1. El Sanedrín y la condena de Jesús. En esta sección, examinaremos la actitud del Concilio, o Sanedrín, y del sumo sacerdote hacia Jesús antes de su crucifixión. La aprobación romana de la condena de Jesús. En esta parte, exploraremos el papel de Poncio Pilato en el juicio de Jesús. 3. José de Arimatea y el Reino de Dios. Marcos destaca brevemente las acciones de José de Arimatea tras la muerte de Jesús.
Marcos 14 describe el activo papel que los sacerdotes y otros dirigentes de la
nación desempeñaron en el arresto de Jesús (Mar. 14:1). Cuando Judas llegó para
negociar la traición, “al oírlo, ellos se alegraron” (Mar. 14:11). Los sacerdotes, los
escribas y los ancianos se confabularon para dar muerte a Jesús. Su confabulación
se hace evidente cuando envían a una multitud con espadas y palos para apresarlo
(Mar. 14:43).
Jesús es capturado y llevado a juicio. Al principio, su juicio tuvo lugar en el concilio. Marcos 14:53 al 55 describe la
escena: “Entonces llevaron a Jesús ante el sumo
sacerdote. Y se reunieron los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. […]
Los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para
entregarlo a la muerte, pero no lo hallaban”. Parece que el sumo sacerdote fue quien
dirigió el concilio, así como el interrogatorio de Jesús (Mar. 14:60, 61). Además, fue
el sumo sacerdote quien presentó a los miembros del consejo el argumento para
la condena del Maestro. Marcos describe esta acción con las siguientes palabras:
“El sumo sacerdote le volvió a preguntar: ‘¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?’
Jesús respondió: ‘Yo soy. Y además, ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la
diestra del Todopoderoso, y lo verán en su venida en las nubes del cielo’. Entonces
el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ‘¿Qué necesidad tenemos ya
de testigos? Han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?’ Y todos lo declararon digno
de muerte” (Mar. 14:61-64, énfasis añadido). Así, pues, fue en este concilio, entre
los dirigentes religiosos preeminentes de la nación, donde Jesús fue condenado y
sentenciado a muerte.
Más tarde, los líderes de este concilio intentan asegurar una confirmación legal
de la sentencia previamente acordada. Con este fin, parece que el Consejo determinó
en otra reunión llevar a Jesús ante Poncio Pilato como parte de una estrategia para
procurar una sentencia condenatoria por parte de la autoridad romana. Marcos
introduce el capítulo 15 diciendo: “Apenas amaneció, los principales sacerdotes,
los ancianos, los escribas y todo el concilio tuvieron un consejo, y llevaron a Jesús
atado y lo entregaron a Pilato” (Mar. 15:1).
El Sanedrín era el “consejo o concilio judicial supremo [...] del judaísmo, con
71 miembros, situado en Jerusalén. Figura prominentemente en las narraciones de
los evangelios acerca de la Pasión como el grupo que juzgó a Jesús, y aparece de
nuevo en Hechos como el tribunal judicial que investigó y persiguió a la creciente
iglesia cristiana” (Philip Wesley Comfort y Walter A. Elwell eds., Tyndale Bible dictionary [Carol Stream: Tyndale House, 2001], p. 1.165). Aunque Judea estaba bajo el
dominio del Gobierno romano, para algunos asuntos la región estaba sometida a la
jurisdicción del Concilio. “Los procuradores, como Poncio Pilato o Félix, dependían
de los tribunales o consejos judíos para gestionar muchos asuntos administrativos”
(Kenneth D. Litwak, “Synagogue and Sanhedrin”, en The world of the New Testament,
p. 270). Como ya se ha mencionado, durante el siglo I d.C., el Consejo, Concilio o
Sanedrín estaba formado por sacerdotes, fariseos, saduceos, escribas y ancianos
(Mar. 15:1; Hech. 23:1, 6). El papel de los sacerdotes, en particular del sumo sacerdote,
era dominante en las asambleas.
La oposición de los sacerdotes a Jesús es evidente en su respuesta al ministerio
de él, particularmente en Jerusalén. Pilato “se daba cuenta de que los principales
sacerdotes lo habían entregado por envidia” (Mar. 15:10). La hostilidad de ellos hacia
Jesús era tan evidente que Marcos describe en el versículo siguiente la demanda
que hacen a Pilato de que condene a Jesús a muerte: “Los principales sacerdotes
incitaron a la multitud para que soltase más bien a Barrabás” (Mar. 15:11).
Cuando crucificaron a Jesús, los sacerdotes y los escribas “se burlaban de él
diciendo con los escribas: ‘A otros salvó. A sí mismo no puede salvarse. El Cristo, el
Rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos’ ” (Mar. 15:31,
32). ¡Qué paradójico resulta que, cuando Jesús agonizaba en la cruz, los sacerdotes
declararan en su descontrolada excitación que el que estaba en la cruz era Cristo,
el Rey de Israel! Aunque se hace referencia a Jesús como rey numerosas veces en
este capítulo, Pilato es quien lo enuncia más claramente. Pero incluso los dirigentes
de la nación israelita reconocen a Jesús como Mesías y Rey de Israel, aunque sea
en tono de burla. No saben que, con la muerte de Jesús, estaba a punto de cesar la
necesidad de que administraran sacrificios en el Santuario terrenal. Marcos 15:37
dice: “Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró”, y en el versículo siguiente, el Evangelio
señala que “el velo del Templo se rasgó en dos, desde arriba hacia abajo” (Mar. 15:38).
El Templo estaba ahora abierto. Por lo tanto, ya no tenía sentido seguir ofreciendo sacrificios de animales, pues el Cordero de Dios ya había sido sacrificado.
Cualquiera que aceptara el sacrificio de Jesús podía formar parte de su Reino. Las
fronteras del Reino se han ampliado, y la invitación a unirse a él se ha extendido
a todas las naciones.
La ciudad de Jerusalén, donde ocurrieron los hechos del juicio y la crucifixión de
Jesús, pertenecía a la región de Judea. Años antes, Herodes el Grande controlaba
esta zona, e incluía la región de Galilea. Había construido un palacio en Jerusalén.
Ahora, en tiempos de Jesús, la región de Judea estaba bajo la supervisión directa y
el control del Imperio Romano. Por lo tanto, se consideraba una provincia romana,
con un gobernador nombrado por los romanos. En este período particular de la vida
de Jesús, el gobernador romano designado era Poncio Pilato.
Por lo tanto, los sacerdotes llevaron a Jesús ante Pilato para conseguir una sentencia oficial de muerte. El Evangelio de Marcos indica que las acciones de Pilato
fueron dictadas en última instancia por su deseo de complacer a la multitud sedienta
de sangre. En el juicio de Jesús, Pilato vacila entre las convicciones de su conciencia
y su debilidad moral. Lucha por liberar a Jesús, pues no encuentra motivos para
condenarlo. Marcos describe el dilema de Pilato en los versículos 12 a 15 del capítulo
decimoquinto de su Evangelio. Después de interrogar a Jesús, Pilato no encuentra
ninguna razón para condenarlo. Entonces pregunta a los sacerdotes: “ ‘¿Qué quieren
que haga del que llaman Rey de los judíos?’ ” (Mar. 15:12). Luego, en Marcos 15:14,
cuando los sacerdotes gritan: “¡Crucifícalo!”, Pilato responde: “¿Qué mal ha hecho?”
Y finalmente, en Marcos 15:15, el evangelista nos permite dar un vistazo al corazón
del prefecto romano y descubrir la razón que lo motiva a sentenciar a Jesús a morir
en la cruz. “Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó
a Jesús, después de azotarlo, para que fuese crucificado” (Mar. 15:15).
Paradójicamente, es Pilato, no los dirigentes judíos, quien alude varias veces
al Reino de Dios al identificar a Jesús como el Rey de los judíos. Jesús brindó a su
nación la posibilidad de acceder al Reino de Dios, pero la invitación fue rechazada
por los líderes. El gobernador secular reconoció a Jesús como Rey, y Jesús permitió
que se lo llamara así. Desde la perspectiva de Pilato, Jesús murió como “el Rey de
los judíos”. Según el Evangelio de Juan, “Pilato escribió una inscripción que puso
sobre la cruz. Decía: ‘Jesús Nazareno, Rey de los judíos’ ” (Juan 19:19).
Pilato no reconoció la dimensión espiritual del Reino de Dios cuando designó a
Jesús como el Rey de los judíos. Él le dijo a Jesús: “ ‘¿No me hablas? ¿No sabes que
tengo autoridad para crucificarte y autoridad para soltarte?’ ” (Juan 19:10). Jesús
puso inmediatamente las cosas en la perspectiva cósmica correcta. “Respondió Jesús: ‘Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te hubiera sido dada de arriba.
Por eso, el que me entregó a ti tiene mayor pecado’ ” (Juan 19:11). En otras palabras,
Jesús dijo a Pilato: “No solo soy el Rey de los judíos, sino también estoy por encima
de todos los poderes y reinos de la Tierra, incluido el tuyo”. La importancia de estas
palabras electrizantes hizo una profunda impresión en la mente de Pilato, de modo
que “procuró soltarlo” (Juan 19:12). Sin embargo, la comprensión que Pilato tenía
del Reino de Dios estaba limitada por su opinión de que no había un rey superior
al César (ver Juan 19:12, 15); es decir, al emperador romano.
Elena de White menciona por qué Pilato permitió que Jesús fuera crucificado.
“Pilato cedió a las exigencias de la turba. Antes que arriesgarse a perder su puesto
entregó a Jesús para que fuese crucificado, pero a pesar de sus precauciones aquello
mismo que temía le aconteció después. Fue despojado de sus honores, fue derribado de su alto cargo y, atormentado por el remordimiento y el orgullo herido, poco
después de la crucifixión se quitó la vida” (El Deseado de todas las gentes, p. 687).
Pilato estuvo a punto de ser persuadido de liberar a Jesús de la condena a morir crucificado. Sin embargo, los líderes del pueblo y la turba instigada por ellos gritaron: “Si sueltas a este no eres amigo del César” (Juan 19:12). Pregunta a tus alumnos qué principios y/o factores moldean y motivan nuestros pensamientos y decisiones.