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Domingo 16 de marzo | Lección 12
LOS DOS MANDAMIENTOS PRINCIPALES
A fin de reflexionar acerca de lo que podemos hacer, individual y colectivamente, para promover el amor y la justicia de Dios en nuestro mundo, conviene comenzar centrándonos en lo que Dios nos ha ordenado.
Lee Mateo 22:34 al 40. CB ¿Cómo respondió Jesús a la pregunta del intérprete de la ley?
Según el propio Jesús, el "primer y gran mandamiento" es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente". Y luego añadió: "El segundo es semejante a este: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo' ". Sin embargo, estos mandamientos no son los únicos. Jesús enseñó además lo siguiente: "De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas" (Mat. 22:37-40). De hecho, esos dos mandamientos son citados en el Antiguo Testamento.
Lee Mateo 19:16 al 23.. CB ¿Cómo se relacionan las respuestas de Jesús a las preguntas del joven rico con las que dio al intérprete de la Ley en Mateo 22?
¿Qué sucedió aquí? ¿Por qué respondió Jesús a ese hombre como lo hizo? ¿Qué deberían decirnos estos encuentros independientemente de nuestra posición o situación en la vida?
"Cristo presentó las únicas condiciones que pondrían al príncipe donde este perfeccionaría un carácter cristiano. Sus palabras eran palabras de sabiduría, aunque parecían severas y exigentes. En aceptarlas y obedecerlas estaba la única esperanza de salvación del príncipe. Su posición exaltada y sus bienes ejercían sobre su carácter una sutil influencia para el mal. Si los prefiriese, suplantarían a Dios en sus afectos. El guardar poco o mucho sin entregarlo a Dios sería retener lo que reduciría su fuerza y eficiencia moral; porque si se aprecian las cosas de este mundo, por inciertas e indignas que sean, llegan a absorberlo todo" (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 479).
El doctor de la ley no estaba satisfecho con la opinión y las obras de los fariseos. Había estado estudiando las Escrituras con el deseo de conocer su significado real. Tenía vital interés en el asunto, y había preguntado con sinceridad: "¿Haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?" En su respuesta a los requerimientos de la ley, pasó por alto el cúmulo de preceptos ceremoniales y rituales. No les atribuyó ningún valor, sino que presentaron los dos grandes principios de los cuales dependen la ley y los profetas. Esta respuesta, al ser elogiada por Cristo, colocó al Salvador en un terreno ventajoso frente a los rabinos. No podrían condenarle por haber sancionado lo declarado por un expositor de la ley.
"Haz esto, y vivirás", dijo Jesús. Presentó la ley como una unidad divina, enseñando así que es imposible guardar un precepto y quebrantar otro; porque el mismo principio corre por todos ellos. El destino del hombre será determinado por su obediencia a toda la ley. El amor supremo a Dios y el amor imparcial al hombre son los principios que deben practicarse en la vida (El Deseado de todas las gentes, pp. 460, 461).
Cuando este joven príncipe vino a Jesús, su sinceridad y fervor ganaron el corazón del Salvador. "Mirándole, amole". En este joven vio él a uno que podría ser útil como predicador de justicia. Él quería recibir a este noble y talentoso joven tan prestamente como recibió a los pobres pescadores que lo siguieron. Si el joven hubiera consagrado su habilidad a la obra de salvar almas, habría llegado a ser un diligente obrero de éxito para Cristo.
Pero primeramente debía aceptar las condiciones del discipulado. Debía consagrarse a sí mismo sin reservas a Dios. Al llamado del Salvador, Juan, Pedro, Mateo, y sus compañeros, "dejadas todas las cosas, levantándose, le siguieron". Lucas 5:28 . La misma consagración se exigió del joven príncipe. Y en esto Cristo no pidió un sacrificio mayor del que él mismo había hecho. "Por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que vosotros por su pobreza fueseis enriquecidos". 2 Corintios 8:9 . El joven rico solo tenía que seguir el camino recorrido por Cristo (Palabras de vida del gran Maestro, págs. 392, 393).
Los que aman a Dios no pueden abrir odio o envidia. Mientras que el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás, no simplemente porque se reciban favores de ellos, sino porque el amor es el principio de acción y modifica el carácter, gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad y eleva y ennoblece los afectos. Este amor no se reduce a incluir solamente "a mí ya los míos", sino que es tan amplio como el mundo y tan alto como el cielo, y está en armonía con el de los activos ángeles. Este amor, albergado en el alma, suaviza la vida entera, y hace sentir su influencia en todo su alrededor (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 221).
Juan 8:54-58 |
1 Corintios 1:26-2926 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. |