En nuestro estudio del Evangelio de Juan, hemos visto hasta aquí que él muestra que Jesús es el Mesías prometido, a quien el pueblo judío había estado esperando con tanto anhelo.
Sin embargo, muchos de los líderes religiosos, los guías espirituales del pueblo, eran sus mayores enemigos. ¿Por qué?
¿Cuál es la dinámica entre Jesús y estos líderes religiosos? ¿Qué textos explican mejor por qué muchos lo rechazaron?
Jesús dice que no lo conocen a él ni al Padre
Deberían haber conocido a ambos, pero se engañaban a sí mismos. Estaban tan atrapados en sus propias tradiciones y filosofías que lo rechazaron aun teniéndolo delante, y a pesar de los hechos y las palabras de Jesús que revelaban al Padre.En segundo lugar, Jesús les dice: "Ustedes son de abajo"
En otras palabras, por muy religiosos que fueran, no eran hombres espirituales ni piadosos. Tenían "apariencia de piedad" pero eso era todo. Eran piadosos por fuera, pero incrédulos por dentro.Esto no era nada nuevo: "Este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor hacia mí fue enseñado por mandato de hombres" (Isa. 29:13). Este mismo concepto fue repetido por Jesús siglos después, cuando dijo: "En vano me honran, cuando enseñan como doctrinas mandamientos de hombres" (Mar. 7:7). Sus enseñanzas y mandamientos eran "de este mundo" (Juan 8:23) y, como Jesús dijo entonces: "Yo no soy de este mundo" (Juan 8:23). Ya era malo que estos hombres se engañaran a sí mismos, pero la situación empeoró cuando descarriaron a otros. No obstante, y curiosamente, Juan dice que, como resultado del intercambio descrito en estos versículos, "muchos creyeron en él" (Juan 8:30).
A pesar del mal desempeño de los líderes, muchos judíos fueron capaces de descubrir por sí mismos quién era Jesús.
■ ¿Qué lecciones extraes del intercambio de Jesús con los líderes religiosos? ¿Cómo podemos ser "de arriba" y no "de abajo", y cómo podemos notar la diferencia?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Hechos 25. CB
Jesús fue seguido de ciudad en ciudad durante su ministerio. Sacerdotes y gobernantes lo acosaban, tergiversando sus labores y su misión. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Los ángeles presenciaban cada paso del conflicto y se maravillaban de las estratagemas de Satanás contra el divino Hijo de Dios. Aquel que había seguido a Jesús en poder y gloria en el cielo, había caído tan bajo, que se dedicaba a influir en las mentes de los hombres para que siguieran los pasos de Cristo de ciudad en ciudad. Cuando Cristo buscó el huerto de Getsemaní, el enemigo oprimió su alma con tinieblas. Ni siquiera sus discípulos velaron con él durante aquella hora de prueba. Oyeron la agonía de la oración que salía de sus labios pálidos y temblorosos, pero pronto permitieron que el sueño los venciera, y dejaron a su Maestro sufriente luchar solo con los poderes de las tinieblas (The Signs of the Times, 25 de noviembre, 1889, párrafo 1; parcialmente en La verdad acerca de los ángeles, p. 195).Vemos cómo el pueblo que profesa ser justo puede poner en acción el espíritu de Satanás y realizar sus impíos propósitos a través de la envidia, los celos y el fanatismo religioso… No hay guerra entre Satanás y el pecador, entre los ángeles caídos y los seres humanos que han caído. Ambos poseen los mismos atributos, ambos son perversos a causa de la apostasía y el pecado…
La predicción que fuera hecha en el Edén se refiere en forma especial a Cristo y a todos aquellos que lo aceptan y confiesan que es el unigénito Hijo de Dios. Cristo ha solicitado participar en el conflicto que se libra contra el príncipe del mal y la potestad de las tinieblas y herir la cabeza de la serpiente. Todos aquellos que son hijos e hijas de Dios son sus elegidos, sus soldados que han de enfrentarse con principados y potestades, con gobernantes de las tinieblas del mundo, con la impiedad espiritual que reina en los lugares encumbrados. Este es un conflicto inagotable que no culminará hasta que Cristo regrese por segunda vez (El Cristo triunfante, p. 282).
Como profesos seguidores de Cristo, tenemos mucho que aprender. Hay en muchos una frialdad inconmovible, una reserva como la de los fariseos, que debe ser derribada… Como los fariseos, quieren ser dictadores, maestros. Dios envió a su Hijo para dar a su pueblo un mejor conocimiento de la verdad, para mostrarles la mejor manera de ayudar a sus semejantes. Pero los fariseos se negaron a recibir la instrucción divina. Pensaban que Cristo era demasiado liberal. Sus costumbres no concordaban con las de ellos; y en vez de procurar ponerse en armonía con Cristo, procuraban poner a Cristo en armonía con ellos… Con el fin de llevar a cabo sus propios propósitos, se opusieron a Cristo, y así trajeron la oscuridad sobre sí mismos.
Aquellos a quienes Dios ha confiado su verdad, deben poseer el mismo espíritu benéfico que manifestó Cristo. Deben adoptar los mismos amplios planes de acción. Deben demostrar un espíritu bondadoso y generoso hacia los pobres, y en un sentido especial sentir que son mayordomos de Dios. Deben considerar todo lo que poseen —propiedades, facultades mentales, fuerza espiritual— no como suyo propio, sino únicamente como algo que les ha sido prestado para promover la causa de Cristo en la tierra. Como Cristo, no deben rehuir la sociedad de sus semejantes, sino que deben buscarla con el propósito de otorgar a otros los beneficios que han recibido de Dios (Gospel Workers, edición de 1915, pp. 319, 320; parcialmente en Obreros evangélicos, p. 350).
Juan 8:54-58