Lección 3 | Jueves 16 de enero
Al amparo de la misericordia y la mediación de Dios, él se complace aun en la más pequeña respuesta positiva a su amor. Por medio de aquel que es el único digno de amor y perfectamente justo, cada uno de nosotros puede ser considerado justo y contado entre los amados de Dios que vivirán con él en perfecto amor por la eternidad. Esta es la gran esperanza de la Redención, que implica la obra de Cristo por nosotros en el Cielo.
Pero, tal vez te preguntes: ¿Puede esto incluirme hasta a mí? ¿Y si no soy lo suficientemente bueno? ¿Y si carezco de la fe suficiente?
Lee ¿Cómo responde Dios al hombre del relato? ¿Cuánta fe es suficiente?
Los discípulos no pudieron expulsar al demonio. Para este padre y su hijo, toda esperanza parecía perdida. Pero Jesús se acercó y le dijo al padre: "Si puedes creer, al que cree todo le es posible" (Mar. 9:23). Y el padre clamó diciendo: "¡Creo! ¡Ayuda mi poca fe!" (Mar. 9:24).
Jesús no dijo al hombre: "Vuelve a mí cuando tengas más fe". En lugar de eso, su clamor: "¡Ayuda mi poca fe!" fue suficiente.
Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb. n:6). Sin embargo, Jesús acepta aun la fe más pequeña. Podemos agradar a Dios por la fe en virtud de la mediación de Cristo. Por medio de la fe y gracias a la obra de Cristo en nuestro favor, podemos responder de forma que agrademos a Dios, así como un padre humano se complace cuando a lo mejor su hijo le da un regalo que, objetivamente, carece de valor en sí mismo.
■ Si Dios nos acepta en virtud de Cristo, ¿cuánto más debemos aceptar a los demás? ¿Qué luz arrojan sobre esta idea el mandamiento de amar ai prójimo como a uno mismo y la Regla de Oro de tratar a las personas como uno quiere ser tratado?
La palabra que fue dicha a Jesús en el Jordán: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”, abarca a la humanidad. Dios habló a Jesús como nuestro representante. Con todos nuestros pecados y debilidades, no somos desechados como indignos. “Nos hizo aceptos en el Amado”. Efesios 1:6 . La gloria que reposó sobre Cristo es una prenda del amor de Dios por nosotros. Nos habla del poder de la oración, de cómo la voz humana puede llegar al oído de Dios, y nuestras peticiones hallar aceptación en los atrios del cielo. Por el pecado, la tierra fue separada del cielo, y alejada de su comunión; pero Jesús la ha conectado nuevamente con la esfera de gloria. Su amor ha envuelto al hombre, y ha llegado al cielo más alto. La luz que cayó de los portales abiertos sobre la cabeza de nuestro Salvador caerá sobre nosotros cuando oremos por ayuda para resistir la tentación. La voz que habló a Jesús dice a cada alma creyente: Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia.—El Deseado de todas las gentes, pág. 101. 113.“Si puedes algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos”. ¡Cuántas almas cargadas de pecado han hecho eco de esa oración! Y para todos, la respuesta del compasivo Salvador es: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible”. La fe es la que nos conecta con el cielo y nos da fuerza para hacer frente a los poderes de las tinieblas. En Cristo, Dios ha provisto los medios para dominar todo rasgo pecaminoso y resistir toda tentación, por fuerte que sea. Pero muchos sienten que les falta fe y, por lo tanto, permanecen alejados de Cristo. Que estas almas, en su indignidad e impotencia, se entreguen a la misericordia de su compasivo Salvador. No miren hacia sí mismos, sino hacia Cristo. El que sanó a los enfermos y echó fuera demonios cuando anduvo entre los hombres es el mismo poderoso Redentor hoy. La fe viene por la palabra de Dios. Entonces, aférrense a su promesa: “Al que a mí viene, no le echo fuera”. Juan 6:37 . Arrojaos a sus pies clamando: “Señor, creo; ayuda mi incredulidad”. Nunca podréis perecer mientras hagáis esto; nunca.—El Deseado de todas las gentes, págs. 428, 429.
En vuestra relación con los demás, poneos en su lugar. Entrad en sus sentimientos, sus dificultades, sus desilusiones, sus alegrías y sus penas. Identificaos con ellos, y luego haced con ellos lo que desearíais que os trataran a vosotros si cambiaseis de lugar con ellos. Esta es la verdadera regla de la honestidad... Es un principio del cielo, y se desarrollará en todos los que sean aptos para su santa compañía. La regla de oro es el principio de la verdadera cortesía, y su ilustración más verdadera se ve en la vida y el carácter de Jesús. ¡Oh, qué rayos de suavidad y belleza brillaban en la vida diaria de nuestro Salvador! ¡Qué dulzura fluía de su misma presencia! El mismo espíritu se revelará en sus hijos. Aquellos con quienes mora Cristo estarán rodeados de una atmósfera divina... Sus rostros reflejarán la luz de él, iluminando el sendero para los pies que tropiezan y se cansan.—Pensamientos desde el monte de bendición, págs. 134, 135.
Juan 8:54-58 |
1 Corintios 1:26-2926 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. |