Lección 13 | Jueves 26 de diciembre
¿De qué manera describe esta sorprendente afirmación la autoridad de Jesucristo?
Como hemos visto a lo largo de las lecciones de este trimestre, el Evangelio de Juan nos atrae hacia Jesús, pero solo si estamos dispuestos a conocer a Dios y a hacer su voluntad. A lo largo de su Evangelio, las personas que se encuentran con Jesús aceptan la luz y crecen o la rechazan y quedan ciegas. Nicodemo, la mujer junto al pozo, el funcionario, el hombre del estanque de Betésda, los cinco mil alimentados con unos pocos panes y peces, los hermanos de Jesús, los líderes religiosos, el ciego de nacimiento, María y Marta, Pilato, todos se encontraron con Jesús y tomaron decisiones acerca de la verdad y la luz que él traía.
La teología desde abajo comienza con la argumentación humana para determinar y examinar la existencia y la naturaleza de Dios. La defectuosa, caída y prejuiciosa perspectiva humana tiene prioridad sobre la divina, santa, perfecta y omnisciente. La teología desde abajo conduce a las personas inevitablemente por mal camino, como lo ha hecho en el pasado y lo hará en el futuro (ver Apoc. 14:1-12), cuando la sabiduría humana usurpará el lugar de la divina e intentará imponer una falsa adoración en el mundo.
¿Cuál es el secreto del crecimiento y la salud espirituales?
El secreto es permanecer conectados a Jesús. Él es la Palabra de Dios; el Pan de Vida; la Luz del mundo; la Puerta de las ovejas; el Buen Pastor; la Resurrección y la Vida; el Camino, la Verdad y la Vida; y la Vid verdadera.
Los integrantes de la Deidad y la Biblia son como imanes. Si no nos resistimos, nos atraerán hacia ellos. "La voz de Dios nos habla a través de su Palabra, y oiremos muchas voces, pero Cristo nos dijo que debemos cuidarnos de quienes dirán: Aquí está Cristo' o 'Allí está Cristo'. Entonces, ¿cómo sabremos que los tales no tienen la verdad, a menos que cotejemos cada cosa con las Escrituras?" (Elena de White, Fe y obras, p. 56). Entonces, debemos someter nuestros propios puntos de vista a los presentados en la Palabra de Dios.
“Yo soy la vid y ustedes los pámpanos” (Juan 15: 5, RVC). ¿Podemos concebir una relación con Cristo más íntima que esta? Las fibras de los pámpanos y las de la vid son casi idénticas. El tronco transmite vida, fuerza y poder de fructificación a los pámpanos o sarmientos de modo constante y sin impedimento alguno. La raíz envía la savia nutricia a través de los pámpanos. Tal es la relación que existe entre el verdadero creyente y Cristo. El primero mora en Cristo y se nutre de su savia. Esta relación espiritual se puede establecer solamente ejerciendo nuestra fe personal. Esta fe debe expresar suprema preferencia, perfecta confianza, plena consagración de nuestra parte. Nuestra voluntad debe haberse entregado por completo a la de Dios; nuestros sentimientos, deseos, intereses y conciencia se habrán identificado con la prosperidad del reino de Cristo y el triunfo de su causa. Al mismo tiempo estaremos recibiendo constantemente su gracia, y Cristo estará aceptando nuestra gratitud (Mi vida hoy, p. 15). Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra solos. Confiaron en Cristo para obtener el perdón de sus pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas todo esfuerzo tal fracasará. El Señor Jesús dice: “Porque separados de mí nada podéis hacer”. Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo. Sólo estando en comunión con él diariamente y permaneciendo en él cada hora es como hemos de crecer en la gracia. Él no es solamente el autor de nuestra fe sino también su consumador. Ocupa el primer lugar, el último y todo otro lugar. Estará con nosotros, no solo al principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del camino. David dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque estando él a mi diestra, no resbalaré”. Salmo 16:8. Preguntaréis tal vez: “¿Cómo permaneceremos en Cristo?” Pues, del mismo modo en que le recibisteis al principio. “De la manera, pues, que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en él”. “El justo… vivirá por la fe”. Colosenses 2:6; Hebreos 10:38. Os entregasteis a Dios para ser completamente suyos, para servirle y obedecerle, y aceptasteis a Cristo como vuestro Salvador. No podíais por vosotros mismos expiar vuestros pecados o cambiar vuestro corazón; pero habiéndoos entregado a Dios, creísteis que por causa de Cristo el Señor hizo todo aquello por vosotros. Por la fe llegasteis a ser de Cristo, y por la fe tenéis que crecer en él, dando y recibiendo. Tenéis que darle todo: el corazón, la voluntad, la vida, daros a él para obedecerle en todo lo que os pida; y debéis recibirlo todo: a Cristo, la plenitud de toda bendición, para que more en vuestro corazón, sea vuestra fuerza, vuestra justicia, vuestro eterno Auxiliador, y os dé poder para obedecer (El camino a Cristo, pp. 69, 70). La fortaleza de toda alma reside en Dios y no en el hombre. La quietud y la confianza han de ser la fuerza de todos los que dediquen su corazón a Dios. Cristo no manifiesta un interés casual en nosotros; el suyo es más fuerte que el de una madre por su hijo. Nuestro Salvador nos ha comprado mediante el sufrimiento y el dolor humanos, mediante el insulto, el oprobio, el ultraje, la burla, el rechazo y la muerte. Está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. Él te asegurará bajo su protección. Nuestra debilidad en la naturaleza humana no impedirá nuestro acceso al Padre celestial, porque él [Cristo] murió para interceder por nosotros (Sons and Daughters of God, p. 77; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 79).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.