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  • COMPLEMENTARO - 13
    IMÁGENES DEL FIN

    El Yom Kipur, o Día de la Expiación, se celebra el décimo día del mes de tishrei. Es una festividad tan importante, que muchos judíos que por lo general no se esmeran en obscr va 1 las demás fiestas anuales, al menos se toman el día libre para poder asistir a los servicios. Entre los ritos modernos que se practican en el Yom Kipur figuran tradiciones que se remontan a los antiguos tiempos bíblicos, como el toque del shofar y i«1 lectura de fragmentos de la Torá y los Profetas.

    ¿Qué profeta se lee? A Jonás. Dado el contexto del Yom Kipiu, tiene mucho sentido. A Jonás se le envió a Nínive a predica 1 el arrepentimiento, y el arrepentimiento es el tema central de I. festividad:

    El diez de este mes séptimo será el día de la Expiación; tendrán asamblea sagrada. Se humillarán a ustedes mismos y presentarán una ofrenda quemada al Señor. Ningú 11 trabajo harán en ese mismo día, porque es el día de la Expiación, para hacer expiación por ustedes delante del Señor su Dios. Ciertamente toda persona que no se hu m i I le en ese mismo día será excluida de su pueblo (Lev. 23:27-21)).

    UNA REFLEXIÓN SOMBRÍA

    El Yom Kipur simboliza el juicio final, el cual supone el ¡ >111 de no retorno para la humanidad. Una vez que el juicio I1.1

    terminado y que Cristo regrese a la tierra para reclamar su reino (Dan. 7:13,14), cada ser humano habrá tenido la oportunidad de decidirse a favor o en contra de Dios y ya no hay oportunidad para el arrepentimiento. Podemos estar seguros de que los que están perdidos en ese momento tuvieron amplia oportunidad de arrepentirse; después de todo, no ignoran al Cordero de Dios cuando este regresa. Al contrario, levantan la vista y lo reconocen inmediatamente (Apoc. 6:16, 17). Saben quién es, solo que persisten en rechazar su gobierno.

    Un esquema interesante emerge durante el juicio: este se desarrolla en más de una fase. Daniel 7 nos muestra la fase angélica del juicio investigador," en la que las huestes celestiales examinan las pruebas y declaran con júbilo que Cristo es digno de heredar la tierra.

    Los eruditos en profecías coinciden en que en los momentos finales se desatará una crisis en la tierra, a la que nos referimos como el "tiempo de angustia de Jacob". Pareciera que Dios nos está dando pruebas, tanto escritas como vivenciales, de que redimirá a los seres humanos caídos y los incluirá en su reino. Los ángeles leerán los libros y, antes del regreso de Cristo, comprobarán por sí mismos que el pueblo de Dios ha sido leal a él incluso en los peores momentos, como lo fue Job. Entonces, cuando lleguemos al cielo para iniciar el milenio, tendremos la oportunidad de examinar los libros (Apoc. 20). Una vez que nuestra investigación se haya completado y estemos seguros de que Dios siempre ha tomado la decisión correcta en cada caso, él también nos concederá evidencia empírica: Resucitará a los impíos muertos.

    Es como si Dios dijera: "Ya han leído la evidencia, y ahora quiero que lo vean por ustedes mismos, por si queda algún vestigio de duda: esta gente ha cruzado el punto de no retorno, y no se arrepentirán aunque los levante de entre los muertos". Y por supuesto, tiene razón. El diablo dirige a los de la segunda resurrección en una campaña contra la Ciudad Santa. Solo entonces Dios le impone un alto permanente.

    No es de extrañar que el recuerdo del Yom Kipur permanezca vivo hasta nuestros días. La mayoría de los seres humanos leñemos la sensación innata de que, de algún modo, tendremos que responder por nuestra vida.

    Un día de sombría reflexión sobre el significado del pecado y la salvación es un acto de misericordia por parte de Dios, un regalo que nos permite pensar con claridad y ver la situación humana desde la perspectiva divina.

    El autor Don Richardson señala que hay culturas alrededoi del mundo que han continuado practicando rituales similares al Día de la Expiación durante muchas generaciones, hasta la era moderna. Describe un ritual anual que practican los dayak de Borneo, en el que depositan simbólicamente sus pecados en una balsa en la que hay un pollo vivo. La balsa se envía río abajo, y si la pequeña embarcación consigue doblar la esquina y salii del campamento, se declaran a salvo un año más:

    Cuando cada residente de Anik ha colocado su dosa en el pequeño bote, los ancianos de la aldea lo levantan cuidadosamente del suelo y se lanzan al río. Luego sueltan el barco a la corriente. A medida que se desplaza río abajo, los dayak que observan desde la orilla se ponen tensos. Ancianos de pie en el pecho en el río aguantan la respiración. ¡Si el pequeño bote regresa a la costa, o se topa con un obstáculo y se voltea al ver su aldea, l.i gente de Anik vivirá bajo un manto de ansiedad hasta que la ceremonia se pueda repetir el próximo año! Pero si el pequeño bote desaparece alrededor de una curva del río, toda la asamblea levantará sus brazos hacia el cielo y gritará: "¡Selamat! Selamat! ¡Selamat!" (¡Estamos a salvo! ¡Estamos a salvo!).40

    Es sorprendente el parecido de este rito indígena con la < cíe monia del chivo expiatorio que era enviado al desierto duunii el Yom Kipur

    í0 Don Richardson, Eternityin theirHearts (Bethany Houm\ ;<><)',). i> / /

    JONÁS

    La historia de Jonás encierra posiblemente un vínculo más profundo con el Día de la Expiación que algunos de los relatos más explícitos de arrepentimiento colectivo. Cuando Jonás huye a Tarsis, la Biblia no sugiere que solo está evitando su misión. Dice que "Jonás se levantó para huir de la presencia del Señor a Tarsis" (Jonás 1:3). El texto es claro. Jonás estaba huyendo de la presencia del Señor, una tarea que, por supuesto, es geográficamente imposible. De hecho, muchos pastores que tratan de recalcar lo absurdo de esta situación citan el Salmo 139, para referirse al intento de Jonás de huir de Dios:

    ¿A dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado, allí tú estás. Si tomara las alas del alba y habitara en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra (Sal. ^9:7-10).

    Jonás obviamente sabía esto, así que debemos tener cuidado de no tomarlo por tonto. ¿Qué quiere decir exactamente la Biblia cuando nos cuenta que intentaba "huir de la presencia del Señor"? Hace falta un poco de trabajo detectivesco, pero podemos desentrañar el significado que encierra.

    ¿Recuerda la "regla de la primera mención"? Pues bien, el libro de Jonás no es el primer lugar donde encontramos el tema de huir de la presencia de Dios. La primera mención aparece muy al principio, en la historia de Caín. "Caín salió de la presencia del Señor —nos dice Génesis 4:16—, y habitó en la tierra de Nod, al oriente del Edén". De nuevo, no es probable que Caín creyera que había algún lugar en la tierra donde Dios ya no podría alcanzarlo; la frase implica algo mucho más profundo. Ya dijimos que los querubines situados a las puertas del Edén, o para ser más precisos, que formaron un tabernáculo allí, eran parte del primer servicio del santuario en el mundo.4' La presencia de Dios se estableció literalmente en ese lugar, así que cuando la Biblia nos

    41 Ver el capítulo 7 de este libro, especialmente la cita de Patriarcas y profetas, PP- 70, 71.

    dice que Caín salió de la presencia del Señor, nos está informando que se marchó para vivir por su propia cuenta, renunciando a acompañara su familia mientras adoraban y ofrecían sacrificios en aquel protosantuario.

    ¿Sucedió lo mismo con Jonás? Es muy posible. Él no solo abandonó la tarea que Dios le había encomendado, sino también la Tierra Prometida. Hugh Martin, el comentarista del siglo XIX mencionado en el capítulo 7, señala otra antigua tradición relativa a los tiempos en que vivió Jonás.

    Así pues, el lugar santo de culto aceptable a Dios y la Tierra Santa misma, son claramente denominados en las Escrituras como "la presencia", o lugar de "la presencia del Señor". Ser desterrados del lugar santo, o del territorio santo, equivale o se describe como ser desterrados de la presencia del Señor. Fue en este sentido, por consiguiente, que Jonás trató de huir de la presencia del Señor. Si tomamos en cuenta la tradición judía que afirmaba que el espíritu de profecía estaba confinado al territorio sagrado, entendemos el motivo por el cual, asumiendo que Jonás estaba resuelto a resistir el mandato celestial, deseara escapar de la tierra de Israel.1

    Si Martin está en lo cierto, Jonás estaba haciendo lo mismo que Caín: tratar de distanciarse del templo. ¿Por qué? Porque se creía que el Espíritu de la profecía solo actuaba cerca de la Shekiná en el templo; que dependía de la proximidad al santuario. Abandonar Canaán porTarsis sería como conducir lo suficientemente lejos como para perder la señal del celular. En otras palabras, estaba intentando silenciar la voz de Dios.

    La interpretación de Martin tiene mucho sentido cuando se lee el texto. Cuando Jonás finalmente se arrepiente, menciona dos veces su regreso al templo: "Entonces dije: 'Desechado soy de delante de tus ojos, mas aún veré tu santo templo'" (Jonás 2:4). "Al sentir que la vida se me iba, me acordé de ti, Señor; mi oración llegó a ti en tu santo templo" (Jonás 2:7, DHH).

    Esto debería encender las alarmas en las mentes de la mayoría de los estudiosos adventistas de las profecías. Jonás parece tener dos problemas: uno con el santuario y otro con el espíritu de profecía.

    Si repasamos la historia de nuestro movimiento remanente, encontraremos un paralelismo inquietante. Cada vez que tenemos una crisis teológica importante en la iglesia, se trata de una o ambas de estas doctrinas: el espíritu de profecía y el Santuario. A partir de 184.4, hemos estado viviendo en el antitipo del Día de la Expiación. Los libros están abiertos, los ángeles están considerando la evidencia de la reivindicación legal de Cristo sobre esta tierra, junto con los casos de aquellos que Cristo considera lo suficientemente aptos como para restaurarlos en el paraíso. Mientras llevan a cabo su trabajo, el pueblo de Dios en la tierra tiene la misión de hacer un último llamamiento al arrepentimiento del mundo, de forma parecida a la misión de Jonás en Nínive:

    Luego vi a otro ángel que volaba en medio del cielo y que llevaba el mensaje eterno de las buenas noticias para anunciarlo a los que viven en la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Gritaba a gran voz: "Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales" (Apoc. 14:6, 7, NVI).

    Los ataques contra el Espíritu de Profecía y la doctrina del Santuario comenzaron desde muy temprano y han persistido hasta nuestros días. Dudley M. Canright, un hombre que creía que se convertiría en un predicador mucho más popular si pudiera desprenderse del mensaje de los tres ángeles, les dijo a los hermanos en su renuncia oficial que ya no creía en los diez mandamientos, en el sábado, ni en "el santuario o los testimonios".

    John Harvey Kellogg se burló de la doctrina del santuario y la transformó en una forma de panteísmo, en la que toda la naturaleza era idéntica a Dios. Su desafortunado libro se llamó: El templo viviente.

    A Albion l'ox Ballenger, un defensor del movimiento de la carne santa (en el c|iie se decía que a los creyentes verdaderamente santificados ni siquiera les saldrían canas), Elena de White lo aconsejó cont ra sus errores, t ras lo cual se convirtió en un crítico acérrimo del líspíiitu de Profecía. También sugirió que Jesús había ido directamente al Lugar Santísimo al ascender.

    l.udwig C.onradi también se opuso vehementemente a estas doctrinas.

    En la década de rgyo, Ronald Numberscriticoa Elena de White, tachándola de plagiaría.

    En la década de rg8o, Desmond Ford, aparentemente siguiendo los pasos de Ballenger, criticó la noción del ministerio en dos etapas de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote celestial, sugiriendo también que nuestra doctrina del Santuario estaba equivocada.

    ¿Es casualidad que nuestros críticos más implacables se han empeñado en atacar estas dos enseñanzas? No lo creo. Si descartamos el Espíritu de Profecía y el Santuario Celestial (la única doctrina que es exclusiva de los adventistas del séptimo día), desaparece la razón fundamental de la existencia de nuestro movimiento. Lo que entendemos de los mensajes de los tres ángeles se desmoronaría y el ímpetu de nuestra obra se evaporaría.

    Tal vez Jonás prefigura la obra profética final de Dios en esta tierra. Es curioso que la historia queda inconclusa: el libro de Jonás termina con un profeta infeliz sentado bajo un árbol muerto, sin un final satisfactorio. Pero tal vez se hizo así deliberadamente porque la historia aún no ha terminado. Quizá somos el movimiento de los Jonás de los últimos días, y quizá nuestros primos judíos relacionaron este libro con el Día de la Expiación por una razón: es una pista más para el movimiento remanente de Dios; un recordatorio de que tenemos una obra fundamental que cumplir.

    Hay otro pasaje que suele leerse durante el Yom Kipur: Isaías 57:14-58^4. Es otro poderoso llamado al arrepentimiento del Dios que habita el Santuario Celestial (Isa. 57:15), y va unido a una de nuestras mayores insignias doctrinales, el llamado a "adorar al que hizo" (ver Apoc. 14:7):

    Tu pueblo reconstruirá las ruinas antiguas y levantará los cimientos de antaño; serás llamado "reparador de muros derruidos", "restaurador de calles transitables". Si dejas de profanar el sábado y no haces lo que deseas en mi día santo; si llamas al sábado "delicia" y al día santo del Señor, "honorable"; si te abstienes de profanarlo y lo honras no haciendo negocios ni profiriendo palabras inútiles, entonces hallarás tu gozo en el Señor; sobre las cumbres de la tierra te haré cabalgar y haré que te deleites en la herencia de tu padre Jacob. El Señor mismo lo ha dicho (Isa. 58:12-14, NVI).

    La profecía nos dice que la tierra pertenece a Cristo, el Hijo del hombre que nos ha redimido y que ha reivindicado una herencia a nuestro favor. Él es el antitipo de Ciro, el Rey que libera al pueblo de Dios y lo devuelve a la proximidad de sí mismo, al templo, a pesar de que fueron nuestros pecados los que provocaron la separación.

    Los servicios de Yom Kipur culminan con un servicio de "cierre", en el que el toque del shofar marca el final del ayuno y anuncia que las puertas del cielo se han cerrado. Algunos perciben esto como el deseo de Dios de mantenernos afuera, pero no olvidemos que en el Jardín del Edén fueron colocados querubines para impedir el acceso al árbol de la vida (Gén. 3:24). Hay un camino de regreso: Cristo. Por ahora, las puertas están abiertas de par en par. Y por mucho que busquemos una buena razón para rechazar el regalo de Cristo, no hay un motivo válido para desperdiciar la vida eterna en su presencia.

    EPÍLOGO

    Apenas hay espacio en un libro corto como este para explorar algunos de los relatos y temas del Antiguo Testamento que sirvieron de inspiración para el libro del Apocalipsis. Solo dimos un corto vuelo. La intención es que usted se sienta inspirado a leer la Biblia como un todo, estudiando cuidadosamente los hilos que recorren los 66 libros.

    Recientemente recibí una carta de una atea que empezó a escribirme después de escuchar mi programa de radio. Me dijo que estaba encontrando algo diferente en nuestro mensaje adventista, y me rogó que escribiera un libro que mostrara cómo leer la Biblia en su totalidad, "listo fue lo que me faltó cuando era niña —me dijo -. Tal vez me habría quedado en la iglesia si hubiera entendido esto", lin cambio, cada domingo en la mañana le presentaban citas bíblicas tlescontext nal izadas que la llevaron a recurrirá la filosofía para encontiarle un sentido más profundo a la vida. "Nunca tuve realmente te", me dijo.

    Ahora su fe está aumentando, ¿Por que? Porque cuando uno empieza a leer la Biblia completa, rápidamente discierne que detrás del texto hay Alguien más grande que los autores humanos. Incluso los pasajes difíciles, aquellos que los críticos señalan con frecuencia, como el supuesto "genocidio" perpetrado contra los cananeos, empiezan a cobrar sentido cuando se lee la Biblia en su conjunto. La primera vez que ella me escribió me pidió una explicación sobre estos pasajes, pero su petición fue disminuyendo a medida que me escuchaba. ¿Por qué? Porque el contexto general permite limar las asperezas de algunas de las partes más confusas de la narración.

    Los adventistas del séptimo día tienen algo infinitamente valioso, ya que pocos cristianos leen ya la Biblia de forma integral. Es por este motivo que muchas interpretaciones protestantes sobre la profecía han llegado a ser tan absurdas en los últimos años. Las interpretaciones novedosas de la profecía, como el dispensacio-nalismo (lo llamo novedoso porque no tiene ni doscientos años en la corriente principal del pensamiento cristiano), empiezan a derrumbarse como casas de paja cuando se consideran en el contexto general de la Biblia.

    Dios nos libre de abandonar nuestra importantísima y probada hermenéutica (el método de interpretación de la Biblia).

    Mientras que otros han tenido que cambiar frecuentemente de opinión sobre el significado de las profecías, nosotros hemos podido mantener el rumbo porque Dios nos ha concedido el don maestro de dividir correctamente la palabra de verdad. Este enfoque perdurará hasta el momento en que veamos a Jesús iluminando el cielo oriental.

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