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  • Complementario

    CAPÍTULO 6 De adentro hacia afuera

    	Lavarse las manos es una actividad tan común que uno podría preguntarse quién
    	se opondría a ello. Por eso, puede sorprender que Jesús parezca hacer precisamente
    	eso al principio de Marcos 7. Pero eso sería malinterpretar el contexto en el que
    	Jesús se opone a la tradición farisea de lavarse las manos. En tiempos de Jesús, un
    	gran número de judíos de Palestina se preocupaba por la pureza ritual. Lo sabemos
    	por la cantidad de baños rituales (llamados mikve) y tinajas de piedra que se
    	utilizaban para contener agua para la purificación (Juan 2:6). Estas tinajas se han
    	descubierto en toda Palestina desde la época de Jesús.30 Esta idea de pureza no
    	estaba vinculada a la cuestión de la higiene, sino más bien a la pureza ritual.
    	En Marcos 7:4, el evangelista señala que los judíos de la época de Jesús lavaban
    	las cosas cuando venían del mercado. La razón de este lavado era que no se podía
    	saber si los alimentos comprados habían estado en contacto con objetos o personas
    	impuros. 31 Todo esto estaba en consonancia con las tradiciones orales que los
    	fariseos creían que habían sido transmitidas por Moisés.32 Tomaron estas tradiciones
    	como autoritativas y vinculantes, y se convirtieron en la base del conflicto con
    	Jesús.
    	
    	Marcos señala que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos sin
    	lavar. Evidentemente, algunos seguían las prácticas de los fariseos en cuanto al
    	lavado ritual, mientras que otros no. A partir de este dato, parece que Jesús no hizo
    	de esta disputa un tema de discusión. Ni afirmaba ni rechazaba las prácticas de los
    	discípulos acerca del tema. Pero ahora que los fariseos critican las prácticas de sus
    	discípulos (o, más exactamente, su falta de práctica), el Señor responde a la
    	enseñanza farisaica.
    
    	El Antiguo Testamento solo exigía que los sacerdotes realizaran lavamientos
    	rituales antes de ofrecer sacrificios o entrar en el santuario (Éxo. 30:17-21). O bien
    	los fariseos estaban extendiendo los lavamientos rituales a todos los judíos (tal vez,
    	como una especie de "sacerdocio de todos los creyentes"), o estaban adaptando las
    	costumbres grecorromanas acerca de las comidas dentro de un entorno judío.33 En
    	cualquier caso, criticaron a los discípulos de Jesús y, por extensión, al propio Jesús.
    	¿Tradiciones humanas o los Mandamientos de Dios?
    
    	Jesús pronuncia una aguda crítica contra la ideología de los fariseos. En lugar de
    	responder a la pregunta de ellos, utiliza las palabras de Isaías (Isa. 29:13):
    	"Hipócritas, bien profetizó de ustedes Isaías: 'Este pueblo de labios me honra, pero
    	su corazón está lejos de mí. En vano me honran, cuando enseñan como doctrinas
    	mandamientos de hombres' " (Mar. 7:6, 7).
    
    	Jesús llama hipócritas a los fariseos. En griego, el término hypokrites significa
    	"intérprete, actor, fingidor". Este término se utilizaba para referirse a los actores que
    	llevaban máscaras en las obras de teatro. Fingían ser otra persona. Jesús dice que
    	los fariseos cometían un grave engaño: decían seguir a Dios, pero sus normas les
    	permitían eludir el cumplimiento de los mandamientos divinos.
    
    	El ejemplo que Jesús utilizó es una regla llamada corbán (voto de dedicar
    	recursos al tesoro del Templo en un esfuerzo por evitar el cuidado de los padres). El
    	término griego es korban, que significa "regalo . Deriva del hebreo qorban, que se
    	refiere a una ofrenda dedicada a Dios. Un voto hecho de esta manera era irrevocable
    	(Deut. 23:21-23). Jesús no está hablando en contra de hacer votos a Dios. Lo que él
    	ataca es utilizar esta idea de una ofrenda prometida como medio para no ayudar
    	materialmente a los progenitores. Si un hijo económicamente solvente dijera a sus
    	padres: "Todo aquello con que pudiera ayudarlos es corbán (ofrenda para Dios)", él
    	podría quedarse con la "ofrenda" para su propio uso y no ayudar a sus padres, ya
    	que esa "ofrenda" estaría dedicada a Dios y, por tanto, no podría ser usada por los
    	progenitores de ese hombre.
    
    	Tal hipocresía seudopiadosa era particularmente odiosa para Jesús, quien la
    	reprende enérgicamente en Marcos 7. La compara con la transgresión del
    	mandamiento de honrar al padre y a la madre, que forma parte del Decálogo. Hoy
    	en día, algunas personas podrían pensar que honrar a los progenitores significa
    	respetarlos y hablar bien de ellos. Eso es cierto, pero el mandamiento también se
    	refiere al cuidado de los padres en la vejez. He aquí el hecho de honrar en términos
    	prácticos.
    	

    Desde adentro hacia afuera

    Tras reprender a los fariseos por sus prácticas, Jesús reúne a la multitud y presenta una concisa afirmación que rebate la hipocresía de los dirigentes: "Nada exterior al hombre puede entrar en él y contaminarlo. Más bien lo que sale del hombre es lo que lo contamina (Mar. 7:15). La palabra traducida aquí como "contaminar" es el verbo koinoō, que significa "ensuciar, hacer común". Es el equivalente verbal del adjetivo koinos ("común, ordinario, manchado"), que se usa en Marcos 7:2 en referencia a los discípulos que comían con las manos "manchadas , lo que Marcos explica como sinónimo de "sin purificar ritualmente". En su concisa declaración, Jesús revierte la regla farisaica. En lugar de que algo de fuera de la persona la contamine ritualmente, Jesús indica que lo que realmente contamina es lo que viene de dentro de la persona y sale de ella. Muchos piensan que lo que Jesús hace aquí es abolir las leyes alimentarias relativas a las carnes impuras (Lev. 11; Deut. 14). Pero eso es interpretar erróneamente el pasaje y lo que Jesús está enseñando. En primer lugar, presentamos tres razones por las que la interpretación común acerca de abolir las leyes alimentarias relativas a las carnes impuras no es lo que Jesús estaba enseñando. La razón número uno es que, en la primera mitad del pasaje (Mar. 7:1-13), Jesús defiende a Moisés y la Ley. Si, en la segunda mitad del pasaje (vers. 14-23), él elimina parte de la Ley del Antiguo Testamento, socava su propio argumento en defensa de Moisés y la Ley. La segunda razón es que los especialistas en el tema de la pureza ritual y en la historicidad de Jesús dudan de que en el siglo I Jesús pudiera realmente haber enseñado que las leyes alimentarias fueron abolidas en el entorno del judaismo de Palestina en esa época.34 Eso no habría sido aceptable. Y la tercera razón es que en Marcos 7:1 al 23 se utiliza un vocabulario especializado que no se emplea en ninguna otra parte de su evangelio: koinos ("contaminado"), y koinoō ("contaminar"). El uso de estos términos sugiere el sentido especializado del argumento de Jesús. ¿Qué está diciendo él aquí? A la manera típica del Evangelio de Marcos, en vista de que los discípulos no entienden qué quiso decir, Jesús les explica el significado. Primero, les da una lección de fisiología. La comida entra en el cuerpo, va al estómago y luego sale a la letrina.35 No tiene una residencia permanente en la persona. La comida no entra en el corazón, es decir, en el centro intelectual y espiritual de la persona. Solo pasa por el sistema digestivo. Pero el corazón es un asunto diferente. Jesús se refiere a los males que provienen del corazón: el centro intelectual y espiritual de la persona. El Señor enumera trece males que provienen del interior. Comienza con los malos pensamientos. Mientras que los líderes religiosos enfatizan la importancia de la pureza ritual exterior, Jesús se refiere al mal interior que contamina. Los malos pensamientos conducen a las malas acciones. Las malas acciones enumeradas se dividen en dos grupos: las seis primeras están expresadas en plural en griego, mientras que las seis últimas están en singular. En plural: inmoralidad sexual, robo, asesinato, adulterio, codicia y maldad. Los elementos de la lista que están en singular son el engaño, la sensualidad, la envidia, la calumnia, el orgullo y la insensatez. Los trece puntos centran la atención en las relaciones humanas. Sorprendentemente, los seis Mandamientos del Decálogo que tienen que ver con las relaciones humanas aparecen en este pasaje:
    • Honrar a los progenitores: quinto Mandamiento (Mar. 7:10) • No cometer homicidio: sexto Mandamiento (vers. 21) • No adulterar: séptimo Mandamiento (vers. 21) • No robar: octavo Mandamiento (vers. 21) • No engañar: noveno Mandamiento (vers. 22) • No codiciar: décimo Mandamiento (vers. 22)
    Los cuatro primeros Mandamientos del Decálogo tratan acerca de nuestra relación con Dios; en particular, con el culto a él. Jesús cita Isaías 29:13, donde se señala que los líderes religiosos adoran a Dios en vano, pues "enseñan como doctrinas mandamientos de hombres (Mar. 7.7). Por consiguiente, a lo largo de Marcos 7:1 al 23, Jesús defiende la Ley de Dios: los principios consagrados en los Diez Mandamientos. Estos detalles contradicen a quienes piensan que Jesús está eliminando una enseñanza de la Ley. Por el contrario, él apoya la Ley. El desafío de Marcos 7:19 El lugar que la mayoría de los comentaristas señalan en apoyo de su opinión de que Jesús eliminó las leyes alimentarias dice lo siguiente: "Él les dijo: '¿Tampoco ustedes entienden? ¿No entienden que todo lo de fuera que entra en el hombre no lo puede contaminar? Porque no entra en su corazón sino en el vientre, y después sale de su cuerpo'. Así declaraba limpios todos los alimentos" (vers. 18, 19). Es la última frase la que da origen a ese punto de vista. ¿Qué significa realmente? En primer lugar, la frase en griego es mucho más concisa que la que encontramos en la mayoría de las traducciones. Traducido literalmente, el versículo 19 dice: " 'Porque no entra en su corazón sino en el vientre, y después va a la letrina', limpiando todos los alimentos . La traducción que algunas versiones hacen de la última frase ( declaraba limpios todos los alimentos") demuestra cierto sesgo o subjetividad. Esto no significa que sean incorrectas, sino un poco interpretativas. Lo que se debe tener en cuenta es el contexto en el que se sitúan estas palabras. No hay ninguna referencia en el pasaje a los alimentos enumerados en Levítico 11 y Deuteronomio 14. Nunca habrían aparecido en la mesa de un hogar judío. Lo que se discute son las regulaciones referidas a la pureza ritual, la tradición acerca de la contaminación por contacto que se había desarrollado en el período intertestamentario. Jesús rechazó esas regulaciones ya que no tenían base en el Antiguo Testamento. Declarar limpios todos los alimentos significaría que no podían transmitir presunta impureza ritual. Esta acción de Jesús tenía implicaciones de gran alcance, ya que permitía que los judíos comieran con los gentiles, un tema que aparece en Hechos 10 y 11, y en Gálatas 2. Los creyentes tardaron algún tiempo en comprender y poner en práctica lo que Jesús enseñó al respecto, pero la acción del Maestro abrió la puerta a la inclusión de los gentiles y a la comunión entre estos y los judíos, un tema de suma importancia en la iglesia del siglo I. La enseñanza de Jesús tiene implicaciones también para nosotros hoy. Dios acepta a personas de todo nivel social, raza y origen. Los prejuicios y la separación entre los pueblos son rechazados y eliminados por la sencilla afirmación de Jesús de que lo que contamina no es lo que entra en el cuerpo, sino lo que sale del corazón. Se solidariza así con la enseñanza del Antiguo Testamento de que Dios ama a las personas de todas las razas y nacionalidades.

    Una mujer persistente encuentra ayuda en la mesa de Jesús

    Inmediatamente después de la discusión acerca de lo que contamina, aparece la historia que aborda la inclusión de los gentiles en la comunidad de la fe. Sin embargo, se trata de un relato muy poco habitual, el único registrado en los evangelios en el que alguien discute, por así decirlo, con Jesús y gana. Es el único relato en el que Jesús sale de Palestina durante su ministerio. También es la única ocasión en la que Jesús utiliza la palabra "perro" para referirse a alguien. La breve historia, llena de giros y sorpresas, trata de una mujer sirofenicia y su hija poseída por un demonio (Mar. 7:24-30). Al comienzo del relato, parece que Jesús busca una pausa en medio del ajetreo de su ministerio. Se dirige a la región de Tiro y Sidón, entra en una casa y no quiere que nadie lo sepa. Pero una mujer sirofenicia descubre su lugar de retiro, se arroja a los pies de Jesús y le implora que expulse al demonio de su hija. Cuando en los evangelios las personas hacen este tipo de petición, Jesús normalmente responde expulsando al demonio. De hecho, a lo largo de los cuatro evangelios, cualquiera que acude a Jesús en busca de ayuda la recibe. En consecuencia, resulta un tanto desconcertante que Jesús rechace a la mujer con estas palabras: "Deja que primero se sacien los hijos. No es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos" (vers. 27). Hace algunos años enseñé la clase Religiones del Mundo en el Union College de Lincoln, Nebraska, Estados Unidos. Como parte del dictado de la asignatura, invitaba a conferenciantes de distintas confesiones religiosas para que compartieran con los alumnos lo que consideraban valioso acerca de su fe. Los alumnos podían hacer preguntas después. Un alumno se atrevió a preguntar a un rabino por qué no creía en Jesús. El rabino respondió que no creía en él porque había llamado perro a una mujer. Así que, no es difícil ver el fuerte carácter de la respuesta de Jesús. Pero varios puntos de la historia demuestran que Jesús estaba animando a la mujer a insistir en su petición. En primer lugar, la palabra "perro" en esta historia es un diminutivo. A la luz del contexto, no significa "cachorro", sino que se refiere a los perros a los que se permitía entrar en la vivienda. Es cierto que Jesús llama "perro" a la mujer, pero no un perro cualquiera, sino uno doméstico. Además, la mujer está en una casa con Jesús y está a sus pies, como lo estarían las mascotas domésticas en la casa de sus dueños. La mujer comprendió sin duda ese punto cuando insistió en su petición. En segundo lugar, Jesús dice en Marcos 7:27: Deja que primero se sacien los hijos". Se refiere claramente a los judíos en contraste con los gentiles. Pero si hay un primero, implica que también habrá un segundo. La mujer también capta este punto. Para que no nos parezca extraño que los judíos sean los primeros en la fila, por así decirlo, para escuchar el mensaje del evangelio, Pablo afirma en Romanos 1:16: No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo el que cree; primero al judío, y también al griego (énfasis añadido). Como pueblo elegido de Dios, los judíos recibirían primero el llamado a seguir al Mesías. Pero esto no excluía a los gentiles. Ellos también serían llamados. La mujer capta estas claves en las palabras de Jesús y le responde de manera audaz y reflexiva: "Sí, Señor. Pero aun los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos (Mar. 7:28).36 Ella acepta ser comparada con la mascota de una familia a fin de conseguir lo que pide para su hija. También se refiere al milagro que busca como una simple migaja que cae de la mesa. De este modo, exalta el poder de Jesús (en virtud de su poder, el milagro sería tan pequeño para él como una migaja) y, al mismo tiempo, sugiere que lo que pide no es un gran sacrificio de los recursos reservados para los judíos; es solo una "migaja" que cae de la mesa. Jesús queda impresionado por su respuesta y accede a su petición. Pero, aun así, ¿por qué compararla con un perro? ¿No era eso algo ofensivo? Lo era, tanto entonces como ahora. Por todo lo que sabemos acerca de Jesús, parece extraño que usara ese término. En El Deseado de todas las gentes, Elena de White descorre el velo para explicar la intención del Maestro. Refiriéndose a la versión que Mateo registró de la historia, en la que Jesús no responde inmediatamente a la mujer, ella señala: "Cristo no respondió inmediatamente a la petición de la mujer. Recibió a esta representante de una raza despreciada como la habrían recibido los judíos. Con ello quería que sus discípulos notasen la manera fría y despiadada con que los judíos tratarían un caso tal evidenciándola en su recepción de la mujer, y la manera compasiva con que quería que ellos tratasen una angustia tal, según la manifestó en la subsiguiente concesión de lo pedido por ella".37 Las observaciones de Elena de White muestran que las parábolas y los milagros de Jesús enseñaron muchas lecciones a los hijos de Dios. Las acciones y las palabras del Maestro fueron un verdadero libro de instrucciones acerca de cómo actuar y cómo no hacerlo en relación con las necesidades de quienes nos rodean.


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