplacar esa creciente convicción se sumió con celo frenético en una campaña de persecución, terror y muerte (ver HAp 92-93). Procuraba "dar coces contra el aguijón" de la convicción y de una conciencia esclarecida (Hech. 26: 14). Su prejuicio y su ambición de popularidad hicieron que se rebelara contra Dios, hasta que se convirtió en un instrumento en las manos de Satanás (HAp 83-84). De ese modo la revelación de la voluntad de Dios excitó la naturaleza pecaminosa de Pablo hacia un pecado todavía mayor, hasta que al fin llegó a estar dispuesto a reconocer su pecaminosidad y su necesidad de un Salvador (Hech. 9: 6; ver HAp 97).
El caso de Pablo es una clara ilustración de que la ley no puede desarraigar la rebeldía y el pecado. Su efecto puede ser precisamente el contrario. Pablo halló libertad del poder del pecado y de la condenación únicamente cuando se encontró frente a frente con Cristo.
Sin la ley.
Literalmente "sin ley" (BJ, BC); o "aparte de ley" (ver com. cap. 2: 12).
El pecado está muerto.
Pablo ya ha presentado tácitamente la idea de que el pecado está "muerto" sin ley (cap. 4:15; 5:13). Es evidente que con "muerto" no quiere decir que no existe, sino que está inerte. Compárese con "la fe sin obras está muerta" (Sant. 2: 26). El pecado ha reinado siempre desde la transgresión de Adán (Rom. 5: 12, 21), pero su pleno poder y virulencia sólo se manifestaron cuando apareció la ley con sus restricciones y prohibiciones. Entonces el pecado se presenta como rebelión contra la voluntad de Dios, y la naturaleza humana no regenerada es instigada a la oposición y al pecado.
9.
Yo. . . vivía.
Pablo se refiere a su vida pasada, pero con su experiencia simboliza a todos los que no están convertidos y dependen de su propia justicia.
Sin la ley. . . en un tiempo.
El período de su vida pasada al cual aquí se refiere Pablo, ha sido objeto de muchos debates; sin embargo, por el contexto parece evidente que está hablando del tiempo anterior al momento cuando comprendió la verdadera naturaleza, espiritualidad y alcances de la ley divina. Fue un período durante el cual creía que era justo y que, en lo que se refería a su conducta externa, parecía que estaba cumpliendo la ley. Pero era una justicia legalista, como aquella de la que se jactaba el joven rico cuando fue puesto frente a frente con los mandamientos: "Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?" (Mat. 19: 20). Pablo también podía pretender que "en cuanto a la justicia que es en la ley" él era "irreprensible" (Fil. 3: 6; cf. Hech. 26: 5). Compárese con la jactancioso oración del fariseo, llena de justicia propia (Luc. 18: 11-12). 547 Pero cuando Pablo discernió el carácter espiritual de la ley, el pecado apareció en su verdadero carácter repulsivo. Se vio a sí mismo como transgresor, y su engreimiento se desvaneció (ver CC 27-28).
Venido el mandamiento.
Es decir, cuando Pablo comprendió en su mente y en su conciencia el significado espiritual del mandamiento "no codiciarás" (vers. 7), vio el espíritu de la ley en esta prohibición de todos los deseos pecaminosos, y cuando penetró en él como la palabra de Dios, viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos (Heb. 4: 12), la complacencia en su justicia propia quedó súbitamente destruida.
El pecado revivió.
Es decir, "volvió a vivir". Pablo no quiere decir que antes de que viniera "el mandamiento", el pecado -aquí personificado como un ser aborrecible- había estado inactivo en su vida, sino que él no se había dado cuenta ni de su verdadera naturaleza ni de sus consecuencias fatales (vers. 13). En realidad, el pecado había actuado sin restricciones en su vida (vers. 5). Pero la venida del "mandamiento" desafió a la presencia del pecado y a su derecho de dominar la vida de Pablo. El pecado entonces se levantó para mantener su disputada autoridad. Apareció en toda su malignidad y fuerza, en su verdadero carácter: el de un engañador, un enemigo y un asesino.
Pablo no dice cuándo ni cómo comenzó a sentir por primera vez el poder condenatorio de la ley; sin embargo, sabemos lo suficiente en cuanto a sus años anteriores como para tener algún conocimiento de su experiencia con la ley antes de su conversión. Como fariseo bien versado, que vivía de acuerdo con la secta más estricta de su religión, con intensos, aunque inútiles esfuerzos, y mediante una observancia externa, había tratado de cumplir con las exigencias de una ley santa que escudriña el corazón. Pero la serenidad y el amor perdonador que manifestó Esteban durante su martirio conmovieron hasta lo profundo la mente de Pablo, e hicieron que su conciencia comprendiera que la obediencia a la ley era algo que iba más allá de la letra (ver com. vers. 8).
Morí.
Cuando Pablo llegó a comprender la naturaleza espiritual de la ley, el nuevo conocimiento sólo sirvió para acusarlo como transgresor y despertar en él toda clase de malos deseos (vers. 8). Pablo se convirtió entonces en un pecador plenamente consciente, y descubrió que no tenía esperanza de vida (cf. cap. 6: 21, 23).
10.
Hallé.
Literalmente "fue hallado en mí o por mí", es decir, el mandamiento. Al fin Pablo supo que el mismo mandamiento de cuya observancia hacía depender su salvación, sólo podía condenarlo a muerte.
Este es un versículo clave en el razonamiento de Pablo de que los pecadores no deben depender de la ley para su salvación. Pablo ha explicado claramente, y ahora lo ilustra con su propio caso, que el depender de la ley mediante la justicia propia es una grave tergiversación de la ley, y que sólo puede conducir al sorprendente descubrimiento expresado en este versículo. La ley de Dios presenta una elevada norma espiritual que ningún mortal pecador puede alcanzar mediante sus propios esfuerzos, sin ayuda. Delante de ella sólo aparece como culpable y condenado; pero bienaventurado aquel que al comprender su impotencia y necesidad acude al Salvador, el único en quien puede encontrar justificación y salvación (Gál. 3: 24).
El gran error de muchos judíos consistía en su concepto falso de la función de la ley en un mundo pecaminoso. Orgullosos con su justicia propia, no estaban dispuestos a reconocer su culpabilidad ante la ley ni su incapacidad para vivir a la altura de sus preceptos; por lo tanto, no comprendían su necesidad de un Salvador. Se dedicaban a un diligente estudio de las Escrituras creyendo que en la ley encontrarían vida y no condenación. No querían ir a Cristo para que pudieran hallar justificación y vida (Juan 5: 39-40). Ver com. Eze. 16: 60.
El mismo mandamiento.
Este versículo dice literalmente: "El mandamiento, el para vida, éste fue hallado por mí para muerte". La expresión griega es enfática.
Que era para vida.
La promesa de vida acompañó a la entrega de la ley de Dios a Israel en 18: 5; Deut. 5: 33; Eze. 18: 9, 21; 20: 11, 13, 21; cf. Mat. 19: 17). No hay ninguna arbitrariedad en esto. Todas las leyes de Dios para nuestro bien físico, mental y espiritual son dadas para nuestro máximo bien. La vida y la prosperidad, tanto en este mundo como en el venidero, están íntimamente asociadas a la perfecta obediencia a las leyes inmutables de Dios.
Para muerte.
Pablo conoció el pecado por medio de la ley (vers. 7-9; cf. cap. 3: 20), y 548 "la paga del pecado es muerte" (cap. 6: 23).
11.
Porque el pecado.
La conjunción causal "porque" da comienzo a una explicación del vers. 10. La primera parte del versículo es similar al vers. 8, pero una diferente sintaxis en griego destaca que no fue el mandamiento sino el pecado el que "engañó" y "mató". El pecado es personificado otra vez, y aparece ejerciendo el poder para tentar y destruir, lo que normalmente corresponde a Satanás.
Por el mandamiento.
Estas palabras pueden relacionarse con "tomando ocasión" o con "me engañó" (cf. com. vers. 8). La conclusión "y por él me mató" podría indicar que debe preferirse la segunda relación. El pasaje entonces diría: "Porque el pecado, tomando ocasión, me engañó por el mandamiento". La barrera que la ley erige contra el pecado se convierte en la ocasión para sugerir que se cometa el pecado.
Me engañó.
Gr. exapatáÇ, que básicamente significa "hacer que uno se extravíe". Pablo es el único que usa esta palabra en el NT (Rom. 16: 18; 1 Cor. 3: 18; 2 Cor. 11: 3; 2 Tes. 2: 3). En el huerto del Edén el pecado se aprovechó del mandamiento: "No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis" (Gén. 3: 3), con lo cual inspiró un mal deseo (ver com. "por la ley" y "codicia", vers. 5 y 8 respectivamente). Cuando Eva estuvo frente al árbol prohibido comenzó a dudar de la orden de Dios que le había prohibido que tocara ese fruto (ver PP 36-37). Esa fue la oportunidad de Satanás, el cual usó la prohibición divina para engañar a Eva y hacerla pecar. El engaño del pecado consiste en presentar como algo bueno el objeto del deseo pecaminoso, pero cuando dicho objeto se alcanza posteriormente resulta malo (Sant. 1: 14-15; cf. Heb. 3: 13, 17). Satanás incitó a Eva a que participara del fruto prohibido, para que así, llegara hasta un mundo de existencia más elevada y obtuviera un conocimiento más amplio (PP 36-37). Satanás usó el mandamiento en esta forma engañosa para incitar al pecado; y una vez que logró su mal propósito utilizó el mismo mandamiento como un medio de condenación. Satanás es, a no dudarlo, no sólo el tentador del hombre sino también su acusador (Apoc. 12: 10; cf. Job 1: 9-11; 2: 4-5). De esa manera Eva comprobó, para su gran dolor, que lo que una vez deseó como algo deleitoso sólo le produjo condenación y muerte.
Ningún ser del universo cae en peor engaño que el pecador que se complace en un deseo prohibido (ver Prov. 7: 21-23).
Por él.
Es decir, por el mandamiento.
Me mató.
Compárese con "yo morí" (vers. 9). El mandamiento, aunque en sí mismo es santo y tiene el propósito de proporcionar vida, no sólo se convirtió en ocasión de pecado sino también, como su consecuencia, en ocasión de muerte. Y todo esto se produjo mediante el engaño. Lo deseado en realidad no era bueno, pero la concupiscencia y la codicia inspiradas por el tentador hicieron que pareciera que era así. Uno de los grandes propósitos de la gracia transformadora de Dios es eliminar ese engaño destructor y hacer que el hombre vuelva a ver las cosas en su verdadera realidad, y de ese modo regrese a la vida y a la paz con Dios.
12.
De manera que.
Este es el comienzo de una conclusión basada en lo tratado en los vers. 7-11, y una respuesta a la pregunta del vers. 7: "¿la ley es pecado?"
La ley.
El artículo "la" se encuentra en el texto griego (ver com. cap. 2: 12). Pablo puede estar usando el término "la ley" como en el cap. 7: 9, para referirse a todo el código, y el término "el mandamiento" para referirse a un precepto específico de la ley.
Es santa.
La ley, lejos de ser pecado (vers. 7) es santa, justa y buena (vers. 12). La ley de Dios, como revelación del carácter de su Autor y expresión de su pensamiento y voluntad, sólo puede ser verdadera, justa y santa.
El mandamiento santo.
Pablo ya ha afirmado la santidad de toda la ley. Ahora destaca más específicamente la santidad, justicia y bondad del mandamiento: "No codiciarás". El énfasis quizá se base en que este mandamiento ha sido descrito particularmente en los vers. 7-11 como la ocasión especial para que aumente el conocimiento y la acción del pecado.
El décimo mandamiento es santo, pues es una expresión de la santa voluntad de Dios que prohibe todo deseo impuro y pecaminoso. Su santidad de ninguna manera es disminuida por el hecho de que revela el pecado (vers. 7), y de que ha sido usado por el pecado para incitar a los pecadores a una transgresión todavía mayor (vers. 8-9), atrayendo sobre ellos condenación y muerte. La falta no se halla en el mandamiento santo sino en los hombres impíos, que en su debilidad y pecaminosidad son incapaces de vivir de acuerdo 549 con la suprema norma de pureza y santidad que la ley exige con justicia.
Justo.
O "correcto". El mandamiento es justo y correcto en sus exigencias, pues destaca la norma de un carácter justo; y a pesar de las acusaciones de Satanás que afirman lo contrario, sólo pide la obediencia que está al alcance de los seres humanos (ver com. Mat. 5: 48; HAp 423; DTG 15, 275). La vida de Jesús plena de obediencia confirmó la justicia de las exigencias de la ley de Dios. Demostró que la ley podía ser obedecida, y puso de manifiesto la excelencia de carácter que se adquiriría si fuera guardada. Todo el que obedece como Jesús, también declara que la ley es "santa, justa y buena". Pero todos los que violan los mandamientos de Dios están apoyando la acusación de Satanás de que la ley es injusta y no puede ser obedecida (ver Com. Rom. 3: 26; DTG 21).
Bueno.
Gr. agathós, bueno en un sentido moral (cf com. vers. 16). El único propósito del mandamiento es que el hombre disfrute de vida y bendiciones tanto ahora como durante toda la eternidad (ver com. vers. 10). Si es obedecido, proporcionará justicia y felicidad por doquiera.
13.
Vino a ser muerte.
En otras palabras, ¿la ley buena tiene la culpa de mi muerte? Pablo responde repitiendo que la falta no está en la ley sino en él mismo y en sus inclinaciones pecaminosas.
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4. Así como la ley no causa la muerte tampoco ocasiona el pecado.
Sino que el pecado.
El texto de la BJ puede ayudar a comprender mejor este pasaje: "Sino que el pecado, para aparecer como tal, se sirvió de una cosa buena, para procurarme la muerte, a fin de que el pecado ejerciese todo su poder de pecado por medio del precepto".
Para mostrarse pecado.
O "para que fuese manifestado como pecado" (VM). Es decir, para que fuese visto en su verdadera naturaleza de pecado.
Produjo en mí la muerte.
O "produjo muerte para mí". La verdadera naturaleza del pecado se pone de manifiesto cuando éste emplea lo que es bueno para producir el mal y la muerte. Toma lo que es la revelación del carácter y de la voluntad de Dios -cuyo propósito es servir como norma de santidad- y lo usa para aumentar el pecado y la condenación de los hombres (vers. 8-11). El propósito de Dios al permitir que el pecado produzca muerte por medio de la ley, es que el pecado, al pervertir lo que es bueno, se descubra y manifieste en toda su pecaminosidad y engaño (ver PP 22-23).
Sobremanera pecaminoso.
O "excesivamente pecaminoso". La palabra griega que corresponde con "sobremanera" es huperbol', de la cual deriva "hipérbole". Compárese con el uso que hace Pablo de este vocablo en 1 Cor. 12: 31; 2 Cor. 1: 8; 4: 7, 17; 12: 7; Gál. 1: 13. El apóstol ya ha explicado cómo la ley ha servido para revelar la enormidad del pecado.
En Rom. 7: 7-13 la ley de Dios es claramente vindicada de cualquier acusación de que sea responsable por el pecado y la muerte que se han difundido en toda la humanidad (cf. cap. 5: 14, 17). La culpa corresponde con toda justicia al pecado. Y en la medida en que los hombres persisten en identificarse con el pecado, comparten en su culpabilidad y condenación.
Estos versículos también destacan la doctrina de Pablo de que la salvación no puede provenir de la ley. La función importante de la ley es la de desenmascarar el pecado y convencer al pecador de que sus caminos son errados, pero no puede desarraigar un espíritu rebelde ni perdonar una transgresión. "La ley revela al hombre sus pecados, pero no dispone ningún remedio" (CS 521).
Estos versículos también sirven para aclarar la relación entre la ley y el Evangelio. La función permanente de los mandamientos es revelar la norma de justicia, convencer de pecado y mostrar la necesidad de un Salvador. Si no hubiera ley para convencer de pecado, el Evangelio sería impotente, pues a menos que el pecador esté convencido de su pecado, no sentirá la necesidad de arrepentirse y de tener fe en Cristo. De modo que pretender que el Evangelio ha abolido la ley no sólo es tergiversar el lugar y la importancia de la ley, sino también socavar el propósito y la necesidad fundamentales del Evangelio y del plan de salvación (ver com. cap. 3: 31).
14.
Porque.
Pablo ahora confirma su vindicación de la ley y su exposición de la verdadera naturaleza del pecado, mediante un análisis profundo de la forma en que obra el pecado en la vida íntima del hombre. El significado de los vers. 14-25 ha sido uno de los problemas más debatidos de toda la epístola. 550 Las preguntas básicas han girado en torno a dos aspectos: hasta qué punto la descripción de una lucha moral tan intensa puede ser autobiográfica, y si así fue, si dichos versículos se refieren a la vida de Pablo antes o después de su conversión. Que Pablo está hablando de su propia lucha personal con el pecado, resulta evidente por el significado obvio de sus palabras (cf. vers. 7-11; CC 15; 1JT 403). Pero también es igualmente cierto que está describiendo un conflicto que en forma más o menos pronunciada es experimentado por toda alma que se enfrenta a las demandas espirituales de la santa ley de Dios, y las reconoce.
Más importante es la pregunta en cuanto al período de vida que Pablo describe. Algunos comentadores sostienen que la descripción corresponde con la vida de Pablo después de que se convirtió al cristianismo. Destacan el uso de los verbos en tiempo presente y hacen notar las expresiones que revelan odio al pecado (vers. 15, 19) y el ferviente deseo de hacer el bien (vers. 15, 19, 21). Argumentan que una persona inconversa no hubiera podido decir: "Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios" (vers. 22) y "yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios" (vers. 25). Otros comentadores creen que la lucha debe haber tenido lugar antes de su conversión, argumentando que expresiones como "yo soy carnal, vendido al pecado" (vers. 14), "el pecado que mora en mí" (vers. 17), "el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo" (vers. 18), "¡Miserable de mí! ¿quién me librará. . . ?" (vers. 24), no podrían referirse a la condición de Pablo después de que renació. Sin embargo, destacan que Pablo no está describiendo sus experiencias cuando "sin la ley vivía en un tiempo", sino cuando "venido el mandamiento, el pecado revivió y" él murió (ver com. vers. 9). Por lo tanto, la experiencia que se describe no sería la de un hombre que no ha sido regenerado en absoluto, sino la de un pecador movido por una profunda convicción, que sufre bajo su carga de culpa y se esfuerza fervientemente -pero luchando por sí mismo- para poner su vida de acuerdo con los requerimientos divinos. Sus mejores esfuerzos terminan en un triste fracaso hasta que encuentra a Cristo y experimenta el poder vivificador del Evangelio. Tal es también la experiencia del que se convirtió una vez, pero fracasa en no aprovechar las bendiciones del Evangelio y entonces lucha en busca de la pureza de su vida mediante su propia fuerza, o del cristiano nominal que nunca se ha entregado plenamente a Cristo.
El principal propósito de Pablo en este pasaje parece ser mostrar la relación que existe entre la ley, el Evangelio y la persona que, movida por su convicción, lucha afanosamente contra el pecado para prepararse para la salvación. El mensaje de Pablo es: aunque la ley puede servir para precipitar e intensificar la lucha, sólo el Evangelio de Jesucristo puede proporcionar la victoria y el alivio (vers. 25. cap. 8). La intensidad de la lucha y el momento de su comienzo varían en el caso de cada individuo que, mediante la ley, llega a conocer el pecado. Es evidente que cada cristiano puede reconocer por experiencia propia que prosigue una lucha intensa después de la conversión y de haber renacido. La vida del apóstol Pablo era "un constante conflicto consigo mismo. . . Su voluntad y sus deseos estaban en conflicto diario con su deber y con la voluntad de Dios" (MC 358). La realidad del conflicto de Pablo se revela con sus palabras: "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Cor. 9: 27). Para cada cristiano convertido, renacido y justificado, el proceso de la santificación implica, de la misma manera, duras y serias batallas con el yo (PVGM 266-267; HAp 447-448). Mientras más nos acerquemos a Cristo, más claramente discerniremos la extraordinaria pecaminosidad del pecado y más fervientemente confesaremos la pecaminosidad de nuestra propia naturaleza (ver com. Eze. 20: 43; 16: 62-63; PVGM 124-125).
Aunque con frecuencia es cierto que una intensa lucha moral continúa después de la conversión, a medida que el cristiano diariamente renueva su consagración (ver Luc. 9: 23-25; 2 Cor. 4: 16; 2JT 59; 3JT 93), no podemos estar seguros de que el apóstol se refiera aquí a una lucha semejante. El propósito de su tesis hasta este punto de la epístola ha sido mostrar la incapacidad del hombre para alcanzar la justificación cuando depende de su propia fuerza, por las obras de la ley. Ha demostrado que los que están bajo la ley están bajo el yugo del pecado (ver com. Rom. 6: 14); que a pesar de sus mejores esfuerzos no pueden cumplir con lo que exige la ley; que son desdichados y desvalidos hasta 551 que hallan a Cristo. Entonces cesa la condenación (cap. 8: 1). Lo que antes no pudieron hacer, ahora lo alcanzan por medio del poder vivificador de Cristo (cap. 8: 3-4). Ya no se preocupan por las cosas de la carne (cap. 8: 5), sino que andan conforme al Espíritu (cap. 8: 1).
Sabemos.
Pablo da por sentado que la espiritualidad de la ley es reconocida por sus lectores (cf. cap. 2: 2; 3: 19).
La ley es espiritual.
Pablo está resumiendo y repitiendo lo que ya ha dicho en el vers. 12. Destaca de nuevo que la ley no es culpable de los pecados de los cuales él ha estado hablando. La ley es de origen espiritual pues fue dada personalmente por Dios, y "Dios es Espíritu" (Juan 4: 24). La ley es de naturaleza espiritual porque es "santa, justa y buena" y porque pide una obediencia que sólo está al alcance de los que son espirituales y tienen los frutos del Espíritu (Mat. 22: 37-39; Juan 15: 2; Rom. 13: 8, 10; Gál. 5: 22-23; Efe. 3: 9).
Yo soy.
El cambio del tiempo del verbo del pasado (vers. 7-11) al presente (vers. 14-28) ha sido considerado por algunos como una prueba de que Pablo se está refiriendo a lo que le sucedía entonces. Otros ven en esto sólo un presente histórico o presente dramático, para dar más énfasis, como ocurre en Mar. 14: 17; Luc. 8: 49. Ver arriba comentario de "porque".
Carnal.
Es decir, hecho de carne y sangre, lo que denota la naturaleza humana con su debilidad inherente (cf. 2 Cor. 3: 3). Esta es la forma en que Pablo expresa "lo que es nacido de la carne, carne es" (Juan 3: 6). El equivalente que él da de "lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3: 6) está en Rom. 8. En contraste con la espiritualidad y santidad de la ley divina, Pablo descubre en él un ser de carne, y por lo tanto proclive a toda la pecaminosidad y complacencia propia, a la cual se inclinaba su naturaleza corrupta. Por eso, en su deseo de obedecer la ley espiritual, se encuentra a sí mismo sumido en una lucha continua con sus tendencias al pecado heredadas y cultivadas (cap. 7: 23). Insta a los creyentes a que crucifiquen la carne, y declara que él mismo mantiene su cuerpo en servidumbre (1 Cor. 9: 27; Gál. 5: 24). También los insta a vivir en forma temperante (1 Cor. 10: 31) y a ofrecer sus cuerpos a Dios como un sacrificio santo y vivo (Rom. 12: 1). Describe el cuerpo como el templo del Espíritu Santo (1 Cor. 6: 19) y exhorta a los cristianos a que glorifiquen a Dios en el cuerpo (vers. 20). Expresa que tanto la carne como el espíritu necesitan limpieza (2 Cor. 7: 1) y anticipa la redención y glorificación del cuerpo (Rom. 8: 23; 1 Cor. 15: 51-53).
Vendido al pecado.
Es decir, vendido para estar bajo el poder del pecado. Compárese con "Acab, que se vendió para hacer lo malo" (1 Rey. 21: 25; cf. 1 Rey 21: 20; Isa. 50: 1). El dominio del pecado sobre la carne puede ser tan completo como el de un amo sobre un esclavo. En vista de las afirmaciones anteriores de Pablo de que el cristiano convertido está libre ahora de la servidumbre del pecado (Rom. 6: 18, 22), hay algunos que con sideran que esta expresión es una prueba de que el apóstol está hablando de los días anteriores a su conversión; es decir, del tiempo cuando estaba completamente convencido, pero aún no se había entregado plenamente a Cristo (ver com. cap. 7: 9). Otros sostienen que Pablo puede estar usando un lenguaje tan enfático para expresar la fuerza de esa depravación contra la cual estaba luchando después de su conversión, que está tratando de demostrar que al obedecer los impulsos de su naturaleza carnal estaba procediendo como quien era esclavo de otra voluntad. Posteriormente añade que el pecado todavía vivía en su carne (vers. 17-18) y que aunque había llegado a la condición de deleitarse en la ley de Dios, aún veía en sus miembros un poder maligno en acción que lo llevaba a permanecer cautivo del pecado (vers. 22-23).
Los hombres más santos son carnales en comparación con la espiritualidad de la ley. Su discernimiento del carácter santo de los mandamientos de Dios hacía que Pablo comprendiera más su propia imperfección. Y cuando él se describe como "vendido al pecado" indica cuán profunda era su convicción. Compárese con el caso de Job, quien aunque es presentado por el Señor como perfecto y recto (Job 1: 1; 2: 3), más tarde confesó "Yo soy vil", "me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza" (cap. 40: 4; 42: 6).
15.
Porque.
Pablo ahora explica sus experiencias durante el período cuando estuvo "vendido al pecado" (vers. 14).
Lo que hago.
La flexión del verbo "hago", aparece tres veces en este versículo, y es la traducción de tres diferentes verbos griegos. En el primer caso Pablo emplea katergázomai, el mismo verbo que en el vers. 8 significa "producir", "llevar a cabo", "alcanzar". Ver 552 posteriormente un estudio de las otras palabras traducidas como "hago".
Entiendo.
Gr. ginÇskÇ, "saber", "llegar a saber", "percibir", "reconocer". Comparece con la traducción: "Mi proceder no lo comprendo" (BJ).
No hago.
Gr. ou. . . prássÇ. PrássÇ significa "practicar". Este verbo aparece también en cap. 1: 32; 2: 1-3, 25; etc.
Quiero.
Gr. thelÇ, "desear", "anhelar".
Eso hago.
En este caso "hago" (poiéÇ ) implica más bien la realización y terminación de un acto, como en el cap. 4: 21. Martín Lutero había aprendido evidentemente el significado de esta experiencia cuando dijo: "Tengo más miedo de mi propio corazón que del papa y de todos sus cardenales".
Los que afirman que Pablo está describiendo sus propias experiencias, cuando se reconoció como pecador antes de entregarse a Jesucristo (ver com. cap. 7: 14), creen que el apóstol también hace destacar la impotencia de cualquier cosa que no sea el evangelio para proporcionar el poder que capacita para realizar obras de justicia. Comparece con el caso de Carlos Wesley (CS 296-298). Todos los que procuren ganar la salvación sin una entrega completa a Jesucristo quedarán completamente frustrados. Los que sostienen que Pablo está describiendo la lucha continua con el yo y el pecado, aun después de la conversión, hacen notar que aun después de la conversión los cristianos siguen reconociendo que hay imperfecciones y pecados en su vida, y que tales defectos son motivo de continua intranquilidad y preocupación. La fuerza de la pasión natural puede vencerlos en sus momentos de descuido. Todavía los acosa el poder de los hábitos por largo tiempo cultivados. Aún surgen en su mente, con la rapidez del relámpago, malos pensamientos de complacencia propia. El que fue incrédulo antes de su conversión, cuya mente estuvo llena de escepticismo, quizá descubra que todavía perduran en su mente, perturbando su paz durante años, los efectos de sus anteriores hábitos de pensamiento. Tales son los efectos de los hábitos. El solo hecho de pasar un pensamiento impuro por la mente, deja contaminación tras sí, y cuando el pecado ha sido acariciado por largo tiempo, deja una cicatriz indeleble en el alma aún después de la conversión, lo cual produce ese estado de tensión que conoce muy bien el cristiano.
Cuando el cristiano ve que esos antiguos deseos y sentimientos -que él desaprueba y odia- intentan día tras día recuperar su poder sobre él, lucha contra su influencia y anhela ser llenado con todos los frutos del Espíritu de Dios; pero entonces descubre que ni por sí mismo ni por la ayuda de la ley puede lograr su liberación de lo que odia, ni puede tener éxito en alcanzar lo que aprueba y desea hacer. Cada noche es testigo de su penitente confesión de su impotencia y de su anhelante deseo de recibir ayuda de lo alto (ver 1JT 538).
16.
Apruebo.
"Estoy de acuerdo" (BJ). Gr. súmf'mi, literalmente, "hablar juntamente con"; por lo tanto, "estar de acuerdo", "concordar". Esa es la única vez que aparece esta palabra en el NT. El hecho de que Pablo desapruebe sus acciones pecaminosas es en sí mismo una evidencia de que considera que la ley de Dios es buena.
Buena.
Gr. kalós, "bello", "excelente". Esta expresión puede implicar la belleza moral y la excelencia de ley, cuyas cualidades Pablo admite aquí. La palabra que en el vers. 12 se traduce "bueno" es agathós , que significa bueno en un sentido moral. Kalós se relaciona con aghatós como la apariencia corresponde a la esencia
17.
De manera que.
Gr. nuní, que se pude entender en un sentido temporal con el significado de "en este momento" o en un sentido lógico, "siendo este el caso". Lo segundo parece ser más apropiado (cf. Rom. 7: 20; 1 Cor. 14: 6).
Ya no soy yo.
La construcción griega es enfática. Pablo se refiere con este "yo" al "hombre interior" (vers. 22), que se diferencia del otro "mí" en el cual mora el pecado, que es definido en el vers. 18 como "mi carne" y en el vers. 23 como "mis miembros". Pablo no dice esto para negar la responsabilidad del hombre por sus actos pecaminosos, sino para mostrar el gran poder del pecado interior que se hace sentir contra los esfuerzos más decididos del apóstol, y que podría dominar al cristiano que se descuida. Cuando Pablo habla de sus labores, dice: "No yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Cor. 15: 10). Con eso no quiere decir que no hizo su parte, sino que la ejecutó bajo la influencia de la gracia de Dios. Cuando dice: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí" (Gál. 2: 20), también quiere decir que dependía de Cristo como el origen y el sustento de su 553 nueva y mejor vida. Aquí no se excusa por las violaciones de la ley, sino que también afirma que hizo tales cosas bajo una influencia que ya no dominaba más en su mente.
18.
No mora el bien.
Es imposible que un hombre por si mismo resista el poder del mal. Un poder superior debe posesionarse del alma antes de que sean subyugadas las malas pasiones. Pablo experimentó la dolorosa frustración que embargan a todos los que procuran lograr la justificación por su propia fortaleza.
Está en mí.
Literalmente "está cerca de mí", es decir, a la mano. "Lo tengo a mi alcance" (BJ).
No el hacerlo.
El espíritu de Pablo estaba dispuesto, pero su carne era débil.
19.
No hago.
Este versículo es, en esencia , una repetición del vers. 15, con un énfasis mayor en la realidad y la fuerza de la lucha de la voluntad contra el pecado (ver com. vers. 15) .
20.
Y si hago.
Este versículo es básicamente una repetición de lo que a sido dicha en los vers. 16 y 17 (ver comentario respecto).
21.
Hallo esta ley.
Literalmente "encuentro, pues, la ley". En el texto griego se encuentra el artículo definido (ver com. cap. 2: 12). Con el término "ley" Pablo se refiere a la fuerza maligna que una vez operaba en él creando problemas en su vida, como ya lo ha descrito en los vers. 18-19.
22.
Según el hombre interior.
Ver com. vers. 17.
Me deleito.
Gr. sun'domai, "regocijarse con". Ese es la única vez que aparece esta palabra en el NT. Quizá sea un vocablo más expresivo que "apruebo" del vers. 16 (cf. Sal. 1: 2; 119: 97).
La ley de Dios.
Aquí se usa el artículo definido en el texto griego (ver com. cap. 2: 12). Pablo quizá se refiere a toda la voluntad de Dios revelada al hombre.
23.
Otra.
Gr. héteros, "otra de clase diferente". El objetivo héteros no solo expresa una diferencia sino con frecuencia un contraste (ver com. Gál. 1: 6-7). Esta "ley" diferente se opone a la ley que aprueba el hombre interior. "La ley del pecado" (Rom. 7: 23, 25) -la fuerza maligna del vers. 21 (ver allí el comentario)- se aprovecha de cada impulso carnal.
En mis miembros.
Es decir, en los órganos y facultades de mi cuerpo (cf. Rom. 3: 13-15; 7: 5; 1 Cor. 6: 15; 12: 12, 18, 20).
Se rebela contra.
Gr. antistratéuomai, palabra que sólo aparece aquí en el NT. El verbo tiene que ver con una campaña militar. La ley en los miembros está en lucha campal contra la ley de la mente (cf. Gál. 5: 17; 1 Ped. 2: 11).
La ley de mi mente.
"Mente" significa aquí la mente que razona, el "hombre interior" (vers. 22). Pablo acepta con la más noble de su ser que la ley es buena (vers. 12, 16, 22). Y la ley de Dios, comprendida y aprobada por la mente, se convierte en la ley de la mente. Por el otro lado, Pablo ve otra ley que obra mediante los impulsos del cuerpo y los deseos de la carne: la ley que está "en mis miembros", "la ley del pecado" (ver com. vers. 21).
Me lleva cautivo.
O "me esclaviza" (BJ), "me encadena" (NC). El verbo aijmalÇtizÇ aparece de nuevo en el NT sólo en Luc. 21: 24 y 2Cor. 10: 5. Pablo ha empleado expresiones muy vigorosas en este versículo para describir la dureza del conflicto con el pecado. Se presente a sí mismo como empeñado en una lucha de vida o muerte para escapar del poder seductor de sus malas inclinaciones.
24.
¡Miserable!
Gr. taláipÇros que en la BJ se ha traducido "¡Pobre de mí!" En el NT aparece por segunda vez en Apoc. 3: 17, en donde describe la condición de la iglesia laodicense. La angustia resultante del conflicto interior -que a veces es una lucha desesperada entre en el bien y el mal- hace que Pablo pronuncie este evidente clamor de desesperación en busca de ayuda; pero conoce de dónde viene la liberación para sus dificultades, y se apresura a reconocerlo (Rom. 7: 25).
¿Quién me librará?
O "¿quién me rescatará?" Esta pregunta da a Pablo la oportunidad de expresar la buena nueva que es el tema de toda epístola. ¿Puede hallarse liberación por medio de la ley? ¿Puede un hombre ganar la libertad mediante la fuerza de su propio intelecto y voluntad? Estos métodos se han empleado en vano, y se han visto claramente sus desastrosos resultados. Hay sólo un camino: "Jesucristo Señor nuestro" (vers. 25).
Este cuerpo de muerte
La construcción griega no permite saber si debe enterderse como aparece en la RVR o "el cuerpo de esta muerte", aunque la última relación parece más natural. Se ha debatido mucho el significado de este pasaje. Pero la convicción 554 general es, por lo menos, que no se puede comprobar que Pablo estuviera aludiendo a una antigua costumbre de encadenar juntos a un prisionero y a un cadáver, aunque esa horrenda práctica proporcionaría una vívida ilustración de las circunstancias espirituales que Pablo está describiendo.
Pablo considera el cuerpo, la carne, como la sede del pecado, el lugar donde mora la ley del pecado que actúa en los miembros para ocasionar la muerte (vers. 5, 13, 23, 25). Con esto no quiere decir que el cuerpo físico sea malo (ver com. vers. 5). Su clamor en busca de liberación se refiere a quedar libre del yugo de la ley del pecado, de modo que su cuerpo no sirva más como morada del pecado y de la muerte, sino que pueda ser ofrecido a Dios como un "sacrificio vivo, santo y agradable" (Rom. 12: 1).
25.
Gracias doy a Dios.
La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por el texto "gracias a Dios". Pablo no da una respuesta directa a su pregunta: "¿Quién me librará?" Tampoco dice por qué da gracias a Dios; pero sí está claramente indicado por el contexto. Lo que ni la ley ni la conciencia pueden hacer, ni la fuerza humana sin recibir ayuda puede hacer, puede alcanzarse por el plan del Evangelio. Una liberación completa sólo es posible por medio de Jesucristo, únicamente por medio de él. Compárese con "gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor. 15: 57).
Este es el punto culminante hacia el cual se ha dirigido el razonamiento de Pablo en este capítulo. No es suficiente estar convencido de la excelencia de la ley ni reconocer la sabiduría y justicia de sus requerimientos, ni tampoco es suficiente asentir que son buenos sus preceptos o aun deleitarse en ellos. Ninguna cantidad de intenso esfuerzo de obediencia servirá para superar la ley del pecado en los miembros, a menos que el pecador rebelde se entregue a Cristo por fe. Entonces la entrega a una Persona ocupará el lugar de la obediencia legalista a una ley. Y como se trata de una entrega a una Persona tiernamente amada, se la siente como una libertad perfecta (ver CC 15; MC 93; DTG 431).
Yo mismo con la mente sirvo.
Algunos se han preguntado por qué Pablo, después de llegar a un glorioso clímax en la expresión "Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro", se refiere una vez más a las luchas del alma de las que evidentemente ya se había liberado. Algunos entienden la expresión de agradecimiento como una exclamación parentética. Creen que tal exclamación sigue en forma natural al clamor "¿Quién me librará?" Sostienen que Pablo, antes de proseguir tratando extensamente la gloriosa liberación (cap. 8), resume lo que ha dicho en los versículos precedentes y confiesa una vez más su conflicto contra las fuerzas del pecado.
Otros sugieren que cuando Pablo dice "yo mismo", quiere decir "librado a mis propias fuerzas, sin tomar en cuenta a Cristo". Creen que Pablo declara aquí una verdad general que vale en cualquier momento de la vida cristiana. Por lo tanto, consideran que dicha exclamación no es parentética sino un eslabón en una secuencia lógica ordenada. Siempre que el hombre trata de hallar la victoria sobre el pecado por sí mismo, sin tomar en cuenta el poder de Cristo, está condenado al fracaso.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
7 2T 512
9 CC 28; 1JT 403
12 CC 17; CS 520, 523; DTG 275; Ev 273; FE 238; PE 66; PP 115, 381; PR 11, 460; 2T 513
13 CS 561; ECFP 106; 1JT 404
14 CC 17; 1JT 403
16 CC 17
18 HAp 448; PVGM 125
24 CC 18; CS 514; DTG 172; MC 56; PVGM 158; 6T 53 555



ROMANOS CAPÍTULO 8       AUDIO
1 Los que están en Cristo y viven de acuerdo con el Espíritu, están libres de condenación. 5, 13 Lo que perjudica, viene de la carne; 6, 14 y lo que es bueno, viene del Espíritu. 17 Lo que acontece a los hijos de Dios, 19 cuya gloriosa liberación anhelan todas las cosas, 29 fue decretado de antemano por Dios. 38 ¿Qué nos podrá separar del amor de Dios?

1 AHORA, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz
7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;
8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
21 porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?
25 Pero si esperamos lo que no vemos con paciencia lo aguardamos.
26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 556
27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero.
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.


1.
Ahora, pues.
Estas palabras introductorias indican la estrecha relación entre los cap. 7 y 8. El cap. 8 es una ampliación de la exclamación de agradecimiento de Pablo: "Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro" (cap. 7: 25). Ahora continúa, dejando de lado su análisis de la penosa lucha con el pecado, para explicar la vida de paz y libertad que se ofrece a los que viven "en Cristo Jesús".
Ninguna condenación.
La buena nueva del Evangelio es que Cristo vino a condenar el pecado, y no a los pecadores (Juan 3: 17; Rom. 8: 3). Cristo ofrece justificación y libertad a los que creen y aceptan las generosas estipulaciones del Evangelio, y que por la fe se dedican a vivir en amante obediencia. Quizá haya todavía deficiencias en el carácter del creyente, pero "cuando en el corazón está el deseo de obedecer a Dios, cuando se hacen esfuerzos con ese fin, Jesús acepta esa disposición y ese esfuerzo como el mejor servicio del hombre, y él suple la deficiencia con sus méritos divinos" (EGW ST 16-6-1890). Para el tal no hay ninguna condenación (Juan 3: 18).
En Cristo Jesús.
Esta expresión, frecuente en el NT, indica la estrecha relación personal que existe entre el cristiano y Cristo. Significa más que depender de él o ser nada más que su seguidor o discípulo. Implica una unión diaria y viviente con Cristo (Juan 14: 20; 15: 4-7). Juan describe esta unión con las palabras estar "en él" (1 Juan 2: 5-6, 28; 3: 24; 5: 20). Pedro también habla de estar en Cristo (1 Ped. 3: 16; 5: 14). Pero la idea es especialmente característica de Pablo. La aplica a iglesias (Gál. 1: 22; 1 Tes. 1: 1; 2: 14; 2 Tes. 1: 1) y también a individuos (1 Cor. 1: 30; 2 Cor. 5: 17; Efe. 1: 1; etc.). Jesús enaltece la intimidad de esta unión mediante su parábola de la Vid y los pámpanos (Juan 15: 1-7).
Si una persona no experimenta esta unión transformadora con Cristo, no puede pensar que está libre de condenación. La fe salvadora que proporciona reconciliación y justificación (Rom. 3: 22 -26) implica una experiencia de la cual Pablo habla como estar "en Cristo" (ver com. vers. 28).
Los que no andan.
La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar la omisión de la cláusula "los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu".
2.
Espíritu de vida.
Es decir, el Espíritu "que da la vida" (BJ). Es llamado así porque ejerce un poder vivificante (vers. 11). La ley del Espíritu de vida es el poder vivificante del Espíritu Santo que rige como una ley en la vida. Las palabras "de vida" expresan el 557 efecto causado como en el caso de "justificación de vida" (ver com. cap. 5: 18) y "el pan de vida" (Juan 6: 35). El Espíritu trae vida y libertad, en contraste con la ley del pecado que sólo produce muerte y condenación (ver com. Rom. 7: 21-24).
En Cristo Jesús.
Algunos traductores relacionan estas palabras con "el Espíritu de vida"; otros, con "me ha librado". Esta última interpretación parece ser la más natural. Pablo realza el hecho de que el Espíritu ejerce su poder vivificante mediante la unión con Cristo. En la experiencia de una estrecha comunión y unión con Cristo, el creyente recibe este poder para vencer en la lucha contra el pecado.
Me ha librado.
Si bien muchos MSS dicen como la RVR, la evidencia textual (cf. p. 10) sugiere el texto "te libró". La diferencia es de poca importancia. Sin duda Pablo se refiere retrospectivamente a lo que experimentó cuando renació y fue bautizado, cuando comenzó a caminar "en vida nueva" (cap. 6: 4) y a servir "bajo el régimen nuevo del Espíritu" (cap. 7: 6).
La ley del pecado y de la muerte.
Es decir, la autoridad ejercida por el pecado que conduce a la muerte. El pecado ha dejado de ser la influencia predominante que rige su vida. El Espíritu de vida que mora internamente le inspira obediencia y le da poder para hacer "morir las obras de la carne" (vers. 13). De modo que la ley del Espíritu de vida obra directamente en los miembros contra la ley del pecado y de la muerte, dando fuerza al creyente para vencer la influencia destructora del pecado, liberándolo así de la esclavitud y de la condenación del pecado.
3.
Lo que era imposible para la ley.
El artículo que acompaña a "ley" está en el texto griego (ver com. cap. 2: 12). La construcción griega es difícil, y por eso se ha discutido mucho; sin embargo, lo que Pablo quiere decir en este versículo parece ser claro. Dios ha hecho lo que la ley no podía hacer; ha condenado al pecado, y por lo tanto es posible que el cristiano venza el poder del mal y viva una vida triunfante en Cristo.
Débil por la carne.
La causa de este fracaso ya se ha explicado (cap. 7: 14-25). La ley señala el camino recto, pero no puede capacitar al hombre caído y débil para que camine por él. Pablo continúa vindicando la ley (ver cap. 7: 7, 10, 13-14) y atribuye la evidente debilidad de la ley no a algún defecto inherente en la ley misma sino más bien a la impotencia de la naturaleza del hombre, corrompida y debilitada por el pecado. La ley no posee el atributo de perdonar y conducir de nuevo a la obediencia; sólo puede mostrar la transgresión y la rectitud y ordenar obediencia (cap. 3: 20; 7: 7). Por lo tanto, la ley de Dios no puede ser culpada o menospreciada porque no alcance resultados que nunca le han correspondido. Nuestro fracaso al no prestar una obediencia perfecta debe recaer sobre nosotros mismos.
Su Hijo.
"Su propio Hijo" (BJ, BC, NC). El adjetivo "propio" pone de relieve la estrecha relación entre el Padre y el Hijo (cf. vers. 32). En Col. 1: 13 se describe a Cristo como "su amado Hijo", literalmente "el Hijo de su amor". A veces hay una tendencia a atribuir a Cristo un amor mayor y un sacrificio más abnegado que al Padre. Es bueno recordar que "de tal manera amó Dios al mundo, que" dio "a su Hijo unigénito" (Juan 3: 16; 1 Juan 4: 9). Para salvar al hombre caído, Dios se sacrificó a sí mismo en su Hijo (ver 2 Cor. 5: 19; cf. DTG 7 10). Cristo vino a revelar el ilimitado amor de su Padre (Juan 14: 9; cf. Mat. 5: 43-48).
Carne de pecado.
El Hijo de Dios vino a esta tierra con su divinidad velada en la humanidad para poder alcanzar a la raza caída y tener comunión con nosotros en nuestra condición de debilidad y pecaminosidad. Si hubiese venido revestido con su gloria celestial no podríamos haber soportado la gloria de su presencia (ver PP 341). Por lo tanto, Jesús, en su gran amor y su propósito divino de salvar a los hombres, "no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo [Lit. 'se vació de sí mismo'] tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres" (Fil. 2: 6-7, BJ); ver DTG 13-15; t.V, pp. 894-895.
Al asumir nuestra humanidad Cristo también tuvo el propósito de demostrar a los hombres y a todo el universo que se puede resistir con éxito al pecado y a Satanás, y que los seres humanos en esta vida pueden obedecer la voluntad de Dios (ver HAp 423; DTG 709-711). Siempre, desde la caída de Adán, Satanás ha señalado los pecados del hombre como una prueba de que la ley de Dios es injusta y que no puede ser obedecida. Por esta razón Cristo vino a enmendar el fracaso de Adán. Fue hecho en todo semejante a sus hermanos; sufrió y fue tentado en todo 558 como lo somos nosotros, pero no pecó (ver Heb. 2: 17-18; 4: 15). En cuanto a la naturaleza humana de Jesús en relación con la tentación y el pecado, ver com. Mat. 4: 1; 26: 38, 41; Heb. 2: 17;4: 15; Nota Adicional com. Juan 1.
Y a causa del pecado
O "concerniente al pecado" (BJ). La conjunción "y" indica la relación con la frase precedente. Dios envió a su Hijo en la semejanza de carne de pecado y en relación con el pecado. "A causa del pecado" es traducción del Gr. perí hamartías, que también podría traducirse "como ofrenda por el pecado". Perí hamartías con frecuencia se usa con este sentido en la LXX. En Levítico hay, por ejemplo, más de 50 casos con este sentido (Lev. 4: 33; 5: 6-9; 7: 37; etc. cf. Sal. 40: 6). Esta frase también aparece con este significado en el NT, en Heb. 10: 6-8, donde se cita Sal. 40: 6-8. Por lo tanto, hay varias versiones castellanas que han favorecido la traducción "como ofrenda por el pecado" o su equivalente. "Como ofrenda [en cursiva, son palabras añadidas] por el pecado" (VM); "en reparación por el pecado" (Straubinger); "como víctima por el pecado" (BC); "como víctima por el pecado" (Versión Ecuménica, NT); "como sacrificio por el pecado" (DHH).
Pero por otro lado el contexto puede indicar que la frase debería entenderse en un sentido más general. El propósito de Pablo en este pasaje es explicar que el cristiano ahora puede conquistar la victoria sobre el pecado. La ley era impotente para darle una victoria tal, pero al enviar Dios a su Hijo proporcionó el poder necesario para vencer. Cristo vino no sólo para llevar el castigo del pecado con su muerte, sino también para destruir el dominio de la muerte y extirparla de la vida de los seguidores del Maestro. Todo el propósito de su misión puede estar incluido en las palabras "y a causa del pecado". Vino para enfrentarse con el pecado y para proporcionar el remedio; para hacer expiación por el pecado, para destruirlo y para santificar y salvar a sus víctimas.
Condenó el pecado.
La impecable humanidad de Cristo fue una condenación viviente del pecado. En cuanto al juicio de condenación que se establece por contraste, ver Mat. 12: 41-42; Heb. 11: 7. Además, la muerte expiatoria de Cristo por el pecado (Rom. 6: 10) reveló y comprobó para siempre la extraordinaria pecaminosidad del pecado, que el pecado fue el que ocasionó la muerte del Hijo de Dios. Esta condenación del pecado, efectuada por la vida y muerte de Cristo, también significa la destrucción del poder maligno del pecado en la vida del creyente que está unido con Cristo en la muerte de su Salvador y que resucita con él a nueva vida en el Espíritu (vers. 1-13).
En la carne.
Cristo se enfrentó al pecado y lo venció, y lo condenó en la esfera en la que previamente había ejercido su dominio y poder. La carne -escenario de los anteriores triunfos del pecado- se convirtió ahora en el campo de su derrota y expulsión.
4.
La justicia.
Gr. dikáiÇma. La palabra que Pablo usa con frecuencia en esta epístola para "justicia" es dikaiusún' (cap. 1: 17; 3: 5; 4: 3; etc.). Dikáioma expresa el pensamiento de aquello que es establecido como correcto (ver Rom. 1: 32; 2: 26; 5: 16, 18; cf. Luc. 1: 6; Heb. 9: 1, donde dikáioma se ha traducido como "juicio", "ordenanzas" [en tres vers.], "justificación" y "justicia"). Por lo tanto, Pablo aquí se está refiriendo a las justas exigencias de la ley o a la obediencia a sus justos requerimientos.
La ley.
El artículo también se halla en el griego (ver com. vers. 12). En este contexto Pablo continúa hablando de la ley, que él aprobaba (cap. 7: 16) y en la cual se deleitaba (vers. 22); pero descubrió que era incapaz de obedecerla sin Cristo (vers. 15-25).
Se cumpliese
O "fuera realizada" o "fuera satisfecha". Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado para que los hombres pudieran ser plenamente capacitados para cumplir con las justas exigencias de su santa ley. El propósito del plan de salvación es poner la vida del hombre en armonía con la voluntad divina. Dios no dio a su Hijo con el propósito de cambiar o de abolir su ley, o para eximir al hombre de la necesidad de su perfecta obediencia. La ley siempre se ha presentado como una expresión de la inmutable voluntad de Dios y de su carácter. El hombre caído ha sido incapaz de obedecer sus órdenes, y la ley no ha tenido poder para fortalecerle a fin de que obedezca. Pero Cristo vino para hacer posible que el hombre prestara perfecta obediencia. Estos versículos claramente indican el lugar permanente y la autoridad de la ley de Dios en el Evangelio y en el plan de salvación (ver com. cap. 3: 31).
Pablo no dice "para que se cumpliese parcialmente". La Biblia es consistente al hablar de la transformación entera, de la obediencia 559 perfecta (Mat. 5: 48; 2 Cor. 7: 1; Efe. 4: 12-13; Col. 1: 28; 4: 12; 2 Tim. 3: 17; Heb. 6: 1; 13: 21). Dios requiere perfecta obediencia de sus hijos, y la perfecta vida de Cristo en su humanidad es la seguridad de Dios para nosotros de que mediante su poder también podemos alcanzar la perfección de carácter (ver PVGM 255-256; HAp 423).
Andamos.
Literalmente "andar de aquí para allá", lo que implica conducta habitual. Por lo tanto, puede traducirse "seguimos una conducta" (BJ). Cf. Rom. 6: 4; 2 Cor. 5: 7; 10: 3; Efe. 2: 10; 4: 1.
No. . . conforme a la carne.
Quienes cumplen los justos requisitos de la ley ya no viven de acuerdo con los dictados y los impulsos de la carne. La complacencia de los deseos carnales no es más el principio rector de sus vidas.
Conforme al Espíritu.
Es decir, rigen su conducta de acuerdo con los dictados y la conducción del Espíritu, el Espíritu de Cristo que mora en su interior (vers. 9). En ellos se está cumpliendo el justo requerimiento de la ley. Lo que la ley pide se resume en amor cristiano, pues "el cumplimiento de la ley es el amor" (cap. 13: 10). El resultado de la obra del Espíritu Santo en la vida es también amor, pues "el fruto del Espíritu es amor" (Gál. 5: 22). Por lo tanto, la vida conforme al Espíritu significa una vida en la cual se cumplen las justas demandas de la ley: una vida de amor y de amante obediencia. El gran propósito por el cual Dios envió a su Hijo al mundo, fue que una vida como ésta pudiera estar al alcance de los creyentes.
Algunos comentadores prefieren interpretar esta frase como que se refiere especialmente al espíritu renovado del hombre, mediante el cual obra el Espíritu Santo. Entienden que Pablo destaca que nuestra vida ya no está regida por nuestra naturaleza inferior sino por nuestra naturaleza espiritual más elevada. Esta interpretación se refleja en varias versiones en las cuales la palabra "espíritu" está en minúscula (como en la BJ, VM, NC y Straubinger).
5.
Los que son.
Podría expresarse aquí un aspecto diferente de "andar" (vers. 4). Estar "de acuerdo con la carne" significa que la carne es el principio que rige nuestro ser. Andar "conforme a la carne" es seguir este principio en la vida real.
Piensan.
Gr. fronéÇ, "pensar en", "ocuparse de", "poner la mente en", "esforzarse por". El verbo denota la acción completa de los afectos y de la voluntad, así como de la razón. Compárese con el uso de fronéÇ en Mat. 16: 23; Rom. 12: 16; Fil. 3: 19; Col. 3: 2. Toda la actividad mental y moral de los que "son de la carne" está puesta en la complacencia egoísta de los deseos carnales.
Las cosas de la carne.
Estamos bajo la influencia predominante de uno u otro de los dos principios que se contrastan en este versículo. La modalidad de nuestra vida y el carácter de nuestras acciones dependerán del principio que predomine. En Gál. 5: 16-24 Pablo describe el contraste absoluto que existe entre las cosas de la carne y las del Espíritu.
6.
El ocuparse de la carne.
Literalmente "la manera de pensar de la carne". "Las tendencias de la carne" (BJ). "Mente" significa aquí "pensamiento", "propósito", "intención", "inclinación", como en la frase "sabe cuál es la intención del Espíritu" (vers. 27).
Muerte.
Pensar únicamente en la complacencia de los deseos carnales es muerte. El que vive para ese propósito egoísta está muerto mientras vive (1 Tim. 5: 6; ver también Efe. 2: 1 y 5), y la condición presente de muerte espiritual sólo puede conducir a la muerte final y eterna. La razón para esto se explica en Rom. 8: 7.
El ocuparse del Espíritu.
Literalmente "la manera de pensar del Espíritu".
Vida y paz.
Fijar la mente en las cosas del Espíritu y hacer que los pensamientos y deseos sean gobernados únicamente por el Espíritu de Dios, da como resultado esa saludable y vivificante armonía de todas las funciones del alma, que es una segura garantía y goce anticipado de la vida venidera (ver Efe. 1: 13-14). La presencia del Espíritu Santo produce amor, gozo y paz en la vida (Gál. 5: 22), el comienzo dentro de nosotros del reino de Dios, que es "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom. 14: 17).
Los que se ocupan "del Espíritu" y andan "conforme al Espíritu" (cap. 8: 1) gozan de la paz del perdón y la reconciliación (cap. 5: 1). El amor de Dios "ha sido derramado" en sus corazones (cap. 5: 5) y tienen el gozo y el incentivo de ver cumplidos en su vida los justos requerimientos de la ley (cap. 8: 4). Anticipan la salvación final y la vida eterna. Pero los que andan conforme a "la carne" y se ocupan "de la carne" (vers. 4, 6), sólo conocen la experiencia destructora de la esclavitud y la 560 condenación (vers. 1, 15, 21), y únicamente pueden prever condenación y muerte (cap. 1: 32; 2: 5-6; 6: 21-22).
7.
Por cuanto.
Pablo ahora explica por qué la intención de la carne es muerte.
Designios de la carne.
"Tendencias de la carne" (BJ). Gr. frón'ma t's sarkós, "manera de pensar de la carne" (ver com. vers. 6).
Enemistad contra Dios.
Poner la mente en las cosas de la carne para vivir una vida egocéntrica y de complacencia propia, significa inevitablemente una vida hostil a Dios, una vida que no está en armonía con su voluntad (ver Sant. 4: 4). Una conducta tal aleja de Dios y separa de la fuente de la vida, separación que equivale a muerte. Esta hostilidad contra Dios es lo opuesto de la paz que llena a los que viven en el Espíritu (Rom. 8: 6).
No se sujetan.
O "no se somete" (BJ). En la terminología militar el verbo significa sujeción a órdenes. El tiempo presente del verbo sugiere una insubordinación continua. La mente que se ocupa de las cosas de la carne revela su hostilidad contra Dios mediante una continua desobediencia a su ley.
Ni tampoco puede.
La mente carnal es completamente incapaz de someterse a la ley de Dios. Tan sólo el poder transformador del Espíritu Santo hace posible otra vez la obediencia.
Cuando el hombre fue creado originalmente, su mente y su vida estaban en perfecta armonía con la voluntad de Dios. Los principios de la ley de Dios estaban escritos en su corazón. Pero el pecado produjo un alejamiento de Dios, y el corazón del hombre se llenó de enemistad y rebelión. Por lo tanto el hombre ha estado desde su caída bajo el poder del pecado, siguiendo las inclinaciones de la carne que lo han conducido inevitablemente a la desobediencia a la ley de Dios. Por eso es imposible que alcance la justicia y la salvación por sus propios intentos legalistas para obedecer. A menos que muera al yo y al pecado y renazca a una nueva vida en el Espíritu (cap. 6), es incapaz de someterse a la voluntad de Dios (ver PP 49).
8.
Y.
Con esta palabra no comienza una conclusión o consecuencia emanada del vers. 7, sino sólo se repite la sustancia del vers. 7 en una forma algo diferente y quizá más personal. La relación podría parafrasearse así: "La mente carnal es enemistad contra Dios. . . y los que están en la carne no pueden agradar a Dios".
Los que viven según la carne.
Mejor "los que están en la carne" (BJ). Esta traducción es más significativa que "según la carne" (vers. 4-5). Equivale a estar absorbido por las cosas de la carne y gobernado por ellas.
No pueden agradar a Dios.
Se agrada a Dios con la fidelidad y la obediencia. El Hijo de Dios agradó completamente al Padre (Mat. 3: 17; 12: 18; 17: 5; Juan 8: 29). Dios se complace con los actos de fe y de amor (Fil. 4: 18; Col. 3: 20; Heb. 13: 16, 21). Pero las vidas de fe, obediencia y amor sólo son posibles para los que viven mediante el poder del Espíritu Santo que obra en lo íntimo. "Los que están en la carne" no pueden hacer las cosas que agradan a Dios. Su conducta natural es hostilidad y desobediencia.
Este versículo añade más énfasis y explicación a la ferviente exhortación de Pablo en esta epístola, de que las tentativas legalistas para obedecer están condenadas al fracaso (Rom. 3: 20; 7: 14-25). Los que para su salvación confían en la falsa esperanza de que sus propias obras de obediencia agradan a Dios y merecen su favor, son amonestados en este versículo de que no pueden ganar la complacencia de Dios en esta forma. Mientras estén en la carne no pueden agradar a Dios ni tampoco obedecer su ley.
9.
Mas vosotros.
En su manera característica Pablo expresa confianza en sus lectores; pero después modifica su aserto añadiendo la condición de la cual depende necesariamente su afirmación en cuanto a ellos.
Según el Espíritu.
Es decir, tenéis una inclinación espiritual y estáis bajo la dirección y la influencia del Espíritu Santo.
Si es que.
La vida vieja en la carne sólo cesa cuando comienza la nueva vida en el Espíritu. El poder dominante de la carne sólo puede ser eliminado de la vida cuando se invita al Espíritu para que venga y ejerza un dominio completo. Cuando el Espíritu realmente mora en lo interior, termina la vida según la carne.
Este versículo es una invitación al examen propio. Nuestra mente es espiritual y vivimos en el Espíritu "si es que" el Espíritu de Dios mora en nosotros. Podemos saber si el Espíritu mora en nosotros por la presencia o ausencia de sus frutos (Gál. 5: 22) en nuestra vida. La ausencia de sus frutos demuestra que aún estamos viviendo en la carne.
Mora.
Esto es lo que indica la continua y permanente presencia del Espíritu, y no los 561 arrebatos ocasionales de entusiasmo y fervor. En otros pasajes Pablo presenta al Espíritu Santo como morando en el corazón del cristiano (1 Cor. 3: 16; 6: 19). La expresión "en vosotros" denota la intimidad de la relación personal entre el creyente y el Espíritu. Implica una continua sumisión de la voluntad del cristiano a la voluntad de Dios.
Espíritu de Cristo.
Compárense los términos "Espíritu de Dios" con "Espíritu de Cristo". En otros versículos el Espíritu Santo es llamado el "Espíritu de Cristo" (1 Ped. 1: 11; cf. 2 Ped. 1: 21), el "Espíritu de su Hijo" (Gál. 4: 6) y el "Espíritu de Jesucristo" (Fil. 1: 19). En cuanto a la relación del Espíritu Santo con Cristo, ver Juan 14: 26; 15: 26; 16: 7, 13-14.
No es de él
O "no le pertenece a él". No es suficiente estar intelectualmente convencido de la verdad del cristianismo. El Espíritu de Cristo debe morar en lo íntimo del ser. Una aparente profesión de cristianismo no convierte a una persona en un verdadero seguidor de Cristo. Podemos saber que realmente le pertenecemos si nos ha dado su Espíritu (1 Juan 4: 13). Cuando en la vida diaria se manifiestan el amor, el gozo, la paz y los otros dones del Espíritu (Gál. 5: 22), existe la evidencia de un verdadero cristianismo; pero si nuestra vida está deformada con maldad, egoísmo y vanidad, entonces no le pertenecemos a él.
Este versículo está saturado de serias advertencias. Un cristiano puede aparentemente estar de acuerdo con todas las doctrinas y con todas las prácticas de la iglesia; puede ser activo en la causa de Dios, y estar dispuesto a dar todos sus bienes para ayudar a los pobres o aun a entregar su cuerpo para ser quemado, pero si el Espíritu no vive en él y el múltiple fruto del Espíritu (Gál. 5: 22) no es evidente en su vida, no pertenece a Cristo (1 Cor. 13: 3). El que es orgulloso, vano, frívolo, inclinado al mundo, avaro, despiadado, censurador, no está en comunión con el Espíritu de Cristo, sino con otro espíritu (5T 225).
10.
Pero si Cristo.
Estas palabras muestran que tener el Espíritu de Cristo (vers. 9) es tener a Cristo morando en el corazón como el principio de vida (Juan 6: 56; 15: 4; 2 Cor. 13: 5; Gál. 2: 20; Efe. 3: 16-17; Col. 1: 27).
El cuerpo en verdad está muerto.
Los comentadores han interpretado este texto de diversas maneras; sin embargo, la evidente referencia en el vers. 11 a la resurrección del cuerpo mortal indica que Pablo está hablando aquí de la muerte física debido al pecado (cap. 5: 12). Aun aquellos que han nacido de nuevo a novedad de vida en el Espíritu todavía están sujetos a la muerte, la muerte que se ha transmitido desde Adán a todos los hombres. Pero debido a que el Espíritu mora en ellos, les esperan la resurrección y la vida eterna (cap. 8: 11).
El espíritu.
El contexto, especialmente el contraste directo entre "el cuerpo" y "el espíritu" (cf. 1 Cor. 7: 34; 2 Cor. 7: 1; Sant. 2: 16), parece indicar que Pablo se refiere al espíritu humano, es decir al "espíritu" (con minúscula).
Vive.
"Es vida" (BJ). Pablo no dice que el espíritu "está vivo", sino que "es vida", aunque en diferentes versiones se ha traducido "está vivo" o "tiene vida". El espíritu humano que está saturado del poder vivificante del Espíritu Santo posee una vida sostenida por Dios. El Espíritu de Dios realiza su obra vivificante y transformadora en el espíritu del hombre.
A causa de Injusticia.
A través de todas las Escrituras se asocian en forma constante la justicia con la vida y el pecado con la muerte. Cuando hay rectitud en la vida, existe la evidencia de la presencia y el poder del Espíritu de Dios, y esto significa vida.
Algunos comentadores prefieren limitar el significado de justicia en este pasaje a la justicia que Cristo acredita al creyente para justificación, que asegura vida (cap. 5: 18); pero el contexto no parece indicar esta limitación. Si se toma la justicia en su sentido más amplio, el significado que da Pablo parece ser que aunque el cuerpo está muerto debido al pecado de Adán, del cual todos hemos participado (ver com. cap. 5: 12), el espíritu es vida debido a la justicia de Cristo, que primero ha sido imputada o acreditada al pecador para su justificación y después impartida para su santificación. Esta dádiva de la justicia es acompañada por el don de la vida eterna (cap. 5: 17-18, 21). Y la evidencia de que hemos recibido la dádiva de la justicia y que Dios nos ha aceptado, es la presencia del Espíritu de Dios siempre viviente y siempre activo (Efe. 1: 13).
11.
Vivificará también.
Con frecuencia Pablo presenta la resurrección de Cristo como una garantía de la resurrección de los creyentes (1 Cor. 6: 14; 15: 20-23; 2 Cor. 4: 14; 562 Fil. 3: 21; 1 Tes. 4: 14).
Por su Espíritu.
La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por una construcción que se traduciría mejor "mediante". El Espíritu Santo es el poder mediante el cual son resucitados los muertos. La otra construcción hace resaltar la idea de causalidad: el Espíritu Santo es la causa por la cual son resucitados. Ambas ideas son verdaderas y cualquiera de ellas corresponde con este contexto. El Espíritu Santo es el Espíritu de vida (vers. 2), y es natural que donde esté presente el Espíritu haya también vida. Por lo tanto, sería correcto decir que tanto "por medio del poder del Espíritu" como "a causa de la presencia del Espíritu", Dios resucitará a aquellos en los cuales mora el Espíritu vivificante.
12.
Deudores somos.
Debido a la presencia salvadora del Espíritu Santo, estamos bajo una solemne obligación moral de vivir de acuerdo con los dictados del Espíritu. Pablo ha estado explicando que el dominio de la carne resulta solamente en muerte (vers. 6). Por lo tanto, no es necesario que el creyente sienta que debe algo a su naturaleza carnal. Por otro lado, el Espíritu de Dios ha proporcionado liberación de la esclavitud y la condenación del pecado (vers. 2; cap. 6: 22), y ahora promete la vida eterna futura (cap. 8: 11). Esto hace que sean deudores aquellos por quienes el Espíritu está llevando a cabo esta obra salvadora y transformadora. Deben todo al Espíritu, y su lealtad y obediencia debieran ser dadas de todo corazón a este poder superior que ha entrado en su vida.
Este versículo es una respuesta para aquellos que comprenden mal la libertad del Evangelio. El Evangelio nos libra de la condenación de la ley y del error destructor de tratar de guardar la ley por nuestros propios esfuerzos, pero no nos exime de la obediencia a la voluntad de Dios. La orden eterna e inmutable de Dios es que todas sus criaturas le obedezcan (ver com. cap. 3: 31). El Evangelio, lejos de ser el fin de la obediencia, es sólo el comienzo de la verdadera obediencia; y Pablo lo describe como si nos colocara bajo la obligación de obedecer. Si permitimos que el Espíritu de Dios tenga pleno dominio en nosotros, esta obligación de obedecer no nos causará ningún sentimiento de servidumbre o sometimiento, sino que continuaremos deleitándonos en la ley de Dios (cf. cap. 7: 22) a medida que el Espíritu Santo nos dé poder para obedecerla.
Conforme a la carne.
Ver com. vers. 4-5.
13.
Moriréis.
En griego se emplea una construcción mucho más enfática que el tiempo futuro del verbo en castellano. La muerte es inevitable para los que viven conforme a la carne. Cf. cap. 6: 21.
Hacéis morir.
El verbo está en presente, lo que indica un proceso continuo de hacer morir,
Las obras de la carne.
Mejor "las prácticas del cuerpo". Pablo se está refiriendo a las acciones del cuerpo consideradas en su tendencia moral, las cuales en este caso son proclives hacia el mal. En este versículo Pablo parece estar repitiendo todo su razonamiento desarrollado en los dos capítulos precedentes: que vivir según la carne significa muerte, pero que crucificar la carne equivale a vida. Ver especialmente los pasajes de los cap. 6: 6; 8: 6. El cristiano no debe ceder a los impulsos y deseos de la carne, excepto en lo que esté de acuerdo con la ley de Dios. Lo que coma, lo que beba y todo lo que haga, debe hacerlo teniendo en cuenta la gloria de Dios (1 Cor. 10: 31).
Viviréis.
El verbo está en futuro simple, por lo cual es diferente de la forma "moriréis" (ver el comentario al comienzo de este versículo). La distinción mencionada quizá refleje el hecho de que la muerte es la consecuencia inevitable de una vida según la carne, pero que la vida eterna no es exactamente la consecuencia inevitable de hacer morir las obras de la carne, sino que es, más bien, la dádiva de Dios en Cristo (ver com. cap. 6: 23).
Cualquiera que sea la profesión de vida espiritual que hagamos, siempre será verdad que si vivimos de acuerdo con la carne moriremos (Gál. 6: 7-8; Efe. 5: 5-6; Fil. 3: 18-19; 1 Juan 3: 7-8). O mueren nuestros pecados, o morimos nosotros. Si los dejamos vivir, moriremos; si los hacemos morir, seremos salvos. Pero nadie podrá ser salvo en sus pecados.
14.
Son guiados
O "están siendo guiados". El verbo en presente indica una acción continua. Esta conducción del Espíritu no significa un impulso momentáneo sino una influencia constante y habitual. No son hijos de Dios aquellos cuyos corazones son conmovidos de vez en cuando por el Espíritu, o aquellos que de cuando en cuando se rinden a su poder. Dios reconoce como hijos suyos solamente a quienes continuamente son conducidos por su Espíritu.
Es importante notar que el poder guiador 563 y transformador del Espíritu Santo se describe como algo que conduce, pero que no fuerza. En el plan de salvación no se obliga a nadie. El Espíritu sólo mora en el corazón del que lo acepta por fe; y la fe implica una sumisión voluntaria y por amor ante la voluntad de Dios y la influencia guiadora del Espíritu Santo.
Hijos de Dios.
Quizá Pablo esté estableciendo aquí una distinción entre estos "hijos" (de huiós) y los otros "hijos" ("criaturas", de téknon, vers. 16). Si es así, "hijos" (con el sentido de "criaturas") significa la relación natural que los hijos tienen con sus padres, mientras que los otros "hijos" tienen, además, el significado de la condición y los privilegios reservados para los hijos. En el vers. 15 se contrasta la posición de los hijos con la de los siervos o esclavos. Pablo explica con más detalles este contraste en Gál. 3: 26; 4: 1-7.
Mientras un hombre viva bajo la ley es esclavo (ver com. Rom. 6: 14), y trata por sus propias obras de ganar la recompensa; pero a pesar de sus mejores esfuerzos para lograr su propia rectitud, sólo cosecha condenación e ira y siente temor y temblor ante su Señor y juez. Como esclavo no tiene parte en la herencia. No le espera vida sino muerte. Pero entonces, cuando es justificado por la fe y nace de nuevo del Espíritu Santo, pasa de ser esclavo a ser hijo. Ahora, en vez de la ira del juez, descansa sobre él el amor del Padre; y en lugar del temor de un esclavo, ahora tiene la confianza y la seguridad de un hijo. Ser hijo de Dios ciertamente es vivir (cf. cap. 8: 13).
El privilegio de ser hijos corresponde únicamente a los que están siendo conducidos por el Espíritu. Han nacido de nuevo del Espíritu (Juan 1: 12-13; 3: 3-8) y, ya sean judíos o gentiles, son verdaderos hijos de Abrahán, los hijos de la fe (Gál. 3: 7).
15.
No habéis recibido.
"No recibisteis" (BJ). El texto griego puede entenderse como una referencia específica al comienzo de la vida cristiana, cuando el creyente es reconciliado, justificado y renace. En esa etapa Dios envía su Espíritu al corazón (Gál. 4: 56).
El espíritu de esclavitud.
Es evidente que Pablo no se refiere ni al espíritu humano ni al Espíritu divino, sino que usa el sustantivo "espíritu" en una forma más general para expresar disposición de ánimo, hábito o estado sentimental. Por lo tanto, la expresión podría traducirse: "reconocimiento de esclavitud", "sensación de servidumbre", "espíritu servil". Compárese con el "espíritu de celos" (Núm. 5: 14, 30), "espíritu angustiado" (Isa. 61: 3), "espíritu de fornicaciones" (Ose. 4: 12), "espíritu de enfermedad" (Luc. 13: 11), "espíritu de mansedumbre" (1 Cor. 4: 21), "espíritu de cobardía" (2 Tim. 1: 7), "espíritu de error" (1 Juan 4: 6).
La servidumbre, o esclavitud, que en toda la epístola se contrasta con la libertad de los hijos de Dios, es la servidumbre al pecado (Rom. 6: 6, 16-17, 20; 7: 25) y a la muerte como consecuencia del pecado (cap. 5: 21).
Para estar otra vez en temor.
O sea caer de nuevo en el estado de temor en el cual vivía el que más tarde llegó a ser creyente. La persona que aún está bajo la ley y en servidumbre del pecado (cap. 6: 14), es acosada por presentimientos que causa la sensación del pecado no perdonado (ver Rom. 1: 32; cf. Heb. 2: 14-15). Cuando se recibe el Espíritu Santo, termina esta condición desesperada. El Espíritu trae vida y amor y libertad del temor (1 Juan 4: 18), con la seguridad de que somos hijos y herederos, y no esclavos.
Adopción.
Gr. huiothesía, "colocación como hijo", o sea adopción. Hay alguna diferencia de opinión en cuanto a si la frase "el Espíritu de adopción" es una referencia al Espíritu Santo como la causa de la adopción, o al espíritu que es característico de los que son admitidos en una relación de filiación. Compárese con la frase "el espíritu de esclavitud". Si Pablo habla aquí de que uno siente o está consciente de la adopción, entonces "espíritu" debe escribirse con minúscula, como aparece en varias versiones. Por supuesto, el Espíritu Santo es Aquel que produce esta convicción de adopción. Cuando uno está consciente de la adopción entonces brota el sentimiento de afecto, amor y confianza, como el que los hijos sienten hacia sus padres, pero no como el espíritu servil y temeroso de los esclavos para con sus amos.
Parece que entre los judíos era costumbre practicar la adopción, pero ésta era frecuente entre los griegos y los romanos. Por lo tanto, el uso de este término sería comprensible para los lectores de Pablo en Roma. Él emplea esta expresión en otros pasajes de sus epístolas para describir la adopción simbólica de la nación judía (cap. 9: 4), y la verdadera adopción de los creyentes judíos y gentiles como hijos de Dios (Gál. 4: 5; Efe. 1: 5), y la adopción perfeccionada de los creyentes 564 en la gloria futura (Rom. 8: 23).
Adoptar es tomar y tratar a un extraño como a nuestro propio hijo, y Pablo aplica el término a los cristianos porque Cristo los trata como a sus propios hijos, aunque por naturaleza eran extraños y enemigos (Rom. 5: 10; Col. 1: 21). Esto significa que ya que por naturaleza no tenemos nada que reclamar de Dios, su acto de adoptarnos es sencillamente una expresión de amor soberano (Juan 3: 16). Esto quiere decir, además, que como hijos adoptivos estamos ahora bajo su protección y cuidado, y que con amante gratitud debemos manifestar el espíritu de hijos que obedecen a Dios voluntariamente en todas las cosas (ver com. 8: 12).
Por el cual clamamos.
La traducción común de esta frase griega permite que se relacione con lo anterior: hemos sido adoptados, por lo tanto podemos llamar a Dios nuestro Padre. Por otra parte, la construcción griega y su correcta traducción permitirían relacionar esta frase con lo que sigue: cuando clamamos "¡Abba, Padre!", el Espíritu da testimonio de que somos hijos de Dios. La palabra traducida "clamamos" por lo general significa gritos que expresan profunda emoción.
¡Abba, Padre!
La primera palabra es una transliteración del arameo, el idioma que hablaban los judíos en Palestina. La segunda es una traducción del griego, idioma que también entendían muchos judíos palestinos. La presentación de la palabra "Padre" primero en arameo y después en griego, refleja el carácter bilingüe de la gente a quien llegó el cristianismo. Pero no parece haber una explicación totalmente satisfactoria para esta repetición. Aparece también en Marcos (cap. 14: 36) y Pablo la usa otra vez en Gál. 4: 6. Algunos han sugerido que la palabra en griego fue añadida por Pablo y Marcos sencillamente para explicar el significado del término arameo a sus lectores de habla griega; pero otros comentadores han hecho notar que los tres pasajes donde aparece esta repetición expresan un profundo sentimiento, y que por lo tanto la repetición puede indicar la intensidad de ese sentimiento.
16.
El Espíritu mismo.
El oficio y la obra del Espíritu Santo nos han sido presentados en las Escrituras (Juan 14: 26; 16: 8, 13-15; Rom. 8: 26, etc.), pero la naturaleza del Espíritu Santo es un misterio. "En cuanto a estos misterios, demasiado profundos para el entendimiento humano, el silencio es oro" (HAp 43).
A nuestro espíritu.
"Se une a nuestro espíritu" (BJ). La convicción del espíritu del creyente de que es hijo de Dios depende del testimonio del Espíritu Santo de que sí lo es. Compárese con el pasaje: "Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo" (1 Cor. 12: 3). Y es igualmente cierto que nadie puede llamar Dios al Padre sino por el mismo Espíritu (Gál. 4: 6).
Hijos de Dios.
En la misma forma en que llegamos a ser los hijos de Dios por medio del poder regenerador del Espíritu Santo (Juan 1: 12-13; 3: 5), viene por medio de la presencia interna del Espíritu de Dios (Rom. 8: 14) la seguridad permanente de que todavía somos hijos de Dios; podemos saber que él vive en nosotros mediante la presencia del fruto del Espíritu en nuestra vida (Gál. 5: 22). Si hay amor en nuestro corazón para Dios y nuestros prójimos sabremos que hemos pasado de muerte a vida (1 Juan 3: 14) y nos hemos convertido en los hijos de nuestro Padre celestial (Mat. 5: 44-45), adoptados dentro de la familia celestial.
17.
También herederos.
En el plan de Dios para la restauración completa del hombre, se unen nuestra aceptación como hijos y como herederos (cf. Gál. 4: 7). Si hemos nacido de nuevo como sus criaturas y somos adoptados como sus hijos, Dios quiere tratarnos también como a sus herederos. La herencia es el reino de gloria (Mat. 25: 34; 1 Ped. 1: 4-5) y la vida eterna (Rom. 2: 7). La posesión plena de esta herencia es aguardada ansiosamente por los hijos de Dios (Rom. 8: 18-25; cf. 1 Juan 3: 1-3).
Coherederos.
En la parábola de los labradores malvados (Mat. 21: 38) Jesús se presenta como el "heredero". Como "el primogénito entre muchos hermanos" (Rom. 8: 29) Cristo admite que sus hermanos compartan también la herencia que él ha ganado, no para sí mismo sino para ellos (Juan 17: 22-24; 2 Tim. 2: 11-12; Apoc. 3: 21).
Padecemos juntamente con él.
Pablo usa tres palabras griegas compuestas cuyo prefijo es la preposición sun, "con". Los cristianos son "coherederos con" o herederos juntamente (sugkl'ronómos); "sufrimos con" o juntamente (sumpásjÇ); y somos "glorificados juntamente" (sundoxátzomai). Si sufrimos con Cristo, Dios nos tratará como herederos juntamente con su propio Hijo. El mero sufrimiento 565 no es suficiente para alcanzar la condición aquí descrita. Debe ser sufrimiento con Cristo (cf. 2 Tim. 2: 11-12).
La vida de Cristo es un ejemplo para el creyente. Jesús llegó a la paz a través del dolor, a la gloria a través del sufrimiento. Esto mismo sucederá a todos los que lo aman (Mat. 10: 38; 16: 24; 20: 22; 2 Cor. 1: 5; Col. 1: 24; 1 Tes. 3: 3). Sufrir con él significa sufrir por causa de él y del Evangelio. Cuando los cristianos primitivos afrontaban una persecución cruel por causa de Cristo, Pedro los animó con las palabras: "Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (1 Ped. 4: 13).
Sufrir con Cristo también puede significar luchar contra los poderes de la tentación como él lo hizo, de modo que así como él fue perfeccionado "por aflicciones" (Heb. 2: 9-10, 18), también lo seamos nosotros.
El plan de salvación no ofrece a los creyentes una vida libre de sufrimientos y pruebas antes de llegar al reino; por el contrario, les pide que sigan a Cristo en la misma senda de abnegación y vituperio. Así como Jesús sufrió constantemente la oposición de Satanás y la persecución del mundo, también sufrirán todos los que están siendo transformados a su semejanza. A medida que aumente su diferencia con el mundo les sobrevendrá una hostilidad mayor. Pero por medio de estas pruebas y persecuciones el carácter de Cristo se reproduce y revela en su pueblo. "Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados" (Dan. 12: 10). Nuestra participación en los sufrimientos de Cristo nos educa y disciplina, y nos prepara para compartir la gloria del mundo venidero.
18.
Tengo por cierto.
Gr. logízomai, palabra que se traduce "piensas" (cap. 2: 3), "concluimos" (cap. 3: 28), "pienso" (2 Cor. 11: 5) y "pretendo" (Fil. 3: 13). No denota sólo una opinión o suposición; equivale también a decisión.
Aflicciones.
Pablo podía hablar de estas pruebas debido a su muy dolorosa experiencia. Cuando escribió esta epístola ya había sufrido mucho por causa de Jesucristo, y aún le esperaban muchos sufrimientos antes que fuera martirizado (ver Hech. 19: 23-41, 20: 23; 21: 27-36; 2 Cor. 1: 3-11; 6: 4-10; 11: 23-33; Col. 1: 24).
Del tiempo presente.
A la luz de la eternidad el tiempo presente no es más que un momento transitorio. "Porque esta leve tribulación [es] momentánea" (2 Cor. 4: 17).
Comparables.
Todos los sufrimientos de esta vida presente se hunden en la insignificancia cuando se comparan con la gloria futura (PE 17).
En nosotros.
Mejor "a o hasta nosotros". La preposición eis, que usa Pablo, sugiere la idea de que la gloria se extenderá hasta nosotros en su brillantez transfigurante.
Manifestarse.
Pablo presenta la futura revelación de la gloria como cierta, que sin duda alguna sucederá. Compárese con Gál. 3: 23 en donde las palabras se hallan en el mismo orden de énfasis.
La gloria que muy pronto será revelada incluye el resplandor celestial de la segunda venida y la manifestación de Cristo en toda su divina perfección y poder (Tito 2: 13). Esta gloria también la tendrán los fieles seguidores de Cristo (Col. 3: 4) porque serán "semejantes a él", pues le verán "tal como él es" (1 Juan 3: 2). Reflejarán su gloria como un espejo y serán "transformados de gloria en gloria" (2 Cor. 3: 18). La revelación de esa gloria incluirá el esplendor y la hermosura del cielo, el trono de Dios (Hech. 7: 49), el lugar de brillantez y gloria supremas (Apoc. 21: 10-11, 23-24; 22: 5).
La anticipación de esta futura gloria debe sostener al cristiano en sus aflicciones en la tierra. Los sufrimientos pueden parecer intensos, pero son "leves" si se comparan con el "excelente y eterno peso de gloria" (2 Cor. 4: 17); son "momentáneos", pero la gloria será eterna; pronto dejarán de ser, pero la gloria jamás se empañará o disminuirá (1 Ped. 1: 4).
19.
El anhelo ardiente.
Gr. apokaradokía. Esta palabra griega es sumamente expresiva. Está compuesta de tres partes: apó, "aparte de"; kára, "cabeza"; dokéÇ, en este caso "mirar", "aguardar". El significado literal sería "aguardar con cabeza levantada"; el prefijo apó, "aparte de" implica un desviarse de todo lo demás y fijar los ojos en un solo objeto. Sugiere esperar con la cabeza levantada y los ojos fijos en ese punto del horizonte desde el cual se espera que venga el objeto.
La creación.
Gr. ktísis, "creación". Ktísis puede significar un acto creador (cap. 1: 20) o la cosa creada (Mar. 16: 15; Rom. 1: 25; 8: 22; Col. 1: 23; Heb. 4: 13). Aquí se usa en este último sentido. El significado de este pasaje 566 ha sido el objeto de muchísimos debates, y los comentadores han procurado establecer sutiles distinciones entre lo que se debe incluir dentro del término "creación". Algunos entienden que "la creación" se refiere a todo el mundo natural, tanto lo animado como lo inanimado, excluyendo al hombre; pero otros incluyen también a toda la humanidad. Algunos piensan que solo se trata de la humanidad. Quizá lo mejor será no limitar la aplicación, pues no hay duda de que la naturaleza gime bajo la maldición en forma figurada y la humanidad en forma literal, pero que esperan un día mejor. No es extraño que en las escrituras se describa al mundo de la naturaleza como si fuera capaz de ser consciente como las personas (Deut. 32: 1; Isa. 35: 1; Ose. 2: 21-22 ).
Aguardar.
Gr. apekdéjomai, palabra que solo aparece ocho veces en el NT, usada mayormente por Pablo (Rom. 8: 23, 25; 1 Cor. 1: 7; Gál. 5: 5; Fil. 3: 20; Heb. 9: 28; 1 Ped. 3: 20, donde BJ traduce correctamente "esperaba la paciencia de Dios"). Al igual que la palabra traducida "anhelo ardiente" esta también es sumamente expresiva. Significa esperar algo con anhelo concentrado y expectativa, con la atención completamente separada de todo lo demás.
Manifestación.
Gr. apokálupsis, "revelación". Esta palabra es la que se usa en el último libro del NT. Apokálupsis esta relacionada con el verbo que se traduce "manifestarse" (apokalúptÇ) en le vers. 18. La revelación de los hijos de Dios será la manifestación pública de la obra completa de la gracia redentora en toda su plenitud. Esto sucederá cuando Cristo venga por segunda vez. (Col. 3: 4; 1 Juan 3: 2). Entonces los justos muertos serán resucitados y junto con todos los que aún estén vivos serán arrebatados para encontrarse con su señor en le aire (1 Cor. 15: 51-53; 1 Tes. 4: 16 -17). Pablo describe a la creación como esperando anhelantemente esta revelación.
20.
Fue sujetada.
La flexión del verbo griego indica que esta sujeción ocurrió en un momento específico, o sea cuando Adán y Eva cayeron en el pecado. La transgresión del hombre produjo consecuencias que se propagaron a todo el mundo. Cuando el hombre, el centro de la creación, se apartó de su verdadero camino, toda la esfera de la cual era el centro quedó afectada y participó de la sentencia divina (Gén. 3: 17-19).
Vanidad.
Gr. mataiót's. Esta palabra expresa carencia de propósito, frustración, lo que desvanece las expectativas. Las únicas otras veces en que aparece mataiót's en el NT es en Efe. 4: 17 y en 2 Ped. 2: 18. Compárese con el verbo mataióomai, "envanecerse" (Rom. 1: 21), y el adjetivo mátaios, "vano" (1 Cor. 3: 20; 1 Ped. 1: 18). El libro del Eclesiastés es un comentario acerca de la "vanidad" (ver Ecl. 1: 2, etc.). Aunque en el principio Dios creó todo "bueno en gran manera" (Gén. 1: 31), ahora vemos por dondequiera las señales de la decadencia y de la muerte. La furia de los elementos y los instintos destructivos de las bestias son una evidencia de la vanidad y de la falta de propósito a que ha sido sujetada la creación. Y todo lo imperfecto, depravado, corrupto y vil es la sombra que Adán con su pecado proyectó sobre su posteridad, los elementos, las plantas, animales y todo su dominio.
No por su propia voluntad.
"No de su propia voluntad", "no de su propia elección". Adán pudo elegir entre el servicio a Dios y el de la vanidad, y debido a su decisión rebelde la humanidad y el mundo de la naturaleza quedaron sometidos a vanidad. Su posteridad no tuvo la oportunidad de elegir. La naturaleza es completamente inocente; sin embargo, Dios ha preparado un camino de escape (ver com. Eze. 18: 2).
Por causa.
Algunos han creído que estas palabras se refieren a la humanidad entera, o a Adán en particular, mientras que otros las refieren a Dios. Esta última interpretación quizá sea la más sencilla. En cuanto a la razón para permitir la maldición, ver com. Eze. 18: 2; CS 551-554.
En esperanza.
Muchos comentadores y algunas versiones han trasladado estas palabras al comienzo del vers. 21, y traducen "en la esperanza de que la creación. . ." Cualquiera sea la relación que se establezca, el significado es claro de que el sujetamiento de la creación a vanidad no era el fin del propósito de Dios, sino que fue sujeta con la esperanza de alcanzar así la meta hacia la cual se encaminaba Dios al sujetarla (ver el comentario de "por causa"). El mundo de la naturaleza fue hecho para el hombre, y en su estado original estaba adaptado para proporcionar delicias y bendiciones a los hombres y mujeres sin pecado. Pero cuando el hombre cayó, la naturaleza también cambió, y se adaptó para hacer fuente a la condición diferente del 567 hombre y para servir al plan de redención. Se había perdido el paraíso, y bajo la maldición del pecado toda la naturaleza mostraba ante el hombre el carácter y los resultados de la rebelión contra Dios. Pero la "vanidad" de la naturaleza se convirtió en un incentivo para que el hombre utilizara sus facultades morales y físicas. La vida de esfuerzo y de preocupación que desde allí en adelante correspondería al hombre, fue preparada con amor. Fue una disciplina que se hizo necesaria por el pecado del hombre (PP 43-44). Además, la historia del terrible experimento de la rebelión servirá como una advertencia contra la rebelión futura (ver CS 553).
21.
Porque.
Gr. hóti, que debiera traducirse "que", si se relaciona el vers. 21 con el 20. Esta interpretación se refleja en la BJ: "La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza [vers. 20] de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (vers. 21).
La esclavitud de corrupción.
Es decir, el estado de sujeción que termina en disolución y corrupción. Una sujeción involuntaria a un estado que resulta en corrupción bien merece el término de "esclavitud"
La libertad gloriosa.
Literalmente "la libertad de la gloria". La libertad es uno de los elementos de la gloria que se menciona en el vers. 18. Toda la creación espera participar de la emancipación que se producirá cuando aparezca Cristo.
Para los hijos de Dios "la libertad de la gloria" significará completa liberación de la presencia y del poder del pecado, liberación de la tentación, de las calamidades y de la muerte. En la gloria futura los hijos de Dios estarán libres para poner en acción todas sus facultades en perfecta armonía con la voluntad y los propósitos de Dios. La forma suprema de libertad es colocarse bajo la soberanía y el gobierno del omnisapiente Creador. En la tierra nueva tendremos el gozo y el deseo de hacer solamente las cosas que agradan a Dios. Esta vida de obediencia eterna es verdadera libertad. La larga historia del pecado ha demostrado que todo es esclavitud, excepto el servicio para Dios; que todo es servidumbre, excepto el sometimiento a los mandamientos divinos.
22.
Sabemos.
Pablo recurre a lo que sus lectores conocen por experiencia debido a su observación del mundo que los rodea.
Gime.
Este dolor indica esperanza y sufrimiento. Pablo describe la creación como que está sufriendo dolores de parto mientras aguarda la gloriosa liberación (cf. Juan 16: 21).
Sólo el creyente cristiano puede explicar por medio de las Escrituras el misterio del sufrimiento y del dolor. A través de la revelación de la Palabra de Dios, conoce la causa y la fuente del sufrimiento que ve en "toda la creación". Se da cuenta de que los dolores de parto del mundo anticipan un tiempo de liberación, cuando habrá "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Ped. 3: 13).
Hasta ahora.
El parto de la creación ha continuado desde el tiempo de la entrada del pecado, y el sufrimiento no terminará hasta la segunda venida de Cristo.
23.
No sólo ella.
Los cristianos junto con el resto de la creación, suspiran anhelando el tiempo cuando su adopción como hijos de Dios será completa y sus cuerpos mortales sean transformados. Todo lo que han recibido hasta ahora sólo hace que anhelen algo mejor.
Nosotros mismos.
Sin duda la repetición tiene el propósito de dar énfasis. Aun nosotros los cristianos, que ya disfrutamos tanto de las bendiciones celestiales, gemimos junto con el resto de la creación. Aunque tenemos las primicias del Espíritu, nuestra santificación sólo ha comenzado, y anhelamos la perfección y la redención completa. Cada don de la gracia de Dios hace que exhalemos un suspiro por lo que todavía falta.
Que tenemos.
Es decir, "aunque tenemos".
Primicias.
Gr. aparj'. Esta palabra se usa en la LXX para referirse a los primeros frutos de la cosecha, la parte que se cosechaba primero y se consagraba a Dios como una ofrenda de gratitud (Exo. 23: 19; Lev. 23: 10; Deut. 26: 2). Las "primicias del Espíritu" deben entenderse como los dones iniciales del Espíritu Santo, las arras o prenda del pleno derramamiento del poder divino. El Espíritu Santo había descendido en forma especial en el día de Pentecostés, y sus bendiciones continuaron como una demostración de los diversos dones espirituales (1 Cor. 12 a 14) y mediante la transformación del carácter que distinguía a los cristianos de los otros hombres (Gál. 5: 22-23). La adquisición de esos primeros dones sólo aumentó el deseo de 568 una dádiva posterior más grande, especialmente el don de la inmortalidad, cuando el cuerpo terrenal sería transformado en cuerpo celestial (1 Cor. 15: 44-53; cf. 2 Cor. 5: 1-5).
En el griego de este pasaje puede entenderse como que el Espíritu mismo es los primeros frutos, como una garantía o gozo anticipado de las buenas cosas venideras (cf. 2 Cor. 1: 22).
Esperando.
Gr. apekdéjomai (ver com. vers. 19).
Adopción.
Gr. huiothesía (ver com. vers. 15). El cristiano que ha recibido el don del Espíritu ya es un hijo adoptivo de Dios (Rom. 8: 15-16; Gál. 4: 6). Pero la culminación completa y final de esta adopción tendrá lugar con "la manifestación de los hijos de Dios" (Rom. 8: 19) cuando Cristo venga.
Redención de nuestro cuerpo.
La realización plena de la adopción sucederá cuando sean redimidos nuestros cuerpos. Evidentemente Pablo usa la palabra "redención" (apolútrÇsis) para expresar la liberación de la esclavitud y no para destacar la idea de rescate (ver com. cap. 3: 24). Cuando Cristo venga por segunda vez nuestros cuerpos serán libertados de su condición de debilidad, pecaminosidad, decadencia y muerte (1 Cor. 15: 49-53; Fil. 3: 21; cf. 1 Tes. 4: 16-17).
24.
En esperanza.
Por lo general Pablo presenta la fe y no la esperanza como el medio de salvación (ver Rom. 3: 28; etc.). La esperanza, aunque diferente de la fe (1 Cor. 13: 13) es sin embargo inseparable de ella. La esperanza es la que coloca la salvación vívidamente ante el creyente, para que por medio de la fe se esfuerce para obtenerla.
Fuimos salvos.
Es significativo advertir que a veces Pablo dice literalmente "habéis sido salvados" (Efe. 2: 5, 8), o "tú estás siendo salvado" (1 Cor. 15: 2), o "tú serás salvado" (Rom. 10: 9; cf. vers. 13). Para el verdadero cristiano la salvación es una experiencia o condición que ya ha comenzado, pero que también debe mantenerse en la vida diaria porque no alcanzará su cumplimiento pleno sino hasta la venida de Cristo.
Cuando una persona se convierte por fe en hija o hijo de Dios, se puede decir que ha sido salvada. Compárese con "y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos [literalmente 'estaban siendo salvados']" (Hech. 2: 47). Sin embargo, cuando el cristiano nace de nuevo apenas ha comenzado la salvación. El debe pensar en una vida de continuo crecimiento y transformación, y en la liberación futura completa. Para el cristiano que quizá se sienta tentado a suponer que su salvación se ha convertido en una certeza y que por lo tanto puede descuidar su vigilancia y su examen propio, es bueno que recuerde el testimonio del apóstol Pablo mismo: "sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Cor. 9: 27).
La esperanza que se ve.
Pablo no se está refiriendo a la esperanza como un sentimiento, sino al propósito de la esperanza, es decir a aquello que se espera (cf. Hech. 28: 20; Col. 1: 5; 1 Tim. 1: 1). Cuando lo que se espera ya está frente a nuestros ojos, cesa de ser el objeto de la esperanza. La esperanza, por esencia, no mira las cosas que se ven, sino las que no se ven (cf. Heb. 11: 1).
¿A qué esperarlo?
Un hombre no continúa esperando algo que ya ve y posee.
25.
Paciencia.
Gr. hupomon', palabra que denota perseverancia en medio de obstáculos. Sin duda Pablo se refiere a los sufrimientos mencionados en el vers. 18. Todavía no podemos ver la salvación final, pero sí la esperanza. Por lo tanto, estamos dispuestos a sufrir pacientemente las adversidades que están en el camino hacia ella.
Lo aguardamos.
Gr. apekdéjomai (ver com. vers. 19; cf. vers. 23).
26.
De igual manera.
O "en la misma forma". Algunos relacionan la sección que aquí comienza con las palabras que preceden inmediatamente, dándoles el significado de que la ayuda del Espíritu es un segundo motivo de ánimo para esperar pacientemente en medio de los sufrimientos del presente la gloria que será revelada. Ambos, la esperanza y el Espíritu Santo, nos sostienen. El primer motivo de ánimo es humano; el segundo, divino.
Sin embargo, otros prefieren relacionar esto con todo el razonamiento precedente, en cuyo caso el significado es que así como los que creemos estamos gimiendo dentro de nosotros mismos, de la misma manera el Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles. Las palabras "gime" (vers. 22), "gemimos" (vers. 23) y "gemidos" (vers. 26), parecen indicar que debe preferirse la segunda relación. El Espíritu de Dios se une con nosotros y con el mundo natural en el 569 anhelo de que se complete nuestra salvación.
Ayuda.
Gr. sunantilambánomai, "hacer frente juntos", por lo tanto, "ayudar [a alguien]", "estar al lado de [alguien]". Este verbo aparece sólo otra vez en el NT en forma doblemente compuesta en Luc. 10: 40, donde Marta le pide a Jesús que envíe a María para que le ayude en su trabajo. Pablo no dice que el Espíritu quita nuestras debilidades, sino que nos ayuda y nos da fuerzas para vencer (cf. 2 Cor. 12: 8-9).
Debilidad.
Se puede referir a una debilidad espiritual general mientras esperamos la redención final. Pero la debilidad específica que Pablo menciona es que no sabemos "qué hemos de pedir como conviene".
Pedir como conviene.
O "como es necesario". Debido al ofuscamiento de nuestra visión humana limitada, no sabemos si la bendición que pedimos será lo mejor para nosotros. Sólo Dios sabe el fin desde el principio; por lo tanto, en nuestras oraciones siempre debiéramos expresar nuestra sumisión completa a la voluntad divina para nosotros. Jesús dio el ejemplo en esto, cuando oró: "Pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mat. 26: 39; cf. Juan 12: 27-28).
Intercede.
Gr. huperentugjánÇ. Esta es la única vez que aparece este verbo compuesto en el NT. La forma simple (entugjánÇ) aparece cinco veces (Hech. 25: 24; Rom. 8: 27, 34; 11: 2; Heb. 7: 25), y significa "encontrarse con", "estar de acuerdo con", y por lo tanto, "suplicar". La palabra más larga y más pintoresca, huperentugjánÇ, destaca la idea de "en favor de él". La obra del Espíritu Santo es impulsarnos a orar, enseñarnos lo que debemos decir y aun hablar por medio de nosotros (Mat. 10: 19-20; Rom. 8: 15; Gál. 4: 6; PVGM 113).
Gemidos.
Gr. stenagmós, palabra que sólo aparece aquí y en Hech. 7: 34. El verbo stenázÇ, "gemir" se emplea para describir los suspiros de Jesús cuando curó al sordomudo (Mar. 7: 34), y también para describir los sentimientos internos de anhelo del cristiano que ansía el día de la redención (Rom. 8: 23).
27.
El que escudriña.
Es decir, Dios (1 Sam. 16: 7; 1 Rey. 8: 39; Jer. 17: 10; Hech. 1: 24; Apoc. 2: 23).
Los corazones.
Es decir, el pensamiento, la intención, el propósito (ver com. vers. 6). Dios conoce los deseos que el Espíritu Santo inspira en nuestro corazón. No necesita que esas emociones profundas se expresen con palabras. No necesita de la elocuencia del lenguaje para persuadirlo a oír. Comprende los anhelos íntimos del corazón y está listo para ayudar y bendecir.
Porque.
Gr. hóti, que también se puede traducir "que" (BJ). Algunos prefieren "que", y fundan su preferencia en la comprensión de que las palabras restantes de este versículo no presentan la razón por la cual Dios conoce la intención del Espíritu, sino más bien una descripción de la naturaleza de la intercesión del Espíritu. Por eso en la BJ el versículo 27 dice así: "Y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios". Sin embargo, la mayoría de los traductores prefiere la palabra "porque".
Conforme a la voluntad de Dios.
Literalmente "de acuerdo a Dios", lo que significa de acuerdo con la voluntad de Dios. En el griego estas palabras están colocadas en una posición enfática delante de la flexión del verbo "intercede".
La segunda mitad de este versículo presenta dos razones combinadas por las cuales Dios conoce la mente del Espíritu. En primer lugar, el Espíritu intercede de acuerdo con la voluntad de Dios y con el propósito divino: "Porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios" (1 Cor. 2: 10). En segundo lugar el Espíritu intercede por los "santos", los cuales son el objeto especial del propósito divino de acuerdo con el cual intercede el Espíritu. El propósito de Dios para los santos es el tema de los versículos siguientes.
Intercede.
Gr. entugjánÇ (ver com. vers. 26). El Espíritu Santo es el "Consolador" (parákl'tos; ver com. Juan 14: 16), el cual defiende nuestra causa ante Dios, así como Cristo es nuestro "Abogado" (parákl'tos) ante el Padre (1 Juan 2: 1).
Por los santos.
Literalmente "por santos".
28.
Y sabemos.
Pablo añade ahora otro motivo para mirar con confianza el futuro. Sabemos que, de acuerdo con el propósito eterno de Dios, todas las cosas contribuyen para el bienestar de aquellos que lo aman. Aun las dificultades y sufrimientos de esta vida, lejos de estorbar nuestra salvación, pueden cooperar con ella. El cristiano puede estar a cada paso en las manos de Dios y llevar a cabo los propósitos divinos.
A los que aman a Dios.
La sintaxis del griego hace que esta frase sea enfática. Las palabras describen a los verdaderos seguidores 570 de Dios, a los que realmente tienen fe y confían en la conducción de Dios. Su amor por Dios es una respuesta al amor de Dios para ellos y porque él obra en todas las cosas para su salvación. El amor de Dios debe llegar primero al hombre y entrar en su corazón antes de que pueda amar a Dios (1 Juan 4: 19), y el Espíritu Santo también debe iluminar primero a un hombre para que éste pueda orar como debe hacerlo (Rom. 8: 26).
Pablo ya se ha referido al amor de Dios hacia nosotros (cap. 5: 5, 8), y lo menciona otra vez en este capítulo (cap. 8: 39). También se refiere varias veces a nuestro amor para nuestros prójimos (cap. 12: 9-10; 13: 8-9). Pero esta es su referencia más específica en la Epístola a los Romanos en cuanto a nuestro amor para Dios. La fe se menciona con frecuencia y la esperanza ha sido el tema de los versículos precedentes de este capítulo (cap. 8: 24-25). Ahora Pablo amplía la lista mencionando el amor a Dios. Por supuesto, cada referencia que se hace a la fe en esta epístola implica también amor, pues la fe cristiana se basa en el amor y en la admiración por Dios y por todo lo que él es. Dios siempre está empeñado en el bien de los que experimentan tal amor (1 Cor. 2: 9, Efe. 6: 24; 2 Tim. 4: 8; Sant. 1: 12).
Todas las cosas.
Evidentemente Pablo tenía el propósito de que esto se entendiera en su sentido más amplio, incluyendo todo lo mencionado en los vers. 35, 38-39, pero también puede referirse especialmente a "las aflicciones del tiempo presente" (vers. 18).
Les ayudan.
Si bien la evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el texto "todo opera para bien", la construcción griega indica que debe haber un sujeto tácito, personal. Es decir, no son las cosas las que obran, sino que es Dios quien aprovecha de las circunstancias para obrar u operar para bien de quienes le aman.
A bien.
Nada puede lesionar a un cristiano a menos que lo permita nuestro Señor (ver Juan 1: 12; 2: 6). Todo lo que se permite ayuda para bien a los que aman a Dios. Si Dios permite que nos sobrevengan sufrimientos y perplejidades, no es para destruirnos sino para refinarnos y santificarnos (ver com. Rom. 8: 17). Las dificultades y los desengaños de esta vida hacen que perdamos el apego a este mundo y nos impulsan a mirar al cielo como nuestro hogar. Nos enseñan la verdad en cuanto a nuestra condición frágil y perecedera, y hacen que dependamos de Dios para recibir apoyo y salvación. También desarrollan en nosotros un espíritu más humilde y sumiso, una disposición más paciente y tierna. Esto lo han experimentado los hijos de Dios a través de la historia, y al final de sus vidas han podido decir que fueron afligidos para su bien (Sal. 119: 67, 71; cf. Heb. 12: 11). Antes de morir José dijo a sus hermanos: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien" (Gén. 50: 20).
Propósito.
Gr. próthesis, que significa colocar algo ante la vista de otros. En ese sentido se aplica al pan que era colocado sobre la mesa de la proposición (Mat. 12: 4; Mar. 2: 26; Luc. 6: 4). El verbo del cual deriva este término en Rom. 3: 25 es protíth'mi, que se usa para describir el acto de Dios cuando "puso" a su Hijo. Cuando se aplica a la mente significa un "plan" o un "propósito".
El eterno propósito de Dios (Efe. 3: 11) es salvar a los pecadores por medio de la gracia (2 Tim. 1: 9); y como este es el "propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efe. 1: 11), se deduce entonces que "todas las cosas" deben ayudar "a bien" a los "llamados" conforme a ese propósito.
Pablo reconoce plenamente la libertad de la voluntad humana. Una clara evidencia de esto es la gran importancia que él le da a las exhortaciones en sus epístolas. Pero él siempre ve detrás de todo la soberanía y el propósito de Dios. Y no hay contradicción en esto, pues el propósito de Dios de salvar al hombre se lleva a cabo por medio del debido ejercicio de la voluntad de los seres humanos.
Son llamados.
El contexto implica que la invitación ha sido aceptada (ver Rom. 1: 6-7; 1 Cor. 1: 2, 24; Jud. 1; Apoc. 17: 14). A los cristianos se los denomina "llamados" porque Dios, mediante el Evangelio, los ha invitado a ser salvos. La salvación nunca se impone al pecador renuente, sino que el individuo la recibe al aceptar la invitación por el libre ejercicio de su voluntad junto con la exhortación, Dios hace llegar al corazón la influencia del Espíritu Santo para hacer efectiva la invitación. Los que "aman a Dios" han experimentado por sí mismos la evidencia de que han sido "llamados" "conforme a su propósito", pues la invitación ha producido el propósito determinado (cf. Rom. 8: 16).
29.
Porque.
La confianza expresada en el vers. 28 ahora es justificada y confirmada mediante una explicación de la forma en que procede el propósito de Dios para aquellos que le aman. Ese propósito incluye todas las etapas del proceso de la salvación (vers. 29-30). De esa manera todos los que aceptan la invitación de Dios y se someten al propósito divino reciben la seguridad de que el Altísimo completará para ellos cada etapa en su plan de salvarlos. Las aflicciones no son más que los medios por los cuales son "hechos conformes a la imagen de su Hijo".
El significado del vers. 29 ha sido motivo de prolongados debates. Cuando la limitada mente humana trata de penetrar en los propósitos eternos del Dios infinito, es bueno prestar atención a este consejo ofrecido por un comentador sobre este pasaje: "En una senda tan alta y resbaladiza para la razón humana, nuestra seguridad depende de que demos nuestros pasos únicamente donde ya el inspirado Apóstol dio los suyos. Si nos aventuramos -como ya lo han hecho demasiados- más allá de la huella del autor, hay por doquiera precipicios y abismos, de los cuales le es difícil escapar al más prudente" (E. H. Gifford, The Epistle of St. Paul to the Romans, p. 160).
Antes conoció.
Gr. proginÇskÇ, "conocer de antemano". Esta palabra aparece en otros pasajes del NT: Hech. 26: 5; Rom. 11: 2; 1 Ped. 1: 20; 2 Ped. 3: 17. Dios conoce de antemano porque es omnisciente, es decir, conoce todas las cosas. De él afirman las Escrituras: "Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Heb. 4: 13); "anuncio lo porvenir desde el principio" (Isa. 46: 10); "el Señor que hace que estas cosas sean conocidas desde la eternidad" (Hech. 15: 18, BJ). Dios conoce el pasado, el presente y el futuro. Nada inferior a un conocimiento absoluto satisfaría nuestro concepto fundamental de la perfección de Dios. Como él conoce el futuro, nunca es tomado por sorpresa. La apostasía de Satanás y la caída del hombre fueron previstas por él, y tomó las medidas necesarias para hacer frente a la emergencia (1 Ped. 1: 20; Apoc. 13: 8; DTG 13). La profecía es la evidencia suprema del conocimiento anticipado divino. La profecía predice lo que la presencia de Dios ha visto que sucederá (ver EGW RH 13-11-1900). Los acontecimientos profetizados no suceden porque fueron vistos de antemano, sino que fueron vistos de antemano porque sucederían. Esta verdad ha sido bien presentada por Milton, quien al comentar la caída de Satanás y de sus ángeles, hace que Dios declare:
"Ellos mismos han decidido su rebelión, no yo; yo la tenía prevista, mas semejante previsión no redunda en disculpa suya, que no por haber dejado de preverla hubiese sido menos segura.
"Así, pues, sin que los impulsase nadie, sin poder achacarlo al destino, ni a una predestinación inmutable por parte mía, ellos son los que pecan" (El paraíso perdido, traducción de Cayetano Rosell [Buenos Aires: Editorial Tor, 1962], libro III, p. 97).
Predestinó.
Gr. proorízÇ, "señalar de antemano". La palabra se ha traducido como "habías predeterminado" (Hech. 4: 28, BJ) y "predestinó" (1 Cor. 2: 7). Dios predestinó a los que previamente conoció. Usando un lenguaje humano, como Dios veía anticipadamente, y por lo tanto conocía de antemano a cada generación de hombres que actuarían en el escenario de los acontecimientos de este mundo, él unía inmediatamente con su conocimiento anticipado la decisión de predestinarlos a todos para que fueran salvos. Dios nunca tuvo otro propósito sino la salvación de los miembros de la familia humana. Dios "quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Tim. 2: 4). Él no quiere "que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Ped. 3: 9). "Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva" (Eze. 33: 11). Cristo mismo dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mat. 11: 28). "El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente" (Apoc. 22: 17). "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16).
La salvación se ofrece gratuitamente a todos; pero no todos aceptan la invitación evangélica. "Muchos son llamados, y pocos escogidos" (Mat. 22: 14; cf. cap. 20: 16). A nadie se fuerza a que acepte la salvación contra su voluntad. Si elegimos oponernos al propósito de Dios y lo resistimos, estaremos perdidos. La presciencia y la predestinación divinas en ninguna manera excluyen la libertad humana. Ni Pablo ni ningún otro escritor de 572 la Biblia sugieren que Dios haya predestinado a ciertas personas para que sean salvas y a otras para que se pierdan, sin tener en cuenta la elección hecha por las personas.
El propósito de este versículo parece ser práctico. Pablo trata de consolar a los afligidos hijos de Dios y de asegurarles que su salvación descansa en las manos divinas, y que está en vías de llegar a su culminación de acuerdo con el eterno e inmutable propósito del Señor para ellos. La salvación depende también, por supuesto, de la perseverancia de los seres humanos (Heb. 3: 14; cf. 1 Cor. 9: 27), pero no es el punto que Pablo enfatiza ahora.
Hechos conformes.
Gr. súmmorfos. Este adjetivo aparece por segunda y última vez en el NT en Fil. 3: 21, donde se ha traducido "sea semejante", y se refiere al cambio de nuestros cuerpos viles a la semejanza del glorioso cuerpo de Cristo. De la misma raíz es el verbo summorfóÇ, que se usa en Fil. 3: 10: "llegando a ser semejante a él en su muerte". Nuestra conformidad no debe ser sólo un parecido externo y superficial, sino una semejanza interna y esencial.
Imagen de su Hijo.
Cristo es la imagen del Padre, la manifestación visible del Dios invisible (2 Cor. 4: 4; Col. 1: 15). El glorioso destino de cada cristiano es ser transformado a la semejanza de Cristo, el Hijo de Dios (1 Cor. 15: 49; 2 Cor. 3: 18; Col. 3: 10). La forma como esa maravillosa transformación puede efectuarse es la buena nueva del Evangelio, el mensaje de perdón, el nuevo nacimiento, la santificación y la glorificación final. El cambio se efectúa mediante la unión de lo humano con lo divino. Así como el Hijo de Dios tomó nuestra naturaleza humana, así mismo los cristianos pueden convertirse en templos del Espíritu Santo (1 Cor. 6: 19) y Cristo morará en ellos (Juan 14: 23). En esta forma el creyente llega a ser participante de la naturaleza divina (2 Ped. 1: 4). Entonces, bajo la influencia del Espíritu que mora en él (Rom. 8: 13-14) e inspirado por el ejemplo de Cristo (Juan 15: 12; Fil. 2: 5), es conducido a una nueva santidad de vida. Al soportar pacientemente el sufrimiento, su carácter se va haciendo más y más semejante al del Salvador (Rom. 5: 3-4; 1 Ped. 2: 21-24) hasta el día de la glorificación final cuando se perfeccionará esta semejanza (1 Juan 3: 2).
Primogénito.
Gr. prÇtótokos, que se emplea en otros pasajes para referirse a Cristo (Mat. 1: 25; Luc. 2: 7; Col. 1: 15, 18; Heb. 1: 6; Apoc. 1: 5). Pablo pone énfasis aquí en la posición de Cristo como el Hermano mayor de la familia de los redimidos. El propósito final del plan de salvación es la restauración de la unidad en la familia del reino de Dios, de modo que Dios pueda ser "todo en todos" (1 Cor. 15: 28). Cristo, como el Hermano mayor de esta familia, ha recorrido el camino delante de nosotros y nos ha dado ejemplo. Y aunque es perfecto y divino, no se avergüenza de llamar "hermanos" a los que seguimos sus pisadas (Heb. 2: 11). Ver t. V, pp. 894-895; com. Juan 1: 14.
Muchos hermanos.
Cristo nos convirtió en sus hermanos mediante una nueva creación (2 Cor. 5: 17; Gál. 6: 15), y de esa manera lleva a "muchos hijos a la gloria" (Heb. 2: 10).
Siendo nacidos "de agua y del Espíritu" (Juan 3: 5) somos adoptados para pertenecer a la familia celestial (Efe. 1: 5), registrados en la "congregación de los primogénitos" (ver com. Heb. 12: 23), e "inscritos" en el registro familiar "en los cielos" (Heb. 12: 23): el libro de la vida (Luc. 10: 20; Apoc. 20: 15).
30.
Predestinó.
Ver com. vers. 29.
Llamó.
El llamado se efectúa por medio de la predicación del Evangelio: "Os llamó mediante nuestro evangelio" (2 Tes. 2: 14). El uso del verbo "llamar" aquí como en Rom. 8: 28 (ver com. allí) parece referirse al "llamado" efectivo, el que recibe respuesta. El contexto claramente indica que se hace referencia a los que han respondido a la invitación de Dios. El llamamiento divino es el primer gran paso en la salvación personal, y la respuesta a él constituye la experiencia de la conversión. El llamado es de origen divino y manifiesta el poder soberano mediante el cual somos invitados.
Justificó.
Ver com. cap. 3: 20, 28; 4: 25; 5: 1.
Glorificó.
Jesús dijo: "La gloria que me diste, yo les he dado" (Juan 17: 22), pero la experiencia de la glorificación plena es aún futura (Rom. 8: 18). Aunque ese suceso todavía es futuro, Pablo usa el verbo en pasado, "glorificó", como lo hace con todos los otros verbos de esta sentencia: "predestinó", "llamó", "justificó". Esto puede reflejar el hecho de que en el eterno consejo de Dios todo el proceso, con todas sus etapas, está completo (Efe. 1: 4-6). Otra explicación podría ser el empleo de los cuatro verbos en "aoristo", tiempo verbal que puede indicar la temporalidad. 573 Teniendo en cuenta este hecho gramatical, el pasaje podría traducirse: "A los que predestina, a éstos también llama; y a los que llama, a éstos también justifica; y a los que justifica, a éstos también glorifica".
Cualquiera que sea la explicación que se adopte, el propósito de Pablo en este versículo es expresar la certeza de los pasos progresivos en el proceso de asemejarse a Cristo. El primer paso es el llamado. Si se acepta trae consigo la justificación y todo lo que ésta implica. Y si el cristiano permite que Dios cumpla su buen propósito para él (ver Rom. 11: 22), el resultado inevitable será la glorificación. Es de esperar que Pablo hubiera mencionado la santificación como una de las etapas, pero está suficientemente implícita como consecuencia de la justificación y como condición necesaria para la glorificación.
31.
¿Qué, pues, diremos?
Cf. cap. 3: 5; 4: 1; 6: 1; 7: 7; 9: 14 donde esta frase da comienzo a una conclusión contraria. Aquí, y también en cap. 9: 30, da principio a una deducción que está en armonía con el argumento precedente.
Esto.
Es decir, lo que se ha mencionado en el versículo precedente: el propósito revelado de Dios y todas las etapas de su cumplimiento. En vista de todo esto, ¿a qué conclusión deberíamos llegar en cuanto al poder de la religión cristiana para sostenernos en nuestras pruebas?
Si Dios es por nosotros.
"Si Dios está por nosotros" (BJ, BC, NC), entendiéndose en el griego: "Puesto que Dios está por nosotros". No hay incertidumbre en cuanto a esto. Pablo ha mostrado cómo Dios está de nuestro lado. Él nos considera como hijos suyos (vers. 15-17) y ha enviado a su Espíritu para ayudarnos (vers. 26), pues su propósito es salvarnos (vers. 28-30).
¿Quién contra nosotros?
Es animador reconocer que como Dios se ha propuesto llevar a cabo la salvación para los creyentes y está activamente empeñado en ella, todos nuestros enemigos son también sus enemigos (ver Sal. 27: 1; 118: 6).
32.
El que.
La expresión es enfática en griego, y podría traducirse "el mismo que", es decir, el mismo Dios que no eximió o perdonó a su propio Hijo, ciertamente nos dará además todas las cosas.
Escatimó.
Gr. féidomai, "perdonar", "escatimar", "ahorrar". "Perdonó" (BJ, BC, NC). Pablo usa este verbo varias veces en sus epístolas (Rom. 11: 21; 1 Cor. 7: 28; 2 Cor. 1: 23, etc.). Fuera de las epístolas de Pablo sólo aparece en Hech. 20: 29 y 2 Ped. 2: 4-5. La misma palabra se usa en la LXX para describir la buena disposición de Abrahán de sacrificar a Isaac (Gén. 22: 12, 16), y no sería extraño que Pablo tácitamente aludiera a ese caso. El tierno encomio que Dios hace de la actitud de Abrahán al ofrecer a su hijo Isaac, nos da una vislumbre del espíritu con que Dios entregó a su propio Hijo Jesús. Esta Dádiva -la más grande de todas- es la más convincente de todas las pruebas de que Dios está "por nosotros" (Rom. 8: 31). El razonamiento de este pasaje es similar al del cap. 5: 6-10.
Su propio Hijo.
Esta expresión es enfática en el griego, y denota algo que personal y claramente es de uno (cf. cap. 14: 4).
Lo entregó.
Gr. paradídÇmi. Este verbo también lo usó Pablo (cap. 4: 25) para afirmar que Jesús "fue entregado por nuestras transgresiones".
Nos dará.
Gr. jarízomai, "conceder", "dar como favor"; "nos dará. . . graciosamente" (BJ). Compárese con el uso de la misma palabra en Luc. 7: 21; Hech. 3: 14; 1 Cor 2: 12. Este verbo se relaciona con los sustantivos "gracia" ( járis; ver com. Rom. 3: 24) y "dádiva" (járisma; ver com. Rom. 6: 23).
Con él.
El razonamiento de Pablo va de lo mayor a lo menor. Si Dios no perdonó ni aun a su propio Hijo, ¿habrá entonces algo que no nos daría?
Todas las cosas.
Cf. Rom. 8: 17; 1 Cor. 3: 21-24; Fil. 4: 19. El cristiano no podría pedir un motivo más grande de confianza y de paciente sufrimiento que el que se presenta en este versículo. Cuando Dios dio a su Hijo también se entregó a sí mismo (2 Cor. 5: 19; cf. DTG 710), y de esa manera reveló al universo hasta qué extremo estaba dispuesto a llegar a fin de salvar a los pecadores arrepentidos. Por esto, no importa qué pruebas nos sobrevengan, nunca debiéramos dudar de que Dios siempre actúa en favor de nosotros y que nos dará todo lo que es necesario para nuestro bien presente y futuro.
33.
¿Quién acusará?
Gr. egkaléÇ, término legal que significa "echar en cara", "acusar", "reclamar" (cf. Hech. 19: 38, 40; 23: 28-29; 26: 2, 7). Satanás es el gran acusador de los hermanos (Apoc. 12: 10).
La puntuación y la disposición de Rom. 8: 33-35 implican algunas dificultades, y los comentarios las versiones han ofrecido una 574 cantidad de explicaciones. Algunos sugieren que la última oración del vers. 33 y la primera del vers. 34 deben ser puntuadas de tal manera que tengan una relación más estrecha. Si en la RVR el punto final del vers. 33 se convirtiera en una coma, establecería una mayor relación entre los dos versículos: "Dios es el que justifica, ¿quién es el que condenará?"
Otros comentadores sostienen que todas las oraciones de los vers. 33 y 34 debieran ser consideradas como una serie de preguntas. Eso se advierte en el vers. 34 en la BJ: "¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?"
Cualquiera que sea el orden que se siga, se destaca claramente el significado animador del razonamiento de Pablo. Dios declara que los suyos son justos. Cristo, quien murió por ellos, está a la diestra de Dios intercediendo por ellos. ¿Quién, pues, puede acusar a los elegidos de Dios? ¿Quién puede condenarlos? ¿Quién puede siquiera separarlos del amor de Cristo? Parece evidente que Pablo tiene en cuenta a Isa. 50: 8-9: "Cercano está de mí el que me salva; ¿quién contenderá conmigo?. . . He aquí que Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene?"
Escogidos.
Gr. eklektós, "elegido", "entresacado", del verbo eklégomai, que se usa para describir la elección que hizo Cristo de sus discípulos (Luc. 6: 13; Juan 6: 70; 13: 18) y la que hace Dios de las personas (Mar 13: 20; Hech. 1: 24; 13: 17) o de las cosas (1 Cor 1: 27-28). En Mat. 22: 14 Jesús distingue entre los que son llamados y los que son escogidos; pero Pablo parece identificar a los dos grupos, incluyendo tácitamente en el término "escogidos" la idea de que la invitación ha sido aceptada (ver com. Rom. 8: 30). Para Pablo los elegidos de Dios son los que no sólo han oído sino que además han prestado atención a la invitación divina de encontrar salvación en Cristo.
Dios es el que justifica.
Los elegidos de Dios no necesitan temer de ningún acusador. Dios mismo, el juez de todos, es quien los declara justos de acuerdo con su plan de justificación (cap. 3: 20-26). "Justificar" es lo opuesto de "acusar".
34.
Condenará.
Satanás conoce con exactitud todos los pecados que, mediante sus tentaciones, ha logrado que cometan los hombres, y los presenta ante Dios como la evidencia de que los pecadores sólo merecen la destrucción (ver CS 676). Pero Dios responde a las acusaciones presentadas contra sus escogidos. Cristo, con su propia vida, pagó el precio de los pecados de ellos (cap. 4: 25). Los elegidos de Cristo están libres de condenación (cap. 8: 1).
Resucitó.
Ver cap. 4: 24-25; 6: 4, 9; 7: 4. No adoramos a un Cristo muerto, sino a un Cristo vivo. Esto no implica que la resurrección tuviera más valor salvador que la crucifixión, sino que realza que Cristo no sólo murió sino que ahora vive para completar el propósito de su muerte en favor de nosotros (ver com. cap. 4: 25).
Diestra de Dios.
Estar a la mano derecha equivalía a ocupar el puesto de honor (1 Rey. 2: 19; Sal. 45: 9), y significaba participar del poder real y de la gloria real (Mat. 20: 21). Se había predicho que Cristo ocuparía ese puesto con su Padre (Sal. 110: 1; cf. Mar 16: 19; Hech. 7: 56; Efe. 1: 20; Col. 3: 1; 1 Ped. 3: 22). El hecho de que esté a la diestra no sólo indica la gloria, sino también el poder del ensalzado Hijo del hombre (ver Heb. 1: 3; cf. Mat. 26: 64).
Intercede.
Gr. entugjánÇ. Esta es la palabra que se usa en el vers. 27 para referirse a la intercesión del Espíritu Santo (ver com. vers. 26). Las Escrituras afirman claramente que Cristo es nuestro intercesor y abogado ante el Padre (Heb. 7: 25; 9: 24; 1 Juan 2: 1; cf. Heb. 4: 14-16; 9: 11-12). No debe suponerse que esto significa que Dios necesita ser persuadido para que sea benévolo con su pueblo, pues él fue quien amó de tal manera al mundo que dio a su único Hijo. La naturaleza de esta divina intercesión quizá podría ilustrarse con la oración de intercesión de Cristo por sus discípulos (Juan 17: 11-12, 24).
En este versículo Pablo ha añadido una razón tras otra para demostrar que nada puede separar al cristiano del amor de Cristo. No dependemos de un Cristo muerto, sino de un Cristo vivo; y no sólo es un Cristo vivo sino un Cristo entronizado con supremo poder. No sólo es un Cristo que tiene poder sino un Cristo que salva con amor, que vive siempre para interceder por su pueblo que lucha contra el mal (cf. Heb. 7: 25).
La Biblia describe a todo el cielo como constantemente en acción para salvar a los elegidos. En este capítulo Pablo ha hablado de la obra del Padre, el cual llama, justifica y 575 glorifica; ha descrito la conducción e intercesión de Cristo y del Espíritu Santo. En otro pasaje se presenta a los ángeles como espíritus ministradores, "enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación" (Heb. 1: 14). El cielo no podía hacer más que esto. El que se pierda eternamente se perderá sólo como resultado de su propiadecisión de oponerse al amante propósito divino y rechazar el poder de Dios para salvar.
35.
Separará.
Gr. jÇrízÇ, literalmente "poner espacio entre". ¿Puede alguien poner una distancia entre nosotros y el amor de Cristo? ¿Puede hacer alguien que él deje de amarnos? Todas las cosas que Pablo ahora enumera no harán que disminuya en lo más mínimo el amor con que nos ama Cristo.
Amor de Cristo.
Evidentemente el amor de Cristo por nosotros y no nuestro amor por él (cf. com. cap. 5: 5).
Tribulación.
Ver com. cap. 5: 3. Pablo tiene autoridad para hablar de este tema debido a sus propias vicisitudes (1 Cor. 4: 10-13; 2 Cor. 11: 23-33).
Angustia.
Gr. stenojÇría (ver com. cap. 2: 9). Las calamidades enumeradas en este versículo fueron todas realmente vividas por los primeros cristianos.
36.
Como está escrito.
Es una cita de Sal. 44: 22. Pablo se refiere a los sufrimientos de los hijos de Dios en épocas pasadas como un símbolo de las persecuciones a que estaban expuestos los cristianos en los días del apóstol. Desde que entró el pecado, siempre se ha manifestado con fuerza el odio de los impíos contra los justos (ver Gál. 4: 29; 1 Juan 3: 12).
Somos muertos.
O "estamos siendo muertos".
Contados.
O "considerados".
37.
Antes.
Gr. allá, literalmente "pero". No obstante las aflicciones, seguimos victoriosos (cf. 2 Cor. 12: 10).
Somos más que vencedores.
Gr. hupernikáÇ, de hupér, "encima" "sobre", y nikáÇ, "vencer", literalmente "sobrevencer", o "vencer gloriosamente". Esta palabra compuesta no aparece en ninguna otra parte del NT. Pablo emplea una palabra que describe cómo superan las bendiciones de Dios a las necesidades del hombre (cap. 5: 20).
Aquel que nos amó.
Es evidente que la referencia es a Cristo, por medio de cuyo incomparable amor (vers. 35) llegamos a ser vencedores. El pretérito del verbo "amó" podría referirse a la revelación especial de ese amor cuando Cristo murió por los pecadores (cap. 5: 6). En vez de que las dificultades nos separen del amor de Cristo (cap. 8: 35), podemos, por el contrario, salir victoriosos sobre ellas "por medio de aquel que nos amó". No hay ninguna aflicción por terrible que sea, ni ninguna tentación por grande que sea, que no pueda ser vencida mediante Cristo, pues Aquel que nos amó tanto que se entregó por nosotros, aún vive en nosotros para continuar la obra de nuestra salvación (Gál. 2: 20). Por lo tanto, podemos realizar todas las cosas mediante Aquel que nos fortalece (Fil. 4: 13). Pablo experimentó y reconoció ese poder salvador, y eso lo indujo a exclamar: "Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor. 15: 57).
38.
Estoy seguro.
O "estoy convencido". Pablo expresa ahora su propia convicción personal de que ningún poder celestial o terrenal en el tiempo o en la eternidad, puede separarnos del amor divino. Con esto no quiere decir que es imposible que un creyente caiga, se aparte y se pierda (ver Col. 1: 23; cf. 1 Cor. 9: 27). Lo que quiere decir es que nada puede arrancarnos de los brazos de Cristo contra nuestra voluntad (ver com. Juan 10: 28).
Ni la muerte, ni la vida.
Compárese con "pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos" (Rom. 14: 8).
Ángeles.
Los ángeles que se mencionan en el NT son, por lo general, buenos y no malos; sin embargo, la palabra misma no dice de qué clase de ángeles se trata. La distinción debe ser expresada o debe estar implícita en el contexto (ver Mat. 1: 20; 25: 41; 1 Cor. 6: 3; 2 Ped. 2: 4; Jud. 6). Es inconcebible que los ángeles de Dios, que son enviados para ministrar a los santos (Heb. 1: 14), procuren apartar la mente de los cristianos de su Salvador, o que su influencia pudiera tener tal tendencia. Sin embargo, Pablo podría estar destacando lo que dice en forma hipotética, como lo hace en Gál. 1: 8: que aunque los ángeles buenos intentaran desviar a los creyentes del amor de Cristo -algo, por supuesto, que no harían-, ¡no tendrían éxito!
Principados.
Gr. arj'. Esta palabra se refiere tanto a los gobernantes civiles como a los poderes sobrenaturales que tratan de ejercer un dominio para mal sobre los hombres (Efe. 6: 12). Algunos comentadores sugieren 576 que la referencia de Pablo a "ángeles", "principados" y "potestades" podría reflejar la forma en que los judíos designaban las diferentes jerarquías de ángeles (ver el libro apócrifo de Enoc 61: 10; cf. 1 Cor. 15: 24; Efe. 1: 21; 3: 10; Col. 1: 16; 2: 10, 15).
Potestades.
Gr. dúnamis. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la colocación de esta palabra después de la frase "lo por venir", aunque lo más natural sería esperar que se relacionara con "principados", como en Efe. 1: 21. En 1 Ped. 3: 22 se mencionan "potestades", "ángeles" y "autoridades" que se sujetaron a Cristo cuando él ascendió al cielo.
Lo presente.
Cf. 1 Cor. 3: 22. Las vicisitudes de este mundo ya eran prueba suficiente para Pablo y los primeros cristianos (Rom. 8: 18, 23; 2 Cor. 1: 4-10; 6: 4-10; 1 Ped. 4: 12). Pero el futuro reservaba todavía más pruebas originadas en engaños y aflicciones, pues la venida de Cristo deberá ser precedida por la apostasía y la aparición del anticristo (2 Tes. 2), y será acompañada por la "obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos" (2 Tes. 2: 9). Sin embargo, la confianza de Pablo permanecía inconmovible.
39.
Ni lo alto, ni lo profundo.
Es posible que Pablo no tuviera la intención de que cada una de sus expresiones en este elocuente pasaje fuera definida con toda exactitud. "Alto" y "profundo" podrían haberse usado para expresar sencillamente dimensiones del espacio, así como "lo presente" y "lo por venir" podrían expresar dimensiones del tiempo. El uso de términos como éstos destaca en forma sumamente enfática la idea de universalidad, que parece ser el propósito de Pablo en estos versículos. Compárese con su descripción de "la anchura, la longitud, la profundidad y la altura" del amor de Cristo (Efe. 3: 18-19).
Ninguna otra cosa creada.
O "ninguna otra creación" (ver com. vers. 19; cf. vers. 19, 22).
Pablo enumera diez asuntos o circunstancias que no pueden separarnos del amor de Dios. El décimo es tan amplio que bien puede incluir cualquier detalle que pudiera haberse omitido. Tal vez todos los términos deban ser tomados en su sentido más general. El hecho de que sean indefinidos sirve para destacar el pensamiento de Pablo, de que no se puede pensar en nada en todo el universo que sea capaz de apartar a un cristiano de su amante Salvador.
Separar.
Gr. jÇrízÇ (ver com. vers. 35).
Amor de Dios.
El "amor de Cristo" (vers. 35) no es sino el "amor de Dios" revelado a nosotros y que actúa en nuestro favor en la persona de Cristo (ver com. cap. 5: 8). En esta primera parte de su epístola Pablo ha descrito la suprema cooperación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en la manifestación del amor divino. Por ejemplo, "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo" (cap. 5: 5); "Dios muestra su amor para con nosotros, en que. . . Cristo murió por nosotros" (vers. 8); el Espíritu, cuya voluntad y cuyo propósito es nuestra salvación (cap. 8: 29-30), intercede por nosotros "conforme a la voluntad de Dios" (vers. 26-27); Cristo murió por nosotros, y aún ahora intercede por nosotros a la diestra del Padre (vers. 34).
Con esta expresión de ilimitada confianza en el amor de Dios que salva (vers. 31-39), Pablo llega al clímax de su explicación del plan de Dios para la restauración del hombre. La justicia y la salvación provienen de la fe, y esa fe debe depositarse en una Persona cuyo amor es tan grande y cuyo propósito de salvar es tan poderoso, que ha dispuesto todo lo concebible para nuestra salvación. Por lo tanto, ciertamente también nosotros debiéramos unirnos con el apóstol en proclamar que Dios merece nuestra confianza y nuestra obediencia sin ninguna condición.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 CC 51, 63; CH 69; CS 531; ECFP 38; 2JT 131; PP 553
2 DTG 180, 431
3 DTG 91, 146, 278; PP 341
3-4 PP 390
4 CS 306, 521; DMJ 68
6 4TS 65
7 CC 16, 63; CS 520; DTG 143; HAp 69; 1JT 54, 441; MJ 66; PE 69; 1T 440; 2T 454; 3T 442; 5T 341
9 DMJ 28; 2JT 127; PVGM 196; 3T 538; 5T 223
11 DTG 287; FE 332
14 DMJ 28, 126
14-17 8T 126 577
15 CS 521; 2JF 336
16 Ev 447
17 CE (1949) 30; CE (1967) 56; DMJ 90; ECFP 20; Ev 149; FE 251; HAp 471; HH 158, 374; 1JT 444; 2JT 109; MB 98; MC 126; PE 115; PVGM 119; 3T 45, 458; 5T 230; 6T 60; 7T 229; Te 99
18 CS 399; DMJ 29; ECFP 126; HAp 461; MeM 336; PP 119; 1T 432; 8T 125
22 CC 32; CH 579; CS 731; Ed 256; PP 473,584
24 MC 122
26 CM 391; Ed 256; FE 242; MC 175; OE 229; PVGM 113
28 DMJ 63; Ed 149; HAp 383, 459; 1JT 482; 3JT 433; MC 376, 387, 389; MeM 190; 8T 123
29 DMJ 55; DTG 309, 767; 2JT 441
30 PVGM 127
31 PR 476
31-32 MC 43; SC 297
31-39 3JT 195; 2T 517
32 CC 95, 120; CM 142; CS 53l; DMJ 95; 2JT 109; PP 150; PVGM 138; 2T 319; 9T 59; TM 249; 5TS 9
33-34 DTG 522; MC 60
34 AFC 78; CC 74; CM 15; COES 138; CS 399; DTG 772; Ed 90, 128; FE 262; HAp 29; MC 326, 331; OE 273; PP 553; 2T 319; 8T 287; TM 92, 155, 397
35 1JT 249; MeM 336
35-39 Ed 66; ECFP 126; HAp 70; 2T 345
36-37 HAp 373
37 CC 72; CM 141; CMC 24; CN 440; CRA 77; CS 691; 1JT 403, 412; 2JT 338; 3JT 291, 385; MeM 323, 336; MJ 346; MM 144; 2T 320; 3T 540; 4T 368; 5T 82, 309; 8T 131; Te 192; TM 101, 333, 464
37-39 CS 398
38-39 HAp 441; 1JT 249; MC 43; PE 29



ROMANOS CAPÍTULO 9       AUDIO
1 Pablo se siente triste por los judíos. 7 No todos los descendientes de Abrahán son hijos de la promesa. 18 Dios tiene misericordia de quien quiere. 21 El alfarero hace lo que desea con la arcilla. 25 El llamado a los gentiles y el rechazo a los judíos fueron predichos. 32 Razón por la cual tan pocos judíos alcanzaron la justicia por la fe.

1 VERDAD digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;
4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;
5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas,
7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.
8 Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.
9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre
11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),
12 se le dijo: El mayor servirá al menor.
13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.
14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera.
15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 578
16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.
18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
19 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?
21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción,
23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,
24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
25 Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada.
26 Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo;
28 porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud.
29 Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.
30 ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe;
31 mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzo.
32 ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado.

COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
1.
Verdad digo.
Pablo ahora se aparta del triunfante y gozoso clímax del cap. 8 para considerar un problema que lo llena de "gran tristeza y continuo dolor" (cap. 9: 2). ¿Por qué casi todos los judíos, el pueblo de Dios, han rechazado el Evangelio? Si el Evangelio proporciona segura salvación a los elegidos de Dios, ¿por qué Israel, su pueblo escogido, no se encuentra entre los herederos de esa salvación? Si las buenas nuevas de la salvación son el cumplimiento de las promesas hechas a Israel, ciertamente deberían ser bien recibidas y aprobadas por aquellos a los cuales correspondían de un modo especial. Pero, por el contrario, el Evangelio ha levantado una intensa oposición de parte de la mayoría de ellos.
Pablo ha estado preparando el camino para tratar esta difícil y delicada cuestión al recalcar que el evangelio es para los judíos y los gentiles, pero en primer lugar para los judíos (cap. 1: 16; 2: 10). También ha destacado que Dios no hace acepción de personas (cap. 2: 11) y que los judíos han sido especialmente culpables del pecado (vers. 17-24). Ha dedicado también todo un capítulo para demostrar que le Evangelio la fe está bien apoyado por el AT (cap. 4), y hasta comenzó a considerar este problema directamente (cap. 3: 1); pero el estudio pleno del tema ha quedado reservado para los cap. 9 al 11.
En primer lugar Pablo afirma su amor y tristeza por su propio pueblo (cap. 9: 1-3). Después declara que la causa del rechazo de los judíos no es el fracaso de las promesas de Dios para Israel (vers. 6-13), y que tampoco hay injusticia alguna de parte de Dios en este asunto (vers. 14-29), sino que la falta radica en que Israel rechazó "la justicia que es por fe" (cap. 9: 30 a 10: 21). Sin embargo, Pablo 579 no dice que la condición de los israelitas es desesperada. Habla de la salvación de "un remanente escogido por gracia" (cap. 11: 1-10) y de la aceptación de los gentiles (vers. 11-22). todo lo cual es una evidencia de la sabiduría y de la gloria de Dios (vers. 33-36).
En Cristo.
Pablo recurre a su caso personal de estar unido con Cristo como evidencia de la veracidad de lo que está por decir (cf. 2 Cor. 2: 17).
No miento.
Compárese con 2 Cor. 11: 31; Gál. 1: 20; 1 Tim. 2: 7. Pablo comprendía bien que muchos de sus compatriotas judíos lo consideraban como un traidor (Hech. 21: 28; 22: 22; 25: 24). Sus frecuentes conflictos con los judíos y con los judaizantes naturalmente proyectaban dudas; sobre su amor por su propia nación; por lo tanto, expresa la sinceridad de su preocupación por su pueblo con estas significativas palabras.
Conciencia.
Ver com. Rom. 2: 15; cf. Hech. 23: 1; 24: 16.
Me da testimonio.
Este mismo verbo se usa en otros pasajes (cap. 2: 15; 8: 16).
En el Espíritu Santo.
Pablo ya ha hablado de la unión del creyente con el Espíritu de Dios (cap. 8: 9, 11, 16). El Espíritu Santo es "el Espíritu de verdad" (Juan 14: 17; 15: 26; 16: 13), y una conciencia verdaderamente iluminada por este Espíritu y que actúa bajo su influencia tiene que ser una guía verdadera y segura.

Continuo.
Gr. adiáleiptos, "sin parar", "sin fin". Esta palabra aparece sólo una vez más en el NT, en 2 Tim. 1: 3.
Dolor.
Gr. odún', "pena", "angustia". Se encuentra una sola vez más en el NT, en 1 Tim. 6: 10.
Corazón.
Ver com. cap. 1: 21.
3.
Porque.
Pablo no presenta en este versículo la razón de su dolor, sino más bien la prueba de su sinceridad.
Deseara.
Gr. "deseaba", o "rogaba". La frase griega es una expresión idiomática que expresa un deseo real, pero pasajero, al cual ya se ha renunciado por ser irrealizable. El deseo estaba en la mente de Pablo; el ruego, en su corazón; pero había condiciones que hacían que su cumplimiento fuera imposible. Compárese con la misma expresión idiomática en Gál. 4: 20.
Anatema.
Se ha debatido mucho qué quiso decir Pablo con esta vigorosa palabra. La explicación más simple resulta de comparar el deseo de Pablo con la oración de Moisés: "Que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito" (Exo. 32: 32). La respuesta de Dios a Moisés demuestra que una petición como ésta no podía ser concedida. "Al que pecare contra mí -le respondió Dios-, a éste raeré Yo de mi libro" (Exo. 32: 33).
Según la carne.
Es decir, los judíos, hermanos de Pablo por raza. En lo espiritual Pablo era miembro del Israel espiritual, y sus parientes espirituales eran los hermanos de la iglesia cristiana (cf. Mar. 3: 33-35).
4.
Israelitas.
Pablo no los llama "hebreos", lo que los hubiera distinguido por el idioma; ni "judíos", lo que habría destacado la raza. En cambio usa el título que destaca su relación como el pueblo escogido de Dios. Como descendientes de Jacob -que recibió de Dios el nombre de "Israel"- son los herederos de las promesas dadas a los padres (Efe. 2: 12). En el NT este título es transferido a la iglesia cristiana, de la cual Pablo habla como del "Israel de Dios" (Gál. 6: 16).
Adopción.
Ver com. cap. 8: 15. "Adopción" se refiere a la relación entre Dios e Israel, anunciada en Exo. 4: 22: "Israel es mi hijo, mi primogénito" (cf. Deut. 14: 1; 32: 6; Jer. 31: 9; Ose. 11: 1). El comienzo de esta "adopción" tuvo lugar cuando Abrahán y sus descendientes fueron llamados para ser el pueblo especial de Dios. Ver t. IV, pp. 27-29.
La gloria.
Ver com. cap. 3: 23. La referencia parece ser aquí a la señal visible de la presencia de Dios. Esta señal se vio en las columnas de nube y de fuego, en la luz deslumbradora del Sinaí, en la gloria de Dios que se revelaba entre los querubines, sobre el propiciatorio del arca en el tabernáculo y en el primer templo (Exo. 16: 10; 24: 16; 40: 34-35; 1 Sam. 4: 22, 1 Rey 8: 10-11; Heb. 9: 5). Entre todas las naciones sólo Israel había tenido el privilegio de disfrutar de una manifestación tal de la presencia de Dios. Esta presencia gloriosa se amplia al máximo en el NT con la venida de Jesús (ver com. Juan 1: 14).
El pacto.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el uso del plural: "Pactos" (VM), "las alianzas" (BJ, BC, NC). Estos son "los pactos de la promesa" (Efe. 2: 12-13; cf. Gén. 17: 2, 7, 9; Exo. 2: 24), a los cuales eran "ajenos" los gentiles. Los judíos parecían considerar que esos pactos obligaban a Dios a favorecerlos con su protección y bendición. Pero al mismo tiempo se desentendían de sus obligaciones y no cumplían las condiciones 580 que eran la base de los pactos.
La promulgación de la ley.
La referencia es sin duda a las leyes dadas en el Sinaí. Israel había sido favorecido por sobre todas las otras naciones con una revelación de la voluntad de Dios (Deut. 4: 8; Neh. 9: 13-14). Pablo ya ha reprochado a los judíos por suponer que la simple posesión de la ley, sin obediencia, traería bendición (ver Rom. 2: 17-29).
El culto.
Gr. latréia, que también se ha traducido como "culto" en Heb. 9: 1 y 9: 6 (RVR). La referencia sin duda es al servicio del santuario. Puesto que el propósito básico del sistema ceremonial era preparar un pueblo santo y enseñarle las estipulaciones del plan de Dios de justificación por la fe en el Redentor venidero, los israelitas habían sido sumamente favorecidos al confiárselas "el culto" de Dios; pero habían abusado gravemente de ese privilegio (Mat. 21: 13; Juan 2: 14-16).
Promesas.
Se trata especialmente de las promesas del AT concernientes al Mesías, a su reino y al glorioso futuro de Israel (cf. Hech. 26: 6; Gál. 3: 16, 21; Heb. 7: 6).

Los patriarcas.
Gr. "los padres". Abrahán, Isaac y Jacob son especialmente considerados como "los padres" (Hech. 3: 13; 7: 32). Los judíos creían que era un gran mérito descender de tan nobles antepasados (ver com. Mat. 3: 9; cf. Juan 8: 39, 53; 2 Cor. 11: 22). Posteriormente Pablo habla del amor de Dios para con Israel "por causa de los padres" (Rom. 11: 28).
De los cuales.
Mejor "procedente de los cuales". El último y más grande de todos los privilegios concedidos a los israelitas fue que el Mesías descendiera de su raza. Hacia ese privilegio, el más alto de todos y el que más honor representaba, habían señalado todas las otras bendiciones.
Según la carne.
Pablo limita el origen judío de Jesús a su naturaleza humana, como en el cap. 1: 3.
Cristo.
Literalmente "el Cristo", con lo cual se hace referencia a su título y posición como "el Mesías".
El cual es Dios.
Así como aparece en la RVR, este versículo afirma que Cristo es Dios. Otras versiones parecen no decirlo con tanta claridad, o transforman el texto de modo que se alaba a Dios y no a Cristo. El problema viene de que el griego en el primer siglo no se escribía con puntuación alguna. En los antiguos manuscritos aparecen algunos signos de puntuación, pero es evidente que fueron introducidos por copistas y hoy se les da poca importancia. El texto griego, sin puntuación y sin distinción entre mayúsculas y minúsculas, dice así: "de los cuales los padres y de los cuales el Cristo el según la carne el que sobre todo [o todas las cosas] Dios bendito para los siglos amén".
Son tres las principales interpretaciones del versículo. La primera es la de la RVR: "De los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos". Según esta interpretación, totalmente posible en base al griego, Cristo es igualado a Dios. La segunda interpretación pone un punto después de "carne". Así se lee: "De los cuales los padres y de los cuales el Cristo según la carne. El que es sobre todas las cosas es Dios bendito para los siglos". Esta interpretación tampoco hace violencia al texto. La tercera forma de leer el versículo es en verdad una modificación de la segunda. El pasaje se leería así: "De los cuales los padres y de los cuales el Cristo según la carne, el que es sobre todas las cosas. ¡Dios bendito para siempre!"
La comisión de las Sociedades Bíblicas que estudió las evidencias textuales que se citan en este Comentario, se expidió sobre este asunto, reconociendo que no se trata de un problema textual sino de puntuación. Favorecen la primera interpretación por ser la más natural. Admiten, sin embargo, que su opinión no es decisiva. (Bruce Metzger, A Textual Commentary on the New Testament, pp. 520-523.)
Sin tener mayores evidencias, el problema se reduce a escoger entre una interpretación que afirma que Cristo es Dios, y otra que no lo dice. En concordancia con Metzger, puede decirse que la forma como interpreta la RVR es la más natural y sencilla, sin hacer violencia alguna al texto griego, y más armoniosa con el contexto. Pablo ha estado repasando los muchos beneficios y privilegios que Dios había conferido a Israel como a su pueblo escogido, y menciona la descendencia del Mesías de la raza de Israel como el clímax de esas bendiciones; pero esa descendencia está limitada a su naturaleza física. El Mesías tiene otra naturaleza que no es carnal, y Pablo ahora añade a la descripción de Cristo, "el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos". La forma en que Pablo habla de la 581 humanidad de Cristo parece exigir como antítesis esta clara afirmación de su divinidad (cf. Rom. 1: 3-4). Que Cristo es divino y que es Aquel que está "por encima de todas las cosas", se enseña en muchos pasajes del NT (Juan 1: 1-3; Efe. 1: 20-22; Fil. 2: 10-11; Col. 1: 16-17; 2: 9. Ver Nota Adicional com. Juan 1). Un estudio más amplio de este texto puede hacerse en The Ministry de septiembre de 1954, pp. 19-21 y en Problems in Bible Translation, pp. 218-222.
Sobre todas las cosas.
Cf. Rom. 11: 36. Esta descripción del poder supremo y de la dignidad de Aquel que por su ascendencia humana era israelita, sirve para magnificar el carácter privilegiado de la raza judía. ¿Qué bendiciones mayores, qué oportunidades más grandes podría haber concedido el Señor a pueblo alguno que las que se enumeran en estos dos versículos?
Al presentar estos privilegios Pablo ha dado la razón de su "continuo dolor". Cada privilegio mencionado le hace recordar el propósito original de Dios para Israel y el glorioso destino que le fue prometido (ver t. IV, pp. 27-40). ¡Pero qué contraste tan grande entre esto y la triste condición de Israel en tiempos de Pablo!

No que.
Pablo explica que su dolor por sus compatriotas no debe entenderse como que significa el fracaso de las promesas de Dios para Israel.
Palabra de Dios.
Es decir, la voluntad y el propósito manifestados por Dios.
No todos los que descienden de Israel.
Pablo dice claramente que no todos los que descienden de Israel pertenecen realmente a Israel en el pleno significado espiritual de ese nombre. Su propósito al pronunciar esta afirmación es explicar cómo es que no ha fallado la palabra de Dios para Israel. El cumplimiento de la promesa de Dios está limitado a los que cumplen las condiciones de la relación del pacto. La palabra de Dios no fallará para ese remanente fiel y obediente.
Israelitas.
Se refiere a los descendientes de Israel según la carne, los descendientes literales de Jacob. La promesa divina fue dada a Israel, pero se incluía en esa promesa a todos los descendientes de Jacob, sin que cumplieran con otras condiciones. Pablo ya ha explicado que los que tienen fe son los verdaderos hijos de Abrahán (Rom. 4; Gál. 3: 7-9; cf. Rom. 2: 28-29).

Descendientes.
Cf. Gál. 3: 29.
HiJos.
En el sentido más pleno, como en el cap. 8: 17: "si hijos, también herederos". Los descendientes de Abrahán no tienen el derecho a la herencia sencillamente porque pueden trazar su ascendencia física hasta él.
En Isaac.
O "por medio de Isaac". La misma palabra griega traducida "en" se ha traducido "por" en Mat. 9: 34 y 1 Cor. 6: 2, y "en" en Col. 1: 16 (RVR). Las palabras traducidas "en Isaac te será llamada descendencia" son una cita de Gén. 21: 12, LXX (cf. Heb. 11: 18).
Llamada.
Según la carne, tanto Isaac como Ismael eran hijos de Abrahán; sin embargo, las promesas fueron dadas a Isaac y a sus descendientes. Se excluyó a Ismael; pero esto no significa que Ismael y sus descendientes quedaban fuera de los alcances de la salvación, sino sencillamente que Dios había escogido a los descendientes de Isaac para que fueran sus misioneros para el mundo. Ellos debían revelar los principios del reino de Dios ante las naciones, para que los hombres fueran atraídos al Señor (ver t. IV, pp. 28-32; com. Eze. 25: 1). Dios se reserva el derecho de asignar diversas responsabilidades a los hombres y a las naciones (ver com. Dan. 4: 17).

Hijos según la carne.
Estos son los descendientes naturales como Ismael (ver Gál. 4: 23); pero las bendiciones espirituales no se heredan por esta clase de descendencia.
Hijos de Dios
Históricamente se refiere a los descendientes de Abrahán por medio de Isaac, a los que estaban en la relación del pacto con Dios, y heredaron las promesas y recibieron los privilegios del pueblo escogido. Basándose en la diferencia entre Isaac e Ismael, Pablo deriva el principio de que ser verdaderos hijos de Abrahán y verdaderos hijos de Dios, no depende únicamente de la descendencia física o natural. Esta era una doctrina muy difícil para los judíos, pues su creencia favorita era que por el solo hecho de ser judíos ya eran hijos de Dios. ¡Pero cuán animador debe haber sido este mensaje de Pablo para los gentiles!
Hijos según la promesa.
Sin duda se hace referencia al caso de Isaac. Este nació cuando Abrahán y Sara habían pasado la etapa de la vida en que biológicamente eran capaces de tener un hijo. Pero la promesa de Dios y la aceptación de ésta por fe hizo posible que llegaran a ser los padres de Isaac (ver com. cap. 4: 18-21). Y así mismo, como Pablo lo explica en Gál. 4: 21-31, por medio del nuevo nacimiento 582 espiritual los gentiles pueden llegar a ser hijos de Abrahán, hijos de la promesa (vers. 28).

Palabra de la promesa.
La frase podría traducirse "porque de promesa es esta palabra". En el griego el énfasis se pone sobre la palabra "promesa". Pablo quiso recalcar que cuando Dios dijo: "Al tiempo señalado vendré a ti, y. . . Sara tendrá un hijo", él hizo una promesa. El nacimiento de Isaac dependía de la promesa; la promesa no dependía del nacimiento. Si no hubiese sido por la promesa divina y la intervención de Dios, no hubiera nacido Isaac. Pablo luego deduce el principio de que una simple vinculación "según la carne" con la raza judía no implica necesariamente participar en la promesa, así como tampoco lo fue en los días de Isaac e Ismael.
Por este tiempo.
Gr. "según este tiempo". Es una cita de Gén. 18: 10, 14.

Y no sólo esto.
Pablo ahora presenta una ilustración más clara del mismo principio. Podría argumentarse que la elección de Isaac y el rechazo de Ismael se comprende fácilmente si se considera que Sara era la esposa de Abrahán y que Agar era sólo una sierva (Gén. 16: 1). Pero la preferencia que se le dio a Jacob antes que a Esaú no podría explicarse de esa manera, pues sus orígenes eran idénticos.
Sino también cuando Rebeca.
La sentencia que comienza con estas palabras queda interrumpida por el paréntesis del vers. 11, y continúa en el vers. 12; sin embargo, el significado es claro. Se menciona a Rebeca y no a Isaac porque la profecía citada en el vers. 12 le fue dirigida a ella.
De uno.
Estas palabras puntualizan que había sólo un padre; sin embargo, aunque Jacob y Esaú tenían el mismo padre y la misma madre, la condición que le correspondió a cada uno en la vida fue diferente.
Isaac nuestro padre.
El padre de los gemelos era el patriarca de la raza escogida; sin embargo, Jacob fue elegido como progenitor de la nación mediante la cual Dios tenía el plan de difundir el conocimiento de su voluntad.

No habían aún nacido.
El hecho de que el menor tendría preeminencia sobre el mayor fue predicho a Rebeca antes del nacimiento de los dos (ver com. vers. 12).
Elección.
Gr. eklog', "selección" (ver Hech. 9: 15; Rom. 11: 5, 7, 28; 1 Tes. 1: 4; 2 Ped. 1: 10). Deriva del verbo eklégomai, "escoger", "elegir" (ver com. Rom. 8: 33). En cuanto a cómo se relaciona la elección con la salvación, ver com. cap. 8: 29; PP 206-208; TM 453-454.
Permaneciese.
O "continuase". Esto es lo opuesto a "no que. . . haya fallado" (vers. 6).
No por las obras.
O no debido a mérito alguno ganado mediante obras.
El que llama.
Dios se reserva el derecho de asignar a los hombres y a las naciones diversas responsabilidades (ver com. vers. 7). Los hombres pueden anhelar "los dones mejores" (1 Cor. 12: 31), pero es Dios quien, por medio del Espíritu, distribuye los dones "como él [el Espíritu] quiere" (vers. 7-11). El hecho de que Jacob fuera elegido para ser el progenitor de la nación que sería el instrumento evangelizador de Dios, no significa en lo más mínimo que su hermano fuera elegido para la perdición. Una deducción tal es completamente falsa. Este pasaje ha sido usado para apoyar la doctrina de que Dios predestina a algunos para la salvación y a otros para la condenación eterna, sin tener en cuenta el carácter. Pero esta doctrina es contraria a todo el contenido de las Escrituras (ver com. Rom. 8: 29), y por lo tanto Pablo no puede enseñarla en este versículo. Su referencia a la muy conocida historia de Isaac e Ismael, Jacob y Esaú, tiene el propósito de destacar ante los judíos el hecho vital de que las obras y la vinculación física con la raza escogida por sí solas no comprometen ni obligan a Dios a bendecir con favores y privilegios. Fue necesario que Pablo destacara este punto con firmeza, porque los judíos tergiversaban y abusaban de su relación con el pacto.

Se le dijo.
"Le fue dicho a Rebeca" (BJ). Así como Pablo describe la elección de Isaac citando la predicción del Señor hecha a Abrahán (vers. 7), así también ahora describe la elección de Jacob repitiendo la predicción divina hecha a Rebeca. La cita es de Gén. 25: 23.
Servirá al menor.
Esta predicción no se cumplió literalmente en el caso de Jacob y Esaú, sino en la historia posterior de sus descendientes (ver com. Gén. 25: 23). Por la predicción original es claro que la elección divina de Jacob y el rechazo de Esaú, incluían también a las naciones que descendieron de ambos.

Como está escrito.
Una cita de Mal. 1: 2-3. 583
A Jacob amé.
Este versículo no explica la razón por la cual Dios eligió a Jacob y rechazó a Esaú, sino que describe la historia de los dos hijos y de los dos pueblos que descendieron de ellos: Israel y Edom. Por el contexto de Mal. 1: 2-3 ( CB ) es evidente que se incluye a los descendientes y también a los antepasados.
A Esaú aborrecí.
Esta fuerte expresión no significa odio según lo entendemos hoy, sino sencillamente que Dios prefirió a Jacob antes que a Esaú como progenitor de la raza escogida (ver com. vers. 10-11). Parece que en los tiempos bíblicos era común usar el término "aborrecer" con este sentido. Lea era "odiada" por Jacob porque éste prefería a Raquel (Gén. 29: 30-31, VM); y Jesús dice que para seguirlo a él es necesario "aborrecer" a padre y madre (Luc. 14: 26) y "aborrecer" la propia vida (Juan 12: 25). Cf. Mat. 6: 24; ver com. Mal. 1: 3.
Cuando Pablo se refiere a la historia de los patriarcas muestra que cuando Dios eligió al Israel espiritual (ver com. Mat. 21: 33-43), en vista de que los judíos no cumplieron el propósito divino, estaba actuando plenamente en armonía con su proceder en el pasado. Dios no es injusto con nadie. Al llamar a la iglesia cristiana para que cumpliera sus propósitos para el mundo, Dios está siguiendo el mismo principio que originalmente empleó cuando eligió a los israelitas y rechazó a los edomitas y a los ismaelitas. Pablo continúa probando que el rechazo actual tampoco implica que Dios sea injusto.

¿Qué, pues, diremos?
En esta forma comienza la primera de las dos posibles objeciones que un judío podría presentar contra el razonamiento de Pablo. La segunda está en el vers. 19. La elección de Israel y el rechazo de Ismael y de Esaú eran ejemplos de elecciones divinas que un judío podía aprobar gustosamente. Pero Pablo ya ha argumentado que estos ejemplos implican un principio que justificaría la exclusión de la incrédula nación de los judíos, y espera que inmediatamente se presente una objeción contra tal conclusión.
¿Hay injusticia?
La construcción en griego implica una respuesta negativa. Pablo responde apoyándose en una autoridad que no podía ser puesta en duda por un judío. Dios no puede ser acusado de ser injusto, pues en el AT Dios se atribuye expresamente la libertad de tratar con los hombres de acuerdo con sus propios propósitos divinos, los cuales son siempre sabios y justos.
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4.

Tendré misericordia.
Estas palabras fueron dirigidas a Moisés cuando pidió ver la gloria de Dios (Exo. 33: 19). No se trata de la salvación personal, sino del derecho de Dios de conceder ciertos favores a quienes le plazca. El hecho de que Dios no nos revele su gloria hasta donde se la mostró a Moisés, no es una evidencia de que sea injusto. "Dios es demasiado sabio para equivocarse, y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad" (CC 96; cf. Sal. 84: 11).
Del que.
Mejor "de quienquiera". Pablo está citando estas palabras de Exo. 33: 19 para destacar que a Dios le corresponde decidir quiénes han de ser los que reciban ciertos favores. Al hombre no le corresponde imponer esto a Dios.

Así que.
La deducción que se saca de las palabras de Dios a Moisés es que la concesión de ciertos privilegios no depende de la voluntad ni del esfuerzo del hombre sino de la sabiduría de Dios, quien sabe qué es lo mejor y que ejecuta "silenciosa y pacientemente los consejos de [su] voluntad" (Ed 169).
Corre.
Se denota un esfuerzo agotador. Sin duda la comparación está tomada de las carreras pedestres, una ilustración que a Pablo le agrada (1 Cor. 9: 24, 26; Gál. 2: 2; 5: 7; Fil. 2: 16).
Sino de Dios.
Dios busca la salvación de todos los hombres (1 Tim. 2: 4). Nadie necesita temer que quedará fuera de los alcances de la salvación. Pero Dios en su sabiduría elige los instrumentos mediante los cuales lleva a cabo sus propósitos. Si fracasan los que él elige para que cumplan cierta misión, entonces escoge a otros para que ocupen su lugar. Se amonesta a los hombres a que cooperen con los planes del cielo y que no "corran" [o se esfuercen] si el Señor no los ha llamado (cf. Jer. 23: 21).
17.
La Escritura dice.
Se personifica las Escrituras cuando se citan de esta manera (cf. Gál. 3: 8, 22). En Rom. 9: 15, Pablo usa la flexión verbal "dice", refiriéndose a Dios, para comenzar la cita de las palabras del Señor a Moisés.
Para esto mismo.
O "para este mismo propósito", e inmediatamente se dice cuál es el propósito. Se cita a Exo. 9: 16 con algunas variantes; dicho pasaje es parte de las palabras dirigidas a Faraón por medio de Moisés después de la plaga de las úlceras. 584
Para esto. . . te he levantado.
Gr. exegéirÇ. Este verbo aparece en el NT por segunda y última vez en 1 Cor. 6: 14, donde se usa para describir la resurrección de los muertos. Después de examinar el contexto de Exo. 9: 16 algunos han concluido que quiere decir: "Te he levantado de la enfermedad", es decir, que Faraón hasta entonces no había perecido en las plagas. Faraón, debido a su carácter rebelde, quizá merecía ser destruido; sin embargo, Dios le preservó la vida y cumplió mediante él su propósito. Otros ven una referencia más general, y creen que se trata de que Dios colocó a Faraón en el escenario de la historia (cf. Hab. 1: 6; Zac. 11: 16) y mediante él cumplió un propósito específico. Ver com. Exo. 9: 16.
Pero hay algo que definitivamente no enseña este pasaje: que Dios hubiera predestinado a Faraón a una vida de rebelión y destrucción final. Una interpretación tal estaría completamente en contra del resto de las Escrituras (ver com. Rom. 8: 29; PP 271). Lo que se está considerando no es la salvación personal de Faraón, sino su posición como dirigente de una de las más grandes naciones de su tiempo. Dios actúa mediante las naciones y sus dirigentes para cumplir sus propósitos en la tierra (ver com. Dan. 4: 17).
Para mostrar en ti mi poder.
El texto hebreo de Exo. 9: 16 dice: "para hacerte ver mi poder". El texto que presenta Pablo concuerda con la LXX. La persistente terquedad de Faraón hizo que las manifestaciones del poder divino fueran cada vez más grandes, hasta que finalmente aun el mismo altivo monarca fue obligado a admitir el poder superior de Dios (Exo. 9: 27). La palabra griega dúnamis, que se usa aquí para "poder", significa "poderío" o "potencia".
Sea anunciado.
O "sea publicado ampliamente". Dondequiera que se lea el libro de Exodo se está cumpliendo el propósito de Dios.

De manera.
Pablo presenta, como en el vers. 16, la deducción general que debe sacarse de los ejemplos citados.
Tiene misericordia.
Ver com. vers. 15.
Endurece.
Gr. skl'rúnÇ. Este verbo aparece otras veces en el NT sólo en Hech. 19: 9; Heb. 3: 8, 13, 15; 4: 7. El endurecimiento del corazón de Faraón a veces se describe en el libro del Éxodo como si lo hubiera producido él mismo (Exo. 8: 15, 32; etc.), y otras veces como si lo hubiera producido Dios (Exo. 4: 21; 7: 3; etc.). En la Biblia con frecuencia se presenta a Dios como si hubiera producido lo que no impidió (ver com. 2 Crón. 18: 18). Pablo escoge aquí esta segunda forma porque era más adecuada para su propósito en este contexto. El endurecimiento del corazón de un hombre es el resultado de su rebelión contra la revelación divina y su rechazo del Espíritu divino. Pablo ya ha presentado en esta epístola la forma en que Dios permite que un hombre sufra las consecuencias inevitables de su obstinada desobediencia (Rom. 1: 24, 26, 28). En cuanto al endurecimiento del corazón de Faraón, ver com. Exo. 4: 21.

Pero me dirás.
Esta frase introduce la segunda objeción que podría surgir ante el argumento de Pablo (cf. vers. 14).
Inculpa.
La pregunta del que presenta la objeción podría parafrasearse así: Si Dios mismo endurece el corazón de un hombre, ¿cómo puede después inculparle? ¿Es justo que Dios culpe a los pecadores si la conducta de ellos está de acuerdo con los propósitos divinos y es el resultado de la voluntad irresistible de Dios? Esta objeción puede traer históricamente a la memoria el reproche de Dios a Faraón: "¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo, para no dejarlos ir?" (Exo. 9: 17), y "¿hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí?" (cap. 10: 3). En el caso de Faraón, el impugnador podría decir: "Si Dios había elegido endurecer el corazón del rey, ¿por qué entonces lo inculpó?" Cf. com. Exo. 9: 15-16.
Pablo no intenta dar una completa respuesta a esta objeción, sino que pone énfasis únicamente en el hecho de que en el gobierno que Dios ejerce sobre el mundo se reserva la perfecta libertad para tratar con los hombres de acuerdo con las propias estipulaciones divinas y no según ellos, sin interferir, por supuesto, con las oportunidades que les da a los hombres para su salvación personal.
Algunos teólogos pasan por alto el énfasis de Pablo, y por lo tanto han sido inducidos a ver en estos versículos ideas que Pablo nunca expresó. Calvino entendía que Dios arbitrariamente creó a algunos hombres para la salvación y a otros para la destrucción. Un concepto tal del propósito de Dios no concuerda con la explicación que da Pablo en otros pasajes de esta misma epístola, en donde muestra no sólo la imparcialidad de Dios (Rom 2: 11), sino que el Señor juzgará a cada hombre de acuerdo con sus obras (cap. 2: 6-10; cf. 585 cap. 3: 22-23) y salvará a todo el que lo invoca (cap. 10: 12-13).
Ha resistido.
La pregunta significa, "¿quién es el que está resistiendo la voluntad de Dios?", pero denotando que nadie puede resistirlo.
Voluntad.
Gr. bóul'ma. Thél'ma es la palabra que comúnmente se usa en el NT para "voluntad", y no bóul'ma (cap. 2: 18; 12: 2; 15: 32). Bóulma aparece dos veces más en el NT: en Hech. 27: 43 y en 1 Ped. 4: 3. Bóul'ma implica más definidamente la idea de un propósito consciente y deliberado.

Mas antes.
En griego: "Oh, hombre, en todo caso tú, ¿quién eres tú?" Se sugiere un agudo contraste entre un hombre y Dios. Pablo recuerda al hombre que su verdadera relación con Dios es la de una criatura ante su Creador. Por lo tanto, ¿qué hombre tiene derecho alguno para quejarse del proceder de Dios o para cuestionarlo? En vez de responder las preguntas presentadas en el versículo precedente, Pablo se dirige al espíritu que las promovió.
Alterques.
Gr. antapokrínomai, literalmente "responder contradiciendo". Este verbo aparece sólo una vez más en el NT en Luc. 14: 6, donde se usa para describir la incapacidad de los fariseos para "replicar" a Jesús. En este versículo puede significar también una contradicción a una respuesta que Dios ya ha dado.
Vaso de barro.
Gr. to plásma, "lo formado", o "la cosa formada". El verbo plássÇ significa "modelar" o "dar forma", tal como se hace con la arcilla o la cera. La comparación del poder de Dios con el dominio del alfarero sobre la arcilla era una idea familiar en el AT. Pablo está citando a Isa. 29: 16; 45: 9 (cf. Isa. 64: 8; Jer. 18: 6). El uso que hace Pablo de estas palabras de Isaías es muy apropiado, pues ambos escritores están considerando el mismo tema: la manera en que Dios formó a Israel como nación y, por lo tanto, su indiscutible derecho a tratar con la nación como mejor le pareciera.
¿Por qué?
Se ilustra vívidamente la presunción de albergar una queja contra Dios. El, como Creador, tiene el derecho de distribuir sus dones como le plazca (ver com. vers. 11).

Potestad.
Gr. exousía, "derecho", "autoridad". El argumento es que negar que Dios tiene derecho de tratar con el hombre como le plazca, equivale a negar que el alfarero tiene dominio completo sobre su arcilla, lo cual es un evidente absurdo. Pablo podría estar aludiendo a Jer. 18: 6. Es importante advertir que en esta declaración de Jeremías se presenta claramente la naturaleza condicional de las promesas de Dios (Jer. 18: 7-10). Dios está operando para el bien de los hombres y de las naciones, pero tanto hombres como naciones por su terquedad y maldad causan su propia ruina.
La misma masa.
El alfarero puede, según su propio arbitrio, hacer de la misma masa de arcilla un vaso para un propósito noble y otro para un uso más humilde. Dios también tiene autoridad sobre toda la humanidad, y trata a los hombres de acuerdo con sus propios y benignos propósitos. Dios, al actuar para la salvación de la humanidad, considera adecuado permitir que hombres y naciones sufran las consecuencias de sus propias rebeliones; pero lo que Dios permite con frecuencia se presenta en la Biblia como si él lo hiciera directamente (ver com. 2 Crón. 18: 18).

¿Y qué, si Dios?
Literalmente "pero si Dios". La oración es incompleta, pero la construcción no es rara (ver Luc. 19: 41-42; Juan 6: 61-62). Lo que Pablo quiere decir es: "Pero si Dios, no obstante su indiscutible derecho a tratar a sus criaturas en la forma que mejor le parezca, en la innegable realidad ha demostrado mucha longanimidad, ¿qué otra objeción puedes tú presentar contra su justicia?"
Queriendo.
Algunos comentadores interpretan el sentido de esta manera: "Debido a que Dios quiere"; otros, "mientras quiere", o "aunque Dios quiere". Con la primera interpretación Pablo estaría diciendo que Dios pacientemente soporta a los vasos de ira porque desea revelar su ira y poder con un castigo final más terrible, y por eso preservó la vida de Faraón (vers. 17), soportando pacientemente al obstinado monarca, para poder así exhibir mayores manifestaciones de su poder y de su determinación de castigarlo por su crueldad y opresión (ver PP 273). Pero si son correctas la segunda o la tercera traducción, lo que Pablo quiere decir es que aunque Dios desea hacer conocer su poder y su odio por el pecado, sin embargo, debido a su paciencia reprime su ira y soporta a los vasos preparados para la destrucción. Esta última interpretación parece concordar mejor con el contexto y con el tema de la epístola (cf. cap. 2: 4, donde expresamente se declara que 586 el propósito de la "paciencia y longanimidad" de Dios es inducir a los pecadores "al arrepentimiento"). Es cierto que la longanimidad o paciencia de Dios puede ser "despreciada" con lo cual se puede causar un endurecimiento del corazón y un castigo más severo, como en el caso de Faraón; pero el propósito principal de la paciencia de Dios es dar a los hombres la oportunidad de arrepentirse.
Ira.
Ver com. cap. 1: 18.
Su poder.
Literalmente "lo que es posible para él" (cf. vers. 17).
Paciencia.
Ver com. cap. 2: 4.
Vasos.
Pablo continúa con la figura del alfarero y de la arcilla del versículo anterior.
De ira.
Es decir, que merecen la ira o que experimentan la ira, como en la frase "hijos de ira" (Efe. 2: 3).
Preparados.
Gr. katartízÇ, que en la forma en que aquí se encuentra podría traducirse como "listos para destrucción". La construcción griega es diferente de la que se ha traducido "él preparó de antemano" en el vers. 23. Pablo no quiere decir que Dios había preparado los vasos de ira para destrucción, sino que ya estaban "maduros" o "preparados" para ella.

Para hacer notorias.
La relación gramatical entre los vers. 22 y 23 es defectuosa, pero el sentido es claro. La maravillosa paciencia de Dios hacia los preparados para la destrucción, también tiene el propósito de mostrar misericordia para con los que están dispuestos a emprender el programa de Dios. Aunque los judíos habían merecido la ira de Dios, él los soportaba con mucha paciencia, tanto por ellos mismos como por el bien último de toda la iglesia de Dios.
Riquezas de su gloria.
Ver Efe. 1: 18; 3: 16; Col. 1: 27. En cuanto al abarcante significado de la frase "gloria de Dios", ver com. Rom. 3: 23.
Vasos de misericordia.
Es decir, vasos que reciben y experimentan misericordia. Difícilmente podría entenderse que signifique "vasos que merecen misericordia", como en el caso de los "vasos de ira" (ver com. vers. 22), pues no se merece o no se es digno de la misericordia de Dios.
Que él preparó de antemano.
Gr. proetoimázÇ. La única otra vez en que aparece este verbo en el NT es en Efe. 2: 10. Pablo afirma con claridad que Dios es quien prepara los vasos de misericordia para gloria, aunque no lo describe como si estuviera preparando los vasos de ira para destrucción (ver com. Rom. 9: 22). La forma como Dios prepara a los suyos de antemano para la gloria es explicada por Pablo en cap. 8: 28-30 (cf. 2 Tim. 1: 9).

A nosotros.
Es decir, a la iglesia cristiana, a quien ha sido concedido el privilegio antiguamente conferido a Israel. "Lo que Dios quiso hacer en favor del mundo por medio de Israel, la nación escogida, lo realizará finalmente mediante su iglesia que está en la tierra hoy" (PR 526). Ver t. IV, pp. 37-38.
No sólo de los judíos.
La iglesia cristiana está constituida por judíos y gentiles. Pablo destaca otra vez su tema de la universalidad de la gracia divina (cf. cap. 3: 29-30). Nadie es llamado y salvado sencillamente porque sea judío. La salvación se ofrece a judíos y gentiles sin excepción, y depende de las mismas condiciones (cap. 3: 22; 10: 12-13).
Gentiles.
Con esta referencia a los gentiles Pablo comienza el tema que tratará hasta el fin del cap. 11.

Como también. . . dice.
Pablo siempre procura apoyar sus conclusiones con pasajes del AT, especialmente cuando sus afirmaciones podrían parecer dudosas. Por eso ahora demuestra que tanto la invitación a los gentiles como la salvación de sólo un remanente de Israel habían sido predichas por los profetas.
Llamaré pueblo mío.
La cita es de Ose. 2: 23, aunque no es idéntica ni con el texto hebreo ni con la traducción de la LXX. Como Pablo la presenta, dice literalmente en griego: "Llamaré al no pueblo mío, pueblo mío; y a la no amada, amada". En cuanto al significado de la declaración de Oseas en su contexto original, ver com. Ose. 2: 23; cf. com. cap. 1: 6, 9.

En el lugar.
Esta frase parece significar que en el lugar donde las tribus, o posteriormente los gentiles, habían soportado la vergüenza de que se les dijera que ya no eran el pueblo de Dios, serían llamados hijos de Dios.
Vosotros no sois.
Esta segunda cita del AT es de Ose. 1: 10. En su contexto original es una predicción de la reunión de las tribus dispersas. Pablo muestra cómo se cumplirá esa promesa en la iglesia cristiana (ver com. Ose. 1: 10).

Isaías.
Pablo ahora deja las profecías aplicables a una invitación dirigida a los gentiles, 587 para referirse a otras profecías acerca de la destrucción de todo Israel, con la excepción de un remanente.
Clama.
Gr. krázÇ. La palabra indica intenso fervor (cf. Juan 1: 15; 7: 28, 37; 12: 44; Hech. 23: 6).
Si fuere el número.
La cita es tomada de Isa. 10: 22-23, pero no es idéntica en sus palabras ni con el hebreo ni con la LXX; sin embargo, las variantes de forma no cambian el significado esencial de la profecía.
Arena del mar.
Las palabras de Isaías reflejan la promesa hecha a Abrahán (Gén. 22: 17).
El remanente.
Lo que significa en este contexto, "sólo un remanente". La doctrina del remanente era una parte importante de las enseñanzas de Isaías. Estaba incluida en su comisión divina de ser mensajero para Israel (Isa. 6: 13), la repite varias veces en su libro (cap. 1: 9; 10: 20-22; 11: 11-16; 37: 4, 31-32; 46: 3), e inclusive Dios le ordenó que pusiera a uno de sus hijos el nombre de Sear-jasub, literalmente "remanente volverá" Otros profetas del AT también mencionan con frecuencia al "remanente volverá" (Jer. 6: 9; 23: 3; 31: 7; Eze. 6: 8; 14: 22; Joel 2: 32; Amós 5: 15; Miq. 2: 12; 4: 7; 5: 7-8; 7: 18; Sof. 2: 7, 9; 3: 13; Hag. 1: 12, 14; Zac. 8: 6, 12).
Será salvo.
El hebreo dice "volverá". Este retorno no debía ser sólo del exilio, sino "al Dios fuerte" (Isa. 10: 21). Por lo tanto, la traducción griega "será salvo" representa correctamente la intención de la profecía.

Ejecutará.
"Porque palabra cumplida y acortada hará el Señor sobre la tierra", o "porque pronta y perfectamente cumplirá el Señor su palabra sobre la tierra" (BJ). La evidencia textual tiende a confirmar (cf. p. 10) la omisión de la frase "en justicia". En la LXX el texto es más largo. En cuanto al significado del texto hebreo, ver com. Isa. 10: 22.
Su sentencia.
"Su palabra" (BJ). "Su obra" (VM). Gr. lógos, que generalmente se ha traducido como "palabra". Sin embargo, lógos se usa en el NT con una gran variedad de significados; por ejemplo, en la RVR se traduce como "hecho" (Mar. 1: 45), "pregunta" (Mar. 11: 29; Luc. 20: 3), "causa" (Hech. 10: 29); "cuenta" (Heb. 13: 17). Lógos aparece más de 300 veces en el NT; su idea principal es "palabra" o "asunto". Se parece a dabar, el equivalente hebreo de lógos. Varios significados son posibles en este contexto específico. Uno de ellos lo sugiere la traducción de la RVR de lógos en Rom. 14: 12: "De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta [lógos] de sí". Esto último armoniza con la traducción "sentencia" (RVR) en el pasaje que estamos considerando. Otra interpretación hace que lógos se refiera a las promesas de Dios acerca de Israel que sólo se cumplieron de manera limitada en el remanente.

Antes dijo.
Algunos entienden que estas palabras significan "predijo" o "preanunció" (cf. Mat. 24: 25; Hech. 1: 16). Otros entienden que significa sencillamente "dicho antes" (cf. 2 Cor. 7: 3; Gál. 1: 9). La decisión depende de si las palabras de Isaías se deben considerar como una predicción o como una descripción de la condición de Israel en sus días. En este último caso, Pablo sólo estaría haciendo suyas las palabras de Isaías usándolas como una descripción aplicable a una condición similar de Israel en sus días. Sea como fuere, la cita concuerda con el argumento de Pablo. Una tercera interpretación entiende que "antes" significa "en un pasaje anterior". La afirmación a que se hace referencia proviene de una parte anterior de los escritos de Isaías (cap. 1: 9).
Si el Señor.
Una cita de Isa. 1: 9.
Ejércitos.
Gr. sabaÇth, transliteración del Heb. tseba'oth, "huestes", "ejércitos". En cuanto al significado del título "Señor de los ejércitos", ver com. Jer. 7: 3.
Descendencia.
Estos "descendientes" son el "remanente" del vers. 27. El texto hebreo de Isa. 1: 9 dice "un pequeño remanente". La LXX, como Pablo, presenta a ese "remanente" como la "descendencia" de la cual surgirá nuevamente la nación (cf. Isa. 6: 13; Ose. 2: 23). Lo que se destaca en la cita es que si no hubiese sido por ese remanente, el rechazo de Israel hubiera sido tan completo y definitivo como lo fue el de Sodoma y Gomorra; pero un pequeño remanente había mantenido su integridad a través de todos los siglos. A pesar de la infidelidad y apostasía prevalecientes, ese linaje ininterrumpido de testigos había permanecido leal a Dios y a las condiciones de sus promesas hechas a Abrahán (Rom. 11: 4-5; cf. Sal. 22: 30-31; Isa. 6: 12-13).
Como Sodoma.
La destrucción de Sodoma y Gomorra se menciona con frecuencia en el AT como un ejemplo de una aniquilación violenta (Deut. 29: 23; Isa. 13: 19, Jer. 49: 18; 50: 40; Lam. 4: 6; Amós 4: 11; Sof. 2: 9). Jesús también se refiere a esas ciudades cuando 588 habla del castigo divino (Mat. 11: 23-24; Mar. 6: 11; Luc. 10: 12).

¿Qué, pues, diremos?
Después de destacar el aspecto de la autoridad y de la justicia de Dios en el rechazo de los judíos y en el llamamiento de los gentiles, Pablo ahora subraya el aspecto humano de la responsabilidad.
Los gentiles.
Mejor "gentiles", sin artículo. Algunos gentiles, no todos, habían alcanzado la justicia o rectitud. La conclusión a que llega Pablo ahora es ésta: La promesa de Dios no ha fallado, pero mientras que algunos gentiles habían obtenido la justicia, los judíos no la habían logrado porque la buscaron en una forma equivocada. Esto produce naturalmente la pregunta: ¿por qué? (vers. 32), lo cual da comienzo al punto siguiente del razonamiento de Pablo: el fracaso y la culpa de los judíos. Desde aquí hasta el cap. 10: 21 Pablo trata este tema.
Iban tras.
Gr. diÇkÇ, "perseguir".
Han alcanzado.
Gr. katalambánÇ, "alcanzar", "obtener". DiÇkÇ, "perseguir", y katalambánÇ se usaban en relación con carreras pedestres (cf. "corre"; ver com. Rom. 9: 16; cf. 1 Cor. 9: 24; Fil. 3: 12). Pablo está diciendo que los gentiles que ni siquiera se esforzaban por obtener la justicia, la han logrado. No quiere decir que no había deseo o anhelo de justicia entre los gentiles, sino que, en contraste con los judíos legalistas, no la buscaban en forma visible. Sin embargo, cuando la salvación les fue ofrecida a través del Evangelio le dieron la bienvenida. Compárese esto con la descripción que Pablo ha hecho de los gentiles, que cumplían con los requerimientos de la ley, aunque no disponían de un código revelado como el que tenían el privilegio de poseer los miembros del pueblo judío (ver com. Rom. 2: 14).
Por fe.
Esta definición de la clase de justicia que los gentiles han obtenido, explica la aparente paradoja de que alcanzaran la justicia sin esforzarse por lograrla.

Una ley de justicia.
O una ley que produce justicia. Esto es: los gentiles no buscaban la justicia", y sin embargo la obtuvieron; pero los judíos, que perseguían "una ley de justicia", no obstante no la alcanzaron. Esta frase ha sido interpretada de diversas maneras. Algunos la consideran como una referencia a la ley del AT; otros entienden que significa que los judíos iban tras un principio y una regia de moral y de vida religiosa que los hiciera justos (compárese con el uso de la palabra "ley" en la expresión "la ley de la fe"; ver com. cap. 3: 27; cf. cap. 7: 23). Los judíos pensaban que habían encontrado este principio cumpliendo solamente con su sistema de leyes morales y religiosas; pero como nunca pudieron vivir a la altura de las exigencias de esas leyes, su principio de justicia no podía producir la justicia que ellos buscaban. Esto los impulsó a multiplicar más aún sus leyes religiosas en su afán legalista de encontrar un principio de vida que los hiciera justos a la vista de Dios.
Otra interpretación -que concuerda bien con el contexto- es considerar la frase "una ley de justicia" como el equivalente de "la justicia que se basa en la ley". El énfasis de Pablo en estos versículos radica en la naturaleza legalista de la forma en que Israel buscaba la justicia.
No la alcanzó.
Israel iba en pos de "una ley de justicia", pero no tuvo éxito en alcanzarla. La razón de ese fracaso es que la justicia basada en la ley exige un cumplimiento perfecto de esa ley, y los hombres con su propia capacidad no pueden cumplir con esa obediencia. Por lo tanto, los judíos no pudieron llegar a los ideales prescritos por la ley ni a la justicia que procuraban, porque dependieron para su justicia de una ley que no podían obedecer con su propia capacidad.

Porque.
La primera parte de la respuesta dice literalmente: "Porque no de fe, sino como de obras". La evidencia textual favorece la omisión (cf. p. 10) de las palabras "de ley".
Sino como por obras.
Es decir "como si fuera por obras". Pablo indica por medio de esta frase que la opinión de los judíos era que la justicia podía obtenerse en esa forma. Pensaban que podían llegar a ser justos por obras, pero en la realidad estaban procurando lo imposible (ver cap. 2: 25 a 3: 20). La justicia sólo se puede lograr por fe (cap. 3: 21-22).
Tropezaron.
Gr. proskóptÇ, "caer contra" (Mat. 4: 6; Luc. 4: 11), o "tropezar" (Juan 11: 9-10), y metafóricamente "ofenderse por", "escandalizarse", "irritarse por" (1 Ped. 2: 8). Cristo vino para traer "justicia" a todos los que la aceptaran por fe, pero los judíos, que la buscaban en otra forma, se escandalizaron con Cristo y con su mensaje. Tan arraigado estaba su concepto errado de que la justicia podía obtenerse por obras, que los indujo 589 a oponerse abiertamente al Salvador y finalmente a asesinarle. Si Pablo está usando el verbo en su sentido más literal de "tropezar", estos versículos presentan un cuadro de los judíos que fervientemente iban en pos de una meta de justicia, pero que tropezaron en Aquel que había venido a ayudarlos a alcanzarla.
La piedra de tropiezo.
La culpa no era, por supuesto, de la piedra, sino de la actitud de aquellos para los cuales se convirtió en un motivo de tropiezo. "Cristo crucificado" era un "tropezadero" para los judíos, pero era poder" y "sabiduría de Dios" para los "llamados" (1 Cor. 1: 23-24). Él es piedra de tropiezo para los infieles y desobedientes, pero piedra preciosa para los creyentes (1 Ped. 2: 7-8).

Está escrito.
Es una cita de Isa. 28: 16 y 8: 14, pero no es idéntica ni con el hebreo ni con la LXX. Pedro aplica estos dos versículos a Cristo (1 Ped. 2: 6-8). La predicción reúne a las dos clases que Pablo está describiendo: a aquellos para los cuales Cristo es un motivo de tropiezo, y a aquellos para los cuales él es la piedra angular de su fe (ver Sal. 118: 22; Mat. 21: 42; Mar. 12: 10; Luc. 20: 17; Hech. 4: 11).
En él.
Estas palabras no están en el hebreo ni en Isa. 28: 16, LXX. El uso que Pablo hace de ellas aquí destaca la referencia personal a Cristo.
No será avergonzado.
Este es el texto de la LXX. El hebreo dice: "No se apresurará". Sin embargo, el hebreo puede también traducirse "no será confundido". Si se entiende en este sentido, el significado no es esencialmente diferente. Sea como fuere, el énfasis recae en la segura confianza que recibe aquel que pone su fe en Cristo y sigue adelante hacia la meta del supremo llamamiento de Dios.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-5 HAp 300
2-3 HAp 106
11 CS 303; PP 207
20-21 8T 187
21-26 HAp 302
27-29 HAp 304
28 2JT 374, 490; PE 50, 75; 8T 49



ROMANOS CAPÍTULO 10         AUDIO

5 La Escritura muestra la diferencia entre la justicia de la ley y la de la fe, 11 y que todos los que creen, judíos o gentiles, no serán confundidos. 18 Los gentiles recibirán la Palabra, y creerán. 19 Israel no ignoraba estas cosas,

1 HERMANOS, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.
2 Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.
3 Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios;
4 Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.
5 Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.
6 Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo);
7 o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
8 Mas; ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. 590
11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.
12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;
13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
16 Más no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
18 Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y hasta los fines de la tierra sus palabras.
19 También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; Con pueblo insensato os provocaré a ira.
20 E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; Me manifesté a los que no preguntaban por mí.
21 Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.


1.
Hermanos.
Pablo usa con frecuencia este vocativo cuando quiere ser particularmente enfático (Rom. 7: 1; 8: 12; 12: 1; 1 Cor. 14: 20; Gál. 3: 15). El tema que trata en este capítulo es el hecho afirmado en Rom. 9: 31-33: que Israel no ha podido obtener la justicia porque había ido tras una justicia basada en los méritos de sus propias obras. Pero antes de ocuparse de la penosa tarea de señalar el fracaso y la culpabilidad de su pueblo, Pablo expresa nuevamente su sincera preocupación por la salvación de ellos (cf. cap. 9: 1-3).
Anhelo.
Gr. eudokía, "buena voluntad". "beneplácito", "aprobación". Compárese con el uso de esta palabra en Mat. 11: 26; Efe. 1: 5, 9; Fil. 1: 15; 2: 13; 2 Tes. 1: 11. Pablo anhelaba sinceramente la salvación de sus compatriotas judíos.
Oración.
Gr. dé'sis, "petición", "súplica" (ver Efe. 6: 18; Fil. 4: 6; 1 Tim. 2: 1; 5: 5), afín del verbo déomai, "querer", "suplicar", "orar". Dé'sis se diferencia de proseuj', sustantivo que generalmente se traduce "oración" (Rom. 1: 10), en que dé'sis se refiere a un pedido por un beneficio específico.
Por Israel.
La evidencia textual tiende a confirmar (cf. p. 10) la variante "por ellos" (BJ), es decir, por los que ya han sido mencionados (cap. 9: 31-33). El pronombre indica una estrecha relación entre los dos capítulos. En el cap. 10 continúa sin interrupción el tema de Pablo concerniente al rechazo de Israel, que trató en el cap. 9.
Para salvación.
Es significativo que inmediatamente después de haberse ocupado del rechazo de Cristo por parte de los judíos, Pablo ora por la salvación de ellos. Esto demuestra que no consideraba el caso de sus compatriotas como desesperado, a pesar de su conducta pecaminosa. Más aún: si Pablo hubiera considerado ese rechazo como la predeterminada voluntad de Dios para su destrucción - como algunos han entendido la doctrina de la predestinación-, no habría orado para que aún pudieran ser salvos. El Evangelio enseña que "todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (vers. 13). El Evangelio es para todos los hombres, incluso los judíos (cap. 1: 16; 3: 29-30; 10: 12).
2.
Les doy testimonio.
"Testifico en su favor" (BJ). Pablo bien podía hacer esto basado en su propia y triste experiencia, pues una vez había sido "mucho más celoso de las tradiciones de" sus "padres" (Gál. 1: 14), por lo que conocía bien el celo equivocado de ellos (ver Hech. 22: 3; Fil. 3: 6).
Celo de Dios.
Es decir, celo por Dios. Compárese con la frase "me consumió el celo de tu casa", que significa "el celo por tu casa" (Sal. 69: 9; Juan 2: 17). Los judíos se gloriaban de su celo por Dios y por su ley (Hech. 21: 20; 22: 3; cf. Gál. 1; 14). Pablo ya ha descrito acertadamente el fervor de ellos en asuntos religiosos durante ese período.
La triste historia de los judíos es que no 591 alcanzaron la justicia a pesar de su gran celo religioso (Rom. 9: 30-32). Su religión era extremadamente legal y formal. Su despliegue externo de minuciosa obediencia era un manto para cubrir la corrupción interior (cap. 2: 17-29). Sin embargo, Pablo parece estar hablando del celo de ellos por Dios como de algo digno de alabanza y, como en el cap. 1: 8, primero destaca una buena cualidad antes de presentar los fracasos de ellos. Parece encontrar en ese celo equivocado algún motivo de ánimo, alguna esperanza de que si un celo tal pudiera ser dirigido hacia el verdadero camino de justicia, todavía podrían ser salvados.
Ciencia.
"Pleno conocimiento" (BJ). Gr. epígnÇsis. Esta palabra denota conocimiento completo y cabal (cf. cap. 1: 28; 3: 20). A los judíos no les faltaba gnÇsis, conocimiento, pero carecían de la verdadera sabiduría que podría haberlos conducido a servir a Dios en la debida forma. Habían sido especialmente favorecidos con el conocimiento de Dios (cap. 3: 1-2), pero su celo por él no había sido bien encaminado. Aunque conocían la letra de la ley y los profetas, no percibían interiormente el verdadero significado de las palabras y de las obras de Dios. Su fervor sin sabiduría se transformó en fanatismo, y manifestaron más celo por la forma y por la letra que por Dios.
3.
Porque.
Este versículo explica por qué el celo de los judíos no era "conforme a ciencia". Si hubieran estado dispuestos a obedecer la voluntad de Dios habrían llegado a entender la verdad (ver Juan 7: 17). Pero se negaron a someterse.
Ignorando.
Pablo posteriormente muestra que esa ignorancia era inexcusable, pues los judíos habían tenido todas las oportunidades necesarias para instruirse (Rom. 10: 14-21; cf. Juan 5: 39-40).
La justicia de Dios.
Ver com. cap. 1: 17.
Procurando.
Gr. z'téÇ, "buscando", "empeñándose" (BJ).
Establecer.
Gr. híst'mi, "levantar", "colocar", "establecer". Este verbo sugiere que en el esfuerzo de los judíos había orgullo por establecer su propia justicia; con su falso celo por Dios, en realidad estaban trabajando para su propia glorificación. Compárese con la descripción de Oseas: "Israel es una frondosa viña, que da abundante fruto para sí . mismo" (Ose. 10: l). En vez de buscar la justicia de Dios en la forma indicada por Dios, dependían de sus obras llenas de justicia propia (cf. Fil. 3: 9). Llegaron a considerar el simple cumplimiento de los sacrificios y de los ritos como algo que tenía justicia en sí mismo, en vez de depender de la justicia de Aquel a quien señalaban esos sacrificios y ritos. Por lo tanto, la religión degeneró convirtiéndose en suficiencia propia y formalismo para glorificar el yo. Y a medida que los judíos perdían de vista la justicia de Dios, se tornaban rigurosos en la observancia de esos ritos para establecer su propia justicia.
Sujetado.
Gr. hupotássÇ, verbo que significa ponerse bajo órdenes, "obedecer" (cf. Sant. 4: 7; 1 Ped. 2: 13; 5: 5). Esta flexión verbal del griego se traduce mejor "no se sometieron" (BJ). Los judíos se enorgullecían de su conocimiento de Dios y de la ley divina (Rom. 2: 17-20), pero en realidad se negaban a conformarse a la voluntad de Dios. Confiaban en su propia justicia; no querían someter su corazón a un plan que les exigía confesar que su justicia propia no era aceptable (Isa. 64: 6) y que su salvación no dependía de sus méritos. No hay obstáculo mayor para la salvación por medio de la gracia que la justicia propia del pecador. Como los judíos no estuvieron dispuestos a someterse a la orden de Dios de que "creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo" (1 Juan 3: 23), manifestaron que su aparente fe en Dios no era sino un servicio vacío, de labios, pues la esencia de la fe es completa obediencia. Esa renuencia para someterse fue la causa no sólo de su ignorancia sino también de su rechazo como pueblo escogido.
4.
El fin de la ley es Cristo.
La palabra griega télos, "fin", está aquí en una posición que realza su importancia. Esta afirmación ha sido interpretada de diversas maneras: que Cristo es la terminación de la ley; que Cristo es la meta o propósito de la ley (cf. Gál. 3: 24); que Cristo es el cumplimiento de la ley (cf. Mat. 5: 17); que Cristo es la terminación de la ley como medio de salvación (cf. Rom. 6: 14). La primera interpretación, llamada antinomismo o antinomianismo* es una perversión de las Escrituras (ver com. cap. 3: 31). Las otras tres interpretaciones son 592 verdaderas, pero la última parece concordar mejor con el contexto de este versículo, pues Pablo está contrastando la forma como Dios justifica por la fe, con los intentos humanos de justificarse por medio de la obediencia a la ley. El mensaje del Evangelio es que Cristo "es el fin de la ley" como medio de buscar la justicia, para todo aquel que ejerce fe. Quizá sea significativo que en el griego no hay artículo (ver com. cap. 2: 12), lo que indica que Pablo se refiere al principio de ley en general y no a una ley en particular. Además, la tendencia de todo el razonamiento muestra que el apóstol Pablo está hablando de ley en sentido general.
Este versículo no implica que se podía lograr la justicia mediante la observancia de la ley en el tiempo del AT, y que con la venida de Cristo la fe sustituyó a la ley como un medio de alcanzar la justicia. Desde la caída de Adán, Dios había revelado sólo un camino por el cual los hombres pueden ser salvos: la fe en el Mesías venidero (Gén. 3: 15; 4: 3-5; Heb. 11: 4; cf. Rom. 4). Tampoco debe entenderse este pasaje en el sentido de que Cristo es la terminación de la ley de Dios, y que, por lo tanto, los hombres no están más bajo la obligación de obedecerla. Cristo es la solución de la ley porque es la solución final del problema del pecado, hecho patente por la ley. El propósito de Dios al proclamar sus leyes a Israel fue mostrarle su pecaminosidad (Rom. 3: 20) y su necesidad de un Salvador (Gál. 3: 24). Pero los judíos habían pervertido el propósito de Dios y usado sus leyes -la moral y la ceremonial- como medio para establecer su propia justicia mediante sus esfuerzos de obediencia legalista. Cristo vino para poner fin a este abuso de la ley y para restablecer el sendero de la fe. Esta fe no abroga la ley sino que la establece (ver com. Rom. 3: 31) y hace posible que los hombres cumplan con sus requerimientos (ver com. cap. 8: 4).
5.
Porque. . . Moisés.
Ahora Pablo describe el contraste entre la justicia mediante la ley y la justicia mediante la fe, con un lenguaje tomado del AT; y al hacerlo demuestra al mismo tiempo que en este tema no hay contradicción entre el AT y el NT.
Escribe.
La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por el texto: "Porque Moisés escribe la justicia de la ley que el que los haga, vivirá en (o por) ellos". Por lo tanto la traducción de la RVR es acertada. La cita proviene de Lev. 18: 5, que dice: "Guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos" (cf. Gál. 3: 12). Pablo cita estas palabras y deduce, basado en los conceptos judíos, que la justicia por la ley demanda el perfecto cumplimiento de la ley, la cual debe guardarse estrictamente de acuerdo con las especificaciones de la letra, pues en la ley no hay ni gracia ni misericordia. Todo lo que pide la ley, o se cumple o no hay salvación (ver Gál. 3: 10-13). Pero ésta es una condición que nunca ha podido cumplir el hombre caído, como Pablo ya lo ha mostrado claramente en Rom. 1: 3, y que nunca podrá cumplir a menos que sea regenerado (cap. 8: 5-8). Por lo tanto, sólo puede haber condenación para los que dependen de su propio cumplimiento de la ley para su justificación ante Dios (cap. 3: 20).
Es significativo que en el contexto de Lev. 18: 5 se describe la ley de Dios como que consistiera en estatutos y ordenanzas que realmente se podían guardar, y que si el pueblo los guardaba podía entrar en la vida. Las referencias a este mismo pasaje que hacen Ezequiel (cap. 20: 11, 13, 21) y Nehemías (cap. 9: 13, 29) también demuestran que se podía cumplir con las condiciones y ganar lo prometido. Por medio de la revelación más amplia del plan de Dios presentado en el NT, comprendemos que estos pasajes del AT enseñan implícitamente que el cristiano debe depositar su fe en el Redentor venidero para obtener el perdón de los pecados y la gracia que lo capacita para la obediencia (ver com. Eze. 16: 60; 20: 11; 36: 26). No se debe entender que estos pasajes implican que se puede alcanzar justicia guardando la ley sin necesidad de ejercer fe. Pero los fariseos y la gran mayoría del pueblo judío, debido a la influencia de aquéllos, albergaban este concepto erróneo. Pedían justicia y vida como recompensa por su propia estricta observancia de la ley. Su relación con Dios era enteramente legalista. Su pacto con el Señor era un pacto de obras, no de fe ni de gracia. Dios procuraba conducirlos a una vida más elevada, pero rehusaban aceptar ese progreso (ver com. Eze. 16: 60).
Para desenmascarar el error de este punto de vista, Pablo cita Lev. 18: 5. Usa las palabras de Moisés para recordar a los judíos legalistas que la justicia sólo la adquieren los que obedecen, pero que el hombre sin ayuda no puede llegar a esa obediencia. Compárese esto con la respuesta que dio Jesús al "intérprete 593 de la ley" que buscaba "la justicia que es por la ley": "haz esto, y vivirás" (Luc. 10: 28).
6.
Que es por la fe.
Pablo personifica a la justicia que es por la fe como si ella misma hablara. Compárese con la personificación de la sabiduría (Prov. 1: 20; Luc. 11: 49) y de la exhortación (Heb. 12: 5). El apóstol podría haber dicho: "Moisés habla así acerca de la justicia que es por la fe", De modo que ambas partes de Rom. 10: 4 son confirmadas por el testimonio de Moisés, a saber, la imposibilidad de alcanzar la justicia por la ley (vers. 5) y la seguridad de que se puede alcanzar por medio de la fe (vers. 6-8).
Para muchos comentadores ha significado un problema el hecho de que Pablo usara palabras de Moisés, que parecen referirse únicamente a la ley, para describir la justicia que es por la fe. Pero la dificultad radica en la falsa suposición -tan difundida- de que la ley y el Evangelio se oponen o contradicen. El problema se resuelve reconociendo que la justicia que es por la fe siempre ha sido el método de Dios para salvar al hombre, y que la promulgación de la ley por medio de Moisés era una parte integral de ese plan. Además, Dios usó especialmente a Moisés para presentar el gran sistema de símbolos y ceremonias que prefiguraban todo el plan de justificación por la fe en Cristo. Por lo tanto, es completamente irrazonable suponer que Moisés ignoraba la debida relación entre la ley y el Evangelio, y que cada vez que hablaba tan decididamente de la obediencia a los mandamientos de Dios estaba ensalzando la justicia por la ley antes que por la fe.
Dice así.
La cita proviene de Deut. 30: 11-14. Moisés enumera en este capítulo las bendiciones que recibiría Israel si obedecía la ley de Dios. Es importante observar que Moisés está hablando a aquellos a quienes previamente ha dicho: "Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón,. . . para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas" (Deut. 30: 6). Moisés está describiendo la experiencia de los israelitas verdaderamente arrepentidos y fieles. Habla de la ley desde el punto de vista de los israelitas circuncidados de corazón. No es necesario suponer -como lo han hecho muchos conectadores- que Pablo sólo está tomando las palabras de Moisés en cuanto a la ley, y las está aplicando a algo que Moisés no había tenido en cuenta. Así como Pablo encontró que Abrahán había sido justificado por la fe porque creyó y obedeció a Dios, así también encuentra la esencia de la justificación por la fe en el caso de aquellos que se arrepienten delante de Dios, y lo aman y le obedecen con todo su corazón y con toda su alma. Las palabras de Moisés, si se entienden en su verdadero sentido espiritual, describen la verdadera justificación porque es por la fe.
No digas en tu corazón.
Esta expresión se encuentra en Deut. 9: 4, y Pablo la usa para comenzar su cita de Deut. 30: 12-14. "Decir en el corazón" es un modismo hebreo que significa "pensar" generalmente en algo malo (cf. Deut. 15: 9; 18: 21; Sal. 14: 1; Mat. 3: 9; 24: 48; Apoc. 18: 7; 1 Cor. 7: 37).
¿Quién subirá?
Moisés pronunció estas palabras para destacar que la palabra de Dios no está lejana ni más allá del alcance del hombre, sino que ya le ha sido revelada y explicada. Pablo usa las mismas palabras acerca del Evangelio: la revelación aun más clara de la palabra de Dios que ha sido dada por medio de Cristo.
Para traer abajo a Cristo.
Como si aún no hubiera venido. La justificación por la fe dice: "No dudes de que Cristo ya ha venido. El Hijo de Dios ya se ha hecho hombre y vivió entre nosotros. La fe no es algo tan difícil, pues Cristo ha venido".
7.
¿Quién descenderá?
En vez de "¿quién pasará por nosotros el mar?" (Deut. 30: 13), Pablo dice: "¿Quién descenderá al abismo?" No era necesario que los israelitas escudriñaran más allá del mar para traer de vuelta los mandamientos de Dios, y tampoco hay necesidad de que alguien baje al abismo para hacer subir a Cristo. El ya ha resucitado.
Abismo.
Ver com. Mar. 5: 10. Evidentemente Pablo aplica este término al lugar de los muertos, al cual Cristo había "descendido".
8.
¿Qué dice?
Es decir, ¿qué dice la justicia que es por la fe? Pablo continúa personificando a la justicia por la fe (ver com. vers. 6).
Cerca de ti está la palabra.
El propósito de este pasaje del AT era asegurar a Israel que Dios había establecido el medio por el cual podrían cumplirse las exigencias de la ley. El pacto eterno hecho con Adán en el Edén proporciona perdón por la transgresión y gracia que capacita para la obediencia mediante la fe en el Mesías venidero. Los hombres revelaban su fe en el Redentor ofreciendo sus sacrificios de animales y observando los otros requisitos de la ley ritual. Los israelitas 594 fueron lentos en aceptar este pacto dado a Adán y renovado con Abrahán (ver com. Eze. 16: 60); en cambio, prefirieron buscar justicia mediante sus propios esfuerzos para obedecer. Los profetas del AT trataron repetidas veces de inducir al pueblo a que aceptara las estipulaciones del plan eterno de Dios, pero no lo consiguieron. El Señor les ofreció por medio de Jeremías el nuevo pacto (ver com. Jer. 31: 33-34), y Ezequiel destacó la necesidad de un "corazón nuevo" y un "espíritu nuevo" (ver com. Eze. 36: 26). Por lo tanto les fue ofrecida la justificación por la fe, "pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron" (Heb. 4: 2; cf. Gál. 3: 8). La palabra estuvo "cerca" de ellos. Todo lo que se les pedía era que creyeran con el corazón y confesaran con la boca. Pablo contrasta en esta forma la sencillez de la justificación por la fe con la penosa y desesperada tarea de tratar de establecer en forma legalista nuestra propia justicia (Rom. 10: 2-3, 5).
La palabra de fe.
Es decir, el mensaje del Evangelio acerca de la fe. Esta es la única vez que aparece esta expresión en el NT. La palabra que Moisés describe como "muy cerca de ti. . . en tu boca y en tu corazón para que la cumplas" (Deut. 30: 14) esencialmente es la misma que "la palabra de fe" predicada por Pablo: el Evangelio que anuncia la fe como el principio de justificación.
Que predicamos.
Pablo añade estas palabras para destacar que la verdad de la justificación por la fe no es desconocida, sino que puede ser entendida por todos los que estén dispuestos a escuchar. Que los judíos no pueden tener excusa alegando ignorancia, se declara más plenamente en los vers. 14-21.
9.
Que.
O "porque". Si se retiene la traducción "que", significa que Pablo está presentando el contenido del mensaje en cuanto a la fe; si se prefiere "porque", quiere decir que está probando que la palabra de fe está cerca. Sea como fuere, se muestra que el contenido del mensaje de la fe corresponde con la enseñanza mosaica de Deuteronomio.
Confesares.
Gr. homologéÇ. Este mismo verbo se traduce frecuentemente "profesar", y como sustantivo, "profesión" (Tito 1: 16; Heb. 3: 1); también se ha traducido como "declarar" (Mat. 7: 23). Literalmente significa "convenir con", "decir lo mismo que otros". Por eso la confesión de un creyente es la expresión de su acuerdo con todo lo que Dios ha declarado que es verdadero, Esto incluye todo lo que él ha revelado en cuanto a su ley, el pecado y nuestra necesidad de un Salvador. Incluye todo lo que Dios ha declarado en cuanto al único camino de salvación: fe en su Hijo Jesucristo.
Que Jesús es el Señor.
Cf. 1 Cor 12: 3; Fil. 2: 11. Los judíos atribuían el señorío sólo a Dios el Padre. Los gentiles adoraban al emperador como a su señor; pero los cristianos reconocían a Cristo como "el Señor. . . del cielo" (1 Cor. 15: 47), el único Hijo de Dios (Juan 3: 16), que es la suprema cabeza de la iglesia (Efe. 5: 23) y el Señor de todos (Hech. 10: 36). La confesión del señorío de Cristo implica la disposición para seguir su conducción y obedecer sus mandamientos (Juan 14: 21; 1 Juan 2: 3-4).
Creyeres.
Una creencia normalmente precede a una confesión, pero Pablo está siguiendo el orden del vers. 8, donde se menciona la boca antes que el corazón. En el vers. 10 Pablo presenta el orden normal: primero la fe, luego la confesión.
Dios le levantó.
Ver com. vers. 7. La resurrección fue la confirmación de las afirmaciones de Cristo en cuanto a sí mismo, el sello divino sobre su sacrificio (ver com. cap. 1: 4). Si el cristiano cree que Dios levantó a Jesús de entre los muertos, reconoce el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, y su poder para justificar y salvar a los pecadores (ver com. cap. 4: 25). La justicia mediante la fe, en contraste con la justicia mediante la ley (cap. 10: 5), depende de lo que Cristo ha hecho y puede hacer, y no de lo que nosotros podemos hacer.
10.
El corazón.
Ver com. cap. 1: 21. Los judíos consideraban que el corazón era el asiento de la vida íntima, de los pensamientos y los sentimientos. Para ellos, el corazón no representaba las emociones como diferentes, separadas de los razonamientos. Cuando Pablo se refiere a creer "con el corazón", quiere decir que la fe incluye una transformación interior completa. Y este cambio da como resultado la justificación y la rectitud (cap. 3: 22; 5: 1).
Se confiesa.
La evidencia externa del cambio interior es la confesión "con la boca", el estar decididamente en armonía con lo que se cree que es verdadero. Una buena disposición para confesar a Cristo con palabras y hechos ha sido siempre la prueba para el verdadero discípulo (Mat. 10: 32; Luc. 12: 8; cf. Apoc. 3: 5). 595 Un testimonio bueno y constante delante del mundo revelará el fruto de la salvación (cf. Apoc. 2: 10).
11.
La Escritura dice.
La cita es de Isa. 28: 16 (ver com. Rom. 9: 33).
Todo aquel.
Estas palabras no están en el texto de Isaías. Pablo deseaba destacar el hecho de que el Evangelio era para todos.
12.
Porque.
Así comienza la explicación de Pablo referente a "todo aquel", del vers. 11.
Diferencia.
O "distinción" (BJ). Cf. cap. 3: 22. Ambos, judíos y gentiles, han pecado y están necesitados de salvación (ver com. cap. 3: 23). Dios ha proporcionado sólo un medio por el cual pueden salvarse. No ha dispuesto un medio para los judíos y otro para los gentiles. Por lo tanto, se desvanecen todas las distinciones de raza, sexo, clase o condición social.
Griego.
Es decir, los gentiles (ver com. cap. 1: 16).
El mismo que es Señor de todos.
O "uno mismo es el Señor de todos" (BJ). Judíos y gentiles tienen, sin excepción, el mismo Señor (cf. cap. 3: 29-30), quien ha redimido a toda la humanidad (Juan 3: 16). Una comparación con los vers. 9 y 11 de Rom. 10 indica que "Señor" se refiere aquí a Cristo. En Hech. 10: 36 Cristo es llamado "Señor de todos" (cf. Rom. 14: 9; Fil. 2: 10-11).
Rico para con todos.
No hay límite para los recursos del Señor (Rom. 8: 32; 11: 33; Efe. 1: 7; 2: 7; 3: 8).
Le invocan.
Invocar al Señor o invocar el nombre del Señor es una expresión habitual casi equivalente a adorar al Señor. Quizá se originó en el hábito de comenzar una invocación a una deidad mencionando primero su nombre. Los hebreos eran conocidos como los que invocaban a Jehová. Los cristianos eran los que invocaban a Cristo (1 Cor. 1: 2). Es significativo que se use esta expresión en el NT aplicándola a Cristo, ya que sólo Dios es digno de adoración. De modo que es un claro reconocimiento de la divinidad de Cristo (ver Hech. 7: 59-60; 9: 14, 21; 22: 16; 2 Tim. 2: 22). En cuanto a la deidad de Cristo, ver Nota Adicional com. Juan 1.
13.
Todo aquel que invocare.
La cita es de Joel 2: 32. Este pasaje también fue citado por Pedro en su sermón del día de Pentecostés (Hech. 2: 21). Los judíos entendían que el pasaje de Joel significaba que todos los verdaderos adoradores de Jehová serían librados en el día del juicio de Dios. Pablo aplica el pasaje a Cristo. Las palabras "toda carne" (Joel 2: 28) muestran que los gentiles están incluidos en la profecía.
14.
¿Cómo, pues, invocarán?
Luego de declarar la universalidad de la salvación por la fe, Pablo ahora trata las condiciones que se deben cumplir para que todos tengan la oportunidad de aceptarla. Enumera las condiciones con una serie de preguntas, y cada pregunta es un razonamiento cuya conclusión tácitamente aceptada constituye la base de la pregunta siguiente: "¿Cómo pueden invocar al Señor a menos que crean en él? No podrán. Por lo tanto, deben creer primero. Pero, ¿cómo pueden creer si no han oído? No podrán". Y continúa la enumeración.
Algunos unen los vers. 14 y 15 con el pasaje precedente, y los relacionan con la predicación del Evangelio a los gentiles. Si el Evangelio es para todos, como es evidente en las palabras "todo aquel" del vers. 13, entonces debiera ser predicado a todos. Otros unen más estrechamente los vers. 14 y 15 con los restantes versículos del capítulo, argumentando que Pablo no está tratando en esta sección con la misión a los gentiles, sino con la incredulidad de los judíos. Estos, como Pablo ya lo ha explicado, han "ignorado" (cf. vers. 3) la forma correcta de alcanzar justicia, y para convencerlos de su grandísima culpabilidad en este asunto, procura mostrar que han tenido amplias oportunidades para conocer y entender el plan de Dios. Comienza preguntando qué condiciones son necesarias para invocar "el nombre del Señor", y después muestra que dichas condiciones han sido cumplidas. Por lo tanto, los judíos no pueden presentar excusa para su incredulidad.
El tema de los vers. 14-21 puede resumirse así: ¿Han sido enviados los predicadores del Evangelio de modo que todos puedan tener la oportunidad de creer (vers. 14)? Sí; el Evangelio ha sido predicado como Isaías lo predijo (vers. 15). El hecho de que no todos han creído, ¿demuestra que no han oído (vers. 16)? No; porque Isaías también predijo que algunos no recibirían el mensaje (vers. 16-17). ¿Es posible que algunos de los judíos no hubieran oído (vers. 18)? No puede ser, pues el mensaje evangélico ha ido por doquiera. Aun siendo verdad que Israel escuchó el Evangelio, ¿es posible que no captara su significado (vers. 19)? Esto tampoco puede ser pues, tal como lo describieron Moisés 596 e Isaías, los gentiles con menos privilegios y menos conocimientos han podido entender (vers. 19-20). Por lo tanto, los judíos no pueden argumentar que ignoraban el Evangelio, como una excusa para su incredulidad. El hecho real, como lo dijo lsaías, es que son rebeldes y tercos (vers. 21).
De quien.
Oír el Evangelio presentado por un predicador enviado por Cristo, es escuchar a Cristo (2 Cor. 5: 20). Se oye al Señor cuando habla a través de sus representantes elegidos.
15.
Si no fueren enviados.
Gr. apostéllÇ, de donde se deriva la palabra apóstolos, "apóstol". Como el Padre envió a su Hijo, así el Hijo envió a sus apóstoles, y éstos a su vez, bajo la dirección del Espíritu de Cristo, enviaron a otros (Luc. 9: 2; 10: 1, 3; Juan 4: 38; 17: 18; Hech. 26: 17; 1 Cor. 1: 17). La proclamación del mensaje divino debe ser hecha por uno que haya sido comisionado por Dios para este propósito (cf. Jer. 1: 7; 7: 25; 14: 14-15; 23: 21).
Como está escrito.
La cita es de Isa. 52: 7. Pablo no presenta literalmente el pasaje sino que lo abrevia. Omite "sobre los montes", quizá porque la expresión sólo tenía un significado local o poético; cambia "del que trae" al plural, "los que anuncian", y omite las palabras "que publica salvación".
¡Cuán hermosos son los pies!
Es decir, cuán apreciado es el que viene (ver com. Isa. 52: 7).
De los que anuncian la paz.
La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar la omisión de esta frase.
Con esta cita Pablo afirma que fueron enviados los mensajeros comisionados. En cuanto al significado de este pasaje en el contexto original, ver com. Isa. 52: 7. Los judíos y los cristianos consideraban que esta sección de Isaías preanunciaba la obra del Mesías. Las buenas nuevas de la liberación del cautiverio babilónico simbolizan las buenas nuevas de salvación.
Anuncian buenas nuevas.
Gr. euaggelízÇ, de donde deriva la palabra "Evangelio" (euaggélion). Ver com. cap. 1: 1.
16.
Obedecieron.
Gr. hupakóuÇ, "obedecer como resultado de escuchar", "prestar atención", "tener en cuenta" (ver com. cap. 5: 19). La palabra es especialmente apropiada en este contexto, donde Pablo está describiendo la incredulidad con que ha sido recibido el mensaje del Evangelio. Los judíos oyeron, pero no prestaron atención.
Evangelio.
O "alegres nuevas", "buena noticia" (ver com. cap. 1: 1).
Isaías dice.
Una cita de Isa. 53: 1. El texto hebreo no tiene la palabra "Señor", pero está en la LXX. La desobediencia de los judíos también fue predicha por el profeta. Inmediatamente después de su descripción de los mensajeros de alegres nuevas (Isa. 52), Isaías predice que el pueblo no recibiría el mensaje. Compárese con la afirmación del cumplimiento de esta profecía en Juan 12: 37-38. Esta cita también implica (cf. Rom. 10: 15) que el mensaje había sido dado, pues de lo contrario no podría haber sido desoído y desobedecido.
17.
Fe.
O "creencia". Para apreciar la estrecha relación entre los vers. 16 y 17 se debe tener en cuenta que el idioma griego no tiene dos palabras diferentes para "creencia" y "fe". Pístis, "fe" o "creencia", es el sustantivo que deriva de pistéuÇ, verbo traducido "ha creído" (epísteusen) en el vers. 16 (ver com. cap. 3: 3).
El oír.
Gr. ako', que aparece dos veces en este versículo. En el vers. 16, ako' se ha traducido como "anuncio" en la RVR ("predicación", en la BJ), en donde significa literalmente "lo que es oído". Si aquí se le da el mismo significado a ako', se hace posible la siguiente traducción: "¿Quién ha creído lo que ha oído de nosotros? De modo que la fe viene de lo que es oído, y lo que es oído viene de la palabra de Dios". Esta traducción hace más evidente la relación entre los vers. 16 y 17.
La palabra de Dios.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la variante "palabra de Cristo" (BJ). Esto podría significar "el mensaje en cuanto a Cristo", así como "la palabra de fe" (vers. 8) significa "el mensaje en cuanto a la fe" (ver com. vers. 8). Este versículo contiene una afirmación importante en cuanto a la naturaleza y el origen de la verdadera fe. La fe genuina no es una confianza ciega que se debe poner en acción cuando falta la evidencia adecuada. Fe es nuestra convicción en cuanto a cosas que no podemos ver (Heb. 11: 1), y esta convicción debe estar fundada en el conocimiento, un conocimiento basado en la Palabra de Dios, el mensaje en cuanto a Cristo. Como medio para desarrollar una fe transformadora y permanente, no hay sustituto para el estudio regular y ferviente de la Biblia. 597
18.
Pero digo.
Los judíos podían pretender que no habían tenido la oportunidad de oír, y por lo tanto no habían aceptado el Evangelio. Pablo ahora refuta ese argumento.
¿No han oído?
O "¿no oyeron?", o "¿fracasaron en oír?" La construcción del griego de esta pregunta indica que se espera una respuesta negativa y que no se puede admitir la excusa de no haber oído. Los que "no han oído" son los "no todos" del vers. 16, es decir, especialmente los judíos incrédulos.
Antes bien.
"¡Cierto que sí!" (BJ, NC). Esta es la enfática respuesta de Pablo ante la insinuación de que no habían oído el mensaje. Afirma que el Evangelio ha ido a todo el mundo, y lo dice con las palabras de Sal. 19: 4.
La tierra.
Gr. oikoumén', "el mundo habitado" (ver com. Luc. 2: 1). Es evidente que cuando se escribió esta epístola el Evangelio no había sido predicado literalmente en todas partes, pues con seguridad aún no había llegado a España (Rom. 15: 20, 24, 28). Sin embargo, el mensaje de la fe ya se había divulgado tan ampliamente por todo el mundo, que Pablo estaba capacitado para presentar una declaración tan amplia y general. En realidad, durante su generación el Evangelio fue llevado a "toda la creación ['toda criatura', BJ] que está debajo del cielo" (Col. 1: 23; cf. Ed 91). Además, el mensaje era llevado "al judío primeramente" (Hech. 9: 20; 11: 19; 13: 5; 14: 1; 17: 1-2, 10; 18: 4, 19; 28: 17; Rom. 1: 16), y es probable que el principal propósito de Pablo en este capítulo ha sido demostrar que ningún israelita podía presentar excusas alegando que nunca había oído el Evangelio.
Voz.
Gr. fthóggos, palabra onomatopéyica con la que se imita el sonido que produce la vibración de un instrumento musical o de la voz humana (cf. 1 Cor. 14: 7). Pablo está citando el Sal. 19: 4 (ver comentario respectivo). De acuerdo con el salmista, "su voz" es la voz de la naturaleza, el testigo silencioso con el cual "los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Sal. 19: 1). El salmista compara la revelación de Dios en sus obras (Sal. 19: 1-6) con la revelación especial de sí mismo mediante su palabra (Sal. 19: 7-11). Pablo ve aquí una representación de los alcances mundiales de la predicación del Evangelio, y usa las palabras del salmista para describir cómo la "voz" de los predicadores de la palabra de fe ha llegado "hasta los fines de la tierra".
19.
¿No ha conocido esto Israel?
Más exactamente: "¿es que Israel no comprendió?" (BJ) o "¿fracasó Israel en comprender?" Como en el vers. 18, la construcción griega pide una respuesta negativa. A pesar de la revelación de Dios por medio de Moisés y de los profetas, Israel seguía ignorante en cuanto a la senda de justicia de Dios.
Primeramente.
Es decir, primero en orden, en linaje profético.
Moisés dice.
La cita es de Deut. 32: 21. Moisés, que había comunicado a Israel sus favores especiales y ventajas sobre los gentiles, también había presentado la regla de fe por la cual esa posición favorecida podría invertirse en algún momento futuro, y en realidad así sucedería (cf. Deut. 32: 18, 20).
Os provocaré.
Dios, mostrando misericordia para con los gentiles, esperaba despertar los celos de su pueblo e inspirarle fervor por el Señor. Compárese con Ose. 2: 23; Rom. 9: 25.
Con un pueblo que no es pueblo.
Cf. Deut. 32: 21. Los gentiles son llamados "pueblo que no es pueblo" porque no mantenían con Dios la relación reconocida que mantenía Israel (cf. Deut. 4: 5-8). Eran un "pueblo insensato" porque no habían recibido la misma revelación de Dios, sino que adoraban ídolos de madera y de piedra (ver com. Rom. 1: 21). Pablo tenía el propósito de producir celos en sus compatriotas haciéndoles notar que, así como lo había predicho Moisés, Dios ahora había dispensado sus favores especiales a un pueblo a quien los judíos estaban acostumbrados a considerar como inferior (cap. 11: 14). Y el apóstol, al hacer esto, se proponía aclarar mediante sus fervientes oraciones que su pueblo podría arrepentirse y encontrar salvación en Jesucristo (cap. 9: 13; 10: 1).
20.
E Isaías.
O "pero Isaías", o "entonces Isaías".
Fui hallado.
La cita es de Isa. 65: 1. La inesperada fe de los gentiles debería ser un reproche para los judíos que, a pesar de ser privilegiados e instruidos, eran incrédulos (cf. cap. 9: 30-33).
21.
Dice.
Es decir, Isaías dice. El profeta está hablando en nombre de Dios. La cita es de Isa. 65: 2 y concuerda más con la LXX que con el hebreo.
Todo el día.
Así expresa Isaías la maravillosa 598 paciencia de Dios para con su pueblo, aunque éste persistía en desobedecerle y rechazaba sus invitaciones. La forma en que Dios trata aun a los pecadores rebeldes está llena de ternura y compasión. Todo el día extiende su brazo de misericordia a los desobedientes y contradictores. Que Dios siempre ha sido tan compasivo y paciente será al fin reconocido por los que lo han menospreciado (Apoc. 15: 4; CS 728-729).
Contradictor.
O "que habla en contra", "se opone" Al rechazar el Evangelio y resistirlo, los judíos revelaban una característica que hacía mucho había sido señalada y condenada por los profetas. Esteban presentó antes de su martirio la misma acusación (Hech. 7: 51-53; cf. Luc. 13: 34).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 HAp 300
2 1JT 211; 234, 569; 1T 165; 2T 110; 3T 109; 5T 343
3 DMJ 50; PP 389; PR 523
6-9 DTG 156
10 CM 185; HAd 364; 2JT 208
11-12 MM 251
11-13 DTG 370
12 DTG 214
14 2JT 375; OE 19; TM 405, 5TS 167
14-15 7T 224
17 PVGM 71
20 PR 272
20-21 DTG 422; HAp 301



ROMANOS CAPÍTULO 11       AUDIO

1 Dios no ha desechado a todo Israel. 7 Algunos fueron Elegidos, aunque el resto se endureció. 16 Hay esperanza de que se conviertan. 18 Los gentiles no deben jactarse contra ellos, 26 porque hay una promesa para su salvación. 33 Los designios de Dios son inescrutables.

1 DIGO, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.
2 No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo:
3 Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme?
4 Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal.
5 Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia.
6 Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.
7 ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos;
8 como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy.
9 Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, En tropezadero y en retribución;
10 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y agóbiales la espalda para siempre.
11 Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos.
12 Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?
13 Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio,
14 por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos.
15 Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión sino vida de entre los muertos?
16 Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
17 Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido 599 hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo,
18 no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.
19 Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado.
20 Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme.
21 Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.
22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.
23 Y aun ellos, si no permanecieron en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.
24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
26 y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad.
27 Y este será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados.
28 Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.
29 Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.
30 Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos,
31 así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia.
32 Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.
33 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!
34 Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?
35 ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?
36 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.


1.
Digo, pues.
Estas palabras señalan el comienzo de una nueva etapa en el tema de Pablo acerca de la condición de los judíos. "Pues", o "por lo tanto" (oun), podría referirse a la descripción de Isaías acerca de la desobediencia de Israel (cap. 10: 21), o quizá a toda la exposición previa referente al rechazo de Israel. En los cap. 9 y 10, Pablo ha explicado que Dios, como Creador soberano, está en libertad de rechazar a Israel quitándole su posición como pueblo escogido, y que como los judíos se han negado a seguir el camino de justicia de Dios, merecen ser rechazados. Pero la rechazada es la nación de Israel, que así pierde su posición de privilegio (ver t. IV, pp. 32-38), y no el remanente fiel.
Desechado.
Gr. apÇthéÇ, "repeler", "rechazar" (cf. Hech. 7: 27). La estructura de la pregunta en el griego pide una respuesta negativa. "Dios no ha repudiado a su pueblo, ¿verdad?" Esta pregunta podría haber surgido naturalmente de lo que ya ha sido dicho acerca de la deslealtad de Israel y de su desobediencia. Pero Pablo hace la pregunta para responder con una negación enfática.
Su pueblo.
Pablo pudo haber tenido en cuenta el pasaje del AT: "Porque no abandonará Jehová a su pueblo, ni desamparará su heredad" (Sal. 94: 14; cf. 1 Sam. 12: 22), y de esa manera anticipa la negación enfática que está por presentar.
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4.
Porque también yo.
Pablo demuestra que no todos los judíos han sido rechazados. El mismo es israelita y ha sido aceptado por Dios. Sabe por experiencia que le pertenecen las bendiciones prometidas y que, por lo tanto, aunque es judío, no ha sido rechazado. Muchos otros judíos cristianos podían hablar de esta misma experiencia de Pablo.
Descendencia de Abraham.
Ver com. Mat. 3: 9. 600
Tribu de Benjamín.
Pablo afirma que descendía del mismo corazón de la nación judía. Las tribus de Benjamín y de Judá estaban íntimamente relacionadas en el tiempo cuando se rebelaron las diez tribus del norte (1 Rey 12: 21), y mantuvieron la continuidad teocrática de la raza judía después del exilio en Babilonia (Esd. 4: 1; 10: 9). De modo que un descendiente de la tribu de Benjamín ciertamente era "hebreo de hebreos" (Fil. 3: 5; cf. 2 Cor. 11: 22).
2.
No ha desechado.
Pablo responde con una negación enfática la pregunta que ha hecho en el vers. 1.
Su pueblo.
Aun cuando Israel como nación rechazó sistemáticamente a los profetas y finalmente selló su rechazo del Evangelio al crucificar al Hijo de Dios, sin embargo Dios no rechazó a los israelitas en forma individual (HAp 301). Es cierto que Dios había abandonado a Israel "como nación" (PE 213; CS 673), pues "por la incredulidad Y el rechazamiento del propósito del cielo para con él, Israel como nación había perdido su relación con Dios" (HAp 303). Sin embargo, esto no significaba que Dios hubiera retirado la posibilidad de salvación de los judíos que desearan aceptar a Cristo. El mensaje del cap. 11 es de esperanza para los judíos. Dios aún sigue llamando tanto a los judíos como a los gentiles. Ver t. IV, pp. 32-38; com. cap. 9: 6.
Antes conoció.
Ver com. cap. 8: 29.
De Elías.
Literalmente "en Elías", lo que quizá signifique "en el pasaje de las Escrituras que contiene el relato de Elías"; o la frase podría traducirse "por Elías". Según la tradición judía, el profeta Elías fue autor de por lo menos un libro, y probablemente más (ver Talmud Kethuboth 106 a; Ginzberg, Legends of The Jews, 6: 330-331.
Invoca a Dios.
Gr. entugjánÇ, "encontrarse con", "conversar con", y por lo tanto, "rogar a", "recurrir a" (ver com. cap. 8: 26); "cómo ante Dios acusa" (NC); "cómo interpela a Dios" (BC). La súplica puede ser, como en este caso, a favor (cap. 8: 27, 34) o en contra de alguien.
3.
Señor, a tus profetas han dado muerte.
La cita es de 1 Rey. 19: 10, 14. Las palabras fueron pronunciadas por Elías cuando huyó de Jezabel y se refugió en la cueva del monte Horeb (ver com. 1 Rey. 19). En ese tiempo el profeta creía que toda la nación de Israel había apostatado y que sólo él permanecía fiel. Pero Dios contestó que aunque era cierto que la nación en conjunto lo había abandonado, sin embargo, todavía había un remanente de fieles adoradores.
4.
La divina respuesta.
Gr. jr'matísmós, literalmente, "oráculo", "revelación". Es la única vez que aparece esta palabra en el NT Deriva del verbo jr'matízÇ, que en el NT se usa para describir una comunicación o una advertencia de Dios (Mat. 2: 12, 22; Luc. 2: 26; Hech. 10: 22; Heb. 8: 5; 11: 7).
Me he reservado.
O "me dejé". La cita es de 1 Rey 19: 18.
Delante de Baal.
En el griego Baal lleva artículo femenino. Algunas veces en la LXX (ver com. Ose. 2: 8; Sof. 1: 4) el nombre "Baal" está precedido por el artículo femenino definido, aunque el sustantivo "Baal" es masculino. Una explicación es que aunque Baal era un Dios masculino, el principal del panteón cananeo, el mayor número de estatuillas encontradas en Palestina es de diosas menores, relacionadas con el culto de Baal. Otra posible explicación del uso que hace Pablo del artículo femenino es que los judíos -que llegaron a sentir un intenso odio por el nombre de Baal- al leer acostumbraban reemplazar el nombre Baal con la palabra "vergüenza", que es del género femenino, Heb. bósheth, Gr. aisjún' (ver 1 Rey 18: 19, 25, LXX). Pablo puede haber tenido en cuenta esta sustitución cuando utilizó el artículo femenino.
5.
Así también.
En los días de Elías la apostasía de Israel no fue tan generalizada como parecía ser, pero el profeta, abatido, se imaginaba que sí lo era. En los días de Pablo el rechazo de Cristo de parte de los judíos tampoco había alcanzado la magnitud que podría imaginarse. Había quedado un remanente fiel como en el tiempo de Elías. Dios continuaba tratando a su pueblo en base a los mismos principios.
Remanente.
Gr. léimma, del verbo léipÇ, "dejar". "Resto" (BJ, NC), "residuo" (BC). Léimma no aparece de nuevo en el NT y sólo una vez en 2 Rey. 19: 4, LXX. En otros pasajes del NT "remanente" deriva de katáleimma (Rom. 9: 27) y de loipós (Apoc. 11: 13; 12: 17; 19: 21); sin embargo, su significado no es substancialmente diferente.
Por gracia.
Dios elige a los que constituyen su remanente, a los que aceptan las estipulaciones de la gracia. No pertenecen al remanente por las obras que han hecho, sino porque han aceptado gratuitamente la gracia 601 que les es ofrecida (vers. 6). La razón por la cual había quedado sólo un remanente de fieles en Israel, es que la mayoría de los judíos obstinadamente confiaban en sus propias obras en vez de depender de la gracia de Dios. Por eso Dios retiró su espíritu de gracia que habían rechazado, y dejó a los impenitentes en la dureza de sus corazones (vers. 7-10). El remanente fiel en los días de Pablo estaba constituido por los que aceptaron a Jesús como el Mesías y se hicieron miembros de la iglesia cristiana (ver HAp 301-302).
6.
Si por la gracia.
Es decir, si la elección del remanente es por gracia. En este versículo Pablo procura aclarar más allá de toda posible incomprensión, la doctrina de la justificación por la fe mediante la gracia de Dios. Si la salvación es por gracia, entonces ya no depende más de lo que el hombre haga, pues de lo contrario la gracia dejaría de ser gracia. Si el remanente hubiera merecido ser elegido, no habría habido necesidad de gracia de parte de Dios. La idea de la gracia inmerecida y gratuita es absolutamente contraria a la del salario que se gana o a la recompensa que se merece. Si la dádiva de la gracia de Dios pudiera ser ganada o merecida, entonces la gracia perdería su significado y su carácter específico. Sin embargo prácticamente nadie, excepto el remanente de Israel, lo han entendido así.
Ya no es gracia.
Es decir, la gracia deja de ser lo que una vez fue.
Si por obras.
La evidencia textual tiende a confirmar (cf. p. 10) la omisión de las restantes palabras de este versículo; sin embargo, su significado ya esta implícito en la primera parte del mismo.
7.
¿Que pues?
¿A que conclusión se debe llegar en cuanto a las verdades que acaban de presentarse? Dios no ha desechado a su pueblo Israel, ¿Entonces cual es la posición exacta de éste? Pablo ahora muestra que la declaración del cap. 9: 31 debe entenderse con este significado: es cierto que Israel como nación no ha alcanzado el propósito de Dios, sin embargo, el fracaso no es total; los elegidos, o sea una parte de Israel, han triunfado.
Lo que buscaba.
En el texto griego el verbo esta en presente, lo cual indica que la búsqueda aún continuaba. Israel, como pueblo, aún buscaba la justicia, la que todavía no había logrado obtener. El propósito de la búsqueda de Israel, más el hecho de que la buscaban en forma equivocada, ya se ha explicado (cap. 9: 31-32; 10: 2-3). También se ha repetido enfáticamente el principio básico afirmado en el cap. 11: 6.
Alcanzado.
Gr. epitugjánÇ,"acertar en el blanco", por lo tanto, "alcanzar", "obtener".
Los escogidos.
Pablo destaca que los que son salvados deben su salvación enteramente a la gracia de Dios y a la elección divina.
Fueron endurecidos.
Gr. pÇróÇ,"endurecer", "encallecerse", "volverse insensible" (cf. 2 Cor. 3: 14). La cita del AT que se halla en Rom. 11: 8, habla de Dios como de aquel de quien depende el endurecimiento. En el lenguaje no literal de la Biblia, con frecuencia se dice que Dios hace lo que no impide (ver com. 2 Crón. 18: 18).
Se ha explicado que los judíos creyentes y los gentiles creyentes son salvados solo por la gracia (Rom. 11: 6; cf. Efe. 2: 8), y que el resto de Israel ha sido endurecido no por que Dios lo hubiera desechado, pues no lo ha hecho (Rom. 11: 1-2), sino porque ellos procuraban establecer su justicia mediante sus propias obras y sin someterse a la justicia de Dios (cap. 10: 3).
8.
Como está escrito.
La cita consiste de una combinación de frases de Deut. 29: 4; Isa. 6: 9-10; 29: 10. El letargo espiritual de Israel no era nada nuevo en la historia de la nación.
Espíritu.
Un estado mental o de ánimo. Compárese con "espíritu angustiado" (Isa. 61: 3), "espíritu de mansedumbre" (1 Cor. 4: 21), "espíritu de esclavitud" (Rom. 8: 15).
Estupor.
Gr. katánuxis, que deriva de un verbo que significa literalmente "punzar violentamente" (ver Hech. 2: 37) y por lo tanto "aturdir", como el atolondramiento que causa un golpe o una emisión abrumadora (ver Gén. 34: 7 y Dan. 10: 5, LXX). Sin embargo, la palabra hebrea en Isa. 29: 10 significa "un sueño profundo", como el que cayó sobre Adán (Gén. 2: 21), Abrahán (cap. 15: 21) y los ayudantes de Saúl (1 Sam. 26: 12).
Que Dios es el que da ese espíritu de "embotamiento" debe entenderse en el mismo sentido en quien Dios es quien endurece el corazón de los hombres (ver. com. Rom. 9: 18; cf. com. cap. 11: 7). Desde que Adán cayó, la condición natural del hombre ha sido de insensibilidad espiritual (1 Cor. 2: 14); pero Dios procura por medio de su gracia cambiar esa condición y reanimar las facultades de percepción espiritual, y al mismo tiempo le presenta al hombre las verdades referentes a 602 su salvación. Pero si el hombre persistentemente se opone a esta gracia, Dios, que no fuerza la voluntad de nadie, retira su gracia y abandona al hombre a las consecuencias naturales de su obstinada resistencia.
Que no vean.
Cuando se rechaza la gracia divina el resultado es la falta de capacidad espiritual para discernir las cosas espirituales (1 Cor. 2: 14).
Hasta el día de hoy.
Compárese con el detallado relato que presentó Esteban de la historia de Israel para probar este rechazamiento (Hech. 7: 2-53).
9.
David dice.
La cita es de Sal. 69: 22-23, y no concuerda exactamente ni con el hebreo ni con la LXX. En el contexto original, el salmista invocaba la ira de Dios contra sus enemigos, a quienes también consideraba como enemigos de Dios (ver el comentario de los Salmos Imprecatorios, t. III, p. 630). Varios pasajes de este salmo son empleados por los escritores del NT como referencias proféticas concernientes al Mesías, el Doliente exento de pecado (ver com. Sal. 69); y estas palabras citadas por Pablo se aplican con toda razón a los que rechazaron a Cristo.
Convite.
Gr. trápeza, que puede traducirse "mesa" o también el alimento que se ofrece sobre ella; "mesa" (BJ, BC, NC). Los tárgumes interpretan que esta "mesa" está puesta delante del Señor, como en el caso de las comidas ceremoniales. Las bendiciones que disfrutaban los judíos se les convirtieron en una maldición. Lo mismo sucedió con las Escrituras que les fueron dadas divinamente y las leyes e instituciones religiosas en las que confiaban para obtener la vida y la salvación (Juan 5: 39-40; Rom. 2: 17; HAp 81-82; DTG 182): se convirtieron en una trampa y una red. Las dádivas que Dios les dio las tergiversaron y usaron mal, y fueron el motivo de su fracaso y de su persistencia en la incredulidad. Aun las mejores dádivas del cielo cuando se usan indebidamente, se tornan dañinas para el que las recibe.
10.
Sean oscurecidos sus ojos.
En cuanto al oscurecimiento de los ojos como símbolo de la ceguera espiritual que sobrevendría a Israel, ver com. Isa. 6: 9-10. Aunque los judíos poseían claras revelaciones de la voluntad de Dios, no comprendían el verdadero significado y el propósito de esas revelaciones, mientras que los gentiles, menos favorecidos, pero más dóciles, pudieron comprender.
Agóbiales.
Gr. sugkámptÇ, "doblar en dos", "plegar", como en el caso de los cautivos cuyas espaldas habían sido dobladas bajo las cargas. Este pasaje dice en el AT: "Haz temblar continuamente sus lomos" (Sal. 69: 23). La declaración de Pablo concuerda con la LXX. El cuadro que se sugiere es de temor servil y de desaliento. Este versículo describe adecuadamente la condición de los judíos desobedientes. Habían dedicado tanto tiempo su atención a las formas externas y a detalles mínimos de ritual y de las ceremonias, que quedaron destituidos de todo discernimiento espiritual y de la capacidad para apreciar la esencia de la moralidad y las verdades espirituales (cf. Mat. 23: 23-25; Mar. 7: 2-9). En sus continuos esfuerzos para establecer su propia justicia, aumentaban continuamente la carga de los deberes legales (ver Mat. 23: 4).
Pablo usa estas citas del AT para demostrar que el triste cuadro que ha presentado de la condición de sus compatriotas judíos, se apoya claramente en las Escrituras, en las cuales ellos creían. Además, la condición de pecado de Israel no era nueva, ya que había sido notoria desde los días de Moisés y los profetas.
11.
¿Han tropezado?
La construcción griega de la pregunta pide una respuesta negativa (cf. vers. 1), como si hubiera dicho: "No han tropezado como para que cayeran, ¿verdad?" Ciertamente los judíos habían tropezado, pues "tropezaron en la piedra de tropiezo" (cap. 9: 32-33). Muchos se escandalizaron en Cristo; pero debido a su tropiezo, el Evangelio fue llevado a los gentiles, y esto, a su vez, iba a resultar en un incentivo para los judíos.
Para que cayesen.
"Para quedar caídos" (BJ). La construcción griega puede interpretarse como que expresa un propósito o también un resultado. Este último es el significado apropiado en el contexto.
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4.
Transgresión.
Gr. paráptÇma, "resbalón [o caída] hacia el lado", "paso en falso". En la RVR paráptÇma se ha traducido como "ofensa" (Mat. 6: 14-15; Mar. 11: 25), como "pecado" (Rom. 5: 20; 2 Cor 5: 19; Efe. 1: 7; 2: 5; Col. 2: 13), como "falta" (Gál. 6: 1) y como "delito" (Efe. 2: 1).
A los gentiles.
Como los judíos rechazaron el Evangelio y aumentaron la violencia de su oposición, causaron en gran medida la predicación del Evangelio a los gentiles y, como resultado, 603 éstos lo aceptaron (cf. Hech. 8: 4; 11: 19-21). Esto fue lo que le sucedió a Pablo en Antioquía de Pisidia (Hech. 13: 45-49).
Para provocarles.
Es decir, a los judíos. Sus privilegios los habían hecho negligentes y apáticos; pero cuando vieran que otros hacían suyos los privilegios de Israel, despertarían de su apatía y sentirían el deseo de compartir las bendiciones de que ahora disfrutaban los gentiles.
12.
Transgresión.
Ver com. vers. 11.
Riqueza del mundo.
Los judíos habían sido llamados a ser misioneros de Dios para el mundo (ver t. IV, pp. 28-29); pero fracasaron en su tarea. El mundo había sido dejado en la ignorancia espiritual. El rechazo de la nación de Israel como los embajadores escogidos para el mundo y el llamamiento de la iglesia cristiana al evangelismo mundial (Mat. 28: 18-20), dio como resultado un poderoso movimiento misionero. El mundo gentil había oído de "las inescrutables riquezas" (Efe. 3: 8), y muchos aceptaron a Cristo.
Defección.
Gr. h'tt'ma, "pérdida", "derrota", "fracaso". Esta palabra sólo aparece una vez más en el NT, en 1 Cor. 6: 7, donde se ha traducido como "falta" (RVR) y "culpa grave" (VM). También aparece una sola vez en Isa. 31: 8, LXX, donde claramente significa "derrota". Este es el significado que Pablo le da aquí. La incredulidad de los judíos no sólo fue un paso en falso y una transgresión, sino también su derrota, y debido a esto fueron rechazados como la nación escogida y no hallaron lo que buscaban. Sin embargo, hay varios comentadores que entienden que h'tt'ma se refiere a la "disminución" (KJV) de Israel, argumentando que esa interpretación es una antítesis más exacta frente a la "plena restauración" del fin del versículo.
Riqueza de los gentiles.
Evidentemente debe entenderse como sinónimo de "riqueza del mundo".
Plena.
"Plenitud" (BJ, BC, NC). Gr. pl'rÇma. Esta palabra puede entenderse en sentido pasivo: "lo que ha sido llenado", "la totalidad"; o en sentido activo: "lo que llena hasta el borde", "colmo" (cf. Juan 1: 16; Rom. 13:10; 1 Cor. 10: 26; Efe. 1: 23; 3: 19; Col. 1: 19). Los comentadores no están de acuerdo en cuanto al significado exacto de este versículo, pero el sentido que le da Pablo parece ser claro. Si la pérdida y la derrota de los judíos fueron encauzadas por Dios para producir la riqueza de los gentiles, cuánto más la restauración de esa pérdida significaría riqueza para todos.
13.
Porque.
El griego tiene la conjunción de, que se traduce mejor "y", o "pero", o "mas". Pablo ha llegado a un punto donde su tema acerca de la condición de los judíos también tiene que ver con la posición de los gentiles (vers. 11-12); por lo tanto, se detiene para explicar, haciendo un paréntesis, que su amor por sus compatriotas y su celo por cumplir con su misión para con los gentiles persiguen el mismo fin. Su deseo de salvar a sus compatriotas judíos lo hace ser más celoso en su trabajo para la salvación de los gentiles, pues esto hará bien a sus compatriotas, y a su vez causará un bien mayor a los gentiles.
Vosotros. . . gentiles.
Pablo se ha estado refiriendo a los judíos en tercera persona: "han tropezado" (vers. 11; etc.), pero se dirige a los gentiles en segunda persona: "vosotros" (vers. 13-31). Este versículo es una indicación más de que la Iglesia de Roma estaba compuesta mayormente de gentiles (ver com. cap. 1: 13).
Por cuanto.
La frase griega es difícil de traducir exactamente. Un buen intento es el de la BJ: "Os digo, pues, a vosotros, los gentiles: Por ser yo verdaderamente apóstol de los gentiles, hago honor a mi ministerio".
Honro.
Gr. doxázÇ, "glorificar", "ensalzar".
Ministerio.
Pablo magnificaba su ministerio para con los gentiles, haciendo todo lo posible por llevarles el Evangelio. Está expresando la esperanza de que el éxito de su ministerio entre los gentiles resultara en una influencia favorable sobre los judíos (ver com. cap. 11: 11). Honraba su ministerio para despertar celos entre sus compatriotas judíos y así salvar a algunos de ellos (vers. 14).
14.
Provocar a celos.
Gr. paraz'lóÇ. Este verbo también ha sido traducido como "provocar a celos" en el vers. 11 y en el cap. 10: 19, lo cual armoniza con la profecía original de Deut. 32: 16, 21, citada en Rom. 10: 19.
Mi sangre.
"Mi raza" (BJ), es decir, "mis compatriotas" (cf. cap. 9: 3). La meta de Pablo era despertar en sus compatriotas el deseo de compartir las bendiciones que les fueron ofrecidas primero y que eran disfrutadas tan abundantemente por los gentiles.
Hacer salvos a algunos.
Cf. 1 Cor. 9: 22.
15.
Su exclusión.
Gr. apobol'. La palabra aparece en el NT sólo aquí y en Hech. 27: 22, donde se ha traducido como "pérdida" (RVR). Pablo había negado antes que Dios 604 hubiera desechado a su pueblo (Rom. 11: 1-2), pero aquí lo afirma; sin embargo, ambas declaraciones son verdaderas. La nación de Israel, como el instrumento escogido para la evangelización del mundo, ciertamente fue excluida; pero un remanente fiel había aceptado al Mesías, y los esfuerzos misioneros de la iglesia naciente hacían que su número aumentara continuamente (ver t. IV, pp. 37-38).
El tema del vers. 12 se repite en este versículo con un lenguaje diferente. Aunque Dios tenía que desechar a la mayor parte de su antiguo pueblo debido a su infidelidad, lo encauzó para que se reconciliaran con él aquellos que no lo habían "buscado" (cf. cap. 10: 20).
Reconciliación del mundo.
Pablo considera su ministerio como una obra de reconciliación (2 Cor. 5: 18-19; cf. Col. 1: 20). Después del rechazo de la nación de Israel (ver com. Rom. 11: 2, 12), el Evangelio de Cristo se ha propagado por las naciones del mundo, y los creyentes se han reconciliado en todas partes con Dios.
Admisión.
Gr. prósl'mpis, "aceptación", "recepción". Esta palabra no aparece en ningún otro pasaje del NT, pero se conoce su significado por el uso del verbo del cual deriva (cf. cap. 14: 3; 15: 7). Sin duda Pablo se está refiriendo a la recepción en la iglesia cristiana de los judíos que aceptaran a Cristo.
Vida de entre los muertos.
Algunos comentadores han entendido que esta frase significa literalmente que tan pronto como se haya cumplido el propósito de Dios de la "admisión" de Israel (ver com. "admisión"), también se habrá completado el propósito divino para la salvación del mundo y comenzará el reino de Cristo con la resurrección.
Sin embargo, la posición de este Comentario es que el lenguaje de Pablo es figurado (cf. Luc. 15: 24, 32). La frase "vida de entre los muertos" no equivale en ningún otro pasaje del NT a "la resurrección". Sin duda el apóstol se refiere al formidable despertar espiritual que se produciría en el mundo como resultado de la predicación del Evangelio. Muchos judíos que antes habían estado espiritualmente muertos aceptarían a Jesús y se unirían en la predicación del Evangelio. Compárese con HAp 305.
"Su admisión" no debe entenderse en el sentido que la nación de Israel recibirá nuevamente los privilegios y bendiciones de que había disfrutado antes, y que la nación literal de los judíos será de nuevo el pueblo escogido de Dios. Su rechazo como nación fue definitivo. Jesús presentó esto con toda claridad en su parábola de los labradores malvados (ver com. Mat. 21: 33-43). El "reino de Dios" les fue quitado y "dado a gente que" produjera "los frutos de él" (Mat. 21: 43); sin embargo, como individuos pueden ser salvados uniéndose a la iglesia cristiana (ver com. Rom. 11: 23-24).
16.
Primicias.
Pablo se está refiriendo a la ceremonia descrita en Núm. 15: 19-21, cuando se dedicaba una parte de la "masa" a Dios. La ofrenda de las primicias santificaba toda la "masa". Las primicias representaban la primera cosecha evangélica entre los judío (ver HAp 302).
Son santas, también.
Es decir, toda la masa: los que posteriormente se convirtieran en miembros de la iglesia cristiana.
Masa.
Gr. fúrama, literalmente "lo que está mezclado".
Raíz.
Pablo usa una segunda metáfora para expresar la misma idea. Si la raíz es santa, también lo será todo el árbol (ver com. "son santas, también"). Se describe a Israel como si fuera un árbol.
17.
Algunas de las ramas.
Jeremías había simbolizado a Israel con un olivo (Jer. 11: 16; cf. Ose. 14: 6). Compárese también con el símbolo de la viña en el AT (Sal. 80: 8; Isa. 5: 7). Jesús se comparó a sí mismo con una vid y a sus discípulos con los pámpanos (Juan 15: 1-6).
Fueron desgajadas.
La referencia es a los judíos incrédulos que, al rechazar a Jesús, no sólo sellaron su propia suerte sino también la de la nación. El reino de Dios les fue quitado y "dado a gente que" produjera "los frutos de él" (Mat. 21: 43).
Olivo silvestre.
O "acebuche" (BC, NC, VM). Este símbolo representa adecuadamente la condición de los gentiles, que no habían sido favorecidos con los privilegios religiosos de los judíos.
Has sido injertado.
Pablo no está hablando de una posibilidad futura, sino de algo que ya ha sucedido en el caso de muchos gentiles. Normalmente nunca se hace un injerto de la rama de un árbol silvestre en el tronco de un árbol cultivado. Lo natural es injertar un brote tierno y escogido en un tronco silvestre. Pablo expresamente declara que el injerto de los gentiles en el tronco de Israel fue 605 "contra naturaleza" (vers. 24). El llamamiento y la conversión de los gentiles fue en contra de lo que esperaban los judíos.
En lugar de ellos.
Es decir, en lugar de las ramas que fueron desgajadas. La traducción "entre ellas" (BC, VM) significa "entre las buenas ramas".
Has sido hecho participante.
Cf. Efe. 3: 6. Los cristianos gentiles llegaron a ser participantes del eterno plan de Dios para la salvación.
18.
No te jactes.
Está completamente fuera de lugar que los cristianos gentiles, que deben todo a las bendiciones de la salvación de las cuales Israel había sido llamado a ser el portavoz, se jacte ante los judíos que han caído.
19.
Las ramas.
En griego se omite el artículo definido, permitiendo así la traducción "algunas ramas". No todas las ramas fueron desgajadas.
Dirás.
Pablo ya había explicado que el rechazo de los judíos había resultado en el enriquecimiento de los gentiles (ver com. vers. 11-15); pero que sería egoísmo y arrogancia suponer, como en esta réplica imaginaria, que Dios había desechado a algunos de su pueblo con el único y directo propósito de proporcionar las bendiciones de la salvación a los gentiles, como si éstos fueran de más valor que los judíos. El egoísmo está implícito en el texto griego por el pronombre personal enfático ego, "yo": "para que yo fuese injertado".
20.
Bien.
Gr. kalÇs, que significa "bien", pero se usa con el sentido de "es verdad", "aceptado" (cf. Mar. 12: 32). Pablo admite la verdad de la declaración de que las ramas fueron desgajadas, pero con el resultado de que otras fueron injertadas.
Incredulidad.
Gr. apistía, "falta de fe". Compárese con la palabra pístis, que se traduce "fe" en la siguiente frase. La estrecha relación entre estas dos palabras se ve claramente en el griego.
Por la fe estás en pie.
Pablo se apresura a corregir la falsa deducción expresada en el versículo anterior, recordando a los cristianos gentiles cómo habían llegado a ser miembros del Israel espiritual. Los judíos habían sido desechados por causa de su incredulidad, y los gentiles aceptados debido a su fe. Cuando se reconoce la verdadera causa del rechazo de Israel, no queda ningún motivo para que el cristiano gentil se jacte. Debe ser más bien una advertencia para que se aferre a su fe como la única condición que le permite permanecer seguro como una rama del árbol. Por lo tanto, se le dice "no te ensoberbezcas" debido a tus nuevos privilegios y tu nueva condición, sino ten cuidado, no sea que caigas como cayeron los otros. Ver com. cap. 3: 3; 10: 17.
No te ensoberbezcas.
O "deja de pensar grandezas"; es decir, "no te engrías" (BJ, NC). Los cristianos gentiles no tenían más méritos propios que los que tenían los judíos que fueron desechados. Por eso no debían engreírse. Además, la fe no puede existir en el hombre cuya "alma. . . se enorgullece" (Hab. 2: 4).
Sino teme.
La confianza excesiva y el falso sentimiento de seguridad conducirían a los mismos desastrosos resultados que habían sufrido los judíos. Compárese con Heb. 4: 1.
21.
No perdonó.
Este versículo explica la razón por la cual los conversos gentiles debían sentir temor. A pesar de sus privilegios mayores, Dios no perdonó a las ramas naturales cuando pecaron; y mucho mayor es el motivo para que el injerto silvestre tema que Dios no lo perdone si comete el mismo pecado.
22.
Bondad.
Gr. jr'stót's, "benevolencia", "mansedumbre" (ver com. cap. 3: 12).
Severidad.
Gr. apotomía, "lo que corta o amputa". Por lo tanto, "lo que es inflexible en su rigor". Esta palabra que no aparece en ninguna otra parte del NT, deriva del verbo apotémnÇ, "cortar", "separar". De la misma raíz deriva el adverbio apotómÇs, "severamente", que se ha traducido como "usar de severidad" (2 Cor. 13: 10) y "duramente" (Tito 1: 13). El trato de Dios con los gentiles de esta que está lleno de bondad y tolerancia para con los hombres (cf. Rom. 2: 4). Su bondad siempre se manifestará en aquellos que confían en él y no en sus propios méritos en la posición del privilegio de que disfrutan. Pero el trato de Dios con los judíos revela por otro lado, la severidad que debe ejercer con los que confían en sí mismos.
Con los que cayeron.
Es decir, los judíos desobedientes.
Para contigo.
Es decir, los gentiles.
Si permaneces.
La única forma de continuar el amparo de la bondad de Dios o de su gracia (Hech. 13: 43) es permanecer firme "en la fe" (Col. 1: 23), sin que la incredulidad separe de la misericordia concedida. Este 606 versículo claramente enseña la posibilidad de caer de la gracia. El hombre puede despreciar y rechazar la bondad de Dios, y ser desechado.
23.
Y aun ellos.
Dios no sólo tiene la voluntad sino también el poder para restaurar a aquellos a quienes ha desechado. El hecho de que Dios tiene tal poder para restaurar, queda ilustrado por el poder que ha desplegado en la conversión de los gentiles, como se describe en el versículo siguiente.
24.
¿Cuánto más?
La conversión experimentada por los gentiles, quienes procedían del paganismo entenebrecido, da motivo para creer que Dios bien puede restaurar individualmente a los israelitas que ha desechado.
25.
Ignoréis.
Cf. Rom. 1: 13; 1 Cor. 10: 1; 12: 1; 2 Cor. 1: 8; 1 Tes. 4: 13.
Misterio.
Gr. must'rion, en el griego clásico significa "cosa oculta", "secreto". Se relaciona con múst's, "iniciado en los misterios". La flexión verbal muéÇ significa "iniciar", y se relaciona con múÇ, "cerrar, especialmente ojos y boca".
Must'rion, generalmente usado en plural, must'ria, entre los paganos significaba secretos o doctrinas secretas que sólo debían ser dadas a conocer a los que habían sido especialmente iniciados. Era el término técnico para las celebraciones y los ritos secretos, y también para los elementos simbólicos y los ornamentos que usaban en esas ceremonias religiosas. En cuanto al uso del término "misterio" en la literatura de Qumrán, ver t. V, p. 93-94.
En el NT must'ríon se refiere a algo que Dios desea hacer conocer a aquellos que están dispuestos a recibir su revelación, y no algo que desea mantener en secreto. En los escritos de Pablo tiene el significado de algo que, aunque no se puede entender plenamente sólo mediante la razón, ahora ha sido dado a conocer por medio de la revelación divina (cf. cap. 16: 25-26; etc.). En Apoc. 1: 20; 17: 5, 7 se refiere a un símbolo que debe ser interpretado para que pueda ser bien comprendido.
Pablo consideraba que tenía la misión de hacer conocer el misterio "que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos" (Rom. 16: 25; cf. 1 Cor. 2: 7, Efe. 3: 3-4). El propósito eterno de Dios de redimir al hombre en Cristo ahora ha sido declarado en el cristianismo. De ese modo Pablo describe toda la revelación cristiana como un misterio (Rom. 16: 25; 1 Cor. 2: 7-10; Efe. 1: 9; 6: 19; Col. 1: 26; 2: 2; 1 Tim. 3: 9). Aplica el término a la encarnación de Cristo (1 Tim. 3: 16), a la unión de Cristo con su iglesia simbolizada mediante el casamiento (Efe. 5: 32), a la transformación de los santos cuando Cristo venga por segunda vez (1 Cor. 15: 51), a la oposición del anticristo (2 Tes. 2: 7) y, especialmente, a la admisión de los gentiles en el reino de Cristo (Rom. 16: 25-26; Efe. 3: 1-6; Col. 1: 26-27).
El misterio que Pablo está declarando ahora es el propósito de Dios de salvar en su reino tanto a los judíos como a los gentiles. El endurecimiento de Israel será usado de alguna manera y en una forma que está más allá de la comprensión humana (Rom. 11: 33), para dar lugar a la culminación de ese plan divino.
Arrogantes en cuanto a vosotros mismos.
Literalmente "sabios en vosotros mismos". Pablo está preocupado de que los gentiles no se infatúen suponiendo que su aceptación en lo que los judíos habían rechazado se debía en alguna forma a sus propios méritos. No había motivo para que los gentiles creyentes despreciaran a los judíos desobedientes. Esta frase indica que los "hermanos" a los cuales Pablo se está dirigiendo en particular, son cristianos gentiles, a los cuales se ha estado dirigiendo desde el vers. 13.
Endurecimiento.
Aquí indica "embotamiento mental", "insensibilidad espiritual".
En parte.
El endurecimiento no ha sobrevenido a todo Israel sino sólo a una "parte". El "remanente escogido por gracia" no ha sido afectado (vers. 5). "Algunas de las ramas", no todas, "fueron desgajadas" (vers. 17).
Hasta.
El endurecimiento "en parte" será el estado espiritual de los judíos hasta el mismo fin del tiempo. Las dos expresiones clave en este pasaje son: "la plenitud de los gentiles" y "todo Israel" (vers. 26). Si en estas expresiones, como algunos sostienen, Pablo abarca literalmente a toda la población gentil y a "todo Israel", es decir, a toda la raza judía según la carne, entonces es evidente que enseña la salvación universal. Pero cualquiera que sea la enseñanza de Pablo en este difícil pasaje, es seguro que no enseña la salvación universal, pues en sus escritos hay numerosas afirmaciones inequívocas que se oponen a esta doctrina (Rom. 1: 18, 32; 2: 1-11; 2 Tes. 1: 7-10; etc.). 607 Dios no impone la salvación a nadie. Si los hombres prefieren insensibilizar su corazón frente al Evangelio, él no interfiere con esa elección. El endurecimiento es obra de su propia elección, y no debe atribuirse a Dios ninguna responsabilidad de ellos (ver com. Rom. 9: 18). Dios sólo puede salvar de una nación a los que procedan de acuerdo con las estipulaciones de la gracia.
Haya entrado.
Es decir, hasta que entre en el reino de Cristo la comunidad del pueblo de Dios simbolizado por el buen olivo, y en el cual ya han sido injertados algunos de los gentiles.
Plenitud.
Ver com. vers. 12, donde Pablo menciona la "plena restauración" de los judíos. "La plenitud de los gentiles" debe entenderse que se refiere, naturalmente, a aquellos gentiles que, mediante el Evangelio, aceptan las condiciones de la salvación.
26.
Y luego.
Gr. kai hóutÇs, "y así", "y de este modo". El adverbio expresa manera y no conclusión o tiempo.
Todo Israel.
Ya se ha mostrado (ver com. vers. 25) que Pablo no está enseñando la salvación universal ni de los gentiles ni de los judíos. Además, ¿por qué sólo la generación de judíos que vivirá en el tiempo del fin habría de recibir la salvación por una especie de decreto divino? Pablo ha expresado su esperanza de que "algunos de ellos" (vers. 14) pudieran ser salvos. Resulta evidente que él creía que muchos rechazarían todos los esfuerzos por salvarlos, y que por lo tanto nunca creyó que se salvaría toda la nación.
Algunos comentadores sostienen que el remanente fiel (ver com. vers. 5), al cual se añaden los judíos que aceptan a Cristo durante la era cristiana, constituyen "todo Israel" que será salvo. Este punto de vista se basa en la idea de que la preocupación de Pablo en el cap. 11 es la salvación de sus compatriotas israelitas. Aquí contrasta la salvación de los judíos con la de los gentiles. En todo el capítulo se establece una distinción entre los dos grupos al hacer referencia a los judíos en tercera persona, y a los gentiles, en segunda persona. La salvación de los primeros se describe mediante la expresión "todo Israel será salvo"; la de los segundos, con las palabras "hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles".
Otros comentadores sostienen que "todo Israel" representa al Israel espiritual. Esta opinión se basa en la creencia de que Pablo está completando su ilustración del olivo. Ya ha mostrado cómo las ramas representan a los judíos incrédulos que fueron desgajados, y las ramas del olivo silvestre representan a los gentiles injertados. También ha explicado cómo las ramas cortadas podrían volver a juntarse con el tronco original. Por medio del injerto de esas ramas se completaría otra vez el árbol que representa al Israel espiritual. En esta forma "todo Israel" simbolizaría a la totalidad de los salvados, judíos y gentiles, los cuales juntos constituyen "todo" el verdadero Israel (Rom. 2: 28-29; Gál. 6: 15-16).
Como está escrito.
La cita es de Isa. 59: 20-21; 27: 9, y concuerda más con la LXX que con el hebreo. En lugar de lo que dice la LXX, "por causa de Sión", la cita de Pablo dice "saldrá de Sión". La modificación puede deberse a pasajes como Sal. 14: 7; 50: 2; 53: 6; Isa. 2: 3; Miq. 4: 2.
Sion.
Es decir, Jerusalén (ver com. Sal. 48: 2).
Libertador.
El texto hebreo de Isa. 59: 20 dice go'el, "redentor" (ver com. Job 19: 25; cf. Deut. 25: 5-10; Rut 3: 12-13; 4: 7-10).
Jacob.
Es decir, Israel (ver Núm. 23: 21; Sal. 78: 5, Miq. 3: 8).
Impiedad.
Gr. asebéia, "impiedad en pensamientos y hechos", "irreligiosidad". La predicción de Isaías expresaba la esperanza de que un reavivamiento se propagaría por las filas del apóstata Israel y que, a la larga, la nación cumpliría su destino divino. Pablo muestra cómo la profecía hallará su cumplimiento no con la nación judía, sino con los judíos que individualmente acepten a Jesús como el Mesías y sean injertados en el tronco del verdadero Israel (cf. vers. 23).
27.
Mi pacto.
Literalmente "el pacto de parte de mí". La base del nuevo pacto de Dios con Israel era el perdón divino de los pecados de esa nación (ver Jer. 31: 31-34). Cuando el Redentor conduzca al remanente (Rom. 9: 27) de los apóstatas descendientes de Abrahán a apartarse de su transgresión, entonces será renovado con ellos el pacto que fue quebrantado, y Dios no se acordará más de sus pecados. Compárese con Heb. 8: 6-13.
28.
Enemigos.
Quizá sea una referencia a hostilidad de los judíos contra el Evangelio, o al hecho de que al rechazar a Cristo se convirtieron en verdaderos enemigos de Dios.
Por causa de vosotros.
El resultado de la 608 exclusión de ellos ha sido el llamamiento de los gentiles, como Pablo ya lo ha explicado (vers. 11-12, 15, 19).
En cuanto a la elección.
Gr. "según la elección", que aquí se refiere probablemente al principio de elección, es decir, al hecho de que Dios eligió a Israel para que fuera su pueblo, y de entre ellos salvará al remanente que cree.
Amados.
Cf. cap. 9: 25. Aunque los judíos han sido rechazados, Dios todavía los ama.
Por causa de los padres.
Cf. Hech. 3: 25; Rom. 9: 4-5.
29.
Irrevocables.
Gr. ametamél'tos, "sin remordimiento". "Sin arrepentimiento" (BC, NC, RVA). Esta palabra aparece por segunda y última vez en el NT en 2 Cor. 7: 10. Dios no ha cambiado su pensamiento en cuanto a Israel. La nación fracasó y fue rechazada (ver com. Mat. 21: 33-46), pero será salvado un remanente. Dios no se ha arrepentido de haber llamado y dado dones a la descendencia de Abrahán (Núm. 23: 19; 1 Sam. 15: 29; Sal. 89: 34-36; Eze. 24: 14; Tito 1: 2; Heb. 6: 18; Sant. 1: 17). Los hombres pueden fracasar, y quizá Dios tenga que cambiar su método, pero nunca abandona su propósito. Pablo expresa esta verdad como una razón para creer que Dios todavía ofrece perdón y salvación al pueblo a quien llamó y eligió y sobre el cual ha prodigado tantas bendiciones (Rom. 9: 4-5).
Dones.
Gr. jarísmata, "dones de gracia gratuita" (ver com. cap. 5: 15; 6: 23).
Llamamiento.
En cuanto a la naturaleza del llamamiento de Dios, ver com. cap. 8: 30.
30.
En otro tiempo.
Es decir, antes de la predicación del Evangelio entre los gentiles. Dios había elegido a los judíos para que fueran sus embajadores en el mundo, pero habían fracasado miserablemente en su misión de evangelizar el mundo. Si bien en el AT hay vislumbres de la salvación de los gentiles (Isa. 56: 2-7; 60; 66: 19), en tiempos de Pablo la invitación se extiende generosamente a todos los gentiles.
Desobedientes.
Su desobediencia anterior debía reprimir cualquier sentimiento no caritativo que los gentiles pudieran estar inclinados a albergar en cuanto a la desobediencia de los judíos de entonces (vers. 18-20).
Desobediencia.
La desobediencia de los judíos dio como resultado que el Evangelio fuera llevado a los gentiles (Hech. 13: 46).
31.
Así también éstos.
Pablo habla ahora de los judíos. Por causa de su desobediencia se habían colocado al nivel de los gentiles.
Por la misericordia concedida a vosotros.
Los judíos perdieron el derecho a los privilegios de la relación como pueblo del pacto, pero pueden ser recibidos de nuevo dentro de los alcances de esa relación en la misma forma como fueron recibidos los gentiles. Algunos comentadores consideran esto como una referencia adicional a que Israel fue impulsado a experimentar un bendito celo cuando vio que los gentiles disfrutaban de la misericordia y de las bendiciones de Dios (vers. 11). Dios usa así la desobediencia de los judíos como una ocasión para extender su misericordia a los gentiles (Hech. 13: 46). Luego, a su vez, usa la revelación de su misericordia hacia los gentiles para impartir nuevamente misericordia sobre los judíos.
32.
Sujetó a todos.
Gr. sugkléiÇ, "encerrar juntos", "encerró a todos" (BJ). Así como una red encierra una multitud de peces (Luc. 5: 6). Este verbo griego también se usa en Gál. 3: 22-23. El significado de la frase "Dios sujetó [literalmente 'encerró'] a todos en desobediencia" se aclara con la traducción de Sal. 78: 62, LXX: "Entregó también a su pueblo a la espada"; literalmente "los encerró para la espada". Pablo ya ha descrito cómo Dios ha entregado a los hombres a sus pecados (ver com. Rom. 1: 24; cf. com. cap. 1: 18).
En este versículo Pablo declara que la manera como Dios trata a la humanidad, aunque a veces es difícil de entender, está de acuerdo con su gran esfuerzo por salvarla. Hasta la forma en que el hombre se opone a Dios es convertida por el Señor en un recurso para llevar a cabo su plan. No se trata de que Dios desee que el hombre cometa el pecado de incredulidad y desobediencia; pero cuando ya existe el pecado, Dios sabe cómo disponer el esquema del gobierno del mundo de tal manera que el mal se encauce para bien.
Por lo tanto, cuando permite que el hombre quede sujeto a las consecuencias naturales de su propia rebelión, Dios procura enseñarle la atrocidad del pecado y revelarle su absoluta debilidad cuando está separado del poder divino. Al dejar que los que tratan de establecer su justicia mediante sus propias obras cosechen los resultados inevitables de su necedad, Dios se esfuerza para que sea claro para todos que la salvación se puede alcanzar únicamente por la fe en él y sometiéndose 609 al amor, la misericordia y el poder transformador que se revelan en Cristo.
A todos.
Literalmente "los todos", o sea "todos los hombres", judíos y gentiles.
Misericordia de todos.
No todos quieren aceptar la misericordia de Dios y someterse a ella. Los hombres tienen aún la libertad de oponerse y rechazarla; pero Dios está listo y dispuesto a tener misericordia de todos (2 Ped. 3: 9). Todo su trato sabio y paciente con el hombre caído ha sido encauzado hacia el cumplimiento de este único propósito: la revelación del amor divino en la salvación de los pecadores.
33.
Profundidad.
Es decir, inmensurable e inextinguible plenitud. Compárese con "tus juicios, abismo grande" (Sal. 36: 6). Pablo ha llegado al punto culminante de su tema. Comenzó con la condenación de todos (Rom. 1; 2), pero ha concluido hablando de misericordia para todos. La ira manifestada "contra toda impiedad e injusticia de los hombres" (cap. 1: 18), ha cedido su lugar a la misericordia que abarca a toda la gente de la tierra. Esta gran verdad, que Pablo ha resumido en cap. 11: 32, lo lleva a una exclamación en la que reconoce la infinita sabiduría y bondad de Dios.
Riquezas.
Compárese con Rom. 2: 4; 9: 23; 10: 12; Efe. 1: 7, 18; 2: 7; 3: 16; Fil. 4: 19. Por medio de estos recursos insondables de gloria y gracia, Dios ha podido extraer bien aun del mal.
De la sabiduría.
La primera parte de este versículo también podría traducirse: "¡Oh profundidad de riquezas y de sabiduría y de conocimiento de Dios!" La sabiduría de Dios que todo lo abarca, se ha manifestado en el maravilloso encauzamiento de los sucesos para la realización de los propósitos divinos de salvación (cf. 1 Cor. 1: 21-24; Efe. 3: 9-11).
Juicios.
O "decisiones" como aquellas por las cuales Israel fue rechazado y fueron admitidos los gentiles. Para la razón humana que carece de una ayuda superior, esos juicios son tan insondables como el "abismo grande" (Sal. 36: 6).
Inescrutables.
Gr. anexijnístos, "que no puede rastrearse" o "entenderse". Esta palabra aparece una vez más en el NT en Efe. 3: 8. El libro de Job es un comentario del inescrutable misterio de los caminos de Dios (Job 5: 9; 9: 10). Se puede conocer algo de la sabiduría de Dios (Rom. 1: 20), pero no todo (cf. Ecl. 8: 17). Aun Pablo, con su gran intelecto y su aguda perspicacia que penetra en las cosas de Dios, se siente impulsado a reconocer que las decisiones de Dios y sus caminos están más allá de la limitada comprensión del hombre. Dios nos revela de su sabiduría y propósitos sólo lo que es para nuestro bien; pero, más allá de esto debemos depender de las amplias evidencias de su amor, misericordia y poder.
34.
¿Quién entendió?
La cita proviene de Isa. 40: 13, y concuerda con el texto de la LXX (cf. 1 Cor. 2: 16). En hebreo dice: "¿Quién ha dirigido el Espíritu del Señor, o siendo su consejero le ha enseñado?" Pablo ahora justifica las exclamaciones de Rom. 11: 33 con pasajes del AT que hablan del conocimiento, la sabiduría y las riquezas de Dios. Las dos partes de este versículo hablan del conocimiento de Dios y de su sabiduría; el vers. 35, de sus riquezas.
35.
¿Quién le dio a él primero?
La cita es de Job 41: 11. Ninguno de los dones del cielo puede ser considerado como retribución de un favor o dádiva que previamente se haya dado a Dios. Todas sus bendiciones emanan de su propia gracia generosa. Pablo se ocupa una vez más del error fundamental de los judíos que se justificaban a sí mismos: la falsa idea de que los hombres pueden ganar el favor de Dios mediante sus obras meritorias.
36.
Porque de él.
Este versículo da la razón por la cual nadie puede hacer que Dios sea su deudor, pues todas las cosas fueron creadas por él (Hech. 17: 24-25; 1 Cor. 8: 6). Todo lo creado debe su continua existencia y actividad a Aquel que todavía "hace todas las cosas en todos" (1 Cor. 12: 6; cf. Hech. 17: 28; Heb. 2: 10), y todas las cosas son dirigidas hacia la realización de los propósitos divinos y la gloria de su nombre.
A él sea la gloria.
Compárese con Rom. 16: 27; Gál. 1: 5; Fil. 4: 20; 2 Tim. 4: 18; Heb. 13: 21. Con esta breve, aunque sublime doxología, Pablo llega al fin de la sección más doctrinal y argumentativa de su epístola.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-5, 11-15 HAp 301
16 7T 249 610
16-22 HAp 302; 4TS 329
17-21 PVGM 248
23-36 HAp 303
33 CC 107; CM 326; CS 581; DTG 32; Ed 168; FE 179; 2JT 98, 303; 3JT 260; MC 331, 345; MeM 22, 26, 187, 299; 5T 301; 8T 285, 287; TM 382; 4TS 328
34-36 MC 341; 8T 282

ROMANOS CAPÍTULO 12       AUDIO
1 Las misericordias de Dios deben movernos a agradarle. 3 Nadie debe tener un concepto demasiado elevado de sí mismo, 6 sino servir de acuerdo con el don que ha recibido. 9 Se requiere de nosotros amor y muchos otros deberes. 19 Se prohibe especialmente la venganza.

1 ASÍ que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,
5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;
7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;
8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.
9 El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.
10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.
11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.
15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.


1.
Así que.
Podría referirse de nuevo y especialmente a la declaración de la misericordia de Dios que todo lo abarca (cap. 11: 32-36), o en una forma más general a todo el tema precedente de la epístola, cuya culminación está en el cap. 11: 32-36. El creyente ha sido justificado por la fe en Cristo y restaurado para que ame y confíe como hijo adoptivo de Dios, por lo tanto debe vivir una vida de pureza y santidad de acuerdo con su 611 nueva situación. Por eso Pablo aclara que la doctrina de la justificación por la fe y la salvación por la gracia no fomentan ni permiten la impiedad, ni tampoco un negligente menosprecio de los mandamientos de Dios. Por el contrario, el creyente que ha sido justificado y está siendo santificado llega a estar aun más dispuesto a obedecer, pues "la justicia de la ley" se está cumpliendo en él (cap. 8: 4). Con amor y gratitud procura aun más fervientemente conocer, entender y cumplir "la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (cap. 12: 2).
Os ruego.
Pablo procede ahora a considerar la aplicación práctica de la doctrina de la justificación por la fe que ha explicado tan cuidadosamente en los cap. 1-11. La justificación por la fe no sólo significa el perdón del pecado, sino también una vida nueva. Incluye santificación y justificación, transformación y reconciliación. El propósito de Dios es restaurar completamente a los pecadores para hacerlos idóneos para vivir en su presencia.
Misericordias.
Gr. oiktirmós, palabra que expresa la más tierna compasión (ver 2 Cor. 1: 3). Es un término más enfático que eleos, el vocablo que se traduce "misericordia" en Rom. 11: 31. Pablo presenta esta tierna compasión como el motivo para la obediencia. Dios ha demostrado una misericordia tan grande al dar a su Hijo para que muriera por los pecadores y al perdonar sus rebeliones, que debieran con gozo consagrarse a él.
Presentéis.
Gr. paríst'mi, "colocar al lado", por lo tanto, "presentar". Compárese con el uso de esta palabra en Luc. 2: 22; Efe. 5: 27; Col. 1: 28.
Vuestros cuerpos.
Pablo primero exhorta a los cristianos a que consagren su cuerpo a Dios, y después los insta a presentarle sus facultades intelectuales y espirituales (vers. 2). La verdadera santificación es la consagración de todo el ser: "espíritu, alma y cuerpo" (1 Tes. 5: 23), el armonioso desarrollo de las facultades físicas, mentales y espirituales, hasta que la imagen de Dios -en la cual fue creado el hombre- sea perfectamente restaurada (Col. 3: 10).
La condición de la mente y del alma depende en gran medida de la condición del cuerpo. Por lo tanto, es esencial que las facultades físicas sean conservadas en óptima salud y en el mejor vigor posible. Cualquier práctica dañina o complacencia egoísta que disminuya la fortaleza física dificulta el desarrollo mental y espiritual. El enemigo de las almas conoce bien este principio, y por lo tanto dirige sus tentaciones al debilitamiento y a la degradación de la naturaleza física. Los resultados de esa mala obra eran perfectamente evidentes para Pablo quien procuraba rescatar a los paganos de sus prácticas degradantes (ver Rom. 1: 24, 26-27; 6: 19; Col. 3: 5, 7) y se esforzaba por afirmar a los nuevos conversos en pureza de vida (ver 1 Cor. 5: 1, 9; 6: 18; 11: 21; 2 Cor. 12: 21). Por lo tanto, los exhorta a que presenten sus "miembros" a Dios como "instrumentos de justicia" (Rom. 6: 13; cf. 1 Cor. 6: 15, 19; 7: 34). El cristiano debe someter las tendencias de su naturaleza física bajo el dominio de las facultades más elevadas de su ser, y éstas a su vez deben estar sometidas al control de Dios. "La Facultad regia de la razón, santificada por la gracia divina, debe regir la vida" (PR 359). Sólo entonces el creyente puede ser hecho idóneo para ofrecer a Dios un "culto racional" (ver com. "racional" y "culto").
Sacrificio vivo.
Los sacrificios del sistema ceremonial del AT consistían de animales muertos. El sacrificio cristiano consiste de una persona viva. El adorador cristiano se presenta vivo, con todas sus energías y facultades consagradas al servicio de Dios.
Santo.
A los judíos se les había prohibido expresamente que ofrecieran en sacrificio un animal que fuera cojo o ciego, o que tuviera una deformidad (Lev. 1: 3, 10; 3: 1; 22: 20; Deut. 15: 21; 17: 1; Mal. 1: 8). Cada ofrenda era examinada cuidadosamente, y si se descubría en ella cualquier defecto, el animal era rechazado. Los cristianos también deben presentar su cuerpo en la mejor condición posible. Todas sus facultades y capacidades deben ser conservadas en pureza y santidad, pues de lo contrario la consagración del cristiano no puede ser aceptable delante de Dios.
Esta no es una exigencia arbitraria. Dios desea la completa restauración de los creyentes. Esto incluye necesariamente la purificación y el fortalecimiento de las facultades físicas, mentales y espirituales. Por eso el cristiano que se somete por fe a la forma que Dios tiene de salvar al hombre, gozosamente obedecerá esta orden de considerar la salud de su cuerpo como un asunto de máxima importancia. Proceder de otra manera es estorbar la obra divina de la restauración.
Agradable.
Ver Fil. 4: 18; Col. 3: 20; Tito 2: 9. 612 El Dios que amó al mundo de tal manera que dio a su Hijo para salvar a los pecadores, "se agrada" cuando los hombres se apartan de los hábitos con los cuales se destruyen a sí mismos, y se entregan plenamente al Señor. De esa manera hacen que él pueda cumplir su bondadoso propósito de rescatarlos y llevarlos a la perfección con que originalmente fue creado el hombre.
Culto.
Gr. latréia. Este término implica un acto de servicio religioso o de adoración. Compárese con su uso en Heb. 9: 1 y Rom. 9: 4. Pablo está hablando de un culto que tiene que ver con la mente, la razón, el alma, como algo diferente de lo que es externo y material. La consagración que hace el cristiano de sí mismo a una vida de pureza y santidad es un acto de culto espiritual. Ya no ofrece más animales en sacrificio, sino se ofrece a sí mismo en un acto de servicio religioso que involucra su razón. Por eso Pedro describe a los creyentes como "un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Ped. 2: 5; cf. CRA 82).
Este versículo atribuye un profundo significado a los principios de una vida saludable. El creyente cumple con un acto de culto espiritual al ofrecer a Dios un cuerpo santo y sano, junto con una mente consagrada y un corazón dedicado, porque al proceder así somete todo lo que hay en él a la voluntad de Dios y así abre el camino para la plena restauración en él de la imagen divina. Conservar las facultades físicas en la mejor condición posible es un acto de servicio religioso. Esto se debe a que el cristiano glorifica a Dios en su cuerpo (1 Cor. 6: 20; cf. 1 Cor. 10: 31) cuando sirve como ejemplo vivo de la gracia salvadora de Dios y participa con gran fuerza y energía en la obra de difundir el Evangelio. En esta forma fue como la corte de Babilonia contempló en Daniel y en sus compañeros "una ilustración de la bondad y beneficencia de Dios, así como del amor de Cristo" (PR 359). Sus vidas puras y su notable desarrollo físico, mental y espiritual fueron una demostración de lo que Dios hará por aquellos que se entregan a él y procuran realizar los propósitos divinos. Ver com. Dan. 1: 12, 18.
Racional.
Gr. logikós, "razonable", "espiritual', "lógico". Esta palabra aparece sólo una vez más en el NT en 1 Ped. 2: 2, donde se ha traducido como "espiritual" (ver comentario respectivo).
2.
Conforméis.
Gr. susj'matízÇ, "conformarse uno al molde de otro". Este verbo también se usa en 1 Ped. 1: 14.
Siglo.
Gr. aiÇn, "edad" o "siglo" (ver com. Mat. 13: 39; 24: 3). La expresión "los hijos de este siglo" (Luc. 16: 8; 20: 34) podría traducirse "los hijos de este mundo", como se lee en la BJ. El cristiano no debe vivir de acuerdo con los usos de este siglo, como acostumbraba hacerlo cuando vivía según la carne (Rom. 8: 12); por el contrario, debe experimentar una completa transformación por medio de la renovación de su mente.
Transformanos.
Gr. metamorfóÇ, verbo del cual deriva la palabra "metamorfosis". En Mat. 17: 2; Mar. 9: 2 se usa para describir la transfiguración de Cristo; en 2 Cor. 3: 18 describe la transformación del creyente a la imagen de Cristo. Pablo está diciendo que el cristiano no debe copiar las costumbres externas y mudables de este mundo, sino ser plenamente transformado en su naturaleza íntima. La santificación incluye una separación externa del creyente de todas las costumbres profanas del mundo y una transformación interior. En otros pasajes del NT este cambio se describe como un nuevo nacimiento Juan 3: 3), una resurrección (Rom. 6: 4, 11, 13), una nueva creación (2 Cor. 5: 17; Gál. 6: 15).
Renovación de vuestro entendimiento.
La facultad del razonamiento de la persona, su capacidad para discernir entre lo correcto y lo incorrecto, están bajo el dominio de impulsos carnales antes de la conversión. Se describe la mente como "mente carnal" (Col. 2: 18). Pero cuando ocurre la conversión, la mente queda sujeta a la influencia del Espíritu de Dios. El resultado es que "nosotros tenemos la mente de Cristo" (1 Cor. 2: 13-16). "Las palabras 'os daré corazón nuevo' significan 'os daré una mente nueva"' (EGW RH 18-12-1913). La muerte de la vida antigua en la carne y el comienzo de la vida nueva en el Espíritu (Rom. 6: 3-13) se describen como "el lavamiento de la regeneración y. . . la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3: 5). Este cambio renovador, que comienza cuando el creyente se convierte y nace de nuevo, es una transformación progresiva y continua, pues "nuestro hombre... interior... se renueva de día en día" (2 Cor. 4: 16) "hasta el conocimiento pleno" (Col. 3: 10). Y a medida que el hombre interior se va transformando por el poder del Espíritu Santo, la vida exterior 613 también va cambiando progresivamente. La santificación de la mente se revelará en una manera más santa de vivir, a medida que el carácter de Cristo se reproduzca más y más perfectamente en el creyente (ver PVGM 69).
Comprobéis.
Gr. dokimázÇ. Esta palabra implica probar y aprobar. Incluye el doble proceso de decidir qué es la voluntad de Dios y luego aprobarla y proceder de acuerdo con ella (cf. Rom. 2: 18; Efe. 5: 10; Fil. 1: 10). Mediante la renovación de su mente, el creyente queda capacitado para saber lo que Dios quiere que haga. Tiene discernimiento espiritual para orientarse en medio de los múltiples posibles caminos que se presentan en este siglo malo. Como ya no tiene una mente carnal sino la mente de Cristo, está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, y de esa manera puede reconocer y entender la verdad (Juan 7: 17). Sólo la mente que ha sido renovada por el Espíritu Santo puede interpretar correctamente la Palabra de Dios. Las Escrituras inspiradas sólo pueden ser entendidas mediante el discernimiento que da el mismo Espíritu por el cual fueron dadas originalmente (ver Juan 16: 13-14; 1 Cor. 2: 10 -11; OE 312).
Cuál sea la buena.
Es posible traducir la última parte del versículo de esta manera: "De forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (BJ). De acuerdo con la traducción de la RVR, se describen las características de la voluntad de Dios; según la traducción de la BJ, el contenido de su voluntad. La diferencia esencial de significado es mínima.
3.
Digo, pues.
Pablo ahora procede a demostrar los resultados prácticos de una mente renovada e iluminada. Primero habla de la humildad y de la cordura que convienen a un creyente consagrado y del uso adecuado de los dones espirituales para la edificación unificada de la iglesia.
Por la gracia.
Pablo habla en virtud de la autoridad que le fue conferida como apóstol para declarar la voluntad de Dios (ver Rom. 1: 5; 15: 15-16; 1 Cor. 3: 10; 15: 10; Gál. 2: 9; Efe. 3: 2, 7-8).
A cada cual.
"A todos y a cada uno" (BJ). Con estas enfáticas palabras Pablo expresamente incluye a cada miembro de la iglesia de Roma, no importa cuán encumbrado fuera su cargo o cuán grande su Influencia. Quizá Pablo temía que los cristianos de Roma pudieran caer en la misma condición de presunción espiritual en que habían caído los creyentes de Corinto, desde cuya ciudad estaba escribiendo esta epístola (cf. 1 Cor. 1-5; 2 Cor. 10: 13).
Que no tenga más alto concepto.
En griego hay un juego de palabras que no se puede reproducir fácilmente en castellano. La traducción literal poco más o menos sería: "no juzgarse más allá de lo que uno debe juzgarse sino juzgar para juzgar con sabiduría". Esta es una decidida admonición contra la presunción propia. Necesitamos llegar a conocer bien los puntos débiles y también los puntos fuertes de nuestro carácter para que podamos estar constantemente en guardia, no sea que emprendamos actividades o aceptemos responsabilidades que Dios nunca nos ha asignado (ver OE 334).
Cordura.
Gr. sÇfronéÇ, "tener sano juicio", "estar en sus cabales", "pensar con sabiduría". La persona altiva y presuntuosa no está bien equilibrada. La humildad es el efecto inmediato de la entrega a Dios y la consiguiente renovación de la mente. El creyente consagrado reconoce su dependencia de la gracia de Dios por cada don espiritual del que pueda disfrutar, y esto no deja lugar para una indebida estima propia. El cristiano se estima con sensata discriminación y sano juicio.
La medida de fe.
Esta es la verdadera norma por la cual el ser humano debe medirse a sí mismo. La persona cuya mente no ha sido renovada y que es carnal, se estima mediante las normas del mundo: por la riqueza, la posición o el conocimiento. Siempre se está esforzando por dar la impresión de que es más grande de lo que realmente es. Pero cuando interviene la fe y se renueva la mente, el creyente recibe la facultad para discernir las verdaderas limitaciones de sus capacidades. La fe le proporciona una nueva norma de medida para determinar con precisión la naturaleza y los alcances de sus capacidades, y por eso no se excede en lo que piensa de sí mismo. Comprende que mientras más grande sea su fe, mayor será su influencia espiritual y su poder. Pero esto no le enorgullecerá, pues mientras mayor sea su medida de fe más penetrante será la comprensión de su completa dependencia de Dios.
4.
Un cuerpo.
La razón por la cual los cristianos deben ser humildes y tener buen juicio es porque la iglesia, a semejanza del cuerpo 614 humano, está constituida por muchos miembros que cumplen diferentes funciones. Todas esas funciones son necesarias e importantes, pero no todas parecen tener la misma importancia. El bienestar y el progreso de todo el grupo dependen de un espíritu de amor, de cooperación y de estima mutua entre los miembros. En esa función cada individuo desempeña los deberes que le son asignados. Este símbolo del cuerpo y de sus miembros se presenta con más amplitud en 1 Cor. 12: 12-27.
Función.Gr. práxis, "modo de actuar".
5.
Un cuerpo en Cristo.
Así como muchas partes componen el cuerpo humano, así también la multitud de cristianos son un cuerpo en Cristo. Cristo es Aquel que une y fortalece a todo el conjunto de creyentes. Compárese con la descripción que hace Pablo de Cristo como la cabeza del cuerpo, y todos los miembros sometidos a él (Efe. 1: 22; 4: 15-16; Col. 1: 18). Esta unidad de la iglesia cristiana implica la dependencia mutua de sus miembros. Puesto que todos pertenecen a un solo cuerpo, como individuos se pertenecen mutuamente. Por eso Pablo exhorta a los creyentes a que colaboren, cada uno en su debida esfera, para el bienestar común de la iglesia.
6.
Diferentes.
De acuerdo con la gracia que le fue dada, Pablo fue escogido como apóstol (ver com. vers. 3); según la gracia que les fue dada a los otros creyentes, fueron escogidos para ser profetas, maestros, para hacer milagros, para sanar enfermos, etc. (1 Cor. 12: 28). Por la gracia de Dios, los miembros de la iglesia cristiana fueron dotados de una amplia variedad de facultades espirituales, para hacer frente a las muchas diferentes necesidades de sus hermanos en la fe y para difundir el Evangelio en toda nación, lengua y pueblo. Pablo desarrolla este tema con detalles mucho más amplios en 1 Cor. 12 (ver comentario respectivo).
Dones.
Gr. járisma, "regalo inmerecido", "don divino" (ver Rom. 1: 11; 5: 15-16; 6: 23; 11: 29; 1 Cor. 7: 7; 12: 4, 9, 28). Se trata de cualidades y poderes especiales impartidos a los creyentes por el Espíritu Santo para el servicio de la iglesia. Con frecuencia parecen ser talentos naturales que distribuye el Espíritu, aumentando su poder y santificando su uso. Todos esos dones espirituales son dones conferidos de acuerdo con la voluntad y el propósito de Dios. Los que los reciben no tienen motivo para engreírse. La fuente del aumento de su vigor e influencia no está en ellos mismos.
Profecía.
En las Escrituras se aplica este término a cualquier declaración inspirada y no se limita a la predicción de acontecimientos futuros. Un profeta puede hablar del pasado, del presente o del futuro (ver Exo. 7: 1; Luc. 1: 76-77; Hech. 15: 32; 1 Cor. 14: 3, 24-25).
Medida.
Gr. analogía, literalmente "proporción". Esta palabra sólo aparece aquí en el NT En el griego clásico se usaba como un término matemático. De ella proviene nuestro vocablo "analogía". El significado de la expresión "conforme a la medida de la fe" se puede ver comparándola con una frase paralela: "conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno", vers. 3. Si la mente del cristiano ha sido renovada (vers. 2) y ha llegado a ser capaz de juzgar con "cordura" (vers. 3), pesará debidamente sus capacidades y facultades, y las empleará bien y humildemente en el servicio de Dios, quien le proporcionó tales dones con ese propósito (ver com. vers. 3).
7.
Servicio.
Gr. diakonía. Esta palabra se usa con frecuencia en el NT en un sentido general, para incluir toda ministración y todo cargo en la iglesia cristiana (ver Hech. 1: 17, 25; 20: 24; 21: 19; Rom. 11: 13; 1 Cor. 12: 5; 2 Cor. 3: 8-9; 4: 1; 5: 18; 6: 3; 11: 8; Efe. 4: 12; 1 Tim. 1: 12; 2 Tim. 4: 5, 11). A veces se usa en un sentido especial para la distribución de ayuda y la atención de las necesidades materiales (Hech. 6: 1; 11: 29, aquí se ha traducido como "socorro"; 12: 25; Rom. 15: 31; 1 Cor. 16: 15; 2 Cor. 8: 4; 9: 1, 12-13).
Pablo está hablando en este pasaje de dones diferentes y especiales, y como hace distinción entre el "ministerio" (o "servicio") y el don profético, y la enseñanza y la exhortación, parece evidente que "servicio" debe entenderse en el sentido más limitado, esto es, el servicio en asuntos temporales y materiales, como la atención de las necesidades de los pobres, los enfermos y los forasteros.
En servir.
El texto griego de la primera parte de este versículo dice literalmente: "O ministerio, en la ministración". El significado evidente es que aquellos que han sido llamados a esta clase de servicio, debieran dedicarse a él de todo corazón. No debe considerarse livianamente la obra de atender los asuntos seculares de la iglesia, pues es un don de 615 la gracia de Dios como lo es el don de profecía. El significado espiritual de un servicio tal resalta por el hecho de que en los días de los apóstoles, sólo los hombres que estaban "llenos del Espíritu Santo y de sabiduría" fueron encargados de "la distribución diaria" de limosnas (Hech. 6: 1, 3).
Enseñanza.
En 1 Cor. 12: 18 el maestro sigue en importancia a los apóstoles y los profetas. Su obra es ordenar, desarrollar, imprimir en la mente y aplicar en la vida las verdades que han sido reveladas. Su don radica en la comprensión esclarecida y en la facultad de exponer con claridad. Estas fueron las características que dieron gran poder a Apolos (Hech. 18: 24-28). Los que han sido llamados por la gracia de Dios para ser maestros, no debieran entristecerse porque no han sido estimados dignos de ser profetas o apóstoles, ni tampoco debiera menospreciarse su obra como si fuera de menor dignidad o influencia. El Espíritu de Dios llama a los creyentes individualmente a la clase de servicio para el cual están mejor dotados y que concuerda con el propósito divino para la iglesia. Por lo tanto, el maestro cristiano que tiene fe en el liderazgo de Cristo en su iglesia, se dedicará por entero a su enseñanza. Además, como Pablo instruyó a Timoteo (1 Tim. 5: 17), los ancianos que trabajan en la enseñanza son "dignos de doble honor".
8.
Exhortación.
Gr. parákl'sis, "llamamiento", "exhortación", "estímulo", "consolación" (ver su uso en Rom. 15: 5; 2 Cor. 8: 4; Fil. 2: 1). La enseñanza se dirige principalmente al entendimiento, y la exhortación especialmente al corazón y a la voluntad. Algunos tienen el don especial de impulsar a otros a la acción, o de consolarlos cuando están en aflicción. Este es un don de Dios que debe emplearse humilde y fervientemente. Ver com. Mat. 5: 4.
Reparte.
Gr. metadídÇmi. Este término significa "contribuir" o "compartir" la riqueza y los propios bienes (compárese su uso en Luc. 3: 11; Efe. 4: 28). Pablo pasa de los dones que capacitan a la persona para un cargo especial en la iglesia, a otros de una naturaleza más general. La aceptación del cristianismo empobreció a muchos de los primeros creyentes, y llegó a ser necesario que fueran sostenidos con las dádivas liberales de sus hermanos en la fe (ver Hech. 2: 44-45; Rom. 15: 26; 1 Cor. 16: 1; Gál. 2: 10).
Liberalidad.
"Sencillez" (BJ, BC, VM). Gr. haplót's, "sinceridad", "sencillez de propósito", y, por lo tanto, a veces "liberalidad" (ver 2 Cor. 8: 2; 9: 11, 13). El cristiano que comparte sus bienes con otros debe hacerlo con sencillez de corazón (cf. Efe. 6: 5; Col. 3: 22) y no con doble propósito. No debe haber un fin de ostentación ni de egoísmo. Una actitud sincera y generosa de esa clase es también un don del Espíritu, cuya influencia guiadora es necesaria para el correcto uso de las riquezas (cf. Mat. 6: 3; 19: 21).
El que preside.
Literalmente "el que está puesto al frente". La palabra se usa en el NT para referirse a los que están en cualquier cargo de autoridad o influencia, ya sea en la iglesia (1 Tes. 5: 12; 1 Tim. 5: 17) o en el hogar (1 Tim. 3: 4-5, 12). Su don especial es el de "los que administran" (1 Cor. 12: 28, RVR) o de "gobierno" (BJ).
Solicitud.
Gn spoud', "diligencia", "prisa", "empeño". En otros pasajes del NT esta palabra se ha traducido en la RVR en las siguientes formas: "prontamente" (Mar. 6: 25), "de prisa" (Luc. 1: 39), "diligencia" (2 Cor. 8: 8) y "solicitud" (2 Cor. 7: 11-12; 8: 16). El que está en un cargo de liderazgo necesita energía y celo ferviente. Estas cualidades son no don del Espíritu Santo, y el cristiano que ha recibido ese don debiera entregarse con toda su alma a la obra que le ha sido asignada.
El que hace misericordia.
En esta enumeración de dones, evidentemente Pablo establece una distinción entre dar limosnas y los actos de misericordia. Quizá se está refiriendo en forma particular a las formas de mostrar misericordia, como "visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones" (Sant. 1: 27), "vendar a los quebrantados de corazón" (Isa. 61: 1; cf. Luc. 4: 18), visitar a los que están enfermos o encarcelados (Mat. 25: 36, 39, 44).
Alegría.
Gr. hilarót's, raíz de la palabra "hilaridad". Esta es la única vez que aparece esta palabra en el NT, aunque el adjetivo (hilarós) se usa en 2 Cor. 9: 7: "Dios ama al dador alegre". Ya sea que consuele al afligido o socorra al doliente, "el que hace misericordia" debe demostrar que hace su servicio voluntaria y gozosamente. Los actos de bondad efectuados con alegría y gozo valen mucho más que los que se hacen sólo por cumplir con un deber. Jesús siempre estuvo rodeado de sufrientes y enfermos; sin embargo, siempre era benévolo, bondadoso y alegre (ver MC 15). 616
Los diferentes dones que Pablo ha enumerado deben emplearse con el debido espíritu y para el bien de todos. El creyente cristiano no menospreciará el nivel ni la función específica que el Señor le ha asignado. Tampoco tendrá de sí mismo un concepto más elevado que el que debe tener. Su meta y su gozo serán cumplir con fidelidad los deberes que tienen que ver con la esfera de la vida a la que ha sido divinamente llamado a trabajar.
9.
Amor.
Gr. agáp' (ver com. Mat. 5: 44; 1 Cor. 13: 1). Pablo, apartándose del tema del uso correcto de los dones específicos, prosigue instruyendo a los creyentes en el empleo del don máximo y principio básico de todo verdadero cristianismo: el amor. Continúa, como en 1 Cor. 12, 13, su tema de los dones espirituales, con una referencia al amor. Las virtudes que enumera en Rom. 12: 9-21 no son sino la manifestación externa del genuino amor cristiano.
Sin fingimiento.
Gr. anupókritos, "sin hipocresía", "genuino", "sincero", "verdadero". Sólo es genuino el amor que odia lo malo y se aferra a lo bueno (cf. 1 Cor. 13: 6).
Aborreced.
Gr. apostugéÇ, que aparece sólo aquí en el NT, e implica odiar tanto una cosa que es necesario mantenerse apartado de ella. El amor sincero no puede disimular el mal en otro, no importa cuánto se ame a esa persona. Su meta será combatir siempre lo que es malo y apoyar lo que es bueno. El amor de Elí por sus hijos rebeldes demostró que no era genuino. Si su amor hubiera sido verdadero, hubiera corregido las malas tendencias de sus hijos. Pero las Escrituras registran los desastrosos resultados de la ciega indulgencia que toma el lugar del verdadero amor (ver Lev. 10: 1-2; PP 374-375; 1 Sam. 3: 13; 4: 11, 18-22; PP 621-626).
Seguid.
Gr. kolláÇ, "apegarse a", "unirse" a algo (ver Mat. 19: 5; Hech. 8: 29); "adhiriéndoos" (BJ).
10.
Amaos.
Gr. filóstorgos, término que expresa el amor muy tierno que existe entre parientes cercanos. La palabra se aplica adecuadamente a la hermandad de la familia cristiana. Los creyentes deben relacionarse con afecto mutuo como hijos e hijas que son del mismo Padre (cf. Mar. 3: 35).
Amor fraternal.
Gr. filadelfia, término que describe el estrecho vínculo que debe existir entre los miembros de la iglesia cristiana (ver su uso en 1 Tes. 4: 9; Heb. 13: 1; 1 Ped. 1: 22; 2 Ped. 1: 7). El orden literal de las palabras de esta parte del versículo es "en amor fraternal, el uno al otro amaos cordialmente". Lo que Pablo quiere decir es que en el amor mutuo de los hermanos cristianos, todos deben sentir ese cálido afecto especial que existe entre los consanguíneos cercanos.
Prefiriéndoos.
Gr. pro'géomai, "dirigir", "ir delante". Es la única vez que este verbo aparece en el NT. La frase griega que se traduce "en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros", es difícil de traducir al castellano. Ha sido interpretada de varias formas: "Estimando en más cada uno a los demás" (BJ, que añade en la nota correspondiente: "o 'teniéndoos mutuas deferencias' "). "Anticipándoos unos a otros en las señales de deferencia" (Ausejo). El significado correcto quizá sea insinuado por un pasaje algo paralelo: "con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo" (Fil. 2: 3). El resultado del verdadero afecto es que uno no busca su propia honra ni posición, sino que está dispuesto a dar la honra a otros. Los hermanos en Cristo que están movidos por un amor genuino estarán más dispuestos a respetar a otros que a recibir respeto. Ninguno tendrá la ambición de recibir honores, sino que cada uno estará dispuesto a honrar a sus hermanos en la fe.
11.
Diligencia.
Gr. spoud', "ardor", "fervor"; "celo" (BJ). También se ha traducido como "solicitud" en el vers. 8. Pablo aquí no se refiere a asuntos seculares, sino a celo y energía espirituales. El cristiano no ha de permitir que su celo decaiga, sino debe dedicarse de todo corazón al servicio del Señor (Col. 3: 23). Este celo constante es el resultado de un genuino amor cristiano, pues el amor de Cristo es el que "constriñe" o "rige" a sus seguidores (2 Cor. 5: 13-14). No hay lugar para los haraganes en el reino de Dios (ver TM 182-183), pues su falta de celo es una señal de su egoísmo y falta de amor. No han sido suficientemente conmovidos por el amor y el sacrificio de Cristo, y por eso no están dispuestos a unirse con su Maestro con toda energía en la urgente obra de rescatar a los pecadores de las tempestuosas aguas del pecado.
Perezosos.
Gr. okn'rós, "lento", "vacilante", "tímido", "descuidado", "haragán". Aparece con frecuencia en Proverbios, LXX (ver Prov. 20: 4; etc.). Se usa para describir al siervo malo en la parábola de los talentos que presentó nuestro Señor (Mat. 25: 26). 617
Fervientes.
Gr. zéÇ, literalmente "hervir". Se dice de Apolos que era "de espíritu fervoroso" (Hech. 18: 25). El cristiano celoso siempre mantendrá su interés en la causa de Dios en el punto de ebullición. Su fervor le dará poder ante los hombres (Hech. 18: 25, 28) y le traerá poder de Dios. El apóstol Juan era "un predicador poderoso, ferviente y profundamente solícito, y el fervor que caracterizaba sus enseñanzas, le daban acceso a todas las clases sociales" (HAp 436).
En espíritu.
Esta frase podría entenderse como una referencia al espíritu humano o al Espíritu divino. Quizá Pablo está hablando del espíritu humano inspirado y fortalecido por el Espíritu de Dios. El creyente consagrado y activo hallará que el cumplimiento de sus deberes cristianos no es una faena penosa, insípida y desprovista de interés, sino una experiencia gozosa y vitalizadora. Con corazón ferviente siempre está pronto para hacer todo bien que haya a su alcance. Comparte el amor de Cristo por la humanidad caída y así encuentra su más profunda satisfacción en aliviar las necesidades de sus prójimos. Como su Señor, tiene una "comida" que otros no conocen, pues su alimento es cumplir la voluntad de Aquel que lo llamó y terminar "su obra" (Juan 4: 32-34).
Sirviendo al Señor.
El celo y el fervor emanan naturalmente del corazón del creyente que reconoce que en cualquier esfera de acción en que pueda servir está trabajando "para el Señor y no para los hombres" (Col. 3: 23-24; cf. Efe. 6: 5-8).
12.
Gozosos en la esperanza.
Los tres breves mandatos de este versículo parecen ser más enfáticos cuando se conserva el orden de las palabras en griego: "En la esperanza, gozosos; en la tribulación, sufridos; en la oración, constantes". Pablo ya ha alabado el espíritu de alegría (vers. 8), y también habló del regocijo del creyente "en la esperanza de la gloria de Dios" (cap. 5: 2). Esta esperanza cristiana, que es la causa de tal alegría, ya ha sido explicada (cap. 8: 20-25). Esta esperanza capacita al cristiano para mirar más allá de la oscuridad y la tribulación del momento presente, a las cosas que no se ven, pero son eternas (2 Cor. 4: 17-18). El hecho de que la esperanza, como muchas de las virtudes cristianas, brote de la virtud básica del amor, se afirma en 1 Cor. 13: 7: el amor "todo lo espera".
Sufridos.
hupoménÇ, "soportar" (cf. hupomon', "paciencia"; ver com. cap. 5: 3). El celo que se ha descrito en el versículo anterior, siempre encuentra oposición y dificultades. Pero el cristiano con la esperanza de la gloria de Dios en su pensamiento, no murmura contra Dios ni siente enemistad contra sus perseguidores. Tranquilamente permanece en su puesto del deber a pesar de las pruebas que eso implica. Esta paciente resistencia fue perfectamente ejemplificada por Cristo, quien, aunque fue sometido a las más difíciles circunstancias, soportó más de lo que cualquiera de sus seguidores tendrá que soportar. La virtud de saber resistir se necesitaba especialmente en los tiempos difíciles por los cuales estaba pasando la iglesia en los días de Pablo. El apóstol sabía por experiencia propia que serían intensos los sufrimientos por causa de Cristo (ver Rom. 8: 35; 2 Cor. 1: 4; 1 Tes. 1: 6; 3: 3-7; 2 Tes. 1: 4-6). La relación entre el amor y el saber soportar también se indica en 1 Cor. 13: 7: el amor "todo lo soporta".
Constantes.
Gr. proskarteréÇ, "persistir", continuar firmemente", "perseverar". La misma palabra se traduce en otros pasajes como "tener listo" (Mar. 3: 9); "asistir" (Hech. 10: 7); "atender continuamente" (Rom. 13: 6). Sólo mediante una constante comunión con Dios, puede el cristiano mantener la fortaleza y el valor para soportar las dificultades por las que inevitablemente pasará (ver Hech. 1: 14; 6: 4; Col. 4: 2). Poner constantemente "la mira en las cosas de arriba" (Col. 3: 2) y estimar el valor de cada acto e impulso mediante la contemplación de la gloria de Dios y de su voluntad, son el remedio seguro para la impaciencia durante la ofensa y la oposición. Además, Dios da su Espíritu a los que ferviente y continuamente desean la presencia divina (ver Juan 16: 23-24; Hech. 1: 14; 2: 4); y el mismo Espíritu que produce "amor" (cf. Rom. 12: 9) y regocijo (cf. vers. 12), también proporciona "paciencia" y "templanza", literalmente "dominio propio" (Gál. 5: 22-23).
13.
Compartiendo.
Gr. koinÇnéÇ, "compartir", "tomar parte en", "actuar como compañero". Ver el uso de esta palabra en Rom. 15: 27; Fil. 4: 15; 1 Tim. 5: 22; Heb. 13: 16; 1 Ped. 4: 13. Lo que Pablo quiere decir es que los cristianos deben participar en las necesidades de sus hermanos en la fe. Deben considerar que las necesidades de sus hermanos son las suyas y sentirse dispuestos a compartir 618 sus bienes con los desafortunados. Esto es mucho más que el solo acto de dar limosnas; es una aplicación concreta del principio del amor (Rom. 12: 9). Es evidente que Pablo practicaba lo que predicaba, pues sus esfuerzos por conseguir fondos para el alivio de los conversos afligidos por la pobreza, eran constantes (Rom. 15: 25-26; 1 Cor. 16: 1; 2 Cor. 8: 1-7; 9: 2-5; Gál. 2: 10).
Santos.
Ver com. cap. 1: 7. Debiera cuidarse especialmente de "los que son de la familia de la fe" (Gál. 6: 10).
Practicando.
Gr. diÇkÇ, "perseguir", "correr detrás". Ver el uso de esta palabra en 1 Cor. 14: 1; 1 Tes. 5: 15; Heb. 12: 14; 1 Ped. 3: 11. El término parece implicar que los cristianos no sólo deben proporcionar hospitalidad, sino también afanarse por practicarla.
Hospitalidad.
Gr. filoxenía, "amor por los extraños" y, por lo tanto, "hospitalidad con los extraños". La hospitalidad fue considerada desde el principio como una de las importantes virtudes cristianas (ver 1 Tim. 3: 2; Tito 1: 8; Heb. 13: 2; 1 Ped. 4: 9). Era necesario ser Hospitalarios debido a la gran cantidad de creyentes que viajaban o eran perseguidos. Muchos cristianos eran expulsados de sus hogares y de sus ciudades, y se veían obligados a buscar asilo entre los de su misma fe (ver Hech. 8: 1; 26: 11). La hospitalidad que los creyentes practicaban mutuamente contribuía mucho al vínculo que mantenía unidos a los miembros de la iglesia cristiana primitiva, ampliamente esparcidos.
14.
Bendecid.
Gr. eulogéÇ, "hablar bien de", "invocar bendiciones sobre". En el vers. 13 Pablo ha hablado de la forma en que el cristiano trata a sus amigos; en este versículo indica el trato que debe dar a sus enemigos. "Bendecimos" a nuestros perseguidores cuando oramos y trabajamos por su bien. Las palabras de Pablo son similares a las de Jesús en Mat. 5: 44; cf. Luc. 6: 28; 1 Ped. 3: 9.
Persiguen.
Gr. diÇkÇ, "perseguir", frecuentemente con un mal propósito como aquí. Esta es la misma palabra que se ha traducido como "practicando" en el vers. 13. El cristiano debe "practicar" la hospitalidad para con los hermanos y bendecir a los impíos que lo "persiguen". Con este mandato Pablo anticipa el pensamiento, que desarrolla más plenamente en los vers. 17-21, de que el cristiano tiene el deber de amar a sus enemigos y vencer el mal con el bien. Este deber sólo puede ser cumplido por un creyente cuya mente ha sido renovada por el Espíritu (vers. 2) y cuyo amor es "sin fingimiento" (vers. 9).
15.
Gozaos.
Manifestar simpatía en todas las circunstancias, ya sean buenas o malas, es una prueba segura de que el amor es genuino. De las dos formas de simpatía mencionadas en este versículo, la primera quizá es la más difícil. Parece más fácil y más natural simpatizar con los afligidos; pero se necesita un alma noble para regocijarse con el éxito y los gozos de otros. Los adversarios de estas virtudes son la envidia que siente pena por la buena fortuna ajena y la malignidad que se complace con las desgracias de otros. Tales manifestaciones de egoísmo son las tendencias naturales del corazón no regenerado. En 1 Cor. 12: 26-27 Pablo compara la simpatía que debe existir entre los miembros de la iglesia cristiana con la que siente una parte del cuerpo por otra. Jesús lloró con simpatía ante la tumba de Lázaro (Juan 11: 35; DTG 490). Él se regocija aun en la salvación del más indigno pecador (ver Luc. 15: 5-7, 10, 23-24, 32; Jud. 24).
16.
Unánimes entre vosotros.
"Tened un mismo sentir" (BJ). Cada cristiano debe compenetrarse de tal manera de los sentimientos y deseos de sus hermanos en la fe, que pueda tener un mismo sentir con ellos (cf. Rom. 15: 5; 2 Cor. 13: 11; Fil. 2: 2; 4: 2). Entre los cristianos siempre debería existir la armonía que resulta de propósitos, esperanzas y deseos comunes.
No altivos.
O "no te ensoberbezcas" (cap. 11: 20), "sin complaceros en la altivez" (BJ). "El amor no se vanagloria, no se hincha" (1 Cor. 13: 4, Versión Hispanoamericana). El orgullo aun puede ser provocado por los progresos espirituales (ver 1 Cor. 12). No puede existir amorosa concordia donde hay algunos que son "altivos", donde hay ambiciones personales, fatuidad o menosprecio por otros.
Asociándoos.
Gr. sunapágomai, "ser arrastrado", como en el caso de una inundación; por lo tanto, "dejarse llevar". También puede traducirse "asociarse con", como aquí. Compárese con las otras únicas dos veces que aparece este verbo en el NT (Gál. 2: 13; 2 Ped. 3: 17), donde el sentido desfavorable está indicado por el contexto y no por el verbo. "Atraídos más bien por lo humilde" (BJ).
Los humildes.
"Lo humilde" (BJ). En griego es ambiguo, y puede referirse a hombres o cosas humildes. La palabra griega para "bajo" 619 o "humilde" (tapeinós) siempre se usa para personas en otros pasajes del NT; pero no es imposible que en este contexto Pablo esté hablando de "deberes humildes" o "tareas modestas". Sea cual fuere su significado, el énfasis se hace sobre la humildad.
Parece que la mayoría de los miembros de la iglesia cristiana primitiva eran pobres, y los pocos que eran ricos pudieron haberse sentido tentados a considerar con algo de desdén a sus hermanos más humildes (cf. Sant. 2: 1-9). Pero una carencia tal de amor y simpatía hubiera imposibilitado que los creyentes fueran "unánimes entre" sí. Por lo tanto, los cristianos debían tener una mente como la de Jesús. El era divino, pero no era "altivo"; por el contrario, tomó "forma de siervo" y "se humilló a sí mismo" para poder tratar de cerca a los humildes y pecadores con el propósito de ocuparse de su salvación (Fil. 2: 5-8). Si el Hijo de Dios estuvo dispuesto a bajar tanto por amor a sus criaturas corruptas, no hay duda de que los cristianos agradecidos deben también estar dispuestos a "asociarse" con cualquiera de sus prójimos mortales (ver OE 345-351; com. Sant. 1: 9-10).
Sabios en vuestra propia opinión.
"No os complazcáis en vuestra propia sabiduría" (BJ). Cf. com. cap. 11: 25. Sentirse orgulloso de las propias opiniones es una ofensa contra el amor cristiano, pues implica despreciar las opiniones ajenas y finalmente aun los consejos de Dios. Por eso el profeta advierte: "¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!" (Isa. 5: 21; cf. Prov. 3: 7). El cristiano cuya mente ha sido renovada no confiará en la presunción de su propia habilidad superior y comprensión, ni se negará a escuchar el consejo de otros; por el contrario, con amor y humildad respetará el juicio de sus hermanos en la fe, y estará dispuesto a escuchar y aprender. Estará listo para reconocer y admitir sus propias limitaciones y errores y para aprender de otros.
17.
Paguéis.
O "devolver" (BJ). En cuanto al principio que aquí se presenta, ver com. Mat. 5: 38-48. El amor devuelve bien por mal y busca atraer bendiciones y no destrucción sobre otros (ver Rom. 12: 14; 1 Cor. 13: 5-6; 1 Tes. 5: 15; 1 Ped. 3: 9).
Procurad.
Gr. pronoéÇ, "pensad cuidadosamente de antemano".
Lo bueno.
Gr. kalá (neutro plural), "cosas buenas", "cosas nobles", "cosas correctas". Quizá Pablo esté aludiendo a Prov. 3: 4, LXX. El cristiano debe desplegar mucha previsión para anular los obstáculos, a fin de que su conducta, evidentemente clara y justa, no sólo sea sin tacha delante de Dios, sino que también sea correcta delante de los hombres. Los seguidores de una causa impopular que desean persuadir a otros de la verdad y la excelencia de su mensaje, deben procurar que su comportamiento siempre esté libre de todo reproche. Nunca deben dar lugar para que se dude de su proceder. El cristiano que quiere que su luz brille delante de los hombres para que puedan ver sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos (Mat. 5: 16), nunca se ocupará en actividades o empresas de carácter dudoso, porque podrían no sólo desacreditarlo a él sino a todo el conjunto de cristianos.
Pablo nunca sintió miedo de enfrentarse a la oposición cuando el deber y la conciencia así lo exigían. Sin embargo, aquí aconseja y exhorta a los cristianos para que sean cautelosos y provisores a fin de no ofender innecesariamente y despertar la hostilidad de otros. Esta es la conducta que indica no sólo el amor sino también el sentido común equilibrado. Es imposible persuadir a la gente y al mismo tiempo estar en conflicto con ella.
18.
En cuanto dependa de vosotros.
Es evidente la relación con el versículo anterior. En lo que respecta al cristiano, debe hacer todo lo que pueda para mantener la paz; pero hay veces cuando la fidelidad a un principio puede obligarlo a provocar la oposición de alguien. Por eso Pablo añade la condición, "si es posible". Lo que sabemos de la vida de Pablo, una vida de conflictos casi constantes, muestra que no siempre es posible estar en paz. En un mundo cuyo príncipe es Satanás, los soldados de Cristo no deben esperar que todo sea paz; pero el cristiano debe vigilar para que cuando se altere la paz no sea por culpa suya.
19.
Amados.
En la RVR la palabra griega agap'tós (aquí en plural) generalmente se ha traducido como "amado", "amada" (Rom. 1: 7; 9: 25; 11: 28; 16: 12; 1 Cor. 10: 14; 2 Cor. 7: 1; Efe. 1: 6; Fil. 4: 1; etc.), o como "muy amados" (2 Cor. 12: 19; etc.).
Dejad lugar a la ira.
El artículo definido antes de "ira", indica que se hace referencia a la ira de Dios (cf. com. cap. 5: 9). Esta interpretación es confirmada por las palabras que siguen: "Mía es la venganza, yo pagaré". "Dejad 620 lugar" para que obre la ira retributiva de Dios. Los cristianos nunca deben tratar de vengarse de los que los tratan con injusticia, sino dejar las cosas con Dios. Sólo un Dios perfecto, que todo lo conoce y que ama a todos, puede juzgar con rectitud a los impíos y castigarlos con justicia. Tanto el lenguaje como el pensamiento de esta orden son ilustrados por Efe. 4: 27, donde Pablo explica que al vengarnos damos "lugar al diablo". Los que albergan pensamientos de venganza están dando la oportunidad para que Satanás les inspire ira, odio y amargura, cuando deberían estar fomentando el crecimiento de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia (Gál. 5: 22).
También se han presentado otras dos interpretaciones de este pasaje. "Dad tiempo o lugar para que vuestra ira se enfríe", y "Dad lugar a la ira de vuestro oponente, es decir, rendíos ante ella"; pero ninguna de las dos interpretaciones concuerda bien ni con el griego ni con el contexto.
Escrito está.
La cita es de Deut. 32: 35. Cf. Heb. 10: 30. En Deuteronomio esta frase es una amonestación para el pueblo de Dios; en Hebreos se dirige a los apóstatas; pero en Romanos se usa como un consuelo para el pueblo de Dios injustamente perseguido. Dios, a su debido tiempo, tomará venganza por ellos, pues "¿acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?" (Luc. 18: 7; cf. Deut. 32: 40-43; 2 Tes. 1: 6-10; Apoc. 6: 9-11).
Venganza.
Gr. ekdík'sis, "vindicación", "retribución", "castigo" (cf. Hech. 7: 24; 2 Cor. 7: 11; 1 Ped. 2: 14). De esta palabra debe eliminarse la idea de un deseo de venganza personal, pues se trata nada más de la justicia retributiva de Dios. Más bien significa la plena ejecución de la justicia para todos. En el día de la venganza de Dios, los impíos recibirán las consecuencias inevitables de su propia elección. Debido a la rebeldía de su vida, están en desacuerdo con Dios de tal manera, que la misma presencia divina es para ellos un fuego consumidor (2 Tes. 1: 6-10; Apoc. 6: 15-17). "La gloria de Aquel que es amor los destruye" (DTG 713).
20.
Si tu enemigo.
La cita es de Prov. 25: 21-22.
Ascuas de fuego.
Es decir, carbones encendidos. Ver com. Prov. 25: 22. La bondad es la mejor venganza de un cristiano contra su enemigo. Amontonar ascuas de fuego sobre la cabeza de un adversario debe significar realizar actos de amor y no de maldad, como se indica claramente en el contexto del AT y en el del NT. El pasaje de Prov. 25: 22 termina con estas palabras que Pablo no cita: "y Jehová te lo pagará", a saber, las buenas obras hechas a favor de tu enemigo. Así también en este contexto el significado general se resume en las palabras: "No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal" (Rom. 12: 21).
21.
No seas vencido de lo malo.
Vengarse no es una señal de fortaleza sino de debilidad. El que permite que su genio se agite y queden a un lado sus principios cristianos de amor y dominio propio, sufre una derrota. Pero la persona que domina el deseo de vengarse y convierte un mal que ha recibido en una oportunidad de mostrar bondad, gana una victoria sobre sí misma y sobre los poderes del mal. Esto no sólo es mucho más noble en sí mismo, sino que será mucho más efectivo, pues así se puede desarmar a un enemigo (cf. Prov. 15: 1) y ganar un alma. Según este principio, Dios no ha dejado caer sobre los pecadores la retribución que desde hace mucho tiempo merecen, sino que más bien los ha colmado de amor y misericordia. Y la benignidad, la paciencia y la longanimidad de Dios es lo que guía a los hombres al arrepentimiento (Rom. 2: 4). El cristiano que está siendo transformado a la imagen de Dios (cap. 12: 2), mostrará por la forma como trata a sus enemigos que su carácter se va asemejando cada día más y más al carácter de Dios, que es amor (1 Juan 4: 8).


COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 CH 22, 24, 42, 67, 121, 505; CM 230; CRA 51, 67, 83, 184, 195; CS 527; CV 273; DTG 406; ECFP 33; HAd 272; 1JT 27, 298; 2JT 214, 482; MC 92; MeM 6; MJ 241; PP 365; PR 47, 359; 2T 381; 5T 441; Te 18, 55, 132, 170; TM 159; 3TS 135
1-2 CH 49; CRA 535; EC 36; FE 289, 351; 2JT 422; 1T 694; 2T 492-7T 75; 9T 113; Te 96; TM 455; 4TS 329
2 CH 23; CM 201; 1JT 82, 599; 2JT 214; 621 MC 315; MeM 157, 328; 1T 285, 479, 704; 2T 44, 56, 71, 82, 86, 174, 185, 194, 301, 678; 3T 126, 163
3 5T 289
4-5 1JT 444
8 MeM 201
8-13 1T 692
9 4T 325
9-10 1JT 344; 5T 171
10 HAd 381, 383; HAp 223; MC 390; MeM 122; PP 126; 2T 162
10-11 2JT 45; 2T 419; 5T 108
10-13 3T 224
11 CE (1967) 108; CMC 165, 172, 283; CN 113, 115; EC 455; Ev 351; FE 214, 316; HAd 19; HAp 283; 1JT 32, 380; 2JT 160; MB 250; MeM 107, 250; MJ 70; PVGM 32, 281; SC 108, 276; 1T 317, 325; 2T 255, 500, 673, 701; 4T 191; 7T 12, 196; TM 182
12 CC 97; MeM 18; PVGM 136; 2T 48
13 CMC 33; HAd 405
15 MC 102, 115; 3T 186
16 1JT 449; TM 194; 3TS 220
17 MeM 340
18 ECFP 24; MeM 53; 1T 356
19 PE 274
21 MC 387


ROMANOS CAPÍTULO 13       AUDIO
1 Debemos sujetamos a las autoridades y cumplir otros deberes. 8 El amor es el cumplimiento de la ley. 11 La glotonería, la embriaguez y las obras de las tinieblas están fuera de lugar en el momento de la aceptación del Evangelio.

1 SOMETASE toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.
5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.
7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.
8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.
11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.
12 la noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.
13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,
14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.


1.
Sométase.
Gr. hupotássÇ, "someterse", "estar en sujeción", "obedecer".
Las autoridades.
Con el significado de "los que han sido puestos en cargo de autoridad sobre otros". Ver 1 Ped. 2: 13; cf. Luc. 12: 11; Tito 3:1. La palabra griega exousía, que en 622 todo este pasaje se ha traducido como "autoridades" y "autoridad", también significa "poder"; pero debe entenderse en el sentido de facultad para gobernar y no como dúnamis, vocablo griego que a menudo también se traduce "poder" (Rom. 1: 16, 20; 1 Cor. 1: 18), y que significa "energía", "fuerza", "poder o capacidad para hacer algo".
No hay autoridad sino de parte de Dios.
Es decir, no existe autoridad humana a menos que sea con la aprobación de Dios y bajo su control. En el AT se afirma a veces que Dios pone y también depone gobernantes (ver com. Dan. 4: 17; cf. cap. 2: 21; 4: 25, 34-35).
Por Dios han sido establecidas.
Las palabras griegas de los vers. 1 y 2 que se han traducido "sométase", "establecidas", "establecido", "resiste" (la primera vez que aparece esta palabra), derivan de la misma raíz, tássÇ, "ordenar", "disponer" "colocar". Esto da una gran fuerza a la expresión, que no puede representarse plenamente en nuestro idioma.
Pablo no quiere decir en estos versículos que Dios siempre aprueba la conducta de los gobernantes civiles, ni tampoco que el cristiano siempre tiene el deber de someterse a ellos. Las exigencias de las autoridades a veces pueden oponerse a la ley de Dios, y en tales circunstancias el cristiano debe "obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech. 5: 29; cf. cap. 4: 19). Lo que Pablo enseña es que el poder de los gobiernos humanos es confiado por Dios a los hombres, de acuerdo con el propósito divino para el bienestar humano. Está en las manos de Dios que las autoridades continúen en el poder o caigan. Por lo tanto, el cristiano debe apoyar a las autoridades, pues no cree que le corresponde oponerse a ellas ni destituirlas.
Una instrucción de esta naturaleza era muy necesaria en los días de Pablo, pues en ese tiempo los judíos estaban muy agitados y ya habían causado rebeliones en diversas partes del Imperio Romano. Si los cristianos hubiesen demostrado también un espíritu indócil, hubieran caído en el mismo desprestigio en que ya estaban cayendo los judíos. También habrían perdido la protección del Estado romano, que con frecuencia había sido una bendición para los primeros cristianos, como Pablo podía testificarlo por su propia experiencia (ver Hech. 22: 24-30). Además, esto habría sido una vergüenza para la iglesia cristiana y su mensaje de paz y amor fraternal. Por eso Pablo insta en otros pasajes a los creyentes para que oren por los que están en autoridad (1 Tim. 2: 1-2) y les obedezcan (Tito 3: 1). Pedro también ordena a los cristianos a que "por causa del Señor" se sometan "a toda institución ['autoridad', VP] humana" (1 Ped. 2: 13-17).
2.
Se opone a la autoridad.
Literalmente "se pone en orden de batalla contra la autoridad".
Lo establecido.
Gr. diatag', "mandato", "disposición", "orden". La única otra vez que aparece esta palabra en el NT es en Hech. 7: 53, donde se ha traducido "disposición"; lo que quiere decir Pablo podría traducirse literalmente: "Se rebela contra la ordenanza de Dios".
Condenación.
Gr. kríma, "condenación", "juicio" (cf. cap. 2: 2; 5: 16; 11: 33). Pablo se está refiriendo a la sentencia pronunciada por los gobernantes como ministros de Dios en este mundo (cap. 13: 4), contra los que son rebeldes. Como desobedecer a las autoridades es resistir lo "establecido por Dios", el castigo que aplican las autoridades representa también el castigo y la ira de Dios sobre los ciudadanos desobedientes.
3.
No están para infundir temor.
Generalmente no se debe temer a los gobernantes, a menos que se haya hecho algo contra la ley. Sin embargo, en la realidad no todos los gobernantes infunden temor sólo a los malos, pues muchos de ellos han perseguido a gente correcta. Por ejemplo, Nerón, el emperador romano en los días cuando Pablo escribió esta epístola, hizo ejecutar más tarde al apóstol. A pesar de todo, los que viven correctamente por lo general no tienen nada de qué temer a las autoridades civiles. Los gobernantes no están para infundir temor al que hace el bien; al contrario, existen con buenos propósitos, y los cristianos deben, en términos generales, someterse a ellos para su propio beneficio (ver 1 Tim. 2: 1-2).
¿Quieres?
Gr. thélÇ, "desear", "querer". El cristiano que desea no temer a las autoridades civiles, tiene que hacer lo que es correcto, y entonces será alabado por su buena conducta (cf. 1 Ped. 2: 14-15).
4.
Porque.
Así se introduce la explicación de la declaración previa. El Estado existe como siervo de Dios para un buen fin, por esa razón el cristiano no tiene por qué temer su autoridad si su conducta es correcta. Pablo está expresando otra vez una verdad general, 623 sin detenerse a ejemplificar su afirmación con casos específicos.
Servidor.
Gr. diákonos, "siervo" (cf. cap. 15: 8; 16: 1). Diákonos es la palabra de donde deriva el término "diácono" (1 Tim. 3: 8, 12).
Para tu bien.
Es decir, para promover el bien. Esta es la verdadera razón de la existencia del gobierno civil como "servidor" y representante de Dios.
La espada.
Símbolo de la autoridad del gobernante para castigar.
Vengador.
Gr. ékdikos, "vindicador"; "para hacer justicia" (BJ). Esta palabra aparece sólo aquí y en 1 Tes. 4: 6 en el NT. En los papiros griegos generalmente se usa para referirse a "un representante legal".
Para castigar.
Literalmente "para ira". El Estado, como "servidor de Dios", debe castigar a los malhechores (cf. vers. 2; cap. 12: 19).
5.
Por lo cual.
Una referencia a los cuatro versículos precedentes, en los cuales Pablo ha presentado las razones por las cuales debe obedecerse a los magistrados.
Por razón del castigo.
Literalmente "debido a la ira". Siendo que las autoridades civiles existen por disposición divina, el cristiano debe obedecer no sólo porque desea evitar el castigo, sino porque lo correcto es obedecer. La única excepción es cuando la ley del Estado contradice a la ley de Dios.
6.
Pagáis también los tributos.
La flexión del verbo griego también podría traducirse como imperativo: "pagad". Tanto el indicativo como el imperativo son gramaticalmente correctos en este caso; sin embargo, el contexto sugiere que no se trata de una orden sino de la afirmación de un hecho. Es evidente que los primeros cristianos consideraban como una cuestión de principio el pagar impuestos, quizá como obediencia a las enseñanzas de Cristo (Luc. 20: 20-25), lo que se refleja en Rom. 13: 7. Al sostener al gobierno civil con sus tributos, los cristianos reconocían que debían obedecer al Estado como instituido por Dios "para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien" (1 Ped. 2: 14).
Servidores.
Gr. leitourgós "servidor", "servidor público". De este vocablo deriva la palabra "liturgia". No es el mismo que se ha traducido como "servidor" en el vers. 4 (ver comentario respectivo). Ambas palabras se usan para referirse a servicios seculares, pero la primera también se aplica especialmente al ministerio sacerdotal (ver Rom. 15: 16; Heb. 8: 2), Pablo quizá usa esta palabra para destacar la legitimidad y la necesidad de obedecer a los poderes civiles, dándoles un matiz de carácter sagrado como "servidores público de Dios".
Atienden continuamente.
O "perseveran". La palabra que aquí se traduce en está forma, también se ha traducido "constantes" en cap. 12: 12.
Esto mismo.
Es decir, el servicio de Dios descrito en los vers. 3 y 4.
7.
Pagad a todos.
Algunos comentadores consideran este versículo como la conclusión del tema de Pablo acerca del deber del cristiano de obedecer al Estado, en cuyo caso "todos" se refiere a los que están en autoridad. Pero otros comentadores interpretan este versículo como una afirmación de un principio amplio que se aplica tanto a la sección precedente como a la que sigue; y en ese caso "todos" se refiere a todos los hombres, y entonces la afirmación de Pablo sería: "Pagad a todos los hombres lo que les corresponde".
Tributo.
Gr. fóros, "impuesto", "contribución". En los papiros se da a esta palabra el significado de "alquiler" (cf. Luc. 20: 22).
Impuesto.
Gr. télos (ver com. Mat. 17: 25).
Respeto.
Gr. fóbos, literalmente "temor". En este caso significa el respeto con que debe ser considerada una autoridad; no temor con el sentido de "miedo" o "terror" (cf. 1 Ped. 2: 18; 3: 2).
Honra.
Cf. 1 Ped. 2: 17. Los agentes del gobierno romano que en los días de Pablo estaban autorizados para cobrar tributos e impuestos, al menos a los judíos, eran blanco del odio popular y de desprecio. Por eso Pablo aconsejaba a los creyentes de Roma que no sólo se sometieran al sistema de impuestos, sino que también prestaran la debida honra y respeto a sus gobernantes. Esto contrasta agudamente con el creciente sentimiento de rebelión que estaba siendo fomentado por algunos fanáticos judíos, y que pronto causaría la destrucción de su nación (ver Josefo, Guerra ii. 13. 4-7).
8.
No debáis a nadie nada.
El cristiano debe pagar todo lo que debe, pero hay una deuda que nunca podrá cancelar plenamente, a saber: la deuda de amor a sus prójimos.
Amaros unos a otros.
El amor mutuo es una obligación ilimitada. Es una deuda que uno siempre debe procurar pagar, pero que 624 nunca se saldará por completo mientras haya oportunidad de hacer el bien a nuestros prójimos.
Ama al prójimo.
Literalmente "ama al otro", al que no es "yo mismo".
Ha cumplido.
El que ama a sus prójimos ha cumplido el intento y propósito de la ley. Todos los mandamientos de Dios se basan en el principio único del amor (Mat. 22: 34-40; cf. Rom. 13: 9). Por lo tanto, la ley divina no puede ser perfectamente obedecida sólo con la conformidad externa a la letra. La verdadera obediencia tiene que ver con el corazón y el espíritu (cf. Rom. 2: 28-29). El cumplimiento de la ley no es una sujeción externa a ella, sino amor sincero (cap. 13: 10). Los judíos habían sido lentos para creer y practicar esta verdad fundamental, a pesar de las claras enseñanzas de Moisés sobre el tema (Lev. 19: 18, 34; Deut. 6: 5; 10: 12). Convirtieron la ley de amor de Dios en un código rígido, sin amor y de requerimientos legales. Diezmaban meticulosamente la menta, el eneldo y el comino, pero pasaban por alto los asuntos más importantes de la ley: la fe, La justicia, la misericordia y el amor de Dios (Mat. 23: 23; Luc. 11: 42). Por eso Jesús procuró revelarles vez tras vez el verdadero propósito de los mandamientos de su Padre. Enseñaba que todos los mandamientos se resumen en el amor (Mat. 22: 37-40; Mar. 12: 29-34; Luc. 10: 27-28), y que la característica distintiva de un discípulo obediente es el amor por sus prójimos (Juan 13: 34-35).
La ley.
"Ley" sin artículo (ver com. cap. 2: 12). Aunque las referencias que hace Pablo a mandamientos específicos del Decálogo (cap. 13: 9) indican que tenía especialmente en cuenta esa ley, la ausencia del artículo sugiere que quizá estaba hablando de "ley" como un principio. El pecado es desobediencia a ley, o sea impiedad (ver com. 1 Juan 3: 4); y por el contrario, el amor es, literalmente, "el cumplimiento de la ley" (Rom. 13: 10).
9.
Porque.
Es decir, los mandamientos que Pablo cita ahora. El que ama a su prójimo ni le robará, ni le quitará la vida; tampoco codiciará sus bienes, ni dará falso testimonio acerca de él, ni cometerá adulterio con su cónyuge.
No dirás falso testimonio.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de este mandamiento. Quizá fue añadido por un copista para hacer más completa la lista de la segunda tabla de los Diez Mandamientos; sin embargo, es claro que Pablo no tenía el propósito de presentar una enumeración completa. Lo atestiguan sus palabras: "y cualquier otro mandamiento". El orden de los mandamientos difiere del de Exo. 20: 13-15, pues el séptimo ha sido colocado antes del sexto. La misma distribución se encuentra en Mar. 10: 19; Luc. 18: 20; Sant. 2: 11. El orden regular aparece en Mat. 19: 18. Pablo tal vez está siguiendo el orden de un manuscrito de la LXX. El orden que él sigue es el de Deut. 5: 17 como se halla en el Códice Vaticano. Este mismo MS, en la lista de los últimos cinco mandamientos según Exo. 20: 13-15, coloca en primer lugar el séptimo mandamiento, y luego el octavo y el sexto.
Se resume.
Gr. anakefalaióÇ, "recapitular", "sintetizar".
Amarás.
La cita es de Lev. 19: 18 (ver comentario respectivo).
10.
El amor no hace.
Ver com. 1 Cor. 13: 4-6.
Cumplimiento.
Gr. pi'rÇma, "plenitud". "La ley en su plenitud" (BJ). Cf. vers. 8.
La ley.
"Ley" sin artículo (ver com. vers. 8).
11.
Y esto.
La expresión recuerda la orden precedente de no debe nada sino amor, el cual es en sí mismo la síntesis de los deberes cristianos ya prescritos (cap. 12; 13). Como un verdadero incentivo para el cumplimiento de esos deberes, Pablo ahora recurre a lo que siempre ha sido uno de los alicientes más poderosos para la vida cristiana: la creencia en la proximidad de la segunda venida de Cristo (cf. 1 Cor. 7: 29; Heb. 10: 25, 37; 1 Ped. 4: 7).
Tiempo.
Gr. kairós. Este término no se aplica al "tiempo" en general sino a un "momento" (BJ) definido, medido o fijado, o a un período crítico u ocasión (ver com. Mar. 1: 15; cf. 1 Cor. 7: 29; Apoc. 1: 3). Los creyentes de Roma no podían menos que comprender el tiempo crítico en que vivían. Por eso Pablo los exhorta a abandonar toda tibieza e indolencia, a terminar con toda complacencia propia y a vestirse "del Señor Jesucristo".
Es ya hora.
Ver Mat. 24: 44; 25: 13.
De levantarnos.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la variante "de levantaros".
Sueño.
La preparación necesaria para el gran día de Dios exige de los cristianos una continua vigilancia. Compárese con la parábola de las diez vírgenes: "cabecearon todas y 625 se durmieron" (Mat. 25: 5; cf. 1 Tes. 5: 6).
Más cerca. . . nuestra salvación.
Por "salvación" evidentemente Pablo quiere significar la venida de Cristo en gloria y poder y todo lo que sucederá entonces, como ya lo ha descrito: "la manifestación de los hijos de Dios" (cap. 8: 19), "la redención de nuestro cuerpo" (vers. 23) y la liberación de la naturaleza "de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (vers. 21).
Creímos.
Es decir, cuando primero creímos; "cuando abrazamos la fe" (BJ). El tiempo del verbo griego indica el momento cuando se aceptó la fe cristiana (cf. Hech. 19: 2; 1 Cor. 3: 5; 15: 2). La expectativa constante de la venida del Señor es la actitud mental que Cristo ordenó en sus repetidas advertencias (ver Mat. 24). Esta expectativa ha estado condicionada desde el principio con el consejo de que "el día y la hora nadie sabe" (Mat. 24: 36), y Pablo tuvo en cuenta esta precaución (1 Tes. 5: 1-2; 2 Tes. 2: 1-2). Sin embargo, la forma en que anticipaba ese gran día no fue por eso menos vívida (1 Tes. 4: 15, 17; 1 Cor. 15: 51-52). Otros escritores del NT compartían este mismo sentimiento (1 Ped. 4: 7; 2 Ped. 3; 1 Juan 2: 18; Apoc. 22: 12, 20; cf. Ev. 504; HAp 215).
El hecho de que este tiempo se ha prolongado más de lo esperado, no significa que la Palabra de Dios haya fallado. Hay una obra que debe ser hecha y hay condiciones que se deben cumplir antes de que pueda venir Cristo (ver Ev 504-505). Entre tanto es indispensable que cada creyente experimente un sentimiento continuo y vital de la brevedad del tiempo y de la inminencia del retorno de Cristo. Esta motivación es indispensable para completar la obra que debe concluirse y hacer frente a las condiciones que se presenten. Permanece siempre intacta la verdad de que a los que duermen en una tibia complacencia propia el día del Señor los sorprenderá como ladrón en la noche, "y no escaparán" (1 Tes. 5: 3).
12.
Noche.
Después de comparar con el "sueño" la condición espiritual en que se encontraban sus lectores, Pablo continúa el símbolo contrastando la vida presente con la venidera, como la noche con el día (cf. Heb. 10: 25).
Desechemos.
Gr. apotíth'mi, "echar a un lado", "quitarse algo de encima". De ahí la traducción de la BJ: "despojémonos". Esta palabra se usa varias veces en el NT para describir el abandono de los malos hábitos (Efe. 4: 22, 25; Col. 3: 8; Heb. 12: 1; Sant. 1: 21; 1 Ped. 2: 1).
Obras de las tinieblas.
"Las tinieblas" se presentan como una vestimenta de la cual debe despojarse el cristiano, para luego vestirse con la armadura de la verdad y la justicia para que pueda estar preparado para la luz del día de la aparición de Cristo.
Armas.
Gr. hóplon, vocablo traducido como "armas" en Juan 18: 3 y 2 Cor. 10: 4, y como "instrumentos" en Rom. 6: 13. Compárese con la descripción que hace Pablo de la armadura del cristiano en Efe. 6: 11-18.
De la luz.
Las "armas de la luz" llevan ese nombre en contraste con "las obras de las tinieblas". Los cristianos son invitados a salir "de las tinieblas a" la "luz admirable" de Dios (1 Ped. 2: 9); son llamados "hijos de luz" (1 Tes. 5: 5), y por lo tanto libran la batalla espiritual con "armas de. . . luz".
13.
Andemos.
Es decir, vivamos, comportémonos.
Como de día.
Los malhechores ocultan sus hechos de violencia y maldad con la oscuridad de la noche (1 Tes. 5: 7; Efe. 5: 11-12). Pero el cristiano debe conducirse como si todo el mundo pudiera ver lo que él hace. Es hijo del día y no de la noche (1 Tes. 5: 5), y debe vivir como hijo de la luz (Efe. 5: 8).
Honestamente.
Gr. eusj'mónÇs, "en buena forma", "decorosamente", "honorablemente". "Procedamos con decoro" (BJ). Esta palabra aparece también en 1 Cor. 14: 40: "decentemente", y 1 Tes. 4: 12: "honradamente".
Glotonería.
Gr. kÇmos, "parranda", "francachela", "orgía" (cf. Gál. 5: 21; 1 Ped. 4: 3).
En lujurias.
En griego es más específico: se refiere a la inmoralidad sexual. La palabra que se emplea es kóit', "cama", y por extensión, "relación sexual".
Lascivias.
Gr. asélgeia, "sensualidad", "libertinaje", "indecencia" (cf. 2 Cor. 12: 21; Gál. 5: 19). Los pecados de esta enumeración prevalecían entre los paganos de los días de Pablo (Rom. 1: 24-31), pero de ninguna manera estaban limitados sólo a ellos (cap. 2: 3, 21-24).
Contiendas.
Gr. éris, "querella"; "rivalidades" (BJ).
Envidia.
Gr. z'los, "celos".
14.
Vestíos.
En el vers. 12 se exhorta al cristiano a que se vista con "las armas de la luz". Ahora Pablo describe a Cristo mismo 626 como la panoplia del cristiano. Pero esta vida con la que se ha "vestido" ("revestido", BJ) continuamente debe ser renovada cada día en la experiencia del crecimiento y la santificación (Efe. 4: 24; Col. 3: 12-14). Cada paso que se dé en ese desarrollo puede ser considerado como vestirse de nuevo de Cristo, y el cristiano que persevera en esa experiencia transformadora, imitará más y más perfectamente la vida y el carácter de Cristo y reflejará al Salvador delante del mundo (ver 2 Cor. 3: 2-3; PVGM 47; cf. Gál. 4: 19).
La carne.
Es decir, la naturaleza física depravada (cf. cap. 8: 1-13). Deben satisfacerse las necesidades del cuerpo, pero el cristiano no debe dejarse dominar por el estímulo y la complacencia de los apetitos físicos impuros. Una vida Iujuriosa y de complacencia propia estimula esos impulsos carnales, pero el cristiano debe más bien hacerlos morir (cap. 6: 12-13; 8: 13). Por eso Pablo advierte a los creyentes que no presten atención a tales cosas.


NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 13

Algunos de los escritores del NT dan la impresión de referirse a la segunda venida de Cristo como si fuera algo inmediato. Se citan los siguientes textos como muestra típica de esta enseñanza: Rom. 13: 11-12; 1 Cor. 7: 29; Fil. 4: 5; 1 Tes. 4: 15, 17; Heb. 10: 25; Sant. 5: 8-9; 1 Ped. 4: 7; 1 Juan 2: 18.
Quizá algunos se apresuren a concluir que los escritores bíblicos estaban completamente equivocados, o que por lo menos, nada se puede saber en cuanto al tiempo de la venida de Cristo; pero la evidencia no requiere una conclusión tal.
En la repetida discusión de las Escrituras en cuanto al fin del mundo o la venida de Cristo, se destacan claramente ciertos hechos. Y creemos que si se tienen en cuenta esos hechos, es posible llegar a una conclusión totalmente consecuente con la creencia en la inspiración de la Biblia y el hecho solemne del segundo advenimiento. Estos hechos son los siguientes:
1. Los escritores bíblicos siempre hablan de la certeza del segundo advenimiento. Esto se aplica tanto a los escritores del AT como del NT. El lector de la Biblia que da a las palabras de ésta su significado más evidente, concluirá que "el día del Señor vendrá" (2 Ped. 3: 10).
2. Al referirse a este tema los escritores bíblicos parecen estar tan dominados por la grandeza, la gloria y la naturaleza apoteósica del acontecimiento para cada ser humano y para toda la creación, que con frecuencia hablan como si fuera el único y exclusivo acontecimiento futuro. La luz deslumbradora del día de Dios con frecuencia parece excluir todo lo demás de la vista y de la mente del profeta. El lector recibe la clara impresión de que el autor inspirado considera todo lo demás que pueda preceder al advenimiento, como de menor importancia, como un prólogo del gran clímax hacia el cual se encamina toda la creación; con frecuencia quizá sienta como si el gran día estuviera por sobrevenir.
Es evidente que esta vívida presentación del advenimiento comenzó con Enoc, "séptimo desde Adán", quien declaró a los impíos de sus días: "He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos" (Jud. 14-15). No hay nada en el contexto que sugiera que Enoc hubiera explicado que la venida tendría lugar miles de años más tarde, y lo más seguro que no lo sabía. Le había sido revelado que el Señor vendría para juzgar; nada más importaba.
3. Los escritores bíblicos destacaron que el día del Señor vendría súbita e inesperadamente. Las afirmaciones de Cristo son el mejor respaldo de esta enseñanza. Él dijo: "Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor" (Mat. 24: 42). "Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre" (Luc. 21: 34-36).
Las palabras de Pablo son un eco de las de nuestro Señor: "El día del Señor vendrá así como ladrón en la noche" (1 Tes. 5: 2). Pedro escribe en forma parecida: "El día del Señor vendrá como ladrón en la noche" (2 Ped. 3: 10).
Lo que dio a la predicación del segundo advenimiento una calidad de inminencia, 627 por lo menos potencialmente, fue la seguridad de que ese evento ocurriría y de que sería inesperado y repentino.
Ahora bien, en vista de que al Señor no le pareció conveniente revelar el "día y la hora" (Mat. 24: 36) de su venida, y como instó a sus seguidores a que velaran constantemente para que ese día no los sorprendiera como "ladrón", ¿qué otra cosa podría esperarse sino que los autores del NT escribieran del advenimiento con un tono de inminencia? Esto no proyecta ninguna sombra sobre la inspiración que recibieron. Sabían, por revelación y por instrucción directa procedente de Cristo, que él vendría otra vez, que su venida sería precedida por tiempos tumultuosos, que sería súbita e inesperada, y que ellos y a quienes ellos predicaran debían velar continuamente. Pero no les fue revelado el "día y la hora". Por lo tanto, debido a esa limitación en la revelación que les fue dada, presentaban a los creyentes la exhortación constante y la advertencia acerca del día del Señor.
Era evidente en el plan de Dios que sus profetas no dispusieran de cierto conocimiento acerca de la exactitud del momento del advenimiento de Cristo. Precisamente antes de su ascensión, nuestro Señor puso fin a las preguntas de sus discípulos en cuanto a calcular el tiempo de las acciones futuras de Dios, cuando declaró: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad" (Hech. 1: 7).
4. Los autores bíblicos no escribieron sencillamente para sus días o para determinado grupo a quien dirigían una carta. Si así fuera entonces la importancia de las Escrituras habría concluido con la generación que recibió directamente los mensajes de los portavoces de Dios. No; escribían bajo inspiración y sin duda comprendiendo con frecuencia sólo en parte, para todas las generaciones hasta que volviera el Señor. Es cierto que algunas cosas que escribieron, por ejemplo, sobre la circuncisión, tenían una importancia particular para la generación de los autores del NT, mientras que otras porciones han tenido y tienen una importancia creciente a medida que se aproxima el fin de la historia de la tierra.
El hecho de que los autores inspirados de la Biblia escribieran para exhortar, amonestar e instruir a todos los que vivieran hasta el segundo advenimiento, aclara más las declaraciones del NT que hablan de la inminencia de la segunda venida. Es cierto que los mensajes, dentro de su contexto histórico, están dirigidos a grupos específicos que vivían en ese tiempo, y no hay duda alguna de que la mayoría de los consejos espirituales de las Escrituras se sitúan dentro de un contexto histórico que corresponde con determinadas personas y determinado tiempo del pasado.
Pero aunque una declaración se haya dirigido a ciertos creyentes, puede aplicarse no tanto a ellos como a sus descendientes espirituales. Cuando Cristo describió a sus discípulos ciertos acontecimientos claves que precederían a su venida y servirían como señales de ella, abarcó un período de unos dos mil años; y cuando comenzó a describir la caída de Jerusalén, dijo: "Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel" (Mat. 24: 15). "Veáis" correspondía con los discípulos a quienes se estaba dirigiendo; pero sigue hablando de la "gran tribulación" de la cual había hablado Daniel en la profecía, que abarcaría hasta el siglo XVIII, y continúa con la exhortación "entonces, si alguno os dijere. . ." (vers. 23). Ahora bien, podría decirse que Cristo está aquí advirtiendo otra vez a sus doce discípulos contra engaños amenazadores. Pero todo el contexto nos obliga a creer que él está hablando también, y aun con más razón, a sus seguidores que vivieran en el siglo XVIII y posteriormente.
Este hecho bíblico, que el grupo presente en ese momento puede ser el recipiente de un mensaje no sólo para ellos sino también, y quizá más particularmente, para una generación posterior, nos protege de no caer en conclusiones sin fundamento acerca de la ubicación histórica de ciertos sucesos venideros.
Pareciera que inmediatamente después de la ascensión "los hermanos", grupo que tal vez incluía a los apóstoles, pensaban que Cristo podría volver en sus días: "Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo [Juan] no moriría" (Juan 21: 23), sino que quedaría vivo para contemplar el regreso de su Señor (cf. Hech. 1: 6-7).
Sin embargo, hay cierta evidencia en el NT de que Dios dio alguna luz a sus portavoces acerca del tiempo que transcurriría antes de que Cristo regresara. En su primera carta a los Tesalonicenses, Pablo les escribió del advenimiento y dijo: "Nosotros que vivimos, 628 que habremos quedado hasta la venida del Señor" (1 Tes. 4: 15); pero, ¿quería Pablo que los tesalonicenses llegaran a la conclusión de que el día del Señor virtualmente estaba a las puertas? Es evidente que algunos llegaron a esa conclusión, porque en su segunda carta el apóstol vuelve al tema: "Os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca" (2 Tes. 2: 1-2). Después procede a describir acontecimientos que debían suceder antes del advenimiento (vers. 3-12). El proceso clave sería determinada "apostasía" (vers. 3). Pero Pablo explica en otros pasajes que esa "apostasía" ocurriría principalmente después de su muerte (Hech. 20: 28-30; 2 Tim. 4: 6-8). Después de presentarles un bosquejo de ciertos sucesos que precederían al advenimiento, los exhorta a estar "firmes" para los días venideros (2 Tes. 2: 15-17).
En la celda de la prisión donde esperaba la muerte, Pablo escribió a su hijo espiritual Timoteo: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Tim. 2: 2). Es claro que Pablo estaba instruyendo a Timoteo que quedaba cierto período de tiempo antes de que Cristo regresara.
Por lo tanto, es evidente que cuando Pablo dijo en 1 Tes. 4: 15 "habremos quedado", no se incluía él sino que estaba hablando de aquellos creyentes cristianos que vivirían en los días finales. El plural de la primera persona del verbo indicaba sencillamente que Pablo pertenecía al grupo de fieles que, en forma ininterrumpida, abarcaban los siglos.
Pedro escribió: "El fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración" (1 Ped. 4: 7). Esas palabras, ¿se aplicaban necesariamente al grupo próximo a él, a quien escribía? La respuesta parece ser: no. Leemos en su segunda epístola, escrita no sabemos cuánto tiempo después de la primera: "Para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?" (2 Ped. 3: 2-4). Lo más razonable es admitir que estas palabras sugieren que Pedro esperaba algún proceso futuro en que aparecerían cierta clase de burladores.
Nótese especialmente que Pedro, al ocuparse del advenimiento venidero, exhorta a los creyentes a tener "memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas". Anteriormente, en esta misma epístola, declaró: "Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones" (2 Ped. 1: 19). Según estas palabras es evidente que Pedro enseñaba que tenía que transcurrir cierto lapso antes del advenimiento. Los creyentes debían dejarse guiar por la luz profética "hasta que el día esclarezca". Respondiendo al mismo propósito, Pablo declaró a los tesalonicenses: "Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón" (1 Tes. 5: 1-4).
La forma en que los apóstoles recurren a lo que escribieron los profetas es un eco de las palabras de Cristo acerca de lo que "el profeta Daniel" había escrito en cuanto a sucesos venideros: "El que lee, entienda" (Mat. 24: 15).
5. En este cuadro de la exhortación dirigida a los creyentes para guiar sus pasos con la luz de la profecía, lógicamente reconocemos que la Biblia contiene algunas profecías específicas acerca de la venida del Señor, las cuales abarcan grandes períodos y que nos ayudan a saber que el advenimiento "está cerca, a las puertas" (Mat. 24: 33). Nos referimos especialmente a los libros de Daniel y de Apocalipsis. Dentro de la sabiduría de Dios esos libros, aun en el mejor de los casos, sólo fueron oscuramente entendidos en los primeros siglos de la era cristiana. Algunas de las profecías de Daniel quedarían sin duda "cerradas y selladas hasta el tiempo del fin" (Dan. 12: 9), pues eran mayormente para el tiempo del fin. 629
Actualmente disponemos de un caudal de luz adicional que irradia de las páginas de Daniel y de su libro compañero, el Apocalipsis. Sus profecías nos capacitan para conocer, en una forma en que no fue posible antes, "los tiempos y. . . las ocasiones" (1 Tes. 5: 1) que tienen relación con las profecías. Las profecías de estos dos libros nos permiten decir con seguridad profética que el fin de todas las cosas, ciertamente, está cerca. El movimiento adventista, basado en la certeza de estas páginas de la profecía que ahora están brillantemente iluminadas, puede hoy proclamar con toda seguridad el mensaje inequívoco de la proximidad del día de Dios.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 2JT 319; PP 778
7 4T 93
8 CMC 264, 271-272; HAd 358; 2JT 49
10 CS 520; DMJ 20
11 Ev 163; 2JT 312; 3JT 256; MeM 17; 5T 88
11-14 CH 579
12 CMC 245; 5T 382; 8T 18
14 CM 82; COES 106, 119; FE 290, 465; MB 53; TM 169


ROMANOS CAPÍTULO 14       AUDIO
1 Los hombres no deben menospreciar ni condenar a nadie por cosas de poca importancia, 13 sino estar atentos para no ofender. 15 Por esto, el apóstol desaprueba ciertas cosas por muchas razones.

1 RECIBID al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.
2 Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.
3 El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.
4 ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.
5 Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.
6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.
7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.
9 Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.
10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
11 Porque escrito está:
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.
12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.
13 Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.
14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.
15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.
16 No sea, pues, vituperado vuestro bien;
17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. 630
19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.
20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.
21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.
22 ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena así mismo en lo que aprueba.
23 Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.


1.
Recibid.
Gr. proslambánomai, "recibir para sí", "dar la bienvenida". "Acoged bien" (BJ); "acoged" (NC). A pesar de que son débiles "en la fe", deben ser recibidos en la comunión cristiana como hermanos, porque Cristo así los ha recibido y les ha dado la bienvenida (cap. 15: 7).
Débil en la fe.
Es decir, alguien que sólo tiene una comprensión limitada de los principios de rectitud. Anhela ser salvo y está dispuesto a hacer cualquier cosa que cree que se le pide; pero debido a la inmadurez de su experiencia cristiana (cf. Heb. 5: 11 a 6: 2) y quizá también como resultado de su educación anterior y de sus creencias, trata de asegurar su salvación por medio de la observancia de ciertas reglas y prescripciones que en realidad no son obligatorias para él. Da mucha importancia a esas reglas; las considera como absolutamente vigentes para poder alcanzar la salvación, y está angustiado y perplejo cuando ve que otros cristianos que conoce, especialmente los que parecen tener más experiencia, no comparten sus puntos de vista.
Las afirmaciones de Pablo en Rom. 14 han sido interpretadas de diversas maneras y usadas en las siguientes formas: 1 para menospreciar el régimen vegetariano, 2 para abolir la distinción entre carnes limpias e inmundas, y 3 para eliminar toda distinción entre días, aboliendo de paso el sábado. Que Pablo no se ocupa de ninguna de estas tres cosas, resulta evidente cuando se estudia el capítulo entendiendo ciertos problemas religiosos entonces vigentes, que perturbaban a algunos cristianos del primer siglo.
Pablo menciona varios problemas que eran motivo de controversia entre los hermanos: (1) algunos se refieren a la alimentación (vers. 2), y (2) los otros tienen que ver con la observancia de determinados días (vers. 5-6). En 1 Cor. 8 también se trata el problema de la alimentación y los conceptos del hermano fuerte y el hermano débil. La Primera Epístola a los Corintios fue escrita menos de un año antes que la de Romanos. Por lo tanto, es razonable concluir que en 1 Cor. 8 y Rom. 14 Pablo está tratando, en esencia, el mismo tema. En Corintios el problema es si se debe o no comer alimentos sacrificados a los ídolos. De acuerdo con una antigua práctica, los sacerdotes paganos comerciaban ampliamente con los animales sacrificados a los ídolos. Pablo dijo a los creyentes corintios, tanto de origen judío como pagano, que como un ídolo "nada es" no era malo en sí mismo comer carnes dedicadas a los ídolos. Sin embargo, sigue explicando que, debido a sus antecedentes, educación y diferencia de discernimiento espiritual, no todos tienen ese "conocimiento", y por lo tanto no podrían comer con limpia conciencia tales alimentos (ver com. 1 Cor. 8). Por eso Pablo instaba a los que no tenían escrúpulos en cuanto a esas comidas a que no participaran de ellas para no poner una piedra de tropiezo en el camino de un hermano (Rom. 14: 13). Su admonición está, pues, en armonía con la decisión del Concilio de Jerusalén, y proporciona por lo menos una razón por la cual ese concilio se definió así en cuanto a este tema (ver com. Hech. 15). Quizá para no escandalizar en esto, algunos cristianos se abstenían por completo de comer carne, por lo que su alimento se reducía a "legumbres", es decir, alimentos de origen vegetal (ver com. Rom. 14: 2).
Pablo no está hablando de alimentos dañinos para el organismo. No está sugiriendo que el cristiano de fe estable puede comer cualquier cosa sin tener en cuenta los efectos sobre su salud. Ya ha mostrado (cap. 12: 1) que el verdadero creyente procurará que su cuerpo se conserve santo para que sea aceptable delante de Dios como un sacrificio vivo. El hombre de fe firme considerará que es un acto de culto espiritual el cultivar la buena salud (Rom. 12: 1; 1 Cor. 10: 31). Otro hecho aclara el problema que Pablo está tratando. Al principio, y no muy nítidamente, muchos cristianos de origen judío comprendieron que la ley ceremonial había 631 hallado su cumplimiento en Cristo (ver com. Col. 2: 14-16) y que, por lo tanto, ya no estaba en vigencia. A los primeros cristianos no se les prohibió súbitamente que asistieran a las festividades anuales judaicas, ni se los instó a que abandonaran inmediatamente todos los ritos ceremoniales. La ley ceremonial obligaba a los judíos a observar siete días de reposo anuales. Pablo asistió inclusive a algunas de esas fiestas después de su conversión (Hech. 18: 21, etc.). Aunque enseñaba que "la circuncisión nada es" (1 Cor. 7: 19), circuncidó a Timoteo (Hech. 16: 3) y cumplió con un voto de acuerdo con las estipulaciones del antiguo código (Hech. 21: 20-27). Debido a las circunstancias parecía que lo mejor era permitir que varios elementos de la ley ceremonial judía desaparecieran poco a poco, a medida que la razón y la conciencia se fueran aclarando. Por eso se hizo inevitable que entre los cristianos de origen judío se levantaran preguntas en cuanto a si era correcto observar ciertos "días", o sea ciertos días de fiesta judíos que correspondían con sus festividades anuales (ver Lev. 23: 1-44; com. Col. 2: 14-17).
En vista de estos hechos resulta evidente que Pablo, en Rom. 14, (1) no está menospreciando una alimentación de "legumbres" (comidas de origen vegetal), ni (2) anulando la distinción secular bíblica entre carnes limpias e inmundas, ni (3) aboliendo el sábado semanal de la ley moral (ver com. cap. 3: 31). El que pretenda afirmar que así fue, debe estar leyendo en la exposición de Pablo algo que él no enseñó.
Que Pablo no enseña y ni siquiera insinúa la abolición del sábado semanal, ha sido reconocido por muchos comentadores conservadores. Por ejemplo, Jamieson, Fausset y Brown al comentar este pasaje (cap. 14: 5-6) enseñan: "Desafortunadamente Alford deduce por la lectura de este pasaje que no se podría haber usado este lenguaje si la ley del sábado hubiera estado en vigencia en cualquier forma bajo el Evangelio. No hay duda de que el sábado no podía estar entonces en vigencia si hubiera sido una de las fiestas judías; pero no debe darse por sentado que el sábado fuera un día festivo sencillamente porque se guardaba bajo el sistema mosaico. Y como sin duda alguna el sábado es más antiguo que el judaísmo, y que bajo el judaísmo fue incluido entre las cosas sagradas del Decálogo, el cual fue pronunciado verbalmente en medio de los terrores del Sinaí como ninguna otra enseñanza del judaísmo; y en vista de que el mismo Legislador declaró personalmente, en la tierra: 'EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR AUN DEL IDA DE REPOSO [SÁBADO]' (Mar. 2: 28), es sumamente difícil demostrar que el apóstol tenía el propósito de que ese día [el sábado] fuera clasificado por sus lectores entre los días festivos judaicos que ya habían caducado, y que sólo un 'débil' podría imaginarse que estaba en vigencia, un 'débil' que sólo debía ser tolerado debido al amor de los que tenían más luz".
En Rom. 14: 1 a 15: 14 Pablo insta a los cristianos más firmes a que consideren con simpatía los problemas de sus hermanos más débiles. Como lo hizo en los cap. 12 y 13, muestra que el origen de la unidad y de la paz en la iglesia es el genuino amor cristiano. Este mismo amor y respeto mutuo asegurarán una continua armonía entre el conjunto de creyentes a pesar de las diferencias de opiniones y de los escrúpulos en asuntos de religión.
Contender sobre opiniones.
Los creyentes "débiles" deben ser recibidos dándoles la bienvenida a la comunión cristiana, pero no con el propósito de hacerlos participar en controversias. Los creyentes más firmes no tienen la misión de dictaminar en cuanto a los escrúpulos de los que quizá son más débiles en la fe.
2.
Cree.
O "tiene fe" (ver com. cap. 3: 3). Pablo destaca que la convicción (o "fe") de un hombre le permite comer cosas que la fe de otro no le permite.
Legumbres.
Gr. lájanon, "hortaliza", "verduras" (BJ, BC, NC). Ver com. vers. 1. Pablo no se ocupa de la conveniencia de comer ciertos alimentos o de abstenerse de ellos, sino más bien exhorta a ser pacientes y tolerantes en tales asuntos. "El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (vers. 17). Por lo tanto, el hombre de fe firme seguirá "lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación" (vers. 19) y tendrá cuidado para que por lo que come o bebe, o por cualquier otra práctica personal, no se destruya la obra de Dios (vers. 20) y no sufran aquellos por los cuales Cristo murió (vers. 15).
3.
Menosprecie.
Gr. exouthenéÇ, literalmente "echar afuera como nada", por lo tanto, "despreciar", "tratar con desdén". Los de fe más fuerte naturalmente se sentían inclinados 632 a considerar con menosprecio la estrecha visión de los débiles "en la fe" (vers. 1) en lo referente a la alimentación. Por supuesto, esto revelaba que la fe de quienes creían que eran fuertes aún era deficiente, pues la fe genuina obra movida por el amor (Gál. 5: 6).
Juzgue.
La crítica con frecuencia es una característica de aquellos cuya vida religiosa se basa principalmente en el cumplimiento de deberes externos. Ambos lados -"el que come" y el "que no come"- están equivocados; ambos revelan orgullo espiritual y no amor cristiano.
Le.
Es decir, el hermano más firme, que no tiene escrúpulos en comer "de todo" (vers. 2). Lo que destaca Pablo es que el creyente que se abstiene no debe condenar, debido a su libertad, al hombre a quien Dios ha aceptado y recibido en su iglesia dentro de esa libertad (ver 1 Cor. 10: 29; Gál. 5: 13). Si Dios le ha perdonado sus pecados y lo ha recibido como a su Hijo, y su vida revela en otros respectos la presencia del Espíritu Santo, todas esas críticas están fuera de lugar.
Recibido.
Gr. proslambánomai, "aceptar", "recibir". Esta es la palabra que se traduce "recibid" en el vers. 1. El cristiano debe "recibir" a su hermano así como Dios lo recibe a él (cf. cap. 15: 7).
4.
Tú. . . que juzgas.
Pablo se está refiriendo al hermano débil, pues "juzgas" se relaciona con "juzgue", vers. 3.
Criado ajeno.
En este caso "de Dios" o "de Cristo", lo que depende de si se acepta "Dios" o "el Señor" como parte del texto en la parte final del versículo (ver com. "el Señor"; cf. vers. 8-9). La palabra griega traducida "siervo" (oikét's) es rara en el NT. Sólo aparece aquí y en Luc. 16: 13; Hech. 10: 7; 1 Ped. 2: 18. Significa "criado doméstico", diferente del esclavo común, pues está más íntimamente relacionado con la familia. El creyente "débil" (Rom. 14: 1) está condenando a uno de los siervos de Dios, a uno que es responsable ante Dios, no ante el consiervo criticón.
Está en pie.
Algunos han entendido que esta frase significa firmeza moral o espiritual (cf. 1 Cor. 16: 13; Fil. 1: 27); otros, absolución o aprobación ante Dios (cf. Sal. 1: 5).
Cae.
En contraste con "está en pie" (ver comentario respectivo). Algunos consideran que se refiere a una caída moral o espiritual (cf. cap. 11: 11, 22); otros, a condenación o desaprobación en el juicio. Ambas expresiones se usan en el primero de estos dos sentidos en 1 Cor. 10: 12: "El que piensa estar firme, mire que no caiga".
Estará firme.
O "quedará en pie" (BJ). A pesar de las críticas de los hermanos que lo censuran, el creyente que con fe emplea su libertad cristiana en los asuntos que aquí se tratan, será fortalecido y sostenido por su Amo. Aquel cuya fe es "débil" (vers. 1) aun puede temer que el hermano más fuerte esté en grave peligro por no compartir sus escrúpulos. Pero Pablo sugiere que cualquiera que sea el peligro, el Amo que llamó a su siervo a vivir en libertad (Gál. 5: 13) tiene poder para librarlo de los peligros que conlleva esa libertad, peligros que el hermano "débil" (vers. 1) está tratando de evitar de otra manera. Sin embargo, algunos interpretan que esta frase se refiere a absolución en un juicio.
5.
Hace diferencia. . . juzga.
Ambas frases son una traducción del verbo krínÇ, "juzgar", "estimar", "decidir". Pablo ahora trata la observancia de días especiales, otra causa de disensión y confusión entre los creyentes. Ver com. vers. 1. Compárese con una situación similar que existía en las iglesias de Galacia (Gál. 4: 10-11) y en la iglesia de Colosas (Col. 2: 16-17).
Aquellos creyentes cuya fe les permitía abandonar inmediatamente todas las festividades ceremoniales, no debían despreciar a otros cuya fe era menos firme; y estos últimos no debían criticar a aquellos que les parecían intemperantes. Cada creyente es responsable ante Dios (Rom. 14: 10-12); y lo que Dios espera de cada uno de sus siervos es que esté "plenamente convencido en su propia mente" y que proceda cuidadosamente según sus convicciones de acuerdo con la luz que ha recibido y entendido. Entre los seguidores de Cristo nada debe hacerse por la fuerza ni por imposición. Siempre debe prevalecer un espíritu de amor y tolerancia comprensiva. Los que son más fuertes en la fe deben "soportar las flaquezas de los débiles" (cap. 15: 1), así como Cristo ha llevado las debilidades de todos nosotros. No hay lugar para una crítica que emana de la justicia propia de aquellos cuyos puntos de vista y prácticas quizá difieran de las nuestras, o menosprecio por aquel que quizá aún "es niño" en la fe (Heb. 5: 13).
Otra interpretación de este pasaje, aceptada por muchos estudiosos de la Biblia, es que aquí Pablo hace referencia a días de ayuno. Se sabe que los judíos acostumbraban ayunar 633 lunes y jueves, y la Didajé (8: 1), a comienzos del siglo II, insta a los cristianos a ayunar miércoles y viernes. Así se entendería que Romanos 14 habla de prácticas de importancia secundaria, qué comer y cuándo, acerca de las cuales la Palabra de Dios no tiene nada claro que decir. (Ver Raoul Dederen, "On Esteeming One Day Better Than Another", Andrews University Seminary Studies 9 [enero, 1971]: 16-35.)
Plenamente convencido.
"¡Aténgase cada cual a su conciencia!" (BJ). Ver com. cap. 4: 21. Pablo no sugiere que los cristianos no deben tener convicciones acerca de aquellos asuntos en cuanto a los cuales podría haber divergencias, antes bien insta a los creyentes a que lleguen a conclusiones claras y definidas. Pero al mismo tiempo debieran hacerlo con caridad para aquellos que llegan a otras conclusiones. No debe hacerse nada para despojar a nadie de esta libertad de tener sus propias convicciones respecto a su deber personal. Compárese con DTG 505; Ed 15.
6.
Hace caso.
Esta frase aparece cuatro veces en este versículo como una traducción del verbo griego fronéo, que aquí significa "observar", "estimar". Compárese esto con Fil. 3: 19 y Col. 3: 2, donde froné se ha traducido como "sólo piensan" y "poned la mira", respectivamente.
Para el Señor.
En ambas circunstancias el motivo es el mismo, ya sea que se observe un día o no, de fiesta o de ayuno, o ya sea que se coma de cierto alimento o no se coma. El hermano más fuerte agradece a Dios por "todo" (vers. 2) y participa de su alimento para la gloria de Dios (cf. 1 Cor. 10: 31); y el hermano más débil agradece a Dios por lo que come, y para la gloria de Dios se abstiene de alimentos que pudieran haber sido sacrificados a los ídolos (ver com. Rom. 14: 1).
No hace caso.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece la omisión de la siguiente oración: "y el que no hace caso del día, para el Señorío lo hace". La omiten la BJ, BC, NC y otras versiones. El significado de este versículo no se altera, pues esta oración sólo presenta el pensamiento anterior en forma negativa.
No come.
Ver com. "para el Señor".
7.
Vive para sí.
Pablo ahora amplía como una regla general de vida el pensamiento sugerido por las palabras del vers. 6, "para el Señor". El cristiano hace todo "para el Señor", no sólo en asuntos de comida y de días especiales. El propósito de toda su existencia es no vivir "para sí", para sus placeres personales y de acuerdo con sus propios deseos, sino "para el Señor", para la gloria divina y de acuerdo con la voluntad celestial (cf. 2 Cor. 5: 14-15). Su vida entera, hasta su último momento, pertenece al Señor (Rom. 14: 8), y a su debido tiempo tendrá que rendir cuentas ante Dios (vers. 12). Por lo tanto, los cristianos debieran vivir como quienes algún día estarán "ante el tribunal de Cristo" (vers. 10).
Las palabras de este versículo con frecuencia se han aplicado a la influencia que uno ejerce sobre sus prójimos; sin embargo, debe recordarse que este no es el significado principal, tal como lo demuestra el contexto. Pablo destaca que cualquier cosa que haga el cristiano, la hace con referencia al Señor.
8.
Del Señor somos.
Es decir, pertenecemos a Cristo, pues él es "Señor así de los muertos como de los que viven" (vers. 9). Ya sea que seamos débiles en la fe o fuertes en ella, siempre somos responsables ante el Señor pues le pertenecemos porque él nos compró (Hech. 20: 28; 1 Cor. 6: 20; Efe. 1: 14). ¿Qué derecho tenemos de ponernos a juzgar a cualquiera que pertenece a Cristo?
9.
Para esto.
Es decir, a fin de que Cristo pudiera convertirse en el Señor de los muertos y de los vivos.
Murió y resucitó, y volvió a vivir.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la variante "murió y volvió a la vida" (BJ). Mediante su muerte Cristo compró a muchos y por medio de su resurrección liberó a aquellos a quienes había comprado (ver com. cap. 4: 25). Después de su muerte y resurrección, Cristo fue entronizado a la diestra del Padre y se le dio el dominio universal (Mar. 14: 62; 16: 19; Efe. 1: 20-22; Fil. 2: 8-11; Heb. 1: 3).
Para ser Señor.
Gr. kuriéuÇ "regir sobre", "ser señor de".
De los muertos como de los que viven.
La inversión del orden común de esta frase quizá se deba al orden de las ideas que se exponen acerca de Cristo en la primera parte del versículo. El cristiano pertenece a Cristo aun en la muerte porque cuando muere, duerme "en Jesús" (1 Tes. 4: 14; cf. Apoc. 14: 13). "Los muertos en Cristo resucitarán" y a partir de este momento "estaremos siempre con el Señor" (1 Tes. 4: 16-17). Aun los que rechazan a Cristo no podrán escapar de depender de él porque mueren, pues todos los muertos resucitarán otra vez, ya sea para 634 "resurección de vida" o para "resurrección de condenación" (Juan 5: 29; cf. Apoc. 20: 12-13). En ese día "cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí" (Rom. 14: 12).
Algunos comentadores usan este versículo como una prueba de que el alma es inmortal y que la muerte sencillamente cambia al creyente de una esfera de servicio consciente a otra. Esta interpretación no armoniza con el resto de las Escrituras. Si el alma es inmortal o no debe determinarse usando otros pasajes que tratan de la condición del alma en la muerte, tema del cual Pablo no se ocupa aquí (ver Job 14: 21; Ecl. 9: 5; Juan 11: 11; etc.).
10.
¿Por qué juzgas?
La primera parte de este versículo está expresada enfáticamente en el griego: "Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué tienes en nada a tu hermano?" El que juzga a su hermano es aquel que "come legumbres", y el que tiene en nada a su hermano es el que cree con pura conciencia que puede "comer de todo" (vers. 2).
Todos compareceremos.
En el texto griego la palabra que se traduce "todos" está en una posición de énfasis. Todos nosotros, tanto débiles como fuertes, tendremos que comparecer ante el tribunal divino. Puesto que todos los creyentes, sin excepción, son súbditos y siervos de Dios y todos deberán comparecer ante el mismo tribunal, no tienen derecho a juzgarse mutuamente. Este tipo de juicio usurpa una prerrogativa de Dios (Rom. 14: 10; cf. 2 Cor. 5: 10).
De Cristo.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la variante "de Dios" (BJ). El texto "de Cristo" podría proceder del pasaje paralelo de 2 Cor. 5: 10. Dios el Padre juzgará al mundo mediante Cristo (ver Rom. 2: 16; cf. Hech. 17: 31).
11.
Escrito está.
La cita es de Isa. 45: 23, aunque difiere algo del hebreo.
Toda rodilla.
Estas palabras destacan el carácter universal del juicio final.
Confesará.
Gr. exomologéomai, "reconocer", "confesar", "dar alabanza". Este último sentido es común en la LXX (ver 1 Crón. 29: 13; etc.). Compárese con el uso de esta palabra en Luc. 10: 21, donde se ha traducido "alabar". Sin embargo, también es posible el significado "confesar", "reconocer" (cf. Sant. 5: 16: "confesaos vuestras ofensas"). Cualquiera de estos significados concuerda con el contexto de Rom. 14: 11. En la cita original de Isaías el juramento de homenaje expresado por las palabras "hice juramento" (cf. Jos. 23: 7; 2 Crón. 15: 14; Isa. 19: 18), indica la sumisión de todo el mundo a Jehová y la solemne confesión de su soberanía.
12.
De manera que.
El orden de las palabras en el texto griego añade énfasis a la responsabilidad individual de cada creyente: "Así pues cada uno de nosotros acerca de sí mismo cuenta dará a Dios".
Cuenta.
Gr. lógos (ver com. cap. 9: 28). En asuntos de conciencia cada persona es responsable ante Dios, y sólo ante él.
13.
Sino más bien decidid.
"Juzgad más bien" (BJ, BC). Una segunda razón por la cual los creyentes no debieran juzgarse mutuamente. Pablo presenta esta razón con un juego de palabras basado en el vocablo "juzgar" ("Juzguemos" y "decidid" ["juzgad", BJ, BC, que corresponde más literalmente con el texto griego, krínate]). En esta frase usa el verbo con el sentido de "decidir", "determinar" (ver 1 Cor. 2: 2; 2 Cor. 2: 1; Tito 3: 12). Si ha de haber un juicio que no sea para criticar a otros, sino con la determinación de que no sea la causa de que caiga un hermano. La primera razón de Pablo para no juzgar es que las personas no darán cuenta una a la otra, sino a Dios que es su Señor y juez. Su segunda razón es su regla de amor cristiano repetida con frecuencia. Debido a su amor, los creyentes que son fuertes en la fe deben ser considerados con las opiniones y la conciencia de sus hermanos más débiles. Procurarán ser muy cuidadosos para no ofenderlos o confundirlos. Aunque es cierto que en asuntos de conciencia nadie es responsable ante otro, sin embargo todos los cristianos son responsables por el bienestar ajeno. Y aunque un cristiano está en libertad de desprenderse de todos los restos del legalismo que tenía, sin embargo el amor a los otros prohibe cualquier uso de esa libertad que pudiera herir al creyente que es "débil en la fe" (Rom. 14: 1).
14.
Yo sé.
Pablo expresa su convicción personal, iluminada por el Espíritu, en cuanto a la libertad cristiana y el derecho a rechazar ciertos escrúpulos albergados por otros (cf. 1 Cor. 8: 4). Mediante esta enfática afirmación muestra que la consideración por el "débil" (Rom. 14: 1) debe basarse en el amor y no en un reconocimiento de que tales escrúpulos son justificados.
En el Señor Jesús.
La convicción de Pablo emanaba de una mente que vivía en comunión con Cristo y que de esa manera recibía 635 la luz del Espíritu Santo. Cf. cap. 9: 1.
Nada.
Es decir, dentro de este contexto, aquellos alimentos de los cuales Pablo ha estado hablando aquí (ver com. vers.). La palabra "nada" no debe ser entendida en su sentido absoluto. Las palabras, con frecuencia tienen más de un significado; por lo tanto, el sentido particular que expresan debe ser determinado en cada caso por el contexto. Por ejemplo, cuando Pablo dijo: "Todas las cosas me son lícitas" (1 Cor. 6: 12), esta afirmación -aislada de su contexto- podría interpretarse como una declaración de que el apóstol era un libertino. El contexto que es una advertencia contra la inmoralidad anula inmediatamente tal deducción (ver comentario respectivo). En Exo. 16: 4 la palabra "diariamente" también podría interpretarse como que significara todos los días de la semana; sin embargo, por el contexto se demuestra que se excluía el sábado.
Inmundo.
"Impuro" (BJ, BC, NC). Gr. koinós, literalmente "común". Ese término se usaba para describir aquellas cosas que aunque eran "comunes" para el mundo, estaban prohibidas para los judíos piadosos (ver com. Mar. 7: 2).
En sí mismo.
Los alimentos que el hermano "débil" (vers. 1) se abstiene de comer, pero de los que participa el hermano fuerte, no son aquellos alimentos inmundos por naturaleza, sino los que son considerados como tales por escrúpulos de conciencia (ver com. vers. 23). Pablo no está eliminando todas las distinciones entre los alimentos. La interpretación se debe limitar a los alimentos de aire se está hablando aquí: los que han sido ofrecidos a ídolos. También se debe recordar el problema específico que trata el apóstol, a saber: el trato comprensivo que se debe dar a aquellos cuya conciencia, no del todo clara, les impedía comer ciertos alimentos.
Para él lo es.
La impureza no radicaba en la naturaleza del alimento sino en la opinión del creyente acerca de él. El cristianismo "débil" (vers. 1) cree, por ejemplo, que no debe alimentarse de alimentos ofrecidos a los ídolos, y convierte en un asunto de conciencia el abstenerse de ciertos alimentos, y mientras mantenga esa convicción sería malo que participara de ellos. Puede estar equivocado desde el punto de vista de otro, pero no sería correcto que violara lo que con toda conciencia supone que Dios requiere (cf. vers. 23).
15.
Pero.
Mejor "ahora bien" (BJ), con lo que indudablemente se relaciona este versículo con la exposición precedente.
La comida.
Gr. brÇma, término que se refiere al alimento en general.
Es contristado.
La conciencia del hermano débil sufre y se perturba al ver que creyentes de más experiencia se complacen en lo que él considera pecaminoso. Ese pesar puede resultar en su destrucción, pues bien podría apartarse de la fe cristiana porque le parece que está relacionada con prácticas que él considera pecaminosas, o podría ser inducido por el ejemplo de sus hermanos más fuertes a aprobar cobardemente una conducta que para él es pecaminosa (ver 1 Cor. 8: 10-12).
Andas.
Es decir, vives, "procedes" (BJ). CE com. cap. 13: 13.
No. . . conforme al amor.
Compárese con el cap. 13.
Por la comida tuya.
Ver com. Mar. 7: 19.
Se pierda.
"No destruyas" (BJ). Todo lo que tienda a influir en alguien para que viole su conciencia, puede resultar en la destrucción de su alma. La conciencia se debilita mucho una vez que ha sido violada. Una violación puede inducir a otra, hasta que el alma es destruida. Por lo tanto, cuando un cristiano mediante su complacencia egoísta, aun en algo que considere perfectamente lícito, ejerce una influencia destructora, es culpable de la pérdida de un alma por la cual Cristo murió (cf. 1 Cor. 8).
Cristo murió.
Cristo murió para salvar al hermano "débil" (vers. 1), y sus hermanos en la fe no deben destruirlo participando de ciertos alimentos. Se pide un sacrificio muy pequeño en comparación con lo que Cristo dio: su vida. Seguramente los cristianos que son firmes en la fe estarán dispuestos a privarse del placer de algún plato favorito o de alguna bebida, debido a su hermano más débil.
16.
No sea, pues, vituperado.
Gr. blasf'méÇ, "blasfemar". Compárese con el uso de este verbo en Rom. 3: 8; 1 Cor. 10: 30. El creyente fuerte no debe permitir que el uso egoísta de su libertad dé ocasión para que el "débil en la fe" (Rom. 14: 1) condene y hable mal de algo que para el fuerte es una cosa buena y una bendición. Debe tener cuidado de no dar ningún motivo para que otros lo reprochen por el daño que su conducta personal pudiera haber causado en algún hermano demasiado escrupuloso. Ver com. 1 Cor. 8: 7-13. 636
Vuestro bien.
"Vuestro privilegio" (BJ). Quizá se refiera a la fe más firme, al conocimiento mayor y a la libertad más plena de los cuales disfruta el creyente más fuerte (cf. 1 Cor. 8: 9-11; 10: 30).
17.
El reino de Dios.
Esta expresión, si estuviera aislada, podría referirse al futuro reino de gloria (cf. 1 Cor. 6: 9-10), o al reino presente de la gracia (ver com. Mat. 4: 17; 5: 2-3). Es obvio que aquí corresponde el segundo significado. La esencia del reino de Dios no consiste en cosas externas sino en las gracias internas de la vida espiritual.
Comida ni bebida.
Estos asuntos son baladíes e insignificantes en comparación con aquellos de los cuales consiste en realidad el reino de Dios. El cristiano cuya fe es robusta quizá comprenda la naturaleza espiritual del reino de Dios. En realidad, el conocimiento de esta verdad vital es parte del "bien" mencionado en el vers. 16. Por lo tanto, ese conocimiento impedirá que apene o destruya a su hermano más débil por asuntos que son relativamente insignificantes en sí mismos.
Justicia.
Es decir, rectitud en la vida y en la conducta (cf. Rom. 6: 18; Efe. 4: 24).
Paz.
Esto incluye no sólo reconciliación con Dios (cap. 5: 1) sino también armonía y amor en la iglesia (cf. Rom. 14: 19; Efe. 4: 3; Col. 3: 14-15).
Gozo en el Espíritu Santo.
Esta es la santa alegría que el Espíritu de Dios difunde en los que viven "por el Espíritu" (Gál. 5: 25; cf. Rom. 15: 13; Gál. 5: 22; 1 Tes. 1: 6). Los que son más fuertes en la fe entienden mejor que el reino de Dios consiste en mercedes espirituales como éstas, y no en cosas materiales como comida y bebida. Por lo tanto, en lo que se refiere a su libertad cristiana en cuanto a comida y bebida, están dispuestos a reducir su propia libertad personal, antes que permitir que el uso de esa libertad destruya la paz de la iglesia (Rom. 14: 13), o induzca a un hermano más débil a hacer lo que para él sería incorrecto (vers. 14), o lo prive de su gozo en el Espíritu al contristarse su conciencia (vers. 15).
18.
En esto.
Es decir "en esta manera", con paz y gozo, en el Espíritu. El creyente que procede con caridad gana la buena voluntad de su hermano, en vez de poner una piedra de tropiezo en su camino.
Aprobado.
Gr. dókimos, "probado", "capaz de resistir la prueba de la inspección y de la crítica". Ver el uso de dókimos en 1 Cor. 11: 19; 2 Cor. 10: 18; 2 Tim. 2: 15.
19.
Así que, sigamos.
Cf. 1 Tes. 5: 11; 1 Cor. 14: 26.
20.
No destruyas.
Gr. katalúo, literalmente "echar abajo". Este verbo se usa para describir el derribamiento de algo que estaba en pie. En esta forma continúa como un contraste, con la figura que comienza con la "edificación" del vers. 19. Los cristianos no deben luchar contra Dios por afición a algo como los alimentos, derribando y destruyendo lo que él ha edificado.
La obra de Dios.
Cf. 1 Cor. 3: 9; Efe. 2: 10.
Comida.
Gr. brÇma, alimento en general.
Limpias.
Ver vers. 14; cf. 1 Cor. 10: 23.
Haga tropezar.
Esto podría referirse o bien al hermano fuerte que, aprovechando de su propia libertad, hace tropezar a su hermano "débil", o al hermano "débil" (vers. 1) que, por el ejemplo de su hermano fuerte, se torna arrogante y come lo que su conciencia no le permite (ver 1 Cor. 8: 10). La mayoría de los comentadores parecen preferir la primera interpretación. Si es así, Pablo dice que es incorrecto que una persona sea una piedra de tropiezo para otros por lo que come.
21.
Bueno es.
El cristiano fuerte debe estar dispuesto a renunciar a su libertad en estos asuntos relativamente insignificantes, antes que herir a un hermano más débil (cf. 1 Cor. 8: 13).
Carne.
Gr. kréas, "carne". La palabra aparece sólo aquí y en 1 Cor. 8: 13.
Vino.
Es evidente que la carne y el vino eran las principales causas de los escrúpulos religiosos del hermano más débil, quizá porque habitualmente se empleaban en los sacrificios de los paganos ante sus ídolos.
Ni nada.
Aunque la palabra "nada" no está en el texto griego, está implícita en él. Pablo añade esta amonestación general para abarcar cualquier actividad que, aunque fuera legítima en sí misma, pudiera perturbar o confundir al hermano que todavía no estaba persuadido de que tales acciones están permitidas por el cielo. El cristiano que tiene la perspectiva de seguir cierto proceder, no sólo preguntará: ¿es eso correcto?, sino también: ¿cómo afecta eso a la conciencia de mi hermano?
Tropiece.
Gr. proskópto, "golpear contra", "tropezar", "batir contra", metafóricamente, "ofenderse de". Ver com. Rom. 9: 32.
Se ofende.
La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por la omisión de "o se ofenda, o se debilite"; 637 sin embargo, estas ideas están implícitas en "tropiece".
Se debilite.
Literalmente "es débil", en el sentido de que el hermano más fuerte debe ser cuidadoso en todo aquello en que fácilmente puede ser perturbada la conciencia del hermano que tiene poca luz.
22.
¿Tienes tú fe?
La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el texto: "tú, la fe que tienes". La "fe" en este contexto es la fe para comer "de todo" (vers. 2).
Tenla para contigo.
No se debe hacer exhibición de una fe que ofenda al hermano "débil" (vers. 1), sino debe ser guardada entre uno y Dios.
Bienaventurado.
Gr. makários (ver com. Mat. 5: 3). Esta bienaventuranza es la bendición de una conciencia clara y libre de dudas.
Aprueba.
Gr. dokimázo (ver com. cap. 12: 2).
23.
Duda.
O "debate consigo mismo". Compárese con la descripción del hombre de doble ánimo (Sant. 1: 6; cf. Mat. 21: 21, Mar. 11: 23; Rom. 4: 20).
Es condenado.
Gr. kaiakrín, "condenar". "Es condenado" el que come contrariando las dudas de su conciencia.
Fe.
Se refiere a una convicción de lo correcto y lo falso, que resulta en la determinación de hacer cualquier cosa que se crea que es la voluntad de Dios. Lo que Pablo quiere decir es que si un cristiano no procede basándose en una firme convicción personal de que lo que hace es correcto, sino que obra débilmente de acuerdo con el juicio de otros, entonces su proceder es pecaminoso. El cristiano nunca debe violar su conciencia. Quizá necesite educarla; quizá ella le diga que son malas ciertas cosas que de por sí no lo son. Pero no debe seguir determinado proceder hasta que no esté convencido por la Palabra y por el Espíritu de Dios de que esa conducta es la que debe seguir. No debe dejar que otros determinen el criterio que debe seguir su conducta. Debe recurrir a las Escrituras para saber por sí mismo cuál es su deber en ese asunto (ver 2T 119-124).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
4 DMJ 52
5 DTG 505
7 CC 121; CM 29; FE 191, 206; 1JT 460; 2JT 127; 3JT 100;
MeM 218; OE 411; PR 69; 4T 339, 493, 562; 5T 565; 7T
296; 4TS 326, 331
10 MC 123
12 CE (1967) 80; DTG 505; 4T 654
13 1JT 170; MC 123; 2T 87, 552; 5T 352
16 CM 197; Ev 493; 2JT 234; PE 70
17 2T 319; TM 429, 506
19 DTG 322; 6T 460
23 CS 489; 2JT 140; MJ 196


ROMANOS CAPÍTULO 15       AUDIO
1 Los fuertes deben soportar a los débiles. 2 No debemos agradarnos a nosotros mismos, 3 pues Cristo no lo hizo. 7 Debemos aceptarnos mutuamente como Cristo lo hizo con todos, 8 tanto judíos 9 como gentiles. 15 Pablo explica por qué escribe como lo hace. 28 Promete evitar a los romanos, 30 y pide sus oraciones.

1 ASÍ que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
3 Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.
4 Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,
6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. 638
7 Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.
8 Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,
9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre.
10 Y otra vez dice: Alegraos, gentiles con su pueblo.
11 Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles, Y magnificadle todos los pueblos.
12 Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él.
13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
14 Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaras los unos a los otros.
15 Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada
16 para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo.
17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere.
18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras,
19 con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta lírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.
20 Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno,
21 sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán.
22 Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros.
23 Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros,
24 cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros.
25 Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos.
26 Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén.
27 Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales.
28 Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España.
29 Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo.
30 Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios,
31 para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta;
32 para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros.
33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.


1.
Así que, los que somos fuertes.
En griego dice: "Pero debemos, nosotros los fuertes, soportar". Se recalca el deber de los "fuertes", los que son "capaces" o "poderosos", los que son espiritualmente fuertes. Estos creyentes no sólo se mantienen firmes, sino que deben ayudar a otros a que también sean firmes.
Soportar.
Gr. bastázÇ, "sobrellevar", "cargar", "llevar". Este verbo tiene a veces el sentido 639 de "tener paciencia con", "soportar pacientemente", lo cual concuerda aquí (ver Mat. 20: 12; Apoc. 2: 2).
Flaquezas.
O "debilidades", "defectos", aquí específicamente los actos que revelan debilidad de fe, tales como escrúpulos innecesarios o juicios equivocados. Los fuertes pueden soportar tales cosas, y en realidad es su deber hacerlo con bondadosa paciencia.
Agradarnos.
En vez de insistir en nuestros derechos y deseos debemos estar dispuestos a subordinarlos al bienestar de nuestro hermano, no importa cuán débil o lleno de prejuicios pueda parecernos (ver 1 Cor. 9: 19, 22; cf. 1 Cor. 10: 24, 33; 13: 5, 7; Fil. 2: 4).
2.
Prójimo.
Quizá se use con el fin de que sea un término más amplio que "débil" (vers. 1), para incluir también al fuerte.
Para edificación.
Es decir, para beneficiar espiritualmente al prójimo y para ayudarle en su crecimiento hacia la perfección. Pablo no quiere decir que el fuerte debe agradar al débil concordando con sus opiniones y prácticas, o condescendiendo débilmente con lo que ellos, equivocadamente quizá, piensen que es bueno.
3.
Ni aun. . . se agradó a sí mismo.
Pablo ilustra y destaca el deber de sacrificar lo que nos agrada en beneficio del bien de nuestros hermanos, presentando el ejemplo supremo de amor abnegado. Cristo estuvo dispuesto a renunciar aun a su gloria celestial por causa del hombre caído, y espera también abnegación y sacrificio de aquellos a quienes vino a salvar y a bendecir (ver 5T 204). Sus siervos (cap. 14: 4) nunca debieran considerarse demasiado grandes como para condescender como lo hizo su Maestro (ver Fil. 2: 5-8; 1 Ped. 2: 21).
Como está escrito.
La cita es de Sal. 69: 9 (ver comentario respectivo).
4.
Para nuestra enseñanza.
Mejor "para nuestra instrucción" (cf. 1 Cor. 10: 11; 2 Tim. 3: 16). Pablo destaca la naturaleza permanente del AT. No obstante la revelación complementaria del NT -en ese momento en proceso de formación-, el AT continuaba reteniendo su lugar como guía e instructor de moral.
Paciencia.
Gr. hupomon', "resistencia", perseverancia" (ver com. cap. 5: 3).
Consolación.
Gr. parákl'sis, "estímulo", consuelo". Para proporcionar estas bendiciones fue que "el Dios de la paciencia y de la consolación" (vers. 5) ordenó que se escribieran las Sagradas Escrituras.
De las Escrituras.
Más bien "que dan las Escrituras" (BJ). Según la sintaxis del texto en griego, es posible que estas palabras se relacionen únicamente con "consolación". Por lo tanto, es posible traducir esta parte del versículo: "a fin de que por la paciencia, y por el consuelo que dan las Escrituras tengamos esperanza".
Esperanza.
Las Escrituras inspiran esperanza en aquellos que soportan el sufrimiento por causa de Dios y de sus prójimos. La fortaleza que el cristiano puede demostrar y el consuelo que recibe en su aflicción, confirman y fortalecen esa esperanza. En cuanto a la relación entre la paciencia y la esperanza, ver Rom. 5: 3-5; 1 Tes. 1: 3.
5.
El Dios de la paciencia.
Compárese con las expresiones "el Dios de esperanza" (vers. 13), "el Dios de paz" (Rom. 15: 33; Fil. 4: 9; 1 Tes. 5: 23; Heb. 13: 20), "Dios de toda consolación" (2 Cor. 1: 3), "el Dios de toda gracia" (1 Ped. 5: 10).
Un mismo sentir.
Literalmente "el mismo pensar" (ver com. cap. 12: 16). Pablo no ora para que haya idénticas opiniones en asuntos insignificantes, sino para que haya espíritu de unidad y armonía a pesar de la diferencia de opiniones.
Según Cristo Jesús.
Lo que Pablo desea para sus hermanos cristianos no es simplemente unidad o unanimidad, sino un espíritu de unidad a la semejanza del perfecto modelo de Aquel cuyo único propósito fue hacer no su propia voluntad, sino la voluntad de Aquel que lo envió (Juan 6: 38). Ese mismo pensar que hubo en Cristo Jesús debe existir en cada uno de sus seguidores (Fil. 2: 5).
6.
Unánimes.
Gr. homothumadón, "de un solo acuerdo". Una unidad tal era característica de la primera iglesia (Hech. 1: 14; 2: 46).
A una voz.
La unidad de pensar y de sentir da como resultado la armonía en la alabanza y la adoración.
Dios y Padre.
Cf. Juan 20: 17; Efe. 1: 17.
7.
Recibíos.
O "aceptaos" (cf. cap. 14: 1). Esta es una conclusión general de todo el tema que se comenzó en el cap. 14. Los creyentes deben reconocerse mutuamente como cristianos y tratarse como tales, aun cuando pueda haber diferentes opiniones en asuntos menores. Si Cristo estuvo dispuesto a recibirnos con todas nuestras debilidades (Luc. 5: 32; 15: 2), no hay duda de que debemos 640 estar listos para aceptarnos los unos a los otros.
Los unos a los otros.
Pablo dirige esta exhortación tanto a los fuertes como a los débiles.
Nos.
La evidencia textual (cf. p. 10) favorece el texto "os".
Para gloria de Dios.
Gramaticalmente estas palabras podrían referirse a la recepción que Cristo ofrece a los pecadores, o a nuestra aceptación mutua. Ambos actos sirven para promover la gloria de Dios.
8.
Vino a ser.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece el uso del tiempo perfecto: "ha venido a ser". La implicación es que se convirtió en siervo y siguió siendo siervo.
Siervo.
Gr. diákonos, "servidor" (ver com. cap. 13: 4).
De la circuncisión.
Literalmente "de circuncisión". Algunos comentadores entienden con esta frase que Jesús fue "ministro de circuncisión" en el sentido de que fue ministro del pacto del cual la circuncisión era la señal y el sello. Otros interpretan que el pasaje significa que Cristo vino para ministrar a "los que habían sido circuncidados", los judíos. En cuanto a este significado de "circuncisión", ver Rom. 3: 30; 4: 12; Gál. 2: 7; Efe. 2: 11. En primer lugar, Cristo vino para ministrar a los de "la casa de Israel" (Mat. 15: 24).
El propósito de Pablo en Rom. 15: 7-12 es destacar la universalidad de la gracia de Dios en tal como se manifestó con los judíos y los gentiles. Cristo estuvo dispuesto a someterse a todo lo que fuera necesario para encontrarse con sus criaturas caídas donde estuvieran, para hacer todo lo posible a fin de restaurarlas y salvarlas. Por lo tanto, los cristianos -judíos o gentiles, débiles o fuertes- deben estar dispuestos a recibirse mutuamente como Cristo los ha recibido (vers. 7), a ser considerados los unos con los otros en sus debilidades y faltas (vers. 1) y a hacer cualquier cosa que edifique y construya (vers. 2).
9.
Para que los gentiles.
La construcción griega es difícil. El significado parece ser que Cristo vino a ser "ministro de la circuncisión" con el propósito de confirmar las promesas, y para que los gentiles pudieran glorificar a Dios. La manifestación proporcionada por Cristo de la veracidad de Dios al cumplir las promesas hechas a Israel, es también el fundamento de la misericordia de Dios hacia los gentiles. El fue "ministro de la circuncisión" a fin de que pudieran salvarse no sólo los judíos sino también los gentiles. Por lo tanto, los cristianos de origen judío debían estar dispuestos a recibir a los conversos gentiles y a tratarlos como a hermanos. Así también los cristianos gentiles deberían tener consideración con los creyentes de origen judío, comprendiendo que la misericordia de Dios les había llegado cuando se produjo el rechazo de los judíos como nación (ver com. cap. 11: 15).
Glorifiquen.
Gr. exomolegéÇ, "confesar", "profesar manifiestamente", pero también "alabar" o "glorificar" (ver com. cap. 14: 11).
Como está escrito.
Esta cita es de Sal. 18: 49. La cita de los vers. 9-12 muestra que el plan de salvación de Dios desde el mismo principio ha incluido tanto a los gentiles como a los judíos.
10.
Alegraos, gentiles.
Cita de Deut. 32: 43. En cuanto al propósito de la cita, ver com. Rom. 15: 9.
11.
Alabad al Señor.
Cita de Sal. 117: 1. En cuanto al propósito de la cita, ver com. Rom. 15: 9.
12.
Dice Isaías.
Cita de Isa. 11: 10 (ver comentario respectivo).
La raíz.
En el sentido de "el retoño que surge de la raíz" (cf. Apoc. 5: 5; 22: 16). Este versículo muestra explícitamente que el Mesías de los judíos sería el Deseado y la esperanza de los gentiles.
A regir.
Como Rey de los reinos de la gracia y de la gloria (ver com. Mat. 4: 17; 5: 3).
Esperarán.
Gr. elpízÇ, "tener esperanza". En cuanto a la relación de la esperanza con la salvación, ver com. cap. 8: 24.
13.
Esperanza.
Gr. elpís, "esperanza", "expectación", de elpizÇ, "tener esperanza". La denominación "de esperanza" es sugerida por la frase final del vers. 12: "los gentiles esperarán en él".
En el crecer.
Pablo ora para que la fe de ellos pueda darles una vida llena de gozo, paz y esperanza, todo lo cual resulta de la verdadera fe y de la presencia del Espíritu, habrá amor y armonía entre los creyentes. Judíos y gentiles, fuertes y débiles, todos vivirán juntos en gozo y paz en la común esperanza de compartir la gloria de Dios (Rom. 5: 2).
14.
Pero.
"Por mi parte" (BJ). Ahora se completa el tema de la epístola. Pablo concluye 641 con una explicación en cuanto a su manera de escribir a los romanos (cap. 15: 15-22), una declaración concerniente a sus planes futuros (vers. 23-33) y los saludos personales acostumbrados (cap. 16). Este pasaje (cap. 15: 14-33) corresponde con la introducción (cap. 1: 8-15).
Bondad.
Cf. Gál. 5: 22; Efe. 5: 9.
Todo conocimiento.
Aquí se trata particularmente del conocimiento de la verdad espiritual, tal como la que poseían los que eran firmes en la fe (ver 1 Cor. 8: 1, 7, 10-11). Anteriormente Pablo había advertido a los corintios que "el conocimiento envanece, pero el amor edifica" (1 Cor. 8: 1). Afortunadamente los cristianos de Roma tenían la deseable combinación de "bondad" y "conocimiento".
Podéis amonestaros.
O "capacitados también para exhortar", "competentes también para aconsejar".
15.
En parte.
Es decir, en algunas partes de su epístola. Podría parecer que Pablo había hablado más osadamente de lo necesario, si se tiene en cuenta la convicción que expresó en cuanto a la "bondad" y el "conocimiento" de sus lectores (cap. 15: 14).
Para haceros recordar.
Gr. epanamimn'skÇ, "hacer rememorar", "reavivar los recuerdos". Este verbo no reaparece en ningún otro pasaje del NT. Pablo procuraba reavivar los recuerdos de los cristianos de Roma acerca de las verdades fundamentales del Evangelio.
La gracia.
Aquí significa la gracia de la misión que se le había confiado como apóstol (ver com. cap. 1: 5; 12: 3).
16.
Ministro.
Gr. leitourgós (ver com. cap. 13: 6)
A los gentiles.
Ver com. Hech. 9: 15.
Ministrando.
Es decir "ministrando como sacerdote". Esta palabra no aparece en ninguna otra parte del NT.
Ofrenda.
Pablo se presenta a sí mismo como un sacerdote que ministra. La predicación del Evangelio es su función sacerdotal. Los creyentes gentiles, purificados y consagrados a Dios por el Espíritu Santo, son el sacrificio que él ofrece. Una ofrenda tal es "agradable" a Dios (ver 1 Ped. 2: 5).
Espíritu Santo.
Sólo las ofrendas santificadas por el Espíritu Santo (ver com. Rom. 8: 9) son aceptables ante Dios.
17.
De qué gloriarme.
Pablo no se gloriaba en sí mismo sino "en Cristo Jesús". Reconocía que no tenía nada de qué jactarse (cap. 3: 27), pero como ministro del Evangelio hacía todas las cosas en Cristo y por medio de él (2 Cor. 10: 17; Fil. 4: 13). Sin embargo, prosigue describiendo el éxito de su obra, especialmente entre los gentiles. Su propósito al mencionarlo, como también su razón para referirse a su elevada vocación de apóstol (Rom. 15: 15-16), parece ser el justificar debidamente la autoridad que él afirma que ejerce sobre los miembros de la iglesia de Roma al escribirles esta epístola.
Se refiere.
Compárese con Heb. 2: 17; 5: 1, donde el contexto muestra que la expresión "en lo que a Dios se refiere" describe los deberes de un sacerdote ante Dios. Pablo se limita a gloriarse en su ministerio como sacerdote del Evangelio, cuyo servicio considera como la presentación de una ofrenda ante el Señor.
18.
No osaría.
Pablo no se atrevería a hablar de cosa alguna, excepto de lo que Cristo ha hecho mediante él, y limita la enumeración de sus triunfos sólo a aquellos en los cuales él mismo ha estado directamente implicado. Pero, por supuesto, todos esos triunfos se deben a Cristo. Cristo ha usado otros instrumentos además de Pablo, pero el apóstol no va a hablar de las cosas hechas por ellos.
Obediencia.
La obediencia "a la fe" (cap. 16: 26; ver com. cap. 1: 5).
Con la palabra y con las obras.
Es decir, con palabras y acciones, mediante la predicación y la vida (ver Luc. 24: 19; Hech. 1: 1; 7: 22; 2 Cor. 10: 11). Estas palabras se aplican a "ha hecho", y se refieren a la predicación de Pablo y a la enseñanza del Evangelio y a todo lo que había podido hacer y sufrir en su ministerio.
19.
Con potencia de señales y prodigios.
La preposición griega es la misma que aparece en la frase paralela: "en el poder del Espíritu de Dios"; es decir "en potencia" y "en poder". "Señales y prodigios" es una expresión común en el NT para describir los milagros cristianos (ver 2 Cor. 12: 12; Heb. 2: 4). Las dos palabras son similares en su significado. La palabra traducida "señales" (seméion) destaca el significado de los milagros como un medio para revelar y confirmar una verdad espiritual. La palabra traducida "prodigios" (téras) expresa el efecto de los milagros sobre los que los presenciaban como manifestaciones de un poder sobrenatural (cf. t. V, p. 198). La "potencia de señales y prodigios" es 642 el poder que tienen las señales para convencer y los prodigios para intimidar. En otro pasaje Pablo recurre a los milagros como "las señales de apóstol" (2 Cor. 12: 12; cf. Hech. 14: 3; 15: 12; 19: 11).
Del Espíritu de Dios.
Las actividades de Pablo como apóstol ofrecen amplia evidencia del origen divino de su comisión (cap. 1: 1).
Los alrededores.
Gr. "en círculo". "En todas direcciones" (BJ). El significado de esta expresión no es enteramente claro. Algunos comentadores han entendido "los alrededores" como una referencia a la región que circundaba a Jerusalén; otros la interpretan como una descripción de los alcances de los esfuerzos misioneros de Pablo hasta Ilírico.
Ilírico.
Provincia romana al norte de Macedonia, junto al mar Adriático. Esa región evidentemente señalaba los límites de los viajes de Pablo hacia el oeste, por lo menos cuando escribió esta epístola. El relato bíblico no declara específicamente si Pablo entró en ese territorio, o si sencillamente llegó hasta sus fronteras.
He llenado.
Pablo había cubierto todo el territorio entre los puntos nombrados. No pretende haber predicado en cada ciudad de esas regiones, pero había establecido iglesias en todos los principales centros, desde las cuales el Evangelio podía ser llevado a las zonas circunvecinas. Se había completado la obra de penetración.
20.
Me esforcé.
Gr. filotiméomai, "aspirar", "afanarse", "ambicionar". Filotiméomai se ha traducido como "procuramos" y "procuréis" en 2 Cor. 5: 9 y 1 Tes. 4: 11 respectivamente.
Nombrado.
Pablo evitaba predicar en lugares donde ya se había enseñado a la gente a creer en Cristo y a invocar su nombre en confesión y adoración en público.
Fundamento ajeno.
Compárese con 1 Cor. 3: 10; 2 Cor. 10: 15-16. Pablo consideraba que su vocación y deber era ser pionero.
21.
Como está escrito.
La cita es de Isa. 52: 15. Pablo defiende su costumbre de predicar donde el nombre de Cristo era desconocido, haciendo notar que ese proceder era un cumplimiento de una predicción del AT.
22.
Por esta causa.
La razón por la cual hasta entonces se había visto impedido de visitar a Roma era su anhelo de completar la predicación del Evangelio en las regiones por las cuales había estado viajando. Después de mucho, ahora se siente libre para hacer el viaje a Roma porque no tenía "más campo en estas regiones" (vers. 23).
Muchas veces.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece el texto de la RVR, aunque algunos MSS dicen "con frecuencia". Es evidente que Pablo había tenido la constante intención, o quizá la oportunidad, de ir a Roma (cf. cap. 1: 13); pero se lo habían impedido las ocupaciones de su obra y los problemas que demandaban mucho tiempo, como los que había en los distritos donde estaba trabajando.
23.
Campo.
Gr. tópos, "lugar" que aquí significa "ámbito", "oportunidad", "campo de acción" (BJ). Compárese con el uso de tópos en Rom. 12: 19; Efe. 4: 27; Heb. 12: 17.
Regiones.
Pablo creía que ya no había más oportunidades en esa parte del mundo para que él realizara la clase de obra para la cual había sido comisionado.
Deseando.
Gr. epipothía, "deseo vivo". Ver el uso del verbo epipothéÇ en Rom. 1: 11; Fil. 1: 8; 1 Tes. 3: 6; 2 Tim. 4: 1; 1 Ped. 2: 2.
24.
España.
No hay ninguna prueba concluyente, bíblica o histórica, de que alguna vez Pablo hubiera llegado a España. Ver la p. 104.
Iré a vosotros.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece la omisión de esta frase, con lo que la sentencia queda algo incompleta, pero su sentido no se altera. La misma intención está expresada en el vers. 28.
Ser encaminado allá.
Pablo esperaba que los cristianos de Roma hicieran todo lo que estaba en su poder para facilitar su viaje a España. Creía que quizá podía recibir de ellos la misma bondad y el mismo respeto como en el caso de otras iglesias que le habían proporcionado compañeros pura que lo escoltaran en su viaje (Hech. 15: 3; 21: 5; 1 Cor. 16: 6, 11; 2 Cor. 1: 16; Tito 3: 13; 3 Juan 6).
Una vez que haya gozado con vosotros.
La cláusula dice literalmente: "cuando por vosotros primeramente en parte [o en una medida] sea llenado". "Después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía" (BJ). Pablo deseaba disfrutar de la compañía de los cristianos de Roma, pero sólo brevemente, para poder ir prestamente a España.
25.
Voy a Jerusalén.
A pesar de su anhelo de ver a los creyentes de Roma, Pablo creía que su deber era ir primero en la dirección opuesta para llevar una ayuda a los creyentes pobres de Jerusalén. Ese viaje a Jerusalén, y el proyectado viaje a Roma, se mencionan en Hech. 19: 21. En la defensa del apóstol ante 643 Félix se registra que él cumplió sus planes de volver a Jerusalén (Hech. 24: 17).
Santos.
Ver com. cap. 1: 7.
26.
Macedonia.
El primer escenario de las labores de Pablo en Europa (ver com. Hech. 16: 9-10). Filipos era una de sus principales ciudades.
Acaya.
Incluye el Peloponeso y una parte de la Grecia continental (ver mapa frente p. 33). Su capital era Corinto, donde estaba la iglesia principal de la zona.
Ofrenda.
Gr. koinÇnía, literalmente "comunión", "compañerismo". El uso del término sugiere la idea de compartir y de compañerismo, expresada por la dádiva. La forma en que se reunió esa colecta se registra en 1 Cor. 16: 1-4; 2 Cor. 8: 1-6; 9: 1-2, 4-7 (cf. Hech. 24: 17).
Los pobres que hay entre los santos.
No todos los miembros de la iglesia de Jerusalén eran pobres, pero sí había muchos pobres entre ellos, como se sabe por Hech. 4: 32 a 5: 4; 6: 1; 11: 29-30; Gál. 2: 10; Sant. 2: 2.
27.
Son deudores a ellos.
La congregación de Jerusalén era la iglesia madre, desde la cual el Evangelio, con todas sus bendiciones espirituales, había sido comunicado a los gentiles.
Los materiales.
"Bienes materiales" (BJ), como alimentos y ropa, y el dinero con el cual comprarlos. En reciprocidad por las grandes dádivas espirituales que los gentiles habían recibido de los santos de Jerusalén, ciertamente les correspondía que les dieran de sus "bienes materiales".
28.
Cuando haya concluido esto.
Es decir, después de haber entregado la contribución para los santos de Jerusalén (ver com. vers. 25). La BJ traduce: "entregado oficialmente el fruto de la colecta".
La palabra que se traduce "entregado" es sfragízÇ; literalmente "sellado", "asegurado". Por eso en la BJ se ha añadido "oficialmente". El empleo del verbo sfragíz, tal como se usa en los papiros, quizá demuestre que se habían dado todos los pasos legalmente correctos en lo que se refiere a la colecta. En otro pasaje Pablo expresa su preocupación de que esa colecta fuera empleada en tal forma que no despertara ningún recelo (2 Cor. 8: 14-23).
A España.
Ver com. vers. 24.
29.
Abundancia de la bendición.
Es decir, "la plenitud de las bendiciones".
Del evangelio.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras. Sin ellas, el pasaje diría: "con la plenitud de las bendiciones de Cristo" (BJ); sin embargo, la "bendición" es el Evangelio. La intención que tenía Pablo de ir a Roma se cumplió finalmente, pero no en la forma en que él la anticipaba (Hech. 28: 16). A pesar de todo, a juzgar por lo que dice en Filipenses (Fil. 1: 12-20), su ministerio en Roma fue seguramente "con la plenitud de las bendiciones de Cristo".
30.
Amor del Espíritu.
Es decir, el amor que inspira el Espíritu.
Que me ayudéis.
La traducción de la BJ, "que luchéis juntamente conmigo", expresa más literalmente el verbo sunagÇnízomai, "agonizar con". Este término implica aquí un esfuerzo agotador, y fervor en la oración (cf. Luc. 22: 44). Aunque Pablo estaba dotado con todos los dones especiales de un apóstol, pedía y necesitaba las oraciones de sus hermanos en la fe (2 Cor. 1: 11; Efe. 6: 18-19; Col. 4: 3; 1 Tes. 5: 25; 2 Tes. 3: 1-2).
31.
De los rebeldes.
Mejor "desobedientes". Pablo tenía razón de preocuparse por la posibilidad de que hubiera una hostilidad manifiesta de parte de los judíos incrédulos de Jerusalén (ver Hech. 21: 30-31).
Mi servicio.
Es decir, la dádiva que tenía el plan de entregar (ver com. vers. 25-26).
Sea acepta.
Se insinúa que Pablo albergaba ciertos recelos en cuanto a si la ayuda iba a ser recibida con agradecimiento. Los judaizantes dentro de la iglesia de Jerusalén, a quienes seguramente había ofendido su actitud respecto al ritual judío y la cuestión de la admisión de los gentiles (ver Hech. 21: 20-24), podrían resistirse a aceptar cordialmente una dádiva de gente a la que por tanto tiempo habían despreciado.
32.
Con gozo.
Cf. 1 Cor. 4: 21; 2 Cor. 2: 1. La forma como Pablo fuera recibido en Jerusalén tendría mucho que ver con que regresara "con gozo" a la ciudad de Roma.
Por la voluntad de Dios.
Aquí se destaca la necesidad de someterse siempre a la voluntad de Dios. Pablo fue a Roma, pero no "con gozo", ni fue "recreado", por lo menos, en la forma en que él lo anticipaba (Hech. 27; 28).
Sea recreado.
O "disfrutar de algún reposo" (BJ). Es evidente que Pablo anhelaba un período de descanso y paz en una comunidad amistosa de fieles creyentes, tal como parece haber sido la iglesia de Roma.
33.
El Dios de paz.
Este título es especialmente 644 apropiado en vista de lo que Pablo ha mencionado en los vers. 31 y 32. La bendición de la paz mencionada al comienzo de la carta, aparece otra vez cerca de su terminación (ver com. cap. 1: 7).
Amén.
Gr. am'n, aquí "ciertamente", "fielmente" (ver com. Mat. 5: 18).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 DTG 407; 2JT 248
1-3 2JT 87; OE 198; 2T 76, 674; 3T 229; 6T 398
3 HAd 211; HH 177; 2JT 473; MM 252; 2T 151, 157; 3T
457; 4T 418; 5T 204, 422
4 CS 370; FE 394, 430, 445; SR 152
5-6 2JT 89; 1T 324
5-7 1JT 449
6 2JT 129
10 Ev 421
11-12 FE 430
13 MeM 52; 2T 319
24 HAp 299
27 1T 190


ROMANOS CAPÍTULO 16       AUDIO
1 Pablo envía saludos a muchos hermanos, 17 y recomienda que se tenga cuidado con aquellos que ofenden y causan disensión. 21 Después de enviar saludos de sus colaboradores, concluye con una alabanza y agradecimiento a Dios.

1 OS RECOMIENDO además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea;
2 que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo.
3 Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús,
4 que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles.
5 Saludad también a la iglesia de su casa. Saludad a Epeneto, amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo.
6 Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros.
7 Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo.
8 Saludad a Amplias, amado mío en el Señor.
9 Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío.
10 Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo.
11 Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales están en el Señor.
12 Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor.
13 Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía.
14 Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos.
15 Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.
16 Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.
17 Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.
18 Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.
19 Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. 645
20 Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
21 Os saludan Timoteo mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes.
22 Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor.
23 Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.
24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
25 Y al que puede confirmaras según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,
26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe,
27 al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.


1.
Nuestra hermana.
En sentido espiritual, hermana en la fe.
Febe.
Este nombre significa "radiante" o "brillante". Nada más se sabe de ella. Puede haber sido la que llevó la epístola de Pablo.
Diaconisa.
En el texto griego se emplea la palabra de género masculino diákonos. Es la única vez en el NT en que se aplica este término a una dama. El uso de esta palabra sugiere que el cargo de "diaconisa" ya podría haber estado establecido en la iglesia cristiana primitiva. Por lo menos Febe en algún sentido servía como "diácono" en la iglesia de Cencrea.
Cencrea.
El puerto marítimo oriental de Corinto, a unos 11 km. de la ciudad (ver com. "Cencrea", Hech. 18: 18).
2.
Como es digno de los santos.
O como corresponde a los santos.
Ayudéis.
Gr. paríst'mi, literalmente "estar al lado de". Este vocablo y el que se traduce "cosa" (prágma; cf. 1 Cor. 6: 1), son términos que se usaban en los procedimientos legales. Es posible que Febe atendiera algunos asuntos legales en Roma, y que los miembros de la iglesia en esa ciudad pudieran serle de alguna ayuda. Como había "ayudado a muchos", es claro que no necesitaba ayuda por causa de su pobreza.
Ayudado.
"Ha sido protectora" (BJ). Gr. prostátís, "ayudador", "protector". Este vocablo sólo aparece aquí en el NT. Quizá Febe ocupaba una posición que le permitía ayudar a sus hermanos en la fe, no sólo financieramente, sino también política y socialmente.
3.
Saludad.
Gr. aspázomai, palabra que se usa varias veces en este capítulo.
Priscila.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "Prisca" (BJ), cuyo diminutivo es "Priscila". Aquila, su esposo, era un judío del Ponto. Cuando los judíos fueron expulsados de Roma por Claudio, Priscila y Aquila fueron a Corinto, donde Pablo los encontró y donde se convirtieron (Hech. 18: 1-3). Posteriormente se trasladaron a Efeso (Hech. 18: 18-19, 26; 1 Cor. 16: 19). Cuando se escribió esta epístola ya habían regresado a Roma, pero parece que después volvieron a Efeso (2 Tim. 4: 19).
4.
Expusieron su vida.
En alguna ocasión que desconocemos, Priscila y Aquila evidentemente arriesgaron sus vidas por Pablo durante el ataque de los judíos en Corinto (Hech. 18: 6-18), o en el tumulto en Efeso (Hech. 19).
Iglesias de los gentiles.
Las que estarían especialmente agradecidas en vista de la obra de Pablo entre ellas.
5.
Iglesia de su casa.
Como los primeros cristianos no tenían templos donde reunirse, dependían de la hospitalidad de los miembros que permitían las reuniones en sus casas (cf. Hech. 12: 12; 1 Cor. 16: 19; Col. 4: 15; File. 2). Los creyentes de Roma pueden haber dispuesto de varios lugares como éstos para reunirse, según se deduce de Rom. 16: 14-15.
Epeneto.
Nombre que significa "digno de alabanza". No se sabe de él sino sólo lo que se menciona aquí.
Acaya.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "Asia" (BJ, BC, NC). Si se retiene "Acaya", parece haber un conflicto con 1 Cor. 16: 15. Epeneto fue, sin duda, uno de los primeros conversos o "primer fruto" de los que fueron ganados en la provincia de Asia.
6.
María.
Quizá no se identifique con ninguna de las otras Marías del NT.
7.
Andrónico.
Nombre que significa "vencedor".
Junias.
O "Junia" (BJ, NC). Junia es nombre 646 de mujer; Junias, de varón. La forma acusativa del nombre no permite saber cuál es el nominativo. El que haya sido compañero de prisión sugiere un hombre.
Parientes.
Gr. suggen's, que aquí posiblemente significa "compatriotas", como en cap. 9: 3.
Compañeros de prisiones.
Literalmente "compañeros de cautiverio". Andrónico y Junias quizá fueron encarcelados con Pablo durante uno de los muchos encarcelamientos del apóstol (ver 2 Cor. 11: 23), aunque ésta puede no ser necesariamente la interpretación del pasaje. Sencillamente alguna vez pudieron haber estado en prisión así como Pablo lo estuvo por causa del Evangelio.
Estimados.
Gr. epísimos, literalmente "que lleva una señal", "distinguidos" y por lo tanto "ilustres" (BJ).
Entre los apóstoles.
El significado podría ser que eran bien conocidos por los apóstoles, o que eran apóstoles distinguidos.
Antes de mí.
Es decir, habían aceptado el cristianismo antes de la conversión de Pablo.
8.
Amplias.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el nombre "Ampliato" (BC, NC); "Amplias" es una forma abreviada de ese nombre. El nombre es latino y significa "agrandado".
Amado mío.
Es evidente que Pablo era su amigo personal.
9.
Urbano.
Nombre latino que significa "cortés".
Estaquis.
Nombre que significa "espiga de granos". La frase "amado mío" indica que Pablo lo conocía personalmente.
10.
Apeles.
Sólo se sabe de él que era "aprobado en Cristo".
Aprobado en Cristo.
Es decir, un cristiano fiel y probado.
De la casa de Aristóbulo.
Literalmente "los de Aristóbulo", expresión que podría aplicarse a sus esclavos. Pablo no aclara si Aristóbulo era cristiano o no. Varios comentadores creen que es probable que este Aristóbulo fuera nieto de Herodes el Grande.
11.
Herodión.
Judío, tal como lo indican las palabras "mi pariente" (ver com. vers. 7).
Narciso.
Quizá sea el infame favorito de Claudio, ejecutado después de que Nerón fue coronado como emperador.
Los cuales están en el Señor.
Esto implica que otros de esa casa no eran cristianos.
12.
A Trifena y a Trifosa.
Quizá dos hermanas. Nada más se sabe de ellas.
Pérsida.
Activa cristiana. No se nombra más en el NT.
13.
Rufo.
No se puede afirmar que este Rufo sea el que se menciona en Mar. 15: 21 como hijo de Simón de Cirene.
Su madre y mía.
No la verdadera madre de Pablo, sino que sin duda había sido como una madre para él.
14.
Asíncrito.
No se identifica en ninguna otra parte a las cinco personas mencionadas en este versículo, ni se da la razón para presentarlas en conjunto.
Los hermanos.
Quizá se refiera a otra congregación cristiana que se reunía en algún lugar de Roma (cf. vers. 5, 15). Muchos de los nombres de este capítulo también aparecen, con mayor o menor frecuencia, en inscripciones relacionadas con los que pertenecían a la casa de César. Es significativa la coincidencia general de nombres teniendo en cuenta la mención que hace Pablo de los santos "de la casa de César" en Fil. 4: 22.
15.
Filólogo.
Los cuatro nombres aquí mencionados no se identifican en ninguna otra parte del NT.
16.
Osculo santo.
El beso era y es saludo acostumbrado en el Medio Oriente (ver 1 Cor. 16: 20; 2 Cor. 13: 12; etc; cf. com. Mat. 26: 48).
Todas las iglesias de Cristo.
Estas palabras no aparecen en ninguna otra parte del NT.
17.
Os fijéis.
Gr. skopéÇ, "observar", "acechar", "atender a", "cuidarse de". Pablo interrumpe sus saludos para amonestar a los creyentes romanos contra los falsos maestros que podrían tratar de turbar su armonía y destruir su fe. Pablo había experimentado en Galacia y Corinto los perniciosos resultados de tales influencias.
Divisiones.
Gr. dijostasía, "disensión", "desacuerdo", "desunión". La misma palabra se ha traducido como "disensiones" en 1 Cor. 3: 3 y Gál. 5: 20, las únicas otras veces que aparece en el NT.
Tropiezos.
Gr. skándalon, "causa de tropiezo, "estorbo" (ver com. Mat. 5: 29).
Doctrina.
Gr. didaj', "enseñanza", "instrucción", aquí con referencia a las verdades fundamentales del cristianismo.
Os apartéis de ellos.
Cf. 2 Tes. 3: 14.
18.
No sirven.
Gr. douleÇ, "servir como esclavo" (ver com. cap. 1: 1; 6: 6, 18).
Sus propios vientres.
Sus motivos eran viles 647 y sus propósitos egoístas (cf. Fil. 3: 17-19; Col. 2: 20-23).
Suaves palabras.
Gr. jr'stología, "palabra o discurso bien dicho", aunque no siempre sincero.
Lisonjas.
Gr. eulogía, "elogio", aquí "adulación".
Engañan.
Gr. exapatáÇ, "engañar".
Ingenuos.
Gr. ákakos. Y, "inocentes", "sin malicia". Este término sólo aparece en un pasaje más del NT (Heb. 7: 26), donde se ha traducido "inocente".
19.
Vuestra obediencia.
Es evidente que hasta ese momento los falsos maestros sólo habían hecho poco daño, y Pablo tenía confianza en los creyentes de Roma (cf. cap. 15: 14). A pesar de todo anhelaba que se mantuvieran en guardia.
Sabios.
Compárese con el consejo de Jesús de ser "prudentes como serpientes, y sencillos como palomas" (Mat. 10: 16).
Ingenuos.
Gr. akéraios, "sin mezcla", "puro", "incontaminado", "sencillo". No es la misma palabra del vers. 18 (ver comentario respectivo).
20.
El Dios de paz.
Es apropiado que Pablo se refiera a Dios con este título, pues ha estado amonestando acerca de las influencias que ponían en peligro la paz de la iglesia (cf. com. cap. 15: 33). El "Dios de paz" es el que destruye a Satanás, pues el maligno es quien procura destruir la paz del pueblo de Dios.
Aplastará.
Pablo anticipa la victoria final predicha en Gén. 3: 15, que no está lejana. Este triunfo final sobre las fuerzas del mal se presagia en cada victoria conquistada por los creyentes cristianos sobre la tentación y el engaño. Pablo piensa en la victoria que espera que alcancen los creyentes de Roma "apartándose" (cf. vers. 17) de los falsos maestros que se esfuerzan por dividirlos y confundirlos.
Gracia.
Ver com. cap. 1: 7.
21.
Timoteo.
Pablo menciona el nombre de este converso de sus primeros esfuerzos y colaborador en todas sus otras epístolas, excepto Gálatas, Efesios y Tito. En el saludo inicial de esta epístola a los Romanos (cap. 1: 1-7), el nombre de Timoteo no está asociado con el del apóstol como en otras epístolas (ver 2 Cor. 1: 1; Fil. 1: 1; Col. 1: 1; 1 Tes. 1: 1; 2 Tes. 1: 1; File. 1). Quizá estuvo ausente cuando comenzó la carta, y vino después a unirse con Pablo en la víspera de su partida para Jerusalén (ver Hech. 20: 1-4).
Lucio.
Quizá el Lucio de Cirene mencionado en Hech. 13: 1.
Jasón.
Posiblemente el que había hospedado antes a Pablo en Tesalónica (Hech. 17: 9).
Sosípater.
Quizá sea el Sópater de Hech. 20: 4.
Parientes.
Gr. suggen's, aquí posiblemente "compatriotas" como en cap. 9: 3.
22.
Tercio.
Secretario de Pablo, a quien el apóstol permitió que enviara un saludo en su propio nombre. Parece que Pablo por lo general dictaba sus cartas a un escriba y añadía un saludo de su propia mano (ver 1 Cor. 16: 21; Col. 4: 18; 2 Tes. 3: 17; com. Gál. 6: 11).
En el Señor.
Esto indica la clase de colaboradores que Pablo buscaba. Tercio no era sólo un escriba sino un hermano en la fe, y debe haber seguido con gran interés las instrucciones de Pablo para los cristianos de Roma.
23.
Gayo.
Este nombre aparece cuatro veces más en el NT (Hech. 19: 29; 20: 4; 1 Cor. 1: 14; 3 Juan 1). El Gayo que se nombra aquí podría ser el mismo que Pablo había bautizado antes en Corinto (1 Cor. 1: 14). Se le llama "hospedador. . . de toda la iglesia", porque tal vez la iglesia se reunía en su casa.
Erasto.
Ver Hech. 19: 22.
Tesorero.
Gr. oikonómos, "ecónomo" o "administrador"; "cuestor" (BJ, BC), el nombre que daban los romanos al magistrado encargado de los asuntos financieros. Ver com. Hech, 19: 22.
El hermano.
"Nuestro hermano" (BJ), en el sentido cristiano.
Cuarto.
Sólo se lo menciona aquí.
24.
La gracia.
La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de este versículo. Ver com. cap. 1: 7.
25.
Al que.
Pablo termina su carta a los Romanos con la más magnífica de todas sus doxologías (cf. Fil. 4: 20; Heb. 13: 20-21).
Confirmaros.
Gr. st'rízÇ, "establecer", "fortalecer", "confirmar", "sostener", "consolidaros" (BJ). Cf. cap. 1: 11.
Según mi evangelio.
Cf. cap. 2: 16. El Evangelio de Pablo era el mensaje de salvación que le había sido confiado.
La predicación de Jesucristo.
Podría significar "lo que Jesús predicaba" o "la predicación en cuanto a Jesús". Lo segundo es lo más natural y que mejor concuerda con el contexto. Jesucristo es el tema del Evangelio 648 de Pablo (cf. Rom. 1: 3; 2: 16; 10: 8-13; Gál. 1: 6-8).
Del misterio.
Ver com. cap. 11: 25. Este misterio es el eterno propósito de Dios que anhela salvar a sus criaturas caídas (ver 1 Cor. 2: 6-7; Efe. 3: 3-10; Col. 1: 26).
Oculto.
Literalmente "en silencio" o "en secreto".
Desde tiempos eternos.
El plan de Dios para salvar al hombre por medio de la fe en Cristo había estado oculto en el silencio, pero ahora ha sido revelado. La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por mantener el orden de versículos que aparece en la RVR; sin embargo, hay varios MSS que ubican los vers. 25-27 después del cap. 14: 23 ó 15: 33.
26.
Ha sido manifestado ahora.
Es decir, desde la venida de Jesús (ver DTG 13-14, cf. 2 Tim. 1: 9-10; Tito 1: 2-3).
Las Escrituras.
Mediante ellas el ministerio de Dios "se ha dado a conocer a todas las gentes". El plan de Dios para salvar a los hombres por la fe en Jesucristo ha sido predicho en las enseñanzas del AT y concuerda plenamente con ellas (cf. cap. 1: 1-2; 3: 21).
Según el mandamiento.
Los mensajeros del Evangelio son llamados a su obra por iniciativa de Dios (ver Hech. 13: 2; com. 10: 15). Pablo creía que había sido comisionado directamente para predicar a los gentiles (Rom. 1: 1, 5).
Para que obedezcan a la fe.
O para producir obediencia a la fe, o para ganarlos a la obediencia que emana de la fe (ver com. cap. 1: 5).
27.
Al único y sabio Dios.
Cf. 1 Tim. 1: 17; Jud. 25. La sabiduría divina de Dios se ha manifestado especialmente en el plan que ahora ha sido revelado (cf. Rom. 11: 33-34), y que ha sido el tema de esta epístola.
Gloria.
Ver com. cap. 3: 23.
Amén.
Ver com. Mat. 5: 18; Rom. 15: 33.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-2 2JT 570
17 1T 334
17-19 8T 167
20 FV 74; 6T 52
25 DTG 13; Ed 122; HAp 129; OE 59; 8T 270 651