Domingo 17 de noviembre | Lección 8
Además de los milagros específicos que Juan utilizó para señalar a Jesús como el Mesías, el evangelista también registró el debate más amplio acerca de las señales, las obras y los prodigios hechos por Cristo.
Las señales y los prodigios no eran en sí mismos la demostración de su mesianismo, pues muchos profetas, incluso falsos, también hacían presuntamente milagros. Juan no registró las señales solo porque destacaban a un gran hacedor de milagros; las señales que Juan registró tenían el propósito específico de demostrar que Jesús era el Mesías y que provenía de Dios Padre.
Lee ¿Cómo describen estos versículos la relación entre Jesús y Dios el Padre, especialmente en el contexto de las señales?
Jesús utilizó las señales para mostrar su estrecha relación con el Padre. Los dos eran uno. Las obras demostraban que "el Padre está en mí y yo en el Padre"
El propósito de la venida de Jesús era hacer las obras de aquel que lo envió, para que esas obras demostraran al mundo la procedencia divina de Cristo. Es decir, vino a hacer la obra que el Padre le había encomendado, y las obras que hizo fueron un claro testimonio de que él procedía del Padre.
Sin embargo, como ya hemos visto, a pesar de las poderosas señales y del testimonio de numerosas personas, muchos decidieron no creer.
Los líderes religiosos le preguntaron a Jesús:" ' ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente'. Respondió Jesús: 'Se lo he dicho, y no creen. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre testifican de mí'"
Si Jesús hubiera dicho directamente que era el Mesías, los líderes religiosos, siempre ávidos por encontrar alguna forma de entramparlo, se habrían abalanzado sobre él. Consciente de esto, Jesús señaló las obras que había hecho. Si Jesús hubiera dicho que era el Cristo, ellos podrían fácilmente haberlo negado. Pero ¿cómo podían negar las señales, las obras y los prodigios? Eran testimonios poderosos de quién era y de su procedencia divina.
Reavivados por su Palabra: Hechos 21. CB■ ¿Cómo podemos evitar tener un corazón duro como el de esos líderes religiosos? ¿De qué maneras podríamos estar luchando contra la obra de Dios?
Las Escrituras indican claramente la relación que hay entre Dios y Cristo, y hacen resaltar muy claramente la personalidad individual de cada uno.“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo?” Hebreos 1:1-5 (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 280).
Dios es Padre de Cristo; Cristo es el Hijo de Dios. A Cristo ha sido dada una posición exaltada. Ha sido hecho igual al Padre. Todos los consejos de Dios están abiertos para su Hijo.
Jesús dijo a los judíos: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo… No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis”. Juan 5:17-20.
Aquí se recalca otra vez la personalidad del Padre y la del Hijo, y se demuestra la unidad que existe entre ellos (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 280, 281).
Dios no anula sus leyes, ni tampoco obra contrariándolas: las usa continuamente como sus instrumentos. La naturaleza atestigua que hay una inteligencia, una presencia y una energía activa, que obran dentro de sus leyes y mediante ellas. Existe en la naturaleza la acción del Padre y del Hijo. Cristo dice: “Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro”. Juan 5:17.
Los levitas, en su himno registrado por Nehemías, cantaban: “Tú, oh Jehová, eres solo; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, y toda su milicia, la tierra y todo lo que está en ella… tú vivificas todas estas cosas”. Nehemías 9:6.
En cuanto se refiere a este mundo, la obra de la creación de Dios está terminada, pues fueron “acabadas las obras desde el principio del mundo”. Hebreos 4:3. Pero su energía sigue ejerciendo su influencia para sustentar los objetos de su creación. Una palpitación no sigue a la otra, y un hálito al otro, porque el mecanismo que una vez se puso en marcha continúe accionando por su propia energía inherente; sino que todo hálito, toda palpitación del corazón es una evidencia del completo cuidado que tiene de todo lo creado Aquel en quien “vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 107).
Juan 8:54-58