Lección 9: Para el 30 de noviembre de 2024
Lección 9 | Jueves 28 de noviembre
"El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios [...]. Todo el que hace el mal odia la luz y no quiere salir a la luz por miedo a ser descubierto. Pero el que vive de acuerdo con la verdad viene a la luz" (Juan 3:18-21; comparar con Juan 1:10).
¿Por qué las personas son objeto del Juicio?
El rechazo de Jesucristo, la Luz del mundo, nos deja expuestos a la duda y a las tentaciones del diablo. Significa pasar de la luz a las tinieblas.
Eva recibió luz acerca de cómo relacionarse con el árbol que estaba en el centro del jardín. Satanás la tentó a cuestionar la luz. Ella puso a prueba la palabra de Dios razonando que un Dios de amor no destruiría a las criaturas que él había creado. También se apoyó en los datos de sus sentidos: la serpiente había comido del fruto y ahora era capaz de hablar. Razonó que tal vez la serpiente tenía razón; pensó que si comía del fruto sería como Dios. Engañada, se apartó de la luz. Y su marido eligió el mismo camino.
¿Qué principios utilizó Cristo en el desierto de la tentación para combatir los engaños de Satanás?
Cristo tenía a su disposición la misma herramienta de pensamiento humanista que utilizaron Adán y Eva, los antediluvianos e Israel en Cades Barnea. Podría haberse preguntado por qué un Dios de amor dejaría a su Hijo en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches sin comida ni protección. También podría haber decidido demostrar que era hijo de Dios al convertir las piedras en pan. En lugar de eso, respondió con la Palabra de Dios. Operó en el nivel de las cosas celestiales en lugar de hacerlo según los patrones terrenales de pensamiento. Cuán fácilmente podría haber racionalizado su camino hacia una decisión equivocada, algo que tantas personas, incluso personas de fe, hacen a menudo.
El primer rey de Israel fracasó debido a que colocó su voluntad por encima de la voluntad de Dios… Saúl rehusó dar el primer lugar a la obediencia a Dios, y a que los principios del cielo rigieran su conducta…Las personas cuyos hechos son malos no vendrán a la luz para evitar que sus acciones no sean reprobadas y se revele su verdadero carácter. Si continúan en la senda de la transgresión y se apartan entera mente del Redentor, la terquedad, el mal humor y un espíritu de venganza se posesionarán de ellos… Cuando Saúl resistió los reproches del siervo del Señor, ese espíritu se posesionó de él. Desafió al Señor; desafió a su siervo, y su enemistad contra David fue la manifestación externa del espíritu asesino que penetra en el corazón de los que se justifican a sí mismos a pesar de su culpabilidad (Comentarios de Elena G. de White en_Comentario bíblico adventista del séptimo día_, t. 2, pp. 1011, 1012).
El tema favorito de Juan era el amor infinito de Cristo… Entendía el carácter y la obra de Jesús; y cuando vio a sus hermanos judíos recorriendo a tientas su camino sin un rayo del Sol de justicia que iluminara su senda, anheló presentarles a Jesús, la Luz del mundo.
El fiel apóstol vio que su ceguedad, su orgullo, superstición e ignorancia de las Escrituras, estaban atando sus almas con cadenas que nunca serían quebrantadas. El prejuicio y el odio que contra Cristo albergaban obstinadamente estaban trayendo ruina sobre ellos como nación, y destruyendo sus esperanzas de vida eterna. Pero Juan continuaba presentándoles a Cristo como el único camino de salvación. La evidencia de que Jesús de Nazaret era el Mesías resultaba tan clara que Juan manifiesta que ningún hombre necesita andar en las tinieblas del error mientras esa luz le es ofrecida (La edificación del carácter, p. 61).
Cuando Jesús entró en el desierto, fue rodeado por la gloria del Padre. Absorto en la comunión con Dios, se sintió elevado por encima de las debilidades humanas. Pero la gloria se apartó de él, y quedó solo para luchar con la tentación. Esta le apremiaba en todo momento. Su naturaleza humana rehuía el conflicto que le aguardaba. Durante cuarenta días ayunó y oró. Débil y demacrado por el hambre, macilento y agotado por la agonía mental… Entonces vio Satanás su oportunidad. Pensó que podía vencer a Cristo…
Aunque Jesús reconoció a Satanás desde el principio, no se sintió provocado a entrar en controversia con él… se apoyó en el amor de su Padre. No quiso parlamentar con la tentación.
Jesús hizo frente a Satanás con las palabras de la Escritura. “Escrito está”, dijo. En toda tentación, el arma de su lucha era la Palabra de Dios. Satanás exigía de Cristo un milagro como señal de su divinidad. Pero aquello que es mayor que todos los milagros, una firme confianza en un “así dice Jehová”, era una señal que no podía ser controvertida. Mientras Cristo se mantuviese en esa posición, el tentador no podría obtener ventaja alguna (El Deseado de todas las gentes, pp. 92-95).
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.