Introducción

Hay un conflicto en el universo, que se desenvuelve a nuestro alrededor. Podemos sentirlo en lo más profundo de nuestro corazón. Más allá de lo que nuestros ojos pueden ver, hay una batalla cósmica por el control del universo. Es un drama intergaláctico similar a La guerra de las galaxias, pero mucho más intrigante y emocionante que la galardonada saga cinematográfica. En este conflicto, el trono del universo está en juego. ¿Triunfarán las fuerzas de la luz sobre las fuerzas de la oscuridad? ¿El bien vencerá al mal? ¿Cristo finalmente triunfará sobre su archirrival Satanás? ¿Terminará el mal algún día?

Las profecías de Apocalipsis abren el telón para que tengamos una vislumbre de cómo transcurre este conflicto. Revelan los acontecimientos finales de esta lucha titánica entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal. Sorprendentemente, Dios envió tres mensajes cósmicos de carácter urgente con el propósito de preparar a cada habitante del planeta Tierra para lo que se avecina. Estos mensajes urgentes del tiempo del fin provienen directamente del corazón amoroso de Dios y revelan sus planes para nuestro atribulado planeta. Detallan cuidadosamente lo que viene y cómo debemos prepararnos para los acontecimientos que pronto estallarán en este mundo.

Solo miremos a nuestro alrededor. El escenario se está preparando. La amenaza de una guerra nuclear se cierne sobre nosotros. Incluso una guerra nuclear limitada mataría a millones y provocaría una catástrofe ambiental en el planeta. El cambio climático se ha convertido en una triste realidad. Muchos científicos predicen graves consecuencias si no se hace algo ya. La economía mundial pende de un hilo muy delgado, y el colapso monetario global podría estar a la vuelta de la esquina. Los virus que ahora están presentes en el planeta podrían convertirse en la próxima pandemia y matar a millones. El hambre y la inanición son acontecimientos reales en muchas partes del mundo. ¿Será que una alianza político-religiosa bajo la dirección del anticristo surgirá algún día como la solución a los problemas globales? Apocalipsis tiene la respuesta.

En Tres mensajes cósmicos hablo del último mensaje de amor de Cristo para este planeta, que podemos encontrar en el corazón de Apocalipsis 14. Te llenarás de emoción al leer estos capítulos esperan-zadores, que invitan a la reflexión. Cada capítulo está impregnado del amor de Dios y confronta de manera franca los problemas actuales desde la perspectiva de los tres mensajes cósmicos de Apocalipsis. Es mi oración y deseo que, al leer estas páginas, te acerques más al Cristo que te creó, que te ama con un amor eterno y que pronto vendrá para llevarte al hogar celestial.

Capítulo 1

Jesús gana, Satanás pierde

"Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él"

(Apocalipsis 12:7-9).

Episodio 1: Comienza la guerra

El cielo: ¡Qué extraño lugar para que ocurra una guerra! ¿Fue este primer episodio de la batalla por el trono una batalla física, o simplemente unjuego de guerra mental? Fue ambas cosas. Fíjate que cada ángel del cielo tuvo que tomar una decisión. No había lugar para neutralidades. Ningún ángel podía decir: "No quiero participar. Creo que solo seré un espectador". Cada ángel tuvo que tomar la decisión más importante de su vida, con respecto a de qué lado estaría.

En el conflicto final de la Tierra no hay neutralidades. Los mensajes que provienen del trono de Dios, especialmente los que encontramos en Apocalipsis 14, son los mensajes finales de Dios para la humanidad. Estos mensajes nos urgen a tomar una decisión que decidirá nuestro destino eterno.

Ahora, si bien no puede haber neutralidades en la guerra final de la Tierra, hay buenas noticias. Apocalipsis 12 describe el triunfo de Cristo en esta batalla galáctica, el gran conflicto, esa conflagración tipo La guerra de las galaxias que comenzó en el cielo hace tanto tiempo. En esa batallajesús derrotó a Satanás. Satanás fue expulsado del cielo y, como describe Apocalipsis 12:8, el diablo y sus ángeles malos "no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo". En esa batalla por el control del universo, Jesús y sus ángeles ganaron y el diablo fue derrotado. Jesús nunca ha perdido una batalla con Satanás. De hecho, su victoria más significativa ocurrió aquí en la Tierra, un viernes de tarde en un lugar llamado el Calvario. ¡Ese fue el lugar y el momento en que se ganó la guerra!

Al describir esta guerra cósmica, Apocalipsis 12:8 declara: "Pero no prevalecieron". Fijémonos en ese "pero" divino. Hubo una guerra en el cielo, pero Satanás y sus ángeles no prevalecieron. En este primer episodio, Jesús, el Guerrero Poderoso, gana y Satanás pierde. Y su victoria es nuestra victoria.

Episodio 2: Satanás ataca a Jesús

El segundo episodio de este drama cósmico ocurre siglos después, cuando Satanás dedicó todas sus energías a destruir a Jesús: "Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciera. Ella dio a luz un hijo varón, que va a regir a todas las naciones con vara de hierro" (Apoc. 12:4,5).

En la Biblia, la vara es un símbolo de dominio o de gobierno. Una vara de hierro simboliza entonces a un gobierno inquebrantable, todopoderoso e invencible. Jesús enfrentó cada tentación que nosotros podríamos experimentar y las superó como Conquistador. Satanás fracasó en destruirlo cuando era niño, fracasó en derrotarlo durante su vida y fracasó en arrasarlo en su muerte. El todopoderoso Cristo resucitado venció a Satanás.

En Colosenses 2:15, Pablo expresa la victoria de Cristo de manera magistral: "Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz". El diablo es un enemigo derrotado. Cristo triunfó sobre él por medio de su vida, muerte y resurrección. Como Jesús ya derrotó al diablo en la cruz del Calvario, nosotros también podemos salir victoriosos. ¿Cómo? Por la fe en lo que Cristo ya hizo.

"Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: 'Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios'" (Apoc. 12:10). ¿Qué ha venido? La salvación en Cristo. ¿Ya la recibiste por fe? ¿Qué ha venido? La fuerza y el poder de Cristo. ¿Ya los recibiste por fe?

Cuando aceptamos la justicia de Cristo como nuestra y se nos declara justos por medio de su muerte, el Cristo que murió nos declara justos por medio de su sangre. El Cristo que resucitó nos hace justos por su intercesión.

El versículo 11 afirma que los creyentes "lo han vencido [a Satanás] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos". Cristo venció. Aceptémoslo, creámoslo y declarémoslo: ¡Satanás es un enemigo derrotado!

Aquí hay una verdad eterna: nuestra fe crece a medida que aceptamos la victoria de Cristo como nuestra. Nuestras propias actitudes afectan en gran medida nuestros actos. Los cristianos de fe viven la victoria de Cristo y de esa forma triunfan sobre los poderes del infierno. Seremos victoriosos si aceptamos la victoria de Cristo como nuestra, creemos que su victoria es nuestra, nos enfocamos en su fortaleza y no en nuestra debilidad, y hablamos de su victoria.

El diablo sufrió un golpe mortal por la muerte de Cristo en la cruz. Al comentar sobre esta victoria, el apóstol Pablo declara: "Al que no conoció pecado, [Dios] por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él" (2 Cor. 5:21). En la cruz, Jesús cargó con la culpa, la vergüenza y la condenación de nuestros pecados, eliminando así el argumento de Satanás contra nosotros.

La victoria de Cristo sobre Satanás está completa, pero el gran conflicto aún no ha terminado. Satanás fue derrotado en el cielo y derrotado en la cruz, pero sigue haciendo guerra contra el pueblo de Dios en la Tierra. El apóstol Pablo lo expresa de esta manera: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades [...] en las regiones celestiales" (Efe. 6:12).

La batalla sigue librándose, pero la victoria para los creyentes nacidos de nuevo es segura. Esta victoria se describe en Apocalipsis 12:11: "Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, que menospreciaron sus vidas hasta la muerte". La palabra vencido (nikaó en el idioma original del Nuevo Testamento) se puede traducir literalmente como "conquistar", "prevalecer", "triunfar" o "salir victorioso".

¿Cómo es esto posible? La respuesta de Apocalipsis es: "por medio de la sangre del Cordero" (versículo 11). El Cordero es una figura protagónica en el libro de Apocalipsis. El Cordero de Dios, el Salvador perfecto que dio su vida en un sacrificio perfecto, se menciona 28 veces en el libro de Apocalipsis. Miremos solo uno de estos veintiocho pasajes para tener un atisbo de la majestad de este simbolismo del Cordero. Apocalipsis 5:6 nos dice: "Miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes y en medio de los ancianos estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra".

El Cordero es un símbolo de sacrificio. Recordemos cuando Juan el Bautista, al ver a Jesús, declaró: "¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29). Mediante su sacrificio, nuestra culpa se desvanece, nuestros pecados son perdonados y ya no somos condenados por nuestras transgresiones. Nos las quita. Él asume la culpa, la vergüenza y la condenación de nuestros pecados.

Cuando aceptamos por fe lo que Cristo hizo por nosotros, nuestra deuda se cancela y nuestros pecados son perdonados. Si somos perdonados, no hay nada de lo que podamos ser acusados. Si has venido a Cristo, has aceptado su sacrificio en la cruz y eres su hijo, ¡tu lugar en el cielo ya ha sido asegurado por medio de su victoria! "Pero Dios [...] Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Efe. 2:4, 6).

Estos versículos revelan el gran vínculo que existe entre Cristo y su pueblo. Estamos unidos con él en su muerte, resucitamos con él en su resurrección y estamos sentados con él en los lugares celestiales en su exaltación. Si estamos unidos con Cristo, su muerte por el pecado nos asegura que no tenemos que morir por nuestros pecados. Gracias a que estábamos unidos con Cristo cuando él resucitó y ascendió al cielo, tenemos un estatus en el cielo.

El cielo es nuestro verdadero hogar. Es nuestro derecho como cristianos. Tenemos un estatus allí como hijos de Dios. Por medio de Jesús, gracias a su muerte, tenemos el derecho, la garantía de la eternidad. Satanás es un enemigo derrotado. El dominio de la muerte ha sido vencido. Por fe, mediante la sangre de Cristo, la eternidad es nuestra. Independientemente de lo hostil que pueda parecer el mundo atribulado de hoy, Satanás es un enemigo derrotado.

Satanás acusó a Dios en el cielo de que él era un dictador, un tirano que no tenía en mente el mejor interés de sus criaturas. La cruz derribó ese argumento y reveló a un Dios de amor infinito que hará cualquier cosa para salvarnos. El amor triunfa sobre el odio.

Satanás acusó a Dios en el cielo de que él era un dictador, un tirano que no tenía en mente el mejor interés de sus criaturas. La cruz derribó ese argumento y reveló a un Dios de amor infinito que hará cualquier cosa para salvarnos. El amor triunfa sobre el odio.

Se dice que Napoleón hizo esta perspicaz declaración: "Alejandro, César, Carlomagno y yo mismo hemos fundado imperios. Pero, ¿en base a qué llevamos a cabo las creaciones de nuestro genio? ¡Por la fuerza! Jesucristo solo fundó su imperio sobre el amor y, en este momento, millones de personas morirían por él".1

Episodio 3: Satanás ataca al pueblo de Dios durante la Edad Media

Después del Calvario, la iglesia cristiana se estableció e inmediatamente se convirtió en el objeto de la ira de Satanás. "Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Pero se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila para que volara de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo" (Apoc. 12:13,14). Más atrás en el mismo capítulo, Juan había declarado: "La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios para ser sustentada allí por mil doscientos sesenta días" (vers. 6).

Por favor, toma nota de estas frases: "Un lugar preparado por Dios" (vers. 6); "su lugar, donde es sustentada" (vers. 14); y "la tierra ayudó a la mujer" (vers. 16). Cada vez que el diablo ataca a los hijos de Dios, Dios provee un lugar de refugio para ellos.

La profecía bíblica se caracteriza muchas veces por el uso de este tipo de códigos. Habla de bestias extrañas, símbolos místicos y señales inusuales. La buena noticia es que el mismo Dios que reveló este simbolismo profético nos da las claves para desbloquear esos misterios en su Palabra.

Cuando una profecía es simbólica, sus períodos son simbólicos. Hay dos pasajes del Antiguo Testamento que nos ayudan a entender más claramente los 1.260 días -un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo- durante los que la mujer (la iglesia) escapó al desierto. En Números 14:34, leemos: "Cuarenta años llevarán a cuestas sus iniquidades, un año por cada día, conforme al número de los días que anduvieron explorando la tierra, y así experimentarán mi castigo" (RVC).

Doce espías israelitas visitaron la tierra de Canaán durante cuarenta días. Diez de ellos regresaron con un informe negativo. La palabra profética de Dios declaró que, por cada día que espiaran la tierra, los israelitas vagarían por el desierto durante un año. Como se predijo, los israelitas vagaron por el desierto durante cuarenta años. Esto ayuda a establecer en las Escrituras lo que se conoce como el principio de día por año. Cada día profético equivale aun año literal. Encontramos este principio en otros lugares de la Biblia. Ezequiel 4:6 dice sobre el juicio de Dios sobre su pueblo: "Día por año te lo he dado". Una de las grandes confirmaciones de la profecía bíblica es que cuando se utiliza el principio de día por año, encaja perfectamente con los acontecimientos históricos descritos por la profecía.

De regreso a Apocalipsis 12, encontramos la predicción de que el pueblo de Dios sería perseguido durante 1.260 días proféticos o años literales. La historia registra que, durante la Edad Media, la iglesia medieval se unió a los poderes políticos del estado desde el 538 d.C. hasta 1798 d.C., lo que dio pie a esta persecución. Los que no se ajustaban a las enseñanzas religiosas populares que dictaba esta unión de iglesia y estado eran oprimidos y perseguidos. Muchos fueron perseguidos y algunos martirizados. Como el apóstol Pablo, podrían decir: "Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos" (2 Cor. 4:8, 9).

Pero al finalizar la profecía de los 1.260 años, en 1798, el general Berthier condujo a los ejércitos de Francia a Roma y capturó al Papa Pío VI, que luego murió en cautiverio. Las inquisiciones ya no amenazaban a aquellos creían únicamente en las Escrituras como su autoridad espiritual. ¡Todo sucedió como lo había predicho el Apocalipsis!

La victoria es nuestra, no porque no haya luchas o batallas que pelear, sino porque Cristo ya es Vencedor por medio de su vida, su muerte, su resurrección gloriosa y su ministerio en el santuario celestial. Y pronto, muy pronto, Satanás será vencido para siempre. Todavía estamos en la batalla, pero la victoria ya se ganó.

Un autor cristiano usa esta estupenda ilustración:

Imaginemos una ciudad sitiada. El enemigo que rodea la ciudad no deja entrar ni salir a nadie ni nada. Los suministros se están agotando y los ciudadanos están temerosos. Pero en la oscuridad de la noche, un espía se cuela a través de las líneas enemigas. Corre a la ciudad para decirle a la gente que en otro lugar la principal fuerza enemiga ha sido derrotada; los líderes ya se han rendido. La gente no debe tener miedo. Es

solo cuestión de tiempo para que las tropas agresoras reciban la noticia y depongan las armas.2

De la misma manera, el enemigo ha sido derrotado en el Calvario. Las cosas no son como parecen. Es solo cuestión de tiempo hasta que quede claro ante todos que la batalla ha terminado. Cristo nos ha llamado a la victoria, no a la derrota; y al triunfo, no a la pérdida.

Episodio 4: Satanás ataca al remanente

Hay un último episodio en la historia de Apocalipsis 12: "Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" (versículo 17). El dragón, es decir, Satanás, está enojado con la mujer, que es la iglesia de Dios. Está furioso con el pueblo que guarda los mandamientos de Dios y hará todo lo posible para destruirlo.

Finalmente, Satanás incita a promulgar un decreto para que nadie pueda comprar ni vender. Si no cumplen, serán amenazados con prisión, tortura e incluso la muerte. La última guerra de la Tierra no se escenificará en el Oriente Próximo, sino en el control de las mentes del pueblo de Dios. Es una batalla entre dos fuerzas opuestas: las fuerzas del cielo y las fuerzas del infierno.

Las preguntas más importantes en esta guerra final son: ¿Quién tendrá nuestra lealtad? ¿De qué lado la colocaremos? El cielo está llamando a la última generación de creyentes, una generación cautivada por el amor de Cristo, redimida por su gracia, comprometida con sus propósitos, empoderados por su Espíritu y obediente a sus mandamientos, que estará dispuesta a enfrentar la muerte por su causa.

El mundo se dirige hacia una gran crisis. La colisión es inevitable. Pero a pesar de ello, las noticias son increíblemente buenas: estamos del lado ganador. Cristo y su iglesia triunfarán. En Jesús, por Jesús, por medio de Jesús y gracias a Jesús, lograremos la victoria. La victoria de Cristo es la garantía eterna de nuestra victoria. Nuestro Sumo Sacerdote celestial jamás nos fallará. Él guiará a su pueblo durante las últimas horas de la Tierra.

17

1 'John S. C. Abbott, The HistoryofNapoleon Bonaparte (Nueva York: Harper & Brothers, 1855), 1.1, p. 246; énfasis en el original.

2  Richard J. Mouw, Uncommon Decency (Downers Grove, Illinois: InterVarsity, 2010), p. 163.