COMPLEMENTARIO LECCIÓN 7
EL PROBLEMA DEL MAL
Juan el Bautista había aceptado el llamado de Dios a preparar el camino para el Mesías. ¿Por qué, entonces, sufría tanto? Jesús mismo declaró de Juan que "entre los nacidos de mujer no hay mayor profeta que Juan el Bautista" (Luc. 7:28). Sin embargo, Juan languidecía en la cárcel con más preguntas que respuestas. Finalmente, fue asesinado. Parecía que el mal había triunfado.
¿Por qué? ¿Por qué sufren las personas "buenas"? Si Dios nos ama tan profundamente como dice, ¿por qué permite que las personas sufran tanto? ¿Por qué existe el mal en este mundo? Más aún, ¿por qué el mal parece reinar? Estas preguntas están relacionadas con el problema del mal: Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué existe tanto mal en el mundo?
¿POR QUÉ, SEÑOR?EL PROBLEMA DEL MAL EN LAS ESCRITURAS
Job sufrió inmerecidamente al igual que Juan el Bautista. En rápida sucesión, le sustrajeron sus bueyes y sus asnos, varios de sus siervos fueron asesinados por malhechores, sus ovejas y otros de sus siervos murieron en un incendio, y otros maleantes se apoderaron de sus camellos y mataron a otros de sus siervos. Lo peor de todo fue que los hijos de Job murieron repentinamente cuando "vino un gran viento" e hizo que el lugar donde estaban se derrumbara sobre ellos (Job 1:13-19). Poco después, el propio Job se vio aquejado de una enfermedad muy dolorosa. Su sufrimiento fue tal que su mujer lo animó a maldecir a Dios y morir (Job 2:7-9). Pero Job se negó a pecar contra Dios (Job 1:22; 2:10).
No obstante, Job hizo preguntas profundas, cuestionó la justicia de Dios en medio de su gran sufrimiento (ver Job 9:24) e incluso "maldijo el día de su nacimiento" (Job 3:1; LBLA). "Te has vuelto cruel conmigo, me atacas con el poder de tu mano", clamó Job (Job 30:21). Sin embargo, como veremos, la crueldad provenía de otro: el Enemigo de Dios, conocido como el Diablo. Había en la experiencia de Job mucho más de lo que él podía ver.
Dios no consideró a Job culpable de maldad por sus preguntas. Finalmente, Dios le dio una respuesta, aunque no del tipo que Job hubiera esperado, como veremos más adelante.
Muchos otros pasajes de la Escritura también plantean serias dudas acerca de la justicia de Dios. Por ejemplo:
¿EL PROBLEMA DE DIOS?• "¿Dónde está el Dios de justicia?" (Mal. 2:17).
• "Señor, ¿por qué estás lejos y te escondes en el tiempo de angustia?" (Sal. 10:1).
• "¿Hasta cuándo [...] Señor, se gozarán los impíos?" (Sal. 94:3).
• "¿Por qué ves a los pérfidos, y callas cuando el impío destruye al más justo que él?" (Hab. 1:13).
• "¿Por qué prosperan los impíos y les va bien a los desleales?" (Jer. 12:1).
• "¿Por qué el Señor nuestro Dios hizo todas estas cosas con nosotros?" (Jer. 5:19).
• "¿Por qué me ha venido esto?" (Jer. 13:22).
Incluso Jesús, la mayor víctima del sufrimiento inmerecido, preguntó: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?" (Mar. 15:34; cf. Sal. 22).
EL PROBLEMA DEL MAL EN LA FILOSOFÍA Y LA TEOLOGÍA
En su libro God's problem: How the Biblefails to answer our most important question - Why we suffer [El problema de Dios: La incapacidad de la Biblia para responder nuestro más importante interrogante: Por qué sufrimos], el otrora cristiano Bart Ehrman describe cómo perdió la fe: "Ya no podía explicar cómo puede existir un Dios bueno y todopoderoso activamente involucrado en este mundo en vista de cómo están las cosas en este. Para muchos de sus habitantes, la vida es un foso de miseria y sufrimiento. Llegué a un punto en el que simplemente no podía creer que existiera un Gobernante bondadoso y compasivo a cargo de ello".1 Bart Ehrman no es el único que piensa así.
Elena de White describió este enorme problema en los siguientes términos: "Para muchas mentes, el origen del pecado y el porqué de su existencia son causa de gran perplejidad. Ven la obra del mal, con sus terribles resultados de dolor y desolación, y se preguntan cómo puede existir todo eso bajo la soberanía del Ser cuya sabiduría, poder y amor son infinitos. Es esto un misterio que ellos no pueden explicarse. Y su incertidumbre y sus dudas los dejan ciegos ante las verdades plenamente reveladas en la Palabra de Dios y esenciales para la salvación".2
Muchos han argumentado que si existiera un Dios todopoderoso u omnipotente, omnisciente y totalmente bondadoso no existiría el mal en el mundo. En caso de que fuera omnisciente y todopoderoso, Dios conocería todos los males y tendría el poder de evitarlos. Si fuera totalmente bondadoso, querría hacerlo. De acuerdo con ese planteo, muchos sostienen que el mal demuestra que tal Dios no existe. Esto se conoce como el problema lógico del mal.
Como dijo David Hume, el escéptico del siglo XVIII: "Las viejas preguntas de Epicuro están todavía sin respuesta: ¿Es que [Dios] quiere evitar el mal y es incapaz de hacerlo? Entonces, es que es impotente. ¿Es que puede, pero no quiere? Entonces es malévolo. ¿Es que quiere y puede? Entonces, ¿de dónde proviene el mal?"3
Sin embargo, hay formas de responder eficazmente a este problema lógico (por ejemplo, la defensa del libre albedrío, que se presenta más adelante). Algunos han pasado del problema o planteo lógico acerca del mal al problema o planteo basado en la evidencia del mal, según el cual el tipo y la cantidad de mal existente en este mundo hacen improbable que Dios exista.
¿RESOLVER EL PROBLEMA? PLANTEAMIENTOS PROBLEMÁTICOS
Una forma de "resolver" el problema lógico consiste simplemente en abandonar las afirmaciones iniciales acerca de Dios: que Dios es todopoderoso o totalmente bueno. Sin embargo, negar cualquiera de las dos cosas es incoherente con el testimonio de las Escrituras.
Como hemos visto antes, las Escrituras enseñan sistemáticamente que Dios es totalmente bueno. No hay maldad alguna en él, y todos sus actos son totalmente justos (por ejemplo, Deut. 32:4; Sal. 92:15; 1 Juan 1:5). He aquí lo que Habacuc dice a Dios: "Eres muy limpio de ojos para ver el mal, ni puedes contemplar la opresión" (Hab. 1:13).
Las Escrituras también enseñan sistemáticamente que Dios es todopoderoso. Jeremías 32:17 declara: "¡Señor Dios! Tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido. Nada hay que sea difícil para ti". Del mismo modo, Jesús mismo enseña que "para Dios todo es posible" (Mat. 19:26). Además, las Escrituras se refieren repetidamente a Dios simplemente como "el Todopoderoso" (por ejemplo, Apoc. 1:8). La palabra traducida como "Todopoderoso" en este y muchos otros versículos combina las palabras griegas que significan "todo" (pan) y "fuerza" o "poder" (kratos), lo que da como resultado la palabra que significa todopoderoso (pantokratór).
Sin embargo, hay una enorme diferencia entre la enseñanza de que Dios es todopoderoso y la opinión de que él ejerce todo su poder de tal manera que todo ocurre como quiere. Como veremos, Dios a menudo no consigue lo que quiere.
Aparte de los dos planteos vistos hasta aquí, muchos afirman que Dios permite o provoca males que son necesarios para que de ellos resulten bienes mayores. Tales enfoques se conocen como "culpa (o falta, o caída) feliz (o afortunada)" (especialmente en relación con el pecado de Adán y Eva, que resultó en la Redención mediante Cristo). Sin embargo, estos enfoques consideran al mal como si se tratara de peldaños necesarios para acceder al bien, lo cual es rechazado por Pablo en su carta a los Romanos (Rom. 3:8). Estos planteos no están en consonancia con las enseñanzas bíblicas.
HAY MUCHAS COSAS QUE NO SABEMOS: EL TEÍSMO ESCÉPTICO Y OTROS CAMINOS PROMISORIOS
El profundo sufrimiento de Job fue inmerecido. Dios mismo declaró que era fiel (Job 1:8; 2:3). Sus grandes pérdidas y sufrimientos no fueron castigos por su maldad, como afirmaban sus "amigos". En medio de su agonía, Job clamó a Dios en busca de respuestas. Al principio, Dios guardó silencio. Sin embargo, respondió luego a Job recordándole cuán poco sabía. Nosotros también deberíamos recordar cuán poco sabemos.
Dios "respondió a Job desde un torbellino: '¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?'" (Job 38:1, 2). Una versión traduce acertadamente este versículo de la siguiente manera: "¿Por qué hablas tanto cuando sabes tan poco?"
"¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia", continúa Dios (Job 38:4; cf. 11:7; 38:17, 18, 33). En respuesta, Job declara humildemente: "Es verdad, yo hablé de lo que no entendía, cosas tan maravillosas que no las puedo comprender" (Job 42:3; cf. 40:3-5).
En el diálogo más amplio, Dios deja claro que hay muchas cosas que Job no está en condiciones de saber. En cierto modo, esto se asemeja a un enfoque conocido hoy como teísmo escép-tico, según el cual Dios tiene buenas razones para actuar como lo hace en relación con el mal, pero los humanos carecemos de la capacidad y el conocimiento necesarios para entender esas razones. Este enfoque no es escéptico respecto de Dios, sino de nuestra capacidad de conocer o comprender por qué Dios gobierna nuestro mundo como lo hace.
Imagina que estás acampando y comienzas a sentir comezón en tus brazos. Cuando preguntas a otros cuál puede ser la razón, te informan que son picaduras de unos diminutos insectos difíciles de ver. Sin embargo, el hecho de que no los veas no significa que no existen.4
Del mismo modo, a menudo no estamos en condiciones de conocer o entender las razones por las que Dios actúa como lo hace en relación con el mal, pero eso no significa que Dios no tenga buenas razones para actuar así. En vista de la grandeza de Dios, no deberíamos siquiera aspirar a estar en condiciones de conocer o entender muchas cosas relacionadas con él y su manera de actuar.
LOS PENSAMIENTOS DE DIOS NO SON NUESTROS PENSAMIENTOS
Aunque ocurrió hace muchos años, recuerdo el hecho como si hubiera tenido lugar ayer. Mi hijo Joel tenía unos 18 meses, y mi mujer y yo descubrimos que podía tener una enfermedad potencialmente mortal. Para saber si necesitaba tratamiento inmediato había que hacerle una extracción de sangre, pero Joel estaba alterado, y agitaba sus brazos y sus piernas. Así que, la enfermera nos pidió a mi esposa y a mí que lo sujetáramos y lo mantuviéramos tan quieto como fuera posible mientras ella le extraía sangre. Nunca olvidaré cómo me miraba Joel. Aún no podía expresar sus sentimientos con palabras, pero podía ver las preguntas en sus ojos llenos de lágrimas: "¿Por qué me haces esto, papá? ¿Por qué no impides que me hagan daño?"
Nada de lo que le hubiera dicho le habría hecho entender por qué actuaba así. Parecía que le estaba haciendo daño, pero en realidad intentaba ayudarlo. Todo salió bien, pero nunca olvidaré la expresión de sus ojos.
Así como mi hijo de 18 meses de edad no estaba en condiciones de entender por qué lo sujetaba, a menudo nosotros no estamos en condiciones de entender por qué Dios no impide los males que creemos que debería impedir. Así como yo tenía buenas y amorosas razones para actuar como lo hacía, Dios siempre tiene razones buenas y perfectamente amorosas para lo que hace o deja de hacer, aunque normalmente no estamos en condiciones de saber con precisión cuáles son.
"Porque mis pensamientos no son como los de ustedes, ni sus caminos son mis caminos -dice el Señor-, Como es más alto el cielo que la tierra, así son mis caminos más altos que sus caminos, y mis pensamientos más que sus pensamientos" (Isa. 55:8, 9).
Independientemente de lo que digamos acerca del mal, debemos reconocer lo poco que sabemos al respecto. "¡Qué profunda riqueza de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!" (Rom. 11:33). En pocas palabras, hay muchas cosas que no conocemos. Por lo tanto, debemos abstenernos de especular, sobre todo en ausencia de revelación divina, ya que si hay algo que no necesitan ni desean quienes sufren intensamente es que alguien intente explicarles por qué están sufriendo tanto. Tales explicaciones no suelen ser útiles y, en algunos casos, resultan incluso perjudiciales.
Los "amigos" de Job empezaron de la manera correcta: "Se sentaron con él en tierra durante siete días y siete noches; y ninguno le decía palabra alguna, porque veían que su dolor era muy grande" (Job 2:13). Pero luego intentaron explicar por qué Job sufría y, de hecho, aumentaron la agonía de él. Más tarde, Dios los reprendió por no haber dicho lo justo acerca de él (Job 42:7). No sabían lo que decían. Cuando se trata de saber con exactitud por qué está ocurriendo algo malo, normalmente tampoco nosotros sabemos de qué hablamos, y deberíamos tener esto en cuenta antes de hablar, sobre todo en presencia de alguien que sufre. A menudo es mucho mejor permanecer en silencio y expresar compasión de maneras significativas y prácticas.
Reconocer cuán poco sabemos y cuánto ignoramos debería hacernos cautos al dirigirnos a quienes sufren y recordarnos que el hecho de no conocer las razones que Dios tiene para actuar como lo hace no significa que no tenga buenas razones para ello. En vista de esto, aun en ausencia de cualquier explicación acerca de por qué existe tanto mal, no estaríamos justificados para concluir que Dios no es bueno o no existe. En lugar de eso, podríamos declarar con Job: "Yo hablé de lo que no entendía, cosas tan maravillosas, que no las puedo comprender" (Job 42:3; cf. 40:3-5).
Afortunadamente, sin embargo, Dios ha revelado mucho más acerca de por qué hay tanta maldad en nuestro mundo. En los capítulos siguientes veremos que el mal es el resultado del uso indebido del libre albedrío por parte de las criaturas dentro del contexto más abarcante de un conflicto cósmico entre el Reino de Dios y un reino demoníaco de criaturas que se rebelaron contra él.
1 Bart D. Ehrman, God'sproblem: HowtheBiblefailstoanswerourmostimportant question-Why wesuffer (San Francisco, CA: HarperOne, 2008), p. 3.
2 Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 546.
3 David Hume, Diálogos sobre la religión natural (Madrid: Alianza Editorial, 1999). PP-127,128.
4 Ilustración usada por Stephen Wykstra en "Rowe's noseeum arguments from evil", en The evidential argument from evil, ed. por Daniel Howard-Snyder (Bloomington, IN: Indiana University Press, 1996), pp. 126-150.