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  • COMPLEMENTARIO - - 1

    INTRODUCCIÓN

    El libro de Josué ocupa un lugar prominente en la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Este libro vincula el relato bíblico de la creación, el diluvio, la historia de los patriarcas, el éxodo de los israelitas de Egipto y su estancia en el desierto durante cuarenta años con el siguiente gran capítulo: la entrada en la tierra que Dios había prometido a Abraham. El autor, al mostrar cómo se cumplieron las promesas de Dios a los patriarcas, da testimonio de la fidelidad de Dios. Aunque los acontecimientos descritos en Josué pertenecen a un pasado lejano, el lector moderno puede identificarse con ellos, ya que tratan de aspectos fundamentales de nuestra experiencia humana y esenciales para nuestra relación actual con Dios.

    Las promesas de Dios se hacen realidad en el libro de Josué. Sin embargo, su cumplimiento es parcial, dejando una sensación tanto de logro como de expectativa. La alegría de ver el tan esperado cumplimiento de la Palabra de Dios va de la mano con la expectativa de más. El libro de Josué dirige la atención del lector hacia un futuro lleno de posibilidades y contiene importantes lecciones para nosotros, que vivimos a la espera de las promesas divinas sobre nuestra redención y llegada a la "tierra prometida" definitiva, la tierra restaurada.

    Sin embargo, para poder trasladar el mensaje de Josué a nuestra situación actual, debemos comprender el contexto histórico-bíblico de todo el libro. De lo contrario, corremos el riesgo de incurrir en alegorías superficiales o de contentarnos con extrapolar el mensaje del libro en términos generales a nuestras propias necesidades espirituales sin ahondar en su profundo mensaje teológico.

    El libro de Josué lleva el nombre de su protagonista, Josué, cuyo nombre significa "Yhwh salva" o "Yhwh libera" (Núm. 13:16). Aunque existe cierta incertidumbre entre los eruditos sobre el autor y la fecha del libro, los datos bíblicos sugieren que fue compuesto por un solo autor. La viveza de la narración y el nivel de detalle que ofrece (Jos. 2:21; 7:21; 8:26; 14:6-12; 15:16-19; 17:14-18) indican que el autor fue probablemente testigo ocular de los acontecimientos descritos. Tanto la tradición judía como la cristiana atribuyen al propio Josué la redacción de la mayor parte del libro. La referencia más antigua a la autoría de Josué se encuentra en el Talmud babilónico (Baba Bathra 14b). Según Baba Bathra 15a, 15b, Eleazar, el hijo de Aarón, escribió la conclusión (Jos. 24:29-32), mientras que Finees fue el autor de Josué 24:33.

    El tema de la autoría de Josué es importante para comprender el tras fon do histórico del libro e interpretar su mensaje y su enfoque teológico específico. Algunos eruditos sostienen que el libro es una compilación de diferentes documentos que también fueron utilizados como fuentes para el Pentateuco. Sin embargo, si el libro fue compuesto durante la vida de Josué o cerca de ella, la probabilidad de que sea una obra de varios autores disminuye significativamente. El autor del libro hace referencia a fuentes escritas como el libro de Jaser (Jos. 10:13; c/. 2 Sam. 1:18), así como a un informe escrito de los delegados de las siete tribus de Israel (Jos. 18:9). Estas referencias sugieren que el autor también extrajo información de fuentes escritas. Además, hay referencias a la propia labor de escritura de Josué (Jos. 8:32; 24:26), lo que indica que fue considerado un profeta inspirado de Dios durante su vida y que pudo haber sido el autor del material que lleva su nombre.

    El libro en sí contiene detalles específicos que sugieren una fecha temprana. Habla de los cananeos que aún vivían en Gezer (Jos. 16:10), una ciudad que más tarde fue conquistada por un faraón egipcio durante el reinado de Salomón. El uso de nombres arcaicos para las ciudades cananeas, Baala para Quiriat-jearim (Jos. 15:9), Quiriat-sana para Debir (vers. 49) y Quiriat-arba para Hebrón (vers. 13), así como el estatus de la ciudad no conquistada de Jebús (conquistada más tarde por David, cf. 2 Samuel 5) también apuntan a una fecha temprana. La mención del continuo papel de los gabaonitas respecto al tabernáculo hasta el momento de la redacción (Jos. 9:27) es una prueba más de una composición temprana. La expresión "hasta el día de hoy" (véase, por ejemplo, Jos. 4:9, 5:9,7:26) que se utiliza a lo largo del libro podría ser una razón para suponer una fecha posterior, pero también se utilizó durante la vida de Josué para referirse a acontecimientos recientes (Josué 22:3,23:9,10). La mención de Rahab, la prostituta, que vivía en Israel en la época en que se escribió (Jos. 6:25) es otro indicio de que el libro podría haber sido escrito durante la vida de Josué.

    Aunque algunos sostienen que Israel nunca ocupó ciertas regiones asignadas a algunas tribus, lo más lógico es interpretar estas descripciones como tierras asignadas, pero aún no conquistadas (Jos. 13:13; 15:63; 17:12). La falta de pruebas arqueológicas de ciertas ciudades mencionadas en el libro no es suficiente para negar que Josué fue su autor. Los nombres de los reyes derrotados en el libro, como Adonisedec (Jos. 10:1, 3), tienen paralelismos en otros textos antiguos del siglo XIV a. C., lo cual indica un trasfondo cultural similar durante la época de Josué. El libro muestra signos de una labor editorial posterior, como la inclusión de acontecimientos que tuvieron lugar después de la muerte de Josué. Es el caso, por ejemplo, del relato de la muerte de Josué y de la mención de que Israel sirvió al Señor todos los días de Josué y de los ancianos. Las referencias a la captura de Quiriat-sefer por parte de Otoniel (Jos. 15:13-17; Juec. 1:9-13) y a la migración de la tribu de Dan (Jos. 19:47; cf. Juec. 18:27-29) también indican que otros escritores inspirados realizaron trabajos editoriales.

    En conclusión, aunque hay algunas dudas entre los eruditos, podemos afirmar con seguridad que Josué es el autor más probable de la parte principal del libro que lleva su nombre. La viveza de la narración, las referencias a fuentes escritas y las pruebas internas apoyan la hipótesis de que Josué fue testigo y autor inspirado del material. Es probable que otros escritores inspirados realizaran posteriormente algún trabajo editorial.

    Josué: La fe que conquista

    Para comprender plenamente la historia antigua de Israel, es necesario considerar tanto los datos bíblicos como los arqueológicos y otras fuentes de información válidas y fidedignas, reconociendo al mismo tiempo la primacía del testimonio bíblico. Una de las principales cuestiones del período de conquista y asentamiento, así como de la autoría y la fecha del libro, surge de la suposición de algunos eruditos de que Josué y Jueces presentan puntos de vista contradictorios sobre el mismo período. Sin embargo, esta opinión no toma en cuenta Jueces 1:1, donde se afirma claramente que los acontecimientos de Jueces tuvieron lugar después de la muerte deJosué. Se necesita un marco histórico que incorpore tanto a Josué como a Jueces para comprender de manera integral la aparición de Israel en Palestina.

    La conquista de Canaán por parte de los israelitas fue un fenómeno complejo y, si reconocemos el relato bíblico, debemos reconocer la tensión existente entre el plan ideal establecido por Dios y lo que se logró según el libro de Josué. Se hace mucho énfasis en el sometimiento total del territorio, pero también se admite la naturaleza incompleta de la conquista. Así pues, el panorama que se presenta en Josué es más complejo de lo que a menudo se reconoce en los debates críticos.

    Cuando Josué afirma que el programa de Dios para Israel se ha completado, se refiere al hecho de que Josué había cumplido su parte y se habían librado las principales batallas. Los cana-neos no ofrecieron una resistencia militar significativa e Israel obtuvo el control de lugares clave en distintas partes del país. Sin embargo, el lenguaje que se utiliza en Josué indica que, aunque los israelitas tomaron posesión de parte de la tierra, no la conquistaron por completo. Algunas ciudades fueron tomadas, mientras que otras no. Josué reconoce que gran parte de la tierra quedó por conquistar.

    Israel no logró alcanzar la meta ideal que Dios había establecido. La segunda mitad del libro de Josué muestra un patrón recurrente de ineficacia por parte de los israelitas para expulsar a los habitantes de la tierra. Esto condujo a la situación descrita en Jueces, donde quedaron muchos enemigos. Sin embargo, Dios usó a estos enemigos para disciplinar a Israel. La naturaleza aparentemente contradictoria de los relatos se puede armonizar reconociendo la reticencia de Israel a cumplir el plan de Dios. También es importante reconocer que algunos acontecimientos se presentan en detalle, mientras que otros se mencionan brevemente o no se mencionan en absoluto.

    El libro de Josué no es solo una crónica de los acontecimientos posteriores a la muerte de Moisés. Es una historia inspirada y teológica de las acciones de Dios durante un período de transición crucial en la historia de Israel. El libro busca mostrar cómo Dios guio a Israel a través de Josué, el sucesor de Moisés, durante la transición del pueblo de un estilo de vida nómada a uno de asentamiento. Pone énfasis en el papel de Dios en la travesía de Israel y busca generar gratitud por sus acciones. Aunque no contiene un registro completo de los acontecimientos, el propósito del libro es resaltar la fidelidad de Dios al cumplir la promesa de la tierra ofrecida a Abraham y a sus descendientes. Josué resuelve la tensión que quedaba sin resolver al final del Pentateuco. Te invito a descubrir las importantes lecciones de fe de Josué en las páginas de este libro.

    LA RECETA DEL ÉXITO

    LA ESTRUCTURA

    Antes de abordar el contenido del primer capítulo, es importante comprender la estructura del libro de Josué. Dicha estructura subraya los temas de la conquista de la tierra y su repartición entre las diferentes tribus. El primer capítulo constituye la introducción del libro. Contiene cuatro discursos que corresponden a las cuatro secciones principales del libro:

    el cruce (Jos. 1:2-9),
    la conquista (vers. 10, n),
    la división de la tierra (vers. 12-15) y
    el servicio mediante la obediencia a la ley (vers. 16-18).
    Cada sección representa un concepto específico que se expresa a través de una palabra hebrea predominante: "cruzar" (abar), "tomar" (laqaj), "dividir" (Jalaq) y "servir" (abad). Las dos secciones principales del libro, "tomar" y "dividir", aparentemente siguen un patrón quiástico individual en el que la parte central del primer pasaje destaca la importancia crucial de la adoración poniendo de relieve el altar de las bendiciones en el monte Ebal (Josué 8:30-35) y el segundo pasaje destaca la naturaleza central del santuario (Josué 18:1-10).

    1. El cruce (Abar) (Josué 1:1-5-12)

    Dios le dice a Josué "Cruza el Jodán (1:1-9)"

    Josue el nuevo lider de Isarael

    Los espías visitan Jericó (2:1-24).

    El cruce del Jordán (3:1-4:24).

    La circuncisión y la Pascua en Gilgal (5:1-12).

    2. La toma [laqaj] (Jos. 5:13-12:24).

    A. Dios le dice a Josué: "Toma Jericó" (5:13-6:5).

    B. La conquista de Jericó (6:6-27).

    C. La captura de Hai (7:1-8:29). Ci. El incidente con Acán (7:1-26). C2. La conquista de Hai (8:1-29).

    D. El altar y la bendición en el monte Ebal (8:30-35). C'. La conquista de las regiones central y meridional (9:1-10:43).

    C'i. El incidente con los gabaonitas (9:1-26).

    C'2. La conquista de las regiones central y meridional

    (10:1-43).

    B'. La conquista de la región norte (n:r-i5). A. Resumen de la conquista (11:16-12:24).

    3. La división [jalaq] (Jos. 13:1-21:45)-

    Dios habla con Josué sobre los territorios aún sin conquistar

    (13:1-7).

    A. La heredad al este del Jordán (13:8-33).

    B. Los principios que rigen la división (14:1-5). C. El comienzo: la herencia de Caleb (14:6-15). D. Las tierras para Judá y José (15:1-17:18).

    E. El tabernáculo de reunión llevado a Silo y la repartición de la tierra (18:1-10). D'. Las tierras para las siete tribus restantes (18:0-19:48). C'. Finalización: La heredad de Josué (19:49-51)-

    B'. Dios le pide a Josué que designe ciudades de refugio (20:1-6). A1. Ciudades de refugio y ciudades levíticas (20:7-2^45).

    4. El servicio ['abad] (Jos. 22:1-24:33).

    El regreso de las dos tribus y media (22:1-34).

    Palabras de despedida de Josué (23:1-16).

    Renovación del pacto en Siquem y conclusión (24:1-33).

    La primera sección, "el cruce" (Jos. 1:1-5:12), relata el cruce del río Jordán e incluye el nombramiento de Josué, la exploración de Jericó, y la circuncisión y la Pascua en Gilgal. La segunda sección, "la toma" (Jos. 5:13-12:24), trata sobre la conquista de la tierra. Comienza con la orden divina para que Josué conquiste Jericó e incluye la captura de Hai, los incidentes con Acán y los gabaonitas, y la conquista de las regiones central, meridional y septentrional. La tercera sección, "la división" (Jos. 13:1-21:45), aborda la división de la tierra entre las tribus. Incluye la herencia al este del Jordán, los principios de la división, la distribución de la tierra y la colocación del Tabernáculo en Silo, y la designación de ciudades de refugio y ciudades levíticas. La cuarta sección, "el servicio" (Jos. 22:^24:33), trata sobre la despedida de Josué y la ceremonia de renovación del pacto en Siquem. Recalca la importancia de servir al Señor y cumplir con la razón de vivir en la tierra.

    En general, la estructura del libro de Josué destaca los temas de la conquista, la división y la obediencia al pacto. La estructura destaca el papel crucial de la adoración y el santuario en la relación de Israel con Dios.

    MOISÉS Y JOSUÉ

    El libro de Josué marca un cambio significativo en la historia de Israel. El libro comienza reconociendo la muerte de Moisés, haciendo así una conexión con el libro anterior del Deuteronomio. Esta conexión queda patente en la expresión "aconteció después", con la que se destaca la continuación de material anterior, al igual que en otros libros del canon hebreo. Josué es retratado como el sucesor de Moisés, al que se le confía la responsabilidad de cumplir la tarea inconclusa de Moisés y de guiar a los israelitas a la Tierra Prometida.

    La muerte de Moisés viene a ser un punto de inflexión que separa dos períodos distintos en la historia de Israel. El primer período abarca el Éxodo y la travesía por el desierto, que se caracterizó por una generación rebelde y obstinada que, en última instancia, llevaron a Dios a rechazarlos El segundo período comienza con el liderazgo de Josué y se caracteriza por la obediencia a los mandamientos del Señor y la posesión de la tierra.

    La importancia de la muerte de Moisés se hace evidente en la promesa que se hace en Deuteronomio 18:15 al 22. Esta promesa declara que, tras la muerte de Moisés, Dios levantará a un profeta como él. Sin embargo, en este punto de la narración, la profecía sigue siendo una posibilidad en lugar de una realidad ya cumplida. La influencia de Moisés sigue predominando en el primer capítulo, ya que su nombre se menciona diez veces, en comparación con las cuatro menciones de Josué. Josué es descrito como el asistente de Moisés, con el término mesharet ("asistente") que tiene connotaciones tanto domésticas como religiosas (cf. Gén. 39:4; Núm. 4:12).

    A Moisés se le conoce como el "siervo del Señor" ('ebed Yhwh), un título que también recibieron Abraham, David e incluso Nabucodonosor (Gén. 26:24; r Rey. 8:66; Jer. 25:9). En Isaías (cap. 42, 49, 50-53), este término adquiere un significado específico en relación con el siervo sufriente, que representa al Mesías. Josué, sin embargo, solo recibe este título al final del libro (Jos. 24:29), lo que indica que su liderazgo no solo se basaba en su nombramiento, sino en su continua obediencia a la ley de Dios.

    El contraste entre las relaciones entre el Señor y Moisés, y entre Moisés y Josué, tiene importantes implicaciones teológicas. Mientras que Moisés es descrito como el siervo del Señor, Josué es representado como el asistente de Moisés. La distinción entre Dios y los seres humanos es infinitamente mayor que la que existe entre un amo y un siervo. A pesar del destacado papel de Moisés, la superioridad de Dios supera incluso la del mayor líder de Israel. Dios demuestra su fidelidad cuando concede la Tierra Prometida a los israelitas. Él es el verdadero dueño de la Tierra y el líder supremo. Aunque actúan como sus agentes, los seres humanos deben ser plenamente conscientes de su limitado papel.

    Esta verdad teológica tiene algunas implicaciones prácticas para el liderazgo de la iglesia. Los líderes que se eligen y designan mediante los procesos habituales de la iglesia merecen nuestro respeto, pero, al mismo tiempo, es a través de la fidelidad a Dios y su competencia cada vez mayor en el servicio, que también se ganan nuestra confianza. Aunque cada líder posee una combinación única de habilidades y dones, nadie es insustituible. La Palabra de Dios registra que, aunque Moisés tenía 120 años, "sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor" (Deut. 34:7). Humanamente hablando, no había necesidad de nombrar un nuevo líder. Sin embargo, había llegado el momento de escribir un nuevo capítulo en la historia de Israel que requería un nuevo líder. Los nuevos tiempos implican nuevos desafíos y los nuevos desafíos requieren nuevas soluciones. Nuestra tendencia como seres humanos es a comparar a los diferentes líderes de la iglesia: comparamos al antiguo líder de jóvenes con el nuevo, al pastor entrante con el saliente, al presidente saliente de la Asociación con el recién elegido, y así sucesivamente. Pero no olvidemos que lo que hace valioso a un líder no son necesariamente sus habilidades aparentemente irremplazables, sino su disposición a confiar en la dirección de Dios, el líder supremo de su pueblo. El líder también debe guiar fielmente al pueblo que se le ha confiado de acuerdo con las normas de Dios.

    ¡SÉ FUERTE Y VALIENTE!

    Justo al comienzo de su ministerio, Josué recibe del Señor palabras de aliento y una promesa. Esta promesa es similar a las que se dan en Deuteronomio 7:24 y n:25, pero con la diferencia de que está dirigida directamente a Josué. La repetición de estas promesas subraya el hecho de que Dios es fiel y cumple su palabra, como lo hizo con las generaciones anteriores. La promesa también sugiere que habrá desafíos y oposición en el futuro, pero con la compañía de Dios, Josué podrá superarlos fácilmente.

    A Josué se le garantiza la ayuda y presencia constantes de Dios, tal y como lo demuestran otros pasajes, como Deuteronomio 31:8 y 31:23. La conexión con Moisés hace que estas palabras de aliento tengan aún más significado, ya que le recuerdan a Josué la ocasión en la que Dios le reveló su nombre personal, Yhwh, a Moisés (Éxo. 3:12-15). La promesa de éxito, que se mide por la obediencia a la Ley y la conquista de la tierra, se encuentra en la seguridad déla presencia de Dios: "Estaré contigo" (Jos. 1:5). Esta misma promesa fue dada a Isaac, Jacob y Moisés en diferentes situaciones (Gén. 26:3; 31:3; Éxo. 3:12), subrayando su importancia a lo largo de la historia de Israel. La presencia del Señor se consideraba fundamental para la supervivencia y la identidad del pueblo de Dios. Sin ella, serían como cualquier otra nación, sin un llamado, una identidad y una misión especiales.

    Los israelitas habían experimentado la presencia del Señor de diversas maneras. Él les proporcionó protección y dirección durante su viaje por el desierto, derrotando a sus enemigos y manteniéndolos a salvo. También simbolizaba el perdón de Dios y la purificación de sus pecados. El apoyo del Señor era todo lo que Josué necesitaba para cumplir su tarea. Josué se siente reconfortado por la presencia y la ayuda de Dios, que han sido decisivas y constantes a lo largo de la historia de Israel. La promesa de la presencia de Dios tiene un gran significado y le da a Josué todo lo que necesita para tener éxito en su misión.

    La orden que Dios da a Josué de ser fuerte destaca la participación de Dios en las batallas en nombre de su pueblo. No se debe ver como una incitación a que luche con más fuerza, sino como una directiva a confiar y depender del Señor (Éxo. 14:13, 14). El éxito de Israel en la conquista de la tierra no radica en la fuerza o el valor del pueblo, sino en su total e inquebrantable confianza en Dios, que ya los había liberado de los egipcios y había prometido entregarles Canaán. Esta frase se menciona dos veces en el libro del Deuteronomio, una por parte de Moisés y otra por parte de Dios (Deut. 31:7, 23). En el libro de Josué, la frase se repite tres veces más en relación con el liderazgo de Josué. Aparece en el contexto de la obediencia a la Ley (Jos. 1:7, 8), luego al tratar con el posible desánimo y el miedo (vers. 9), y finalmente en relación con la lealtad de los israelitas a Josué (vers. 18). Josué se enfrenta al reto de vivir de acuerdo con la Ley, lo cual es tan difícil, si no más, como enfrentarse a las ciudades fuertemente fortificadas y a las fuerzas enemigas bien equipadas de los cananeos. El éxito de Josué en la conquista de la tierra depende igualmente de su adhesión a la Ley y de su determinación de luchar. Y la forma de permanecer fiel a los preceptos de la Palabra consistía en meditar en la ley del Señor de una manera plena, alegre y placentera.

    Hay una estrecha relación entre confiar en las promesas de Dios y obedecerle (Jos. 1:6-9). La tierra que Dios le dará a su pueblo representa un desafío que requiere un valor inquebrantable por parte de Josué. Este valor proviene de su total confianza en Dios, quien le ha asegurado a Josué su presencia y apoyo continuos. Sin embargo, este apoyo está condicionado al cumplimiento de Josué de los requisitos del Libro de la Ley. Es importante entender que confiar en las promesas de Dios y obedecer su ley no son conceptos opuestos, sino dos aspectos fundamentales de una vida de fe. Quienes consideran que la fe y la ley son opuestas no entienden nada y tienen una comprensión superficial de la teología bíblica. Los escritores del Antiguo Testamento tenían un profundo respeto por la Ley, a la que consideraban una fuente de alegría (Sal. 119:70,77), un tesoro más valioso que las riquezas terrenales (Sal. 19:10; 119:72) y un tema de estudio y meditación constantes (Deut. 6:25). Cuando se entiende y se pone en práctica correctamente, la ley conduce a una comprensión más profunda de nuestra pecaminosidad y de la necesidad de la justicia de Cristo (Gál. 3:24).

    LA POSESIÓN DE LA TIERRA

    Uno de los conceptos principales del libro de Josué viene expresado por el verbo hebreo yarash ("tomar posesión"). Este se utiliza por primera vez en Josué 1:11, indicando un cambio significativo en la estructura social y el estilo de vida de la tierra. Cuando Israel es el sujeto del verbo, a menudo se asocia con el favor del Señor, implicando que el pueblo de Dios toma posesión de la tierra porque Dios se la entrega (Deut. 1:39; 3:20; Jos. 1:15; 21:43). Tomando como referencia la literatura ugarítica, hay una conexión entre los dos términos jurídicos utilizados para la adjudicación: nátan ("dar") y yarásh ("tomar posesión"). Uno solo puede poseer lo que un benefactor da si se toma posesión de ello. Esta etimología sugiere que la tierra solo pertenecería realmente a los israelitas cuando respondieran al favor del Señor tomando posesión de ella.

    Cuando el verbo yarásh se aplica a la tierra, tiene tres significados. En primer lugar, se refiere a recibir la tierra como un don (Lev. 20:24). En segundo lugar, supone la responsabilidad de habitar y organizar la tierra de acuerdo con lo que Dios enseñaba (Deut. 6:1-3). En tercer lugar, la forma causativa del verbo implica un cambio en la estructura de poder de la tierra, deponiendo a los gobernantes, nobles y terratenientes para establecer un nuevo orden social en ella. El segundo significado también indica que Israel no posee automáticamente la tierra después de la conquista; el pueblo debe cumplir las condiciones establecidas en el pacto. La tierra prometida y entregada podría serles arrebatada, como lo demuestra la experiencia de la primera generación (Jos. 5:6). La tierra es una parte integral del pacto. Sigue siendo de Israel mientras el pueblo obedezca el pacto.

    El tercer significado de yarásh se deriva de la combinación de los dos primeros. Para poseer el derecho de tenencia, es necesario el control de facto sobre la tierra. En consecuencia, yarásh también puede significar tomar posesión de la tierra por medio de la fuerza, arrebatándola a las naciones que ya la ocupan (Deut. 6:r8,19). Esto queda claro cuando el termino se traduce como "desposeer", "ocupar", "apoderarse" y "tomar posesión de la tierra" de los residentes actuales (Deut. 9:1; 19:1-3).

    Dios no pretende que su pueblo actual se apodere de la sociedad por medio de la fuerza y que provoque cambios en sus sistemas y estructuras (más adelante se tratará con más detalle el tema de la violencia). Pero el plan de Dios para la iglesia era que esta creara una cultura alternativa que transformara la sociedad. Esta transformación no se produciría por medio de la fuerza externa, sino trabajando desde adentro hacia afuera, transformando a través del evangelio las vidas de los individuos que componen la sociedad. Los cristianos lograron convertirse en una de las fuerzas sociales más influyentes del siglo I porque su énfasis en el amor, la caridad, la justicia y la comunidad atrajo a la gente en una época de incertidumbre económica y falta de apoyo social institucional. El mandato de Cristo de hacer discípulos de todas las naciones (Mat. 28:r8-2o) es tan válido hoy como lo fue cuando los primeros cristianos asumieron y cumplieron la abrumadora tarea. Las promesas de Dios, dadas a Josué, son igualmente efectivas hoy para todos aquellos que toman en serio su palabra. Las promesas son efectivas para aquellos que creen que cada lugar que pisan es otro escenario para compartir el evangelio y transformar la comunidad en la que viven. Nuestro éxito hoy depende exactamente de lo mismo que en los días de Josué: la confianza total en las promesas de Dios, una integración completa de su Palabra en nuestras vidas tanto individual como colectivamente, y la voluntad de ser una fuerza positiva y transformadora a través de su poder para la salvación de los demás.


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