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SÁBADO 08 DE MARZO
Lee para el estudio de esta semana
Para memorizar:
«Le dijo entonces Pilato: "Luego, ¿eres tú rey?". Respondió Jesús: "Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz"» ( Juan 18: 37 CB ).
Hace algunos años fue publicado en la revista Guide un cuento infantil muy perspicaz. La historia se centra en un niño huérfano llamado Denis, quien fue adoptado por una familia en la época medieval. Denis odiadamente al rey de su tierra porque cuando sus padres se enfermaron los soldados del rey se los llevaron y nunca volvieron a verlos. Mucho después supo que el rey los separó para evitar que las personas sanas padecieran los horrores de la peste negra. La verdad acerca del rey liberó a Denis del odio que había albergado casi toda su vida. El rey había accionado siempre y en todos los casos por amor a su pueblo.
Hoy, muchas personas ven a Dios como Denis veía al rey. El mal que han presenciado o experimentado los lleva a odiar a Dios oa negar su existencia. ¿Dónde está Dios cuando hay sufrimiento? Si Dios es bueno, ¿por qué existe tanto mal? El Conflicto Cósmicos arroja luz sobre esta cuestión crucial, pero quedan muchos interrogantes. Sin embargo, cuando todos nuestros intentos de respuesta no nos satisfacen, podemos mirar a Jesús en la Cruz y ver en él que es posible confiar en Dios a pesar de todas las preguntas que siguen sin respuesta.
Jesús quería contrastar su forma de obrar con la de sus acusadores. Este apresamiento a medianoche mediante una turba, esta cruel burla y ultraje aun antes de que fuera acusado o condenado, era el modo de proceder de ellos y no de él. La obra de Cristo era manifiesta a todos. No había nada en sus doctrinas que él ocultara. Así reprochó el proceder de ellos, y reveló la hipocresía de los saduceos.
La verdad nunca languidecía en sus labios, nunca sufría en sus manos por falta de perfecta obediencia a sus requerimientos. "Para esto he nacido —declara Cristo—, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad". Y los grandiosos principios de la verdad salían de sus labios con la lozanía de una nueva revelación. La verdad fue hablada por él con un fervor proporcionado a su infinita importancia ya los resultados trascendentales que dependían de su éxito (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1122).
Sobre Cristo como sustituto y garantía nuestro fue puesta la iniquidad de todos nosotros. Fué contado por transgresor, a fin de que pudiese redimirnos de la condenación de la ley. La culpabilidad de cada descendiente de Adán abrumó su corazón. La ira de Dios contra el pecado, la terrible manifestación de su desagrado por causa de la iniquidad, llenó de consternación el alma de su Hijo. Toda su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo caído las buenas nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre. Su tema era la salvación aun del principal de los pecadores. Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón a pesar de que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico (El Deseado de todas las gentes, p. 701).
Estamos seguros solo al seguir por donde Cristo nos dirige. El sendero llegará a ser más claro, más y más brillante, hasta que el día sea perfecto.
La tarea del hombre es trabajar en cooperación con Dios. Solo, sus pies se deslizarán por el camino que aparentemente es el más seguro. No podemos andar seguramente un paso en la mera sabiduría humana. Si queremos andar sin temor, debemos saber que la mano de Jesucristo sostiene firmemente la nuestra. Y podemos saber esto únicamente escudriñando la Palabra del Dios viviente...
Dios desea que los hombres sientan su dependencia de él, y se confien a esa mano que puede salvar hasta lo sumo, a ese corazón que palpita en respuesta al llamado de la sufriente humanidad. No debemos confiar en el hombre ni hacer de la carne nuestro brazo. Nuestra confianza debe estar puesta en una Mano cálida, viva, y en un Corazón que palpita de amor por los indefensos (In Heavenly Places, p. 258; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 260).
Juan 8:54-58 |
1 Corintios 1:26-2926 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. |