Lección 11 | Jueves 12 de diciembre
Juan 17 es conocido como la oración sumosacerdotal de Jesús, con la que concluye su discurso de despedida. En última instancia, Jesús vino a esta Tierra para restaurar la relación personal originalmente existente entre Dios y la humanidad. Realizó fielmente las señales que Dios le encomendó. Comunicó a los humanos quién era Dios mediante palabras y acciones.
Jesús dejaría pronto esta Tierra. Deseaba compartir una vez más su amor con sus discípulos. Quería que comprendieran la estrecha relación que existía entre él, el Padre y el Espíritu Santo. Y quería que experimentaran la misma relación personal que él tenía con el Padre y con el Espíritu.
¿Qué palabras o frases de este capítulo expresan el deseo de Jesús de establecer una estrecha relación de amor entre él, el Padre y sus discípulos?
Muchos leen Juan 17 en el sentido de que lo único que importa es la unidad y el amor. Sin duda, el propósito de Dios es restaurarnos a una relación personal con él y con todas las personas. Pero una lectura más atenta sugiere una conexión mucho más vital entre el amor y la verdad.
"Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado" (Juan 17:3). "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste [...] y guardaron tu palabra [...]. Han conocido que realmente salí de ti" (Juan 17:6, 8). "Santifícalos en la verdad. Tu palabra es verdad" (Juan 17:17).
Cristo vino a revelar al Padre. Esta revelación era importante debido a los muchos conceptos erróneos que existían acerca de Dios. El Evangelio de Juan muestra la seriedad con que Jesús llevó a cabo esta misión. Él representaba correctamente la Palabra y las acciones de Dios. Si la verdad no importara, ¿por qué llegar tan lejos?
Jesús vivió una vida de grandes dificultades y fue finalmente rechazado por las autoridades religiosas. Sufrió la indiferencia de la gente e incluso a veces de sus propios discípulos. Uno de ellos lo traicionó, otro lo negó tres veces. Pasó por una prueba sin tregua y murió en una cruz a manos de los mismos a los que vino a salvar.
■ ¿Cómo puedes reflejar mejor en tu propia vida el amor de Dios, un amor como el que existe entre Jesús y el Padre?
Insto a nuestros hermanos a dejar de criticar y de hablar mal, y a acudir a Dios en ferviente oración, pidiéndole que ayude a los que se equivocan. Únanse unos con otros y con Cristo. Estudien el capítulo diecisiete de Juan, y aprendan cómo orar y cómo vivir la oración de Cristo. Él es el Consolador. Él morará en sus corazones, haciendo que su gozo sea cumplido. Sus palabras serán para ellos como el Pan de Vida, y con la fuerza así obtenida serán capacitados para desarrollar caracteres que serán una honra para Dios. Un perfecto compañerismo cristiano existirá entre ellos… Cuando como obreros individuales de la iglesia amamos a Dios por sobre todo y al prójimo como a uno mismo… habrá una unidad en Cristo… Los miembros de la iglesia apreciarán el amor y la unidad, y serán como una gran familia. Entonces portaremos ante el mundo las credenciales que darán testimonio de que Dios ha enviado a su Hijo al mundo. Cristo dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Juan 13:35 (Reflejemos a Jesús, p. 192). [D]ebemos abrir nuestros corazones al poder y la influencia del Espíritu Santo… Necesitamos llegar a ser tan sensibles a las santas influencias, que el menor susurro de Jesús conmueva nuestras almas hasta que él esté en nosotros y nosotros en él, viviendo por la fe del Hijo de Dios… Entonces nos deleitaremos en hacer la voluntad de Dios, y Cristo podrá presentarnos ante el Padre y ante los santos ángeles como aquellos que permanecen en él, y no se avergonzará de llamarnos sus hermanos. Pero no nos jactemos de nuestra santidad. Al tener una visión más clara del inmaculado carácter de Cristo y de su infinita pureza, nos sentiremos como Daniel cuando contempló la gloria del Señor, y dijo: “Mi fuerza se cambió en desfallecimiento”… Pero si constantemente tratamos de seguir a Jesús, tenemos la bendita esperanza de estar en pie delante del trono de Dios, sin mancha ni arruga ni cosa semejante; completos en Cristo, vestidos con el manto de su justicia y perfección (Mensajes selectos, t. 3, pp. 405, 406). La iglesia debe proyectar luz en las tinieblas morales del mundo, así como las estrellas proyectan luz en las tinieblas de la noche. Los que tienen apariencia de piedad, pero niegan su poder, no reflejan luz en el mundo, y no tendrán poder para llegar a los corazones de los que no son salvos. [Pero] si Cristo mora en el interior, la esperanza de gloria, su gracia salvadora se manifestará en simpatía y amor hacia las almas que perecen. Cada alma verdaderamente convertida a Dios será una luz en el mundo. Rayos brillantes y claros del Sol de Justicia iluminarán a través de los agentes humanos que usen su habilidad encomendada para hacer el bien; porque ellos colaborarán con las agencias celestiales, y trabajarán con Cristo para la conversión de las almas. Difundirán la luz que Cristo derrama sobre ellos. El Sol de Justicia que brilla en sus corazones resplandecerá, iluminando y bendiciendo a los demás (Signs of the Times, 11 de septiembre, 1893).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.