Lección 7: Para el 16 de noviembre de 2024
BIENAVENTURADOS LOS
QUE CREEN
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Lección 7 | Martes 12 de noviembre
EL TESTIMONIO INVOLUNTARIO DE PILATO
Juan registra una y otra vez los intentos de los líderes religiosos de apresar a Jesús,
llevarlo a juicio y sentenciarlo a muerte. Un tema característico del Evangelio de Juan,
expuesto a menudo por Jesús, es que aún no había llegado su tiempo, o su hora; es decir,
el momento de su crucifixión
Ahora había llegado la hora. Jesús fue arrestado en el huerto de Getsemaní, llevado ante Anás, luego ante el sumo sacerdote Caifás y dos veces ante Pilato.
Juan ha llamado a muchos testigos de todas las clases sociales para que den testimonio
de que Jesús era el Cristo. Ahora Juan llama a Pilato, el gobernador que juzgó a Jesús.
Este fue un testimonio importante porque Pilato era romano, gobernador y juez;
la mayoría de los otros testigos eran judíos y plebeyos.
¿Cómo se relaciona el veredicto de Pilato con el tema del Evangelio de Juan?
Jesús fue llevado ante Pilato el viernes de mañana, temprano (Juan 18:28). El plan de los conspiradores era enviar rápidamente al prisionero a la cruz. Pero el comportamiento de Jesús llamó la atención de Pilato. El gobernador interrogó atentamente a Jesús y escuchó de sus labios:" 'Yo para esto he nacido, para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz'" (Juan 18:37).
Aunque el gobernador condenó finalmente a Jesús a muerte, proclamó
tres veces su inocencia
Y sobre la cruz escribió
las palabras: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos" (Juan 19:19), completando su testimonio acerca de quién era Jesús. Sin embargo, a pesar de su testimonio en favor de la inocencia de Cristo, lo condenó a muerte.
Pilato tenía ante sí a la Verdad misma. Sin embargo, dejó que la turba lo intimidara y condenó a muerte a Jesús. ¡Qué trágico ejemplo de lo que significa no seguir los dictados de la conciencia acerca de lo que es correcto!
■ ¿Qué podemos aprender del ejemplo de Pilato sobre los peligros de permitir que el sentimiento popular y la presión grupal nos impidan hacer lo que creemos correcto?
Desde un principio se convenció Pilato de que Jesús no era un hombre como los demás. Lo consideraba un personaje de
excelente carácter y de todo punto inocente de las acusaciones que se le imputaban. Los ángeles testigos de la escena
observaban el convencimiento del gobernador romano, y para disuadirle de la horrible acción de entregar a Cristo para
que lo crucificaran, fue enviado un ángel a la mujer de Pilato, para que le dijera en sueños que era el Hijo de Dios a
quien estaba juzgando su esposo y que sufría inocentemente. Ella envió en seguida un recado a Pilato refiriéndole que
había tenido un sueño muy penoso respecto a Jesús, y aconsejándole que no hiciese nada contra aquel santo varón. El
mensajero, abriéndose apresuradamente paso por entre la multitud, entregó la carta en las propias manos de Pilato. Al
leerla, este tembló, palideció y resolvió no hacer nada por su parte para condenar a muerte a Cristo. Si los judíos
querían la sangre de Jesús, él no prestaría su influencia para ello, sino que se esforzaría por libertarlo (Primeros
escritos, pp. 172, 173).
“Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto, tomando agua se lavó las manos delante del pueblo,
diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo: veréislo vosotros”. Con temor y condenándose a sí mismo, Pilato
miró al Salvador. En el vasto mar de rostros vueltos hacia arriba, el suyo era el único apacible. En derredor de su
cabeza parecía resplandecer una suave luz. Pilato dijo en su corazón: Es un Dios. Volviéndose a la multitud, declaró:
Limpio estoy de su sangre, tomadle y crucificadle. Pero notad, sacerdotes y príncipes, que yo lo declaro justo. Y Aquel
a quien él llama su Padre os juzgue a vosotros y no a mí por la obra de este día. Luego dijo a Jesús: Perdóname por este
acto; no puedo salvarte. Y cuando le hubo hecho azotar otra vez, le entregó para ser crucificado (El Deseado de todas
las gentes, p. 687).
Pilato escribió entonces una inscripción en hebreo, griego y latín y la colocó sobre la cruz, más arriba que la cabeza
de Jesús. Decía: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”…
Los sacerdotes vieron lo que habían hecho, y pidieron a Pilato que cambiase la inscripción. Dijeron: “No escribas, Rey
de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos”. Pero Pilato estaba airado consigo mismo por su debilidad
anterior y despreciaba cabalmente a los celosos y arteros sacerdotes y príncipes. Respondió fríamente: “Lo que he
escrito, he escrito”.
Un poder superior a Pilato y a los judíos había dirigido la colocación de esa inscripción sobre la cabeza de Jesús. En
la providencia de Dios, tenía que incitar a reflexionar e investigar las Escrituras. El lugar donde Cristo fue
crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Miles de personas de todos los países estaban entonces en Jerusalén, y la
inscripción que declaraba Mesías a Jesús de Nazaret iba a llegar a su conocimiento. Era una verdad viva transcrita por
una mano que Dios había guiado (El Deseado de todas las gentes, pp. 694, 695).