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  • Para Maestros de Escuela Sabática

    EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
    RESEÑA - Lección 11

    Texto clave: Marcos 14:1. Enfoque del estudio: Marcos 14.

    Introducción:

    Marcos 14 se refiere al complot para matar a Jesús. El autor del Evangelio dice explícitamente que el plan se venía gestando desde hacía algún tiempo, dado que “los principales sacerdotes y los escribas procuraban prender a Jesús por engaño y darle muerte” (Mar. 14:1). De esta manera, el deseo de los enemigos de Jesús de darle muerte empezó a adquirir su siniestra forma.

    Marcos 14 narra los acontecimientos de la traición a Jesús y su condena por parte de los líderes religiosos.

    Temática de la lección:

    El estudio de esta semana analiza tres acontecimientos importantes en los últimos días de la vida de Jesús:
  • 1. La unción de Jesús con un perfume costoso.
  • 2. El abandono de Jesús por parte de Pedro.
  • 3. El sufrimiento de Jesús como cumplimiento directo de la profecía.
  • COMENTARIO

    Tres actitudes ante el Salvador

    Marcos 14:1 a 11 es la primera perícopa o sección del capítulo. En este segmento, Marcos introduce dos escenas con tres personajes o grupos de personajes principales:

    (1) los sacerdotes y los escribas,
    (2) una mujer no identificada en este Evangelio, y
    (3) los discípulos y Judas Iscariote.

    El primer grupo está dispuesto a pagar una cantidad considerable de dinero para dar muerte a Jesús, como se revela en Marcos 14:1 y 11. Su disposición es una evidencia de cuán corruptos se habían vuelto los dirigentes del Templo y sus servicios. Jesús estaba en lo cierto cuando les dijo: “Ustedes la han hecho [a mi casa, el Templo] una cueva de ladrones” (Mar. 11:17). Tan grande era la desesperación de ellos por darle muerte a cualquier precio que sobornaron a uno de los miembros de su propio círculo íntimo para conseguir sus propósitos. El texto también parece implicar que los líderes religiosos pagaron a un grupo de personas para que apresaran a Jesús: “Mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos” (Mar. 14:43). También es posible que los líderes religiosos estuvieran detrás de los “muchos [que] testificaban falsamente contra él, pero [cuyos] testimonios no concordaban” (Mar. 14:56). A la luz de estas conjeturas, es interesante reflexionar acerca de cuánto dinero gastaron los sacerdotes y el resto de los líderes israelitas para asegurar la muerte del Mesías.

    El segundo personaje es una mujer no identificada en este Evangelio que estuvo dispuesta a destinar una cantidad exorbitante de su propio capital para ungir a Jesús. Compró un perfume muy caro para derramarlo sobre la cabeza y los pies de él. Los discípulos estimaron que el perfume valía una gran cantidad de dinero, más de trescientos denarios (Mar. 14:5). Un denario era la moneda básica romana: “Parece que equivalía al jornal de un trabajador promedio (Mat. 20:1-16)” (Martin McDonald, “Money in the New Testament era”, en The world of the New Testament, p. 573). Sobre la base de esta información, podemos deducir que la mujer gastó una cantidad equivalente al salario de casi un año de trabajo. Tal vez había ahorrado esa suma durante muchos años de ardua labor. En cualquier caso, era mucho dinero. La mujer quiso mostrar su gratitud a Jesús a costa de un gran sacrificio personal.

    Él, a su vez, recompensó con creces el obsequio que demostraba cuán apreciado era por ella. Marcos 14:9 dice: “Les aseguro que dondequiera que se predique el evangelio en el mundo, se contará lo que ella hizo y se la recordará”. Los personajes de la tercera escena, como se ha señalado, son los discípulos y Judas. A diferencia de la mujer anónima, consideran que el perfume es demasiado caro para desperdiciarlo en Jesús. Insisten en que “[este perfume] podría haberse vendido por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres” (Mar. 14:5). Aunque el dinero no era suyo, culparon y desacreditaron a la mujer por haberlo “derrochado” en Jesús.

    Judas estaba dispuesto a recibir dinero para entregar a Jesús de quienes tramaban su muerte. Marcos no da detalles acerca de la negociación del precio por la muerte de Jesús. Lo que sabemos al respecto procede del Evangelio de Mateo. Según este, Judas preguntó a los sacerdotes: “ ‘¿Qué me quieren dar si se lo entrego?’ Y ellos le asignaron treinta monedas de plata” (Mat. 26:15). La expresión “treinta monedas de plata” es traducción del griego triakonta argyria. Cada una de estas argirias equivalía a unas cuatro dracmas. La dracma era “la moneda griega estándar o básica, equivalente en valor al denario romano. […] Es probable que este fuera el tipo de moneda con que pagaron a Judas sus ‘treinta monedas de plata’; es decir, ciento veinte denarios (Mat. 26:15)” (McDonald, “Money in the New Testament era”, en The world of the New Testament, pp. 573, 574).

    La cantidad pagada por los sacerdotes y aceptada por Judas era inferior a la que la mujer pagó por el perfume con que ungió a Jesús. En resumen, una mujer sola pagó aproximadamente trescientos denarios para ungir a Jesús con perfume como un memorial, mientras que Judas aceptó apenas ciento veinte denarios para traicionarlo. La discrepancia dice mucho. Muestra lo poco que Judas y los discípulos que simpatizaban con su opinión valoraban a su Maestro.

    El impetuoso Pedro: Cerca y lejos de Jesús

    El último personaje de las escenas que nos ocupan en Marcos 14 es Pedro, quien desempeña un papel activo en los capítulos finales del libro. Estuvo entre los encargados de preparar la Pascua (Mar. 14:12, 13; comparar con Luc. 22:8). Más tarde, cuando Jesús predijo cómo lo abandonarían sus discípulos en el momento de su arresto, “él, con mayor insistencia, dijo: ‘Aunque tenga que morir contigo, no te negaré’ ” (Mar. 14:31; comparar con Mar. 14:29

    Pedro no pudo cumplir la petición de Jesús: “Velen y oren” (Mar. 14:38). Más tarde, intervino en favor de Jesús y cortó la oreja derecha del siervo del sumo sacerdote (Juan 18:10; comparar con Mar. 14:47). Otra escena en la que aparece Pedro es el episodio en el que Jesús es conducido ante el sumo sacerdote. Pedro siguió a Jesús de lejos (Mar. 14:54). Más tarde, es confrontado por quienes lo desenmascaran como uno de los seguidores de Jesús. En respuesta a sus acusadores, “él se puso a maldecir y a jurar: ‘No conozco a ese hombre de quien hablan’ ” (Mar. 14:71). Finalmente, el capítulo registra el amargo llanto del arrepentido discípulo.

    La descripción de Pedro en estas seis escenas es un retrato de la experiencia de muchos seguidores de Jesús en la actualidad. En un momento podemos ser un paladín brillante de la causa de Jesús; pero al siguiente, vacilamos y nos convertimos en el villano inesperado que lo traiciona. Para evitar esta inestabilidad de carácter, Jesús nos aconseja: “Velen y oren para que no entren en tentación” (Mar. 14:38). La historia de Pedro no termina en derrota. Guiado por el Espíritu Santo, se convirtió en un pilar de la comunidad cristiana.

    Jesús y el cumplimiento de la profecía

    Por último, destaquemos la agonía de Jesús en las escenas de Marcos 14. Qué doloroso fue sin duda para él que sus propios discípulos, sus colaboradores más íntimos, no comprendieran su misión. Al verlo ungido por la mujer, los discípulos discutieron acerca del gran despilfarro de dinero que suponía que ella derramara un costoso perfume sobre la cabeza del Maestro. Qué desgarrador debió ser para Jesús que dos de sus discípulos lo traicionaran y el resto lo abandonara. Cuán profundamente devastador fue sin duda para él presenciar cómo los líderes religiosos y los maestros de su propio pueblo intentaban matar al Mesías anunciado. Jesús vivió en esta Tierra como un hombre. Sintió todo el dolor que un corazón humano puede soportar en medio de esas traumáticas circunstancias. Dijo a sus discípulos: “Mi alma está abrumada de tristeza hasta el punto de morir” (Mar. 14:34). Sin embargo, nada ni nadie podía desviarlo del camino que había elegido: el de la muerte redentora en favor de la humanidad.

    Jesús comprende claramente su destino. Sabe por qué va por el camino que ha elegido y adónde lo llevará. Dijo: “El Hijo del hombre se va, como está escrito de él” (Mar. 14:21). Es consciente de que todo lo que le sucede, o sucede contra él, forma parte de un plan divino. Percibe que “así se cumplen las Escrituras” (Mar. 14:49). Por eso, cuando Pedro trató de convencerlo de que renunciara a la voluntad de Dios para él dentro del Plan de Salvación, Jesús vio claramente que Satanás hablaba a través del discípulo, como antes había hablado a Eva por medio de la serpiente. Jesús vino a este mundo para dar su vida como rescate por la humanidad. Por eso la Biblia predijo que “le quitarán la vida al Mesías, y nada le quedará” (Dan. 9:26), o, según otra traducción, “no tendrá a nadie”. Ese funesto desenlace fue exactamente lo que ocurrió.

    APLICACIÓN A LA VIDA

    Pide a tus alumnos que dialoguen acerca de la siguiente pregunta: ¿Por qué consideraron los discípulos que derramar el perfume sobre Jesús fue un desperdicio?

    A la luz de ese análisis, pide a tus alumnos que reflexionen sobre las siguientes ideas. “Las palabras dichas con indignación: ‘¿Por qué se pierde esto?’ recordaron vívidamente a Cristo el mayor sacrificio jamás hecho: el don de sí mismo en propiciación por un mundo perdido. El Señor quería ser tan generoso con su familia humana que no pudiera decirse que él habría podido hacer más. En el don de Jesús, Dios dio el Cielo entero. Desde el punto de vista humano, tal sacrificio era un derroche desenfrenado. Para el raciocinio humano, todo el Plan de la Salvación es un derroche de mercedes y recursos. Podemos ver abnegación y sacrificio sincero en todas partes. Bien pueden las huestes celestiales mirar con asombro a la familia humana que rehúsa ser elevada y enriquecida con el infinito amor expresado en Cristo. Bien pueden ellas exclamar: ¿Por qué se hace este gran derroche?” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 518).

    ¿Has pensado en la razón por la que Judas traicionó a Jesús? Antes de dar tu respuesta, lee el siguiente párrafo.

    “Judas razonó que, si Jesús había de ser crucificado, el hecho acontecería de todos modos. Su propio acto de entregar al Salvador no cambiaría el resultado. Si Jesús no debía morir, lo único que haría sería obligarlo a librarse. En todo caso, Judas ganaría algo por su traición. Calculaba que había hecho un buen negocio traicionando a su Señor” (ibíd., p. 668).