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MARTES 11 DE MARZO
Dios ha manifestado asombrosamente su amor y su justicia en medio del Conflicto Cósmico. Sin embargo, algunos podrían preguntarse: ¿Debería Dios haber hecho más de lo que hizo para prevenir y/o eliminar el mal? Como hemos visto, el trasfondo del Conflicto Cósmico muestra el respeto de Dios por el libre albedrío necesario para que pudiera existir una relación de amor perfecta entre él y la humanidad. Además, Dios se ciñó a ciertas limitaciones morales o reglas de enfrentamiento en el contexto de una disputa cósmica acerca de su carácter, algo que solo puede resolverse mediante la demostración de su amor.
Lee Isaías 5: 1 al 4. CB ¿Quién habla en estos versículos? ¿De quién habla Isaías? ¿A quiénes representan la viña y el viñador? ¿Qué significan las acciones del viñador en favor de la viña? ¿Cuál es el resultado?
En estos versículos, Isaías canta una canción acerca de su amada, caracterizada como una viña. El dueño de la viña es Dios mismo, y la viña representa al pueblo de Dios (ver, por ejemplo, Isa. 1: 8; CB Jer. 2: 21 CB ). Pero las implicaciones pueden aquí ampliarse e incluir la obra de Dios en el mundo. Según estos versículos, el dueño de la viña (Dios) hizo todo lo que razonablemente cabía esperar para asegurar el florecimiento de su viña. Esta debería haber producido buenas uvas, pero solo produjo «uvas silvestres», que otras traducciones denominan «sin valor». De hecho, la expresión hebrea así traducida significa literalmente «fruto apestoso». En otras palabras, la viña de Dios produjo uvas podridas.
En Isaías 5: 3 CB , Dios mismo invita a las personas a «juzgar» entre él y su viña. Y en Isaías 5: 4 CB , él plantea la pregunta más importante: «¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diera uvas buenas, ha dado uvas silvestres?». ¿Qué más pudo hacer? ¡Cuán asombroso es que incluso pida a otros que evalúen lo que hizo!
Cuando contemplamos la Cruz, donde Dios se ofreció a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados, ¿cómo adquieren sus palabras («¿qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?») un significado asombroso?
Dios en su Hijo había estado buscando fruto y no lo había encontrado. Israel era un estorbo en la tierra. Su misma existencia era una maldición; pues ocupaba en la viña el lugar que podía haber servido para un árbol fructífero. Despojaba al mundo de las bendiciones que Dios se proponía darle. Los israelitas habían representado mal a Dios entre las naciones. No eran meramente inútiles, sino un obstáculo decidido. En gran medida su religión descarriaba a la gente, y obraba la ruina en vez de la salvación.
En la parábola, el viñero no pone objeción a la afirmación de que si el árbol permanecía infructífero debía ser cortado; pero conoce y comparte los intereses del dueño en cuanto a aquel árbol estéril. Nada podía darle mayor placer que verlo crecer y fructificar. Responde al deseo del dueño diciendo: "Déjala aún este año, hasta que la excave y estercole. Y si hiciere fruto, bien".
El viñero no rehúsa trabajar por una planta tan poco promisoria. Está listo a prodigarle más cuidado aún. Hará más favorable su ambiente y le prodigará la máxima atención (Palabras de vida del gran Maestro, p. 170).
En las colinas de Palestina, nuestro Padre celestial había plantado su buena Vid, y él mismo era el que la cultivaba. Muchos fueron atraídos por la hermosura de esta Vid, y declararon su origen celestial. Pero para los dirigentes de Israel parecía como una raíz en tierra seca. Tomaron la planta, la maltrataron y pisotearon bajo sus profanos pies. Quería destruirla para siempre. Pero el celestial Viñador no la perdió nunca de vista. Después que los hombres pensaron que la habían matado, la tomó y la volvió a plantar al otro lado de la muralla. Ya no se vería el tronco. Quedaría oculto de los rudos asaltos de los hombres. Pero los sarmientos de la Vid colgaban por encima de la muralla. Habían de representarla. Por su medio, se podrían unir todavía inyectados a la Vid. De ella se ha ido obteniendo fruto. Ha habido una cosecha que los transeúntes han arrancado (El Deseado de todas las gentes, p. 629).
¿Podría Dios habernos dado prueba mayor de su amor que al dar así a su Hijo para que pase por estas escenas de sufrimiento? Y como el don de Dios al hombre fue el don gratuito de su amor infinito, así sus derechos a nuestra confianza, nuestra obediencia, todo nuestro corazón y la riqueza de nuestros afectos, son correspondientemente infinitos. Requiere todo lo que el hombre puede dar. La sumisión de nuestra parte debe ser proporcional al don de Dios. Debe ser completo, sin ninguna reserva. Todos somos deudores de Dios. Él tiene sobre nosotros derechos que no podemos satisfacer sin entregarnos en sacrificio pleno y de buen grado. Exige nuestra obediencia pronta y voluntaria, y no aceptará nada que no llegue a esto (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 407, 408).
Juan 8:54-58 |
1 Corintios 1:26-2926 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. |