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Martes 18 de marzo | Lección 12
Las Escrituras declaran que Dios ama la justicia y odia el mal (por ejemplo, Sal. 33:5; Isa. 61:8), lo que despierta en él una justa indignación en favor de toda víctima de la injusticia. A lo largo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, Dios se muestra constantemente apasionado a favor de los oprimidos, al tiempo que expresa su justa ira contra los victimarios y opresores.
Lee Salmo 82. CB ¿Cómo expresa este salmo la preocupación de Dios por la justicia en este mundo? ¿Qué significa esto para nosotros?
Según muchos comentaristas, este pasaje condena a los gobernantes terrenales responsables de la injusticia en la sociedad y se refiere también al juicio futuro del que Dios hará objeto a los gobernantes celestiales, los "dioses" (es decir, las fuerzas demoníacas) que están detrás de los jueces y los gobernantes terrenales corruptos. En este salmo se pregunta específicamente a los gobernantes: "¿Hasta cuándo juzgarán ustedes injustamente y se pondrán de parte de los impíos?" (Sal. 82:2).
Además, se les pide: "Defiendan al débil y al huérfano, hagan justicia al afligido y al menesteroso. Libren al afligido y al necesitado, líbrenlo de mano de los impíos" (Sal. 82:3, 4). Aquí y en otros lugares, los profetas del Antiguo Testamento hacen un claro llamado a la justicia. No se trata de una preocupación secundaria de las Escrituras, sino que ocupa un lugar central en el mensaje de los profetas de todo el Antiguo Testamento y en lo que Jesús dijo durante su ministerio terrenal.
No es ningún secreto lo que Dios desea y exige de quienes pretenden amarlo y obedecerlo. Lo especifica muy claramente en Miqueas 6:8 (y en pasajes similares en otros lugares): "Hombre, el Señor te ha declarado qué es lo bueno y qué pide de ti: solo practicar la justicia, amar la bondad y andar humildemente con tu Dios".
Este principio se repite en toda la Escritura. Por ejemplo, Jesús dijo: "En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros" (Juan 13:35; compara con 1 Juan 4:8-16).
■ ¿Cómo serían nuestras familias e iglesias si nos centráramos en Miqueas 6:8 y lo pusiéramos en práctica? Sea cual fuere el contexto en el que te encuentres, ¿cómo podrías aplicar y manifestar mejor estos principios?
Cristo vino para dar al mundo un ejemplo de lo que podría ser la humanidad perfecta unida con la divinidad. Presentó al mundo una nueva fase de la grandeza cuando exhibió su misericordia, compasión y amor. Dio a los hombres una nueva interpretación de Dios. Como cabeza de la humanidad, enseñó a los hombres lecciones en la ciencia del gobierno divino, por las cuales reveló la rectitud de la reconciliación de la misericordia y la justicia. La reconciliación de la misericordia y la justicia no implicaban ninguna transigencia con el pecado ni ignorar ninguna demanda de la justicia, sino que dando su lugar debido a cada atributo divino, se podía ejercer la misericordia en el castigo del hombre pecaminoso e impenitente sin destruir la clemencia de la reconciliación ni perder su carácter compasivo, y la justicia se podía ejercer al perdonar al transgresor arrepentido sin violar su integridad (Mensajes selectos, t. 1, p. 305).
Que los que ocupan puestos de importancia se desprendan del espíritu inmisericorde que tanto ofende a Dios. Justicia y juicio son el nacimiento de su trono. No suponga nadie que Dios ha dado a los hombres el poder para regir a sus prójimos. Él no aceptará el servicio de ningún hombre que dañe y desanime la herencia de Cristo. Ahora es el tiempo para que cada uno se autoexamine, se pruebe a sí mismo, a fin de que pueda ver si está en la fe. Investiga íntimamente los motivos que os mueven a la acción. Estamos ocupados en la obra del Altísimo. No entretejamos en la trama de nuestra obra una sola hebra de egoísmo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, pp. 1167, 1168).
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos —dijo Jesús—, si tuviereis amor los unos con los otros". Cuando los hombres no están vinculados por la fuerza o los intereses propios, sino por el amor, manifiestan la obra de una influencia que está por encima de toda influencia humana. Donde existe esta unidad, constituye una evidencia de que la imagen de Dios se está restaurando en la humanidad, que ha sido implantada un nuevo principio de vida. Muestra que hay poder en la naturaleza divina para resistir a los agentes sobrenaturales del mal, y que la gracia de Dios subyuga el egoísmo inherente en el corazón natural.
Este amor, manifestado en la iglesia, despertará seguramente la ira de Satanás. Cristo no trazó a sus discípulos una senda fácil. "Si el mundo os aborrece —dijo —, sabía que a mí me aborreció antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No es el siervo mayor que su Señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán: si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado". El evangelio ha de ser proclamado mediante una guerra agresiva, en medio de oposición, peligros, pérdidas y sufrimientos. Pero los que hacen esta obra están tan solo siguiendo los pasos de su Maestro (Exaltad a Jesús, p. 292).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.