Lección 1 | Martes 31 de diciembre
AMOR GRATUITO
Dios no solo continuó otorgando su amor gratuitamente a Israel a pesa: ce las repetidas rebeliones, sino también sigue amándonos a nosotros auncue somos pecadores. No merecemos el amor de Dios y nunca podríamos ganárnoslo. Dios no nos necesita. El Dios de la Biblia no necesita nada (Hech. 17:25 El amor de Dios por ti, por mí y por todas las personas es enteramente fruto ¿e su propia voluntad.
¿Qué nos dicen estos versículos acerca de la libertad de Dios respecto de su Creación?
Dios creó libremente este mundo. En consecuencia, es digno de toda gloria, honor y poder. Él no necesitaba crear ningún mundo. Aun antes de la creación de este o de cualquier otro, ya disfrutaba de la relación de amor que existía entre los integrantes de la Deidad.
¿Qué nos dice este texto acerca del amor de Dios antes de que el mundo existiera?
Dios no necesitaba criaturas que fueran objeto de su amor. Pero, de acuerdo con su carácter amoroso, decidió crear el mundo y entrar en una relación de amor con sus criaturas.
Dios no solo creó este mundo por iniciativa propia y como una donación de su amor generoso, sino también sigue amando a los seres humanos por propia iniciativa, incluso después de que estos cayeron en pecado en el Edén, e incluso después de que nosotros pecáramos personalmente.
Tras la caída en el Edén, Adán y Eva no tenían derecho a seguir viviendo y disfrutando del amor de Dios. Pero Dios, que sostiene "todas las cosas con su poderosa palabra" (Heb. 1:3), sostuvo su vida e hizo un camino para reconciliar a la humanidad consigo mismo en virtud de su gran amor, misericordia y gracia. Y esa reconciliación también nos incluye.
■ ¿Qué nos dice acerca de! amor y e! carácter de Dios el hecho de que siga haciendo a este mundo objeto de su amor a pesar de su caída y maldad? ¿De qué manera esta verdad debería motivarnos a amarlo?
Las obras creadas por Dios dan testimonio de su amor y poder. Él ha llamado al mundo a la existencia, con todo lo que contiene. Dios es amante de lo bello; y en el mundo que ha preparado para nosotros, no sólo nos ha dado todo lo necesario para nuestra comodidad, sino que ha llenado de belleza los cielos y la tierra. Vemos su amor y cuidado en los ricos campos del otoño, y su sonrisa en la alegre luz del sol. Su mano ha hecho las rocas que parecen castillos y las imponentes montañas. Los altos árboles crecen a su voluntad; ha extendido la verde alfombra de terciopelo de la tierra y la ha salpicado de arbustos y flores... La misma energía creativa que trajo el mundo a la existencia todavía se ejerce para sostener el universo y continuar las operaciones de la naturaleza. La mano de Dios guía a los planetas en su marcha ordenada por los cielos. No es por poder inherente que año tras año la tierra continúa su movimiento alrededor del sol y produce sus frutos. La palabra de Dios controla los elementos. Cubre los cielos de nubes y prepara la lluvia para la tierra. Él hace que los valles sean fructíferos y que “sobre los montes crezca la hierba” ( Salmo 147:8) . —Consejos para los Maestros, Padres y Alumnos, pág. 185. Antes de que se pusieran los cimientos de la tierra, el Padre y el Hijo se habían unido en un pacto para redimir al hombre si éste era vencido por Satanás. Habían unido sus manos en solemne promesa de que Cristo sería la fianza de la raza humana. Cristo ha cumplido esta promesa. Cuando en la cruz exclamó: “Consumado es”, se dirigió al Padre. El pacto se había llevado a cabo plenamente. Ahora declara: Padre, consumado es. He hecho tu voluntad, oh Dios mío. He completado la obra de redención. Si tu justicia es satisfecha, “aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo” ( Juan 19:30; 17:24 ). Se oye la voz de Dios proclamando que la justicia está satisfecha. Satanás es vencido. Los que trabajan y luchan por Cristo en la tierra son “aceptos en el Amado” ( Efesios 1:6 ). Delante de los ángeles celestiales y los representantes de los mundos no caídos, son declarados justificados. . . . Los cantos de triunfo se mezclan con la música de las arpas de los ángeles, hasta que el cielo parece rebosar de alegría y alabanza. El amor ha vencido. Lo perdido ha sido hallado. —Exaltadlo, pág. 103. La muerte de Cristo prueba el gran amor de Dios por el hombre. Es nuestra prenda de salvación. Quitar la cruz del cristiano sería como borrar el sol del cielo. La cruz nos acerca a Dios, reconciliándonos con él. Con la compasión misericordiosa del amor de un padre, Jehová contempla el sufrimiento que soportó su Hijo para salvar a la raza humana de la muerte eterna, y nos acepta en el Amado. . . . Por medio de la cruz aprendemos que el Padre celestial nos ama con un amor que es infinito.—Los hechos de los apóstoles, pág. 210.
Juan 8:54-58
1 Corintios 1:26-29
26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.