| 
  
  
|---|
Lección 1: Para el 5 de julio de 2025
OPRESIÓN: EL TRASFONDO Y EL NACIMIENTO DE MOISÉS

Miércoles 2 de julio
Lee Éxodo 2:1 al 10. ¿Qué papel desempeñaron la providencia y la protección de Dios en la historia del nacimiento de Moisés?
El trasfondo histórico del nacimiento y la vida de Moisés es apasionante porque él vivió durante la época de la célebre decimoctava dinastía egipcia. Uno de los reyes de esta dinastía, Tutmosis III, llamado el "Napoleón de Egipto", es considerado uno de los faraones más famosos del antiguo Egipto.
Aunque fue condenado a muerte al nacer (ver Éxo. 1:22), Moisés nació como un hijo especial (hebreo tob, literalmente "bueno"; Éxo. 2:2). El término hebreo tob describe algo más que la belleza externa. Esta palabra se utiliza, por ejemplo, para caracterizar la obra de Dios durante la semana de la Creación, cuando declaró que todo era "muy bueno" (Gén. 1:4, 10, 31).
Como nueva creación, este niño "bueno" llegaría a ser, en armonía con el plan de Dios, el adulto que libertaría a los hebreos de su esclavitud. ¿Quién habría imaginado cuando nació, especialmente en circunstancias tan terribles, el futuro de este niño? Sin embargo, Dios cumpliría las promesas que hizo a Abraham, Isaac y Jacob de otorgar la Tierra Prometida a sus descendientes (Éxo. 2:24, 25), para lo cual utilizaría a este bebé tob décadas más tarde.
La princesa egipcia Hatshepsut adoptó a Moisés como hijo. El nombre dado a Moisés es de origen egipcio y significa "hijo de" o "nacido de", como se refleja en los nombres Amosis ("hijo de Aj") o Tutmosis ("hijo de Tut"). En hebreo su nombre significa "sacado", ya que fue milagrosamente salvado cuando fue "sacado" del río.
Es poco lo que sabemos acerca de sus primeros años de vida. Tras ser salvado milagrosamente y adoptado por Hatshepsut, Moisés vivió sus primeros doce años con su familia original (Éxo. 2:7-9; Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 251) y recibió la mejor educación egipcia con el fin de prepararlo para ser el próximo faraón de Egipto (Patriarcas y profetas, p. 245). Gran parte de esa educación resultó inútil e incluso contraria a lo que realmente importaba: el conocimiento de Dios y de su verdad.
■ ¿Cuánto de lo que estás aprendiendo es en última instancia inútil para lo que realmente importa?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Exodo 20 (Incluye Audio y Comentario Bíblico)
Mientras este decreto estaba en plena vigencia, les nació un hijo a Amram y Jocabed, devotos israelitas de la tribu de Leví. El bebé era "un niño hermoso"; y los padres, creyendo que se acercaba el tiempo de la liberación de Israel y que Dios levantaría un libertador para su pueblo, decidieron que su pequeño no sería sacrificado. La fe en Dios fortaleció sus corazones, "y no temieron el mandato del rey" ( Hebreos 11:23 ).
La madre logró ocultar al niño durante tres meses. Luego, al ver que ya no podía mantenerlo seguro, preparó una pequeña arca de juncos, impermeabilizándola con limo y brea; y colocando al bebé dentro, la colocó entre las losas a la orilla del río. No se atrevió a quedarse para cuidarla, por temor a que la vida del niño y la suya propia se perdieran; pero su hermana, Miriam, se quedó cerca, aparentemente indiferente, pero observando ansiosamente para ver qué sería de su hermanito. Y había otros observadores. Las fervientes oraciones de la madre habían encomendado a su hijo al cuidado de Dios; y ángeles, invisibles, planeaban sobre su humilde lugar de descanso. Ángeles guiaron a la hija del Faraón hasta allí. La canastilla despertó su curiosidad, y al contemplar al hermoso niño que había dentro, leyó la historia de un vistazo. Las lágrimas del bebé despertaron su compasión, y sintió compasión por la madre desconocida que había recurrido a este medio para salvar la vida de su precioso pequeño. Decidió que se salvara; lo adoptaría como suyo. —Patriarcas y Profetas, págs. 242, 243.
Dios había escuchado las oraciones de la madre; su fe había sido recompensada. Con profunda gratitud emprendió su ahora segura y feliz tarea. Aprovechó fielmente la oportunidad de educar a su hijo para Dios. Confiaba en que lo habían preservado para una gran obra, y sabía que pronto sería entregado a su regia madre, para rodearse de influencias que tenderían a alejarlo de Dios. Todo esto la hizo más diligente y cuidadosa en su instrucción que en la de sus otros hijos. Se esforzó por inculcarle el temor de Dios y el amor a la verdad y la justicia, y oró fervientemente para que fuera preservado de toda influencia corruptora. Le mostró la insensatez y el pecado de la idolatría, y desde pequeño le enseñó a inclinarse y orar al Dios vivo, quien solo podía escucharlo y ayudarlo en cualquier emergencia. Conservó al niño todo el tiempo que pudo, pero se vio obligada a abandonarlo cuando tenía unos doce años. De su humilde cabaña fue llevado al palacio real, a la casa de la hija del Faraón, y se convirtió en su hijo. Sin embargo, ni siquiera allí perdió las impresiones recibidas en la infancia. Las lecciones aprendidas al lado de su madre podían ser olvidadas. Fueron un escudo contra el orgullo, la infidelidad y el vicio que florecían en medio del esplendor de la corte. —Patriarcas y Profetas, págs. 243, 244.
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.