Domingo, 21 de septiembre
El Sábado del Señor
Por mucho que argumenten, erróneamente, quienes se oponen a la observancia del sábado, el séptimo día de la semana, diciendo que era solo para los judíos (el sábado fue apartado y santificado en el Edén [ver Gén. 2: 1-3]); o argumenten, también erróneamente, que los judíos oyeron hablar del sábado por primera vez en el Sinaí (los judíos ya lo observaban antes del Sinaí [ver Éxo. 16: 22-29]), no hay duda de que ese día estaba muy presente en la vida del pueblo hebreo desde el principio.
Lee Éxodo 35: 1 al 3. ¿Qué verdad fue reiterada aquí al pueblo en el contexto de la construcción del Santuario?
El mensaje del sábado siempre ha sido y será quién es Dios y cuáles son sus poderosas obras. Ese día nos recuerda sus hechos como Creador y Salvador, y centra nuestra atención en Dios, quien desea morar con su pueblo. De este modo, el sábado y el Santuario apuntan en la misma dirección, a la presencia de Dios en nuestra vida.
El sábado de la iglesia del Antiguo Testamento transmite un mensaje múltiple. Su esencia puede ser resumida en cinco puntos cruciales:
Dios es el Creador. La Biblia comienza con esta asombrosa y fundamental proclamación (Gén. 1: 1). El sábado es el memorial vívido de la creación realizada por Dios (Gén. 2: 2, 3; Éxo. 20: 8-11). De esta verdad, que Dios es nuestro Creador, se desprenden todas las demás verdades bíblicas. El Mesías vendrá. Esta esperanza se centra en la promesa de Dios acerca de la Simiente, del Descendiente que vencería a la serpiente (Satanás) y pondría fin al mal. Dios establecerá su reino, cuyo anticipo es el sábado. La salvación viene del Señor, y el pueblo de Dios da testimonio de que Dios es su Salvador y Redentor, y que la salvación es resultado solo de su gracia. Dios es el juez último de todas las personas. Quienes lo desafían persistentemente y lo rechazan no vivirán para siempre, pero él concede vida eterna por pura gracia a quienes lo aceptan como su Señor y Salvador.
Según un dicho judío: «El sábado guardó más a Israel de lo que Israel guardó el sábado». Aunque como adventistas quizá no lo expresemos de la misma manera, ¿qué papel importante cumple el sábado en la vida de nuestra familia eclesial?
Comentarios de Elena G.W.
“La importancia del sábado, como institución conmemorativa de la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios”, porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. “Por consiguiente, el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El verdadero motivo del culto divino, no tan solo del que se tributa en el séptimo día, sino de toda adoración, reside en la distinción existente entre el Creador y sus criaturas. Este hecho capital no perderá nunca su importancia ni debe caer nunca en el olvido” (J. N. Andrews, History of the Sabbath, cap. 27). Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de la mente de los hombres, instituyó Dios el sábado en el Edén y mientras el ser él nuestro Creador siga siendo motivo para que le adoremos, el sábado seguirá siendo señal conmemorativa de ello. Si el sábado se hubiese observado universalmente, los pensamientos e inclinaciones de los hombres se habrían dirigido hacia el Creador como objeto de reverencia y adoración, y nunca habría habido un idólatra, un ateo, o un incrédulo. La observancia del sábado es señal de lealtad al verdadero Dios, “que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua”. Resulta pues que el mensaje que manda a los hombres adorar a Dios y guardar sus mandamientos, los ha de invitar especialmente a observar el cuarto mandamiento (El conflicto de los siglos, p. 433).
Cuando el Señor liberó a su pueblo Israel de Egipto y le confió su ley, le enseñó que por la observancia del sábado debía distinguirse de los idólatras. Así se crearía una distinción entre los que reconocían la soberanía de Dios y los que se negaban a aceptarle como su Creador y Rey. “Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel”, dijo el Señor. “Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel: celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo”. Éxodo 31:17, 16.
Así como el sábado fue la señal que distinguía a Israel cuando salió de Egipto para entrar en la Canaán terrenal, así también es la señal que ahora distingue al pueblo de Dios cuando sale del mundo para entrar en el reposo celestial. El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo, una señal de que este honra la ley de su Creador. Hace distinción entre los súbditos leales y los transgresores.
Desde la columna de nube, Cristo declaró acerca del sábado: “Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico”. Éxodo 31:13. El sábado que fue dado al mundo como señal de que Dios es el Creador, es también la señal de que es el Santificador. El poder que creó todas las cosas es el poder que vuelve a crear el alma a su semejanza. Para quienes lo santifican, el sábado es una señal de santificación. La verdadera santificación es armonía con Dios, unidad con él en carácter. Se recibe obedeciendo a los principios que son el trasunto de su carácter. Y el sábado es la señal de obediencia. El que obedece de corazón al cuarto mandamiento, obedecerá toda la ley. Queda santificado por la obediencia (Testimonios para la Iglesia, t. 6, pp. 351, 352).
