Capítulo 6

Las raíces de Abraham:

El inmigrante de Dios

La migración ha existido desde los albores de la historia. La Biblia registra la primera migración en la historia de Adán, el primer ser humano, cuando este y su esposa fueron expulsados del jardín del Edén. El movimiento continuó con Caín, que fue condenado a ser un inmigrante de por vida. Después, los habitantes de Babel fueron esparcidos por toda la tierra. Ahora, le corresponde a Abram irse, no por causa de una maldición o porque haya seguido el ejemplo de sus predecesores a la desobediencia. Abram no era un inmigrante que necesitaba salir de su país por razones económicas o políticas. Por el contrario, dejó la comodidad de su casa para habitar en un lugar donde había hambre y guerra.

Abram no se estaba alejando de Dios, ni tampoco trataba de obtener un beneficio, persc&ial. Se convirtió en inmigrante por causa de su fe. Escuchó eí llamado de Dios de salir de su tierra para ir a donde Dios le indicaba. Abraham vive su fe como un viaje en el que nunca se llega al destino. Esta es precisamente la lección que pretende enseñar el autor de la Epístola a los Hebreos, y utiliza la vida de Abraham como un hito. La vida de fe de Abraham está enmarcada por el llamado de Dios a ir (lek ieka). Primero es un llamado a dejar su pasado (Gén. 12:1; cf. Heb. 11:8). Luego, su vida se cierra con otro llamado a ir (lek Ieka), esta vez a sacrificar a su hijo (Gén. 22:2; cf. Heb. 11:17). Desconectado de su pasado y sin un horizonte claro, andando prácticamente en el vacío, Abraham depende solo de Dios.

El llamado a ir

El llamado a "ir" (lek leka) no es una particularidad aislada. Este es de hecho el fundamento de la estructura del llamado de Dios para Abram. Los verbos en el pasaje que describen lo que Dios hará, están sujetos a la orden de "ir". Esto implica que Abram debe primero salir para que Dios pueda actuar. Fijémonos en el paralelismo que hay entre la estructura del llamado a Abram y la estructura del relato de la creación: ambos comienzan con una nota negativa (abandonar la confusión de Babel; dejar el caos cósmico); luego, ambos comparten el mismo ritmo de los seis pasos creativos de Dios. Ambos relatos concluyen con el séptimo paso, en el que se describe un estado pasivo resultante de la acción divina: "Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Gén. 12:3); "fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos" (Gén. 2:1):

¡Vete!

1. para que yo te muestre...

2. para hacer de ti una nación grande,

3. para que yo te bendiga,

4. para engrandecer tu nombre,

5. para que yo pueda bendecir...

6. para que yo pueda maldecir...

7. para que sean benditas en ti todas las familias de la tierra (véanse los versículos 1 y 2).

Los paralelismos entre el relato de la creación y el llamado a Abram contienen una promesa de vida, que va del caos del Diluvio y la confusión de Babel, a los actos creativos de Dios. Cabe mencionar también que la frase "todas las familias de la tierra" (vers. 3), evoca el*'* lenguaje utilizado en la genealogía de las naciones, donde se hace referencia a "los linajes de los hijos de Noé [...] en la tierra después del Diluvio" (Gén. 10:32; cf. vers. 5, 20, 31), resaltando así el alcance universal de la bendición dada a Abraham.

El llamado va más allá del simple desplazamiento físico desde Ur hasta la tierra prometida; tiene que ver también con la persona de

Abram. Esta connotación, que involucra al mismo Abram, se traduce incluso en la forma particular de la frase hebrea lek leka, "vete": que agrega al verbo imperativo lek, la preposición dativa lek ah, "a ti". Esta forma sugiere un énfasis o expresa una relación, es decir, algo así como: "Vete para que te encuentres contigo mismo y alcances laautorreali-zación". En otras palabras, el llamado que Dios le hace a Abram a que salga de su país y se aleje de sus raíces, lo llevará a encontrarse consigo mismo, a establecer su identidad. No era suficiente con que Abram saliera de Babel. Para encontrar su verdadero yo, debía deshacerse de la Babel que aún llevaba dentro de él, de la idolatría de sus padres y de la mentalidad arrogante característica de Babel.

Cuando Abram respondió y "se fue" (Gén. 12:4), ese "se fue" estuvo marcado por cuatro pasos. El primer wayelek, "se fue" (vers. 4), describe de manera general su respuesta: marca la salida de Abram de Ur de los caldeos. El segundo "se fue" está relacionado con Lot y marca la salida de Harán (vers. 4). El tercer "se fue" marca su partida a la tierra de Canaán (vers. 5-8). El cuarto wayelek, "se fue" (vers. 9), rompe la perfección de las otras tres, sugiriendo que fue un viaje no planificado. Este cuarto "se fue" describe un viaje hacia el sur, como preparación para el próximo movimiento hacia Egipto. Con excepción de este último "se fue", Abram es descrito no solo como un hombre de fe, sino también como üí» siervo fiel y obediente al Señor.

Abram el misionero

Pero Abram no se va solo. El verbo salir no solo se atribuye a Abram y su familia; aparece en conexión con otras personas a su alrededor. El texto se refiere a la actividad misionera de Abram. En Génesis 12:5, la palabra hebrea néfesh ("almas": JBS, RVA, SRV-BRG; o "personas": LBLA, NTV, RVA15, RVC, RV95) no se refiere a los hijos, porque Sara aún era estéril para ese momento; ni se refiere a esclavos, porque el hebreo usa otra palabra ('ebed) para los esclavos. El verbo hebreo 'asah, "adquirir", se refiere más bien a los prosélitos que Abram había logrado "adquirir" mediante su testimonio. El verbo 'asah también significa

"hacer", y es el verbo que se utiliza durante la creación de Dios (Gén. 2:2). Por lo tanto, la acción de "hacer" un prosélito se compara con el acto creador de Dios. Esta Interpretación se ajusta al significado de la palabra hebrea néfesh, "aliento", que a menudo se asocia con un sentimiento o un anhelo religioso (Sal. 42:2, 3; 119:20, 81).

Desde el comienzo de la respuesta de Abram de ir a la tierra prometida, se Involucra a otras "almas" en su viaje. No se puede Ir solo a la tierra prometida. La respuesta de Abram al "vete" de Dios no es un viaje egoísta. Es un viaje que lo involucra a él en primer lugar, luego a su familia y también a los otros "extranjeros" que encuentra en su camino.

La actividad misionera de Abram no cesa al llegar a la tierra prometida. El primer lugar donde se detiene es Slquem (Gén. 12:6), ubicado entre los montes Ebal y Gerlzlm, al este de la actual Nablus. Más exactamente, se trata de "la encina de More" (vers. 6), que significa "el árbol del maestro", lo que sugiere que esta ubicación estaba asociada con alguna actividad pedagógica.

Resulta Interesante que la actividad misionera (vers. 5) es seguida por una sesión de enseñanza relacionada con la adoración. Hay un juego de palabras que relaciona a More con el verbo wayyera', "apareció", la cual describe la revelación de Dios por medio de unateofanía: "Y se apareció Jehová a Abram" (vers. 7). Además, el verbo wayyera' ("apareció"; traducción literal: "se hizo ver") concuerda con el verbo 'ar'eh, "mostrarse" (traducción literal: "dejarse ver") de la promesa que el Señor le había hecho: "Te mostraré" la tierra (vers. 1). La Intención de esta correspondencia de palabras es que Abram entienda que alcanzó la meta; ya está en la tierra prometida que el Señor le mostraría. Al... mismo tiempo, la aparición del Señor se identifica con el punto de destino. La tierra prometida está asociada con Dios mismo.

La atracción de Egipto

Es Irónico que Abram, que acababa de llegar a la tierra prometida y estaba agradecido por ese regalo, decida Irse del país porque

tiene hambre. Aunque Abram tuvo el valor y la fe necesarios para permanecer en la tierra y soportar la amenaza de los cananeos, no pudo soportar la hambruna. Esta paradoja puede tener varias explicaciones. Si bien Abram se sentía étnica y culturalmente cercano a los cananeos, que en términos generales se mostraron hospitalarios con él, debió sentirse perturbado por las dificultosas condiciones físicas del lugar. Este nuevo entorno de riesgo, donde la agricultura dependía de las lluvias, contrastaba con el seguro y estable valle del Tigris y el Éufrates. En ese sentido, la tierra de Egipto y el Nilo le recuerdan a Abram su tierra natal; la fertilidad de su tierra muestra un marcado contraste con la tierra de Canaán. El mismo Moisés advertiría más tarde al pueblo durante el Éxodo: "La tierra en la que ahora entras, y que vas a poseer, no es como la tierra de Egipto, de donde han salido. Allá sembrabas tu semilla, y la regabas con tu pie, como huerto de hortaliza. La tierra que van a ocupar al otro lado del río es una tierra de montes y de valles, que se nutre de la lluvia del cielo" (Deut. 11:10,11, RVC). No es de extrañar que Egipto fuera atractivo para Abram, como lo seguiría siendo para los antiguos israelitas (Núm. 11:18; 14:3; Jer. 2:18; 42:15).

Egipto también representa la confianza en la capacidad humana (2 Rey. 18:21; cf. Isa. 36:6, 9). Én Egipto no es necesaria la fe porque la promesa está visible. Esta níjeva sección (Gén. 12:10-13) difiere, por lo tanto, de la anterior (12:1-9) de una manera significativa. Antes se retrató a Abram corrió un hombre de fe que vivió de acuerdo con el llamado de Dios: dejó Ur de los Caldeos y se estableció en Canaán en respuesta a la solicitud de Dios. Pero cuando sale de Canaán para instalarse en Egipto, nunca se menciona a Dios, /^ram ahora se describe como un político realistay empírico que se basa exclusivamente en su propia sabiduría y astucia.

Para protegerse y ganarse el favor del faraón, Abram recurre a la mentira (Gén. 12:13). Su plan engañoso es consecuente con la manera en que salió de Canaán para establecerse en Egipto. Una vez más, no toma en consideración la providencia divina. Sin embargo, Dios está con él y lo bendice de todos modos, a pesar de sí mismo. De hecho,

Dios convierte el error y la falta de fe de Abram en una bendición para él y para todas las naciones circundantes. Abram deja Egipto como un hombre más rico, y el faraón se salva. Dios transforma el mal en bien. La promesa de la bendición se manifestará nuevamente en la vida de Isaac (Gén. 22:17,18), Jacob (Gén. 28:3)yJosé (Gén. 50:20). Dios está presente Incluso dentro de las tinieblas de la iniquidad humana, cuando todo pareciera indicar que está ausente.

Las batallas de Abram *

Tan pronto como Abram regresa de Egipto y se instala en la tierra, le toca enfrentar conflictos internos y externos. En lo interno, Abram enfrenta los celos de Lot. Hay contiendas entre los pastores de este y los pastores de Abram debido a los derechos de propiedad. En lo externo, los ejércitos de Abram deben luchar contra la coalición de Babel (el rey de Sinar [Babel], el rey de Elasar, el rey de Elam y los reyes de otras naciones) porque la coalición atacó a los reyes de Sodoma y Gomorra y tomó cautivo a su sobrino Lot.

La primera tensión de Abram en la tierra prometida proviene de su propia familia. Lot se le opone por causa de la propiedad de la tierra. El informe bíblico indica que "la tierra no era suficiente para que habitaran juntos" (Gén. 13:6), lo que significa que ambos eran demasiado ricos para compartir la tierra. Sin embargo, la información anterior se refiere solo a la riqueza de Abram (vers. 2). No se especifica nada sobre las posesiones de Lot, lo que sugiere que el problema residía en la frustración de este último y en su percepción de que era objeto de un trato injusto. Abram busca tranquilizarlo, porque siente que se ... está gestando un conflicto: "No haya ahora altercado entre nosotros dos" (vers. 8; cf. vers. 7).

Lot está enojado y envidioso porque ve a Abram como el dueño de la tierra. Pero Abram le presenta la tierra y le ofrece una opción. El texto dice que Lot vio esta tierra como si fuera el huerto de Dios (vers. 10; cf. Gén. 2:8-10) y que "escogió para sí" (Gén. 13:11), una expresión que recuerda a los hombres malvados que vivieron antes del Diluvio

(Gén. 6:2). Abram obtuvo su tierra, no porque la quisiera, sino porque Dios se la dio (Gén. 13:15).

Aquí se contrastan dos mentalidades: la de Lot, que está ansioso por poseer, y la de Abram, que recibe sin pedir. Para Abram, la tierra santa no le pertenece a nadie. Su respuesta solo tiene la intención de desactivar la situación explosiva: "¿No está toda la tierra delante de ti?" (vers. 9). Los filósofos que han analizado el fenómeno de la guerra, a menudo han llegado a la conclusión de que "el origen de la guerra es la propiedad".1 Así, el filósofo ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) advirtió que la guerra comenzó cuando alguien declaró: "Esto es mío". Luego supuso que se podrían haber evitado numerosas guerras si a alguien se le hubiera ocurrido recordar que "los frutos de la tierra nos pertenecen a todos por igual, y que la tierra misma no le pertenece a nadie".2

En la guerra que sigue, Abram se enfrenta a los hombres de la tierra. La guerra comienza porque los ejércitos mesopotámicos, incluyendo el rey de Babel en Sinar, se oponen a los ejércitos de la tierra de Canaán, incluyendo los reyes de Sodoma y Gomorra. En el fragor de la batalla, Lot es llevado cautivo. Curiosamente, entre los enemigos de Abram está Sinar (Gén. 14:9), que trae a la memoria la torre de Babel (Gén. 11:2). Esta es la primera guerra que menciona la Biblia. Vale la pena resaltar el Entraste entre Abram y los hombres de Babel. Las fuerzas de Babel se'describen como una coalición: "Todos estos se juntaron" en s¿s políticas (Gén. 14:3) y en sus ataques (vers. 8, 9). El propósito de su campaña militar era una incursión violenta con fines de lucro. Abram, por otro lado, "dividió a sus hombres en grupos" (vers. 15, NTV) y fue a la batalla para salvar a su sobrino.

La guerra que sigue muestra un marcado contraste entre los dos bandos. Mientras que se describe que los hombres de Babel están ansiosos por "tomar", la palabra clave del pasaje que se refiere a ellos (vers. 11,12), se describe que Abram está listo para "dar", la palabra clave de los pasajes que se refieren a él (vers. 16, 20,23,24). Después de la guerra, Abram, el forastero, entrega los bienes a los extraños que lucharon por él (vers. 16, 23, 24) y manifiesta que no quiere "tomar" nada de ellos (vers. 23).

En este contexto, el autor bíblico inserta la extraordinaria historia de la devolución del "diezmo de todo" (vers. 20). Es el primer diezmo que se menciona en la Biblia y se devuelve a un sacerdote extranjero desconocido.

No se explica la razón de esta increíble generosidad. El sacerdote, que surge de la nada y no reaparece en la historia bíblica, se llama Melquisedec, que significa "rey de justicia y de Salem", el antiguo nombre de Jerusalén. Este sacerdote prefigura el ministerio redentor en el templo y también se identifica como representante del "Creador de los cielos y de la tierra" (vers. 19). Se trata del Creador mismo del universo, quien acaba de librar a Abram del enemigo.

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1  Henri Bergson, Les deux sources de la morale et de la religión (París: PUF, 1962), p. 303; traducción del autor al inglés.

2 Jean-Jacques Rousseau, Discourse on the Origin of Inequality, Dover Thrift ed. (Mineóla, NY: Dover, 2004), parte 2, p. 27.