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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 46; Jeremías 4:23-26; Salmo 47:1-4; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Salmo 75; Apocalipsis 14:6-12.
PARA MEMORIZAR:
"Dios, alábente los pueblos, todos los pueblos te alaben. Alégrense y gócense las naciones, porque juzgarás a los pueblos con equidad, y guiarás a las naciones en la tierra" (Sal. 67:3,4)- CB
Al pensar en los acontecimientos finales, tendemos a centrarnos en las bestias y los poderes descritos en Apocalipsis, que tienen sin duda un papel importante. De lo contrario, Dios no los habría incluido en la Biblia para que entendiéramos qué representan (ver Apoc. 1:3). Sin embargo, la profecía también trata temas clave relacionados con el pecado, el sufrimiento, el juicio, la lucha entre el bien y el mal, la justicia, la injusticia, la persecución y mucho más.
Los Salmos también tratan estos temas con gran profundidad y exploran las emociones humanas: desde el oscuro abatimiento hasta la alegría desbordante. Vemos allí a Israel preparándose para la batalla contra las fuerzas de las tinieblas. Leemos acerca de personas que luchan con la pregunta de por qué Dios no se enfrenta al mal de forma más directa e inmediata, una pregunta que sin duda todos nos hemos hecho alguna vez. Se nos dirige al Santuario en busca de respuestas, y también se apela repetidamente a la condición de Dios como Creador. ¿No son estas cuestiones y preguntas las mismas con las que también nosotros luchamos en nuestro contexto actual? Claro que sí. Por eso seguiremos estudiando y aprendiendo acerca de estas verdades cruciales contenidas en los Salmos.
El Salvador sabía que ningún argumento, por lógico que fuera, podría ablandar los duros corazones, o traspasar la costra de la mundanalidad y el egoísmo. Sabía que los discípulos habrían de recibir la dotación celestial; que el evangelio sería eficaz solo en la medida en que fuera proclamado por corazones encendidos y labios hechos elocuentes por el conocimiento vivo de Aquel que es el camino, la verdad y la vida. La obra encomendada a los discípulos requeriría gran eficiencia; porque la corriente del mal que fluía contra ellos era profunda y fuerte. Estaba al frente de las fuerzas de las tinieblas un caudillo vigilante y resuelto, y los seguidores de Cristo podrían batallar por el bien solo mediante la ayuda que Dios, por su Espíritu, les diera (Los hechos de los apóstoles, p. 25).
Ahora el ojo del Salvador penetra lo futuro; contempla los campos más amplios en los cuales, después de su muerte, los discípulos van a ser sus testigos. Su mirada profética abarca lo que experimentarán sus siervos a través de todos los siglos hasta que vuelva por segunda vez. Muestra a sus seguidores los conflictos que tendrán que arrostrar; revela el carácter y el plan de la batalla. Les presenta los peligros que deberán afrontar, la abnegación que necesitarán. Desea que cuenten el costo, a fin de no ser sorprendidos inadvertidamente por el enemigo. Su lucha no había de reñirse contra la carne y la sangre, sino "contra los principados, contra las potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este mundo, contra las huestes espirituales de iniquidad en las regiones celestiales". Efesios 6:12. Habrán de contender con fuerzas sobrenaturales, pero se les asegura una ayuda sobrenatural. Todos los seres celestiales están en este ejército. Y hay más que ángeles en las filas. El Espíritu Santo, el representante del Capitán de la hueste del Señor, baja a dirigir la batalla. Nuestras flaquezas pueden ser muchas, y graves nuestros pecados y errores; pero la gracia de Dios es para todos los que, contritos, la pidan. El poder de la Omnipotencia está listo para obrar en favor de los que confían en Dios (El Deseado de todas las gentes, pp. 318, 319).
Dios nos somete a pruebas para que nos acerquemos a él. El salmista dice: "Muchas son las aflicciones del justo, pero el Señor lo libra de todas ellas". David fue un hombre representativo. Su historia resulta de interés para todas las almas que luchan por las victorias eternas. Dos poderes lucharon por el dominio en su vida. La incredulidad reunió sus fuerzas y procuró eclipsar la luz que
brillaba sobre él desde el trono de Dios. Día tras día la batalla se desarrolló en su corazón y Satanás se opuso a cada avance de las fuerzas de la justicia. David comprendió lo que significaba luchar contra los principados y las potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo. A veces parecía que el enemigo debía obtener la victoria. Pero al final, la fe venció y David se regocijó en el poder salvador de Jehová (The Signs of the Times, 11 de agosto, 1909, "That Your Joy Might Be Full", párr. 9).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.