Marcos 15 presenta el juicio romano, la burla de los soldados a Jesús, su crucifixión y humillación, y su sepultura. Este capítulo es el centro de la narración de la Pasión. El evangelista lo presenta, como antes, con lujo de detalles y casi sin comentarios, ya que este estilo tiene su propio peso revelador.
Jesús fue llevado ante Poncio Pilato, quien fue gobernador o, más exactamente, prefecto (guardián del orden público) de Judea desde el ano 26 al 36. El nombre que daba cuenta de su procedencia y vinculación a un grupo ancestral de familias era Poncio, y su apellido Pilato. Pero su nombre propio no se ha conservado.1 9
En términos generales, el Imperio romano estaba dividido administrativamente en dos tipos de provincias: las senatoriales, cuya autoridad administrativa era el procónsul, nombrado por el Senado romano para un mandato de un año renovable; y las provincias imperiales, que estaban bajo el gobierno directo del emperador y cuyo administrador era un legado o prefecto.2 Las provincias senatoriales eran más pacíficas, y las imperiales tenían más probabilidades de sufrir revueltas y requerir un control mas firme. Judea era una de las provincias imperiales más pequeñas.
Pilato era un hombre despiadado que gobernaba con mano dura. Lucas 13:1 cuenta que mató a unos galileos cuando ofrecían sacrificios a Dios, y Josefo señala que Pilato sustrajo dinero del tesoro del Templo para la construcción de un acueducto.3 Fue este hombre despiadado ante quien Jesús compareció para ser
juzgado.
En el juicio ante las autoridades judías, el cargo contra Jesús fue blasfemia, pero eso no tendría peso ante los romanos. Marcos 15 no indica cuál era la acusación contra Jesús, pero la pregunta que Pilato le hizo en Marcos 15:2 ("¿Eres tú el Rey de los judíos?") sugiere que Jesús estaba siendo acusado de sedición contra el gobierno romano por afirmar que era rey. Al parecer, esta acusación fue la que los líderes religiosos presentaron ante Pilato, probablemente a raíz de la afirmación de Jesús de ser el Mesías ("ungido"). Dado que en el Antiguo Testamento los reyes eran ungidos, no es difícil ver cómo se podría tergiversar la afirmación de Jesús de ser el Mesías.
Para asombro del gobernador, Jesús permaneció callado y sereno durante su proceso. Incluso ante la pregunta de Pilato acerca de si era el rey de los judíos, la respuesta de Jesús no fue directa: "Así es, como tú dices" (vers. 2). En otras palabras: "Tú lo has dicho". Ni negó ni afirmó el título. Jesús no respondió a todos los cargos que se le imputaban. Aunque el evangelista no cita Isaías 53, la referencia de ese capítulo a una oveja que calla ante sus trasquiladores y al Siervo del Señor que no abre la boca parece un trasfondo probable.
Al parecer, las acusaciones de los líderes religiosos no convencieron a Pilato, quizá por la falta de respuesta de Jesús. Buscó una salida al apuro sugiriendo la 46 liberación de un prisionero en la época de la Pascua (Mar. 15:6-9). Pilato percibió que los líderes religiosos estaban complotados contra Jesús por envidia (vers. 10). Pero lo que no advirtió fue que podían fácilmente incitar a la multitud para eliminar a Jesús. Esto fue exactamente lo que hicieron, y el ambivalente Pilato cedió a su demanda y envió a un hombre inocente a la muerte.
Después de ser condenado por sedición como aspirante al trono, Jesús fue sentenciado a la crucifixión. Marcos indica que Pilato azotó a Jesús (vers. 15). Probablemente no fue el propio Pilato quien lo hizo, sino sus soldados. Como preparación para la ejecución, los romanos utilizaban su forma más severa de flagelación, conocida como verberado.4 Los soldados quitaban la ropa al condenado y lo azotaban con látigos de cuero en los que se adosaban objetos lacerantes, como trozos de vidrio, piedras, clavos o fragmentos de hueso para desgarrar así la piel y la carne del condenado, tras lo cual volvían a vestir a la persona.
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Los soldados encargados de crucificar a Jesús lo condujeron primero al cuartel general del gobernador y procedieron a burlarse de él vistiéndolo de púrpura real y
colocándole una corona de espinas. Así, combinaron símbolos de honor (la túnica y la corona) y de deshonra (la corona de espinas y la burla). Para ello, convocaron a todo el batallón (speira en griego), que constaba de entre doscientos y seiscientos hombres (la décima parte de una legión, integrada por seis mil hombres), sin duda un gran numero.5 Sus burlas incluían aclamar a Jesús como "Rey de los judíos , golpearlo en la cabeza con una caña, escupirlo y arrodillarse sarcásticamente ante el.
Jesús soportó todo esto en silencio. ¿Cómo pudo hacerlo? Se había entregado a la voluntad de Dios y confiaba en el plan de su Padre (1 Ped. 2:21-25). La voluntad del hombre se estaba cumpliendo, pero también la voluntad de Dios de salvar al mundo.
La muerte de Jesús en la cruz se ha convertido, con razón, en el símbolo de la fe cristiana. Las iglesias están decoradas con la cruz, y la gente la utiliza como joya y habla de ella en sus conversaciones cotidianas (por ejemplo, "menuda cruz me ha tocado llevar") Pero eso no ocurría en el siglo I. La crucifixión era tan terrible que el escritor romano Séneca sostenía que el suicidio era preferible.6
Los romanos solían crucificar desnudos a los condenados para aumentar así su vergüenza.7 Normalmente, hacían que la persona llevara desnuda el travesaño (patibulum en latín) hasta el lugar de la crucifixión. La parte vertical de la cruz 1
(stipes en latín) solía ser dejada en el suelo en el sitio de la ejecución. Marcos 15:20 indica que Jesús fue vestido hasta el lugar de la crucifixión. Los judíos odiaban la desnudez publica, por lo que es posible que a Jesús se le permitiera llevar un taparrabos por pudor. Sin embargo, en el Gólgota, los soldados echaron suertes sobre su ropa, por lo que es posible que fuera crucificado desnudo.
Jesús era incapaz de llevar su cruz, probablemente por agotamiento y por los azotes que había recibido. En su lugar, Simón de Cirene fue obligado a cargarla. En el Gólgota, ofrecieron a Jesús una bebida estupefaciente, pero la rechazó.
Las personas eran crucificadas atadas a la cruz o clavadas en ella. Sabemos que Jesús fue clavado en la cruz debido a su encuentro con Tomas, registrado en Juan 20. Tomás insistió en que no creería en la resurrección a menos que pusiera su mano en el orificio dejado por los clavos. Jesús lo invitó a hacerlo.
En una crucifixión no se derramaban mucha sangre ya que no se cortaban venas
ni arterias importantes en el proceso. Los clavos no se colocaban en el centro de la mano, ya que allí no hay estructuras óseas capaces de soportar el peso del cuerpo. En cambio, los clavos se introducían en la base de la palma, donde los huesos carpianos podían soportar más peso. Al introducir los clavos, se aplastaba o seccionaba el nervio mediano que sirve a la mano. Esto podía hacer que la mano adoptara la forma de una garra. Cualquier movimiento enviaría un dolor punzante al brazo a través del nervio cortado. Para respirar bien, el crucificado tenía que girar el cuerpo alrededor de las manos clavadas, lo que provocaba un dolor lacerante.8
Los crucificados a menudo permanecían vivos durante días, muriendo lentamente por hemorragias, agotamiento y asfixia. Estaban expuestos a la intemperie y servían de alimento a perros y pájaros.9 Era realmente una manera terrible de morir.
Pero, para Jesús, aquello representó una carga aún más pesada pues cargó con los pecados del mundo mientras soportaba la burla, la vergüenza y el dolor. Elena G. de White describe su desesperación mientras moría en la cruz:
"Sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue 46
esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico".11 Al sufrimiento que experimentó Jesús por los aspectos físicos y espirituales de su crucifixión, se sumaron las burlas de quienes estaban alrededor de la cruz. Puntualmente, los líderes religiosos son señalados en Marcos 15:31 y 32. Sus palabras son reveladoras y elocuentes: "A otros salvó. A sí mismo no puede salvarse. El Cristo, el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos". Al burlarse de Jesús, los líderes contrastaban el ministerio de él con su condición actual. Sin saberlo, lo estaban reconociendo como el Salvador: "A otros salvó". La palabra griega traducida aquí como "salvar" es sozo, un verbo que significa "sanar, rescatar, salvar". Probablemente se referían al ministerio de curación de Jesús, pero la sorprendente ironía al pie de la cruz es que los enemigos de Jesús declararon que él era el Salvador. Es en la cruz donde el aspecto de la revelación como parte del esquema revelación-secreto en Marcos llega a su clímax. Los títulos cristológicos aparecen ahora en público: Cristo (Mesías), Rey de los
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judíos y Rey de Israel El aspecto de la discreción en el binomio secreto-revelación alcanzara su climax en la resurrección (Marcos 16).
Según Marcos 15:25, Jesús fue crucificado en la hora tercera del día (alrededor de las 9:00 a. m.) Desde la hora sexta (mediodía) hasta la hora novena (3 p. m.), la tierra se cubrió de oscuridad (vers. 33). Hay dos razones por las cuales se puede entender que esta oscuridad no fue causada por un eclipse de sol. Primero, un eclipse de sol solo es posible durante la luna nueva, cuando la luna se alinea con el sol. Pero la Pascua ocurre en luna llena, cuando la luna está justo en el lugar opuesto, en el lado mas alejado de la Tierra con respecto al sol. En segundo lugar, la oscuridad es considerable durante un eclipse total de sol, pero solo unos minutos, no durante horas. Se trataba, pues, de una oscuridad sobrenatural.
Jesús exclamó: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?" (vers. 34). Estas son sus únicas palabras desde la cruz en el Evangelio de Marcos. Se conocen como el clamor del abandono por el intenso dolor y desesperación que reflejan. En realidad son una oración en la que Jesús clamó a su Padre citando las palabras de Salmos 22:1. Ese salmo alterna entre la desesperación y la alabanza a Dios. Tanto Mateo como Marcos presentan el lado oscuro de la cruz: el profundo costo que supuso para Dios salvar al mundo. Lucas y Juan presentan el lado luminoso de la cruz: el gran beneficio que recibimos como resultado de esta salvación.
La escena de la cruz en Marcos 15 es paralela al bautismo de Jesús en Marcos 1. El paralelismo consta de cinco elementos:
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Marcos 1:9-11: El bautismo |
Marcos 15:34-39: La cruz |
Juan bautiza a Jesús |
El bautismo de Jesús (comparar con Mar. 10:38) |
Juan (figura de Elías; Mar. 9:11-13) |
El presunto llamado a Elías |
Los cielos se abren |
El velo es rasgado |
El Espíritu (griegopneuma) se manifiesta |
Jesús expira (griego ekpneo) |
Dios habla en el bautismo de Jesús: "Tú eres mi Hijo amado" |
El centurión habla junto a la cruz: "¡Realmente, este hombre era el Hijo de Dios!" |
Lo que estos elementos ilustran es que el bautismo de Jesús en Marcos 1 es el comienzo de su ministerio y misión. La profecía de Daniel 9:24 al 21 alcanza un punto crucial al concluir la sexagésima novena semana profética, en ocasión del bautismo de Jesús en el año 21 d.C. Su ministerio culmina en la cruz tres años y medio después, para "traer la justicia de los siglos" (vers. 24). Marcos destaca esta culminación con el paralelismo de cinco características. Juan el Bautista bautiza a Jesús, y Jesús señala la cruz como su bautismo (Mar. 10:38). Juan el Bautista es una figura similar a Elías (Mar. 9:11-13), y los espectadores de la cruz piensan que Jesús está llamando a Elías. Los cielos se abren para el descenso del Espíritu en el bautismo, y el velo se abre cuando Jesús expira (los dos únicos usos en Marcos del verbo sjizo, "abrir"). El Espíritu desciende sobre Jesús en su bautismo y, cuando este muere, el verbo que Marcos utiliza para describir su muerte es ekpneo, "expirar", en cuya composición interviene la palabra griegapneuma, que designa al "Espíritu". Dios habla en el bautismo de Jesús: "Tú eres mi Hijo amado" (Mar. 1:11). Por su parte, el centurión dice al pie de la cruz: "¡Realmente, este hombre era el Hijo de Dios!" (Mar. 15:39). Todos estos detalles juntos nos ayudan a ver la centralidad de la cruz.
La muerte de Jesús fue el final de la fe de los discípulos y la frustración de las grandes expectativas que habían tenido al seguirlo. Es notable que un hombre 4
inesperado apareciera en escena para supervisar el entierro de Jesús: José de Arimatea. Marcos nos dice que era miembro del Consejo que condenó a Jesús y que buscaba el Reino de Dios. En ninguna parte de los evangelios se nos dice si José estuvo presente en el juicio del Maestro.10 El hecho de que se presentara para dar sepultura a Jesús sugiere fuertemente que no.
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José asumió el riesgo de asociarse con un hombre ejecutado por sedición contra los romanos; de ahí la referencia a que "se armó de valor, fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús" (vers. 43). Pilato se sorprendió de que Jesús ya estuviera muerto, pues a menudo pasaban días antes de que alguien muriera en la cruz. Mandó llamar al centurión, quien corroboró que Jesús estaba, en efecto, muerto. Este es un detalle importante que refuta a quienes sostienen que Jesús solo se desmayó. En la escena aparecen dos mujeres: María Magdalena y María, la madre de José (vers. 40). Estas dos mujeres fueron testigos de la tumba vacía, por lo que su presencia en el entierro de Jesús refuerza el carácter histórico de los hechos.
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1 Ver Mark L. Strauss, Mark, Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Zondervan, 2014), p. 673.
2 Ver Colín M. Wells, "Roman Empire" en The anchor Bible dictionary, ed. David Noel Freedman (New Haven: Yale University Press, 1992), t. 5, p. 805.
3 Ver Flavio Josefo, Guerras judías 2.9.4; Flavio Josefo, Antigüedades judías 18.3.2. Ver también Craig A. Evans, Mark 8:27-16:20, Word Biblical Commentary 34b (Nashville: Thomas Nelson, 2001), pp. 476-478.
4 Strauss, Mark, pp. 619, 680, nota 32. Ver también Raymond E. Brown, The death of the Messiah (Nueva York: Doubleday, 1994), t. 1, pp. 851-853.
5 Ver Brown, The death ofthe Messlah, t. 1, pp. 248, 701, 864, 865. Evans aboga por una cifra más variable, de entre doscientos y seiscientos hombres. Ver Evans, Mark8:27—16:20, pp. 489, 490. Ver también Strauss, Mark, p. 687.
6 Séneca, Cartas a Lucillo 101.14. Ver Strauss, Mark, p. 691.
7 Ver Brown, The death of the Messiah, t. 2, pp. 952, 953.
8 William D. Edwards, Wesley J. Gabel y Floyd E. Hosmer, "On the physical death of Jesús Christ", Journal of the American Medical Association 255, n° 11 (1986), pp. 1455-1463. Ver también Brown, The death of the Messiah, t. 2, pp. 1088-1092.
11 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Doral, FL: IADPA, 2008), p. 113.
10 vb Elena de White indica que él y Nicodemo no estaban presentes (El Deseado de todas las gentes, p. 699).