Lección 13 | Domingo 22 de diciembre
¿Qué verdades cruciales se revelan aquí, especialmente acerca de la gracia de Dios y la humildad humana?
Juan 20 termina con el propósito del libro. Sería, pues, el lugar lógico para concluir, pero hay un capítulo más. El capítulo 21 comienza con el regreso de algunos de los discípulos a Galilea y con la sugerencia de Pedro de pasar una noche en el lago. Parece que han vuelto los viejos tiempos» y los discípulos retoman su antiguo oficio, la pesca. Pero esa noche no pescan nada.
Por la mañana, un misterioso desconocido les dice desde la orilla que echen la red a la derecha de la barca. Entonces pescan tantos peces que no pueden recoger la red. Aquello fue un eco del comienzo de su ministerio con Jesús (ver
Juan reconoce inmediatamente a Jesús y se lo dice a Pedro, quien enseguida salta al agua y nada hasta la orilla.Jesús hace tres preguntas a Pedro, todas relacionadas con el amor a su Maestro. Antes de la crucifixión, Pedro insistió en que daría su vida por Jesús
Entonces, Jesús predijo su triple negación En este encuentro en Galilea, Pedro no se pone a sí mismo como punto de referencia, sino a Jesús: "Señor, tú sabes todas las cosas. Tú sabes que te quiero"Algunos observan que Jesús utiliza el verbo agapad, que significa amar, al interrogar a Pedro (excepto la última vez), y que Pedro siempre responde con fileó, que significa amar, pero solo como amigo. Ven implícito en este juego de palabras que Pedro no ha alcanzado el tipo superior de amor.
En realidad, la respuesta de Pedro se centra en la humildad. Con el fracaso de Pedro siempre ante él, es más probable que utilice humildemente un "término inferior", sin atreverse a reclamar demasiado para sí. Y es esta humildad la que Jesús reconoce, y la que resulta crucial para restaurar a Pedro en el ministerio. Sin duda, la humildad es una de las mejores cualidades para el ministerio, porque hace que el centro de atención sea Jesucristo, no uno mismo.
La restauración de Pedro y su papel como líder de la iglesia primitiva es una de las pruebas más contundentes de que Jesús resucitó. Sería difícil explicar la prominencia de Pedro sí Jesús no lo hubiera restaurado al ministerio en presencia de los otros discípulos.
■ ¿Por qué es tan importante la humildad para conocer al Señor? A la luz de la Cruz, ¿de qué podemos sentirnos orgullosos?
Reavivados por su Palabra: Hoy, 1 Corintios 12. CB
Comentarios Elena G.W
Pedro, que todavía amaba mucho sus botes y la pesca, propuso salir al mar y echar sus redes. Todos acordaron participar en este plan… Así que salieron en su barco, pero no prendieron nada. Trabajaron toda la noche sin éxito… [L]os discípulos vieron de pie sobre la playa a un extraño que los recibió con la pregunta: “Mozos, ¿tenéis algo de comer?” Cuando contestaron: “No”, “él les dice: Echad la red a la mano derecha del barco, y hallaréis. Entonces la echaron, y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de peces”. Juan reconoció al extraño, y le dijo a Pedro: “El Señor es”. Pedro se regocijó de tal manera que en su apresuramiento se echó al agua y pronto estuvo al lado de su Maestro (El Deseado de todas las gentes, p. 810). Cuando por tercera vez Cristo preguntó a Pedro: “¿Me amas?” la sonda llegó al fondo del alma. Reprendido por su propia conciencia, Pedro cayó sobre la Roca, diciendo: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”… Algunos aseguran que si un alma tropieza y cae, nunca puede recobrar su posición; pero el caso que estamos considerando contradice esto… Al encomendar a su cuidado las almas por las que había dado su vida, Cristo dio a Pedro la evidencia más fuerte de su confianza en su restauración… Pedro tenía ahora la humildad suficiente para comprender las palabras de Cristo, y sin dudar más, el discípulo que había sido inquieto, jactancioso, presuntuoso se volvió sumiso y contrito. Siguió de veras a su Señor: el Señor al cual había negado. El pensamiento de que Cristo no lo había negado ni rechazado era para Pedro luz, consuelo y bendición (Conflicto y valor, p. 322). Debemos contemplar a Cristo. La ignorancia de su vida y su carácter induce a los hombres a exaltarse en su justicia propia. Cuando contemplemos su pureza y excelencia, veremos nuestra propia debilidad, nuestra pobreza y nuestros defectos tales cuales son. Nos veremos perdidos y sin esperanza, vestidos con la ropa de la justicia propia, como cualquier otro pecador… Mientras más nos acerquemos a Jesús, y más claramente apreciemos la pureza de su carácter, más claramente discerniremos la excesiva pecaminosidad del pecado, y menos nos sentiremos inclinados a ensalzarnos a nosotros mismos. Aquellos a quienes el Cielo reconoce como santos son los últimos en alardear de su bondad. El apóstol Pedro llegó a ser fiel ministro de Cristo, y fue grandemente honrado con la luz y el poder divinos; tuvo una parte activa en la formación de la iglesia de Cristo; pero Pedro nunca olvidó la terrible vicisitud de su humillación; su pecado fue perdonado; y sin embargo, él bien sabía que para la debilidad de carácter que había ocasionado su caída solo podía valer la gracia de Cristo. No encontraba en sí mismo nada de que gloriarse (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 123, 124).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.