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Lección 13: Para el 27 de septiembre de 2025

Lee Éxodo 36: 8_35 Éxodo 39:1- 31. ¿Por qué crees que se dieron instrucciones tan explícitas? ¿Qué nos enseña esto acerca del interés de Dios por cada detalle?
Moisés construyó el Tabernáculo cuidadosa y diligentemente según las instrucciones que había recibido en el monte Sinaí. El texto bíblico enumera lo siguiente:
(1) el Tabernáculo, con sus diferentes telas, cortinas y partes (Éxo. 36: 8 38);Éxodo 39 describe el efod, el pectoral y otros elementos de la vestimenta sacerdotal.
(2) el Arca (Éxo. 37: 1-9);
(3) la mesa para los panes de la proposición (Éxo. 37: 10-16);
(4) el candelabro (Éxo. 37: 17-24);
(5) el Altar del Incienso (Éxo. 37: 25-29);
(6) el Altar del Holocausto (Éxo. 38: 1-7);
(7) la fuente para el lavamiento (Éxo. 38: 8);
(8) el atrio (Éxo. 38: 9-20); y
(9) el material utilizado para el Tabernáculo (Éxo. 38: 21-31).
Los servicios del Tabernáculo eran lecciones visuales acerca del evangelio, pues ilustraban todo el plan de redención. Las diversas ceremonias representaban
(1) cuánto aborrece Dios el pecado y cómo trata con él,
(2) cómo salva a las personas arrepentidas,
(3) cuál es el destino de los malvados, y
(4) cómo asegurará Dios un futuro glorioso libre del mal.
Dos servicios diferentes, pero estrechamente relacionados, eran celebrados durante el año en el Santuario, o Tabernáculo: el servicio diario y el anual. Este ministerio en dos fases ilustraba cómo actúa Dios con el pecado y cómo salva a los pecadores. A través de los servicios diarios del Santuario, Dios aseguraba a quienes se arrepentían que perdonaba sus pecados y les ofrecía la salvación por gracia. Para recibir este don de la salvación, era necesario realizar ciertos sacrificios de animales cuya sangre señalaba la futura muerte del Mesías, cuya sangre «nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1: 7). La confesión del pecado y la aceptación del manto de la justicia de Cristo eran el centro de este don (Sal. 32: 1, 2). De este modo, el pecador arrepentido recibía la seguridad del perdón y podía regocijarse en la salvación.
El servicio anual, realizado durante el Día de la Expiación, demostraba cómo erradica Dios el pecado, cómo resuelve el problema que este representa y cómo asegura un futuro sin la existencia del mal (Lev. 16;. Juan 1: 29). En la actualidad, el doble ministerio de Cristo en el Santuario celestial es otra expresión de la obra de Dios en nuestro favor (Heb. 7: 25). y traerá la solución final al problema del mal (Dan. 7: 13, 14, 22, 27; 8: 14; Apoc. 21: 4).
El Santuario era un lugar destinado a adorar a Dios, alabarlo y expresarle gratitud. La adoración consiste en sostener nuestra relación con Dios, quien invita a los creyentes a esa comunión.
Para la construcción del Santuario fue necesario hacer grandes y costosos preparativos; hacía falta gran cantidad de los materiales más preciosos y caros; no obstante, el Señor solo aceptó ofrendas voluntarias. “Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda: de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda”. Éxodo 25:2. Tal fue la orden divina que Moisés repitió a la congregación. La devoción a Dios y un espíritu de sacrificio fueron los primeros requisitos para construir la morada del Altísimo.
Todo el pueblo respondió unánimemente. “Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, y trajeron ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo del testimonio, y para toda su fábrica, y para las sagradas vestiduras. Y vinieron así hombres como mujeres, todo voluntario de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, sortijas y brazaletes, y toda joya de oro; y cualquiera ofrecía ofrenda de oro a Jehová (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 356, 357).
El tabernáculo fue construido desarmable, de modo que los israelitas pudieran llevarlo en su peregrinaje. Era, por consiguiente, pequeño, de solo cincuenta y cinco pies de largo por dieciocho de ancho y alto. No obstante, era una construcción magnífica. La madera que se empleó en el edificio y en sus muebles era de acacia, la menos susceptible al deterioro de todas las que había en el Sinaí. Las paredes consistían en tablas colocadas verticalmente, fijadas en basas de plata y aseguradas por columnas y travesaños; y todo estaba cubierto de oro, lo cual hacía aparecer al edificio como de oro macizo. El techo estaba formado de cuatro juegos de cortinas; el de más adentro era “de lino torcido, cárdeno, y púrpura, y carmesí: y … querubines de obra delicada” (Éxodo 26:1); los otros tres eran de pelo de cabras, de cueros de carnero teñidos de rojo y de cueros de tejones, arreglados de tal manera que ofrecían completa protección.
El edificio se dividía en dos secciones mediante una bella y rica cortina, o velo, suspendida de columnas doradas; y una cortina semejante a la anterior cerraba la entrada de la primera sección…
En el primer departamento, o Lugar Santo, estaban la mesa para el pan de la proposición, el candelero o la lámpara y el altar del incienso. La mesa del pan de la proposición estaba hacia el norte … Sobre esta mesa los sacerdotes debían poner cada sábado doce panes, arreglados en dos pilas y rociados con incienso… Al sur, estaba el candelero de siete brazos, con sus siete lámparas. Sus brazos estaban decorados con flores exquisitamente labradas y parecidas a lirios; el conjunto estaba hecho de una pieza sólida de oro… Exactamente frente al velo que separaba el Lugar Santo del Santísimo y de la inmediata presencia de Dios, estaba el altar de oro del incienso… El fuego que estaba sobre este altar fue encendido por Dios mismo, y se mantenía como sagrado…
Más allá del velo interior estaba el Lugar Santísimo que era el centro del servicio de expiación e intercesión, y constituía el eslabón que unía el cielo y la tierra. En este departamento estaba el arca, que era un cofre de madera de acacia, recubierto de oro por dentro y por fuera, y que tenía una cornisa de oro encima. Era el repositorio de las tablas de piedra, en las cuales Dios mismo había grabado los diez mandamientos. Por consiguiente, se lo llamaba arca del testamento de Dios, o arca de la alianza, puesto que los diez mandamientos eran la base de la alianza hecha entre Dios e Israel (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 358-360).