Texto clave: Apocalipsis 21:4 CB
Enfoque del estudio: Job 38; CB 42:3; CB Romanos 8:18. CB
Introducción: Mientras luchamos por entender la presencia del mal en el mundo, debemos reconocer nuestras limitaciones y acercarnos con esperanza a su solución final.
Temática de la lección
La lección de esta semana subraya tres ideas principales:
La Biblia contiene preguntas abiertas acerca del problema del mal: En momentos de sufrimiento es difícil conciliar el amor y la inmensa bondad de Dios con la presencia del mal. Las Escrituras registran las preguntas de algunos personajes acerca del sufrimiento, y estas preguntas revelan que esperaban que Dios actuara en respuesta a ellas. Del mismo modo, esperamos que Dios triunfe sobre el mal en medio de nuestro propio sufrimiento y nuestra aflicción.
Nuestras explicaciones acerca del mal son limitadas: El problema del mal y del sufrimiento representa un desafío para la humanidad. Job planteó varias preguntas a Dios en medio de su sentimiento de impotencia para resolver ese problema. Sin embargo, en lugar de darle respuestas, Dios le hace más preguntas. A su vez, Job reconoce sus limitaciones para comprender adecuadamente la realidad del mal.
Se nos anima a abordar el problema del mal con esperanza: Debemos aprender a convivir con preguntas sin respuesta acerca del problema del mal. El pecado es un intruso y no se puede dar ninguna razón que explique plenamente su presencia en nuestro mundo. El amor de Dios nos ayuda a abordar el problema con esperanza.
Al abordar el difícil problema del mal y del sufrimiento, debemos reconocer, al igual que Job, cuán limitados somos para comprender las numerosas cosas malas que nos suceden y nos rodean. Sin embargo, ¿cómo podemos abordar con esperanza el problema del mal?
La Biblia contiene preguntas abiertas acerca del problema del mal
Hay varios casos en la Escritura en los que se plantea a Dios la pregunta "¿Hasta cuándo?" en relación con las acciones malvadas y el sufrimiento existente en el mundo y en la vida de quien interroga a Dios. Esta pregunta aparece a menudo en el Salmo 13:1 y 2, cuando el salmista se preocupa por el dolor constante y el enaltecimiento de sus enemigos. "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo andaré acongojado, con tristeza en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?"
Del mismo modo, el salmista se inquieta en el Salmo 94:3 ante lo que parece ser el triunfo injusto de los malvados: "¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo. Señor, se gozarán los impíos?" Además, la introducción de Habacuc 1:2 al 4 cuestiona fuertemente a Dios y utiliza la expresión "hasta cuándo". Habacuc pregunta: "¿Hasta cuándo, Señor, clamaré y no escucharás; daré voces a ti a causa de la violencia y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad y molestia? Destrucción y violencia están ante mí, y hay luchas y contiendas. Por lo cual la ley se debilita y la justicia no prevalece, por cuanto el impío asedia al justo y tuerce la justicia".
Paradójicamente, aunque el profeta Jeremías está seguro de la justicia de Dios, se pregunta por los juicios divinos: "Señor, tú eres siempre justo, para que yo contienda contigo. Sin embargo, hablaré contigo acerca de tu justicia. ¿Por qué prosperan los impíos y les va bien a los desleales?" (Jer. 12:1). Además, utiliza la expresión "hasta cuándo" para preguntar a Dios: "¿Hasta cuándo estará desierto el país, y marchita la hierba de todo el campo? Por la maldad de sus habitantes" (Jer. 12:4).
En el libro del Apocalipsis, la apertura del quinto sello presenta la imagen figurativa de "los que habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que habían dado" (Apoc. 6:9). Más concretamente, están "debajo del altar" y claman a Dios con la pregunta "¿hasta cuándo?": "¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra?" (Apoc. 6:io).
En conjunto, estas preguntas acerca de cuánto tiempo persistirán el mal y el sufrimiento implican perplejidad ante el problema y expresan un profundo anhelo de justicia divina. Mientras que el Salmo 10:1 y 2 no emplea la expresión "cuánto tiempo", la misma perplejidad y la fuerte expectativa de la acción divina están presentes en la pregunta dirigida a Dios allí: "Señor, ¿por qué estás lejos y te escondes en el tiempo de angustia? Con arrogancia el malo persigue al pobre, pero será atrapado en los artificios que ideó" (Sal. 10:1, 2).
Nuestras explicaciones acerca del mal son limitadas
Tal vez el libro bíblico más inquietante acerca del problema del mal sea Job. Job 30:26,27 y 31 ofrece un resumen básico acerca de cómo se siente él en su situación de profundo dolor: "Cuando yo esperaba el bien, me vino el mal; cuando esperaba luz, me vino la oscuridad. Mis entrañas se agitan sin reposo, días de aflicción me han venido" (vers. 26, 27). Job emplea el lenguaje metafórico de los instrumentos musicales para describir sus sentimientos negativos: "Mi arpa se ha enlutado y mi flauta es un lamento" (vers. 31).
Aunque cabría esperar que la aparición de Dios al final del libro ofreciera por fin las explicaciones necesarias para la conclusión de la narración, aquella nos deja con más interrogantes. En lugar de dar respuestas, Dios hace varias preguntas a Job (ver capítulos 38, 39). Esencialmente, el Señor lo interroga acerca de los misterios de la Creación para contrastar así la pequeñez de Job como criatura con la grandeza del Creador. Cuando Job se da cuenta de este marcado contraste y reconoce humildemente su limitada comprensión acerca de la vida y del mundo creado, se ve a sí mismo como "ese que oscurece el consejo sin ciencia", pues, como subraya, "yo hablé de lo que no entendía, cosas tan maravillosas, que no las puedo comprender" (Job 42:3).
Por lo tanto, al abordar los difíciles interrogantes acerca del mal y el sufrimiento, debemos reconocer cuán limitados somos para comprender adecuadamente y explicar plenamente muchas cosas que nos suceden y que ocurren a nuestro alrededor.
Paradójicamente, debemos convivir con muchas preguntas que no tienen respuesta y, al mismo tiempo, hacer todo lo posible, a pesar de nuestras limitaciones humanas, para comprender y explicar las cosas según lo que Dios nos ha revelado. Una de las maneras de entender y explicar, al menos parcialmente, las razones de la existencia del mal y del sufrimiento es explorar el tema del libre albedrío, un don precioso concedido por Dios a sus criaturas inteligentes, pero que fue mal utilizado en el mundo perfecto creado por Dios.
Como señala Elena de White: "Adán era un agente moral libre. Pero abusó de su libertad. Se dejó dominar por el apetito. Por desobediencia, perdió su inocencia. Por su propio libre albedrío, se convirtió en pecador, separándose del favor de Dios" (Manuscrito 132 de 1902). En otro lugar, ella argumenta que "la sabiduría infinita pone ante el hombre la distinción entre el bien y el mal, entre el pecado y la santidad; pero el gobierno de Dios es un gobierno de libre albedrío, y no hay acto de rebelión u obediencia que no sea un acto de libre albedrío" (Manuscrito 79 de 1896).
De allíque el mal uso del libre albedrío convierta el mundo perfecto creado por Dios en uno donde existen el mal, el pecado, el sufrimiento y la muerte. Aunque la idea del libre albedrío mal empleado no lo explica todo acerca del problema del mal y el sufrimiento, es una parte importante de la limitada comprensión y explicación que somos capaces de articular en torno a este problema, al menos según lo que nos ha sido revelado por Dios.
Se nos anima a abordar el problema del mal con esperanza
Es importante destacar que la Biblia contiene preguntas abiertas acerca del problema del mal. Nuestras explicaciones acerca de él son limitadas pues no hay justificación para su existencia. Elena de White ofrece una exposición concisa de esto al decir: "Es imposible explicar el origen del pecado y dar una razón de su existencia. Sin embargo, se puede entender suficientemente lo que atañe al origen y a la disposición final del pecado para hacer enteramente manifiesta la justicia y la benevolencia de Dios en su modo de proceder con el mal. Nada se enseña con mayor claridad en las Escrituras que el hecho de que Dios no fue en nada responsable de la aparición del pecado; de que no hubo retención arbitraria de la gracia divina, ni error alguno en el gobierno divino que dieran lugar al surgimiento de la rebelión. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es misterioso e inexplicable; excusarlo equivale a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa para ello o mostrar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado. Nuestra única definición del pecado es la que da la Palabra de Dios: 'El pecado es transgresión de la ley' (1 Juan 3:4); es la manifestación exterior de un principio en guerra con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino" (El conflicto de los siglos, pp. 547,548). Por lo tanto, nuestro enfoque al analizar el problema del mal debe ser el carácter amoroso de Dios, no el mal en sí mismo. Basándonos en su carácter amoroso, podemos abordar con esperanza el difícil problema del mal, no para justificarlo, sino para centrarnos en algo más grande, a saber, la gloriosa esperanza (ver Rom. 8:18) de que Dios "enjugará toda lágrima" (Apoc. 21:4).
Analiza las siguientes preguntas con tu clase:
1. ¿Te has encontrado alguna vez en una situación de profunda tristeza y sufrimiento en la que has sentido que Dios no te escuchaba cuando clamabas? Si es así, ¿cómo puede ayudarte la experiencia de Job a confiar en Dios a pesar del aparente triunfo del mal?
2. En momentos difíciles, ¿cómo puedes dejar de concentrarte en el problema del mal y sufrir con esperanza?
3. ¿Cómo puedes dialogar acerca del problema del mal de una manera que resulte provechosa para las generaciones más jóvenes de la iglesia?
4. ¿Qué consejos y explicaciones darías a alguien que se enfrenta a circunstancias extremadamente difíciles?