Lección | Domingo 8 de diciembre
El Evangelio de Juan está escrito desde el punto de vista de la narración bíblica global, empezando por nuestros orígenes. "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Gén. 1:1); lo que equivale a decir que, en el principio, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo crearon los Cielos y la Tierra. Ellos son la Fuente de todo lo que existe. Ellos crearon el universo, incluidos los seres que lo habitan. En nuestro planeta hubo una creación especial de diversas formas de vida, y lo más especial de esa creación fue la humanidad. El propósito de Dios al crear a la humanidad era que viviéramos en amorosa armonía con él y entre nosotros.
Desafortunadamente, Lucifer trajo el pecado a este mundo. El pecado es, entre otras cosas, una interrupción de nuestra relación con Dios. Representa de forma distorsionada quién es Dios. Por eso, Dios el -Hijo asumió nuestra naturaleza humana en la persona de Jesús para restaurar el conocimiento de Dios y traer la salvación a la humanidad. *
Mientras estuvo aquí, Jesús sometió su vida al Padre y vivió en armonía con su orientación. Dijo: "Yo y el Padre somos uno" (Juan 10:30). "El Padre está en mí y yo en el Padre" (Juan 10:38). "Si no hago las obras de mi Padre, no me crean" (Juan 10:37).
¿Qué funciones del Padre describen los siguientes pasajes?
Estos versículos presentan al Padre en estrecha relación con Jesucristo, su Hijo. El Padre tiene un contacto íntimo con nuestro mundo y una profunda participación en nuestra salvación. ¿Qué nos enseña esta verdad acerca del amor de Dios hacia nosotros?
El Padre no puede describirse mediante las cosas de la tierra. El Padre es toda la plenitud de la Divinidad corporalmente, y es invisible para los ojos mortales.El Hijo es toda plenitud de la Divinidad manifestada. La Palabra de Dios declara que él es “la imagen misma de su sustancia”. Hebreos 1:3. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. Aquí se muestra la personalidad del Padre.
El Consolador que Cristo prometió enviar después de ascender al cielo, es el Espíritu en toda la plenitud de la Divinidad, poniendo de manifiesto el poder de la gracia divina a todos los que reciben a Cristo y creen en él como un Salvador personal. Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes poderes —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos poderes colaborarán con los súbditos obedientes del Cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo (El evangelismo, p. 446).
Esfuércese nuestra alma y elévese para que Dios nos permita respirar la atmósfera celestial. Podemos mantenernos tan cerca de Dios que en cualquier prueba inesperada nuestros pensamientos se vuelvan hacia él tan naturalmente como la flor se vuelve hacia el sol.
Presentad a Dios vuestras necesidades, tristezas, gozos, cuidados y temores. No podéis agobiarle ni cansarle. El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza no es indiferente a las necesidades de sus hijos. “Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo”. Santiago 5:11. Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación de ellas. Llevadle todo lo que confunda vuestra mente. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no la pueda soportar, pues sostiene los mundos y rige todos los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no lo pueda leer, ni perplejidad tan grande que no la pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escaparse de los labios, sin que el Padre celestial lo note, sin que tome en ello un interés inmediato. Él “sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas”. Salmo 147:3. Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.
El Señor Jesús decía: “Pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros; porque el Padre mismo os ama”. “Yo os elegí a vosotros… para que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”. Juan 16:26, 27; 15:16 (El camino a Cristo, p. 99, 100).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.