1. Jesús y “la legión”. Marcos relata que Jesús viajó a Gadara, una comunidad gentil, y “en seguida vino a su encuentro, desde los sepulcros, un hombre con un espíritu impuro” (Mar. 5:2). Como resultado de este encuentro, Jesús curó al hombre. 2. Jesús y la restauración de dos hijas. Cuando Jesús regresó a su comunidad, un funcionario de la sinagoga, Jairo, salió a su encuentro y “le rogó con fervor: ‘Mi hija está muriendo’ ” (Mar. 5:23). Jesús resucitó a la hija de Jairo y curó a una mujer que padecía de flujo de sangre.
La ciudad de los gerasenos (Gerasa) era un distrito de Decápolis (Mar. 5:20). El hecho de que cerca de la ciudad “estaba paciendo una gran piara de cerdos” (Mar. 5:11) implica que era una ciudad gentil; es decir, pagana. Kelly R. Iverson ofrece una introducción precisa al ministerio de Jesús en territorio gentil. Afirma: “El episodio señala el comienzo de una serie de viajes deliberados de Jesús a territorio gentil.
El primer encuentro con gentiles fuera de la patria judía se produce al este del mar
de Galilea, en la región de Gerasa. […] La historia del endemoniado geraseno pone
de relieve el poder de Jesús, inaugura una misión entre los gentiles y prefigura un
futuro ministerio en territorio gentil. Se trata de una misión preparatoria que allana
el camino para su regreso a la región más adelante en el relato (7:31-37)” (Gentiles in
the gospel of Mark, “Even the dogs under the table eat the children’s crumbs” [Londres:
T&T Clark, 2007], p. 20).
La última parte de Marcos 4 y el comienzo de Marcos 5 revelan, pues, una transición en el ministerio de Jesús desde un entorno judío hasta un lugar gentil. Sin
embargo, hay un elemento común que Jesús encontró en ambos lugares: fuerzas
demoníacas. Según Marcos, Jesús comienza su ministerio entre los judíos. El primer
milagro de Jesús tiene lugar en una sinagoga (un lugar judío), en la que un hombre
con un espíritu impuro grita: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido
a destruirnos? Sé quién eres: ¡El Santo de Dios!” (Mar. 1:24).
Ahora, cuando Jesús comienza su ministerio entre los gentiles, vemos un escenario similar. Marcos 5:2 dice: “Cuando Jesús salió de la barca, en seguida vino
a su encuentro, desde los sepulcros, un hombre con un espíritu impuro”. Tanto en
la sinagoga de los escribas como entre los gentiles, había hombres con espíritus
inmundos que necesitaban ser sanados. En ambas situaciones, había hombres
cautivos de demonios. Jesús vino a restaurarlos dentro del Reino.
Marcos 5:7 a 9 describe un diálogo entre Jesús y el demonio o los demonios. La
interacción sigue una pauta similar a la que se observa en Marcos 1:23 al 25. “Y gritó a
gran voz: ‘¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que
no me atormentes’ ” (Mar. 5:7). Curiosamente, los demonios reconocieron quién era
Jesús. Lo llamaron “el Santo de Dios” (Mar. 1:24); “el Hijo de Dios” (Mar. 3:11); e “Hijo
del Dios Altísimo” (Mar. 5:7). Cabe destacar que algunas afirmaciones cristológicas
del Evangelio salen de la boca de los demonios. De parte de los maestros de Israel,
el propio pueblo de Dios, no hay una confesión tal de igual magnitud y significado.
Consideremos la información que Marcos nos da acerca del hombre poseído
por muchos demonios. El hombre dice llamarse “legión”. Una legión era una unidad
militar romana integrada por un total de entre tres y seis mil soldados de infantería.
Por muy abrumado que esté un ser humano por una fuerza tan maligna, no hay
entidad demoníaca capaz de resistir el poder del Dios altísimo o prevalecer contra él.
El destino de este hombre poseído por el demonio era cruel y sangriento. Marcos
5:5 describe su miseria y su sufrimiento: “Siempre, día y noche, andaba dando voces
por los montes y los sepulcros, hiriéndose con las piedras”.
En cuanto al endemoniado, Larry W. Hurtado escribe: “El hombre es descrito
como totalmente cautivo de los poderes del mal y más allá de cualquier ayuda
humana (5:2-4). Además, su morada entre las tumbas, la ‘morada’ de los muertos,
casi lo convierte en un muerto viviente. Por último, el endemoniado es autodestructivo (5:5) y obviamente está atormentado. Todo esto es una poderosa imagen
de cómo describe el Nuevo Testamento la condición de los humanos separados de
Cristo: espiritualmente muertos y esclavos del mal” (Mark [Peabody: Hendrickson,
1989], p. 83).
Marcos 5:4 también nos dice que “nadie lo podía dominar”. “Nadie”, dice Marcos,
hasta que Jesús acude a él. Después de su encuentro con Jesús, el mismo hombre
“que había tenido la legión” (Mar. 5:15), y que había estado poseído por el demonio,
ahora está tranquilamente sentado, vestido y en su sano juicio. Tal poder de liberación solo se encuentra en Jesucristo. Aquel que reprendió al viento y dijo al mar: