PARA MEMORIZAR:
«El Señor pasó ante Moisés y proclamó: “¡Señor! ¡Señor! ¡Dios compasivo y bondadoso, lento para la ira, y grande en amor y fidelidad! Que mantiene su invariable amor a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y no da por inocente al culpable; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y los nietos hasta la tercera y cuarta generación”» (Éxo. 34:6, 7).
 

Lección 12 Para el 20 de septiembre de 2025
“Te ruego que me muestres tu gloria”





- Audio Lección -

Jueves, 18 de septiembre

El rostro radiante de Moisés

Lee Éxodo 34:29-35    . ¿Por qué resplandecía el rostro de Moisés?

Moisés descendió al campamento de Israel con su rostro radiante después de que Dios le revelara su carácter amoroso. ¿Era Moisés consciente de ese fenómeno? En absoluto. Cuanto más cerca está uno del Señor, más consciente es de sus imperfecciones en comparación con la santidad de Dios.

¿Qué hizo resplandecer el rostro de Moisés? No fue el simple hecho de estar en la presencia de Dios, ya que había estado antes en varias ocasiones con él sin que ocurriera ese fenómeno. Moisés fue transformado, y su rostro resplandeció cuando comprendió la bondad y la misericordia de Dios, y fue completamente receptivo a él en respuesta a la belleza del carácter divino. Nuestros corazones y mentes pueden experimentar un cambio cuando nos rendimos a Dios y le permitimos ser el Señor y Rey de nuestra vida.

Lee 2 Corintios 3:18    . ¿Cómo puede Jesús transformarte gradualmente a su imagen?

Pablo compara el rostro resplandeciente de Moisés con Jesucristo y dice que la gloria de este (en quien se personificaron la Ley y la gracia de Dios) supera la gloria de la Ley dada por medio de Moisés. Cristo y su Ley solo pueden grabarse en nuestro carácter cuando fijamos los ojos en él ( Heb. 3:1;    Heb. 12:2    ) y en virtud del poder del Espíritu de Dios ( 2 Cor. 3:12-18    ).

Moisés es un modelo que demuestra lo que Dios puede hacer por nosotros cuando le permitimos que transforme nuestro carácter y nos moldee a su imagen divina. A esto se refiere Pablo cuando habla de andar en la «nueva vida» ( Rom. 6:4    ).

¿Qué aspectos de tu carácter necesitan reflejar mejor el carácter de Dios? Probablemente todas, ¿verdad? Sin embargo, ¿cómo puede darte ánimo y seguridad de salvación el hecho de centrarte en la cruz y en lo que ella significa?


Comentarios de Elena G.W.

Los que pisotean la autoridad de Dios y abiertamente demuestran menosprecio por la ley que fue dada con tanta grandiosidad en el Sinaí, virtualmente desprecian al Dador de la ley, al gran Jehová. A los hijos de Israel, que transgredieron el primero mandamiento y el segundo, se les ordenó que no se les viera cerca del monte, donde Dios iba a descender en gloria para escribir la ley por segunda vez en tablas de piedra, no fuera que se consumieran con el fulgor glorioso de su presencia. Y si ni siquiera pudieron mirar el rostro de Moisés por el resplandor de su rostro, porque había estado en comunión con Dios, ¿cuánto menos podrán los transgresores de la ley de Dios mirar al Hijo de Dios cuando aparezca en las nubes del cielo en la gloria de su Padre, rodeado de toda la hueste angélica, para ejecutar el juicio sobre todos los que han desobedecido los mandamientos de Dios y han pisoteado su sangre? (Spiritual Gifts, t. 3, p. 294).

Moisés tenía un profundo sentido de la presencia personal de Dios. No miraba solamente a través de los siglos esperando que Cristo se manifestase en la carne, sino que veía a Cristo de una manera especial acompañando a los hijos de Israel en todos sus viajes. Dios era real para él, siempre presente en sus pensamientos. Cuando se le interpretaba erróneamente, cuando estaba llamado a arrostrar peligros y soportar insultos por amor de Cristo, los sufría sin represalias. Moisés creía en Dios, como en Aquel a quien necesitaba, y quien le ayudaría por causa de su necesidad. Dios era para él un auxilio presente.

Mucha de la fe que vemos es meramente nominal; escasea la fe verdadera, confiada y perseverante. Moisés realizó en su propia experiencia la promesa de que Dios será galardonador de aquellos que le buscan diligentemente. Tenía respeto por la recompensa del galardón. En esto hay otro punto de la fe que deseamos estudiar: Dios recompensará al hombre de fe y obediencia. Si esta fe penetra en la experiencia de la vida, habilitará a cada uno de los que temen y aman a Dios para soportar pruebas. Moisés estaba lleno de confianza en Dios, porque tenía una fe que se apropiaba sus promesas. Necesitaba ayuda, oraba por ella, se aferraba a ella por la fe, y entretejía en su experiencia la creencia de que Dios le cuidaba. Creía que Dios regía su vida en particular. Veía y reconocía a Dios en todo detalle de su vida, y sentía que estaba bajo el ojo del que lo ve todo, que pesa los motivos y prueba el corazón. Miraba a Dios, y confiaba en que él le daría fuerza para vencer toda tentación… La presencia de Dios bastaba para hacerle atravesar las situaciones más penosas en las cuales un hombre pudiera ser colocado.

Moisés no pensaba simplemente en Dios; le veía. Dios era la constante visión que había delante de él; nunca perdía de vista su rostro. Veía a Jesús como su Salvador, y creía que los méritos del Salvador le serían imputados. Esta fe no era para Moisés una suposición; era una realidad. Esa es la clase de fe que necesitamos: la fe que soportará la prueba. ¡Oh cuántas veces cedemos a la tentación porque no mantenemos nuestros ojos puestos en Jesús! (Conflicto y valor, 20 de marzo, p. 85).


Reavivados por su Palabra: Hoy, Deuteronomio 2 (Incluye Audio y Comentario Bíblico)   


Juan 8:54-58   

1 Corintios 1:26-29   

26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.


Pasajes de Éxodo

Éxodo 19:3

Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel:

Éxodo 19:7

Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado.

Éxodo 19:2

Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte.

Éxodo 19:8

Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.

Éxodo 19:14

Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos.

Éxodo 19:3

Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel:

Éxodo 19:20

Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió.

Éxodo 19:25

Entonces Moisés descendió y se lo dijo al pueblo.

Éxodo 19:4

Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.

Éxodo 20:21

Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.

Éxodo 24:3

Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho.

Éxodo 24:5

Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová.

Éxodo 24:9

Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel;

Éxodo 24:12-18

12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. 13 Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos. 15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. 18 Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

Éxodo 32:15

Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas.

Éxodo 32:6

Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.

Éxodo 32:30-31

30 Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado. 31 Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro,

Números 14:18

Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos.

Nehemías 9:17

No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste.

Salmos 103:8

Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia.

Joel 2:13

Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.

Jonás 4:2

Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.