Enfoque del estudio: Daniel 2:31-45; Apocalipsis 13:11-17.
Durante las dos últimas semanas, hemos estudiado relatos bíblicos y salmos que contenían alusiones a profecías futuras. Sin embargo, estas proyecciones hacia el futuro eran solo percepciones indirectas que nos preparaban para recibir y comprender el mensaje de la profecía. En esta lección, prestaremos atención a las profecías que se refieren explícitamente al tiempo del fin. Debemos recordar que la Biblia no es solo un libro de bellas historias escrito para nuestro entretenimiento. Tampoco es simplemente un libro de edificación espiritual y moral. Lo que hace única a la Biblia es su mensaje de esperanza: Dios salvará al mundo al final de los tiempos.
El mensaje de esperanza, por supuesto, está presente en diferentes formas a lo largo de las Escrituras. Pero son sobre todo los dos libros apocalípticos, Daniel y Apocalipsis, los que se centran en el destino final del mundo. Estos dos libros están interrelacionados y, por lo tanto, serán consultados uno en relación con el otro. La lección de esta semana abarcará, en primer lugar, la línea general de los acontecimientos proféticos tal como se revela en la profecía de la estatua del libro de Daniel (Dan. 2:31-45). Luego consideraremos los últimos días de la historia humana.
Veremos cómo la profecía de Daniel revelará el poder del mal y denunciará su esquema mental, que ya fue manifestado por los reyes babilónicos (Dan. 3). La profecía alcanzará entonces su cumplimiento en el cuerno pequeño de los capítulos 7 y 8, y en la bestia de Apocalipsis 13 y 14-
El libro de Daniel comienza con una alusión a la historia de la torre de Babel. Cuando el profeta relata el ataque de Nabucodonosor contra jerusalén, menciona la rara y antigua palabra Sinar, el mismo nombre que se refería al lugar donde los constructores de Babel edificaron su torre (Gén. 11:2). Esta referencia específica revela, desde el principio del libro, la intención del autor bíblico de asociar a los constructores de la torre de Babel con la maniobra de Nabucodonosor de llevar los artículos del Templo de Jerusalén a su lugar, Babilonia (Sinar).
En Daniel 2, el rey tiene un sueño que lo inquieta. Daniel es convocado para interpretarlo y explica a Nabucodonosor que el Dios del Cielo le envió este sueño para ayudarlo a percibir y comprender la iniquidad de "los pensamientos de tu corazón" (Dan. 2:30).
Nabucodonosor tenía, en efecto, la misma mentalidad que los constructores de la torre de Babel. Al llevar los artículos del Templo de Jerusalén a su propio templo, demostró de hecho la misma intención de ocupar el lugar de Dios. Desde el principio, Daniel revela, pues, la clave del sueño. Este sueño se refiere, en primer lugar, a la ira el fTiciiís
mentalidad de "Babel" del rey. Más adelante, en Daniel 3, el comportamiento de Nabucodonosor confirmará este juicio (ver más adelante). De hecho, esta denuncia constituye el hilo conductor que teje toda la profecía de los reinos de la Tierra.
En su primera línea, Daniel señala el orgullo y la usurpación de Nabucodonosor: por un lado, Daniel llama al rey por su título habitual, "rey de reyes", que le otorgaba divinidad, como si fuera él quien gobernara sobre otros reyes. Por otro lado, Daniel identifica claramente al "Dios del cielo" como el único a quien el rey debe su poder (Dan. 2:37). Daniel describe al rey como si fuera el Creador mismo (al menos, siguiendo la línea de pensamiento de Nabucodonosor). Al mismo tiempo, Daniel recuerda al rey que es el Dios del Cielo quien le ha otorgado todo lo que posee (Dan. 2:38).
A continuación, Daniel anuncia que los siguientes reinos mundiales serán inferiores al de Nabucodonosor, dando a entender una vez más que eran tan humanos y transitorios como él y su reino. Significativamente, el fin de los reinos es característico de la misma mentalidad que definió a Babel: los líderes de los reinos intentarán unirlos y consolidar su poder, así como lo hicieron los constructores de la torre de Babel (Gén. 11:4).
Cabe destacar que las características principales de este esfuerzo por mezclarse son representadas mediante la "arcilla", símbolo de uno de los poderes escatológicos que comenzaron justo después de la caída de la Roma pagana (Dan. 2:41) y duraron hasta el final de los tiempos, como queda implícito en la frase que introduce el surgimiento del Reino de Dios: "En los días de estos reyes, el Dios del cielo establecerá un reino que nunca jamás será destruido" (Dan. 2:44).
El hecho de que este poder escatológico tendría la misma ambición de ocupar el lugar de Dios que los constructores de Babel está implícito en el material que lo representa, el barro, a menudo asociado en la Biblia con la humanidad (Isa. 29:16; Jer. 18:2; Rom. 9:20, 21; etc.).
Mientras que los otros materiales representan poderes políticos humanos, la arcilla representa un poder espiritual diferente, uno que pretende ser divino. Es interesante observar que la última escena de la visión, que culmina con la supresión de todos los reinos, termina con el barro en el centro de todos los materiales: "El hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro" (Dan. 2:45). Situado así, en la cúspide, por así decirlo, de todos los demás materiales, el "barro" parece encarnar la quintaesencia de todo lo que esos reinos mundanos pretendían: la usurpación de las prerrogativas divinas.
El poder usurpador. En Daniel 3, Nabucodonosor desacredita inmediata e irónicamente el juicio que acaba de serle revelado mediante su sueño. En efecto, se esforzará por ocupar el lugar del Dios del Cielo. El sueño indica claramente que "el Dios del cielo establecerá un reino que nunca jamás será destruido" (Dan. 2:44, énfasis añadido). En contradicción con la voluntad de Dios, Nabucodonosor "hizo" una imagen de oro como representación de sí mismo, la "cabeza de oro" (Dan. 2:38). Salvo que Nabucodonosor no se contentó con ser la cabeza de oro, como indicaba el sueño; ahora se considera a sí mismo un rey eterno, cuyo imperio habría de durar
para siempre, como indica el hecho de que erigiera una estatua de oro macizo. En esencia, Nabucodonosor "hizo" su imagen para sustituir al reino eterno de Dios. Nótese el uso del mismo verbo "hacer". La historia no termina allícon la usurpación de Nabucodonosor.
El siguiente paso del rey fue la persecución violenta de todos aquellos que no se inclinaran ante su imagen. El registro bíblico dice que tres hebreos se negaron a adorar la imagen y, como resultado, fueron amenazados con ser arrojados "dentro de un horno de fuego ardiente" (Dan. 3:6). Se utiliza todo tipo de estrategias para convencer a los hebreos de que se inclinen. La amenaza de muerte está explícitamente representada por el horno a los pies de la imagen. La administración echa mano de todos los poderes de que dispone para garantizar el control de la población entera. El poder de los medios de comunicación se utiliza para alcanzar a todos los habitantes del imperio. Incluso el poder de la música y el arte se aplica para influir y controlar las emociones.
Según el relato acerca de su resistencia, estos tres hebreos no vacilaron en su convicción de permanecer fieles a Dios. Los dos grupos de adoradores, el de Babel y el de los tres hebreos, quedaron así claramente delineados y contrastados: el de Babel es ruidoso. Ellos "proclamaron a voz en cuello" (Dan. 3:4, NVI). El de Dios es silencioso: "No necesitamos responderte" (Dan. 3:16). El de Babel es poderoso: está compuesto de "sátrapas", "magistrados", etc. (Dan. 3:2). El de Dios es humilde y sin poderío político: se los identifica simplemente como "unos varones judíos" (Dan. 3:12). El lado de Babel es numeroso: está compuesto por "todos los pueblos" (Dan. 3:7). El de Dios está formado por solo "tres varones" (Dan. 3:23). El de Babel está orientado hacia el presente: "Al oír [...] todos los pueblos [...] adoraron" (Dan. 3:7). El de Dios está orientado hacia el futuro: "Dios [...] puede librarnos" (Dan. 3:17). El sector de Babel es legalista y obedece por temor e interés propio. El pueblo de Dios le brinda su servicio en respuesta a la gracia divina y aunque él decida no librarlos (Dan. 3:18).
El cuerno pequeño y la bestia. La mentalidad de Babel que caracterizaba al poder representado por el barro del alfarero reaparece en el cuerno pequeño de Daniel 7 y 8. Esta vez, sin embargo, los componentes de la usurpación y la persecución son más vividos y explícitos. Al igual que el barro, el cuerno pequeño pretende ser divino, y su arrogancia y su usurpación son aún más pronunciadas (Dan. 7:25), con la misma conexión entre usurpación y persecución (Dan. 8:24, 25).
El libro de Apocalipsis repite el mismo escenario, aunque emplea un simbolismo diferente. Justo después de los mismos cuatro animales que vimos por primera vez en Daniel 7, la revelación apocalíptica identifica un poder usurpador representado como una bestia. Al igual que el cuerno pequeño de Daniel 7 y 8, esta bestia pretende ser divina (Apoc. 13:4) y persigue al pueblo de Dios (Apoc. 13:5, 7). Este rápido repaso de la profecía es necesario para que comprendamos la palabra profética de advertencia y para animar al pueblo de Dios (2 Tim. 1:7).
APLICACION DE LA VIDA1. Aunque el cuerno pequeño y la bestia representan una entidad histórica clara, el poder papal, ¿cómo debemos responder a esta identificación? ¿Cómo debemos relacionarnos con las personas católicas?
2. Identifica la mentalidad característica de Babel en la historia (en el poder papal, pero también en regímenes totalitarios como el nazismo y el marxismo stalinista).
Analiza el mecanismo potencial de la mentalidad típica de Babel que podría manifestarse en tu iglesia; en tu carácter personal; en tu relación con otras personas; en el contexto de tu familia, de tu trabajo; en la forma en que tratas a tus empleados, a tu cónyuge y a tus hijos. ¿Cómo podemos pasar de una mentalidad como la de Babel a una bíblica?
3. Compara a quienes integraban el bando de Babel con los tres hebreos. Considera cada aspecto de esa comparación y extrae lecciones prácticas: ¿Cómo impacta esta comparación en la vida de tu iglesia? ¿Qué podemos aprender de estos ejemplos en relación con nuestros cultos? ¿Cómo influye la manera en que interpretamos la música o predicamos sobre nuestra adoración al Creador? ¿Qué lección te enseña el hecho de que quienes se mantienen fieles a Dios son siempre una minoría? ¿Cómo se aplica esto al argumento según el cual las mayorías no pueden estar teológicamente equivocadas?
Analiza con los miembros de tu clase la necesidad de orientarse hacia el futuro en lugar de hacerlo hacia el presente. ¿Cómo afecta el pensamiento orientado al futuro o al presente tus decisiones éticas y matrimoniales? Una perspectiva orientada al futuro nos obliga a considerar las consecuencias de nuestras acciones. El pensamiento orientado al presente, que se centra en la recompensa inmediata, termina siendo superficial, egoísta, materialista e incluso peligroso para nosotros y para los demás. Dediquen tiempo a dialogar acerca de esto.