LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
PARA MEMORIZAR:
«Jehová está en medio de ti; ¡él es poderoso y te salvará! Se gozará por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos»
magina la siguiente situación: En el Día del Padre, un niño de cinco años se acerca a su progenitor con un regalo mal envuelto y se lo entrega emocionado. El padre le dice: «Hijo, no me importa tu regalo. Al fin y al cabo, no hay nada que puedas darme que me satisfaga. Cualquier cosa que me des la puedo conseguir yo mismo, la he comprado con mi dinero o está hecha con materiales que yo he pagado. Así que, guárdate tu regalo. No lo necesito ni lo quiero. Pero aun así te amo».
¿Qué te parece la reacción imaginaria de ese padre? Vienen a mi mente palabras como «sin corazón», «frío» e «insensible». ¿Es así como Dios nos responde? ¿Podemos agradar a Dios? Aunque sea difícil de imaginar, incluso nosotros, seres caídos, corrompidos por el pecado y propensos al mal, podemos agradar a Dios. En otras palabras, Dios no nos considera a nosotros ni los dones que le traemos con la actitud de ese padre. Al contrario, podemos agradar a Dios, pero solo por medio de Cristo.
La gloria del evangelio es que está fundado sobre el principio de restaurar en la raza caída la imagen divina mediante una constante manifestación de benevolencia. Esta obra comenzó en las cortes celestiales. Allí Dios decidió dar a los seres humanos evidencia inequívoca del amor con que los consideraba. “De tal manera amó al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” ( Juan 3:16 ). La Deidad se conmovió de compasión por la raza, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se entregaron a la realización del plan de redención. Para llevar a cabo plenamente este plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Qué línea puede medir la profundidad de este amor? Dios haría imposible que el hombre dijera que podría haber hecho más. Con Cristo dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de elevación del hombre. ¡He aquí el amor, cuya contemplación debería llenar el alma de una gratitud inefable! ¡Oh, qué amor, qué amor incomparable! —Consejos sobre la salud, pág. 222.Para fortalecer nuestra confianza en Dios, Cristo nos enseña a dirigirnos a él por un nombre nuevo, un nombre entrelazado con las más queridas asociaciones del corazón humano. Nos da el privilegio de llamar al Dios infinito nuestro Padre. Este nombre, dicho a él y de él, es una señal de nuestro amor y confianza hacia él, y una prenda de su consideración y relación con nosotros. Pronunciado cuando pedimos su favor o bendición, es como música en sus oídos. . . Dios nos considera sus hijos. Nos ha redimido del mundo descuidado y nos ha elegido para llegar a ser miembros de la familia real, hijos e hijas del Rey celestial. Nos invita a confiar en él con una confianza más profunda y más fuerte que la de un niño en su padre terrenal. Los padres aman a sus hijos, pero el amor de Dios es más grande, más amplio, más profundo de lo que el amor humano puede ser. Es inmensurable.—Palabras de vida del gran Maestro, págs. 141, 142.
Sed ambiciosos, para gloria del Maestro, de cultivar toda gracia de carácter. En cada fase de la formación de vuestro carácter debéis agradar a Dios. Esto podéis hacer; porque Enoc lo agradó aunque vivía en una época degenerada. Y hay Enocs en este nuestro día.
Sed como Daniel, aquel fiel estadista, un hombre a quien ninguna tentación podía corromper. No defraudéis a Aquel que os amó tanto que dio su propia vida para cancelar vuestros pecados. Él dice: “Separados de mí nada podéis hacer” ( Juan 15:5) . Recordad esto. Si habéis cometido errores, ciertamente obtendréis una victoria si los veis y los consideráis como faros de advertencia. De este modo convertiréis la derrota en victoria, desilusionando al enemigo y honrando a vuestro Redentor.—Palabras de vida del gran Maestro, pág. 332.
Juan 8:54-58 |
1 Corintios 1:26-2926 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. |