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Lección 13: Para el 27 de septiembre de 2025

Lee Éxodo 35: 4 a 36: 7. ¿Qué importantes lecciones hay aquí para nosotros?
Para construir el Tabernáculo se necesitaba una gran cantidad de materiales preciosos, y esto se consiguió gracias a las generosas donaciones del pueblo de Dios, que dio de todo corazón, de buena gana y con alegría. Dieron oro, plata, bronce, lino fino, piedras preciosas, telas especiales, madera de acacia, aceite de oliva, especias y muchos otros artículos necesarios. La gente también donó su mano de obra, pues muchos objetos específicos del Tabernáculo y su mobiliario debían ser elaborados mediante su trabajo artístico y diligente. Además, los sastres debían confeccionar las vestiduras de los sacerdotes que servirían en el Tabernáculo y las del sumo sacerdote, cuyo elaborado atuendo incluía un pectoral y un turbante.
Dios había bendecido abundantemente a los israelitas mediante los regalos que los egipcios les habían dado al salir de Egipto. Ahora era su oportunidad de dar ofrendas de gratitud por el liderazgo misericordioso y poderoso de Dios. Sus corazones fueron movidos a llevar a cabo esta obra para su gloria.
El pueblo daba con tanta alegría y abundancia que se le dijo a Moisés: «El pueblo trae mucho más de lo que se necesita» (Éxo. 36: 5). Así que, Moisés tuvo que detener sus donaciones, «pues tenían material abundante para toda la obra, y sobraba» (Éxo. 36: 7).
Mediante la guía del Espíritu Santo, Dios equipó y capacitó al pueblo para construir con precisión el Tabernáculo. Bezaleel, Aholiab y otros fueron «llenos [...] del Espíritu de Dios» (Éxo. 35: 31), lo que significa que fueron dotados de habilidades, sabiduría y conocimientos artísticos para realizar perfectamente todo el trabajo. Era un proyecto enorme y había que hacerlo realidad exactamente según el modelo que Dios mostró a Moisés.
Es significativo que el don del Espíritu Santo estuviera relacionado con las diferentes habilidades y destrezas que las personas debían emplear en la construcción del Tabernáculo. Ser lleno del Espíritu no es un proceso mágico y no significa que haya fuerzas espirituales especiales dentro de los seres humanos. Dios capacita a sus seguidores para el avance de su causa, el cumplimiento de su misión y para que alcancen los objetivos divinos de manera adecuada.
¿Qué dones espirituales has recibido cuando fuiste lleno del Espíritu Santo? Recuerda que los dones espirituales solo pueden florecer cuando cultivas el fruto del Espíritu en tu vida (Gál. 5: 22, 23).
Los que son hijos de Dios lo representarán en carácter. Sus obras estarán perfumadas con la infinita ternura, la compasión, el amor y la pureza del Hijo de Dios. Y mientras más completamente estén sometidos al Espíritu Santo la mente y el cuerpo, mayor será la fragancia de nuestra ofrenda a él.
Si el espíritu de abnegación y sacrificio inundara los corazones de todos los que dicen ser hijos de Dios, cada uno representaría a Jesús ante el mundo. Es debido al egoísmo de parte de sus profesos seguidores que el evangelio de Cristo está, en tan gran medida, despojado de su poder. Si nuestros corazones estuvieran libres de todo egoísmo, el agua de vida que fluye de Cristo al mundo, el don de la justicia y la inmortalidad, sacado a la luz por medio del evangelio, se impartiría a los que están a punto de perecer. Mediante nuestra devoción desinteresada, otras almas podrían ser ganadas para Cristo.
Dios ha dispuesto que los hombres, las mujeres y los niños sean educados por su palabra para llegar a ser colaboradores de Cristo en la gran obra de dispensar sus dones al mundo. Pero los que realizan esta obra deben ser semejantes a Cristo. Deben llevar su imagen y vivir su vida pura y desinteresada. Demasiadas personas solo comprenden tenuemente la encarnación y la obra del Hijo de Dios. Él era la Majestad del cielo, el Rey de la Gloria; “pero por vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis ricos”. No se complació a sí mismo, sino que entregó gustosamente su vida a fin de rescatar al mundo. Él anduvo haciendo el bien, y lo mismo debemos hacer nosotros si queremos colaborar con él. El egoísmo, el complacerse a sí mismo, el servirse a sí mismo, no tienen cabida en la vida del verdadero cristiano.
La vida de Cristo es un ejemplo de lo que un cristiano puede hacer con los poderes que Dios le concede. No os desaniméis porque vuestro don no sea tan grande como el de otra persona. Dad alegremente lo que tenéis, y Dios bendecirá vuestros esfuerzos. A medida que os acerquéis al costado sangrante de Cristo, seréis impulsados por su Espíritu, y vuestro corazón responderá a su llamada. Trabajaréis como él trabajó, revelando su espíritu amoroso y desinteresado. Vuestra fe será fuerte, obrará por amor y purificará vuestra alma. Fortalecidos por el poder de lo alto, seréis capaces de responder a las exigencias del Señor, aplicándoos con decisión a las tareas penosas y a las obras abnegadas por amor del Maestro (The Review and Herald, 24 de noviembre, 1896, párr. 15-18).