"Dios es amor". Así comienza el libro Patriarcas y profetas, II el primer volumen de la serie " El Gran Conflicto", la obra maestra de Elena de White que narra la historia de la Redención desde antes de que surgiera el mal hasta su erradicación final. " Dios es amor" son también las palabras finales de El conflicto de los siglos, el último libro de la serie. Desde el principio de la historia hasta el final, Dios es amor. 1
A lo largo de sus escritos, Elena de White destaca la importancia del mensaje del amor de Dios para los últimos días: "Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que debe darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios deben manifestar su gloria. En su vida y su carácter, deben revelar lo que la gracia de Dios ha hecho por ellos".2Sin embargo, para difundir este mensaje, el pueblo de Dios debe comprender y reflejar el carácter de amor de Dios. Toda la fe adventista se centra ,en el amor de Dios, el núcleo de todo lo que creen los adventistas. Por lo tanto, una comprensión errónea acerca del amor de Dios afecta toda nuestra visión de quién es él y de cómo podemos reflejar su amor.
Pensemos en el escolar de siete años que cree que el amor se demuestra tirando del cabello de la niña que tiene delante. Su concepto equivocado acerca del amor lo lleva a comportarse mal. De la misma manera, una persona que piensa que el amor de Dios debe ser merecido puede deprimirse ante sus propios errores y esperar que los demás sean dignos del amor divino: una receta para el desastre.
Yo creía entender el amor de Dios, pero después de muchos años emprendí un estudio detenido de lo que las Escrituras enseñan al respecto y sigo asombrado ante lo que descubrí. El amor de Dios es mucho mejor de lo que a menudo creemos.
La definición actual del amor es tan amplia y la palabra tan mal utilizada que puede no corresponder en absoluto al amor de Dios descrito en las Escrituras. No obstante, la comprensión correcta del amor de Dios influye positivamente en todos los aspectos de la fe y la vida práctica. De allí que tal comprensión correcta sea un imperativo.
En este libro, compartiré algunas de las enseñanzas maravillosas de las Escrituras acerca del amor de Dios y su justicia, dos aspectos de su carácter indisolublemente ligados. En nuestro estudio, veremos que Dios es todopoderoso, omnisciente y bondadoso a pesar del mal existente en nuestro planeta. Su amor es la clave para entender la vida en nuestro difícil mundo.
Qué es el amor? He aquí las respuestas de
algunos niños:
• "Amor es cuando una chica se pone perfume y un chico se pone colonia, y salen a olerse entre ellos".
• "Amor es cuando sales a comer y le das a alguien todas tus papas fritas sin hacer que te dé ninguna de las suyas".
• "Amor es cuando le dices aun chico que te gusta su camisa y luego él se la pone todos los días".
• "Amor es cuando un cachorro te lame la cara, incluso después de haberlo dejado solo todo el día".
• "Amor es lo que te hace sonreír incluso cuando estás cansado".3
Estas respuestas contienen algunas ideas adorables, pero también algunos problemas conceptuales evidentes. ¿Tenemos también nosotros, los adultos, algunos conceptos problemáticos acerca del amor, incluso del amor de Dios?
Tal vez estés entre los muchos a quienes se ha enseñado que el amor del tipo agape es exclusivo de Dios, en contraste con el amor del tipo eros. Este punto de vista tan prevaleciente es herencia de una larga serie de pensadores, influidos a su vez por ciertas corrientes de la filosofía griega.4 Hace varias décadas, un teólogo llamado Anders Nygren expuso esta idea en su influyente libro Agape and evos.
Entre otras cosas, Nygren enseñó que el amor del tipo agapé es un don, mientras que el amor erases una necesidad. Eros desea y adquiere, pero agapé es puro y abnegado; es dar, nunca recibir. Eros está motivado por el interés propio, pero agapé solo procura el beneficio de los demás. El agape es inmotivado, espontáneo e incondicional; pero el eros responde a una motivación, es condicional y dura solo mientras su objeto satisface su deseo.5Esta interpretación, repetida a menudo en obras populares y académicas, está muy extendida. Pero ¿coincide con las enseñanzas de las Escrituras acerca del amor de Dios?
Aunque puede parecer muy atrayente a primera vista, al examinarla de cerca es evidente que resulta contraria a las enseñanzas de las Escrituras. Por un lado, la interpretación del agape que Nygren propone está estrechamente vinculada a la opinión de que Dios elige arbitrariamente salvar a algunos seres humanos al mismo tiempo que rechaza a otros. Este punto de vista, llamado predestinación determinista, considera el amor de Dios como selectivo e incondicional no solo en el sentido de que no es posible ganarlo o merecerlo, sino también en el sentido de que solo está disponible para los pocos elegidos a los que Dios ha escogido incondicionalmente para concederles la vida eterna. Desde este punto de vista, Dios concede algunas bendiciones comunes a quienes no son elegidos, pero solo los elegidos reciben el amor de Dios para la salvación; nadie más que ellos pueden ser salvos.6 Como escribe Nygren, el amor agapé de Dios es tal que "toda elección por parte del hombre queda excluida".6
En este y otros aspectos, esta idea popular acerca del agapé no concuerda con las enseñanzas bíblicas. Las Escrituras enseñan que Dios "no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Ped. 3:9; ver también 1 Tim. 2:4-6). Dios hace todo lo posible para salvar a todos los seres humanos (ver Isa. 5:1-4). Él ama a todo el mundo e invita a todas las personas a una relación especial de amor con él para que "todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16). Dios llama a todos a "volverse" a él y "vivir" (Eze. 33:11), pero desgraciadamente algunos rechazan su amor.
Es cierto que el amor de Dios es un amor que da, manifestado supremamente en el sacrificio de Cristo por nosotros (Juan 15:13), pero no es cierto que ese amor es unidireccional, que no hay lugar en él para la reciprocidad. El amor de Dios siempre es desinteresado, siempre busca el bien de los demás, pero Dios sí recibe el amor de los seres humanos (Sal. 18:1) y se deleita en su pueblo (Sof. 3:17). Por último, es cierto que el amor de Dios es incondicional en el sentido de que es eterno y que Dios nunca deja de amarnos. Sin embargo, Dios da a los seres humanos la libertad de rechazar una relación de amor con él y el don de la vida eterna, lo cual significa que la relación de amor entre Dios y cada una de sus criaturas humanas es condicional (ver el capítulo 2).
UNA MIRADA MÁS DE CERCA AL AGAPÉ
Por otra parte, no es cierto que agape describa exclusivamente el amor de Dios. En primer lugar, el término agape no siempre tiene un significado positivo. Por ejemplo, agape es usado por Pablo cuando dice que Demás lo abandonó "amando a este mundo" (2 Tim. 4:10; cf. Juan 3:19; r2:43). Además, en la traducción griega del Antiguo Testamento (la Septuaginta, o LXX), común en la época de Jesús, agapé se utiliza para describir la lujuria de Amnón hacia su hermanastra Tamar (ver 2 Sam. 13:1,4,15).
En segundo lugar, agape es solo una de las muchas palabras que las Escrituras utilizan para describir el asombroso amor de Dios. Por ejemplo, en Juan 16:27 Jesús dice a sus seguidores: "El mismo Padre los ama [fileó], ya que ustedes me han amado [fileó]". Nota que el término griego usado aquí para referirse al "amor" es fileó. Muchos afirman que filed designa un tipo de amor cualitativamente inferior, deficiente, en contraste con agape, que según ellos se refiere a un amor más elevado y perfecto. Sin embargo, en Juan 16:27, fileó no puede referirse a un amor de ese tipo pues se designa allí al amor de Dios. En consecuencia, no es posible que fileó denote por sí mismo un tipo de amor cualitativamente inferior o deficiente.8
El amor de Dios es ciertamente único, pero no existe un término único para designarlo. La Escritura utiliza diversas palabras para describirlo, pero ningún término es capaz de expresar toda la majestuosidad del amor infinito de Dios. Por ejemplo, la palabra hebrea jésed (a menudo traducido como "bondad") expresa el amor y la misericordia constantes de Dios dentro de una relación de pacto, mientras que el término hebreo rájam se refiere a la compasión divina basada en la imagen del vientre materno y del amor maternal.7
Cuando se refiere al amor de Dios, agape describe el amor más sublime y perfecto, pero eso no significa que solo pueda referirse a ese tipo de amor, sino porque en los textos donde aparece es Dios quien ama y porque su amores siempre perfecto. De hecho, el amor de Dios es mucho mayor de lo que a muchos nos han hecho creer las enseñanzas tradicionales acerca del agape.
En este capítulo y en los siguientes analizaremos las cuatro maravillosas enseñanzas de las Escrituras acerca del amor de Dios: En primer lugar, el amor de Dios es voluntario, surge de su propia iniciativa, lo que significa que es otorgado libremente, aunque no es arbitrario ni caprichoso.
En segundo lugar, el amor de Dios es pactual. Es decir, está enmarcado dentro de un pacto, lo que significa que es inquebrantable y que Dios espera que las criaturas lo amen y amen a los demás inquebrantablemente en respuesta.
Tercero, el amor de Dios es evaluativo, lo que significa que se deleita en su pueblo, pero se disgusta a causa del mal.
En cuarto lugar, el amor de Dios es emocional, o sensible, e implica una profunda pasión y compasión por nosotros, así como dolor y pena cuando las personas se hacen daño a sí mismas o dañan a los demás.
"Te ruego que me muestres tu gloria", pidió Moisés a Dios tras la rebelión de Israel con el becerro de oro (Éxo. 33:18). Después de ser liberado de la esclavitud de la manera más asombrosa en ocasión del Éxodo, Israel había caído en una profunda rebelión. Mientras Moisés estaba reunido con Dios en el Sinaí, el pueblo adoró un becerro de oro como si lo hubiera liberado de Egipto, con lo que rechazaba de hecho a Dios y rompía el pacto, o alianza.
En respuesta a esta rebelión, Dios dijo a Moisés: "Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos y los consuma. Y haré de ti una gran nación" (Éxo. 32:10). ¿Permitir que Dios haga algo? ¿Por qué diría Dios algo así a Moisés si realmente quería hacer algo? Dios está aquí instando a Moisés a interceder por el pueblo. Moisés intercedió, y Dios "desistió" (Éxo. 32:14).10 Pero, cuando Moisés bajó de la montaña y vio los actos detestables del pueblo, "se enardeció de ira. Arrojó las tablas de sus manos y las quebró al pie del monte" (Éxo. 32:19).
Del mismo modo que Moisés rompió las tablas de los Diez Mandamientos, el pueblo había roto su alianza, o pacto, con Dios, con lo que perdió todo derecho a las promesas incluidas en ese acuerdo. Dios tenía el derecho de rechazarlos. ¿Seguiría él con ellos? Si no, toda esperanza estaba perdida. Sin la presencia y la protección especiales de Dios, nunca sobrevivirían en el desierto.
Sin embargo, la presencia especial de Dios con ellos también suponía un gran peligro. Sin mediación, el pecado no puede estar en presencia del Dios perfectamente santo. Dios les advirtió: "Ustedes son un pueblo muy terco. Si yo fuera con ustedes, en un momento podría consumirlos" (Éxo. 33:5). Esto representa un gran problema. Necesitan que Dios esté con ellos para sobrevivir, pero si Dios va en medio de ellos sin una mediación serán destruidos debido a su pecaminosidad.
Anteriormente, Dios había ordenado a Moisés: "Y me harán un santuario, para que yo habite entre ellos" (Éxo. 25:8). Sin embargo, el Santuario aún no había sido construido, y ahora parecía estar en duda si lo sería. La única forma en que Dios podría estar en medio de ellos sin destruirlos era si creaba una forma de mediar su presencia. ¿Lo haría? En caso negativo, no tendrían esperanza y, por extensión, tampoco nosotros.
Moisés suplicó repetidamente que Dios continúe estando especialmente presente con su pueblo, incluso en medio de ellos. En respuesta, Dios dijo que haría lo que Moisés le pidiera (Éxo. 33:12-17). Finalmente, Moisés hizo una última y audaz petición. "Te ruego que me muestres tu gloria" (vers. 18). En respuesta, Dios proclamó: "Haré pasar toda mi bondad delante de ti, y proclamaré mi nombre ante ti. Tendré misericordia de quien yo quiera, y seré clemente con quien yo quiera" (vers. 19).
Moisés pidió ver la gloria de Dios. En respuesta, Dios prometió mostrar su bondad. Parte integral de la gloria de Dios es su carácter amoroso. Pero ¿qué significa la afirmación de que Dios será misericordioso y compasivo con quien quiera? ¿Significa, como algunos suponen, que Dios elige arbitrariamente ser clemente y compasivo con algunos, pero no con otros? No hay ningún indicio en esta historia de que Dios elija arbitrariamente a unos y no a otros para recibir su compasión. En cambio, tras la rebelión relativa al becerro de oro, el pueblo fue llamado por Moisés a decidir a favor o en contra de Dios (Éxo. 32:26).
Además, como señalan muchos eruditos bíblicos, la frase hebrea traducida como "tendré misericordia de quien yo quiera, y seré clemente con quien yo quiera" se basa en la declaración hecha por Dios a Moisés durante el episodio de la zarza ardiente en Éxodo 3:14: "Yo soy el que soy".8 En consecuencia, la declaración de Dios en Éxodo 33:19 equivaldría a decir: "Proclamaré mi nombre ante ti, así como la gracia que concedo y la compasión que muestro".
Aquí Dios proclama que, como único Dios verdadero, tiene el derecho único de conceder libremente su gracia y su compasión, aunque los pecadores no lo merezcan en absoluto. Aunque Dios tenía todo el derecho de rechazar al pueblo, no lo hizo. Por el contrario, a pesar de la rebelión de ellos, Dios les concedió libremente un amor compasivo y misericordioso que superaba con creces cualquier expectativa razonable, y decidió mantener una relación especial con Israel.
Este es un ejemplo, entre muchos otros, de la buena noticia acerca del aspecto voluntario del amor de Dios. Aunque nunca merezcamos dicho amor y no podamos hacer nada para hacernos acreedores a él, Dios tiene derecho a otorgarnos su amor compasivo y misericordioso, y elige hacerlo voluntariamente en favor de quienes están dispuestos a recibirlo (ver, por ejemplo, Juan 3:16). Así como Dios decide voluntariamente conceder su amor, este debe ser voluntariamente aceptado.
AMOR VOLUNTARIAMENTE OTORGADO Y RECIBIDO
Si tuvieras el poder de controlar la mente de alguien, ¿podrías hacer que te amara? No. ¿Por qué no? Porque el amor, por definición, requiere libertad. El amor debe ser dado y recibido voluntariamente.9 Aunque pudieras hacer que esa persona mostrara comportamientos que acompañan al amor, eso no sería amor genuino, pues no sería voluntario.
A lo largo de las Escrituras, dos de las metáforas favoritas de Dios para ilustrar el amor que siente por su pueblo son el matrimonio y la relación entre padres e hijos. Ambas describen la decisión voluntaria de Dios de amar a su pueblo. En la metáfora del padre y el hijo, Dios rescató a su pueblo del desierto, lo "adoptó" y lo educó con amor (ver Ose. 11:1-4; cf. Deut. 32:10,11).
Del mismo modo, la metáfora del matrimonio muestra el compromiso voluntario de Dios de amar a quienes no tienen derecho a su amor (ver Ose. 2 y 3). Oseas presenta a Dios como el esposo metafórico de Israel. Pero la "esposa" de Dios (el pueblo) le es infiel continuamente, engañándolo vez tras vez con "amantes" (los dioses de las naciones) y rompiendo la relación aparentemente sin remedio.
Pero Dios no abandona a su pueblo. A pesar de todo, le concede libremente un amor asombroso, ya que dice: "Los amaré de pura gracia; porque mi furor se apartó de ellos" (Ose. 14:4). La palabra traducida como "de pura gracia" puede significar diferentes cosas. El evangelio es "de pura gracia" en el sentido de que no tiene precio. Esto también es cierto acerca del amor de Dios. Pero ese no es el único significado de la expresión "de pura gracia" en Oseas 14:4. El término hebreo así traducido (nedabah) designa las ofrendas voluntarias y conlleva el "elemento determinante del libre albedrío", ya que se refiere a lo que se ofrece "de forma totalmente voluntaria".10
El pueblo de Dios no merecía el amor de Dios, tampoco nosotros. Habían perdido todo derecho a los beneficios del amor divino, al igual que nosotros. Sin embargo, Dios continuó amándolo a pesar de no tener ninguna obligación de hacerlo. Del mismo modo, él nos ama, aunque no lo merezcamos en absoluto.
En este pasaje bíblico y en muchos otros, la Escritura muestra que el amor de Dios como una iniciativa voluntaria. Dios no solo no está obligado a seguir otorgando su amor misericordioso a los pecadores que se han rebelado contra él, sino tampoco estaba obligado a crearnos ni a crear otros planetas habitados. Dios ya disfrutaba de una relación de amor dentro de la Trinidad (ver
Juan 17:24) antes de iniciar su actividad creadora. No necesitaba crear, sino que decidió entablar una relación con sus criaturas.
Cuando Adán y Eva cayeron, Dios tenía todo el derecho de destruir a los seres humanos. Pero en lugar de eso, preservó a la humanidad y continuó amándola a pesar de nuestra caída, al punto de estar dispuesto a hacerse humano (en Cristo) y morir por nosotros. Asombroso. "Dios demuestra su amor hacia nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rom. 5:8).
El amor de Dios es totalmente libre y más grande de lo que podríamos imaginar (ver Juan 15:13). Sin embargo, el hecho de que Dios haya decidido amarnos no significa que el amor sea equiparable o reducible a una mera decisión. El amor incluye la acción de decidir, pero implica mucho más. Dios no impone su amor a nadie, sino que invita a todos a responder positivamente a su amor. Como dice Elena de White: "El ejercicio de la fuerza es contrario a los principios del gobierno de Dios; él desea solamente el servicio de amor; y el amor no puede ser exigido; no puede ser ganado por la fuerza o la autoridad. El amor se despierta únicamente por el amor".11
Esa es una de las cosas que enseña Jesús en su parábola del banquete de bodas. En ella, cuenta la historia de un amo que "envió a sus siervos a llamar [griego kaled] a los invitados a la boda", pero "no quisieron venir" (Mat. 22:3). En consecuencia, el amo dice a sus siervos: "El banquete está preparado, pero los convidados no eran dignos. Vayan, pues, a las salidas de los caminos y llamen [kaled] al banquete a cuantos hallen" (vers. 8,9). Los siervos así lo hicieron y reunieron a mucha gente (vers. 10).
Al final de esta parábola, Jesús hace esta sorprendente afirmación: "Muchos son los llamados [kistos, derivado de kaled], y pocos los elegidos" (vers. 14). Los finalmente "elegidos" son, pues, quienes aceptaron la invitación del Señor a las bodas. Dios llama, es decir, invita, a todos a su banquete de bodas (comparar con Apoc. 3:20). Sin embargo, podemos rechazar la invitación y el amor de Dios.
La libertad es esencial para el amor, tanto divino como humano. Dios nunca impondrá su amor a nadie, sino que nos concede la libertad de corresponder a su amor o rechazarlo. Lamentablemente, algunos rechazan una relación de amor con Dios.
En tal sentido, Cristo lloró a causa del rechazo de Jerusalén: "¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti. ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de sus alas! Y no quisiste" (Luc. 13:34; cf. Mat. 23:37). Sin embargo, fue a la Cruz por ellos y por nosotros. ¡Cuán asombroso amor!
Dios otorga libremente su amor a cada
persona y le concede la libertad de corresponderle con
amor. Solo hace una pregunta sencilla: ¿Me amas?
(Florida: ACES, 2008), p. 11; Elena de White, El conflicto de los siglos (Florida: ACES, 2021), p. 737.
2 Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro (Florida: ACES, 2011), p. 342.
3 Mitchell y Marcy Sugar, "The meaning of love from the mouths of babes", Chicago Tribune, 14 de febrero de 2003, disponible en: <chicagotribune.com/ news/ct-xpm-2003-02-i4-0302i40295-st0ry.html>.
4 Ver John C. Peckham, "Agape versus eros?: The Biblical Semantics of Divine Love", el tercer capítulo de The (ove ofGod: A canónica/ model (Downers Grave, IL: IVP Academic, 2015), pp. 69-88.
5 Anders Nygren, Agape and eros (Londres: SPCK, 1953), PP- 75_8i, 92, 210.
6 Anders Nygren, Agapé and eros, p. 213.
Ver al respecto Donald A. Carson, Falacias exegéticas (Barcelona: CHE, 2013), PP- 37,38, 56-59. Ver también John C. Peckham, "Agape versus eros?"
7 Ver J. Gerald Janzen, Exodus (Louisville, KY: Westminster John Knox, 1997), p. 252.
Ver Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 329.
8 A modo de ejemplo, ver Nahum M. Sarna, Exodus, JPS Bible Commentary
9 (Nueva York: Jewish Publication Society, 1991), p. 214. K Ver John C. Peckham, Theodicy oflove: Cosmic conflict and the problem ofevil (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2018).
10 J. Conrad, "ndb", en TtieologicaldictionaryoftheOld Testament, ed. por G. Jo-hannes Botterweck, Helmer Ringgren y Heinz-Joseph Fabry (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1998), t. 9, pp. 220, 222.
11 Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Florida: ACES, 2014), p. 13.