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Lección 13: Para el 28 de junio de 2025

Lección 13 | Jueves 26 de junio
Cuando Ciro conquistó la ciudad de Babilonia y concluyó el cautiverio del pueblo de Dios. Los persas les permitieron volver a la Tierra Prometida y reconstruir el Templo. Bajo Ciro, el Imperio Persa se convirtió en el más grande de la historia merced a lo que el historiador Tom Holland llama "el mayor conglomerado de territorios que el mundo hubiera conocido" (Tom Holland, Dominion: TheMaking ofthe WesternMind [Nueva York: Basic Books, 2019], p. 25, kindle edition). Como era costumbre entre los persas, Ciro fue llamado "el gran rey", o "rey de reyes".
Ciro prefigura lo que sucederá cuando Cristo regrese para buscar a su pueblo. Él es el Rey que viene del este (comparar con Mat. 24:27), para guerrear contra Babilonia y liberar a su pueblo a fin de que este quede finalmente libre de ella y vuelva a la Tierra Prometida (ver Apoc. 19:11-16). Por eso Dios se refiere a Ciro como "su ungido" (Isa. 45:1). Este famoso persa no solo liberó al pueblo de Dios, sino también su campaña contra Babilonia es un tipo o prefiguración de la segunda venida de Cristo.
Lee 2 Crónicas 36:22 y 23. CB ¿En qué se parecen la historia de Ciro y la de Nabucodonosor? ¿En qué difieren? ¿Cuál es la importancia del decreto? ¿Cómo influyó en la primera venida de Jesús siglos más tarde?
Malaquías es hoy el último libro del Antiguo Testamento, pero, de acuerdo con el orden original del canon hebreo, este terminaba originalmente con la declaración de Ciro en 2 Crónicas 36:22 y 23, después de la cual comienza el Nuevo Testamento con el relato de Mateo acerca del nacimiento de Cristo, el Ciro antitípico. Ciro decretó la reconstrucción del Templo terrenal, pero Jesús inauguraría su ministerio en el Santuario celestial, que conduciría a su regreso y a nuestra liberación.
Ciro no era una representación perfecta de Cristo. Ningún tipo o prefiguración se alinea perfectamente con el antitipo, con la realidad representada, razón por la cual no debemos leer demasiado en cada pequeño detalle. Sin embargo, Ciro funciona en líneas generales como un tipo del Salvador.
Cuán fascinante es que Dios utilizara a un rey pagano de una manera tan marcada para hacer su voluntad. A pesar de las apariencias, ¿cómo podemos aprender a confiar en que Dios ciertamente dirigirá los acontecimientos finales según han sido profetizados?
La historia de las naciones nos habla a nosotros hoy. Dios asignó a cada nación e individuo un lugar en su gran plan. Hoy los hombres y las naciones son probados por la plomada que está en la mano de Aquel que no comete error. Por su propia elección, cada uno decide su destino, y Dios lo rige todo para cumplir sus propósitos.
Al unir un eslabón con otro en la cadena de los acontecimientos, desde la eternidad pasada a la eternidad futura, las profecías que el gran YO SOY dio en su Palabra nos dicen dónde estamos hoy en la procesión de los siglos y lo que puede esperarse en el tiempo futuro. Todo lo que la profecía predijo como habiendo de acontecer hasta el momento actual, se lee cumplido en las páginas de la historia, y podemos tener la seguridad de que todo lo que falta por cumplir se realizará en su orden (Profetas y reyes, pp. 393, 394).
La destrucción de Babilonia ilustra hasta cierto punto la destrucción final del mundo, de la cual escribe el profeta: "He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores". La destrucción vino sobre Babilonia mientras el rey y sus señores estaban de fiesta y glotonería. Ciro y su ejército subieron por el lecho del río Éufrates, pues se habían cavado trincheras y el río se había desviado de su curso, de modo que no había obstáculo para que entrasen en la ciudad, siempre que se abriesen las puertas. Los guardias se entregaban a la alegría y a la borrachera, y la ciudad quedó sin defensa. Antes de que los oficiales se dieran cuenta, el enemigo había entrado en la ciudad y era imposible escapar. Los que estaban en una parte de la ciudad fueron asesinados o capturados antes de que los que estaban en otra parte supieran que la ciudad había sido invadida. No sonó ninguna alarma, no se pudo lanzar ningún grito para advertir al pueblo de que las fuerzas de Ciro estaban sobre ellos...
Babilonia es un símbolo del mundo en general. Cuando su perdición se hizo segura, sus reyes y oficiales parecieron enloquecer, y su propio curso aceleró su destino. Cuando la perdición de una nación está fijada, parece que toda la energía, sabiduría y discreción de su anterior época de prosperidad abandona a sus hombres de posición, y precipitan el mal que querían evitar. Los enemigos exteriores no son el mayor peligro para un individuo o una nación. El derrocamiento de una nación resulta, bajo la providencia de Dios, de algún curso imprudente o malvado propio. Pero el pueblo que teme a Dios, que es fiel a sus leyes, que aplica los principios de la justicia en su vida, tiene una defensa segura; Dios será el refugio de los que confían en él (The Signs of the Times, 29 de diciembre, 1890, "A Symbol of Final Destruction", párr. 2, 6).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.