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  • Para Maestros de Escuela Sabática

    EL SÁBADO ENSEÑARÉ...
    RESEÑA - Lección 7

    Textos clave: Marcos 8:31-33, 38; 9:1, 7. Enfoque del estudio: Marcos 8:27-38; 9:1-8.

    Introducción:

    El Reino de Dios es un tema dominante en Marcos. Jesús declara que él representa el Reino de Dios.
    El Salvador ha venido para restaurar a su pueblo en este Reino.
    Por lo tanto, todo en su agenda terrenal está orientado a facilitar el cumplimiento del plan redentor de Dios. Nadie puede apartar a Cristo de su misión. Se entrega a ella con una dedicación absoluta. En ocasión de la transfiguración, el Padre anuncia una vez más la filiación divina de Jesús como su Hijo, confirma su misión terrena y exhorta a sus seguidores a serle obedientes.

    Temática de la lección:

    El estudio de esta semana abarca los siguientes temas:
  • 1. La prioridad de la misión de Jesús a la luz del plan redentor de Dios.
  • 2. La gloria del Reino de Dios como se destaca en Marcos 9:1 y como se representa específicamente en la transfiguración.
  • COMENTARIO

    La prioridad de Jesús

    En su Evangelio, Marcos presta mucha atención a los actos de Jesús en favor de las personas. Por ejemplo, describe su interacción con la multitud o con el individuo al que se dirige. Los discípulos de Cristo siempre están presentes en las narraciones, pero no tienen un papel destacado en muchas de las escenas. Sin embargo, Marcos 8:27 al 33 es una perícopa, o selección narrativa, en la que existe una estrecha interacción entre Jesús y sus discípulos. La escena se abre con el diálogo entre él y todos ellos. Luego, al final, el diálogo se centra en un solo discípulo, Pedro.
    La conversación comienza con la pregunta de Jesús acerca de su identidad. Algunos discípulos manifiestan que hay divergencia de opiniones entre la gente acerca de quién es él y cuál es su misión. Otros discípulos de Cristo identifican a Jesús con la obra de Juan el Bautista o con alguno de los profetas. La pregunta de Jesús no implica que él no sepa quién es. Más bien, quiere poner de relieve la finalidad de su vida en la Tierra y desea que sus discípulos comprendan de primera mano su misión. Por esta razón, tras la respuesta de Pedro: “Tú eres el Cristo” (Mar. 8:29), Jesús comienza a revelar algunos hitos futuros de su derrotero. Pedro identifica a Jesús como ho Jristos, que en griego significa “el Cristo” (con artículo definido), “el Mesías” o “el Ungido”. El mesianismo de Jesús está en armonía con la perspectiva escatológica del evangelio: fue el Elegido que Dios envió para redimir a Israel. Tras afirmar la identidad mesiánica de Jesús, Marcos detalla la misión de él como Mesías y afirma: “Entonces empezó a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas.
    Que lo iban a matar, pero que después de tres días resucitaría” (Mar. 8:31). Jesús quiere que sus discípulos comprendan plenamente el derrotero de su vida en la Tierra. Sufrirá durante su ministerio, morirá y resucitará.
    Marcos 8:32 y 33 introduce una conversación privada entre Pedro y Jesús. Pedro, según Marcos, comenzó a reprender al Maestro. Pero Mateo es más elocuente acerca de la perspectiva que Pedro tenía del propósito de Jesús en la Tierra: “Y Pedro lo llevó aparte, y empezó a reprobarlo diciendo: ‘Señor, ¡ten compasión de ti mismo! ¡De ningún modo te suceda eso!’ ” (Mat. 16:22). La respuesta de Jesús fue asombrosamente severa: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque no piensas como piensa Dios, sino como piensan los hombres” (Mar. 8:33). ¿Por qué reaccionó Jesús así con Pedro? Por la sencilla razón de que este tocó el aspecto más esencial de la vida y el ministerio del Salvador: el plan divino de redención. Jesús nunca permite que nadie interfiera con el plan de Dios, aunque tal interferencia esté revestida de “buenas” intenciones. Jesús permitió que la gente discutiera antagónicamente con él. Toleró el insulto. Sufrió injurias sin quejarse. Pero hay algo que Jesús nunca permitió: la obstaculización o el intento deliberado de detener o abortar el plan del Padre para su vida.
    El plan del Padre motiva a Jesús; es la razón de su vida. El plan del Padre para su vida es más importante que el sustento físico: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra” (Juan 4:34; comparar con Mar. 6:31). Lo que sostiene la vida de Jesús es el plan de Dios. Todas las demás cosas son secundarias.
    La vida de Jesús está perfectamente sometida a la voluntad de Dios. De la misma manera, los seguidores de Jesús pueden afirmar que son verdaderamente suyos solo cuando viven una vida centrada en Dios y enfocada en su plan de redimirlos.

    Los que verán la gloria del Reino de Dios

    “Les aseguro: algunos de los que están aquí no gustarán la muerte hasta que hayan visto el Reino de Dios venir con poder” (Mar. 9:1).
    Este versículo debe leerse a la luz de los últimos versículos de Marcos 8, en los que Jesús habla del costo del discipulado. Jesús deja claro que “el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mar. 8:38, énfasis añadido). En esta perícopa, o porción narrativa, hay dos momentos a los que Jesús se refiere: la era o época de la generación actual y la de quienes estén vivos cuando Jesús regrese. Su transfiguración en Marcos 9:2 al 7 es una pequeña, pero exacta, representación del gran acontecimiento de su futura glorificación. Pedro, que estaba allí, parece entender el acontecimiento de esta manera cuando escribe: “Porque no hemos seguido fábulas ingeniosas cuando les hemos hablado del poder y de la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino que fuimos testigos oculares de su majestad” (2 Ped. 1:16). En cuanto a los que “no gustarán la muerte”, el Comentario bíblico adventista del séptimo día afirma: “Es importante que los tres evangelios sinópticos registren el relato de la transfiguración inmediatamente después de esta predicción. […] Los tres evangelistas registran que la transfiguración ocurrió como una semana después de esta afirmación, implicando así que era el cumplimiento de la predicción. La relación entre las dos secciones de la narración parecería excluir la posibilidad de que Jesús se estuviera refiriendo aquí a otro acontecimiento fuera de la transfiguración, la cual fue una demostración en miniatura del Reino de gloria” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 426).
    Además, podría decirse que Marcos se está refiriendo al acontecimiento escatológico del glorioso día de la segunda venida de Jesús, en el que “algunos [de esa generación adúltera y pecadora]” (Mar. 9:1) recibirán la retribución final de la condenación. La muerte, en este caso, se refiere a la muerte segunda. Por lo tanto, los justos no estarán incluidos en Marcos 9:1. Sin embargo, para entender el versículo en este contexto es necesario interpretar la expresión “muerte” como designación simbólica de “la muerte segunda”.
    Otra interpretación de Marcos 9:1 se deriva de la comprensión de la expresión “ver”. La palabra griega eidon puede interpretarse de un modo más amplio, con el sentido de “percibir, darse cuenta de algo, tomar nota especial de algo, experimentar algo, mostrar interés por algo” (Danker y otros, A Greek-English lexicon of the New Testament and other early Christian literature, pp. 279, 280). En este sentido, la promesa de Marcos 9:1 puede incluir otros acontecimientos además de la transfiguración.
    Puede también incluir a otras personas además de Pedro, Santiago y Juan, los únicos que presenciaron la transfiguración de Jesús.
    Un comentario de R. Alan Cole puede ser útil en este sentido: “El versículo [Mar. 9:1] debe, por lo tanto, referirse o bien a la transfiguración que sigue inmediatamente, lo que parece razonable, o bien a acontecimientos posteriores, […] como el triunfo de Cristo en la Cruz, confirmado por la resurrección (Col. 2:15), el derramamiento del Espíritu o la posterior extensión de las bendiciones del Reino a los gentiles” (“Mark: An introduction and commentary”, Tyndale New Testament commentaries [Downers Grove: InterVarsity Press, 1989], t. 2, pp. 213, 214.
    Otro detalle importante que hay que señalar en Marcos 9:1 es que el verbo griego erjomai, traducido como “venir” en la declaración “hasta que hayan visto el Reino de Dios venir con poder”, se utiliza en el tiempo verbal perfecto, lo que implica que el Reino ya ha llegado. Esta interpretación concuerda con el mensaje de Marcos: “El Reino de Dios está cerca” (Mar. 1:15). Una vez más, el tema principal aquí es el Reino de Dios. Jesús tenía la ferviente esperanza de que algunos que estaban a su alrededor percibirían la obra de su Reino o tomarían conciencia de ella antes de morir.
    No hay duda de que el acontecimiento de la transfiguración, y otros que siguieron, como la crucifixión y la resurrección de Cristo, fueron hitos destinados a probar y fortalecer la fe de los discípulos. Esta noción parece armonizar con la opinión de Elena de White: “Los discípulos […] creen que Elías ha venido para anunciar el reinado del Mesías, y que el Reino de Cristo está por establecerse en la Tierra. […] Pero antes de la corona debe venir la cruz; y el tema de la conferencia con Jesús no es su inauguración como rey, sino su fallecimiento, que ha de acontecer en Jerusalén” (El Deseado de todas las gentes, pp. 390, 391).
    La transfiguración fue, en sentido figurado, “un anticipo” del magnífico acontecimiento del fin de los días: la Segunda Venida. Un acontecimiento tan glorioso llenó de asombro a los discípulos. Moisés y Elías aparecieron ante sus ojos y hablaron con Jesús (Mar. 9:4). Según Elena de White, tanto Moisés como Elías representan a los redimidos. Elías representa a los que no gustarán la muerte, y Moisés a los que se levantarán del polvo.
    “Sobre el monte, el futuro Reino de gloria fue representado en miniatura: Cristo, el Rey; Moisés, el representante de los santos resucitados; y Elías, de los que serán trasladados” (ibíd., p. 390).
    La transfiguración ocupa un lugar importante en el Evangelio de Marcos. Este acontecimiento consolida la filiación de Jesucristo. Dios Padre deja entrever el esplendor de su Reino y, desde una nube que vela su gloria, contradice el impetuoso y presuntuoso consejo de Pedro. Como dice Marcos: “Una voz desde la nube dijo: ‘¡Este es mi Hijo amado! ¡Escúchenlo a él’!” (Mar 9:7). Este relato ilustra la importancia de que reconozcamos a Jesús como Hijo de Dios. No obstante, la narración nos enseña que es vital serle obedientes, no simplemente reconocerlo como quien en verdad es. En la Biblia, escuchar es sinónimo de obedecer. Esa obediencia implica una entrega diaria a Jesucristo. Nuestro conocimiento de él debe estar acompañado de la correspondiente obediencia. En las secciones del Evangelio de Marcos que acabamos de estudiar, el autor destaca la identidad mesiánica de Jesús y registra importantes señales del poder y la gloria de su Reino. Suzanne W. Henderson expresa adecuadamente esto cuando escribe: “El segundo evangelista forja claramente la identidad mesiánica de Jesús en el crisol de su misión, que consiste en anunciar anticipadamente la victoria decisiva de Dios sobre los poderes de la presente era maligna” (Christology and discipleship in the gospel of Mark [Cambridge: Cambridge University Press, 2006], p. 4).

    APLICACIÓN A LA VIDA

    El acontecimiento de la transfiguración fue tan indescriptiblemente asombroso que los discípulos quedaron espantados (Mar. 9:6). Invita a tus alumnos a detenerse un momento y pensar en la segunda venida de Jesús. ¿Cuáles son los primeros pensamientos que les vienen a la mente? Pide a algunos voluntarios que compartan sus impresiones con la clase.
    ¿Qué sucederá con los justos muertos cuando Cristo regrese? Considera la enseñanza del apóstol Pablo: “En un instante, en un abrir de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados” (1 Cor. 15:52). Y añade en el versículo 54: “Entonces se cumplirá la palabra escrita: ‘Sorbida es la muerte con victoria’ ”. ¿Qué esperanza y consuelo te da esta perspectiva?